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Ed. Ramírez Suaza, P.

ThM
Cuando empecé a elaborar este sermón me quedé mirando mi biblia.
Pensé: ¡cómo es posible que este libro provoque tantos amores y odios a la vez!
Para quienes amamos las Escrituras, la Biblia nos es manjar exquisito al paladar del alma. Nos es
agua fresca en las arideces de la existencia. Nos es pan de vida cuando en realidad fallecemos. Nos
es luz en las oscuridades de nuestro camino. Nos es vida para nuestra vida.
Para quienes odian la Escritura, la Biblia es un manojo de contradicciones y de absurdos. Es un libro
anticuado y atrasado en la evolución del pensamiento humano. Es una colección de mitos religiosos
y fábulas sin sentido. Es un dispensador de mandamientos inaceptables. Es causa de tanta división
humana, guerras, genocidios, porquerías políticas, entre otras. La Biblia es para ellos una mentira.
Para una cantidad de “cristianos” que no usan la Biblia (no sé cómo hacen para seguir a Jesús sin
ella) las Escrituras les es pereza, indiferencia, irrelevancia, inapetencia, da igual.

Hemos desaprendido a vivir. Des-aprendimos a ser (ya no somos lo que somos, ahora somos lo que
sentimos ser. Algunos blancos se sienten negros. Algunas mujeres se sienten hombres. Algunos
adultos se sienten niños. Algunas personas se sienten un gato o una paloma). Des-aprendimos a vivir
en familia (la hermosa figura de papá, mamá e hijos la desvanecimos; ahora familia son tres hombres
unidos en matrimonio. Familia ahora, es una mujer casada con un perro labrador y sus hijos son un
par de loritos enjaulados, colgados junto a una ventana del balcón). Des-aprendimos a vivir la fe.
Nos la pasamos de duda en duda. Des-aprendimos la santidad. Vivimos de pecado en pecado. Des-
aprendimos a escuchar, atender consejos; ahora somos tercos, autosuficientes y más sabios que los
demás, inclusive que Dios. Des-aprendimos a caminar en la luz. Las sombras parecieran deleitarnos
más.

La Biblia es más que un libro, mis queridos amigos. Es muy cierto que desde mediados del siglo
pasado el hombre moderno ha querido despellejarlo, desacreditar su contenido, desvirtuar su verdad
y exorcizarlo de la vida pública; pero habemos unos cuántos que nos resistimos a esa oscura
campaña.
Muchas personas dentro de las iglesias se unieron a esa campaña del hombre moderno: tienen biblias
en casa pero sin usar ninguna. Tienen servicios de estudio bíblico, y teniendo el tiempo no asisten a
ninguno. Saben algunas cositas, pero no las ponen en práctica. En términos prácticos nos estamos
volviendo ateos (vivir sin Dios).

Eso nos ha llevado a lamentables consecuencias: iglesias sin fe. Pastores sin integridad. Creyentes
sin fe. Músicos sin adoración. Evangélicos sin evangelio. Familias que dan vergüenza. Hijos
pródigos. Oraciones sin poder. Vigilias de dormilones. Ayunos sin arrepentimiento.
Note por favor, como todo esto desemboca en el hecho de que perdimos las fuerzas, el fuego, la
pasión por evangelizar a otros. Perdimos nuestro horizonte misionero. Se nos embolató el camino
hacia la salvación personal y la salvación de otros. Y eso tiene que ver con todas las espaldas que
venimos dando: estamos dando la espalda a los fundamentos cristianos. Nos estamos dando la
espalda a nosotros mismos. Estamos dando la espalda a Dios y le estamos dando la espalda al mundo
(en términos de evangelización).
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Pablo escribió a Timoteo, un joven pastor, para decirle: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y
útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre
de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

Hace dos viernes atrás, Guille nos habló de la Palabra que enseña la verdad, una verdad liberadora.
La semana pasada, abordamos juntos la Palabra que reprende. Aquella que no alcahuetea nuestros
pecados, por el contrario nos “jala orejas”. Para esta noche abrazamos la Biblia como la Palabra que
corrige. Les voy a decir algo que para mí es novedad: la palabra griega que traduce al español
“corregir” es epanórthosis, que no sólo significa corregir, también significa “restaurar”.
Les comparto a continuación cómo dice el texto con estas posibilidades de traducción: Toda la
Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reprender, para restaurar, para instruir
en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena
obra.

¿Corrige la biblia?
¿Puede restaurar al ser humano la biblia?

No tengo la menor duda de que Dios corrige a su pueblo, a sus hijos por medio de la Biblia.
No tengo la menor duda de que Dios restaura a su pueblo, a sus hijos por medio de la Biblia.
La corrección bíblica disfruta de un vínculo muy estrecho, hermoso además, con la disciplina.
Una corrección es cuando estás escribiendo con lápiz, hiciste algo mal, usas el borrador y escribes de
nuevo y lo haces bien.
Una corrección es cuando hablas mal, porque así no se dice, o porque así no es o porque así no se
debe, alguien te ayuda a caer en la cuenta, y rectificas.
Una corrección es como cuando llamas a una persona por el nombre que no es, caes en la cuenta y
corriges: la llamas por el nombre correcto.
Corregir es encaminar hacia lo correcto. Volver hacer las cosas, pero bien.
En el deporte se corrige en la medida que las competencias avanzan, y muchas veces para corregir un
mal juego se necesita competir de nuevo, luego de haber sido derrotado en la competencia anterior.

La Biblia nos es útil para corregir lo que creemos.


¿En qué o quién crees? Es decir, ¿en quién confías? Algunas doctrinas muy perversas han querido
contaminar, o mejor dicho, destruir nuestra fe. Ejemplo, la teología de la prosperidad. Esa teología
que insiste en que no pueden haber creyentes pobres. La pobreza es una maldición, un pecado
terrible. Eso no es cierto. La biblia corrige con la voz de S. Pablo cuando dijo: “soy capaz de vivir en
la abundancia y en la escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Fil. 4.12-13).

La Biblia no es útil para corregir lo que pensamos.


A veces pensamos que Dios nos ha abandonado. O más atrevidos aún, ¿existe Dios?
A veces pensamos en el mal que, ojalá le caiga a alguien que no nos cae bien.
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A veces pensamos con lujuria. Otras veces con avaricia. Otras veces con orgullo.
A veces pensamos, algunos, en el suicidio. En dejar todo tirado. En huir. En descarriarnos.
Pero la biblia nos corrige: hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo honesto, en
todo lo justo, en todo lo puro, en todo lo amable, en todo lo que es digno de alabanza; si hay en ello
alguna virtud, si hay algo que admirar, piensen en ello (Fil. 4.8).

La Biblia nos es útil para corregir lo que decimos.


Cuando nos pica la lengua por hablar mal del otro, la biblia nos corrige: No andarás chismeando
entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo (Lv. 19.16).
Cuando nos pica la lengua por decir vulgaridades, la Biblia nos corrige: Su conversación debe ser
siempre agradable y de buen gusto (Col. 4.6).
Cuando tenemos una lengua indomable, al servicio del Satán más que al servicio de Cristo, la Biblia
nos corrige: la lengua es fuego; es un mundo de maldad. La lengua ocupa un lugar entre nuestros
miembros, pero es capaz de contaminar todo el cuerpo; si el infierno la prende, puede inflamar
nuestra existencia entera (Sant. 3).

La Biblia nos es útil para corregir el cómo vivimos. No podemos vivir derrochando el tiempo. No
podemos vivir esclavizado de los vicios. No podemos vivir esclavizados de la vanidad. No podemos
vivir esclavizados de las lujurias. No podemos vivir esclavizados de las modas del mundo. La Biblia
nos corrige: Por tanto, ¡cuidado con su manera de vivir! No vivan ya como necios, sino como sabios
(Ef. 5.15).

La Biblia nos es útil para corregir nuestras actitudes. Voy a compartirles algunas actitudes que
aborrezco de mí mismo y de los demás: el orgullo. La negligencia. La pereza. El “ya hice”. Los
celos. La envidia. La acepción de personas. Y otras. La biblia nos corrige: No hagan nada por
contienda o por vanagloria. Al contrario, háganlo con humildad y considerando cada uno a los
demás como superiores a sí mismo. 4 No busque cada uno su propio interés, sino cada cual también
el de los demás. 5 Que haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús… (Fil. 2).

Cuando era niño, me tocó hacer tareas en máquinas de escribir. De hecho, algunos estudiaron
“mecanografía”, eso era como decir hoy: “ingeniero en sistemas”. Cada letra del teclado de la
máquina tenía una varilla no más de 30 cm que portaba, al final, una letra tallada. Al presionar la
letra, la varilla se extendía hasta la hoja, pero entre la hoja y la varilla portadora de la letra había una
cinta de color negro, algunas traían también color rojo. El molde caía sobre la cinta negra con
presión sobre la hoja y teñía la hoja blanca con la letra que se hundía en la cinta.
Cuando uno escribía mal, tenía que usar corrector. Un botecito con pintura blanca, además portaba
un pincelito para pintar de blanco el error negro.
A esto se le llamó “corregir”.
Cristo es la Palabra viva de Dios, Palabra humanizada. Él vino hasta nosotros, no para pintarnos de
blanco, sino para bañarnos en el profundo y hermoso rojo de su sangre preciosa. No nos pintó; nos

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lavó. Nos purificó. Nos hizo de nuevo. Corrigió una vida de pecado y ahora nos ha trasladado a la
vida de Dios.

Su muerte en la cruz no sólo corrigió la vida. Dio apertura a una corrección de la creación entera por
su Palabra. Aunque nuestros ojos no lo puedan ver, la Palabra de Dios abraza la creación entera y la
está corrigiendo. La Palabra de Dios cuando encuentra lugar en nuestros corazones, nos recorre, nos
traspasa, nos envuelve y nos corrige.
En este octubre otórgose a sí mismo un regalo hermoso: déjese corregir.

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