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1 Mike Featherstone, Scott Lash y Roland Robertson (eds.), Global Modernities, London, Sage,
1995, p. 1.
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3 Estos tres términos son frecuentemente utilizados como la triada de conceptos y discursos
que deliberadamente reemplazan a la modernidad, la modernización y el modernismo (con y
sin el prefijo post-). En cada caso, el sufijo –dad representa la condición general, mientras que
–ización e –ismo se refieren respectivamente a los procesos materiales que producen y reprodu-
cen esta condición, y a las prácticas conscientes y afirmativas que emergen del conocimiento
situado de la condición general, tal y como es expresado en tiempos y espacios particulares.
4 Mike Featherstone y Scott Lash, «Globalization, Modernity and the Spatialization of Social
Theory», se trata de una introducción editorial a Global Modernities, 1995, pp. 1-24.
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global que se caracteriza por una nueva división internacional del trabajo en la
que la producción industrial (o lo que el primer discurso denominaría urba-
nismo industrial) se ha distribuido de una forma mucho más amplia que
nunca antes a lo largo del mundo habitado. El surgimiento de los NICS (los
países de reciente industrialización, como los «Tigres» del Este de Asia) y la
creación de otros nuevos espacios industriales donde nunca se había produci-
do un proceso de industrialización de importancia (incluidos lugares ejem-
plares como Silicon Valley y los polos tecnológicos, otrora suburbanos, del
Sur de California), en combinación con la desindustrialización de muchas
regiones manufactureras más antiguas, son considerados como indicadores
de la emergencia de un orden económico mundial nuevo y diferente, una
economía espacial global reestructurada que requiere ser estudiada en sus
propios términos, decididamente globalizados.
En respuesta a aquellos que nos recuerdan que el capitalismo siempre ha
operado a escala global, los globalistas que estudian la producción sostienen
que lo que hoy está vigente es un nivel de globalidad cualitativamente
nuevo. Si bien subsisten aún importantes continuidades con el pasado, los
aspectos nuevos y diferentes de los patrones contemporáneos de la globali-
zación demandan una mayor atención teórica y práctica. El primer sistema
capitalista mundial se inició en el siglo XVI con la globalización del capital
comercial o mercantil.5 Los mercaderes y comerciantes europeos estableci-
dos en «ciudades mundiales», como Ámsterdam, Hamburgo y Venecia y
mantenidos por Estados gobernados por monarquías absolutas, explotaban
fuentes de riqueza existentes en lugares remotos, de las que obtenían mate-
rias primas, desde el oro y las especias hasta los esclavos, y los conocimien-
tos tecnológicos indígenas. Más tarde, en la era del imperialismo, la globali-
zación y el sistema capitalista mundial se expandieron y crecieron por la
infusión y difusión del capital financiero, organizado y al menos parcial-
mente controlado por los Estados nación industrializados y sus «metrópolis»
imperiales dominantes, como Londres, París y Nueva York. En este sistema
mundo de dominación colonial y desarrollo nacional, las inversiones en las
periferias coloniales provenientes de los Estados centrales y de la regiones
urbanas de Europa y Norteamérica aseguraban un abastecimiento fiable de
bienes de consumo para los centros industriales urbanos burgueses y creaban
también una división internacional del trabajo firmemente organizada: centro
y periferia, metrópoli y satélite y, después del surgimiento de un bloque socia-
lista mundial, la estructura del Primer, Segundo y Tercer Mundo.
5 Para una interesante perspectiva del desarrollo de un sistema mundo pre-moderno, pre-capi-
talista, véase Janet Abu-Lughod, Before European Hegemony: The World System A.D. 1250-1350,
Nueva York, Oxford University Press, 1989.
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más rápida que los mercados locales y nacionales en casi todos los países
industrializados. Esto significa que las fuerzas económicas motrices, como la
competencia y el crecimiento de la productividad en las industrias domésti-
cas, se están globalizando de forma creciente en lo que se refiere al alcance
de sus operaciones, haciendo más difícil que antes la separación de la eco-
nomía doméstica respecto de la economía global.6 Si bien bajo ningún con-
cepto podemos afirmar que la era del Estado nación haya llegado a su fin, es
igualmente cierto que las economías nacionales ya no son lo que solían ser
hace tan sólo treinta años. El hecho de que esta diferencia sea importante y
deba ser rigurosamente investigada y entendida constituye un presupues-
to clave que sustenta la mayoría de los estudios sobre la globalización.
Al ser considerada con mayor amplitud que la que le brindan los indica-
dores estadísticos, la globalización del capital ha tendido a ser estudiada en
relación con tres circuitos interconectados de flujo de capital: el intercambio
comercial, la inversión financiera y la producción industrial. Tal y como se
ha sugerido anteriormente, el atributo más significativo de la fase actual de
la globalización es la expansión, difusión y conexión en red del capital
industrial y del urbanismo industrial a escala global. Es en este punto en el
que la mayoría de los economistas geopolíticos han concentrado su aten-
ción. Sin embargo, en general el discurso académico y político se ha concen-
trado de forma mucho más intensa en el circuito comercial, considerando la
globalización fundamentalmente en términos de crecimiento de los nuevos
patrones del comercio mundial; o también en la nueva fase de integra-
ción financiera transnacional y de conexión electrónica en red, liderada
por la tecnología, que está dando nueva forma al flujo del dinero, el cré-
dito y la inversión en lo que algunos observadores describen como un
mundo cada vez con menos fronteras. El discurso sobre la globalización
del capital puede ser clasificado de un modo rudimentario según cuál
de estos tres aspectos reciba una mayor importancia: la producción, el
comercio o las finanzas.
La otra cara del capitalismo global, pero que de algún modo ha recibido
menos atención, viene definida por la globalización del trabajo. Si bien es posi-
ble que el capital siempre haya estado menos atado a la tierra que el traba-
jo, y haya tenido una mayor capacidad de recoger y mudarse a praderas más
verdes cuando resulta necesario, probablemente también sea cierto que en
esta Era de la Globalización el capital siga teniendo mayor libertad de movi-
miento que el trabajo, que permanece encerrado principalmente en los mer-
cados de trabajo nacionales. Sin embargo, por su propia naturaleza y por su
geografía, la globalización de la producción ha inducido una creciente glo-
balización del trabajo y un desplazamiento de trabajadores a gran escala a
los principales nodos de producción industrial, ahora mucho más numero-
sos. Durante los últimos 30 años, el volumen de la migración laboral a tra-
vés de las fronteras nacionales, así como de otras formas de migración
voluntaria o involuntaria (como por ejemplo, los refugiados), ha alcanzado
probablemente un nivel más alto que en cualquier otro periodo previo. Es
más, la magnitud de esta migración implica una mayor cantidad de inmi-
grantes proveniente de muchos más países y culturas que antes. Existe la
posibilidad de que esto esté produciendo, por primera vez a esta escala y
con este alcance, un proletariado verdaderamente global, pero se trata de un
proletariado profundamente fragmentado, difícil de organizar y que aún no
es consciente de su potencial como poder global.7
Al igual que en lo que se refiere a los demás aspectos de la globalización,
esta intensificación de las migraciones se ha desarrollado en términos geo-
gráficos de un modo desparejo en lo que se refiere a su impacto e intensi-
dad, y está completamente abierta a distintas interpretaciones acerca de sus
causas y consecuencias. Sin embargo, no deben quedar demasiadas dudas
acerca de la importancia del papel que está desempeñando la globalización
del trabajo, equiparable a la globalización del capital en lo que se refiere a
su capacidad de modelar y definir la postmetrópolis contemporánea. En
regiones postmetropolitanas como Los Ángeles, Nueva York, Londres y
París, la influencia del capital y del trabajo globales, así como de las modas,
la música, la cocina, los estilos arquitectónicos, las actitudes políticas y las
estrategias de supervivencia económica en todo el mundo están creando no
sólo inversiones de capital y mercados de trabajo enormemente diferencia-
dos sino también los espacios urbanos más heterogéneos, en términos eco-
nómicos, políticos y culturales, que jamás hayan existido. Y atravesando esta
heterogeneización cultural y económica, polarizando y fragmentando el
7 Una crítica radical del discurso de la globalización y particularmente de sus variadas impli-
caciones para los trabajadores del mundo, esta accesible en David Harvey, «Globalization in
Question», Rethinking Marxism, núm. 8, 1995, pp. 1-17.
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8 En Thirdspace describí esta ruptura y apertura de las oposiciones binarias como un «tercero
crítico-como-otro» [critical thirding-as-othering], y observé que este «tercero» [thirding] no cons-
tituía tan sólo una postura intermedia entre dos términos opuestos sino un «otro» [othering]
particular, la creación de una forma nueva y diferente de comprender lo que era descrito por
la oposición binaria original.
9 Erik Swyngedouw, un geógrafo belga que enseña en la Universidad de Oxford, fue uno de
los primeros en utilizar el término glocalización. Véase Swyngedouw, «The Mammon Quest:
“Glocalisation”, Interspatial Competition and the Monetary Order: The Construction of New
Scales», en M. Dunford y G. Kafkalas (eds.), Cities and Regions in the New Europe: The Global-
Local Interplay and Spatial Development Strategies, Londres, Belhaven Press, 1992, pp. 39-68; y
más recientemente, «Neither Global nor Local: “Glocalization” and the Politics of Scale», en K.
R. Cox (ed.), Spaces of Globalization: Reasserting the Power of the Local, Nueva York y Londres,
Guilford Press, 1997, pp. 137-66. Véase también Roland Robertson, «Glocalization: Space,
Time, and Social Theory», Journal of International Communication, núm. 1, 1994; y
«Glocalization: Time-Space and Homogeneity-Heterogeneity», en Featherstone et alli (eds.),
Global Modernities, Londres, Sage, 1995, pp. 25-44. También es importante el trabajo de Thomas
J. Courchene, «Glocalization: The Regional/International Interface», Canadian Journal of
Regional Science, núm. 18, 1995, pp. 1-20.
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10 Intentos similares de generar híbridos entre lo global y lo local desde una perspectiva más
afín a los estudios culturales, se pueden ver en Rob Wilson y Wimal Dissanayake, Global/Local:
Cultural Production and the Transnational Imaginary, Durham y Londres, Duke University Press,
1996. Los títulos de los capítulos incluyen frases tales como «Tracking the Global/Local» (intro-
ducción editorial), «The Global in the Local» (Arif Dirlik), «Localism, Globalism, and Cultural
Identity» (Mike Featherstone), «Globalism’s Localisms» (Dana Polan) y «Global/Localism in
the American Pacific» (Rob Wilson). Véase también los demás capítulos de Kevin R. Cox (ed.),
Spaces of Globalization, 1997, escrito principalmente desde el punto de vista del geógrafo.
11 El hecho de que, al menos desde las primeras décadas del siglo XX, el mundo en su totali-
dad se estuviera haciendo urbano, y de que toda potencial revolución política o económica
debiera ser considerada como una revolución fundamentalmente urbana, constituye un argumen-
to que Henri Lefebvre postuló en la década de 1960, generando gran confusión y consternación
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Por otra parte, esta jerarquía anidada de escalas, en tanto partes integrales
de la espacialidad humana, no es dada de un modo ingenuo sino que es
construida socialmente, como una parte vital de lo que Henri Lefebvre des-
cribió como la producción de espacios percibidos, concebidos y vividos. Si
bien una escala en particular, como la que ha venido asociada al Estado
nación durante los últimos 200 años, puede reificarse en términos concep-
tuales y adquirir un importante poder en lo que se refiere a sus efectos sobre
la vida cotidiana y sobre el desarrollo geográficamente desigual, ésta es tam-
bién una construcción socio-espacial y, por lo tanto, puede ser modificada
por la acción humana. Es precisamente esta ruptura y reconstrucción de las
escalas espaciales, desde los espacios más íntimos del cuerpo, la vivienda y el
hogar hasta la región metropolitana y el Estado nación territorial, lo que está
tan profundamente implicado en la intensificación contemporánea de la globa-
lización. En este sentido, el neologismo de la glocalización, que parece tan ino-
cente, puede ser considerado como una de las chispas iniciales para repensar
no sólo las relaciones entre lo global y lo local o los debates competitivos acer-
ca de los enfoques internalista y externalista, sino también todo el tejido de
relaciones que definen la espacialidad de la vida social contemporánea y, en
particular, la especificidad espacial del urbanismo. Erik Swyngedouw sinteti-
za su mirada glocal de la política de la escala del siguiente modo:
incluso en sus más cercanos aliados marxistas y urbanistas. Al considerar sus argumentos de
forma retrospectiva, éstos pueden ser vistos como un intento de reafirmar la importancia fun-
damental del urbanismo, más allá de la forma material de las grandes ciudades, en el capita-
lismo industrial (-urbano). Posteriormente, en La producción del espacio (edición original en fran-
cés 1974, en inglés 1991), extendería esta «aproximación urbana» en una reconceptualización
espacial más ambiciosa que atravesaba todas las escalas espaciales, desde la local hasta la glo-
bal. Con el fin de profundizar más en la reconceptualización de la espacialidad llevada a cabo
por Lefebvre, véase Thirdspace (1996) y la breve discusión del capítulo 4 de este libro. Resulta
interesante observar que Erik Swyngedouw, una figura clave en el desarrollo del término «glo-
calización», haya sido uno de los intérpretes más perspicaces de la obra de Lefebvre.
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12 Ivo D. Duchacek et alli (eds.), Perforated Sovereignties and International Relations: Trans-
sovereign Contacts of Subnational Governments, Nueva York, Greenwood Press, 1988; Saskia
Sassen, Losing Control? Sovereignty in an Age of Globalization, Nueva York, Columbia University
Press, 1996 [ed. cast.: ¿Perdiendo el control? La soberanía en la era de la globalización, Barcelona,
Bellaterra, 2001]; Jürgen Habermas, Legitimation Crisis, Boston, Beacon Press, 1973.
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13 Esto aceleró lo que Edward Said denominó «orientalismo» y la bifurcación del mundo en
las «geografías imaginarias» del colonizador hegemónico y los subalternos colonizados, el cen-
tro y la periferia. Aquí también los debates contemporáneos están reconstruyendo y reconsti-
tuyendo este binarismo impuesto en la geografía global del poder.
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15 Tal y como Castells lo ve: «La formación de la Unión Europea [...] no es un proceso de cons-
trucción del Estado federal europeo del futuro, sino la construcción de un cártel político, el cár-
tel de Bruselas, en el que los estados-nación europeos puedan seguir haciéndose, de forma
colectiva, con cierto grado de soberanía en el nuevo desorden global, y luego distribuir los
beneficios entre sus miembros, por medio de reglas que son incesantemente negociadas. Por
este motivo, en lugar del comienzo de la era de la supranacionalidad y de la gobernanza glo-
bal, estamos presenciando la aparición del súper Estado-nación, es decir, de un estado que
expresa, en una geometría variable, los intereses agregados de sus miembros constituyentes».
Manuel Castells, The Power of Identity, volúmen II de The Information Age: Economy, Society and
Culture, Oxford, Reino Unido y Cambridge (Ma.), Blackwell Publishers, 1997, p. 267 [ed. cast.:
El poder de la identidad, volumen II de La era de la información: economía, sociedad y cultura, Siglo
XXI, México DF, 2001, pp. 295-296].
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Tokio, cada una en la cima de una jerarquía anidada de «capitales del capital
global» similares. En muchos sentidos, esta división supranacional triádica de
la economía política global, con su geografía de poder estructurada internamen-
te, está reemplazando a la antigua división internacional del trabajo entre el
Primer, Segundo y Tercer Mundo así como también esa popular metáfora lati-
tudinal de centro-periferia, la división Norte-Sur. Kenichi Ohmae, en su tour de
hombre de negocios por el «mundo sin fronteras», observa en este reordena-
miento global el surgimiento del «Estado regional», un Estado «mayor que un
continente» y que emana de lo que denomina «la Economía Interrelacionada de
la Triada (Estados Unidos, Europa y Japón)».16
Los desarrollos que han tenido lugar entre las escalas de gobierno nacio-
nal y local han sido tan interesantes y controvertidos como los anteriores.
Tal y como hemos descrito anteriormente, la globalización y la reestructura-
ción económica han estado asociadas al resurgimiento de las economías
regionales, tanto en términos del desarrollo endógeno como de la intención
del discurso. Además de este regionalismo económico subnacional, la globa-
lización ha estado acompañada sin embargo del resurgimiento de los regio-
nalismos culturales y políticos subnacionales. La formación de la Unión
Europea, por ejemplo, no sólo ha tenido un efecto supranacional sino que
también ha conducido a lo que se ha descrito como una nueva «Europa de
las Regiones», en la que se ven reafirmadas muchas identidades regionales
antiguas y poderes geopolíticos y económicos que han estado durante mucho
tiempo sumergidos bajo el Estado nacional. Cataluña en España, la Liga
Lombarda en el Norte de Italia, Escocia y Gales en Gran Bretaña, se encuen-
tran entre los ejemplos menos problemáticos de estos movimientos regiona-
listas, al menos por el momento. Mucho más radicales han sido los efectos de
la desintegración de la ex Yugoslavia, haciendo resurgir un término que his-
tóricamente ha constituido una de las más temibles metáforas de la amenaza
a la integridad y a la soberanía territorial del Estado nación: la balcanización.
La balcanización constituye una forma de describir el resurgimiento de
los regionalismos subnacionales en la era de la globalización contemporá-
nea.17 El renovado interés en la teoría y en la práctica del confederalismo, así
16 Kenichi Ohmae, The Borderless World, Nueva York, Harper Business, 1990, pp. x-xi. Una críti-
ca fascinante de Ohmae y otros regionalistas especulativos puede encontrarse en Christopher
L. Connery, «The Oceanic Feeling and the Regional Imaginary», en Wilson y Dissanayake
(eds.), Global/Local.
17 El término balcanización también está comenzando a ser utilizado para hacer referencia a
la fragmentación política de la postmetrópolis. En la postmetrópolis de Los Ángeles que ya
está profundamente fragmentada hay, por ejemplo, nuevos o revividos movimientos secesio-
nistas en el valle de San Fernando, la zona portuaria de San Pedro, la zona oeste y otros luga-
res. Su objetivo es independizarse de la ciudad de Los Ángeles.
Cosmópolis. La globalización del espacio urbano 299
como su nuevo ímpetu, han tenido implicaciones mucho más leves para el
Estado nación. En los escritos de los pensadores anarquistas (y regionalistas)
de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, como Proudhon y
Kropotkin, el confederalismo constituía un modo de subvertir todas las for-
mas de autoridad centralizadas y, especialmente, el Estado nación tal y
como se estaba desarrollando en aquella época. En la actualidad, el confede-
ralismo lleva consigo una versión más moderada de este excesivo antiesta-
tismo, construido en torno a lo que puede ser descrito como un movimien-
to a favor de la descentralización territorial del poder y de la autoridad, y a su
recentralización en escalas más locales o regionales. Lejos de la balcanización,
que también formaba parte de la agenda de los anarquistas del siglo XIX, la
descentralización o la delegación se ha convertido en otro de los lemas obli-
gados en las actuales discusiones acerca de la decadencia del poder del
Estado nación. En su mayor parte, sin embargo, esta descentralización hacia
abajo, muy similar a la descentralización hacia arriba que hemos discutido
en relación con la Unión Europea, sigue estando ligada al propio Estado
nación. A ello se debe que pueda ser interpretada tanto como una extensión
táctica de un Estado aún centralizado que como una importante reestructu-
ración y debilitamiento del poder político subnacional del Estado —o, tal
vez, como ambas.
Vinculados a estas discusiones acerca de la descentralización y la recen-
tralización, del confederalismo y la balcanización, del resurgimiento del
regionalismo y la reafirmación de lo local y de la zonificación triádica del
poder geopolítico y económico, existe una serie de términos nuevos, que tra-
tan de describir lo que los estudiosos de la globalización especulan que
podría estar surgiendo en los espacios intermedios entre el Estado nacional
y lo local. Entre los más interesantes, especialmente a fin de comprender el
alcance y la escala del poder político y económico postmetropolitano, se
encuentran aquellos que, de un modo u otro, señalan la resurrección de la
ciudad-estado. Ricardo Petrella, por ejemplo, habla de las «ciudades-estado
mundiales» conectadas a través de la reencarnación de una «Nueva Liga
Hanseática».18 Una página de internet (http://www.citistates.com), creada
por consultores empresariales, celebra el surgimiento de aquello que deno-
minan «ciudades-estado» («el centro del modo en que nuestro mundo se
organiza en la actualidad»). Mirando hacia adelante, más que hacia atrás en
el tiempo, estas entidades subnacionales pueden ser descritas como estados
ciudades-región (globalizados) con el propósito de enfatizar su renaciente
18 Ricardo Petrella, «World City-States of the Future», New Perspectives Quarterly, núm. 8, 1991,
pp. 59-64; y «Techno-Appartheid for a Global Underclass», Los Angeles Times, 6 de agosto de
1992.
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La nueva economía cultural global debe ser considerada como un orden com-
plejo, coincidente y disyuntivo que ya no puede comprenderse en términos
de los modelos centro-periferia existentes (incluso de aquellos que pueden
llegar a dar cuenta de múltiples centros y periferias). Tampoco es susceptible
de ser entendida a través de simples modelos de push and pull (como en los
términos de la teoría de la inmigración), o de excedentes y déficit (como en
los modelos tradicionales de balance de pagos), o de consumidores y produc-
tores (como en la gran mayoría de las teorías del desarrollo neo-marxistas).
Incluso las teorías de desarrollo global más complejas y flexibles que surgie-
ron de la tradición marxista son inadecuadamente extravagantes y han fra-
casado en aceptar [...] el capitalismo desorganizado. La complejidad de la
economía global actual se encuentra vinculada a ciertas disyunciones fun-
damentales entre la economía, la cultura y la política que tan solo ahora
estamos comenzado a teorizar. (Appadurai, 1996: 32-33)
20 Véase, por ejemplo, el comentario de Michael Storper acerca de la realidad de las imágenes
construidas en los mundos regionales de producción, capítulo 6, p. 178.
21 En relación con el trabajo de Benedict Anderson, véase, Imagined Communities: Reflections on
the Origins and Spread of Nationalism, Londres, Verso, 1983.
Cosmópolis. La globalización del espacio urbano 303
como a los estilos de moda internacional» (1996: 33). Los paisajes étnicos
[ethnoscapes], su centro de atención, son modelados por flujos globales de
personas (turistas, inmigrantes, refugiados, exiliados, trabajadores extranje-
ros con contratos temporales y otros «grupos en movimiento»), que ahora se
han intensificado con una escala y un alcance sin precedentes, tanto en tér-
minos materiales como en el imaginario global. Los paisajes tecnológicos
[technoscapes] son configuraciones globales fluidas de alta y baja tecnolo-
gía, tecnología mecánica e informática, que están siendo modelados y
remodelados a una velocidad sin precedentes mientras que la tecnología
se mueve a través de fronteras, hasta el momento, impermeables. Los pai-
sajes financieros [finanscapes] se concentran alrededor del paisaje del capi-
tal global, ahora más «misterioso, rápido y difícil de seguir», donde la
«megaeconomía [megamonies] se mueve a través de las batidoras naciona-
les a una velocidad enceguecedora».
En una «difracción» aún mayor de las relaciones profundamente disyunti-
vas entre estos tres primeros scapes podemos encontrar dos esferas de creacion
de imágenes. Los paisajes mediáticos [mediascapes], basados en «versiones de
fragmentos de la realidad centradas en imágenes y basadas en relatos» dise-
minadas electrónicamente a través de periódicos, revistas, canales de televi-
sión, estudios de filmación y otros medios de comunicación globalizados,
proveen de «extensos y complejos repertorios de imágenes, narraciones y
paisajes étnicos [ethnoscapes] a observadores a lo largo de todo el planeta, en
los cuales el mundo de las mercancías y el mundo de las noticias y la políti-
ca se encuentran profundamente entremezclados». Los paisajes ideológicos
[ideoscapes], que también constituyen concatenaciones de imágenes, son más
directamente políticos dado que están vinculados a «las ideologías de los
Estados y a las ideologías contrarias de los movimientos explícitamente diri-
gidos a tomar el poder del Estado o una parte del mismo». En el paisaje ideo-
lógico, el «término principal» democracia y la «narración principal de la
Ilustración» euro-americana juegan un papel especialmente importante, refle-
jando la reinserción del discurso de la globalización en los debates neohis-
tóricos sobre la modernidad y la postmodernidad (así como también en las
discusiones estrechamente relacionadas de la democracia, la justicia y los
derechos ciudadanos) que Appadurai lleva a cabo.
La «antropología transnacional» de los scapes y de los flujos desarrollada
por Appadurai, junto con el trabajo de otros críticos culturales como Homi
Bhabha, Edward Said y Gayatri Spivak, refleja la entrada de una potente
perspectiva cultural postcolonial en el discurso general sobre la globalización.
Se trata de una perspectiva que hace más hincapié en la heterogeneidad dis-
ruptiva y plagada de conflictos de este desordenado mundo postmoderno
que en los efectos homogeneizadores de la interdependencia y la conciencia
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22 El trabajo de Peter Smith ha contribuido de manera importante a los estudios críticos del
transnacionalismo en contextos urbanos y regionales, así como específicamente también en
relación con California. Véase, Smith y Guarnido (eds.), Transnationalism from Below, New
Brunswick (NJ), Transaction Publishers, 1998; M. P. Smith, «Can You Imagine? Transnational
Migration and the Globalization of Grassroots Politics», Social Text, núm. 39, 1994, pp. 15-33; y
«Postmodernism, Urban Ethnography, and the New Social Space of Ethnic Identity», Theory
and Society, núm. 21, 1992, pp. 493-531.
23 Homi Bhabha, «The Third Space», en J. Rutherford (ed.), Identity, Community, Culture,
Difference, Londres, Lawrence and Wishart, 1991, p. 211. Véase, también, su obra Location of
Culture, Nueva York y Londres, Routledge, 1994. La hibridación de Bhabha también es discu-
tida en Thirdspace, 1996, pp. 139-144.
24 El ensayo del cual han sido tomadas estas citas aparece en M. Featherstone, S. Lash y R.
Robertson (eds.), Global Modernities, 1995, pp. 56-57.
Cosmópolis. La globalización del espacio urbano 305
25 Volume I, The Rise of Network Society (1996), volume II, The Power of Identity (1997), volume
III, End of Millennium (1998), Oxford, Reino Unido y Cambridge (Ma.), Blackwell Publishers
[ed. cast.: Volumen 1, La sociedad red, Volumen 2, El poder de la identidad y, Volumen 3, Fin de
milenio, trad. por J. Muls de Liarás y J. Liarás García, Siglo XXI, México D. F., 2001].
26 Proceso de producción en la industria de semiconductores que permite la manufactura indi-
vidualizada de los elementos de un transistor al tiempo que su conexión sobre un plano, cons-
tituye la base de la producción de los circuitos integrados. [N. del E.]
Cosmópolis. La globalización del espacio urbano 307
29 Véase la discusión acerca de «la teoría social del espacio y la teoría del espacio de flujos» en
The Rise of the Network Society, 1996, pp. 410-418.
310 Postmetrópolis
El creciente poder del neoliberalismo puede ser visto en todas las escalas de
la gubernamentalidad territorial, pero sus efectos sobre la política y las polí-
ticas nacionales han sido sumamente complejos y confusos. En el caso de
Estados Unidos ha generado profundas divisiones dentro de los partidos
demócrata y republicano y ha tornado borrosas muchas de las distinciones
entre ellos, abriendo un espacio político para una nueva política híbrida,
cultivando el terreno medio entre los demócratas y los republicanos, la
izquierda y la derecha, quienes están a favor de los negocios y quienes apo-
yan a los trabajadores, los conservadores y los radicales, y muchas otras
oposiciones políticas tradicionales. Si bien en Estados Unidos siempre exis-
tió este terreno medio, en la actualidad parece haberse hecho más grande y
poderoso. Sus efectos de confusión son más evidentes y su impulso ideoló-
gico se ha vuelto más explícitamente globalista antes que puramente domés-
tico. Efectivamente, incluso las diferencias entre promover lo nacional en
tanto opuesto a los intereses globales se han vuelto cada vez más borrosas
en esta hibridación neoliberal. Todo esto ha tenido el efecto particular de
abrir un nuevo tipo de política «centrista», más allá de la polaridad izquier-
da-derecha, aparentemente amorfa, ambigua, difícil de definir pero intrínse-
camente globalizada y, tal vez, también característicamente postmoderna.
Esta asociación del neoliberalismo con la política postmoderna ha lleva-
do a muchos partidarios de la izquierda a cerrar la posibilidad de desarro-
llar un postmodernismo más progresista o radical. Si el neoliberalismo cons-
tituye la política postmoderna, tal y como se suele pensar, entonces sin lugar
a dudas debe ser objeto de resistencia.30 Semejante cierre ha generado una
creciente reacción adversa hacia las nuevas perspectivas políticas culturales,
las teorías postestructuralistas y gran parte de la bibliografía feminista y
postcolonial que trata cuestiones tales como la identidad, la representación,
la otredad y la hibridación, y que también han estado muy asociadas al post-
modernismo crítico.31 Cualquiera que sea la postura que se adopte en rela-
ción con estos vínculos se puede establecer, de todos modos, una sólida
defensa acerca de que el «centro» del espectro político actual está siendo
reconfigurado de forma significativa, y que las luchas en torno a las trayec-
torias que probablemente tomará este centro reconstituido serán, a lo largo
del siglo XXI, de suma importancia para todas las escalas geográficas, desde
32 Anthony Giddens, Beyond Left and Right: The Future of Radical Politics, Stanford, Stanford
University Press, 1994 [ed. cast.: Más allá de la izquierda y la derecha, Madrid, Cátedra, 1996]; y
The Third Way: The Renewal of Social Democracy, Oxford, Reino Unido y Malden (Ma.), Blackwell
Publishers, 1998 [ed. cast.: La tercera vía, Madrid, Taurus, 1999].
Cosmópolis. La globalización del espacio urbano 313
33 Friedmann era el presidente de un comité de corta duración sobre estudios urbanos com-
parados para el Social Science Research Council de Nueva York a principios de la década de
1970. Coincidí por primera vez con John en aquel tiempo, cuando estaba dando clases en el
Departamento de Geografía de la Northwestern University. Fue su invitación la que dio lugar
a mi nombramiento en el Programa de Planificación Urbana de la UCLA de 1972.
34 El propio Friedmann fue una importante figura en la traducción de la teoría del subdesarrollo y
la dependencia a la teoría y la práctica del urbanismo. También es interesante prestar atención a
que uno de los principales teóricos del subdesarrollo, Andre Gunder Frank, fue compañero de estu-
dios de Friedmann en la Universidad de Chicago a principios de los años cincuenta.
35 Véase, por ejemplo, Robert Ross y Kent Trache, «Global Cities and Global Classes: The
Peripheralization of Labor in New York City» [Ciudades globales y clases globales: la perifer-
alización del trabajo en la ciudad de Nueva York], Review, núm. 6 (3), 1983, pp. 393-431. Review
es una revista publicada por el centro de Binghamton en la State University de Nueva York en
Binghamton. Véase también John Walton, «The International Economy and Peripheral
Urbanization», en Norman y Susan Fainstein (eds.), Urban Policy under Capitalism, Beverly
Hills, Sage, 1982, pp. 119-135.
316 Postmetrópolis
36 Goetz Wolff se uniría al presente autor y a su entonces colega, Rebecca Morales, en un proyecto
generado por una coalición laboral organizada con el fin de luchar contra la multiplicación del cierre
de plantas en el viejo corazón industrial de Los Ángeles, en lo que en aquel tiempo era una de las
economías regionales más dinámicas del mundo en la generación de empleos. Para un estudio de
nuestro intento de dar tanto sentido práctico como político a las paradójicas dinámicas de desindus-
trialización y reindustrialización, véase Edward Soja, Rebecca Morales y Goetz Wolff, «Urban
Restructuring: An Analysis of Social and Spatial Change in Los Angeles» [Reestructuración urbana:
un análisis del cambio social y espacial en Los Ángeles], Economic Geography, núm. 59, 1983, pp. 195-
230. En torno al mismo tiempo, Allen Scott empezó su proyecto de larga duración sobre la reestruc-
turación industrial en Los Ángeles. Véase su serie de tres partes sobre «Industrial Organization and
the Logic of Intra-Metropolitan Location» [Organización industrial y la lógica de la localización
intra-metropolitana], publicada en Economic Geography, «I: Theoretical Considerations» [I:
Consideraciones teóricas], 1983, pp. 233-50; «II: A Case Study of the Printed Circuits Industry in the
Greater Los Angeles Region» [II: un estudio de la industria de los chips electrónicos en la gran región
de Los Ángeles], 1983, pp. 343-67; y «III: A Case Study of the Women’s Dress Industry in Greater Los
Angeles Region» [III: un estudio sobre la industria de la ropa de mujer en la gran región de Los
Ángeles] (1983, pp. 3-27). Michael Storper también se uniría a la facultad de urbanismo de la UCLA
por aquel tiempo y realizaría sus propias consideraciones sobre la reestructuración de Los Ángeles.
Véase Michael Storper y Susan Christopherson, «Flexible Specialization and Regional Industrial
Agglomerations: The Case of the US Motion Picture Industry», [Especialización flexible y aglomera-
ciones industriales regionales: un estudio sobre la industria del cine estadounidense], Annals of the
Asssociation of American Geographers, núm. 77, 1987, pp. 104-17.
Cosmópolis. La globalización del espacio urbano 317
Saskia Sassen, The global city, 1991, pp. 3-4 [ed. cast.: La ciudad global. Nueva York,
Londres, Tokio, Buenos Aires, Eudeba, 1999, p. 30]
Estos procesos [de reestructuración] pueden ser vistos como modos diferen-
tes de organización económica y sus correspondientes usos del espacio: la
ciudad postindustrial, de lujosos rascacielos de oficinas y edificios residencia-
les, localizados generalmente en Manhattan; la vieja y moribunda ciudad
industrial de edificios de rentas bajas y casas familiares, localizados general-
mente en los distritos exteriores, y la ciudad del Tercer Mundo, importada vía
inmigración y localizada en las densas agrupaciones desparramadas por toda
la ciudad [...] Cada uno de estos tres procesos parecen contener distintas
estructuras ocupacionales de ingresos y modelos concomitantes residenciales
y de consumo, firmemente capturados en la expansión de una nueva alta bur-
guesía urbana siguiendo la expansión de las comunidades inmigrantes.38
38 Saskia Sassen, «New York City’s Informal Economy», documento preparado para el Social
Science Research Council Committee sobre la ciudad de Nueva York, 1988, p. 1; citado en
Manuel Castells, The Informational City, 1989, p. 215 [ed. cast.: p. 306].
Cosmópolis. La globalización del espacio urbano 321
39 En el original «vanity of the bonFIRES» juego de palabras con el título The Bonfire of the
Vanities [La hoguera de las vanidades] de Tom Wolfe, 1987, y el nombre del sector FIRE que
forma parte de la palabra hoguera, en inglés. [N. del E.]
40 Mi obra sobre la amarga alegoría de Tom Wolfe acerca de la condición urbana de la ciudad
de Nueva York apareció originalmente en «Poles Apart: Urban Restructuring in New York and
322 Postmetrópolis
Los Angeles» [Polos opuestos. Reestructuración urbana en Nueva York y Los Ángeles], un
trabajo presentado al Dual City Working Group of the Social Science Research Committee
de la ciudad de Nueva York. El trabajo fue publicado posteriormente eliminando la referen-
cia a «la vanidad de las hogueras» a petición de los editores, en John H. Mollenkopf y Manuel
Castells (eds.), Dual City: Restructuring New York, Nueva York, Russell Sage Foundation, 1991,
pp. 361-76. Los editores introducían a la ciudad de Nueva York como «el laboratorio social
para la Nueva Sociedad» y afirmaban que «al igual que Chicago fue central para la industria-
lización urbana del siglo XIX, y los fundadores de la ciencia social moderna la estudiaron para
comprender estos procesos, Nueva York puede ser vista como central para comprender la
transformación postindustrial del siglo XX tardío», 1991, p. 5.
41 Para un mejor conocimiento de estos estudios comparados, véase Susan Fainstein, The City
Builders: Property, Politics, and Planning in London and New York, Oxford, Reino Unido, y
Cambridge, Massachusetts, Blackwell, 1994; y Susan Fainstein, Ian Gordon y Michael Harloe
(eds.), Divided Cities: Economic Restructuring and Social Change in London and New York, Oxford,
Reino Unido y Cambridge (Ma.), Blackwell, 1992.
42 Véase Neal Smith, «New City, New Frontier: The Lower East Side as Wild West», en Michael
Sorkin (ed.), Variations on a Theme Park: The New American City and the End of Public Space, Nueva
York, Hill y Wang, 1992, pp. 61-93, [Variaciones sobre un parque temático: La nueva ciudad ameri-
cana y el fin del espacio público, trad. de Maurici Pla Serra, Barcalona Gustavo Gili, 2004]; «After
Tompkins Square Park: Degentrification and the Revanchist City» en Anthony King (ed.), Re-
Presenting the City: Ethnicity, Capital and Culture in the twenty-first Century Metropolis, Londres,
Macmillan, 1996, pp. 93-107; «The Satanic Geographies of Globalization: Uneven Development
in the 1990s», Public Culture, 1997, pp. 10-11 y pp. 169-89; y New Urban Frontier: Gentrification
and the Revanchist City, Nueva York y Londres, Routledge, 1996.
43 Sharon Zukin, Landscapes of Power, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1991.
Cosmópolis. La globalización del espacio urbano 323
44 Saskia Sassen, Losing Control? Sovereignty in an Age of Globalization, Nueva York, Columbia
University Press, 1996 [ed. cast: ¿Perdiendo el control?: la soberanía en la era de la globalización,
Barcelona, Bellaterra, 2001]; y «Whose City Is It? Globalization and the Formation of New
Claims», Public Culture, núm. 8, 1996, pp. 205-223.
45 Una de las mejores críticas a las teorías de la gentrificación desde una perspectiva centrada
en Los Ángeles, orientada por la multitud de definiciones diferentes de la «Comunidad West
Adams», puede encontrarse en Sylvia Sensiper, The Geographic Imaginary: An Anthropological
Investigation of Gentrification, tesis doctoral inédita de la Urban Planning de la UCLA, 1994.
Véase también Allan David Heskin, The Struggle for Community, Boulder, Colorado, Westview
Press, 1991, un estudio revelador sobre una cooperativa de vivienda de renta baja, multi-étni-
ca y de patrimonio limitado que podemos describir casi como un ejemplo oximorónico de gen-
trificación por parte de los pobres.
324 Postmetrópolis
46 Para un interesante estudio del sector de la banca comercial en Los Ángeles, véase Jane S.
Pollard, Industry Change and Labor Segmentation: The Banking Industry in Los Angeles, 1970-1990,
tesis doctoral inédita, Urban Planning, UCLA, 1995; reimpreso por Ann Arbor, University
Mocrofilms International, 1995.
47 Véase A. Markusen, P. Hall, S. Campbell, y S. Dietrick (eds.), The Rise of the Gunbelt, Nueva
York, Oxford University Press, 1991.
48 Para un excelente estudio sobre las industrias de moda en Los Ángeles y sus efectos
regionales multiplicadores, véase Harvey Moloch, «L.A. as Design Product: How Art Works in
a Regional Economy», en Scott y Soja (eds.), The City, 1996, pp. 225-275.
Cosmópolis. La globalización del espacio urbano 325
[H]ay una nueva forma de dualismo urbano en auge, una forma conectada específica-
mente al proceso de reestructuración y expansión de la economía informal. Tiene que
ver, sobre todo, con los procesos simultáneos de crecimiento y declive de industrias y
empresas, procesos que se dan con mayor intensidad en los puntos nodales de la geo-
grafía económica, especialmente en las grandes áreas metropolitanas donde se concen-
tran la mayor parte de las actividades intensivas en conocimiento [...] La transición de
procesos de producción industrial a informacional coincide con el ascenso de la produc-
ción flexible [...] con las relaciones capital-trabajo desinstitucionalizadas [...] [y] un decli-
ve general de la fuerza de trabajo tradicional [...] La nueva ciudad dual puede verse a su
vez como la expresión urbana del proceso creciente de diferenciación de la fuerza de tra-
bajo en dos sectores igualmente dinámicos dentro de la economía: la economía formal
basada en la información y la economía informal basada en fuerza de trabajo descuali-
ficada [...] La economía y la sociedad se vuelven funcionalmente articuladas aunque
organizativa y socialmente segmentadas. (Castells, 1989: 224-226; ed. cast.: 317-319)
El universo social de estos mundos diversos se caracteriza a su vez por una expo-
sición diferencial a flujos de información y modelos de comunicación. El espacio
del nivel superior está generalmente conectado a la comunicación global y a
amplias redes de intercambio, abiertas a mensajes y experiencias que incluyen al
mundo entero. En el otro extremo del espectro, redes locales segmentadas, a
menudo de base étnica, se basan en su identidad como el recurso más valioso a fin
de defender sus intereses y, en último término, su existencia. Así, la segregación
del espacio en un caso (para la gran élite social) no conduce a la reclusión, excep-
to en cuanto a la comunicación con otros componentes del área urbana comparti-
da; mientras la segregación y segmentación para comunidades defensivas de
Cosmópolis. La globalización del espacio urbano 327
Cualquiera que sea la metáfora que usemos para describir la metrópolis sin
límites —la región metropolitana polinuclear, la región urbana policéntrica,
la nueva tecno-ciudad, post-suburbia, la metrópolis galáctica, la sin-ciudad,
la forma urbana postmoderna, la ciudad-estado— la nueva forma urbana está
«marcada por una fragmentación inimaginable hasta el momento; mediante
inmensas distancias entre sus ciudadanos, literales, económicas, culturales,
sociales y políticas; y mediante novedosos problemas de planificación, que
están creciendo en importancia y que podrían requerir cambios en el modo
en que pensamos la planificación urbana en sí misma» (Bloch, 1994: 225). Yo
sugiero otra metáfora para la metrópolis sin límites: la cosmópolis. Esta metá-
fora marca tanto la continuidad como la discontinuidad con la metrópolis [...]
La cosmópolis también expresa el carácter global de la metrópolis sin límites
[...] que sigue siendo una polis, aunque una polis fragmentada, de crecimien-
to descontrolado y global. (Isin, 1996a: 123)51
51 La referencia en esta cita es de Robin Bloch, The Metropolis Inverted: The Rise and Shift to the
Periphery and the Remaking of the Contemporary City, tesis doctoral inédita, Urban Planning: UCLA,
1994. Ésta es indicativa de una creciente línea de intercambio entre estudiosos de Toronto y Los
Ángeles. La tesis de Bloch se escribió bajo la supervisión de Michael Storper y John Friedmann, con
el consejo adicional del presente autor, Allen Scott y otro profesor de la UCLA.
52 El título original iba a ser Rights to the City: Cityzenship, Democracy, and Cities in a Global Age,
tras una conferencia internacional organizada por Engin Isin y otros en la York University de
Toronto en junio de 1998.
Cosmópolis. La globalización del espacio urbano 331
53 Raymond Rocco, «Associational Rights Claims, Civil Society and Place», en Engin Isin (ed.),
Politics in the Global City: Rights, Democracy and Place, Londres, Routledge, de próxima publi-
cación. Véase también de Rocco, «The Formation of Latino Citizenship in Southeast Los
Angeles», Citizenship Studies, núm. 3, 1999, pp. 95-112; y «Latino Los Angeles: Reframing
Boundaries/Borders», en Scott y Soja (eds.), The City, 1996, pp. 35-89. La referencia a Putnam
en la siguiente frase está en R. D. Putnam, Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern
Italy, Princeton, Nueva Jersey, Princeton University Press, 1993.