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el crucifijo
Por el padre Miguel Ángel
Una señora perdió a su marido y se quedó con sus hijos y algunas deudas.
Como pasa siempre que se queda viuda una mujer, aparecieron acreedores y
mucha gente que quería aprovecharse.
Asediada por todas partes, la pobre viuda reunió a sus hijos en una
habitación para rezar. Quitó de la cómoda un bello crucifijo que había
recibido en herencia y guardaba con cariño. Le tenía gran aprecio, no tanto
por su valor artístico como por su valor afectivo.
Y así, empezó a rezar mientras apretaba la cruz con las manos. Sus hijos
no podían aguatar el sueño, por lo que los acostó y continuó su oración, cada
vez con más fervor y confianza.
Angustiada a más no poder, apretó con fuerza el crucifijo y sintió estallar
algo. La madera se había partido por la mitad y había dejado al descubierto
unas piedrecitas brillantes. Ella ignoraba aquello, tal vez ni siquiera lo sabía
quien se la había dado en herencia.
El artista del crucifijo había tenido la ocurrencia de esconder dentro de
la madera unos pequeños diamantes. Solamente quien conociera el secreto
podría quitarlos sin dañar el crucifijo. De este modo fue escuchada su
oración. Pudo pagar sus deudas y guardar un poco para el futuro.
Dice Jesús en el Evangelio que la fe mueve montañas y en este sencillo
relato se comprueba que sí es verdad, porque aquella pobre mujer con su
grandísima fe consiguió que sus problemas tuvieran pronta solución. Hay
que tener fe.