Está en la página 1de 6

Plantas Transgénicas

La planta transgénica contiene uno o más genes que han sido insertados en forma artificial en lugar de que la planta los
adquiera mediante la polinización. La secuencia génica insertada (llamada el transgen) puede provenir de otra planta no
emparentada o de una especie por completo diferente: por ejemplo, el maíz Bt, que produce su propio insecticida, contiene
un gen de una bacteria. Las plantas que tienen transgenes a menudo son llamadas genéticamente modificadas o cultivos
GM, si bien en realidad todos los cultivos han sido genéticamente modificados con respecto a su estado silvestre original
mediante la domesticación, la selección y el mejoramiento controlado a través de períodos prolongados.

¿Por qué hacer plantas de cultivo transgénicas?


El fitomejorador trata de reunir una combinación de genes en una planta de cultivo que la hagan tan útil y productiva como
sea posible. Según dónde y para qué propósito se cultive la planta, los genes deseables pueden proporcionar características
tales como un rendimiento más alto o mejor calidad, resistencia a las plagas o enfermedades o tolerancia al calor, el frío y la
sequía. Combinar los mejores genes en una sola planta es un proceso largo y difícil, en especial cuando el fitomejoramiento
tradicional se ha limitado al cruzamiento artificial de plantas dentro de la misma especie o entre especies estrechamente
emparentadas para reunir diferentes genes. Por ejemplo, un gen para aumentar el contenido proteínico de la soya no podía
ser transferido a un cultivo completamente distinto como es el maíz usando las técnicas tradicionales. La tecnología
transgénica permite a los fitomejoradores reunir en una sola planta genes útiles de una amplia gama de fuentes, no sólo de
la misma especie de cultivo o de plantas muy emparentadas. Esta tecnología proporciona un instrumento para identificar y
aislar genes que controlan características específicas en una sola clase de organismos y para trasladar copias de esos genes
a otro organismo muy diferente, que entonces tendrá también esas características. Este poderoso instrumento permite a
los fitomejoradores hacer lo que siempre han hecho, generar variedades de cultivos más útiles y productivas que contienen
combinaciones nuevas de genes, y además ampliar las posibilidades más allá de las limitaciones impuestas por la
polinización cruzada y las técnicas de selección tradicionales

Las plantas transgénicas

Una planta transgénica contiene uno o más genes que han sido transferidos (transgenes) de otra planta no emparentada o
de una especie diferente. Las plantas que tienen transgenes también se denominan genéticamente modificadas o cultivos
GM. Aunque estas modificaciones parecen novedosas, en los últimos 10 mil años todos los cultivos han sido genéticamente
modificados con respecto a su estado silvestre, mediante la domesticación, la selección y el mejoramiento controlado a
través de períodos prolongados. Este proceso de generación de nuevas variedades ha sido (y continúa siendo) muy útil en la
agricultura y ha originado las variedades que se cultivan hoy en día. La ingeniería genética (ver Cuadernos Nº 1 a 5) se
constituyó en una herramienta que complementa los métodos tradicionales y permitió importantes avances en el área del
conocimiento de la biología vegetal. El gran esfuerzo realizado en este sentido tuvo como consecuencia la llegada al
mercado, a partir de 1995, de los primeros cultivares transgénicos. Las plantas transgénicas obtenidas hasta la fecha se
desarrollaron por diversos métodos, los que han sido modificados para cada especie en particular, aumentándose de esta
forma su eficacia.

¿Cuáles son las aplicaciones de la transformación genética en plantas?


La tecnología de transformación genética permite:

• aportar variabilidad genética de forma controlada y precisa, sin alterar el fondo genético. Es decir, crear nuevas
variedades (cultivares) con características favorables, sin perder las mejoras logradas anteriormente.
• conocer y/o profundizar acerca de la estructura y función de genes específicos.
• expresar genes de interés no existentes en la especie (ejemplo: la fabricación de proteínas insecticidas de origen
bacteriano en el maíz Bt).
• expresar nuevas formas alélicas (variantes) de genes que ya están presentes en el genoma.
• modificar los niveles o el patrón de expresión de alguna proteína transfiriendo el gen correspondiente ya presente
en la célula vegetal pero con una secuencia regulatoria diferente, que facilite la expresión de la proteína.
• inhibir la expresión de genes presentes en el genoma (por ejemplo, la soja transgénica hipoalergénica en la cual se
inhibe o diminuye la expresión del gen que codifica una proteína alergénica).
¿Cómo se puede aportar variabilidad genética por medio de ingeniería genética?

En el mejoramiento vegetal el fitomejorador trata de reunir en una planta una combinación de genes que la hagan tan útil y
productiva como sea posible.
Combinar los mejores genes por mejoramiento tradicional en una sola planta es un proceso largo y difícil. La tecnología de
transformación por ingeniería genética permite reunir en una sola planta genes útiles de una amplia gama de fuentes, no
sólo de la misma especie de cultivo o de plantas emparentadas, sino de organismos de otras especies, e incluso de otros
reinos. Es decir que permite a los fitomejoradores hacer lo que siempre han hecho, generar variedades de cultivos más
útiles y productivas que contienen combinaciones nuevas de genes, pero con la ventaja de ampliar las posibilidades más allá
de las limitaciones impuestas por la polinización cruzada y las técnicas de selección tradicionales (ver Cuaderno Nº 5).

¿Cómo se obtiene una planta transgénica?

Para lograr una planta transgénica deben ocurrir los siguientes pasos (ver Cuaderno Nº 67):

• El transgén debe ser transferido al interior de la célula e integrarse al ADN celular, dando origen a una célula
transgénica.
• Se debe regenerar una planta completa a partir de la célula transgénica. Una vez introducido el gen de interés en la
célula, se induce el desarrollo de plantas mediante distintas técnicas de cultivo de tejidos (ver cuaderno 35 y 56).
• Las plantas regeneradas in vitro son analizadas por técnicas moleculares para identificar aquellas que porten y
expresen el o los transgenes en los niveles deseados.
• Las plantas transgénicas obtenidas son incorporadas a procesos de mejoramiento convencional para introducir los
nuevos genes en otras variedades (cultivares) de interés, lo que dependerá de la especie y del tipo de cultivar a obtener. La
cruza inicial con la variedad mejorada debe ser seguida de varios ciclos de cruzamientos repetidos con el progenitor
mejorado, proceso conocido como retrocruzamiento, de modo de recuperar tanto como sea posible el genoma del
progenitor mejorado, con el agregado del transgén del progenitor transformado.
• El próximo paso son los ensayos en invernadero y en el campo para comprobar los efectos del transgén y el
desempeño general de la planta. Esta fase incluye también la evaluación de los efectos ambientales y la inocuidad
alimentaria.

Dado que las células tienen diferente capacidad de respuesta para cada uno de estos procesos, la puesta a punto de un
protocolo de transformación eficiente requiere maximizar la cantidad de células capaces de integrar el ADN de manera
simultánea. Utilizando los métodos comunes de transformación (ver cuaderno 18 y 28), la integración del transgén en el
genoma celular se produce al azar. Es por ello que diferentes plantas transgénicas provenientes de un mismo experimento,
presentan el transgén insertado en distintos sitios del genoma receptor. Como se trata en los cuadernos 18 y 28 existen
diferentes métodos para transferir ADN a células vegetales. Para aplicar cualquiera de estos métodos desarrolladas hasta el
momento es necesario disponer del transgén con sus secuencias regulatorias y codificante clonadas en un vector de
transformación y de una metodología eficiente para la transferencia al genoma vegetal.

Transferencia de genes al cloroplasto: plantas transplastómicas

La mayoría de plantas transgénicas obtenidas hasta el momento provienen de la transferencia de ADN al genoma nuclear.
Sin embargo las células vegetales contienen tres genomas: el nuclear, el plastídico (también llamado plastoma o genoma de
los cloroplastos), y el mitocondrial.
En los últimos años la transferencia de ADN al genoma plastídico ha recibido notable atención y ya se han obtenido plantas
transplastómicas, es decir plantas derivadas de células a las que se les ha transferido nueva información genética al genoma
plastídico.
Así, el genoma de los plástidos se ha convertido en un blanco atractivo para la ingeniería genética ya que esta tecnología
ofrece una serie de ventajas sobre la transformación del genoma nuclear. Por ejemplo se pueden obtener altos niveles de
expresión de los transgenes y elevados niveles de acumulación de las proteínas codificadas por ellos en los cloroplastos
(superior al 50% de las proteínas solubles totales, mientras que el nivel de acumulación observado a partir de transgenes
nucleares es generalmente inferior al 1%.) Esto constituye una herramienta de aplicación muy importante cuando se quiere
expresar una proteína de aplicación farmacéutica. Por otro lado, como la mayoría de las especies tienen transmisión
materna de los plástidos se minimiza la dispersión de los transgenes por el polen y, en consecuencia, se tiene una ventaja
ambiental a la hora de autorizar la liberación de los cultivos al medioambiente.
Hasta el momento los protocolos existentes para la obtención de plantas transplantómicas se basan en la transferencia de
genes por el método de bombardeo de micropartículas (ver Cuaderno Nº 28), un eficiente proceso de cultivo y selección in
vitro, y la utilización de vectores con secuencias homólogas al genoma del cloroplasto. A diferencia de lo que ocurre en la
transformación del genoma nuclear, en el plastoma la integración de los transgenes es dirigida mediante recombinación
homóloga. Para lograr esto, los vectores contienen los genes de interés flanqueados por secuencias que tienen alta
homología al ADN plastídico. Por otro lado, la utilización de promotores específicos del cloroplasto permite que los
transgenes se expresen exclusivamente en los plástidos.

Presente y futuro de la aplicación de la tecnología de transferencia de ADN

La primera generación de cultivos transgénicos, comercializados en la actualidad, corresponden a la búsqueda de un


aumento en la productividad, reducción en el uso de agroquímicos, conservación de la tierra cultivable, mejor manejo y
aprovechamiento del agua y la energía, reducción de la contaminación del ambiente y los beneficios para la salud humana
derivados de estos aspectos.
La segunda generación de cultivos transgénicos ofrece más beneficios directos para los consumidores y comprenden el
mejoramiento de la calidad nutricional (proteínas, aceite, vitaminas y minerales), la eliminación de alergenos, la
fitorremediación (es decir la recuperación de ambientes contaminados mediante el uso de plantas) y la utilización de
plantas como biorreactores (molecular pharming) para la expresión de proteínas recombinantes con fines tales como la
producción de anticuerpos, vacunas y otras proteínas de uso terapéutico o industrial. Un ejemplo es el ‘arroz dorado’,
llamado así por la pigmentación amarilla que tienen sus granos debido a que acumula altos niveles de provitamina A en el
endosperma. En este aspecto la obtención de plantas transplastómicas promete mejores resultados.
La tercera generación de cultivos transgénicos tendrá por objeto aspectos tales como la modificación de la arquitectura de
la planta, la manipulación de la floración, el mejoramiento de la eficiencia fotosintética, etc. Esto será posible en la medida
que se obtengan resultados de los proyectos genoma.
La siguiente tabla muestra algunas especies de interés económico que han sido modificadas por ingeniería genética

Las plantas transgénicas

¿Panacea o amenaza?

Cultivos que producen su propio insecticida, jitomates que conservan su frescura y sabor durante varias semanas, capullos
donde crece algodón de colores, son algunos ejemplos de lo que la biotecnología ha logrado a través de las llamadas plantas
transgénicas, un campo de investigación y desarrollo tan fascinante como polémico.

Las plantas transgénicas forman parte del grupo de los llamados organismos modificados genéticamente y son el resultado
del avance de las técnicas de la biología experimental, así como de la búsqueda de soluciones a diversos problemas de la
producción agroindustrial. Muchos de los conceptos y procedimientos necesarios para obtenerlas se desarrollaron durante
los últimos veinte años; sin embargo, sus aplicaciones comerciales sólo pudieron ser financiadas por las grandes compañías
que hoy dominan el mercado de la agrobiotecnología.

Lo que distingue a las plantas transgénicas es que poseen una o más características que no fueron heredadas de sus
antecesores. En cada una de sus células llevan genes "añadidos" artificialmente, es decir, fragmentos adicionales de ácido
desoxirribonucleico (ADN) provenientes de otra especie de planta, un virus, una bacteria o un hongo; estos genes
contribuyen a producir nuevas sustancias, a modificar el ritmo del desarrollo de la planta o, bien, a aumentar su capacidad
de defensa contra factores adversos.
El interés en el desarrollo de plantas transgénicas es el de mejorar la calidad y productividad de los cultivos; además, estas
plantas constituyen una poderosa herramienta de investigación.

La ensalada transgénica

El aspecto de una planta transgénica no es, en general, sorprendente; no se trata de calabazas gigantes, ni de limones con
formas extrañas, ni papas que saben a jitomate. A primera vista, una planta transgénica es semejante a las que no han sido
transformadas. El cambio lo llevan en su interior y éste sí es asombroso: ya es posible adquirir semillas para cultivar plantas
de varias especies que producen un bioinsecticida (cultivos Bt), lo que ha reducido significativamente la aplicación de
pesticidas químicos; otras plantas son resistentes a un tipo de herbicida, lo cual permite que el combate de malezas o
"malas yerbas" sea más efectivo pues los cultivos no resultan dañados. En particular, destaca una variedad de jitomate
diseñada para tener una maduración retrasada en sus frutos que hace posible que éstos permanezcan más tiempo frescos
en color, textura y sabor. En algunos países existen ya en el mercado productos derivados de plantas transgénicas de soya,
algodón, papa, maíz y jitomate, principalmente. Y quizá pronto se sumen otros a la lista; actualmente se realizan pruebas de
campo y de tipo sanitario de variedades de calabacita que pueden evitar el ataque de ciertos virus, de oleaginosas como la
colza (canola), que contienen una proporción más saludable para el consumidor de aceites en sus semillas, y también de
papayas y otros frutales que pueden tolerar el aluminio tóxico de suelos ácidos y absorben mejor el fósforo disponible. Se
investiga, además, la posibilidad de desarrollar plantas que puedan ser vehículos de vacunación: se trata de que la propia
planta produzca la vacuna y ésta sea administrada con el alimento mismo, digamos un plátano; otras posibilidades son
plantas que produzcan anticuerpos, diversos fármacos e incluso plásticos biodegradables.

Una muestra del potencial comercial de las plantas transgénicas es el hecho de que en los Estados Unidos se estén
probando actualmente cultivos de este tipo usando casi 100 genes distintos, introducidos en por lo menos 35 especies
vegetales diferentes.

La modificación genética

¿De dónde surge una planta transgénica? Para conocer la respuesta es preciso recordar que los genes son partes o regiones
definidas del ADN, esa larga molécula informativa que poseemos todos los seres vivos —nuestro genoma— y que está
formada por combinaciones enormes de cuatro "letras" moleculares denominadas bases nitrogenadas. Cada gene contiene
una instrucción específica para la fabricación de una proteína, la cual se"dobla" en una forma característica para funcionar
ya sea como enzima, fibra muscular, hormona o toxina. Así, cada proteína participa en alguna parte de las numerosas
estructuras y actividades de la célula. Normalmente conocemos la función de los genes a través de la proteína que codifican
(y viceversa). En años recientes, ha crecido el interés por conocer mejor cuáles son los genes importantes para el
crecimiento, la nutrición y aquéllos relacionados con la susceptibilidad a las enfermedades o la resistencia a los parásitos,
para poder incidir en los factores que hacen que las plantas que cultivamos sean productivas, saludables y más resistentes,
o que aumenten su valor nutricional.

La idea central de la modificación genética, en este caso de la creación de plantas transgénicas, es que si un gene tiene
influencia directa en alguna propiedad de un organismo determinado, es muy posible que el mismo gene afecte esa
propiedad en otros organismos. Y esto se ha comprobado: la adición de genes específicos en varios organismos produce —
gracias a la proteína que estos genes originan— algunos cambios significativos, heredables y frecuentemente útiles.

En el caso particular de las plantas, como se pueden regenerar plantas completas a partir de células individuales o grupos
de ellas, una célula a la que se le ha insertado un gene de otro organismo puede dar origen a plantas completas con copias
del gene adicional en el tallo, las hojas, la raíz, las flores o el fruto.

La ingeniería genética de plantas para usos agrícolas se nutre también de estrategias basadas en el conocimiento del modo
en que varios organismos aprovechan su medio ambiente. Se sabe que diversos patógenos tienen formas de evitar la acción
de sus propias toxinas o que muchos insectos tiene enemigos que los atacan de modo muy específico. Como existen genes
involucrados en este tipo de capacidades, su inserción en el ADN de las plantas puede darle a éstas formas especiales de
tolerancia o defensa ante plagas y enfermedades. Por ejemplo, existe un grupo de bacterias del suelo (Bacillus
thuringensis), que produce una proteína insecticida que no es tóxica a muchas especies útiles. Durante casi dos décadas,
extractos de este organismo se han rociado en los cultivos para protegerlos, pero hace cuatro o cinco años se logró
introducir en diversas especies de plantas el gene bacteriano responsable de la toxina, de modo que ahora ellas mismas
producen el insecticida.

Los riesgos y la polémica

En la aplicación comercial de las plantas transgénicas se han considerado varios riesgos potenciales que pudieran reducir su
efectividad o, lo que es peor, que generen problemas de salud, agronómicos o ecológicos en el futuro.

En primer lugar, la posibilidad de que los procesos de transformación y regeneración de las plantas produzcan en ellas
alteraciones no deseadas (por ejemplo en su tamaño, coloración o rendimiento) se descarta por medio de pruebas que se
realizan en invernaderos y en el campo. Sin embargo, es posible que se presenten efectos en el ambiente en una extensión
o en un plazo más largos. Al reproducirse las plantas transgénicas, su polen puede contribuir a que los transgenes sean
diseminados en otras plantas compatibles (de la misma especie pero de distinta variedad), en las especies silvestres (que a
veces son malezas) o en especies ancestrales de las formas cultivadas, generando problemas ecológicos, comerciales y
legales. Éste es todavía un aspecto que debe evaluarse, considerando el tipo de reproducción de las especies en cuestión.
En México existe preocupación por el maíz y otros cultivos (jitomate, chile, calabaza), ya que nuestro país es fuente
primordial de riqueza en biodiversidad de tales especies.

Se considera también que las variedades transgénicas diseñadas para producir nuevas toxinas contra plagas (por ejemplo, el
algodón Bt) podrían tener efectos nocivos en organismos benéficos como abejas y catarinas, o bien, que esas toxinas se
acumulen en las cadenas alimenticias e incluso promuevan la resistencia de las plagas. Se han planteado ya diversas
estrategias para el manejo agrícola y una reglamentación que disminuyan algunos de estos riesgos. Una de esas estrategias,
por ejemplo, es destinar una parte del terreno de cultivo a la siembra de plantas no transgénicas, a fin de conservar el
equilibrio en la población de plagas y evitar que aquellas que desarrollen resistencia a la toxina se multipliquen.

Otra preocupación importante se refiere a la posibilidad de un impacto negativo en la nutrición y la salud humanas; este
riesgo es muy bajo dadas las pruebas y controles sanitarios a los que se somete cualquier producto nuevo destinado al
consumo humano. Un punto más de la discusión es el derecho, tanto de los consumidores como de cada nación, a comprar
o no productos transgénicos; para ejercer este derecho es preciso que los productos se comercialicen por separado, no
mezclados junto con los convencionales, y que sean fácilmente identificables. En este sentido, hay posturas encontradas
entre los Estados Unidos, que se oponen a etiquetar sus productos, y sus socios de la Unión Europea, que exigen el
etiquetado.

La situación se ha complicado, además, por la necesidad de que la regulación de diversos aspectos sobre el uso de los
productos derivados de plantas transgénicas a nivel mundial sea compatible con los acuerdos internacionales de comercio.

Hasta el momento prevalece una falta de consenso entre los países sobre cómo regular la producción, distribución y venta
no sólo de plantas transgénicas y sus derivados, también de otros organismos modificados genéticamente. Un esfuerzo
importante pero que no resolvió la cuestión fue la reunión mundial celebrada el pasado mes de febrero en Cartagena de
Indias, Colombia, convocada para aprobar el llamado Protocolo de Bioseguridad.

Desde el punto de vista sanitario, se ha constatado que las variedades transgénicas ya comercializadas no son distintas de
las convencionales; otras están todavía pendientes de aprobación. Con respecto a los efectos en el ambiente, hay cierto
acuerdo en que es necesaria más investigación, tanto de las empresas de agrobiotecnología como de instituciones
académicas y organismos públicos.

De cualquier manera, la perspectiva de una agricultura complementada con el cultivo de plantas transgénicas es aún muy
promisoria y una de nuestras mejores opciones para satisfacer la demanda de alimentos de una población humana en
continuo crecimiento.

Herramientas de investigación

En el Instituto de Biotecnología de la UNAM se realizan investigaciones sobre la localización, estructura y función de varios
genes vegetales. Para ello se utilizan frecuentemente plantas transgénicas como una herramienta experimental que
permite estudiar más directamente la acción de algunos genes. Entre otros, aquellos que inciden en la capacidad de
asociación con otros organismos, la tolerancia a la sequía, el desarrollo de raíces, la síntesis de pigmentos y las respuestas a
los daños que sufre la planta. Normalmente se utilizan especies de fácil transformación y regeneración como el tabaco, la
leguminosa Lotus o bien, una plantita de la familia de las crucíferas llamada Arabidopsis thaliana. Estas plantas deben
cultivarse en condiciones controladas, es decir, cámaras de crecimiento donde se determina de antemano la temperatura,
la cantidad de luz y la duración del ciclo iluminación-oscuridad. Otras plantas como el frijol o el maíz, por su tamaño, se
cultivan en invernaderos, donde están sujetas a cambios más parecidos a los que tendrían en el campo. En cualquier caso,
esto permite desarrollar muchas de ellas de manera aislada, hasta que producen flores y semillas.

También se busca localizar y "etiquetar" otros genes con efectos en el metabolismo, el desarrollo y la interacción con el
ambiente utilizando técnicas de "barrido genómico" (genome scanning); esta labor puede contribuir a conocer y preservar
mejor nuestra diversidad biológica y a generar variedades de diversos cultivos adaptados a nuestros recursos y necesidades.

También podría gustarte