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Introducción

Una buena parte de los problemas que padece la humanidad obedecen a la degradación y
pérdida de los suelos. Cuando esto ocurre, el ser humano no puede cultivar, o las
producciones de las cosechas son exiguas. Lo mismo ocurre con las praderas y pastos. Del
mismo modo, el hombre y la biosfera se contaminan, pudiendo llegar a degradarse enfermar
o morir (según afecte a uno u otro), como veremos más adelante. Por tanto, no obtenemos
los alimentos necesarios (o están envenenados) para alimentar a la población del área
degradada o perdida. Debemos reiterar que las sociedades industriales han contaminado el
suelo hasta tal punto de que en muchos lugares los productos obtenidos no son aptos para el
consumo humano so pena de afectar gravemente a la salud pública (morbilidad y mortalidad)
de los habitantes que los ingieren. Debéis tener en cuenta que el suelo no es un recurso
renovable a escala humana. Se requieren cientos o miles de años (según las condiciones de
sus “factores formadores”) para regenerarse. Obviamente, los suelos no se reproducen,
aunque una vez perdidos, la edafosfera se regenera, como lo hace la piel humana, trascurrido
el tiempo necesario para ello.

En cualquier caso debemos distinguir (aunque lamentablemente no suele hacerse) entre


degradación o deterioro de un recurso y su pérdida. La última implica que el suelo desaparece
de un determinado lugar, ya sea por erosión o por el sellado del mismo (creación de viviendas,
industrias e infraestructuras, como embalses, carreteras, aeropuertos, etc., etc.). Por el
contrario, la primera implica que el recurso se deteriora, es decir pierde parte de aquellas
propiedades tan interesantes a las que aludíamos en nuestro primer post comentado, por lo
que no puede realizar adecuadamente los “servicios edafosféricos” a los que por desgracia se
les denomina equívocamente como “las funciones del suelo”. Sin embargo, el suelo
permanece. Comenzaremos por el último caso, ya que es más sencillo de explicar.

Si los suelos no son utilizados por el ser humano con cuidado, sabiduría y cariño, pueden
perderse, aflorando en caso extremo las rocas subyacentes si se trata de la erosión, o siendo
sepultados bajo cemento o asfalto en el caso del sellado.
Erosión del Suelo

La erosión del suelo puede producirse ya sea por el agua, el viento, el hielo, o la propia
gravedad. Hablamos entonces de erosión hídrica, eólica, glaciar-periglaciar, y mecánica
respectivamente. En la mayoría de los casos, los tipos hídricos, glaciar-periglaciar y
mecánicos requieren que el suelo se encuentre en posiciones fisiográficas de pendiente
(laderas de montañas, colinas, etc.). Por el contrario, en el caso de erosión eólica tal requisito
no resulta necesario. En cualquier circunstancia, el factor externo al suelo que más influye
sobre la erosión es la pérdida total o considerable de la cobertura vegetal. La vegetación
recubre el suelo y evita que las gotas impacten directamente sobre él, ya que en caso de
hacerlo su energía cinética destruye los agregados de los que hablamos en el primer post,
liberando las partículas elementales que lo constituyen (arenas, limo, arcilla) que son más
fácilmente arrastradas por el agua de escorrentía (en el caso de las arcillas también pueden
exportarse en suspensión a través del perfil hacia ríos o aguas subterráneas). Del mimo modo,
las raíces de las plantas, retienen el suelo entre su entramado, resistiendo mejor las fuerzas
que tienden a arrastrarlo hacia otros lugares. Por otro lado, el viento, en ausencia de la
cobertura vegetal, levanta las partículas y las exporta, ya sea por suspensión en el aire (las
más finas) o por reptación (las más gruesas). Existen muchos subtipos de erosión para cada
uno de los cuatro grupos principales que hemos mencionado. Así por ejemplo, en el caso del
agua, podemos hablar de erosión laminar, surcos, cárcavas, etc. En el caso de la gravedad, de
deslizamientos, avalanchas, etc., y así sucesivamente. En una contribución anterior, ya os
explicamos con más detalle, una clasificación de los mismos. Como habréis observado,
muchos cultivos dejan extensas áreas de suelo desnudas, por lo que este queda más expuesto
a los agentes erosivos. Por estas razones, suele recomendarse que entre las especies agrícolas
sembradas (cuando se trata de plantas perennes) se siembren otros herbáceos que tapicen y
protejan el suelo. Se trata de lo que se denomina cultivos de cobertera. Si el agricultor siembra
especies anuales y los suelos requieren descanso para recuperarse (barbechos), es pertinente
sembrar otros que lo cubran mejoren sus propiedades. Hablamos de rotación de cultivos. Las
tradicionales terrazas o bancales, originadas por diversas culturas independientemente,
rompen la pendiente de las laderas en escalones, ayudando a impedir los procesos erosivos.
Todas ellas pueden considerarse buenas prácticas de conservación de suelos.
Sellado del Suelo

El sellado, no ha sido un grave problema para la conservación de los recursos edáficos hasta
los últimos decenios. La densidad de población no era lo suficientemente elevada, como para
tener que sellar grandes extensiones de suelo. Sin embargo, conforme el número de habitantes
del planeta ha ido aumentado a toda velocidad, también lo han hecho el de de ciudades e
industrias, así como las infraestructuras viarias requeridas para ponerlas en contacto.
Actualmente, millones y millones de Km2, se encuentran sepultados bajo asfalto y cemento,
llegando a extenderse en ciertos países industrializados hasta ocupar más del 20% de su
territorio. Pero el problema fundamental estriba en que estas obras humanas suelen instalarse
en los suelos más fértiles y productivos de cada país, compitiendo y desplazando a la
agricultura. La causa fundamental de este problema proviene de que las industrias, urbes y
carreteras son más fáciles de construir en zonas llanas que en las montañosas, y si hay
recursos hídricos cercanos mucho mejor. Generalmente, allí también se encuentran los suelos
más fértiles, como las vegas de los ríos, llanuras costeras, deltas, etc. El caso de las presas o
embalses es más singular aun, ya que inevitablemente deben situarse en los valles fértiles de
las montañas, inundando también los suelos en donde se asentaban los cultivos, pastos y
praderas más productivos e indispensables para sus moradores. Una vez construidas, la
población debe emigrar, ya que por lo general las laderas tienen suelos poco profundos y por
su ubicación en pendiente son muy susceptibles erosión muy severa. El resultado final se
traduce en la destrucción de las culturas de las de montaña o serranas.

Degradación del Suelo

Los procesos de degradación del suelo son excesivamente numerosos como para poder
explicar todos y cada uno de ellos. En general, son producto del mal uso que el hombre realiza
de los recursos edáficos. Seguidamente, abordaremos la descripción de los más relevantes,
sin pretender ser exhaustivos.

Pérdida de materia orgánica: Cuando el hombre cultiva la tierra y no repone la materia


orgánica que pierde (recordar que al cosechar se exporta de los agroecosistemas mucha
biomasa, que de esta forma limita la que retorna al suelo como necromasa), los agregados
del suelo terminan por deshacerse en sus partículas constitutivas (pérdida de geles húmicos),
empeorando su estructura y todas aquellas propiedades asociadas a lo que en el susodicho
post anterior denominamos “esponjamiento”. En consecuencia, resulta ser de suma
importancia adoptar técnicas agrarias y pecuarias que eviten la pérdida de la materia orgánica
de los suelos (laboreo sin labranza, etc,). La perdida de materia orgánica, como veremos más
adelante también favorece la pérdida de biodiversidad de organismos del suelo (falta de
alimento) y su compactación. Estos son oscuros en superficie cuando atesoran mucha y claros
cuando albergan muy poca.

Salinización y sodificación: se trata de los procesos que tienen lugar al aumentar el contenido
de sales potásicas y sódicas del suelo, en detrimento de otros cationes, que como el calcio,
son vitales para la nutrición vegetal. Bajo estas circunstancias, el pH del suelo aumenta en
exceso (por encima de 8.5), generándose una captura muy descompensada de los nutrientes
que requieren las plantas. Más aun, cuando las sales son principalmente sódicas, los
agregados del suelo terminan siendo muy inestables, destruyéndose con facilidad, y
modificando la morfología del perfil y su estructura negativamente. Prácticas frecuentes que
provocan la salinización del suelo son el riego con aguas relativamente salobres bajo un clima
con déficit estacional de humedad. Un abonado inadecuado también puede inducir ciertos
tipos de salinización. Si la salinización no es muy acusada puede revertirse, haciendo uso de
la ingeniería hidráulica o abonados específicos. Tales procesos, como hemos comentado,
suelen ocurrir justamente en los biomas con déficit estacional de agua, por lo que como
veremos más adelante, aparecen en los ambientes más susceptibles de ser desertificados. En
cualquier caso, no debemos confundir los suelos que son salinos en condiciones naturales, de
aquellos en los que la salinización la induce el incorrecto uso del suelo. Estos últimos pueden
tener un gran valor ecológico por las comunidades vegetales y fauna que sustentan.

Acidificación: La acidificación es también un proceso que genera la descompensación del


balance de nutrientes, como la salinización. Podríamos decir que, al igual que en los animales
o el hombre, las plantas requieren una “dieta equilibrada”. Cuando no es el caso, los vegetales
absorben unos elementos químicos masivamente en detrimento de otros, que son también
imprescindibles para su correcta nutrición. Como resultado los cultivos no se desarrollan
vigorosamente, mermando la productividad de las cosechas. En el caso de la acidificación,
la mayor parte de los nutrientes son lavados (es decir exportados) del suelo por el agua, siendo
sustituidos por el hidrógeno, o lo que resulta ser peor, aun el aluminio. Así el pH de los suelos
desciende de 4.5 (muy ácidos), y la pobreza de nutrientes merma la producción de la biomasa
(ya sea en cosechas, prados o pastos). Cuando el ión que termina por dominar el suelo es el
aluminio, el pH puede alcanzar valores inferiores a 4, produciéndose problemas de toxicidad.
Prácticas y fenómenos que inducen a que el suelo se acidifique son entre otros: la lluvia ácida
asociada a los suelos de climas húmedos en regiones muy industrializadas que emiten
sustancias tóxicas a la atmósfera, como las que son las ricas en azufre, un incorrecto abonado,
la repoblación del suelo con especies forestales que por su naturaleza tienden a acidificarlo
(por ejemplo, las repoblaciones forestales con coníferas –pinos, abetos, etc.-), el drenado de
suelos encharcados litorales (para su puesta en cultivo) que sustentan la vegetación de los
manglares, y otros. Como en el caso precedente, debemos discernir entre suelos que por su
naturaleza son ácidos, de aquellos en los cuales la acidez es inducida por una inadecuada
gestión del suelo. Este proceso de degradación suele darse con más frecuencia en climas
hiperhúmedos (y generalmente fríos), es decir todo lo contrario que en el caso de la
salinización.

Compactación: Se trata de la pérdida de la estructura del suelo, es decir de aquellas


propiedades de esponja de las que hablamos en el post precedente, que son las que diferencian
a las rocas de los suelos. Por lo tanto, el suelo pierde espacio poroso y volumen tornándose
más denso y pesado. Como ya comentamos, la pérdida de materia orgánica favorece la
compactación de los horizontes superficiales, lo cual resulta ser especialmente grave cuando
estos últimos carecen de vegetación (o es muy escasa) por cuanto las gotas de lluvia impactan
sobre el mismo, destruyendo sus agregados. Sin embargo, existe otro proceso que también
afecta a la compactación de los horizontes profundos. Este último deviene del uso de la
maquinaria agrícola excesivamente pesada que comprime la estructura haciéndola perder
porosidad.

Compactación del suelo por maquinaria pesada

Contaminación: La contaminación del suelo es un proceso muy grave y que se extiende como
una plaga por la edafosfera. Sin embargo, antes de comenzar a comentar el tema conviene
discernir entre contaminación y polución, aspecto que no suele ser tenido en cuenta casi
nunca. Hablamos de polución cuando un elemento que aparece normalmente en los
ambientes edáficos, en cantidades moderadas, alcanza magnitudes tan exageradas que
afectan a su estructura y dinámica. Este sería el caso por ejemplo de un abonado excesivo
que induce la acumulación de nitratos y fosfatos, entre otros compuestos. Desde este punto
de vista y aunque suelen tratarse por separado, la salinización inducida por el himbre debiera
ser entendida como un proceso de polución. Por el contrario, el vocablo contaminación
debería reservarse para todos aquellos procesos que inducen la acumulación en el suelo de
elementos o compuestos que son ajenos al mismo. Un caso típico es el de los plaguicidas, y
otros compuestos elaborados sintéticamente por el hombre. También podría incluirse aquí a
las sustancias radioactivas (si bien pueden encontrarse de forma natural en algunos tipos de
suelos en ínfimas cantidades) que se escapan al ambiente tras accidentes de las centrales
nucleares.

Los procesos de contaminación y polución pueden dividirse en “locales” y “difusos”. Los


primeros dan cuenta de una “brutal” acumulación de contaminantes en áreas relativamente
pequeñas, ya sea por vertidos incontrolados, accidentes de industrias químicas y plantas
nucleares, etc. Se habla entonces de “sitios contaminados”. Por el contrario, la contaminación
difusa acumula menos sustancias contaminantes o polucionantes, pero afectando a territorios
muy amplios. Un caso típico deviene del uso excesivo de fertilizantes y plaguicidas en los
paisajes agrarios. Obviamente la contaminación puntual es más seria que la difusa. Sin
embargo, al afectar a áreas reducidas, permite utilizar técnicas de descontaminación, caso
que no ocurre con la difusa, por cuanto habría que tratar extensiones muy bastas, lo cual
resulta económicamente prohibitivo si se aplican ciertas tecnologías y absolutamente
imposible con otras.

Suelo contaminado

La contaminación (como también la polución) aunque pudiera parecer un proceso local en


primera instancia, puede llegar a ser global, como vamos a mostrar. El medio edáfico atesora
una cierta capacidad de absorber contaminantes, cuya cantidad depende del tipo de suelo
concreto. Sin embargo, si se sobrepasa un cierto umbral las sustancias contaminantes o
pulucionantes pasan a las aguas que drenan el suelo, y de allí a los acuíferos (aguas
subterráneas) y/o a los cauces fluviales. En cualquier caso el agua, una vez contaminada,
afecta a la salud del hombre y los animales que la beben directamente o indirectamente (por
ingerir a otras plantas y animales ya contaminados). De este modo, las sustancias
mencionadas pasan del suelo al agua y/o los vegetales, y de allí a los animales herbívoros (o
el ser humano), que a su vez afectan a los carnívoros que los depredan o consumen, y
finalmente, o al propio ser humano. Por tanto la contaminación termina por afectar a toda la
cadena trófica. Unos contaminantes pueden degradarse en pocos años, mientras que otros
mantienen sus efectos letales durante siglos o milenios. La organización mundial de la salud
considera que la contaminación-polución, es la causa directa o indirecta que genera mayor
número de muertes en los países pobres, o en vías de desarrollo.

Causas de la contaminación:

El empleo abusivo y generalizado de agroquímicos es una de las principales causas de la


contaminación de los suelos y aguas. En particular, nitrógeno y fósforo, van a parar a las
aguas subterráneas y/o ríos en grandes cantidades. En el primer caso, provoca que las aguas
potables se tornen insalubres, e incluso venenosas. Las aguas ricas en contaminantes que van
a parar al mar envenenan la cadena trófica marina. En el caso del nitrógeno y el fósforo, que
suelen acarrear los grandes cauces que drenan bastas regiones agrícolas fertilizadas en
exceso, terminan por generar lo que se denominan floracional algales y finalmente los puntos
muertos (carentes prácticamente de vida) en los océanos. Se trata de un tema que por su
complejidad no vamos a tratar aquí, pero que está contaminando tanto la vida acuática como
mermando las capturas de pescado de todos los océanos del mundo. El número de estos
puntos muertos crece sin cesar.

No debe olvidarse tampoco la contaminación biológica por patógenos, ya afecte al ser


humano y/o la vida vegetal y animal. En el caso del hombre y animales, cabe mentar que la
ingesta e incluso el riego con aguas residuales (ricas en patógenos de diversa índole),
representa un grave problema de salud para cientos de millones de personas. Por otro lado el
agua de riego, aun siendo sana, puede arrastrar organismos fitoparásitos de unas parcelas de
campo a otras, generando la propagación de epidemias fitopatológicas que generan graves
pérdidas en la agricultura mundial.
Desertificación y Anegamiento

La desertificación es la degradación de tierras en ambientes áridos, semiáridos y seco-


subhúmedos (estos últimos conciernen a los mediterráneos y subtropicales con ligeros
déficits estacionales de agua), es decir con una gran o moderada escasez de recursos hídricos.
Como podéis observar, se habla de degradación, sin embargo se hace en sentido amplio, es
decir incluyendo también la pérdida del recurso suelo. En consecuencia, no se trata de un
proceso en su mismo, sino de la manifestación fenomenológica de todos los procesos que
afectan al deterioro y pérdida, bajo unos climas concretos (cuando el agua comienza ser un
bien escaso). En estas condiciones, el paisaje se torna más árido, perdiendo cobertura vegetal
y biomasa, así como disminuyendo la materia orgánica y actividad biológica de los suelos.

Sin embargo, la degradación y pérdida de suelos en ambientes muy húmedos y fríos (escasa
evapotranspiración), también acarrea graves consecuencias para los ecosistemas y vuelven a
manifestarse en el paisaje, pero de una manera radicalmente distinta. En estos casos, los
ecosistemas no son capaces de evacuar todo el agua que reciben por las precipitaciones, por
lo que los suelos se encharcan, comenzando a aparecer vegetaciones adaptadas a soportar
tales volúmenes de aguas en el medio edáfico (poros totalmente anegados, es decir con
ausencia de aire, que impiden la respiración de las raíces y las reacciones biogeoquímicas
que requieren de oxígeno). Se inicia sí un proceso al que denominamos hidromorfía que
terminará modificando la estructura y dinámica de los suelos. De este modo lagunas, turberas,
juncales dan al paisaje un aspecto verde, pero excesivamente “acuoso”. Mientras la
desertificación torna nuestras vestimentas polvorientas, la anegación induce a que el barro se
adhiera a la indumentaria y calzado que llevamos. Estos procesos son típicos de ambientes

Suelos y Cambio Climático

El clima de La Tierra ha sufrido cambios climáticos constantes desde su origen. El cambio


climático no es la excepción sino la norma. Cuando actualmente se habla sobre tales
discontinuidades, suele hacerse referencia implícitamente a la alteración del clima que están
generando las actividades industriales, no a las naturales. No deben confundirse ambos
aspectos. Por tanto, las modificaciones drásticas de los patrones de circulación de la
atmósfera no son exclusivas de las acciones humanas, sino que se han producido
naturalmente a lo largo de toda la historia del planeta.
Los suelos son afectados y afectan al cambio climático, tanto en lo que concierne a los
naturales, como a los inducidos por el hombre. En sus orígenes, La Tierra atesoraba una gran
cantidad de CO2 en la atmósfera, por lo que el efecto de invernadero era mucho mayor que
el actual y su clima ardiente. Por el contrario, el oxígeno era muy escaso y tóxico, producto
mayoritario de la actividad de unos microorganismos que evolucionaron desde una vida
anaeróbica (vivían en ambientes carentes o con muy escasas cantidades de esta molécula) a
otra aeróbica (adaptados a entornos oxidantes, es decir ricos en oxigeno). Y este proceso se
produjo por necesidad. Los primeros seres vivos fotosintéticos (cianobacterias) secuestraban
CO2 de la atmósfera y emitían O2 (toxico para aquellas biotas primigenias). Este
inicialmente era secuestrado por las rocas que contenían hierro en estado reducido, pasando
así a atesorarlo en forma oxidada. Sin embargo, llegó un momento en que todo el metal de
las rocas que lo contienen se saturo de oxígeno por lo que y este comenzó a acumularse en
la atmósfera, generándose una “contaminación atmosférica” enorme, iniciándose así la
primera gran crisis de la biodiversidad en el planeta de la que tengamos noticia. Muchas de
las especies primitivas desaparecieron, otras se refugiaron en los relativamente escasos
ambientes carentes de oxígeno, y otras nuevas adaptadas a aquella contaminación las
reemplazaron de gran parte de la superficie terrestre y los océanos. En consecuencia, la
acumulación de materia orgánica en el suelo, o en forma de combustibles fósiles, cambió la
composición de la atmósfera disminuyendo drásticamente el efecto de invernadero (secuestro
de carbono). Así pues, la mayor parte de los seres vivos actuales somos el producto de la
primera gran contaminación inducida por la evolución biológica.

Sin embargo, la Tierra emergida comenzó a poder ser habitada por seres vivos, gracias a la
creación de la capa de ozono (que no deja de ser oxígeno en estado muy oxidante y que nos
comenzó a proteger de los dañinos rayos ultravioletas procedentes del sol), iniciándose la
formación de suelos, más o menos, como los conocemos en la actualidad. Estos volvieron a
secuestrar más carbono en forma de materia orgánica, junto a la biomasa terrestre,
disminuyendo una vez más el efecto de invernadero y generando un nuevo enfriamiento del
Planeta. Incluso actualmente, cuando considerables extensiones de La Tierra han perdido
mucha materia orgánica debido a las prácticas agropecuarias, la cantidad de CO2 de
albergada en la edafosfera es muy superior a la de la atmósfera. Si toda la materia orgánica
de los suelos se mineralizara y fuera emitida en forma de CO2 y metano hacia la atmósfera,
el calentamiento climático que provocaríamos sería enorme en comparación al que sufrimos
actualmente, lo que generaría el colapso de las civilizaciones modernas. Tan solo los suelos
circumborales de la Tundra (y parte norte de la Taiga) almacenas el doble de anhídrido
carbónico que el que actualmente contiene la atmósfera. Los suelos pueden ser fuente o
sumidero de CO2 según los gestionemos. Resulta por tanto vital conservar el CO2 en el suelo
en forma de materia orgánica, que como ya hemos indicado, además favorece el desarrollo
de las plantas, acelera los ciclos de nutrientes y resulta esencial para el desarrollo de la vida
en el planeta. Pero seamos un poco más concretos.

Existen ambientes en donde el calentamiento antrópico del la Tierra está generando


profundas transformaciones en los suelos, comenzamos a perder parte del abundante carbono
orgánico que atesoran, al ser emitirlo a la atmósfera, ya sea en forma de metano o de CO2.
Nos referimos, como ya anticipamos, a los suelos helados (Criosoles o Gelisoles) sobre las
profundas capas de sedimentos congelados a las que se denominan permafrost. Ambas se
encuentran bajo los bosques de la Taiga más septentrionales y en especial los de la Tundra,
aunque también en las cimas montañosas más elevadas que bordean a los glaciares de gran
altitud. En ellos, el agua permanece en forma de hielo, al margen de atesorar muchísima
materia orgánica. Por razones que no podemos explicar aquí, el calentamiento favorece la
fusión del agua helada, y tal hecho favorecería la emisión de grandes cantidades de gases de
invernadero a la atmósfera, por lo que se generaría lo que denominamos una
retroalimentación positiva: mayor calentamiento inducirá aun un mayor calentamiento, con
efectos catastróficos para el hombre. Sin embargo, el sistema climático es muy complejo y
aun no sabemos si otros procesos de retroalimentación negativa (más calentamiento dispara
mecanismos de enfriamiento) nos podrían a conducir a un mundo más frío (efecto del
recalentón climático).

Pero en hombre no sólo está influyendo en el ciclo del carbono, sino en otros muchos de la
biosfera. Uno de los más seriamente afectados en la actualidad es el del nitrógeno. Es cierto
que se oye hablar menos de él. La razón estriba en que no genera efecto de invernadero. Sin
embargo, su disrupción provoca graves problemas de contaminación sobre los ecosistemas y
el propio ser humano, poniendo la biosfera en peligro.
No tenemos aun respuestas a muchas preguntas esenciales que nos ayudarían a predecir el
futuro de la biosfera. Lo que si sabemos es que si no cuidamos nuestros suelos, el futuro de
la sociedad será muy oscuro. Y sin embargo, en la ciencia actual, el estudio de la edafosfera
no ha despertado gran interés. O la situación se revierte o será mucho más difícil resolver los
graves problemas ambientales que sufre la humanidad.

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