Está en la página 1de 6

PLANIFICACIÓN DIDÁCTICA: LA MEJOR FORMA DE ENTENDER

LAS INTENCIONES DE QUIEN ENSEÑA

Ognian Mladenov.

La planificación es una de las actividades menos querida por los


docentes. Paradójicamente, es el pilar de la organización
cotidiana y el único espacio que tenemos para pensar realmente
en lo que nos proponemos para la enseñanza. ¿Puede ser tan
poco apreciado siendo esto? O en todo caso: ¿cómo llegamos a
que siendo algo tan importante se la haya condenado de esta
manera?

Soy de las personas que valoran mucho la planificación para


todo, incluso para la vida. No voy a negar hasta una cuota de
cierta “obsesión en la organización”, pero debo decir que a mí
me funciona. Sé que para todos los colegas no es igual y que el
valor que le dan a la anticipación de las acciones pedagógicas
para muchos puede ser relativo, pero quisiera defenderlo. Claro
que la planificación se ha ganado su mala prensa a costa de la
larga tradición de burocracia que la ha atravesado: se ha vuelto
más un objeto “para entregar”; “para que la aprueben”; “para
mostrar”; que una herramienta concreta de trabajo docente.

Quienes nos dedicamos a enseñar Didáctica, a veces somos


hasta acusados por los “contenidistas” de “tecnócratas” por
querer sostener el valor de la planificación para la enseñanza.
Sencillamente creo que se puede ver de ese modo cuando se
dedica mucho espacio a su forma y a cargarla de cosas que
intentan crear un especie de “efecto bola de cristal”, por el cual
se supone que todo lo que aparece planificado deberá
sostenerse a rajatabla o bien que lo que fue escrito es el
vaticinio de lo que sucederá. Ambas posiciones me parecen
sumamente cuestionables: la planificación es un documento
para debatir con otros y para pensar antes de actuar, pero ni
más ni menos que eso.

Me queda claro que a los docentes no se nos reconoce


laboralmente el tiempo que le dedicamos a la planificación y que
ese es uno de los grandes factores por los cuales se minimiza y
banaliza. Pero tampoco se trata de desvirtuarla por este hecho:
en todo caso sigamos peleando para que los tiempos de
planificación y evaluación sean reconocidos dentro de unas
horas laborales.

La planificación nos permite entender exactamente cómo


concibe la enseñanza cada docente. Si bien es cierto que “en la
práctica se ve la verdad”, este ejercicio de anticipación da
cuenta del enfoque didáctico y las formas en que conciben el rol
de quien enseña y quien aprende. Esta mínima ventana de
pensamiento previa a la acción, es la que nos da espacio para
revisar lo que nos proponemos.

Siempre me llamó la atención el celo con que los docentes


guardan sus planificaciones bajo cinco llaves: en vez de ser un
documento de acceso público, suele morir dentro de una
carpeta que sólo ven sus dueños y con suerte los equipos de
conducción. ¿Por qué ese temor a “ser copiado”? ¿Por qué no
compartir, recrear, circular, comunicar, etc.? Si nuestras
planificaciones resultan tan buenas, ¿qué mejor que poder
mostrarlas?
La pérdida de sentido del proceso de planificación nos ha
llevado a un estado de reiteración en donde ciertamente
olvidamos el factor fundamental: cada propuesta debe ser
adaptada a los grupos reales con los que trabajamos y por lo
tanto resulta intransferible de manera mecánica a otro.
Entendido así, no hay riesgo de “plagio” posible y sí garantía de
adaptación de cada plan a su contexto real de implementación.

En vez de poner tanta preocupación por los “formatos” y por


definir qué le ponemos adentro a la planificación (que eso
dependerá del estilo de cada docente) empecemos a pensar
otras cuestiones relevantes.

Si recuperamos el sentido de planificar… ¿qué más nos faltaría


revisar?
Otra cuestión fundamental sobre la que no observo mucho
debate –por lo menos en Argentina- tiene que ver con el enfoque
de la planificación. Y yo creo que es aquí a donde nos debemos
una verdadera discusión, porque es donde se pone en juego la
mirada didáctica con que se encara la enseñanza.

Sin bien existe literatura que aborda el tema de los proyectos, la


forma en que éstos se plasman en planificaciones resulta
bastante dudosa. Lejos de representar una visión basada en
principios globalizadores e interdisciplinarios orientados a la
producción, en base a un problema que provoque el interés de
los alumnos, suelen darse simplemente como recortes decididos
por el docente y derivados de las unidades didácticas, de
quienes no parecen diferenciarse demasiado. Asimismo las
unidades didácticas se ven muchas veces como recortes
curriculares arbitrarios y que reproducen de manera textual lo
que aparece en libros de texto o en el mejor de los casos en el
propio diseño curricular. De creatividad, poco y nada…La
planificación se transforma así en la reproducción del discurso
de otros perdiendo nuevamente todo sentido.
Ya no importa si unidad didáctica o proyecto, sólo ejecutar lo
que al docente le piden o lo que le resulta más sencillo de
reproducir. Con la mirada puesta más en distribuir los
contenidos en el año escolar que en el aprendizaje de los chicos,
la planificación se reduce a hacer que “todo lo que se quiere dar
entre en el tiempo”, sin importar si por el camino queda un
tendal de alumnos sin aprender nada. Mientras los contenidos
“se den”, las conciencias estarán tranquilas.

Este poco interés por hacer foco sobre los enfoques de la


planificación se trasluce también en la confusión acerca de las
formas de entender cada uno de ellos. Para algunos docentes, e
incluso para ciertos diseños curriculares, planificar proyectos o
unidades didácticas pareciera no presentar demasiadas
diferencias.

Quisiera al menos sintetizar los principales aspectos que


diferencian una planificación de un proyecto de una
planificación de unidad didáctica:

 Los proyectos son organizaciones didácticas basadas en


problemas que reflejan el interés de un grupo o de una
comunidad. Son interdisciplinarios por definición, porque
articulan saberes de diferentes áreas para abordar el
problema desde todas sus perspectivas de estudio posibles.
 Los alumnos juegan un papel central en el diseño e
implementación de los proyectos: no son meros espectadores
de lo que el docente pensó para ellos sino que desarrollan
juntos el plan de trabajo. La participación es un principio
fundamental dentro de ellos.
 La producción es uno de los ejes principales de los proyectos:
se trata de poner manos a la obra en el desarrollo de
propuestas que permitan indagar, conocer, experimentar,
comunicar, etc. las temáticas que se derivan del problema
seleccionado como eje del proyecto.
 Los contenidos curriculares se abordan desde los problemas y
temas planteados, buscando dotarlos de un significado y un
sentido para quienes los están aprendiendo. No se dan
fragmentados y aislados, sino al servicio del interés que dio
origen al proyecto.
 Buscan desarrollar la autonomía de los estudiantes en su
puesta en práctica: promueven el compromiso, la
colaboración y el trabajo en equipo.
 El docente es quien guía el proceso de conocimiento, análisis,
investigación, experimentación, producción, etc. y pone a
disposición los materiales y recursos, colaborando en la
organización y resolución de las diferentes actividades de
aprendizaje.
 Se inicia por una evaluación diagnóstica como punto de
partida; luego se evalúa el proceso y las producciones finales
en relación con él.
A diferencia de lo descripto, las unidades didácticas son
estructuras basadas en los contenidos curriculares, cuyos
procesos de selección y organización recaen estrictamente en el
docente y su conocimiento de las disciplinas. Pueden ser
planteadas de maneras más o menos rígidas, pero en esencia su
origen, sentido y fundamento didáctico difieren sustancialmente
de los proyectos.

Reencontrarnos con la planificación

La burocratización de la planificación llevó a menospreciarla y a


alejarse de ella. Tampoco ayudó su reducción a un mero listado
de contenidos, en donde la única tarea relevante pareció ser
cómo ubicarlos en el tiempo escolar.

Volver a valorar la planificación implica entonces generar un


espacio sistemático de reflexión sobre las prácticas de
enseñanza y el aprendizaje de los estudiantes. En la medida en
que recuperemos estos espacios, será factible romper con las
inercias que nos llevan a hacer siempre las cosas de la misma
manera.

Hay también otro punto muy importante para considerar: la


planificación no debería ser un acto en solitario sino el producto
de un trabajo colaborativo entre pares y con los equipos de
conducción. Si somos capaces de compartir y debatir, la riqueza
de nuestras ideas podrá verse potenciada por el aporte de la
mirada del otro y, por qué no, por el trabajo colectivo y
articulado con los colegas.

Para finalizar, me gustaría destacar algo que siempre digo a mis


alumnos que serán maestros: la planificación es sin duda el
momento más creativo del trabajo docente, a donde ponemos a
volar nuestra imaginación y a donde pensamos todas los
escenarios posibles para la enseñanza; por lo tanto es donde
proyectamos los deseos y los sueños sobre todo aquello que nos
proponemos en el aula. ¿Acaso podríamos conferirle tan poca
relevancia a algo tan importante para nuestra tarea docente?

También podría gustarte