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Jorge Méndez
Después del desastre, la burguesía industrial y comercial avanza decidida, con paso
acelerado y firme, hacia el restablecimiento del orden, pero no de aquel que implica el
bienestar común, sino del que protege y fomenta la reproducción de sus ganancias. Es por
ello que, sin haberse resuelto todavía los problemas más importantes provocados por el
sismo, o sea, aquellos que tienen que ver con la seguridad, la vivienda y el bienestar general
del pueblo trabajador, son los patrones los que presionan ya, con todos sus medios, para
que las labores del rescate, de la contingencia y de la solidaridad entre los propios
trabajadores, sean frenadas lo más pronto posible y para que se retorne al ritmo cotidiano en
la producción. Algunos patrones, incluso, atentando contra todo sentido común y en
defensa irracional de sus intereses, en un acto que resulta verdaderamente criminal, han
obligado a sus trabajadores a laborar en condiciones de inseguridad extrema, en centros de
trabajo cuyas estructuras han sido afectadas por el sismo o que, incluso, se encuentran al
borde del derrumbe.
Dramáticos son los casos de las zonas industriales de Vallejo y de Ecatepec, en
donde empresas como IPISA y Aldo Conti obligan a laborar a sus trabajadores en
instalaciones que se encuentran severamente dañadas; también el caso de los Call Center es
característico, pues algunos como Atento, Altavista y Pentafon, algunas de cuyas
instalaciones se encuentran en las zonas más afectadas como la Colonia Roma, la Colonia
del Valle y en el Centro, llamaron a laborar al día siguiente, sin importar los daños
ocasionados por el sismo ni la situación de emergencia en la que se encontraban estas
zonas; mientras que, en el sector público, la cosa no es diferente, pues, por ejemplo,
también en el Centro Médico La Raza los trabajadores del sector salud han laborado en
instalaciones afectadas, sin un dictamen oficial de que éstas se hallan en condiciones
seguras. En suma, la patronal, en su conjunto, actúa en defensa de sus intereses frente al
siniestro, sin importar el bienestar y las condiciones de los trabajadores.
Resulta hipócrita, pues, la actitud de representantes de la gran burguesía, que se han
presentado en estos días como gente caritativa y comprometida con el pueblo trabajador,
pues los recursos que usan para donar víveres o aportes financieros, son obtenidos,
precisamente, de las jornadas extraordinarias que no pagan, de las prestaciones (aguinaldo,
utilidades, etc.) que regatean o niegan de plano, y de lo que se ahorran por las bajas cuotas
que pagan por la seguridad social. El enemigo de la clase obrera, en el desastre y en la
cotidianidad, no es otra que la burguesía, ese grupo patronal que nos condena todos los días
a la miseria y a la muerte.