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¿QUÉ ES EL ARTE?
El arte es un producto exclusivamente humano. El arte es una manifestación de la cultura humana. Es decir, es
un fenómeno propio de las manos del hombre en su situación de ser social inmerso en el dinamismo de una
cultura.
Las diferencias que existen entre las diversas sociedades y los cambios que se producen a lo largo del tiempo
en cada sociedad en particular son los que explican las diferencias existentes entre las formas de expresión
estética respectivamente. El arte está atravesado por estos procesos y está condicionado por el gusto estético
de cada época y de cada cultura.
El concepto de arte ha cambiado a lo largo del tiempo y de la historia de las manifestaciones simbólicas
humanas y es por ello que para avanzar en contenido y conocimiento se cree sumamente necesario acordar
criterios de análisis con respecto a qué es el arte.
El primer criterio a acordar se refiere precisamente al concepto de Arte, un concepto que sobrevive, en
primer lugar, al dinamismo del espacio/tiempo y a sus representaciones simbólicas de la mano de una historia
puramente humana; y, en segundo lugar, a sus abordajes conceptuales desde cada paradigma de
pensamiento en la historia del hombre.
El segundo análisis que define una perspectiva de pensamiento sobre el objeto de estudio es la
contemporaneidad del arte. Desde esta perspectiva, el concepto de arte se vuelve actual, vigente, flexible,
territorial, circunscripto a los cambios vertiginosos de las sociedades actuales y tolerante a los modos de
representación que se suceden en la historia.
Pensar en las manifestaciones del arte contemporáneo implica analizar las dimensiones de espacio/tiempo
vivenciadas por el sujeto contemporáneo, analizar sus conductas impregnadas por la microcultura, y a su vez,
por la cultura global que desterritorializa al sujeto y lo vincula a nuevas configuraciones simbólicas. En estas
variables se configuran las formas que adquiere el arte hoy y las infinitas posibilidades de construcción de
mundos ficcionales posibles.
También vincular el análisis a los estudios de las conformaciones de gusto que ofrece la estética como
disciplina filosófica, nos permite aportes relevantes en las discusiones académicas actuales.
En síntesis, el Arte pensado desde su contemporaneidad, en una permanente reflexión de su estética, nos
obliga a reconocer los recursos poéticos que se manifiestan en las producciones actuales desde el punto de
vista del productor o como espectadores/consumidores en potencia.
Lo expuesto anteriormente es, puesto en palabras sencillas, lo que Daniel Belinche nos explica en el Cap. 1 de
su libro “Arte, poética y educación”.
Si abstraemos un concepto concreto de arte contemporáneo a partir de esa lectura, ÉSTE QUEDA DEFINIDO
como “EL ARTE ES LA PRODUCCIÓN DE IMÁGENES FICCIONALES CON SENTIDO POÉTICO”. De este
gran concepto explicaremos a continuación éstos 4 subconceptos: producción, imágenes, ficciones y sentido
poético.
EL ARTE COMO PRODUCCIÓN
Desde el principio de los tiempos el hombre ha utilizado sus manos o herramientas para construir y dar forma
a su universo. Pero, ¿qué es aquello que diferencia a un objeto de una obra de arte?
Un objeto de uso cotidiano y una obra de arte pueden tener muchos puntos en común en el proceso de
realización, ya sea artesanal o industrial, ya que en ambos procesos existe una transformación de los
materiales con un fin específico pero también existen diferencias muy puntuales: LA FORMA, LA
MATERIALIDAD, EL TIEMPO, LA UTILIDAD O SENTIDO.
¿Qué espacios habitan las imágenes? ¿Qué tipos de imágenes conocemos? ¿Cómo y cuándo comienzan a ser
percibidas esas imágenes en el ser humano? ¿Cómo y cuándo comienzan a habitar la memoria? ¿qué función
cumple la imagen?
Estos interrogantes son clave para comprender el proceso de desarrollo de la imagen y sus estadios de
complejidad en el ser humano, como individuo y en el devenir histórico como proceso antropológico.
Está comprobado científicamente que el ser humano en su desarrollo intrauterino es capaz de percibir
imágenes sensoriales, al escuchar los latidos del corazón de la madre incorpora las primeras nociones de
ritmo. A partir de los 6 meses de gestación escucha sonidos que provienen del interior del cuerpo materno y
avanzado su crecimiento responde con movimientos a estímulos externos. Antes de nacer el ser humano capta
las primeras imágenes de carácter sensorial y comienza a desarrollar habilidades que le permitirán adaptarse al
medio externo.
Una vez que nace, todo ser humano va desarrollando habilidades y capacidades que le permiten sobrevivir
fuera del vientre de su madre, respirar por sí mismo, alimentarse. El desarrollo del gusto, del olfato y el tacto
son vitales en este comienzo. Mediante el desarrollo de los sentidos el recién nacido aprehende nociones
fundamentales del medio externo, unido psíquicamente al cuerpo físico de la persona maternante. Su
desarrollo psíquico y emocional concibe como un “todo” su cuerpo físico con el cuerpo del maternante y los
objetos del entorno.
La vista es el sentido que demora en poner en foco los rostros familiares y la observación directa de los
objetos. La relación que el ser humano va estableciendo con los objetos del entorno es clave en el desarrollo
de su imaginario.
En su artículo “ Tiempo y poética de la repetición. De la liberación de la mano a la complejidad del horizonte”
D. Belinche sostiene que las habilidades de manipulación, aprehensión y desaprehensión de los objetos es el
inicio del universo de las imágenes “….Tal vez el arte, haya encontrado sus inicios en la acción de las
manos…El paso de la inteligencia sensorio-motriz a las operaciones formales estudiadas por Piaget comienza
con las manos. Se escribe con la mano. Por medio de la manipulación, se prepara la representación. (…) La
mano ha sido, en la historia lejana, y lo es todavía, el puente al intelecto y también a la distancia, propia del
arte que aporta a la arquitectura de imaginarios y de imágenes.
Sucede en cada uno de nosotros y sucedió en la historia de la humanidad en el proceso de hominización, el
hombre se aleja del animal en la medida que va construyendo su imaginario. También sabemos que el
hombre, como ser social, se agrupa y que este imaginario no solo es individual sino que luego es colectivo.
La capacidad de representación necesaria para el hombre como ser social supera la instancia sensorio-motriz
y eleva al hombre a una instancia más compleja, la creación de imágenes representacionales.
El universo de las imágenes representacionales se amplía junto al horizonte, comienza quizás a manifestarse
a través de los sonidos pero los registros que llegan hasta nuestros días y sobreviven más de 30.000 años.
Bisontes, caballos, ciervos, manos y misteriosos signos fueron pintados o grabados durante los milenios en
los que la cueva de Altamira estuvo habitada, entre hace 35.000 y 13.000 años antes del presente. Estas
representaciones se extienden por toda la cueva, a lo largo de más de 270 metros, aunque sean las famosas
pinturas policromas las más conocidas. Su conservación en las mejores condiciones constituye un reto
científico y de gestión del Patrimonio y es el objetivo prioritario y la razón de ser del Museo de Altamira(Esp.).
Regis Debray, en su tesis titulada “Vida y Muerte de la imagen” señala que la imagen representacional en el
principio de los tiempos está ligada a la experiencia directa del hombre con la muerte. Con el siguiente
párrafo inicia su primer capítulo sobre la génesis de las imágenes:
“El nacimiento de la imagen está unido desde el principio a la muerte. Pero si la imagen arcaica surge de las
tumbas, es como rechazo de la nada y para prolongar la vida. La plástica es un terror domesticado.(…).
Más adelante explica: …”Es una constante trivial que el arte nace funerario, y renace inmediatamente muerto,
bajo el aguijón de la muerte, los honores de la tumba relanzan de un sitio a otro la imaginación plástica, las
sepulturas de los grandes fueron nuestros primeros museos y los difuntos nuestros primeros coleccionistas,
pues esos tesoros, de armas y vajillas, vasos, diademas, cofrecillos de oro, bustos de mármol, muebles de
maderas preciosas, no se ofrecían a la mirada de los vivos. No eran amontonadas en el fondo de túmulos,
pirámides o fosas para que sirvieran de ornamento, sino para que prestaran servicio. En la mayoría de los
casos estaba prohibido el acceso a las criptas, tan pronto como se volvían a cerrar, a pesar de que en ellas se
acumulaban las materias más ricas. Nuestros depósitos de imágenes entre nosotros los modernos, se
expresan a la vista. Extraños ciclos de los hábitats de la memoria. De la misma manera que las sepulturas
fueron los museos de las civilizaciones sin museos, nuestros museos son tal vez las tumbas apropiadas a las
civilizaciones que ya no saben edificar tumbas ¿Acaso no tiene el fasto arquitectónico, el prestigio, la
protección vigilante, el aislamiento ritual en el espacio cívico? Pero en (América), Egipto, Micenas y Corinto,
las imágenes depositadas en lugar seguro debían ayudar a los difuntos a proseguir con sus actividades
normales, en tanto que nosotros debemos interrumpir las nuestras para visitar nuestros mausoleos.
Interrupción tardía de la absolutamente práctica de sobrevivir que hemos bautizado con el nombre de
estética.”
FICCIONES
Desde el principio de los tiempos el arte es representación y construye nuevas realidades, realidades
ficcionales.
Desde que nacemos, nuestro desarrollo cognitivo y nuestras capacidades perceptivas permiten aprehender
conocimientos sobre el entorno que nos rodea, esas apreciaciones tienen que ver con las nociones de forma,
tiempo y espacio que tiene su anclaje en los aprendizajes sensorio-motrices y que se transforman en
configuraciones de gran complejidad por su carácter abstracto.
La dimensión temporal ocupa un rol protagónico en la construcción de una realidad ficcional.
¿Qué es el tiempo?
Belinche analiza: “El transcurrir temporal es continuo. Podemos reparar en él cuando en su interior se
producen cambios. El encadenamiento a esos cambios hace posible medirlo, discriminar dentro del continuo
una especie de frecuencia” (…) “El tiempo dura. Integrado a nuestra psiquis y, en paralelo, sumergiéndonos
en su duración y renovación constante. Esa duración no es homogénea, un punto que se extiende sin cambiar;
es el cambio, la heterogeneidad en su manifestación intrínseca.”
“La dificultosa y lenta subjetivación del tiempo constituyó un paso gigantesco a lo humano, la escritura, el
arte y su música. (pag. 54)
El arte construye ficciones al alejarse de la realidad verosímil. El arte es real, revela una realidad en tanto que
a la vez oculta. El espectador es partícipe activo de esa nueva realidad desentrañando sus enigmas.
“La verdad es esencial al arte. Desentrañar esa verdad demanda penetrar en los procesos compositivos, sin
fines aclaratorios”.
Las construcciones ficcionales –hoy, la delgada línea entre qué es arte y qué no lo es quizás recaiga en la
posibilidad cada vez más cotidiana de experimentarlas-implican un desdoblamiento temporal por encima del
tiempo cronológico que ofrecen al espectador una realidad inverosímil.
El arte desempeña asimismo una función social como portador de valores simbólicos. En la búsqueda de
universos comunes, contribuye en la afirmación de la identidad individual y colectiva y visibiliza la
construcción de significados. Es potenciador de las imágenes por medio de las cuales desplegamos nuestra
vida, superando la idea de consuelo o paliativo humano.
Así se distingue del lenguaje. En primer lugar, por no poseer un código universal.
El arte no da certezas, no es tranquilizador, perturba, genera incertidumbre. Sus disciplinas, que difieren en
técnicas y soportes, se equiparan en forma y poética, y en la capacidad de crear esas presencias que (…)
ensanchan la subjetividad.