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Origen y formación
Durante esta primera etapa de su vida de éxitos religiosos y universitarios, Lutero esconde
una gran angustia existencial. Entre 1505 y 1515 no le preocupan los abusos de la Iglesia
Católica, sino la salvación de su propia alma. Formado en las desesperanzadoras enseñanzas
del occamismo y convencido de la naturaleza pecadora del hombre, Lutero acabó
encontrando la solución en la sola fide, esto es, llegó a la conclusión de que Dios no juzga a
los hombres teniendo en cuenta las obras buenas y las malas, sino que le justifica y salva si
tiene fe.
La Santa Sede recaudaba ingresos gracias a la venta de “indulgencias”, bulas que aseguraban
la remisión de parte de las penas del purgatorio. Indignado por la predicación de un dominico
que había ido a vender indulgencias a Sajonia, para recaudar dinero para financiar la
construcción de la Basílica de San Pedro en Roma, el 1 de noviembre de 1517 fijó en la
puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg un documento en latín que contenía 95 tesis,
que denunciaban la ineficacia de las indulgencias, ya que solo Dios -y no el papa- podía
perdonar las penas del purgatorio, y los intereses económicos que escondía este tráfico.
Las 95 tesis fueron traducidas al alemán e impresas. Se difundieron muy rápidamente por
Alemania y por toda Europa. Entre 1518 y 1520, hubo diversas disputas entre los
representantes papales (fundamentalmente dominicos) y el propio Lutero. Las posturas se
fueron radicalizando y Lutero terminó afirmando su pensamiento teológico:
Durante los años de las disputas, Lutero contó con el apoyo de algunos humanistas (como
Ulrich Von Hutten y Philipp Melanchthon), estudiantes de Wittenberg y Erfurt, ciudades
como Nüremberg o Constanza, y la pequeña nobleza renana. Dichos apoyos le permitieron
difundir sus ideas con rapidez.
El Papado de Roma, en el que defendía que el papa no tenía ninguna autoridad divina
y que estaba sometido, al igual que los demás fieles, a la Palabra.
A la nobleza cristiana de la nación alemana, en el que definió la doctrina del
sacerdocio universal y afirmó la posibilidad de todos los hombres de leer e interpretar
libremente las Escrituras.
De la libertad cristiana y la cautividad babilónica de la Iglesia, tratado en el que
criticó el uso de los sacramentos como medio para el refuerzo de la autoridad
sacerdotal, la validez de solo el bautismo y la comunión, y la teoría escolástica de la
transustanciación.
La exposición del pensamiento de Lutero motivó la represión de la Sede Apostólica, que por
medio de las bulas Exurge Domine y Decet Romanum Pontificem, condenó las ideas del
teólogo alemán y terminó excomulgándole a él y a sus partidarios.
A principios de 1521, Carlos V ordenó a Lutero comparecer ante la Dieta de Worms. En ella,
el agustino reafirmó todo su pensamiento y se marchó de Worms. Poco después, el emperador
publicó el Edicto de Worms (25-5-1521), declarando a Lutero prófugo y hereje, y
prohibiendo sus obras.
Lutero fue protegido por Federico de Sajonia, siendo escondido en el castillo de Wartburg.
Allí se dedicó a traducir al alemán la versión de Erasmo del Nuevo Testamento.
Entre 1524 y 1525, Lutero rompió con los humanistas. La convergencia inicial (basada en la
primacía de las Escrituras, el desdén por los ritos y las devociones tradicionales, y la
hostilidad por determinadas órdenes religiosas) dio paso a serias divergencias doctrinales.
Frente a los humanistas, que creían en la bondad natural del hombre, en el valor de las obras
y en la posibilidad de cooperar con la obra divina, Lutero afirmó la impotencia del hombre
pecador y la independencia de la salvación respecto a las buenas obras. Erasmo publicó en
1524 De libero arbitrio, defendiendo la libertad del hombre en oposición a la predestinación
y el valor de las obras. Y Lutero le respondió brutalmente en 1525, con la publicación de De
servo arbitrio, afirmando la relación de dependencia entre gracia divina de la fe y la salvación
del hombre.
Durante los años siguientes, la Reforma se extendió por Alemania (Sajonia, Hesse, Baviera,
Baden-Wurtemberg, Brandenburgo) y llegó al reino de Suecia de la mano del rey Gustavo I
Vasa. Para favorecer la organización de las nuevas comunidades, Lutero encomendó a las
autoridades políticas la formación de las iglesias locales, la elección de los pastores y su
vigilancia, y la organización de los ritos litúrgicos. Los príncipes y los gobernantes de las
ciudades imperiales se apresuraron a implantar la reforma, pero más que por fervor religioso,
por intereses económicos, ya que se apropiaron de los bienes de la Iglesia católica.
Carlos V intentó frenar la expansión evangélica en la Dieta de Spira (1529), pero la minoría
luterana “protestó” contra las intenciones imperiales, hecho que generalizó la denominación
de “protestantes”. La actitud de Carlos V les llevó a la constitución de la Liga de
Schmalkalden.
Las guerras contra turcos y franceses impidieron al emperador ejecutar sus planes en
Alemania. A finales de 1545, los protestantes fueron convocados al Concilio de Trento, pero
se negaron a asistir. Poco después, el 28 de febrero de 1546 murió Lutero en Eisleben. La
guerra contra la Liga de Schamalkalden se resolvió con la victoria imperial de Mühlberg en
1547. Carlos V impuso el Interim de Augsburgo, ordenando la tolerancia a los protestantes
y la restauración del culto católico en todo el Imperio. No obstante, los príncipes se resistieron
y estalló de nuevo la guerra. La situación alcanzó una solución definitiva en 1555 con la
firma de la Paz de Augsburgo, que reconoció el principio “cuius regio eius religio”.
Pensamiento político
Lutero se preocupó por definir el comportamiento del cristiano en su vida temporal, tocando
temas como la familia, el trabajo, la economía, las ciencias, las artes o la política. En general,
creía que la fe del cristiano debía hacerse explícita en las obras de la vida civil, y que el
cristiano debía realizar su trabajo para servir al prójimo y glorificar a Dios.
La base de su pensamiento político se encuentra en la doctrina de los dos reinos y de los dos
regímenes, siendo “reino” un tipo de sociedad y “régimen” un tipo de gobierno. Partiendo de
las ideas de San Agustín, Lutero piensa que los hombres se agrupan en dos tipos de sociedad:
la de los cristianos verdaderos y la de los no cristianos. El reino espiritual, al que el hombre
pertenece para asegurar la salvación del alma, está gobernado por Cristo, sus normas son la
ley de Dios (el derecho divino), que es comunicado por la Palabra. Los ministros de este
reino tienen únicamente la misión de evangelizar (pero no tienen autoridad, porque todos los
cristianos son sacerdotes).
El hombre, además, tiene una vida natural en la sociedad temporal, sometida a una autoridad
civil, que tiene como función utilizar la “espada” para evitar las maldades. El poder político
es, por tanto, una institución de origen divino cuya misión es evitar y reprimir la maldad del
hombre para hacer posible la vida en sociedad. De esta forma, obedecer al poder civil es
obedecer a Dios. Los dos regímenes, la Palabra y la espada, son los modos en que Dios
gobierna a los hombres; ambos tienen origen divino.
Aunque el buen cristiano no necesita la espada, se somete a ella por amor al prójimo, porque
la espada es buena para la sociedad. La gestión política es una profesión necesaria para la
sociedad. El cristiano dispuesto a ejercer dicho oficio debe asumirlo porque así sirve al
prójimo. En esta línea, Lutero escribe instrucciones al príncipe cristiano, para enseñarle cómo
debe ejercer cristianamente la autoridad secular.
El poder civil tiene límites; no puede tomar decisiones relacionadas con los asuntos propios
de la fe, ni puede obligar a creer, porque la religión es personal e íntima. La espada no está
al servicio de la religión, sino para castigar a los delincuentes, controlar las obras de
beneficencia y dirigir la educación.
La desobediencia está justificada cuando el poder ordena algo contra la ley de Dios.
En cuanto al derecho de resistencia, Lutero comenzó negándoselo a los súbditos de
un príncipe, incluso en situaciones de tiranía. Reconocía que solo Dios podía castigar
a los tiranos y que estos eran castigos enviados por Dios a los pueblos por los pecados
cometidos. En cambio, cuando los protestantes comenzaron a pensar en el recurso a
la oposición armada para hacer frente al emperador, Lutero admitió el derecho de
resistencia de los príncipes respecto al emperador. Y al final de la década de los 30,
Lutero reconoció explícitamente el derecho de resistencia contra el emperador
afirmando que Carlos V era un soldado del papa y que este era un monstruo contra el
que era lícito luchar. Por tanto, la doctrina luterana enseña que el súbdito privado
nunca tiene derecho de resistencia, y que las autoridades civiles pueden tener derecho
de resistencia respecto de otra autoridad superior por motivos políticos (cuando el
tirano incumple las condiciones del pacto “feudal” con los príncipes) o religiosos
(cuando el tirano se convierte en agente del diablo).