Está en la página 1de 2

LAS MISTERIOSAS AGUAS DE LA LAGUNA FIERRO

Cada año, el espíritu vengativo del general revolucionario cobra la vida de incautos que
terminan en el fondo del agua

El General Rodolfo Fierro fue de los únicos hombres que osó traicionar al General Francisco Villa,
sin embargo pagó caro su atrevimiento, con su vida y aún con su muerte sigue penando en los
alrededores de la Laguna Fierro en Nuevo Casas Grandes, donde toma las vidas de quien se distrae
para abonar a su eterna deuda con el caudillo revolucionario.

Cuando la amistad y la lealtad son superadas por la ambición, el resultado de la traición es la


maldición. Esta es la historia de un hombre que murió así, un hombre que despertó profundos
sentimientos en el inigualable General Villa su franca amistad, pero también su ferviente
desprecio.

Rodolfo Fierro fue un ferrocarrilero, hombre valiente y entregado que se unió a las fuerzas de la
Revolución en 1913, al conocer al General Villa. Ingresó a la bola como todos poniendo a la
disposición del General su pistola, su caballo y su vida. Su valentía y arrojo le ganó uno de los más
cotizados reconocimientos: la amistad del Centauro del Norte.

Fierro tenía el espíritu indomable y apasionado, fuerte y decidido, no le tenía miedo a la muerte, ni
a la propia ni a la de aquellos que ultimaba en batalla, muchos de los enemigos del General Villa
conocieron su fin por la pistola de su leal amigo Rodolfo.

Rodolfo llegó a ser General y acompañar al Centauro en sus más fieras campañas; a sentarse a su
lado en sus más hirientes derrotas. Pero toda amistad tiene pruebas y quebrantos, el hombre que
arrojado lanzó su caballo sobre un tren que no se podía detener por el fuego constante de sus
ocupantes, arriesgando su vida, saltó del potro bayo para dar muerte a quien le disparaba y
permitir la toma del tren, todo porque "Mi General Villa lo manda".

Pero la ambición duerme a la sombra de la valentía, en el año de 1915 metió la cola el Diablo en la
campaña de la División del Norte para el mal de Fierro; fue derrotado en Guadalajara junto con
Calixto Contreras y Julián Medina. Furioso y temperamental, anegado de pasiones, asesinó a
traición al General de Brigada Benjamín L. Camacho; en la Batalla de León intentó, sin consultar a
su superior, tomar el Cerro de la Cruz y sacrificó a muchos de "Dorados". Pancho Villa, furioso,
mandó aprehenderlo y fusilarlo; ya su alma estaba perdida.

Pero afrontó su destino hasta mediados de octubre, pues en la mala madrugada del 10 de ese
mes, mientras las filas del Centauro se batían en retirada, reunió a sus pocos hombres de
confianza, cargaron mulas con oro del campamento y salió a perderse con los frutos de la
revolución.
Al enterarse de la traición, el General Villa le dio persecución hasta casi alcanzarlo al clarear el alba
del 13 de octubre de 1915, muy cerca de Casas Grandes, una gran Laguna cerraba su paso y daba
la ventaja al General Villa de atraparlo. Sus hombres sugirieron rendirse y pedir piedad, y hubo
quien dijo que mejor una bala en la boca, pero Fierro no se detendría, no sabía lo que era esa
palabra... Él no sabía parar.

Con la sangre al galope espoleó el caballo con la misma fiereza que le diera la amistad del
Centauro y con las riendas de las mulas en la mano se lanzó a cruzar la laguna para ganarle tiempo
a su perseguidor.

A media laguna era seguro que no pasarían, pero Fierro ya tenía la suerte echada, sus hombres lo
abandonaron para salvar la vida; las mulas no podían más, pero Fierro no las soltó, desmontó del
caballo para nadar con las bestias; en la revuelta perdió la vida yéndose al fondo junto con las
bestias y el oro de Villa.

El Centauro perdió... perdió mucho esa mañana, dos mulas de oro, a un buen amigo, y toda la
oportunidad de su venganza le fue arrebatada. El caudillo lloró de rabia y maldijo con toda su alma
a aquel traidor que se iba impune; su ira lo alcanzó antes de ahogarse y quedó maldita la laguna, la
hoy Laguna Fierro de Nuevo Casas Grandes.

La gente sigue pagando las deudas de Rodolfo Fierro, sus deudas con el Centauro implacable, el
General Francisco Villa. Cuando las aguas crecen y sus días fúnebres se acercan, la muerte acecha
en la laguna; son ya muchos los que son atraídos al fondo con su temeridad, sin que puedan
rescatarse sus cuerpos como aquel oro maldito que aún duerme en el fondo de esas aguas
misteriosas.

Años tras año, las cifras de decesos por ahogamiento en la Laguna Fierro llaman la atención de las
autoridades, que cada año implementan nuevos programas para vencer la maldición, pero sin
explicación aparente cuando el verano termina y las crecidas llegan; hay vidas que lamentar, al
igual que en Semana Santa, al centro de la laguna, inexplicables sucesos refrescan la memoria de
los habitantes de la región, que saben en el fondo qué fue lo que pasó.

También podría gustarte