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PRIMERA GUÍA PARA EL CURSO DE DAÑOS UCT 2018-10-03

NOCIONES BÁSICAS RESPONSABILIDAD CIVIL

A MODO DE INTRODUCCIÓN:
El profesor Juan Orrego Acuña nos enseña que la responsabilidad, es uno de los principios
fundamentales del Derecho en general y del Derecho Civil en particular. En términos
generales, se genera la responsabilidad con ocasión de la infracción a una norma.
Entendiendo por ésta todo precepto jurídico, sea de rango constitucional, legal o
reglamentario, y aún de carácter contractual, pues conforme al art. 1545 del Código Civil.
Por ende, la infracción normativa no sólo incide en normas de carácter general, como
ocurre con un precepto legal por ejemplo, sino también tratándose de normas
particulares, como aquellas que tienen su fuente en un acuerdo de voluntades.
En todo caso, el principio de la responsabilidad es común a todo el derecho e incluso
podríamos decir que lo excede. En efecto, podríamos hablar de distintos tipos de
responsabilidades, muchas de ellas vinculadas al derecho, las que genéricamente
podríamos comprender dentro de una gran categoría “responsabilidad jurídica”, dentro
de la cual podríamos subdistinguir, siguiendo al profesor Corral, por una parte, una que
podríamos denominar disciplinaria, otra de carácter sancionatorio, como la penal y la
infraccional, y finalmente, otra que denominares “civil”. Existen otras, precisamente que
exceden lo jurídico como lo serían la política y la moral. Desde ya, es conveniente tener
presente que pueden existir supuesto en que un mismo hecho de lugar a distintas especies
de responsabilidad.

La denominada responsabilidad civil (en sus dos estatutos clásicos) es, hoy por hoy,
una de las áreas más desarrolladas por la doctrina y jurisprudencia en las últimas
décadas. En efecto, tal como ha ocurrido en otras latitudes, si bien el derecho chileno
de la responsabilidad civil está fundado en algunos textos legales pero también es
posible apreciar un importante aporte de la doctrina y la jurisprudencia. La mayor
parte de las reglas que sobre el particular estableció Bello mantienen formalmente
su vigencia, sin perjuicio de las distintas lecturas o sentidos que en distintos
momentos se les ha atribuido, atendidas las transformaciones que han
experimentado no sólo las actividades económicas sino muy especialmente la
sociedad y el interesante auge de los denominados derechos de la personalidad. Al
respecto, René Ramos Pazos destaca que hasta hace no mucho ella tenía entre
nosotros un escaso desarrollo y que el presente nos muestra un cuadro muy
diferente.
De lo expuesto se aprecia que la responsabilidad civil es en nuestro medio jurídico
actual una de las temáticas más estudiadas, lo que no es ajeno a otras latitudes y que
en gran medida ha estado determinado por el aumento de las actividades
económicas con las consiguientes situaciones de riesgo y daños que de ellas derivan.
Unido a ello, algunos autores destacan una suerte de desarrollo de una conciencia
resarcitoria por los afectados. En relación a lo anterior, el profesor Mauricio Tapia
sugiere que hoy por hoy las personas tendrían una menor tolerancia frente a los
riesgos, como quien dice ya la muerte de un paciente no es vista como una decisión divina
sino que necesariamente un humano ha de ser el responsable y éste debe responder. Al
respecto don René Ramos Pazos sugiere que en alguna medida ello es una
consecuencia del sistema económico imperante, época caracterizada por la
búsqueda del lucro y en donde, a su juicio, la responsabilidad extracontractual
ofrece un terreno fértil a los buscadores de dinero fácil.
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En concreto, es posible observar un aumento de las demandas indemnizatorias y de


los montos involucrados. En este sentido, la profesora Carmen Domínguez, siguiendo
a otros autores, habla de una “fiebre” de la responsabilidad.
Nuestra doctrina y jurisprudencia se han ido haciendo cargo de este nuevo
panorama al tener que responder al aumento de las demandas.

Evidentemente, en atención a nuestra situación económica y otros factores de variada


índole, es posible constatar una distancia entre el panorama en nuestro país y lo que ocurre
particularmente en países más desarrollados, sin perjuicio de que esa brecha con el tiempo
se ha ido limitando, producto del crecimiento de la economía chilena en las últimas tres
décadas.

DEFINICIONES BASICAS:

RESPONSABILIDAD CIVIL: En su manual de Fuentes de las obligaciones (Tomo II)


el profesor Rodrigo Barcia entrega distintas nociones respecto de lo que ha de entenderse
por responsabilidad civil. Precisa que para algunos autores es, en términos generales,
la necesidad jurídica en que se encuentra una persona de reparar un daño causado
a otra por hechos o abstenciones suyas, de sus auxiliares o de las personas que están
bajo su dependencia o por el hecho de cosas que están bajo su guarda. En cambio,
otros la definen aquella en virtud de la cual un individuo se encuentra en la
necesidad de reparar un perjuicio o daño, que proviene, por regla general, del
incumplimiento de un contrato o de un delito o cuasidelito civil.
En sus apuntes el profesor Juan Orrego Acuña nos proporciona distintas definiciones. Una de ellas, la
de Kelsen quien afirma que desde un punto de vista lógico, la responsabilidad civil es un juicio
normativo que consiste en imputar a una persona una obligación reparatoria en razón del daño que
ha causado a otra persona. Luego cita algunos autores nacionales como Lorenzo De La Maza, quien
la caracteriza como la obligación que contrae una persona de indemnizar el daño causado a otra,
como consecuencia del incumplimiento de una obligación de que ésta es acreedora o que la ha hecho
víctima de un delito o cuasidelito civil, Hugo Rosende, que la define como la obligación que pesa sobre
una persona de colocar a quien se ha causado un daño por la violación de un deber jurídico en la
misma situación en que éste se encontraría con anterioridad a dicho acto, y la de Francisco Saavedra
que la entiende como la prestación obligatoria puesta a cargo de un sujeto a consecuencias de un
evento dañoso”.
En todo caso, Orrego advierte que la voz “responsabilidad” es relativamente
moderna en el campo jurídico. Como destaca la doctrina francesa, no aparece en la
obra de Domat (siglo XVII) y Pothier (siglo XVIII) sólo la emplea excepcionalmente.

FUNCIONES DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL


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El profesor Philipe Le Tourneau describe a la responsabilidad civil como la


obligación de responder ante la justicia de un daño y de reparar sus consecuencias
indemnizando a la víctima. Su objetivo principal es la reparación, esto es, restablecer
el equilibrio que había sido roto por el autor del daño. Agrega, que ella presenta también
un rol preventivo, conduciendo a los ciudadanos a actuar con prudencia, a fin de evitarla.
Otra función es el aspecto punitivo (discutido en nuestro medio) especialmente cuando
una indemnización es concedida a la víctima de un daño moral, pese a que el dolor no es
apreciable en dinero.

Sobre el particular el profesor Hernán Corral Talciani, refiriéndose a la responsabilidad


civil extracontractual o derecho de daños, apunta ciertamente a un gran y fundamental
fin: reparar el daño causado, dejar a la víctima indemne. En este sentido algunos
autores entienden la responsabilidad civil como un juicio formativo que permite atribuir
a una persona los efectos patrimoniales de un daño provocado a otra. En razón de lo
anterior se afirma que la culpabilidad del agente no tiene influencia alguna en él:
cualquiera que sea, trátese de un delito o cuasidelito. En todo caso es posible encontrar
ciertas situaciones “especiales” en nuestra legislación que podrían ser asimiladas a
penas (“privadas”) como ocurre con los arts. 1231 y 1768 del Código Civil y lo que en
ciertos fallos se produce con ocasión de la determinación del monto de la indemnización
por concepto de daño moral, al considerarse en estos la gravedad de la negligencia o la
malicia del causante del daño. Ello, sin perjuicio de otras funciones concurrentes o
complementarias, como delimitación de la libertad de los particulares, prevención
de futuros hechos dañosos y, con mucho debate, una función punitiva o
sancionatoria.
El profesor Carlos Pizarro, nos enseña, refiriéndose a la denominada responsabilidad
contractual, que, por ejemplo, en el evento del incumplimiento de un contrato, el
ordenamiento jurídico debe propender a satisfacer no sólo la prestación insatisfecha
del acreedor, sino también lograr una reparación íntegra de los daños y perjuicios
causados.
Por su parte, el profesor Orrego precisa que son dos grandes funciones las que cumple
la responsabilidad civil. Por una parte, encontramos la función preventiva. Por otro lado,
una función de reparación.

En lo que respecta a la función preventiva, precisa que el sistema normativo de la


responsabilidad impone a todas las personas un deber genérico de abstención o
prevención del daño: todas las personas, sean naturales o jurídicas, y en el segundo
caso de Derecho Público o de Derecho Privado, tienen el deber de evitar causar un
daño a otra persona; adoptar de buena fe y conforme a las circunstancias, las medidas
razonables para evitar que se produzca un daño o si ello es inevitable hacer lo pertinente
para disminuir su magnitud; y no agravar el daño ya acaecido. En el marco de esta
función preventiva, el ordenamiento jurídico confiere acciones preventivas, incluso
populares, es decir deducibles por cualquiera del pueblo, cuando una acción u
omisión antijurídica haga previsible la producción de un daño.

En cuanto a la función resarcitoria, ella surge cuando se produce la violación del


deber de no dañar a otro. En este sentido, señala que el deber de prevención del daño
muta en el deber de reparar el perjuicio causado. Las normas de la responsabilidad
propenden a la reparación de todo el daño causado, salvo que el autor del mismo pueda
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acreditar una causal eximente o atenuante, que lo libere íntegra o parcialmente de


responder. Advierte que la función resarcitoria o reparadora no debe entenderse
como una eventual fuente de lucro o de enriquecimiento indebido para quien ha
sufrido el daño. La expresión “reparar” significa “enmendar, corregir o remediar”
y también “desagraviar, satisfacer al ofendido”, entendido todo ello en un contexto
razonable y prudente. Por ello, considera que el juez debe estar atento ante demandas
en las que se reclama sumas exorbitantes, a todas luces excesivas o exageradas, que no
guardan ninguna relación con el daño patrimonial y moral causado a quien las interpone.

ALGUNAS CONSIDERACIONES EN RELACIÓN A LA FUNCIÓN PUNITIVA:


Don Hernán Corral Talciani hace presente la existencia de sistemas de derecho de
daños que cumplen también una función punitiva en forma explícita y declarada. Es
el caso del régimen de responsabilidad que existe en el sistema jurídico angloamericano
(Tort Law). En este esquema se reconoce que el Derecho de Torts cumple tres funciones:
compensation (reparación), deterrence (disuación) y punischment (sanción). La
aplicación de los llamados punitive damages frente a ilícitos civiles (torts) es la forma de
cumplir esta función punitiva (normalmente una suma de dinero que el juez puede ordenar
pagar en favor de la víctima más allá de la indemnización reparatoria).
Este mismo autor precisa que en los sistemas de Derecho civil continental, en
general, la figura de los daños punitivos es desconocida y resulta repudiable por
prácticamente toda la doctrina moderna. Se estima que el acordar al demandante una
cantidad de dinero no como reparación sino como pena privada atentaría contra los
principios constitucionales que reglan el debido proceso y la aplicación de penas en
atención que el proceso civil no concede al demandado todas las garantías que se le
aseguran en el proceso criminal.
En lo que al derecho chileno se refiere es posible afirmar que si bien se suele
caracterizarla con un acento puramente resarcitorio, es posible encontrar también
ejemplos de una clara función punitiva y también preventiva (apreciación de la
gravedad de la culpa en el art. 1558 del Código Civil, las disposiciones antes citadas
(artículos 1231 y 1768 del Código Civil) y la forma como los tribunales determinan el
monto de la indemnización por daño moral, entre otros).
En todo caso, el profesor Corral considera que esta figura de los daños punitivos no
debería ser importada a un sistema como el nuestro, sin perjuicio de reconocer que
coexista la función reparadora con la punitiva en algunas soluciones legales y
jurisprudenciales, como las que se han mencionado.
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PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL:


El profesor Orrego Acuña destaca que el presupuesto de la responsabilidad se
encuentra en el daño, o dicho de otra forma, en el incumplimiento de un deber que causa
daño. Sin daño, no hay responsabilidad civil. De ello se sigue que el daño es condición
esencial de la responsabilidad patrimonial.
En relación a este presupuesto, el profesor Orrego precisa que en la denominada
responsabilidad civil, el daño que se exige sería uno que podríamos denominar
“privado”, que podría ser distinto del “social”. En este sentido, precisa que el daño
privado consiste en todo menoscabo que experimente un individuo en su persona o bienes
por el hecho de otra persona, ya se trate de la pérdida de un beneficio moral y material,
un perjuicio patrimonial o extrapatrimonial. En cambio, el daño social se traduce en el
incumplimiento de la norma legal, en el atentado de la conducta humana contra el
ordenamiento que la sociedad ha creado para la adecuada protección de sus principios,
actividades o bienes más preciados. En función de la distinta naturaleza de uno y otro
daño, la sanción en ambos casos es diferente. En el ámbito penal reviste el carácter de
represión o castigo, mediante la imposición de una pena (que puede ser corporal, privativa
de libertad). En el ámbito civil, mediante la condena a pagar una indemnización de
perjuicios.
Por último, es conveniente considerar que la responsabilidad civil se coloca también
frente al supuesto de un daño no actual, como lo sería el daño contingente, siendo
importante al efecto reconocer en nuestro viejo Código Civil, una referencia a dicha
clase de daños (artículo 2333).

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES EN MATERIA DE RESPONSABILIDAD


CIVIL
Siguiendo al profesor Orrego Acuña, es posible destacar que tres principios, siendo
los fundamentales los primeros que se mencionan

a)como noción fundamental, el principio de no dañar a otro, expresado desde la época


del derecho romano bajo la fórmula alterum non laedere. Si este deber de omisión
genérico se quebranta y causamos daño a un tercero y si dicho daño es imputable a nuestra
culpa o dolo, debemos responder. Todo acto ejecutado por una persona, con o sin la
intención de producir efectos jurídicos, que causa daño a otro, crea para su autor la
obligación de repararlo. Se recoge este principio, esencialmente, en los arts. 1556, 1557
(ambos en materia contractual) y 2314 (en materia extracontractual).

b)el principio de la reparación integral del daño causado. Está consagrado,


principalmente, en el artículo 2329, inciso 1º del Código Civil, en materia de
responsabilidad extracontractual (…todo daño…); art. 1558, si hubo dolo o culpa grave,
en materia de responsabilidad contractual (… pero si hay dolo, es responsable de todos
los perjuicios…); y art. 1458, inc. 2, dolo como vicio de la voluntad o del consentimiento,
en cuanto quien lo fraguó responde “… por el total valor de los perjuicios…”.

c)el principio de compensación de culpas, consagrado en el art. 2330 del Código Civil.
Operará, cuando el resultado nocivo es consecuencia tanto del autor del ilícito como de
la víctima, lo que deriva en una reducción del monto de la indemnización en atención a
que la víctima se expuso imprudentemente al daño. Este principio, entonces, afecta al
principio de la reparación integral del daño causado.
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Más adelante veremos que precisamente por la ubicación de este principio en ese
artículo se ha generado cierta discusión sobre su extensión a la responsabilidad civil
contractual.

FUNDAMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD
Dos tendencias existen principalmente para fundamentar la responsabilidad: la
clásica de la responsabilidad subjetiva o por culpa, y una moderna de la
responsabilidad objetiva o sin culpa.

LA RESPONSABILIDAD SUBJETIVA
La doctrina clásica señala como fundamento de la obligación que la ley impone de
indemnizar el daño causado, la culpabilidad del agente, esto es, la actitud reprochable
del autor del delito o cuasidelito o del incumplidor, que puede recorrer una cierta
graduación desde el dolo a la más leve negligencia, pero que le impone la necesidad
de responder de su conducta.
De esta forma, dos son los requisitos fundamentales de la responsabilidad
extracontractual: el daño y que él haya sido originado por la culpa o dolo de quien
lo ha provocado.
Aunque el punto ha sido discutido por algunos autores franceses, es indudablemente la
doctrina del Código Civil francés y del nuestro y demás seguidores de aquél.
En concreto así entendida ella conlleva un análisis del comportamiento del individuo,
de allí que se le denomine “subjetiva”.
La profesora Carmen Domínguez destaca que la responsabilidad civil fue concebida en
las codificaciones decimonónicas inspiradas en el Code como una forma de moralizar las
conductas de los hombres por la vía del reproche dirigido a aquel que había infringido las
normas sociales, conclusión, que resulta manifiesta del simple análisis del fundamento
mismo en torno al cual se estructuraba todo el sistema resarcitorio: la culpa. Los artículos
2314 y 2329 consagran el principio de la reparación de los daños causados por culpa o
dolo y configuran el sistema regulado por nuestro codificador.

Características relevantes del sistema de responsabilidad subjetiva:

a)No puede haber responsabilidad si no se declara la culpa o dolo del hechor, siendo
la culpabilidad presupuesto necesario de la responsabilidad civil.

b)El concepto de culpa se identifica preferentemente con la conducta subjetiva,


caracterizada por la negligencia, la imprudencia, la impericia, constituyendo un acto
moralmente reprochable.

Gran inconveniente: La víctima solo puede obtener la reparación del daño si prueba
el dolo o culpa del autor. Lo que no siempre es fácil, especialmente en un sistema de
prueba legal o tasada y con mayor dificultad en caso de existir desigualdad entre la
víctima (por ejemplo, un obrero o persona humilde) y el demandado (una empresa o una
persona con recursos).
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En todo caso, este inconveniente en alguna medida se supera mediante paliativos


como:
a)el establecimiento de presunciones de culpabilidad (ver art. 2320 a 2323 y 2326 a
2329 de nuestro Código Civil (este último objeto de discusión según veremos). En todo
caso, en algunos casos la presunción es simplemente legal (admite prueba en contrario
(2320, 2322, 2326, 2328 inc. 1° parte final)) y en otros es de derecho (no la admite, 2321,
2327 y 2327 inc. 1° primera parte)) Por su parte, en materia contractual, frente al
incumplimiento algunos ordenamiento, entre ellos, contienen una presunción
simplemente legal que lo atribuye a la culpa del deudor, como regla general (ver artículo
1547 inciso 3°).
b)La extensión del concepto de culpa.
c)La incorporación en ciertos contratos de la denominada “obligación de seguridad”
como ocurre con el contrato de trabajo (accidentes del trabajador), en el contrato de
hospedaje, en el de transporte de personas y en algunos servicios que involucran un
riesgo.

LA RESPONSABILIDAD OBJETIVA
Esta teoría fue formulada en Alemania por Mataja (1888), en Italia por Orlando (1894) y
en Francia por Saleilles y Josserand (1897). Josserand publicó “De la responsabilité du
fait des choses inanimées”, proponiendo la nueva teoría que se basaba en el adagio ubi
emolumentum, ibi onus; según el cual quien saca provecho del riesgo debe soportar sus
cargas.
En atención a nuevas concepciones sociales y económicas surge la doctrina de la
responsabilidad objetiva, estricta (derecho anglosajón) o por riesgo (derecho
francés), en la que no se atiende como lo anterior a la conducta del agente, a su
culpabilidad, sino meramente al resultado material que de ella ha derivado: el daño.
Se la llama responsabilidad objetiva por prescindir de los contenidos subjetivos
(dolo o culpa) del modelo clásico.
La idea básica es que toda actividad que provoque un riesgo para otro torna a su
autor responsable del perjuicio que dicha actividad pueda causar, sin que se tenga
que probar a su respecto la culpa como origen del daño, esto último, sobre la base de
la dificultad probatoria que conlleva y en consecuencia la carga adicional que impone a
la víctima.
De esta forma, de un acento centrado en la persona del culpable se ha pasado a
considerar más a la víctima y se ha privilegiado la idea de reparación del daño por
sobre la de sanción a un hecho ilícito, tránsito que en gran medida estaría determinado
por la características de la sociedad moderna y su economía (industrialización, accidentes
labores, medios de transporte nuevos (ferrocarriles, aviones, vehículos motorizados) y la
utilización de productos peligrosos (contaminación).
Algunos autores han destacado el desarrollo de los seguros, que incluso se ha impuesto
por ley a muchas actividades, como un factor que ha contribuido al desarrollo de la
responsabilidad. Al respecto Le Tourneau señala que los tribunales ya no dudan en
condenar a alguien a reparar un daño, incluso en ausencia de una verdadera culpa,
al saber que el demandado no soportará el peso de la responsabilidad.

En el plano dogmático, se comenzó a contraponer a una responsabilidad objetiva


indiscriminada que se fundaba sólo en la causalidad material entre el agente y el
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daño, diferentes tipos de responsabilidad sin culpa pero atribuibles a otros factores
de imputación diversos del mero nexo causal. El más recurrido de todos ellos fue el
concepto de riesgo, en sus dos versiones: “riesgo provecho” (quien realiza una
actividad riesgosa de la cual obtiene beneficios económicos, debe responder por los
perjuicios que se causen en ella), y “riesgo creado” (quien dirige una actividad que crea
riesgos en su propio interés, sea o no pecuniario, debe responder de los daños causados).
De allí que muchas veces se usa como sinónimo el concepto de responsabilidad
objetiva y el concepto de responsabilidad por riesgo.
La responsabilidad estricta u objetiva tiene como antecedente el riesgo creado y no la
negligencia, de modo que es indiferente el juicio de valor respecto de la conducta del
autor del daño. De esta forma, la responsabilidad es un problema de causalidad y no
de imputabilidad.
En esta clase de responsabilidad, la obligación de indemnizar es impuesta sin
necesidad de calificar la acción, bastando que el daño se produzca en el ejercicio de
una actividad considerada riesgosa. En ella se exige que el hecho se verifique dentro
del ámbito de la actividad sujeta al régimen de responsabilidad estricta y que exista
una relación de causalidad entre el hecho y el daño.
En relación a lo anterior se destaca que el fundamento de la responsabilidad por riesgo
resulta sin duda del señorío o dominio que el responsable tenía o debía normalmente
haber tenido sobre las personas o las cosas por las cuales debe responder.
Para ilustrar la diferencia entre una y otra concepción, se suele dar el siguiente ejemplo:
Una persona atropella a otra que atraviesa un cruce teniendo a su favor la luz verde del
semáforo; el conductor responde por culpa, pues ha infringido el Reglamento respectivo.
En cambio, en el mismo ejemplo, el conductor tenía a su favor la señalización y ha
respetado en todas sus partes el mencionado Reglamento, manejaba con prudencia sin
que nada pueda reprochársele. En la responsabilidad subjetiva no tiene obligación de
indemnizar, pues no tiene culpa. En la objetiva, sí, porque el sólo hecho de manejar un
vehículo crea un riesgo de accidente.
Algunos autores consideran que al suprimirse todo factor de orden moral o
psicológico, desaparece la idea de responsabilidad pues ella conlleva la idea de
imputabilidad moral y de esta forma esta concepción objetiva al no satisfacer ningún
principio jurídico es un retroceso a los tiempos bárbaros.

Críticas a la teoría objetiva:


1)Es peligrosa: si bien, por una parte, ampara a la víctima frente al daño que se le ha
ocasionado facilitándole el cobro de la indemnización, por otro lado fomenta la
existencia de nuevas víctimas.
2)No se puede dejar de considerar a las personas para adoptar un criterio
meramente material del efecto producido. Hay numerosas instituciones en el Derecho
Civil, de desarrollo reciente, impregnadas del mayor subjetivismo: abuso del derecho,
causa ilícita, etc.
3)No es equitativo que siempre la víctima resulte indemne, pues debe mirarse a
ambas partes y no sancionar a quien nada ha puesto de su parte para que el
accidente ocurra.

Con todo, como dice Enrique Barros, conviene advertir que los sistemas de
responsabilidad por culpa y objetiva admiten variaciones que los acercan.
Así, en los sistemas de responsabilidad por culpa, la tendencia a la objetivación de
la culpa (el juicio de valor respecto de la conducta se efectúa sobre la base de un patrón
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objetivo o abstracto de comparación), por una parte, y la expansión del régimen de


presunciones de culpabilidad, por otra, tienden, en la práctica, a ampliar la
responsabilidad casi hasta las fronteras de la responsabilidad objetiva.
A su vez, la responsabilidad objetiva también admite variaciones que
tendencialmente la acercan a la responsabilidad por culpa. En efecto, no toda
responsabilidad objetiva está construida sobre la base de la pura causalidad entre la acción
y el daño. Así, en la responsabilidad del Estado, por ejemplo, se requiere que el órgano
respectivo haya incurrido en falta de servicio (art. 44 de la Ley Nº 18.575 Orgánica
Constitucional sobre Bases Generales de la Administración del Estado; y art. 83 de la Ley
Nº 18.695, Orgánica Constitucional de Municipalidades). La falta de servicio importa un
juicio objetivo acerca del funcionamiento del servicio respectivo, que es cercano al juicio
de culpabilidad. En todo caso, la calificación de la responsabilidad respecto del Estado,
sus órganos y las Municipalidades es objeto de un intenso debate.

En la práctica, la diferencia entre los regímenes de culpa presumida y de


responsabilidad estricta suele ser sólo de matiz: en un régimen de culpa (aunque sea
presumida) el juicio de antijuricidad reside en la conducta de quien provoca el daño;
en la responsabilidad estricta por falta de servicio o por defecto del producto, radica
en el resultado.
El derecho comparado muestra una tendencia a la conservación del principio de
responsabilidad por negligencia como régimen general, reservando estatutos
especiales de responsabilidad estricta para actividades específicas, estatutos que son
excepcionales y se basan en ciertos criterios recurrentes: que exista la percepción de que
el riesgo no puede ser controlado aunque se emplee el mayor cuidado, porque siempre
hay una probabilidad de accidente o bien porque la amplitud del universo de personas
sujetas al riesgo justifique prevenirlo y distribuirlo, radicándolo en quienes lo generan y
controlan o que resulte injusto, atendida la relación entre autor y víctima del daño, que
esta última soporte el riesgo.

Sin perjuicio de lo señalado es conveniente tener presente que la teoría de la


responsabilidad transita actualmente por una suerte de etapa de revisión: se
cuestionan sus funciones y sus fundamentos.
Atilio Alterini señala que estamos en un “tiempo entre paréntesis”, entre dos eras:
la sociedad industrial que concluye y la otra nueva que viene a reemplazarla y
evidentemente que ello determinará una interpretación distinta del derecho de
daños, para atender a la transformación social que se opera. Las dudas que se
manifiestan hoy con relación al rol que debe desempeñar la responsabilidad civil como
las que conciernen a su fundamento indican que la institución no está estabilizada.
Atendido lo anterior, se puede sugerir que el derecho de daños tiene por propósito
garantizar al individuo una indemnización contra ciertas formas de lesión o
menoscabo a su persona o a sus bienes, fundado en distintas razones que el tiempo
va variando.
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SITUACIÓN EN CHILE
(Elaborado en base a artículo de la profesora Carmen Domínguez)
El sistema de responsabilidad subjetiva (que supone la existencia de un
comportamiento doloso o culposo), es el régimen común de responsabilidad en el
derecho nacional, con excepción de algunas hipótesis de responsabilidad objetivas,
que eran, en todo caso, escasas en nuestro sistema decimonónico (nuestras reglas de
responsabilidad civil fueron tomadas esencialmente del derecho francés y no del derecho
romano).
Con la proliferación de los daños y especialmente por los problemas que plantea la
culpa frente a la necesidad de reparar a las víctimas, esta exigencia se ha ido
progresivamente debilitando, hasta llegar, en muchos casos, a ser suprimida
mediante el expediente de la objetivación. Ello se refleja en que el viejo principio
consagrado en los códigos decimonónicos de que “no hay responsabilidad sin culpa”,
se ha reemplazo por el de que “todo daño debe ser indemnizado”. En todo caso, la
situación en nuestro país dista de haber llegado a tal estado.
En efecto, sigue siendo el paradigma de la responsabilidad civil la subjetiva, pero es
posible apreciar que la responsabilidad por riesgo se ha impuesto en ciertas
actividades económicas, aunque no sin resistencias (en este sentido importante ha sido
el debate en relación a la ley de protección al consumidor (ley 19.496) y ley de bases del
medio ambiente (ley 19.300).
El Código Civil originalmente contenía algunas hipótesis de responsabilidad sin
culpa (la del art. 2327 (animal fiero que no reporta utilidad para la guardia o servicio de
un predio) y, en todo caso no exentas de discusión, la del art. 2321 (daños ocasionados
por delitos o cuasidelitos de los hijos que conocidamente provengan de mala educación
o de hábitos vicios que los padres les han dejado adquirir) y la del art. 2328 (daño
ocasionado por las cosas que se arrojan o caen desde la parte superior de un edificio, daño
imputable a todas las personas que habitan la misma parte del edificio, y la indemnización
se dividirá entre todas ellas, a menos que se pruebe que el hecho se debe a la culpa o mala
intención de alguna persona exclusivamente, en cuyo caso será responsable esta sola.
Como se advierte, en el primer caso se trata de responsabilidad sin culpa o estricta, que
se distribuye entre todos quienes pudieron provocar el daño).
Con el tiempo y en gran medida influenciado por lo que ha ocurrido en otros
ordenamientos se ha desencadenado una suerte de revisión del sistema clásico.
Primero, en el área del derecho laboral (accidentes del trabajo (ley 4.055 de 1924, hoy
ley 16.744 de 1968, con sus modificaciones) y que, con el tiempo, determinó, por una
parte, una proliferación de hipótesis legales de responsabilidad objetiva, y por otra, una
revisión de ciertos aspectos de la culpa por vía jurisprudencial, tal como también ocurriera
en el derecho comparado.

OBJETIVACIÓN POR VÍA LEGISLATIVA O CASOS DE RESPONSABILIDAD


OBJETIVA EN CHILE
La responsabilidad estricta es un régimen especial y como tal de derecho estricto, que
opera sólo respecto de ciertas actividades o riesgos previamente definidos. Su fuente es
la ley. En nuestro país pueden citarse los siguientes casos: (se excluyen los ya
mencionados del Código Civil).
1)ACCIDENTES DEL TRABAJO. Esta materia está regulada en la Ley Nº 16.744 sobre seguro social
contra riesgos de accidente del trabajo y enfermedades profesionales, y en ella coexiste un principio de
responsabilidad estricta del empleador con un sistema de seguro obligatorio.
En efecto, la ley define el accidente del trabajo como toda lesión que una persona sufra a causa o con
ocasión del trabajo, y que le produzca incapacidad o muerte, incluso por accidentes ocurridos en el trayecto
directo, de ida o regreso, entre la habitación y el lugar de trabajo, exceptuando únicamente los accidentes
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debidos a fuerza mayor extraña o que no tenga relación alguna con el trabajo, y aquellos producidos
intencionalmente por la víctima (Ley Nº 16.744, art. 5). Estos accidentes están cubiertos por un seguro
obligatorio financiados principalmente por aportes del empleador, y contempla prestaciones por
incapacidad temporal, invalidez parcial o total y muerte.
La negligencia inexcusable del trabajador no excluye la responsabilidad del empleador, y sólo da lugar a la
aplicación de una multa (art. 70 inc. 1º).
Si el accidente se debe a culpa o dolo del empleador, la víctima y las demás personas a quienes el accidente
causa daño tienen acción para reclamar de éste una indemnización complementaria por todo perjuicio no
cubierto por el sistema de seguro obligatorio, inclusive el daño moral; además, el organismo administrador
del seguro tendrá acción contra el empleador para obtener el reembolso de lo pagado (art. 69).
2)DAÑOS OCASIONADOS POR EL CONDUCTOR DE UN VEHÍCULO MOTORIZADO. Para
proteger a las víctimas de accidentes la Ley de Tránsito (18.290) contempla la responsabilidad estricta del
propietario del vehículo y otros sujetos por los daños ocasionados por el conductor (art. 174). Esta regla
contiene una hipótesis de responsabilidad estricta por el hecho ajeno, en virtud de la cual el propietario o
el tenedor a cualquier título de un vehículo motorizado responde solidariamente con el conductor del
vehículo por los daños causados, a menos que acrediten que el vehículo fue usado contra su voluntad, esto
es, en base a circunstancias que equivalen a casos de fuerza mayor.
3)RESPONSABILIDAD DEL EXPLOTADOR DE AERONAVES POR DAÑOS OCASIONADOS EN
CASO DE ACCIDENTE AÉREO. Ley nº 18.916, Código Aeronáutico, arts. 142 y siguientes.
4)DAÑOS OCASIONADOS POR DERRAMES DE HIDROCARBUROS Y OTRAS SUSTANCIAS
NOCIVAS EN EL MAR. Decreto Ley nº 2.222, arts. 144 a 146.
5)DAÑOS NUCLEARES. Ley nº 18.302, ley de Seguridad Nuclear, ARTS. 49 Y SIGUIENTES.
6)CÓDIGO DE MINERÍA.ARTS. 14 Y 113.
7)DAÑOS EN LA CONSTRUCCION. Responsabilidad del primer vendedor por los perjuicios que
provengan de fallas o defectos de la construcción, quien puede repetir en contra del constructor o
profesional que haya causado la falla o defecto). (DFL 458 de 1975, modificado por la ley 19.472).
8)CASO DEL ART. 19 N° 4 INCISO 2° DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA. Establece la
responsabilidad solidaria de los propietarios, editores, directores y administradores de los medios de
comunicación en caso de daños causados cuando a través de su medio de comunicación se haya cometido
un delito contra la honra o vida privada de la persona. Es objetiva pero fundada en la comisión de un ilícito
punible (que requiere dolo).

OBJETIVACION POR VIA JURISPRUDENCIAL:


A pesar de lo señalado en algunos fallos en orden a que la responsabilidad objetiva
no puede establecerse en base a una interpretación extensiva de las normas legales,
atendido su carácter excepcional, no son pocos los casos en que los Tribunales se han
desentendido de dicha doctrina.
Lo anterior es posible apreciarlo en relación a la interpretación que se ha dado al
art. 2320 inc. 4 y 5 (tanto en relación a la naturaleza de la responsabilidad, al sentido que
se le ha dado a la relación de dependencia y lo que ha de entenderse por “con ocasión”).
Ver Zelaya: La responsabilidad civil del empresario por el hecho del dependiente (RDJ,
T. XC, 1993, n° 3, pp. 119 y sgts; Revista de Derecho, Universidad de Concepción, 1995,
n° 197, pp. 101 y sgts).
12

EL SISTEMA DE REPARACIÓN DE DAÑOS EN LA CONSTITUCIÓN


POLÍTICA DE LA REPÚBLICA. Extractado de los apuntes del profesor Juan Orrego
Acuña.
Normas fundamentales. Se puede sostener que el sistema de reparación de daños está
implícitamente asumido por la Constitución Política de la República, al menos, en
su pretensión que el Estado está al servicio de la persona humana y ha de promover
el bien común. Al efecto, precisa que el art. 1, inc. 4° de dicho cuerpo normativo
consagra aquí el principio de servicialidad del Estado, cuyo incumplimiento puede
originar responsabilidad para éste, especialmente a consecuencia de la llamada
responsabilidad por falta de servicio. Pero más específicamente, la Constitución
menciona de manera expresa a la responsabilidad civil como medio de reparación
de los daños, en varios preceptos. Así ocurre en algunos artículos, en que se alude a
la responsabilidad de autoridades o funcionarios públicos o de particulares:
En el artículo 6° de la Constitución, referido al principio de la supremacía
constitucional, que, tras señalar que los preceptos constitucionales no obligan sólo a los
órganos del Estado, sino también “a toda persona, institución o grupo. A modo de
comentario precisa que se puede observar el distingo que hace la norma entre, por una
parte, las “responsabilidades”, y entre ellas podría ser una de índole civil, y por otra parte,
las “sanciones” (que corresponden al derecho sancionatorio penal o administrativo). +
En el artículo 7 inc. 1º al determinar que si el órgano público actúa en materias en la que
no tiene competencia o dentro de éstas pero en forma diversa a lo dispuesto en la ley, y a
raíz de ello se causa un daño a una persona, se podrá generar responsabilidad.
Precisamente, en su en su inciso 2º, la norma es más explícita en relación a la
responsabilidad, al establecer que ninguna magistratura, ninguna persona, ni grupo de
personas pueden atribuirse, ni aún a pretexto de circunstancias extraordinarias, otra
autoridad o derechos que los que expresamente se les hayan conferido en virtud de la
Constitución o las leyes. Todo acto en contravención a este artículo es nulo y origina las
responsabilidades y sanciones que la ley señale.
En el artículo 19, número 7, letra I), respecto del error judicial que estable el derecho a
ser indemnizado por el Estado de los perjuicios patrimoniales y morales que haya sufrido.
En el art. 19, Nº 9º, en relación al derecho a la protección de la salud. La omisión de este
deber por parte del Estado también podría originar responsabilidad por falta de servicio.
En el art. 19, números 23, 24 y 25, en cuanto a la protección al derecho de propiedad, y
la obligación de indemnizar los perjuicios patrimoniales que pueden originarse en caso
de expropiación por causa de utilidad pública o por actos u omisiones arbitrarios o ilegales
a consecuencia de los cuales el propietario sufra privación, perturbación o amenaza en el
legítimo ejercicio de su derecho de propiedad y con ello un perjuicio patrimonial o moral.
En el artículo 36, al establecer que “Los Ministros serán responsables individualmente
de los actos que firmaren y solidariamente de los que suscribieren o acordaren con los
otros Ministros”.
En el artículo 38, inciso 2°, que determina que cualquier persona que sea lesionada en
sus derechos por la Administración del Estado, de sus organismos o de las
municipalidades, podrá reclamar ante los tribunales que determine la ley, sin perjuicio de
la responsabilidad que pudiere afectar al funcionario que hubiere causado el daño.

Este artículo de la Constitución, debemos relacionarlo con los artículos 4 y 42 de la Ley número 18.575,
sobre “Bases Generales de la Administración del Estado”, publicada en el Diario Oficial con fecha 5 de
diciembre de 1986. El artículo 4 establece la responsabilidad del Estado por los daños que causen los
órganos de la Administración en el ejercicio de sus funciones. Por su parte, el artículo 42 de la Ley N°
18.575, que prescribe la responsabilidad de los órganos de la Administración del Estado por los daños que
13

causen por falta de servicio: “Los órganos de la Administración serán responsables del daño que causen
por falta de servicio.
En el artículo 53 N° 1, parte final, al establecer que el funcionario declarado culpable
(por el Senado, al conocer de las acusaciones de la Cámara de Diputados) será juzgado
de acuerdo a las leyes por el tribunal competente, tanto para la aplicación de la pena
señalada al delito, si lo hubiere, cuanto para hacer efectiva la responsabilidad civil por los
daños y perjuicios causados al Estado o a particulares.

De esta forma, la transgresión de derechos constitucionales que causa daño, debe ser
materia de responsabilidad civil. La pertinente regulación de la tutela civil de los
derechos constitucionales, debe hacerse por la ley, y no por normas de inferior
jerarquía. Los derechos constitucionales más importantes, desde el punto de vista
de un sistema de reparación de daños, son los siguientes:
El derecho a la vida y a la integridad física o psíquica (artículo 19 N° 1);
El derecho a la libertad (artículo 19 N° 7);
El derecho a la protección de la salud (artículo 19 N° 9);
El derecho a la honra y a la vida privada (artículo 19, números 4 y 5); y
El derecho a la propiedad (artículo 19 números 23, 24 y 25).

Si bien los sistemas de responsabilidad por daños no pretenden la protección directa de


estos derechos, cumplen sin embargo una función preventiva y en esta forma, contribuyen
a su tutela, si bien indirectamente. Como la lesión de algunos de estos derechos puede
producir daños no patrimoniales, puede decirse que su consagración constitucional
apoya la tesis de la indemnizabilidad del daño moral, la que sería imperativa no sólo
para el juez, sino también para el legislador. Desde este punto de vista, normas como
la del artículo 2331 del Código Civil, que niegan la posibilidad de obtener la reparación
de daños no patrimoniales por imputaciones injuriosas (ante la violación al derecho a la
honra), deben ser correctamente impugnadas por inconstitucionales, como efectivamente
lo ha declarado nuestro Tribunal Constitucional. Por lo demás, las normas
constitucionales no limitan la reparación del daño sólo al que tenga carácter
patrimonial, por regla general.
Excepcionalmente, en la Carta Fundamental se restringe la indemnización de perjuicios
sólo al daño patrimonial, excluyendo al daño moral, al disponer el artículo 19, N° 24 de
la Constitución Política de la República (el destacado es nuestro) que en caso de
expropiación, “El expropiado podrá reclamar de la legalidad del acto expropiatorio ante
los tribunales ordinarios y tendrá siempre derecho a indemnización por el daño
patrimonial efectivamente causado, la que se fijará de común acuerdo o en sentencia
dictada conforme a derecho por dichos tribunales”. Pero se trata, a fin de cuentas, de una
excepción que viene a confirmar la regla: el daño debe ser indemnizado, sea patrimonial
o moral, o ambos.
14

DIVISIÓN DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN CONTRACTUAL Y


EXTRACONTRACTUAL:
Responsabilidad contractual es la obligación del deudor de indemnizar al acreedor
los perjuicios que le ha originado el incumplimiento, cumplimiento imperfecto o
cumplimiento tardío de la obligación.
Responsabilidad extracontractual, que se suele también llamar delictual o aquiliana
(por la ley aquiliana que reglamentó la materia en la Roma antigua) consiste en la
obligación en que se encuentra el autor de indemnizar los perjuicios que su hecho
ilícito, delito o cuasidelito, ha ocasionado a la víctima.
Las principales diferencias que se señalan entre ellas son fundamentalmente dos:
a) en la responsabilidad contractual existe un vínculo jurídico previo; la
responsabilidad extracontractual da origen al vínculo, y
b) en la primera, la culpa por el incumplimiento, cumplimiento imperfecto o
cumplimiento tardío se presume, no así por regla general en la aquiliana.
No obstante estas diferencias y otras de menor trascendencia, una corriente
doctrinaria moderna tiende a equipararlas en lo que se llama la teoría unitaria de
la responsabilidad civil, la cual es una sola, fuente siempre de la obligación de
reparación, y sus diferencias son de mero detalle.
Sobre el particular, el profesor Denis Mazeaud, refiriéndose a la situación en el derecho
francés, destaca que existe en dicho ordenamiento una nítida distinción entre la
responsabilidad contractual y la extracontractual, lo que se traduce en reglas
sensiblemente diferentes en cuanto a las condiciones y efectos de esos dos tipos de
responsabilidad y que ello descansaría en una distinción bastante simple: en materia
contractual, antes que toda responsabilidad existe un vínculo jurídico, una
obligación que unía al autor y la víctima del daño proveniente de la inejecución
del contrato que ellos han celebrado. De este modo, la obligación de reparar el daño
contractual es, en cierto sentido, la prolongación, el reflejo de la obligación
contractual preexistente y está, en esa medida, sometida al imperio de la voluntad
de los contratantes, que pueden acordar convencionalmente el régimen, prever las
consecuencias del incumplimiento del contrato. De esta forma, la responsabilidad
contractual puede, tanto en lo que conviene a sus condiciones como a sus efectos,
estar sometida al imperio de la ley y llevar la impronta de la voluntad de los
contratantes.
El profesor Mazeaud señala que acontece a la inversa en materia de responsabilidad
extracontractual. En ella, el vínculo jurídico entre el responsable y la víctima del
daño, esto es la obligación de reparar, tiene por fuente, el sólo hecho cometido por
el primero y el daño sufrido por el segundo. Es una relación puramente accidental y
fortuita; ella no está ligada, ni de lejos ni de cerca, a una relación preexistente, a un
vínculo de derecho original entre las personas involucradas.
Este autor reconoce que esta distinción entre los dos órdenes de responsabilidad
tiende a decaer bajo la doble influencia del legislador y de la Corte de Casación, los
que aportan morigeraciones y excepciones. Precisa que la jurisprudencia tiende a
atemperar el principio y que varias leyes recientes lo neutralizan, pura y simplemente,
pero, en su concepto, el principio de la distinción en dos órdenes de responsabilidad
descansa esencialmente en consideraciones de técnica jurídica: en el fondo: es un
principio sabio del derecho que se reconoce en derecho positivo pero que aparece
debilitado por razones de política jurídica, precisamente en nombre del imperativo de
indemnizar a las víctimas.
15

En relación a este mismo tópico la destacada profesora argentina Aida Kemelmajer


de Carlucci se manifiesta partidaria de la unificación de ambos regímenes,
sugiriendo como principales problemas del dualismo los siguientes:

a)Determinación del campo residual y del ámbito cerrado, vale decir, saber cuál es
el régimen que recoge los casos no previstos (“derecho común”);

b)El concepto de responsabilidad contractual, que se vincula con dos preguntas


b.1)¿Se configura la responsabilidad contractual con el incumplimiento o
cumplimiento defectuoso de una obligación nacida de un contracto estricto sensu o,
de una obligación específica, nacida también de otras fuentes, como puede ser la
voluntad unilateral, las relaciones de vecindad, etc.?
b.2)Frente a determinadas situaciones concretas ¿Qué significa daño derivado de la
inejecución del contrato?

c)Los casos dudosos: por ejemplo:


c.1)Acción ejercida por terceros que sin ser parte del contrato, son beneficiarios de una
obligación contractual y demandan los daños causados de la inejecución,
c.2)Acción deducida contra un tercero que interfiere en las tratativas, o en la ejecución de
un contrato celebrado, causando daños a uno de los contratantes,
c.3)El incumplimiento contractual y la prueba de la culpa a cargo del tercero perjudicado;
c.4) Daños causados en las relaciones entre comuneros y sus entre vecinos.
d)La concurrencia. Opción y cúmulo. El gran problema.

La profesora Kemelmajer destaca como resultados prácticos del dualismo, los


siguientes
a)El desorden creado (pone como ejemplo lo que ocurre en Argentina: si el daño es
reclamado por el paciente que contrató con el médico, la responsabilidad es contractual;
en cambio, si el paciente muere y reclaman sus familiares el daño propio sufrido por esa
muerte, es extracontractual. En cambio, tratándose de responsabilidad por vicios de la
construcción, la acción contra el arquitecto que proyectó la obra viciosa es siempre la
derivada del artículo 1646, aunque la deduzca un sucesor a título singular (el adquirente
del inmueble).
b)la tendencia a otorgar acciones. Al respecto precisa que, en algunas ocasiones, las
injusticias del sistema de la incompatibilidad llevan a los jueces a otorgar acciones sin
apoyadura legal y con grave perjuicio a la seguridad jurídica.
Frente a este panorama, la profesora en comento, luego de exponer algunas vías
propuestas por la doctrina, se manifiesta partidaria de una solución unitaria,
sugiriendo que no existen dos pretensiones resarcitorias jurídicamente autónomas e
independientes entre sí, sino una única pretensión resarcitoria, con base en un
evento dañoso único. Para ella no se trata de un supuesto de concurrencia de pretensiones
sino de concurrencia de normas fundamentales de una única pretensión, existiendo una
única causa de pedir, una única pretensión. “La víctima tiene ya bastante con el daño,
para que el ordenamiento jurídico la enfrente a los vericuetos de categorías ininteligibles;
limítese el dañado a aportar los hechos en que apoya su demanda, y descanse tranquilo
en el conocimiento de los jueces”.

En nuestro medio, la profesora Carmen Domínguez Hidalgo, tratando de entregar


una visión panorámica de la situación en Chile sobre el tema en análisis destaca
que nuestra doctrina y jurisprudencia clásica dan una plena recepción a la
16

concepción dualista y de la existencia entre ambos de variadas diferencias aun cuando


algunas de ellas no tengan un claro fundamento legal y que hasta el día de hoy la
responsabilidad civil se sigue construyendo sobre una visión dualista, no existiendo
un cuestionamiento general a la distinción, aunque si ciertas reconducciones recientes,
sin perjuicio de reconocer que en Chile se han planteado todas y cada una de las
dificultades que la concepción dualista genera en la práctica y que, son
precisamente las que, en otros sistemas, han llevado a su revisión.
En este sentido señala que en nuestro medio existe una clara dificultad para
determinar qué es lo contractual, para decidir cuál es la naturaleza de la
responsabilidad en los múltiples casos situados en zonas fronterizas (responsabilidad
precontractual, post contractual, etc), encontrándose un frecuente juego en la calificación
de la responsabilidad por parte de los tribunales.
Reconoce dos problemas propios de la concepción dualista, comunes a todos los
sistemas que la recogieron, los que han recibido respuestas encontradas, cuales son:
a)el problema de concurrencia de responsabilidades y
b)la determinación de cuál es el régimen que contiene el derecho común aplicable a
aquellas hipótesis de responsabilidad que están fuera del ámbito de lo contractual
como las legales o cuasicontractuales.
Tanto uno como otro no tienen una respuesta por parte del legislador, pudiendo ello
si reconocerse la existencia de teorías que en algún momento han predominado pero
que no se han traducido en una respuesta unánime ni constante, según tendremos
ocasión de analizar más adelante.
Por último, la autora en comento, considera que si bien es posible que esta distinción
se justifique en el seno de la contratación clásica, en la moderna ella resulta difícil
de aceptar, dado que gran parte de las diferencias que se admiten para el ámbito
contractual se justifican en el respeto de la autonomía de la voluntad, a la libre
negociación que, entre parte iguales, se asume ha existido con anterioridad al
contrato, pero ocurre que la progresiva proliferación de la contratación por
adhesión , muchas veces con condiciones generales de la contratación o inclusive
con contenido desconocido para una de las partes, ha puesto en jaque las premisas
a partir de las cuales se construía esa explicación.
(Sobre el particular ver Revista Anales Derecho UC, Temas de Responsabilidad Civil,
tercera jornada El sistema de responsabilidad civil contractual y extracontractual:
actualidad y utilidad de la distinción. Marzo 2008)

Sin perjuicio de lo anterior, es conveniente destacar nuestro Código Civil no regula


expresamente lo que llamamos responsabilidad contractual, dedicándole, un libro,
título o párrafo, sino que establece en el Título 12 del Libro IV algunas disposiciones
que regulan la indemnización de perjuicios derivados del incumplimiento de
obligaciones contractuales (1545, 1546, 1547, 1552 y 1554, 1558), de forma tal que
lo que en relación a ello se expone, conceptualiza y sistematiza es en gran medida
obra de la doctrina y de la jurisprudencia. Cabe tener presente que para el profesor
Orrego, en lo concerniente a la responsabilidad contractual, los artículos esenciales
son el 1556, 1557 y 1558, los tres del Título XII del Libro IV del Código Civil, “Del
efecto de las obligaciones”.

DETERMINACIÓN DE CUÁNDO SE APLICA UNA Y OTRA


RESPONSABILIDAD
17

REGLA GENERAL EN MATERIA DE RESPONSABILIDAD (DERECHO


COMUN)
En caso de infracción de las obligaciones que no sean ni contractuales ni provenientes de
un delito o cuasidelito civiles qué normas se le aplican, las de responsabilidad contractual
o de la extracontractual. ¿Cuál es el estatuto que se debe aplicar si se causa un daño
a raíz de la infracción de una obligación legal o de una cuasicontractual, o bien, si
una de las partes negociadoras interrumpe con dolo o culpa las negociaciones, o si
se incumple una obligación derivada de una declaración de voluntad o de aquellas
que nacen de un caso de enriquecimiento injusto?
Puesto que el legislador no ha dado otras, es necesario escoger.
El profesor Barros precisa que la pregunta por el régimen común de responsabilidad
se refiere a las hipótesis de daños que no tienen como antecedente relaciones
contractuales ni la infracción de deberes extracontractuales, sino el incumplimiento
de obligaciones legales o que emanan de hechos lícitos diferentes del contrato
(ejemplo: obligaciones cuasicontractuales y obligaciones restitutorias)
En Francia se sostiene que las normas sobre responsabilidad extracontractual son
la regla general, aplicables a lo no previsto por el legislador. La razón es, además de
la mayor semejanza que tienen entre sí todas las obligaciones no contractuales, que el
Código francés trata específicamente “de los daños y perjuicios resultantes del
incumplimiento de la obligación”, para más adelante, en el Titulo 4º del Libro 3º
reglamentar “las obligaciones que se forman sin convención”.
Entre nosotros el punto se ha discutido, no existiendo una opinión unánime.
Así, para algunos, entre los que se destacan Alessandri y Claro Solar, las reglas
generales serían la de la responsabilidad contractual, pues el Titulo 12 del Libro 4º
trata de la responsabilidad por incumplimiento de las obligaciones bajo el epígrafe: “del
efecto de las obligaciones”, expresión que las involucra a todas, y se exceptúan los hechos
ilícitos por el tratamiento separado que les otorga bastante más adelante. En el mismo
sentido se citan los arts. 391, 427, 2308 y 2288, que hablan de culpa leve, de buen padre
de familia y culpa levísima, etc. (graduaciones de culpa admisibles sólo en el terreno
contractual), no obstante referirse a obligaciones legales o cuasicontractuales. Se agrega
además la ubicación de las normas relativas a la responsabilidad extracontractual en el
seno de las de los hechos ilícitos.
Así se ha fallado también (R.D.J., T. 59, sec. 1ª, p. 112), pero como la misma sentencia
tuvo que advertirlo, el punto resulta muy relativo, porque el Titulo 12, como se aprecia
en todos sus preceptos, discurre sobre la idea de una estipulación previa de las partes, y
por la razón ya apuntada de que estructuralmente las obligaciones extracontractuales se
asemejan más entre sí, y resisten la asimilación a las normas dadas para las convenciones.
Por su parte entre quienes no comparte la tesis antes referida, encontramos a Meza
Barros, Ducci, Barros, , Corral y la profesora Domínguez, entre otros, quienes
consideran que la responsabilidad contractual es un estatuto especial pues tiene
como antecedente el contrato, de modo que, a falta de convención, rige como estatuto
común el de la responsabilidad extracontractual, pero teniendo en consideración las
características particulares de unas y de otras para definir el alcance de la
responsabilidad, según sean las analogías que resulten más relevantes a efectos de
resolver diversas preguntas que plantea el juicio jurídico de responsabilidad y que
justifican la asimilación a uno u otro estatuto legal.
(Ver libro de don Gonzalo Figueroa Yáñez, Tomo IV, primera edición, Editorial Jurídica,
2011, páginas 62, 62 y 64)

RESPONSABILIDAD PRECONTRACTUAL
18

Es un punto que se ha discutido mucho en doctrina si la responsabilidad que puede


derivar para alguna de las partes por los daños originados a la otra en la etapa
previa a la formación del contrato, es contractual o extracontractual.
La opinión más general se inclina por esta última alternativa, puesto que la
contractual supone un contrato y éste no se forma aún; Ihering en cambio sostenía
que se daba en este caso la culpa in contrahendo, de orden contractual, como lo es
el acto que se iba a otorgar
Esta responsabilidad se presentará cuando en forma dolosa o negligente se ha dado
a la contraparte la seguridad de la celebración del contrato, lo que la ha hecho
incurrir en gastos, desechar otras proposiciones, etc.
En todo caso, es necesario distinguir un supuesto de responsabilidad precontractual
respecto del supuesto de incumplimiento de un contrato preliminar, como una
promesa de contrato, dado que por tratarse de un contrato, el incumplimiento de las
obligaciones nacidas de éste origina responsabilidades netamente contractuales.
Cuando hablamos de responsabilidad precontractual estamos hablando de lo que algunos
describen como daños y deberes en las tratativas preliminares de un contrato, lo cual
supone, cuestión que escapa a nuestras posibilidades, todo una explicación de los
antecedentes históricos de esta suerte de especie o clase de responsabilidad y formular
una serie de distinciones de lo son las tratativas preliminares de otras figuras como, por
ejemplo, la simple oferta de celebrar un contrato, del contrato de promesa, etc.
Por otra parte, cualquier aproximación seria al tema exige un análisis detallado de
aspectos tan relevantes como una adecuada calificación jurídica, la determinación
de que es lo de se debe indemnizar (distinción entre interés positivo e interés negativo)
y muy especialmente lo relativo a la existencia de una serie de deberes
precontractuales (deberes de comunicación e información, de secreto, confidencialidad
o reserva, de custodia y conservación) que se fundan en el viejo principio de la
exigencia de buena fe en la actuación de las personas.
En este sentido, la Corte de Apelaciones de Concepción en fallos de 1996 y 1999 había
ya señalado que la ruptura injustificada de negociaciones avanzadas obligaba a reparar
el daño causado y probado bajo fundamento de los artículos 2284 y 2329, advirtiendo
que, en la etapa de conversaciones preliminares encaminadas a la celebración de un
contrato, las partes intervinientes tienen la obligación de obrar dentro de los límites de
la buena fe que debe manifestarse en una conducta leal y honesta, poniendo cada una lo
necesario para que el contrato llegue a celebrarse. De esta forma, los tratos
preliminares no obligan a contratar pues ello sería contrario a la libertad
contractual; pero si pueden conllevar la condena al pago de indemnización de
perjuicios si las negociaciones se interrumpen abruptamente, sin causa justificada.
(Ver: artículo profesor Ramón Domínguez Águila, páginas 187 y 188, Revista de Derecho
de la Universidad de Concepción, nº 204; libro de Marcelo Barrientos Zamorano “Daños
y Deberes en las tratativas preliminares de un contrato”, Legal Publishing, 2008; libro de
Rosario Celedón y Patricia Silberman, “Responsabilidad precontractual por ruptura de
negociaciones contractuales”, Editorial Jurídica, 2010).
19

LA OBLIGACIÓN DE SEGURIDAD
Hay contratos que por su ejecución implican un riesgo de daño a la persona misma
de uno de los contratantes, como ocurre muy principalmente en el de transporte. Es
un presupuesto para que la responsabilidad sea contractual que el daño provenga de la
infracción de alguna de las obligaciones del contrato.
De ahí que, en caso de accidentes, se discute si éstos pueden considerarse
incumplimiento de una obligación del deudor, sosteniéndose por algunos que se
trataría de una responsabilidad extracontractual, pues sería imposible la vigilancia
permanente de éste sobre los actos del trabajador durante la ejecución del contrato.
Otra tesis que tiende a imponerse hoy en día y elaborada principalmente por la
doctrina y jurisprudencia francesas sostiene que en cierto tipo de contratos existe
una obligación de seguridad que obliga al deudor a ejecutar el contrato de manera
que el acreedor resulte sano y salvo (obligación que además sería de resultado), de
manera que si no cumple esta obligación, y el acreedor sufre algún daño en su
persona, la responsabilidad es contractual. La importancia capital que ello tiene es
eximir a éste de la prueba de la culpa. La noción de que el deudor tiene la obligación
de garantizar la seguridad del acreedor surge, jurisprudencialmente, en Francia, en un
caso de transporte marítimo de personas (sentencia de 1911), siendo pronto ampliada a
todos los empresarios de transportes de pasajeros, por cualesquiera vías. En esa nación,
los fallos han sido muy numerosos y reiterativos: el transportista debe conducir al
pasajero sano y salvo al lugar de destino.
Al respecto el profesor Larroumet señala que es una obligación inherente a algunos
contratos porque forma parte de su esencia (¿Cómo se podría concebir el contrato de
transporte de pasajeros sin poner a cargo del transportista una obligación de seguridad?).
La seguridad de las personas y de los bienes es una parte del contenido en algunos
contratos, surgiendo de esta forma, en caso de infracción, responsabilidad
contractual.
En nuestro sistema, según Abeliuk no cabe duda que en el contrato de transporte
existe para el acreedor esta obligación de seguridad; el art. 2.015 lo señala
expresamente: “el acarreador es responsable del daño o perjuicio que sobrevenga a la
persona por la mala calidad del carruaje, barco o navío en que se verifica el transporte”,
responsabilidad que se ve confirmada por el art. 207, inc. 2º, en relación con el art.
171 del Código de Comercio.
Esta obligación de seguridad, cuya máxima trascendencia incide en el contrato de
transporte, también se señala doctrinariamente que existe en el contrato para el uso de
aparatos mecánicos en ferias de diversiones, en el hospedaje, en la enseñanza de la
equitación, de manejo de vehículos, etc.

CÚMULO, CONCURSO U OPCIÓN DE RESPONSABILIDADES


El profesor Barros señala que los mismos hechos (o hechos que parcialmente se
superponen) pueden satisfacer los supuestos de aplicación de distintas normas.
En este sentido es posible sugerir la existencia de tres hipótesis alternativas para
resolver las preguntas de concurrencia que se plantean en esos casos:
a)puede existir un conflicto de normas: se resuelve mediante la exclusión de uno de
los ordenamientos en concurrencia, de conformidad, de conformidad con el principio
de especialidad;
b)puede darse una concurrencia acumulativa, en cuya virtud las pretensiones se
acumulan; o
20

c)puede darse una concurrencia alternativa caso en el cual se concede al actor una
opción de acciones.
Barros precisa que el llamado concurso de responsabilidades no se refiere a una
acumulación de pretensiones indemnizatorias que tienen dos fuentes diferentes,
pues ello conduciría a una doble reparación de un mismo daño y un enriquecimiento
sin causa correlativo. En tal sentido en que propiamente puede hablarse de acumulación
y respecto de ello es posible afirmar que en forma casi unánime se rechaza la posibilidad
de unir las dos responsabilidades para el cobro de doble indemnización.

En este entendido, la pregunta pertinente se refiere a si el actor tiene una opción


entre uno u otro régimen de responsabilidad, bajo el supuesto de que el hecho pueda
ser calificado tanto de incumplimiento contractual como de ilícito extracontractual.
Es por ello que prefiere hablar de “concurso” y no de “cúmulo”.

En consecuencia, considera que el concurso de responsabilidad se refiere a dos


cuestiones o preguntas bien precisas:

1)La primera tiene que ver con la calificación jurídica del hecho que da lugar a la
responsabilidad ¿es posible que un mismo hecho sea constitutivo, a la vez, de un
incumplimiento de contrato y de un ilícito extracontractual?

2)La segunda supone que la anterior haya sido contestada afirmativamente y


entonces la pregunta que surge es ¿puede el actor , en tal caso, optar por la acción que
más le conviene, o debe entenderse, por el contrario, que existe un conflicto de
normas que debe resolverse excluyendo la aplicabilidad de uno de los
ordenamientos?

En relación a la primera pregunta se señala que son muchas las hipótesis en que un
mismo hecho puede ser calificado como incumplimiento contractual y como ilícito
(médico que incurre en negligencia en la atención convenida con un paciente). En
general se refiere a todos aquellos casos en que conjuntamente con un incumplimiento
de una obligación contractual se esté frente a una infracción de deberes generales
de cuidado.

La doble calificación del ilícito lleva a la segunda pregunta.


El problema se traduce en determinar si es posible que la víctima del
incumplimiento puede cobrar a la vez indemnizaciones por las vías contractual y
extracontractual; el hecho es en sí mismo un incumplimiento, pero al mismo tiempo
reúne los requisitos del hecho ilícito.
Un autor italiano, Monateri, destaca que un verdadero problema de concurrencia
nace sólo cuando ambos remedios resarcitorios –el contractual y el
extracontractual- son notoriamente distintos, de forma que la sujeción a uno resulta
mejor para la víctima que el otro.
Precisamente ello es lo que ocurre en nuestro medio por ejemplo, en cuanto al daño
moral y su procedencia, presunción de culpa, plazo de prescripción de la acción,
procedimiento y jurisdicción).

En Chile, la jurisprudencia mayoritaria se ha pronunciado en contra de la


acumulación o concurrencia, sosteniendo la imposibilidad que tiene el afectado para
21

eludir el régimen contractual, si los daños que reclaman se han producido por la
infracción de un contrato. El recurso a la responsabilidad extracontractual sólo es
posible cuando entre víctima y autor del daño no existe una previa relación contractual o,
cuando existiendo, los perjuicios invocados no provengan de su incumplimiento. Sin
perjuicio de lo señalado, la profesora Domínguez destaca la existencia de sentencias
en materia de accidentes del trabajo y de responsabilidad médica en las que es
posible entender una recepción de la llamada teoría de la opción, esto es, que la
víctima tiene la libertad para elegir, pero sin que sobre el particular se haya dado
razón de cuáles son los fundamentos procesales o sustantivos que autorizarían esa
elección.
En relación a lo señala es necesario destacar que algunos autores postulan que se trata
de un falso problema porque no hay cúmulo, esto es, acumulación de
responsabilidades, sino que opción entre ellas, y más limitadamente aún, posibilidad
de abandonar la responsabilidad contractual para asilarse en la delictual. El cúmulo
se produce en el hecho mismo, que es considerado a un tiempo como incumplimiento
imputable y hecho ilícito.
Agregan, que es un falso problema, porque resulta evidente que si el legislador, a
falta de estipulación de las partes, ha reglamentado la responsabilidad del deudor
por el incumplimiento, dichas normas (Título XII) son las que deben aplicarse y no
otras.
Ello no impide, naturalmente, que un mismo hecho pueda generar responsabilidad
contractual respecto del acreedor (daños a éste) y extracontractual hacia otras
personas, por los perjuicios personales que el incumplimiento les ha ocasionado
(parientes que vivían a expensas de la víctima de un accidente, por ejemplo); ni
tampoco es obstáculo para que entre las mismas partes puedan darse al mismo
tiempo responsabilidades contractuales y extracontractuales, como el vendedor que
debiendo la entrega del vehículo, atropella con el mismo al acreedor.
Por su parte, no obstante ser el principal exponente de la teoría de la
incompatibilidad, el profesor Alessandri mencionaba dos casos de excepción en que
el demandante podría elegir entre demandar la responsabilidad contractual y la
extracontractual:
1º.-Si las partes así lo han convenido.
En ello no hay nada excepcional a las reglas de la responsabilidad contractual, porque las
partes pueden modificar las normas legales supletorias como estimen conveniente, y si
están facultadas para hacer aplicables una por una todas las soluciones de la
extracontractual, con mayor razón para hacerla aplicable integralmente o darle opción al
acreedor.
2º.-Cuando la infracción al contrato constituye típicamente un delito o cuasidelito
penal, como ocurre en los casos del art. 470 Nº 1 y 491 del C.P., porque -se dice- de todo
delito nace acción penal para el castigo del culpable, y puede nacer una civil para obtener
la indemnización establecida por la ley a favor del perjudicado.

El profesor Corral no es partidario de usar la expresión “cúmulo” con la que se


denomina el problema de la confluencia entre los regímenes de responsabilidad
contractual y extracontractual pues le parece que genera la impresión de que ambas
responsabilidades pueden ser “acumuladas” para que la víctima obtenga dos
indemnizaciones del daño, una por el incumplimiento del contrato y otra por el delito o
cuasidelito civil, lo que predispone para pensar que la solución más razonable es su
prohibición: el “non cumul”, que Alessandri Rodríguez impuso en Chile con los
argumentos de la doctrina francesa. En todo caso, destaca que el problema es más
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complejo de lo que pretende esa desafortunada denominación: se trata de la


constatación de que existen hechos dañosos a los que le son aplicables los dos
estatutos normativos de la responsabilidad civil, es decir, pueden ser calificados
como incumplimientos contractuales y, a las vez, como delitos o cuasidelitos civiles
y, en tal evento, surge la duda de cuál de los estatutos debe ser invocado por la
víctima para ejercer su derecho a la única indemnización del daño. El típico ejemplo
es el de las lesiones causadas con ocasión de una intervención médica que ha sido
objeto de un contrato de prestación de servicios sanitarios. El paciente podría
demandar el resarcimiento invocando el incumplimiento del contrato y, entonces, se
aplicarán las normas propias de la responsabilidad contractual (título XII del libro IV del
Código Civil), pero también se puede considerar que, aunque no hubiera mediado
contrato o si este fuera nulo, los hechos constituirían un ilícito extracontractual, y con ello
surge la posibilidad de que, en vez de la vía contractual, se prefiera demandar conforme
con las normas que regulan la responsabilidad extracontractual (título XXXV del libro
IV del Código Civil).
Bajo la influencia de Alessandri se impuso en la jurisprudencia, y también en gran
parte de la doctrina, la idea de que en estos casos el perjudicado está obligado a
demandar por la vía contractual, sin que pueda descartar el contrato para invocar las
reglas de la responsabilidad extracontractual. Sin embargo, en el último tiempo se ha
ido abriendo paso, no sin oposiciones, una tendencia doctrinal que rechaza esta
solución y propugna que ante la confluencia de regímenes debe ofrecerse a la víctima
la opción de elegir entre si invoca la responsabilidad contractual o la
extracontractual (así, Rodrigo Barcia, Enrique Barros y el mismo profesor Corral).
En este contexto destaca la sentencia de la Corte Suprema (primera sala) de fecha 21 de
marzo de 2016, rol nº 31061-2014, por la cual se rechaza un recurso de casación en el
fondo en un juicio de responsabilidad civil en el que se planteó la cuestión de la
confluencia de estatutos de responsabilidad. En dicha causa, la Corte Suprema
reconoce que la responsabilidad médica que se reclama en el caso cae en el ámbito
del incumplimiento de un contrato de prestación de servicios, pero afirma además
que, por el bien jurídico implicado (la salud de la personas), ella también es materia
de deberes generales de prudencia y cuidado y de derechos y deberes consagrados
por la ley. Lo interesante es que, una vez que se ha constatado esta doble calificación
jurídica del hecho dañoso, como incumplimiento contractual y como ilícito
extracontractual, la Corte rechaza que la solución deba ser la exclusividad de la
aplicación del estatuto contractual de responsabilidad y se inclina por la teoría de la
opción: “En este escenario no se vislumbra razón jurídica alguna para que pueda
privarse a la víctima, el derecho de optar por el estatuto que utilizará para reclamar
la reparación que pretende a modo de indemnización de perjuicios, es decir, de
elegir o escoger, entre el ejercicio de la acción por responsabilidad contractual o el
de la acción por responsabilidad delictual, al presentarse como en el caso de autos,
tanto un incumplimiento a una obligación contractual y a una obligación legal, las
que tienen un mismo objeto” (cons. 8º).
La sentencia, a mayor abundamiento, esgrime que los demandados no sufren
perjuicio por la elección del régimen extracontractual ya que tratándose de mal
praxis médica no existen mayores diferencias entre ambos regímenes. Concluye que
"conforme a nuestro derecho, tratándose de la responsabilidad civil médica, la
decisión delos sentenciadores no es constitutiva de los yerros que se le han atribuido
por los recurridos, desde que procedía reconocer a la actora, conforme a lo señalado,
el derecho de optar por el estatuto de la responsabilidad extracontractual, como
ocurrió en la especie” (cons. 9º).
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Corral destaca que la Corte parece limitar la facultad de optar para los supuestos
de responsabilidad civil médica, pero la amplitud de los argumentos esgrimidos para
rechazar el "non cumul" permite aventurar que la teoría de la opción pueda más
adelante hacerse extensiva a otras materias en las se produce la misma concurrencia
o concurso entre las normas de ambos regímenes de resarcimiento de perjuicios
(daños por transporte de personas, accidentes del trabajo, lesiones por productos
defectuosos, etc.).

IMPORTANTE:
En el evento que las pretensiones reparatorias sean idénticas y tengan por fundamento el
mismo daño, no hay duda que ambas pretensiones no se pueden acumular pues daría
lugar a un enriquecimiento sin causa, pero nada impide que se demande la
responsabilidad por incumplimiento contractual y subsidiariamente por ilícitos
extracontractuales, o viceversa, según la regla del inciso segundo del art. 17 del
C.P.C.

ESTUDIO DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN CHILE


En nuestro medio, tradicionalmente se ha estudiado separadamente la
responsabilidad contractual y la responsabilidad extracontractual. Ello se ha
traducido en el estudio de las disposiciones contenidas en el libro XII del libro IV
del Código Civil, artículos 1545 a 1559), entendiéndose que ello supone o conlleva el
estudio de la responsabilidad contractual. Por su parte, en otro curso se estudia el
Título XXXV del Código Civil (artículos 2314 a 2334), lo que correspondería al
estudio de la denominada, en nuestro medio, responsabilidad extracontractual.
En relación al estudio del efecto de las obligaciones, esto es, de las disposiciones del
título XII del Libro IV del Código Civil, para tratar “Del efecto de las obligaciones”,
es de suyo advertir que, asimilar el efecto de las obligaciones al efecto de los
contratos supone una confusión. Al efecto, debemos recordar que es posible
distinguir entre los artículos que contiene el título en referencia, los que son propios
de los contratos (1545, 1546, 1547, 1552, 1554 y 1558) de aquellos que regulan los
efectos de las obligaciones sin atender a su fuente (los restantes)
Al respecto, el profesor Juan Orrego Acula, precisa que los efectos de un contrato son
las obligaciones y derechos que crea; el contrato es la causa (fuente) y la obligación
el efecto que de la causa proviene. Por su parte, el efecto de las obligaciones, es la
necesidad jurídica en que se halla el deudor de cumplirlas, para lo cual la ley le da
al acreedor ciertos derechos destinados a asegurar su cumplimiento. De esta forma,
los efectos de las obligaciones, son las consecuencias que para el acreedor y el deudor
surgen del vínculo jurídico obligatorio que los liga. Lo normal en la vida jurídica, es
que el deudor cumpla voluntaria y espontáneamente su obligación. Si ello no acontece,
entramos en el ámbito de “los efectos de las obligaciones”. De ello se sigue que se les
suela conceptualizar como los derechos o el conjunto de medios que la ley confiere
al acreedor para obtener el cumplimiento exacto, íntegro y oportuno de la
obligación, por parte del deudor, cuando éste no la cumpla en todo o en parte o esté
en mora de cumplirla.
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Sobre el particular el profesor René Ramos Pazos precisa que ese concepto es inexacto
pues constituye sólo una parte de los efectos de las obligaciones, esto es, los que se
producen cuando el deudor incumple, pero no cubre la situación normal que se da
cuando el deudor cumple lo convenido. Al respecto, cita al profesor Hernán
Troncoso Larronde, quien destaca que el primer efecto de una obligación será el
pago voluntario, pero si no se paga voluntariamente la ley confiere ciertos derechos
al acreedor para obtener el cumplimiento forzado de la obligación.

Como hemos tenido ocasión de destacar, sin perjuicio de que ello no sea correcto,
también se sugiere que en el título XII contendría el estatuto de la responsabilidad
contractual, sin perjuicio que el legislador no lo denomina de esa forma. Como
consecuencia de ello, se suele entender que habría coincidencia entre lo que podríamos
llamar responsabilidad contractual y el efecto de las obligaciones. Ello explica que en la
generalidad de los manuales exista un capítulo para la responsabilidad que nace de
los delitos y cuasidelitos y no encontremos uno que se destine a la responsabilidad
contractual, pues se entiende que el estudio de los efectos de las obligaciones supone
el estudio de la responsabilidad contractual, sin perjuicio, como ya advertimos, de
que sólo algunas disposiciones del título XII tenga con supuesto la existencia de un
contrato.
Al respecto, el profesor Carlos Pizarro Wilson, en un artículo “Panorama de la
Responsabilidad Contractual en el Derecho Chileno”, señala que la el estudio de la
responsabilidad contractual ha estado marcado por la comparación con el estatuto
de la responsabilidad extracontractual. El autor en referencia precisa que el Código
Civil chileno provee diversas acciones al acreedor ante el incumplimiento imputable
al deudor, las que conviven sin mayor armonía en la práctica forense. En ciertas
ocasiones el incumplimiento se traduce en forzar al deudor a la ejecución de la
obligación. En otros casos procede un simple pago por equivalencia y en otros
cumple una genuina función de reparación. En función de ello, se plantea como
interrogante qué debe entenderse por responsabilidad contractual y precisa como
temas a dilucidar:
a)funciones de la responsabilidad contractual. ¿Debe entenderse como un simple pago
por equivalencia de la prestación debida o, desde otra óptica, se le puede reconocer una
función más amplia, que comprende no sólo la prestación debida, sino también todos
aquellos perjuicios a bienes distintos al objeto del contrato o que recaen en la persona del
deudor?;
b)la autonomía de la acción indemnizatoria contractual. Ello se vincula con
determinar si para poder exigir el pago por equivalencia debe el acreedor agotar los
medios de cumplimiento por naturaleza o en especie de la obligación incumplida
(cumplimiento forzado) y de terminar con la posición jurisprudencial que permite al
deudor enervar la acción de resolución durante el curso del juicio pagando o
ejecutando lo pactado. En este mismo sentido, ha de resolverse la relación entre la
indemnización de perjuicios de carácter contractual y su dependencia con la acción
para exigir la ejecución forzada o la resolución en los contratos bilaterales.
c)Régimen legal de la responsabilidad contractual. En relación a ella, el profesor
Pizarro destaca que en Chile no se hace excepción a los elementos de la responsabilidad
contractual, los que se concretan en un hecho imputable al deudor, la mora, un daño y el
vínculo causal.

Sin perjuicio de las prevenciones anteriores, para los efectos de nuestro curso, que
supone el estudio tanto de la responsabilidad contractual como la extracontractual,
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analizaremos en primer término las reglas que el Código Civil contiene en el Título
XII (De los efectos de las obligaciones) y luego nos dedicaremos al estudio de las
disposiciones que contiene el Título XXXV (De los delitos y cuasidelitos).
Precisamente al tiempo del estudio de la responsabilidad por delitos y cuasidelitos
tendremos la ocasión de contrastar o comparar las diferencias que en nuestro
ordenamiento existen en función de la fuente de la obligación y al tiempo de estudiar
los efectos de las obligaciones abordaremos los temas que el profesor Pizarro analiza
en su artículo en relación a la responsabilidad contractual.

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