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(Lección 1)

El Discipulador vive a Cristo… Es su primer compromiso

El Discipulador vive a Cristo para tener autoridad de enseñar a


otros
Con frecuencia andamos buscando libros, conferencias e
incluso sermones de autores y maestros que nos compartan
una estrategia eficaz para el crecimiento de la Iglesia. Estamos
ansiosos por conocer el secreto que lleve nuestro ministerio o
comunidad de creyentes que tenemos a cargo a un crecimiento
exponencial, a ser cada vez más grande.
Una opción del primer siglo que sigue teniendo vigencia son las
células. Pero, ¿qué debemos compartir en esos grupos para
nuevos creyentes? Enseñanzas sencillas, prácticas, nada difícil
de entender y de aplicar. Y, ¿acaso esas pautas elementales
de vida para un nuevo convertido no constituyen los
fundamentos del discipulado? Por supuesto que sí.
Discipular, entonces, parte de volver a lo elemental, a lo que
olvidamos con frecuencia por estar buscando enseñanzas
rhema que nos lleven a un nuevo nivel. Y de paso, en esa
afanosa búsqueda, dejamos de lado el mandato del Señor
Jesús: “Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.” (Mateo 28:19. NTV)
Más que grandes predicadores nuestro tiempo necesita
Discipuladores. Hombres y mujeres que no estén preocupados
por brillar, por el reconocimiento, por estar frente a un púlpito
sino consagrados a alcanzar almas y convertirlas en seguidoras
de Jesús el Señor. Se requieren con urgencia siervos y siervas
que dediquen su vida a brindar acompañamiento a quienes
abrieron su corazón a Cristo y les conduzcan de la mano a
nuevos niveles, a experimentar crecimiento continuo.
Pero curiosamente en las iglesias pareciera que hay personas
interesadas en una posición de liderazgo antes que de servicio
anónimo y no prestan debida atención a un ministerio poderoso
y transformador: ser Discipuladores.
El autor cristiano, Bertram L. Melbourne hace una observación
interesante cuando escribe: “Algunos cristianos son felices al
reconocer a Jesús como su Salvador, ya que él murió por
nosotros, pero encuentran difícil comprometerse con él como
su Señor. El verdadero discípulado reconoce el señorío de
Cristo. Por cuanto él se sacrificó por nosotros, desea nuestro
compromiso total: esto significa que nos sometemos a su
reinado en nuestras vidas cada día. no somos nuestros. Él nos
compró a un gran precio, con su vida. Por lo tanto, deberíamos
comprometer nuestras vidas con él cada día y buscar su
conducción.” (Bertram L. Melbourne. “Ideas prácticas para el
discipulado”. Apia Editores. 2007. EE.UU. Pg. 21)
La primera enseñanza que le invito a asimilar es que orientar
sus esfuerzos a Discipular constituye un paso significativo en la
meta de ser un vaso útil en la extensión del Reino de Dios.
Un compromiso: seguir a Cristo
El mandato de nuestro amado Salvador no fue la construcción
de mega iglesias, invertir millones y millones de dólares en
campañas promocionando nuestro ministerio ni tampoco el de
ir de una ciudad a otra recaudando dinero sino a hacer
discípulos. Esa es la esencia del llamado.
Tanto el Discípulo como el Discipulador son seguidores de
Cristo. Y una vez alcanzan un nivel de desarrollo espiritual,
comprometen sus esfuerzos en brindar mentoreo
(acompañamiento y formación) a otros. Es una cadena que se
extiende en el tiempo.
Así lo entendemos al investigar los dos términos del griego de
los que toma fundamento el Discipulado. El primero de ellos es
mathetés que vertido al español es aprender, aprendiz;
persona con una meta y propósito fijo; alguien apegado y leal a
un maestro o movimiento.
La segunda palabra es Akolouthein que traducido expresa: ir
detrás, ir junto, acompañar a alguien.
Cuando alguien escucha el llamado de Jesús a ser
Discipulador, asume el compromiso de caminar tras sus pasos.
Es un momento singular en la vida de todo ser humano que
demanda tres elementos: decisión, compromiso y
perseverancia.
Podemos apreciar estos fundamentos en el pasaje Escritural:
"Mientras caminaba, Jesús vio a un hombre llamado Mateo
sentado en su cabina de cobrador de impuestos. «Sígueme y sé
mi discípulo», le dijo Jesús. Entonces Mateo se levantó y lo
siguió." (Mateo 9:9. NTV)
Mateo tenía una posición social, estabilidad laboral y —con todo
y lo anti ético que podría representar el servicio al imperio de
Roma —un futuro asegurado. No obstante renunció para
atender el llamado de Jesús.
Ser un Discipulador que forma Discípulos es un proceso
continuo, dinámico, progresivo que jamás termina. ¿La razón?
Demanda que desarrollemos relación íntima con el Maestro,
nuestro Señor Jesús, y de otro lado, que asumamos sus
enseñanzas como una manera de vivir cotidiana, en todo
momento.
Los retos del Discipulador
Quien escucha el llamado de Jesús para Discipular a otros,
tiene un enorme reto que se orienta en dos direcciones: La
primera, vivir a Cristo, y la segunda, enseñar a nuevos
creyentes a vivir a Cristo.
El apóstol Pablo tenía claro este principio y lo transmitió a los
cristianos de Corintio cuando le escribió: "Y ustedes deberían
imitarme a mí, así como yo imito a Cristo.” (1 Corintios 11:1.
NTV)
Como seguidor de Jesús sabía que antes que enseñarle a otros
a ser Discípulos, él mismo debía ser Discípulo. Ese es el eje
central de todo Discipulador.
Aunque demande pagar el precio y dicho precio no sea fácil,
constituye una experiencia maravillosa. Tanto el Discipulador
como el Discípulo ejercen una influencia transformadora en su
entorno.
Por supuesto que es un enorme reto, pero si lo asumimos,
crecemos diariamente de la mano de Jesús el Señor y esa
experiencia de cambio y crecimiento impactará a otros.
Cuando Saulo de Tarso se dio a la tarea de perseguir a los
primeros cristianos, lo hizo porque ellos estaban
revolucionando el mundo con su vida y fidelidad a Cristo:
"Mientras tanto, Saulo pronunciaba amenazas en cada palabra
y estaba ansioso por matar a los seguidores del Señor. Así que
acudió al sumo sacerdote. Le pidió cartas dirigidas a las
sinagogas de Damasco para solicitarles su cooperación en el
arresto de los seguidores del Camino que se encontraran ahí.
Su intención era llevarlos — a hombres y mujeres por igual— de
regreso a Jerusalén encadenados.” (Hechos 9:1, 2. NTV)
Estaban tan convencidos de su fe en Jesús que estaban
dispuestos incluso a morir. Ahora, en un tiempo de avances
tecnológicos como el nuestro, Discipular demanda que
hagamos acopio de todas las estrategias disponibles.
La razón es sencilla: No todos los que dicen que aceptan al
Señor Jesús se someten al Discipulado. Quizá leyeron un
artículo en la Internet, aceptaron a Cristo en su corazón y no
saben o no quieren asumir otro compromiso. Igual, si fueron a
un servicio cristiano y salieron y se involucraron en todas las
actividades cotidianas pero no tienen seguimiento en su vida
de fe.
La tarea que tenemos delante de nosotros es tener cuidado de
los nuevos creyentes hasta llevarlos a un nivel de solidez como
cristianos.
Ni usted ni yo jamás habremos llegado a un nivel total de
conocimiento de Cristo el Señor ni tampoco podríamos
sentirnos satisfechos, en un grado de espiritualidad que nos
diga: Ya somos perfectos. Ese es otro de los aspectos
apasionantes del ministerio del Discipulador: Siempre
estaremos aprendiendo.
Cinco cimientos en la vida de un Discipulador
Si hasta el momento sigue atento a cada nueva enseñanza es
porque decidió asumir el llamamiento a ser Discipulador. Es lo
que ocurrió con los primeros seguidores del Señor Jesús, como
enseña el Evangelio: "Cierto día, mientras Jesús caminaba por
la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés
que echaban la red al agua, porque vivían de la pesca. Jesús
los llamó: «Vengan, síganme, ¡y yo les enseñaré cómo pescar
personas!». Y enseguida dejaron las redes y lo siguieron. Un
poco más adelante por la orilla, Jesús vio a Santiago y a Juan,
hijos de Zebedeo, en una barca, reparando las redes. Los llamó
de inmediato y ellos también lo siguieron, dejando a su padre
Zebedeo en la barca con los hombres contratados." (Marcos
1:16-20; Cp. Lucas 5:11. NTV)
El llamado de Jesús en todos los casos fue perentorio:
“Sígueme”. Esa voz la reconocemos usted y yo cuando
sentimos inclinación por un área particular en la extensión del
Reino de Dios.
Hacer Discípulos es un mandato (Mateo 28:19), y si optamos
por responder a ese llamado, debemos interiorizar en nuestra
vida cinco cimientos:
1.- Compromiso 24/7. Sí, 24 horas al día durante 7 días a la
semana. Todo el tiempo.
2.- Obediencia a los mandamientos, como lo enseñó nuestro
Señor Jesús (Juan 14:15)
3.- Negarnos a nosotros mismos. No centrarnos en nosotros
sino en seguir al Señor Jesús (Marcos 8:34; Lucas 9:23)
4.- Amar a Dios y al prójimo, porque en el camino para ser
Discipuladores es probable que hallemos oposición, tropiezos,
críticas y burlas.
5.- Dejarnos guiar por el Espíritu Santo (Juan 3:8)
Observe cuidadosamente que estos cinco cimientos son
permanentes y demandan que caminemos en torno a ellos si
queremos experimentar un proceso continuo y dinámico.
El autor cristiano, Bertam L. Melbourne señala: “Cuando
aceptamos a Jesús y llegamos a ser cristianos,
comprometemos el resto de nuestra vida a la tarea y a las
obligaciones del discipulado, como un acto de devoción y un
medio para dar lo mejor a aquel que pagó el sacrificio máximo
por nuestra salvación, aquel que murió para que nosotros
podamos vivir.” (Bertam L. Melbourne. “Ideas prácticas para el
discipulado”. Apia Editores. 2007. EE.UU. Pg. 20)
La formación para Discipulador ha comenzado. Su guía será
Cristo Jesús. Él es el norte hacia el cual nos orientamos,
siguiendo sus pasos. Toda nuestra forma de pensar y actuar se
dirigen a Él y como Él lo espera.
Felicitaciones por este paso. Tendrá a su cargo la formación de
los nuevos creyentes, hombres y mujeres que quedarán
marcados por siempre para emprender y permanecer en el
camino con Cristo. Y esas huellas, permítame decírselo,
permanecerán por la eternidad…

El Discipulador desarrolla amistad espiritual con el Discípulo


(Lección 2)
Es importante desarrollar amistad y hermandad en Cristo con
los discípulos
La autoridad para discipular a otras personas, parte de nuestra
decisión de vivir a Cristo, de reconocer cuando hemos fallado y
disponer nuestro corazón para levantarnos y seguir adelante.
En esa dirección, usted y yo como Discipuladores debemos
desarrollar una relación estrecha con el Discípulo y aplicar el
principio bíblico: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse
amigo; y amigo hay más unido que un hermano.” (Proverbios
18:24. RVR 1960)
¿Cómo podemos ganar autoridad con un Discípulo si nos ve
distantes, súper espirituales y— de paso— no tendemos
puentes de amistad que lleven a una amistad espiritual, de
compañerismo y de apoyo que genere confianza genuina?
El primer paso, entonces, es eliminar barreras y sentar las
bases para que el nuevo creyente encuentre no solo una guía
oportuna sino ayuda cuando se presente alguna duda, o quizá
por circunstancias de la vida, esté tentado a volver atrás. Eso
por supuesto, parte de asumir usted y yo una mentalidad
distinta en la que las ovejas no nos miren como líderes sino
como mentores.
¿Algunas sugerencias? Por supuesto que sí:
a.- Imparta instrucción bíblica al Discípulo y esté dispuesto a
despejar todos sus interrogantes, con paciencia.
b.- Anímelo a experimentar crecimiento diario. Háblele de las
ventajas del crecimiento personal, espiritual y familiar en una
persona.
c.- Tómese el tiempo de llamar al Discípulo en semana para
preguntarle cómo avanza en su proceso de caminar con el
Señor Jesús cada día.
d.- Provéale lecturas edificantes que le ayuden en su proceso
de crecimiento en todas las áreas de su vida.
Tenga presente que todas estas acciones tienen un propósito
específico: Llevar al Discípulo a un nivel tal que pueda
reproducirse espiritualmente entre otros Discípulos cuando él
mismo se convierta en Discipulador.
Cuando leemos el relato de Lucas sobre el llamado de Jesús a
sus discípulos, encontramos que Él caminaba en medio de la
multitud que lo estaba siguiendo. A partir de ese grupo base
escogió a los que designó como apóstoles (Lea Lucas 6:12,
13). Estaba dando ejemplo sobre la única forma de hacer
crecer a la gente. El Discipulador debe mantener una compañía
íntima con sus discípulos a lo largo de un buen tiempo. El
pastor está haciendo lo que hizo Jesús.
Reuniones semanales
¿Con cuánta frecuencia debemos reunirnos con el Discípulo? Al
menos una vez por semana para impartirle instrucción bíblica,
pero a partir de ahí, cuantas veces creamos oportuno en la
medida que el nuevo creyente atraviese por situaciones
complicadas y requiera de nuestro acompañamiento.
Un elemento a considerar en esos encuentros semanales, es
que abramos espacio para que el Discípulo pueda participar,
expresar sus ideas, manifestar sus inquietudes e incluso,
temores. La clase no se puede convertir en un monólogo en el
que solamente nosotros tenemos la palabra.
En lo posible, acuda una y otra vez a las Escrituras que son el
fundamento de sus enseñanzas y acompañe los principios que
encuentra ahí con ilustraciones tomadas de la cotidianidad de
manera que se facilite por parte del Discípulo la asimilación de
los contenidos principales de la clase.
Recuerde que el eje fundamental del trabajo del Discipulador
es dedicarse a una persona o a un grupo con el propósito de
llevarles al crecimiento en todas las áreas. El principio es
sencillo y práctico, y lo aprendemos por ejemplo de la relación
de Moisés con Josué, de Elías con Eliseo y de Pablo con
Timoteo.
Poder transformador
Cuando mantenemos estrecha comunicación con el Discípulo,
esa amistad y clima de hermandad cristiana le llevará a replicar
los pasos que hasta el momento hayamos dado. Puedo
asegurarle que muchas personas se olvidarán hasta del
nombre del predicador pero jamás, del acompañamiento que le
brindó el Discipulador.
A su turno, cuando ellos desarrollen la labor de discipular a
otros, replicarán el modelo que con sus hechos, usted les
enseñó.
Ahora, en el proceso usted es un facilitador, la responsabilidad
final está en el discípulo quien debe asimilar y poner en
práctica las enseñanzas. Lo digo porque generalmente cuando
un discípulo cae espiritualmente o se estanca, el discipulador
tiende a sentirse culpable.
Nuestro llamado primario, tal como lo encontramos en las
Escrituras, es “perfeccionar a los santos para la obra del
ministerio” (Efesios 4:12). En esa dirección, Discipular a otros
es un paso fundamental.
Enseñarles no significa que dependan enteramente de
nosotros. Es otro elemento que debemos considerar. Hay que
enseñarles a dar sus propios pasos. ¿Recuerda las águilas?
Enseñan a sus polluelos a volar lanzándolos desde las alturas.
Cada discípulo debe aprender a caminar prendido no de
nuestra mano sino del Señor Jesús.
La premisa alrededor de la cual nos movemos es que los
discípulos se hacen en las relaciones y no en los programas. No
basta con inscribir personas sino en orientarlas, acompañarlas
y brindarles apoyo.

El propósito del Discipulador: Convertir Discípulos en


multiplicadores
(Lección 3)
Capacitamos discípulos para que multipliquen las enseñanzas
En una época como la actual cuando el crecimiento poblacional
es vertiginoso en todo el mundo y los esfuerzos por alcanzar
almas para Cristo parecen insuficientes, la mejor alternativa es
volver a nuestros orígenes: El Discipulado. Y en esta tarea juega
un papel protagónico el Discipulador.
Cuando alguien recibe a Jesús como Señor y Salvador en la
iglesia, su meta al asumir el proceso de impartirle clases de
discipulado es llevarle a un nivel de madurez espiritual tal que
se convierta en multiplicador de las enseñanzas de las Buenas
Nuevas; en otras palabras, que el Discípulo llegue a ser
Discipulador.
Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), cuya fe cristiana lo llevó a su
muerte, escribió el famoso libro The Cost of Discipleship [El
costo del discipulado], en el cual anota:
“La vida antigua queda atrás, y es completamente entregada.
El discípulo es arrastrado fuera de su seguridad relativa a una
vida de inseguridad absoluta (es decir, en verdad, en seguridad
y estabilidad absoluta en el compañerismo con Jesús… Si
siguiéramos a Jesús, deberíamos tomar ciertos pasos
específicos. El primer paso, que sigue al llamado, separa al
discípulo de su existencia previa… La cruz se pone sobre cada
cristiano. El primer sufrimiento de Cristo que cada hombre debe
experimentar es el llamado a abandonar los vínculos de este
mundo… Cuando Cristo llama a una persona, le pide que venga
y muera”. (Dietrich Bonhoeffer. “El costo del discipulado”.
Alemania. 1950. Pgs. 62, 63, 66, 67, 99)
Lea el texto detenidamente y encontrará la riqueza de la
reflexión que hace Bonhoeffer: El cristiano no puede
estancarse; debe asumir un papel dinámico que no solo incluye
su crecimiento espiritual sino además, su multiplicación. En
términos sencillos: Una oveja gana más ovejas.
El Discipulador extiende el Reino de Dios
Ya que asumió el compromiso de convertirse en Discipulador y
tiene claro que un distintivo de quien ejerce esta tarea es vivir a
Cristo, es esencial que comprenda un segundo elemento: Su
mayor esfuerzo debe volcarse a llevar al Discípulo al nivel en el
que no solo interiorice las enseñanzas recibidas sino que
además esté dispuesto a transferir esos principios de vida a
otras personas.
Ese principio lo tenían claro los cristianos del primer siglo.
Recordemos que tras la muerte de Esteban a manos de Saulo y
otros judíos religiosos, se produjo una persecución sin
precedentes que no detuvo el avance de la fe sino que sirvió de
base para multiplicar los esfuerzos evangelizadores.
Los discípulos dejaron su posición de aprendices para
convertirse en discipuladores. El evangelista Lucas relata el
acontecimiento en los siguientes términos: “Pero Saulo hacía
estragos en la iglesia entrando de casa en casa, y arrastrando a
hombres y mujeres, los echaba en la cárcel. Así que los que
habían sido esparcidos iban predicando la palabra.” (Hechos
8:3, 4. La Biblia de Las Américas)
Esa transformación no hubiera sido posible si ellos mismos no
aprenden los primeros rudimentos de la fe, es decir, caminan el
sendero del discipulado, de la formación, del acompañamiento
para superar las crisis y crecer en el amor y fe a Jesucristo.
Una estrategia para alcanzar a más personas
El discipulado no es un proceso del primer siglo, de los tiempos
de Jesús. Lo encontramos desde el Antiguo Testamento cuando
Esdras ejercía su labor de escriba e Isaías tenía personas a
cargo, que eran edificadas en la fe (Cp. Isaías 8:16). Podríamos
aventurarnos a decir que es una tradición de muchos siglos.
Los estudiosos señalan que probablemente Eliseo fue un
discípulo de Elías (Cp. 1 Reyes 19:19 ss.; 2 Reyes 2:1-15; 2
Reyes 3:11).
En los hombres de Dios aprendemos una característica
especial: No sólo tenían un mensaje transformador que ejercía
una poderosa influencia en los demás, sino que además
procuraban pasar tiempo con ellos; en otras palabras, hacer
seguimiento a sus discípulos.
Protágoras de Abdera (485-411 a.C.), por ejemplo, fue un
filósofo griego que impulsó la formación de discípulos como lo
registra la historia. Era admirado por su retórica. Otros
contemporáneos como Platón lo consideraron un pensador
viajero con una poderosa influencia. A diferencia de muchos
discipuladores, él cobraba por su oficio.
Lo destacable en el modelo que iniciaron fue la estrecha
relación Maestro-Aprendiz, que no debe perderse hoy.
Nuestro amado Salvador Jesús desarrolló tal influencia que
registra el evangelista Juan la escena en la que varios griegos
pidieron reunirse a solas con Él, sin duda para beber de la
fuente de sus conocimientos (Cp. Juan 12:20-26)
Multiplicarse, una meta a futuro
Nuestro amado Salvador Jesucristo tenía claro que el Discípulo
debe crecer y tornarse partícipe en la extensión del Reino de
Dios.
El evangelista Lucas registra un ejemplo que debemos aplicar a
nuestro tiempo:
“Después, Jesús eligió a setenta y dos discípulos, y los envió en
grupos de dos en dos a los pueblos y lugares por donde él iba a
pasar. Jesús les dijo: «Son muchos los que necesitan entrar en
el reino de Dios, pero son muy pocos los que hay para anunciar
las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más
seguidores míos, para que compartan las buenas noticias con
toda esa gente. Y ahora, vayan; pero tengan cuidado, porque yo
los envío como quien manda corderos a una cueva de lobos.
»No lleven dinero, ni mochila ni zapatos, ni se detengan a
saludar a nadie por el camino. Cuando lleguen a alguna casa,
saluden a todos los que vivan allí, deseándoles que les vaya
bien. Si la gente merece el bien, el deseo de ustedes se
cumplirá; pero si no lo merece, no se cumplirá su deseo. No
anden de casa en casa. Quédense con una sola familia, y
coman y beban lo que allí les den, porque el trabajador merece
que le paguen.” (Lucas 10:1-7. Traducción en Lenguaje Actual)
De este pasaje Escritural podemos aprender, en nuestra
condición de Discipuladores, varios aspectos:
1.- Se estructuraron equipos de trabajo, de dos personas.
2.- No se limitaron a un solo lugar, sino que fueron enviados a
“campos blancos” a evangelizar y discipular.
3.- Desarrollar esa estrategia fue la forma de encarar la
realidad de que muchos necesitan las buenas noticias y entrar
en el Reino de Dios.
4.- Jesús enseñó que debíamos pedir al Padre que enviaran
más servidores a la obra.
5.- Desarrollar la tarea de evangelizar y discipular demandaba
dependencia del Señor, para la guía y provisión.
6.- Debían desarrollar un acercamiento básico con todas
personas.
7.- Era necesario que recibieran con humildad lo que les
ofrecieran; la idea no era exigir privilegios ni condiciones
especiales.
Tan solo leyendo una y otra vez estos cuantos versículos
podríamos encontrar enseñanzas prácticas para nuestra
congregación y, en particular, para quienes anhelamos
desarrollar eficazmente el trabajo como Discipuladores.
Recuerde: Si anhelamos alcanzar más almas para el Reino, es
esencial que formemos Discípulos y los llevemos al nivel en el
que ellos mismos se constituyan en Discipuladores. Es una
tarea urgente. No la podemos ni eludir ni restarle importancia.
DIOS PERMITA QUE esta semana se fije la meta de meditar en
este aspecto y reafirmar su determinación de formar a otras
personas.
El Discipulador no es quien llama sino el Señor Jesús
(Lección 4)

Al final del proceso, el Discípulo llega a convertirse en


Discipulador
Por muchos años Jorge estuvo inmerso en las drogas. A sus
veintidós años podía decir que había probado de todo: desde
marihuana, pasando por el bazuco, cocaína hasta la peligrosa
heroína, que lo convirtió en un adicto perdido en un callejón sin
salida.
María Luisa no recuerda cuándo tuvo su primera experiencia
sexual, pero sí podría descibir en detalle la sensación de vacío
que le producía cada nuevo encuentro y el deseo insaciable
que tenía de encontrarle sentido a la vida. “Llegué a pensar en
el suicidio —relata--porque comprendí que los hombres sólo
andaban detrás de mi cuerpo. El amor verdadero que tanto
anhelaba en cada nuevo noviazgo, se circunscribía a ir a la
cama, después un adiós y la promesa de: “Te llamaré uno de
estos días”, llamada que nunca se producía”.
Diomar aprendió a beber porque lo hacían sus padres, y en las
fiestas de fin de año era bien visto que él tomara vino. “Ese es
mi hijo; un marcho como su padre”, solía repetir su progenitor
que a los cuarenta años era un alcohólico que se bebía los
viernes el producido de toda la semana.
José Miguel comenzó a robar para sostener su vicio. Los que
consideraba amigos lo indujeron a consumir drogas pero
cuando estaba cayendo en una espiral sin fondo y no podía
conservar la calma si antes no consumía un cigarrillo de
marihuana, le dijeron que debía conseguir dinero como fuera.
“Nada es gratis en la vida. Ve en busca de cada peso para
mantenerte bien”, le dijo uno. Relata que un día asaltó a una
joven mujer que salía de un supermercado. Lo que jamás
imaginó es que la mujer era policía, y lo persiguió varias
cuadras hasta que lo capturó. “Pasé tres semanas en una
celda y lo más terrible es que no podía drogarme”, relató.
A diferencia de todos ellos, Gabriel tiene otra historia. Su hogar
se estaba desintegrando. Pasaba muchas horas trabajando
como ingeniero electrónico. Llegaba cansado a casa, con
deseos de dormir. Sólo tomó conciencia de que su matrimonio
y relación familiar caminaba al abismo cuando su esposa le dijo
que quería el divorcio. “Sentí que mi vida se desmoronaba y
que todo se hundía bajo mis pies. Amaba a mi familia y no
podía aceptar que esa fuera la consecuencia de haberlos
dejado solos”, dijo.
Un momento de crisis que marcó la diferencia
La historia de estas cinco personas tuvo un punto de quiebre
cuando sintieron que estaban en un callejón sin salida y que
nada podría salvarles de su destino inmediato: El suicidio o
dejarse arrastrar por la corriente hasta tocar fondo, y
finalmente —temprano o tarde —morir en la soledad de una
habitación o quizá de una acera, rodeados de muchas
personas ajenas a su dolor y desesperanza.
¿Qué determinó un cambio en sus vidas? Que un día, el que
menos esperaban, escucharon el susurro del Señor Jesús
llamando a su corazón.
Hay un texto maravilloso del libro del Apocalipsis que pone las
cosas en su punto. Dice el amado Salvador en su memorable
carta a la iglesia de Laodicea: “¡Mira! Yo estoy a la puerta y
llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos
juntos como amigos. Todos los que salgan vencedores se
sentarán conmigo en mi trono, tal como yo salí vencedor y me
senté con mi Padre en su trono.” (Apocalipsis 3:20, 21. NTV)
Ese pasaje jamás pasará de moda. Aplica a nuestras vidas. Es
para usted y para mí, ahora, en este instante.
Le invito a considerar dos cosas importantes: La primera, es
que nuestro amado Señor Jesús siempre ha estado
llamándonos, y la segunda, que si le abrimos las puertas de
nuestro corazón, Él hace la obra. Invitación acompañada de
una aceptación sincera, de corazón, trae como consecuencia el
principio de un maravilloso proceso de cambio y crecimiento.
No somos usted y yo en nuestra condición de Discipuladores
quienes llamamos, sino Jesús mismo. Él lo dijo: “Ustedes no
me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que
vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo
lo que pidan en mi nombre.” (Juan 15:16. NTV)
Es importante dejar el asunto claro y en perspectiva por dos
razones esenciales: La primera porque a veces nos creemos los
héroes de la jornada y dejamos de lado a nuestro Redentor,
quien verdaderamente debe ocupar el puesto protagónico, y la
segunda: porque en ocasiones cuando el discípulo falla nos
echamos encima toda la culpa olvidando que si bien Jesús
llamó, quien fue llamado debe perseverar. Usted y yo les
brindamos acompañamiento, pero cada uno debe observar
fidelidad en el caminar con Él.
Una enorme responsabilidad sobre los hombros
Usted y yo como Discipuladores tenemos una enorme
responsabilidad: Dar cuenta a Dios por cada alma que Él nos
delega, a quien tomamos en nuestras manos para llevarles a
caminar en el discipulado.
Jamás podemos olvidarlo. Y me permito citar aquí la parábola
del Señor Jesús referida a tres siervos a quienes entregó
dinero. Recuerde que dos de ellos hicieron producir más
recursos. En cambio el tercer siervo de la historia fue
negligente. No valoró la responsabilidad que tenía a cargo. La
historia la leemos en Mateo 25, versículos del 14 al 28.
Y leemos hacia el final del relato, cuando el siervo negligente se
excusó que: “... el amo le respondió: “¡Siervo perverso y
perezoso! Si sabías que cosechaba lo que no sembré y recogía
lo que no cultivé, ¿por qué no depositaste mi dinero en el
banco? Al menos hubiera podido obtener algún interés de él”.
Entonces ordenó: “Quítenle el dinero a este siervo y dénselo al
que tiene las diez bolsas de plata. A los que usan bien lo que se
les da, se les dará aún más y tendrán en abundancia; pero a los
que no hacen nada se les quitará aun lo poco que tienen. Ahora
bien, arrojen a este siervo inútil a la oscuridad de afuera, donde
habrá llanto y rechinar de dientes." (Mateo 25:26-30. NTV)
Tenga presente que quizá no somos los mejores predicadores e
incluso, no sobresaldremos por un liderazgo arrollador, pero en
la humildad del trabajo que desarrollamos debemos ser
comprometidos, rendir lo mejor de nosotros. Que al ir delante
de nuestro Padre celestial no tengamos motivos en que
ampararnos sino que podamos decirle: “Señor hice hasta lo
humanamente posible….”. Rendir más, caminar una milla más,
servir más…
¿Tiene discípulos a cargo? Entonces de lo mejor que pueda. No
se detenga. Avance, entréguese, dependa del Señor Jesús. Es
un distintivo muy particular de los Discipuladores.
Camine de la mano del discípulo
Cuando nos damos a la tarea de discipular, debemos caminar
de la mano del nuevo creyente en Jesús. La tarea de formarlos
gira alrededor de llevarles a experimentar una nueva vida, la
que procede del Maestro, y enseñarles a perseverar en ese
sendero.
Cada nuevo diálogo con el discípulo debe enfocarse en
enseñarle, a partir de la Palabra, a tener una experiencia
personal con Cristo. Que experimente en su propia existencia el
poder transformador de Aquél que todo lo hace posible.
Quizá se pregunte cuándo podemos concluir que hemos
cumplido nuestro propósito. La respuesta se orienta en dos
direcciones. La primera, cuando el discípulo deja de depender
de usted y de mí como Discipuladores y depende enteramente
de Jesús. Y la segunda, cuando esa persona —sin importar la
edad —se dispone a ganar otras almas.
Un ejemplo claro lo hallamos en la historia de Andrés,
considerado el primer discípulo: "Andrés, hermano de Simón
Pedro, era uno de estos hombres que, al oír lo que Juan dijo,
siguieron a Jesús. Andrés fue a buscar a su hermano Simón y le
dijo: «Hemos encontrado al Mesías» (que significa «Cristo»).
Luego Andrés llevó a Simón, para que conociera a Jesús. Jesús
miró fijamente a Simón y le dijo: «Tu nombre es Simón hijo de
Juan, pero te llamarás Cefas» (que significa «Pedro»).” (Juan
1:40-42. NTV)
Son unas cuantas líneas en el Evangelio que encierran una
enseñanza poderosa por el proceso que siguió Andrés y que
cobra particular vigencia en nuestro tiempo:
1.- Andrés escuchó hablar de Jesús el Señor.
2.- Andrés tuvo una experiencia personal con el Señor Jesús.
3.- Andrés compartió a su hermano Simón acerca del Señor
Jesús.
La ruta es sencilla: Escuchamos el Evangelio, vivimos la
experiencia con Cristo y ese encuentro nos motiva a compartir
con otros ese maravilloso encuentro transformador.
Cuando el discípulo puede expresar como el salmista David:
"Prueben y vean que el Señor es bueno; ¡qué alegría para los
que se refugian en él!” (Salmos 34:8. NTV), entendemos que
nuestra tarea está llegando a su fin y que es necesario
comenzar a formar otro discípulo que a su vez se convierta en
multiplicador de las Buenas Nuevas de Salvación.
Le invito a considerar que el mismo modelo de escuchar de
Jesús, tener un encuentro con Él y convertirse en multiplicador
del Evangelio, se cumple en la vida de Felipe:
"Al día siguiente, Jesús decidió ir a Galilea. Encontró a Felipe y
le dijo: «Ven, sígueme». Felipe era de Betsaida, el pueblo natal
de Andrés y Pedro. Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo: —
¡Hemos encontrado a aquel de quien Moisés y los profetas
escribieron! Se llama Jesús, el hijo de José, de Nazaret. —
¡Nazaret! — exclamó Natanael—. ¿Acaso puede salir algo bueno
de Nazaret? — Ven y compruébalo tú mismo — le respondió
Felipe. Mientras ellos se acercaban, Jesús dijo: — Aquí viene un
verdadero hijo de Israel, un hombre totalmente íntegro. —
¿Cómo es que me conoces? — le preguntó Natanael. — Pude
verte debajo de la higuera antes de que Felipe te encontrara —
contestó Jesús. Entonces Natanael exclamó: — Rabí, ¡tú eres el
Hijo de Dios, el Rey de Israel! Jesús le preguntó: — ¿Crees eso
solo porque te dije que te había visto debajo de la higuera?
Verás cosas más grandes que esta. Y agregó: «Les digo la
verdad, todos ustedes verán el cielo abierto y a los ángeles de
Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre, quien es la
escalera entre el cielo y la tierra »." (Juan 1: 43-51. NTV)
¿Por qué un discípulo encuentra más fácil multiplicarse? Por
una razón sencilla que incluso hallamos en los dos pasajes que
estudiamos hoy: Un profesional puede llegar más fácilmente a
un círculo de profesionales lo que quizá no le resulte tan
probable a usted o a mí. Una ama de casa que vive a Cristo
puede ganar otras amas de casa en su círculo de amistades. Y
así sucesivamente, una oveja puede ganar más ovejas en el
redil en el que se halla.
Hay que concluir evaluando cómo ha sido nuestro
desenvolvimiento como Discipuladores, y de otra parte, si
estamos afianzando la vida del nuevo creyente de cara a que
en un futuro él o ella mismos se conviertan en Discipuladores y
sigan el camino que les hemos trazado hoy.
HERMENEUTICA

Acercarnos al texto bíblico:


Una maravillosa aventura
(Lección 1)

Si hay una idea equivocada que ha tenido el ser humano por


muchos años, es que leer la Biblia resulta aburridor y es propio
de los intelectuales, los religiosos o de aquellos que desean
ampliar su horizonte de conocimiento. ¡Tremendo error!
Acercarnos a las Escrituras es algo apasionante, una aventura
sin parangón a través de loa cual entramos en contacto directo
con el mensaje de Dios para nosotros hoy.
¿Cómo podemos disfrutar, entonces, el abrir las páginas de su
ejemplar de la Biblia y sacarle el mejor provecho? La respuesta
es sencilla: quitando de en medio de nosotros todo paradigma y
todo prejuicio.
--Jamás pensé que estudiar la Biblia era tan maravilloso--, me
dijo en Venezuela una joven universitaria que recién había
comenzado a leer algunos capítulos--. Hay momentos en que
quiero leer más y más, y siempre, en cada página, encuentro
algo nuevo--.
A esta opinión se suma la de un ingeniero civil con el que cursé
la formación teológica:
--Por años creí que las Escrituras eran aburridoras, y que las
enseñanzas eran difíciles de entender. Hoy mi opinión ha
cambiado hasta tal punto que no creo—como otrora—que leer la
Biblia era para fanáticos sin ninguna formación; por el
contrario, es también para los profesionales y para todo aquél
que desee experimentar crecimiento personal y espiritual--,
explicaba.
Debo confesar que en la secundaría tenía literalmente pavor
cuando llegaba la profesora de álgebra. Dos horas que
asociaba con una película de terror. Tiempo después descubrí
que el problema en sí no era la materia, sino quien dictaba las
clases. No sabía transmitir de una manera apropiada el
mensaje, de ahí que considerara el álgebra como una
asignatura para sabios.
Es lo que nos pasa con la Biblia, quizá no ha habido un buen
maestro a nuestro lado que nos explique los pasajes, o tal vez
la versión que estamos consultando está en un lenguaje
confuso. En tal caso es aconsejable buscar un ejemplar con
lenguaje popular, como el que hablamos diariamente.

Tres pilares para acercarnos a la Biblia


Cuando emprendemos la maravillosa aventura de abrir la Biblia
y comenzar a leerla, sin duda atravesamos por tres pasos que
llamarían pilares para desarrollar un estudio sistemático del
texto. En su orden son: aproximación, interpretación y
aplicación. Le invito para que consideremos cada uno de estos
fundamentos o la ruta que normalmente seguimos:
1. Aproximación. Es el paso más elemental. Comenzamos a leer
sin ninguna pretensión. Quizá como alguien que abre las
páginas de un periódico y desea enterarse de las últimas
noticias. Hágalo usted: simplemente comience a leer. En una
primera exploración no tiene que sacar grandes conclusiones,
simplemente leer.
2. Interpretación. Una vez haya hecho la Aproximación al texto,
procedemos a un segundo nivel, sencillo pero enriquecedor
para nosotros: la Interpretación. Procuramos descubrir qué está
diciendo Dios, a quién o quiénes y qué enseñanza representa—
no solo para los destinatarios originales sino para los lectores
de todos los tiempos.
Si tiene a mano una libreta de notas, tome apuntes de aquellos
aspectos que le llaman poderosamente la atención. Prepárese
para anotar pero también para subrayar o tachar. La
Interpretación debe ser sencilla, pero a la vez, una herramienta
para tratar de sacar lo más relevante, incluso, lo que llama su
atención.
3. Aplicación. Es el tercer paso, el más sencillo pero a la vez, el
más apasionante. ¿La razón? Es el momento en el que usted
descubre qué significa ese mensaje para usted, y de qué
manera llevarlo a la práctica en su cotidianidad.
La Aplicación de la enseñanza bíblica nos lleva a remplazar los
viejos patrones de vida (cf. Romanos 12:2) para dar lugar a
nuevos cimientos, rodeados de principios y valores que nos
permiten una vida plena, pero además, mejorar la calidad en la
relación con otras personas. En esencia aplicar las pautas
bíblicas tiene implícita transformación individual y colectiva.

¿Qué nos impide una buena interpretación?


Aun cuando se trata de un proceso sencillo, el acercarnos a las
Escrituras presenta obstáculos ya que todos nosotros tenemos
un entorno cultural, religioso, social y hasta político que se
constituye en el “filtro” que aplicamos a todo cuanto
aprendemos diariamente.
En nuestras vidas al aproximarnos a la Biblia influyen los
prejuicios, lo que culturalmente hemos aprendido, la
concepción que nos inculcaron sobre religión, entre otros
aspectos.
Estas “cargas” que llevamos a cuestas nos llevan a dos
interpretaciones de la Biblia: una de carácter subjetiva, es decir
influenciada por los factores que acabamos de citar, y otra
objetiva, cuando nos despojamos de creencias preconcebidos y
buscamos lo que realmente Dios quiso enseñar a su pueblo en
la época en la que se escribieron los textos, y lo que nos
enseña hoy.

Dios, el autor de las Escrituras


Aunque se transmitió el mensaje a través de seres humanos,
proclives a fallar como usted o como yo, quien inspiró el
mensaje fue Dios mismo (2 Timoteo 3:16, 17). No es algo que
una persona desocupada se inventó de buenas a primeras,
sino que constituye en esencia la revelación del Padre a Su
pueblo (Gálatas 1:11, 12)
Si tenemos una clara comprensión de este asunto, entraremos
a un análisis Escritural generalmente adoptando un método
sencillo de estudio sistemático, pero con mucha expectación
porque nos acercamos es a la voz escrita de Dios.
Tenga presente que no es lo que yo quiera que diga la Biblia
sino lo que Dios nos dice a través de la Biblia.

Tres principios para una buena interpretación


Si deseamos una buena interpretación bíblica es importante
que, una vez estamos leyendo un pasaje, nos formulemos tres
interrogantes:
1. ¿Qué dice Dios en el pasaje? No es lo que creemos, sino lo
que dice Dios. Por ese motivo es importante tener a mano una
libreta de notas de tal manera que podamos hacer los apuntes
que consideremos oportunos.
2. ¿Qué enseña Dios en este pasaje? Toda Escritura tiene un
mensaje. De hecho desde el momento en que nuestro amado
Padre celestial la concibió en su corazón para transmitírsela a
uno de sus siervos, tenía definido el objetivo, lo que quería
alcanzar.
Recuerde que el Señor tenía unos destinatarios iniciales del
texto, pero usted y yo somos hoy los destinatarios finales de la
enseñanza.
3. ¿Cómo se aplica esta enseñanza del pasaje en mi vida?
Recuerde que al reconocer que la Biblia es la voz escrita de
Dios, procuramos que la enseñanza toque también nuestros
corazones y se constituya en valiosa herramienta para el
crecimiento en todas las áreas de nuestra vida.
Lo que hacemos no es otra cosa que Interpretar el pasaje, es
decir, tener una aplicación simple procurando que –sin
mayores complicaciones—podamos incorporar los nuevos
principios a nuestra forma de pensar y de actuar.
Estoy seguro que si comienza desde hoy a aplicar esta
enseñanza--que le invito a leer de nuevo—, podrá ir avanzando
en la maravillosa experiencia de recorrer la Biblia libro por libro,
aprendiendo siempre cosas nuevas.
Viene a mi memoria Carlos Alberto Gómez, un escultor caleño,
un artista que rompió los esquemas. Es empírico, muy creativo
y trabajador incansable. Por años recorría las montañas sin
encontrar más que tierra y vegetación. Un día creyó que en
algunas formas irregulares del terreno, se podían apreciar
figuras. Y ese fue el comienzo de su proceso artístico,
esculpiendo en paredes naturales de arcilla.
A su técnica se le denomina barranquismo y para aplicarla se
necesita un terreno especial, mejor aún si es arcilloso y blando.
La tintura natural de la tierra ayuda a mejorar los relieves, y la
humedad facilita moldear la montaña. Si algún día viene a Cali,
no deje de preguntar por estas singulares esculturas.
Ahora, decía que venía a mi memoria este artista porque de lo
intrascendente—en apariencia—comenzó a descubrir
verdaderos tesoros y hoy son decenas de personas las que
aprenden de su laboriosa labor armado de espátula, agua y
pintura. Él aprendió pero enseña a otros. Está multiplicando su
talento.
Igual cuando vamos a la Biblia. Descubrimos el mensaje, lo
aplicamos a nuestra vida e impactamos a otras personas, a
quienes nos rodean.
Para terminar y en breves palabras, trataré de explicar lo que
significan algunos términos que quizá haya escuchado cuando
se habla de estudiar la Biblia…
Hermenéutica: Es la interpretación de las Escrituras. Una
ciencia que nos ayuda a saber qué procuraba el mensaje
originalmente y cuál el impacto esperado y ver de qué manera
aplica a nuestro tiempo.
Exégesis: Es el estudio sistemático de las Escrituras para
descubrir el mensaje original, acudiendo incluso a los idiomas
en los que se escribió cada texto.
Homilética: Es el estudio de la preparación de los sermones y
mensajes, haciendo acopio de la Hermenéutica y de la Exégesis
cuando se hace acercamiento a un texto, de manera tal que se
logre una adecuada interpretación.
Permítame insistirle en la importancia de revisar lo que hasta
ahora hemos aprendido, de manera tal que leer la Biblia
comience a ser desde hoy una maravillosa y enriquecedora
experiencia espiritual y personal
© Fernando Alexis Jiménez
Adentrándonos en aguas profundas: De la Interpretación al
Análisis (Lección 2)
Imagino que está dando los primeros pasos orientados a una
aproximación objetiva al texto bíblico. Recuerde, es la
Interpretación. Ahora, sumemos otros tres elementos que son
esenciales, y los cuales explicaremos con detenimiento:
a. Información
b. Comprensión del texto
c. Aplicación
Léalos de nuevo. Son tres pilares que, en adelante, debe
aplicar cada vez que se acerque a un pasaje bíblico, trátese de
un capítulo, una selección de versículos o, incluso, un solo
versículo. Cuando lo hacemos, abrimos nuestro ser para que el
texto de las Escrituras deje de ser letra muerta y se convierta
en algo vivo, real para nuestra vida cristiana.

I. Información
Parto de la base que usted ha seleccionado un pasaje que
quiere estudiar. Si no lo ha hecho, búsquelo ahora. Escoja uno
de los que haya resultado edificante para su vida. Ármese
además de una libreta de notas. ¿Lo hizo? Ahora acérquese al
texto. Usted hace una primera lectura de la totalidad de los
versículos o versículo que haya escogido. Formúlese a
continuación el siguiente interrogante: ¿Cuáles son las ideas
principales de éste pasaje?
Si no ha captado lo suficiente, mi sugerencia es que vuelva a
leer el texto. Le ayudará muchísimo porque su grado de
comprensión aumentará. Tome las notas que considere
oportunas. Las ideas que exprese por escrito deben ser cortas;
le facilitará más adelante, recordar y tener un panorama claro
de lo que está leyendo.
¿Lo hizo? Pues bien, ahora hágase otra pregunta, igualmente
relevante: ¿Cuáles son los personajes que intervienen en el
pasaje?
Identifíquelos. Anote sus nombres. A un lado de cada
personaje, trate de escribir cuatro aspectos que son muy
importantes:
a. Sus errores
b. Sus aciertos
c. Sus debilidades
d. Sus fortalezas

Recuerde que todo personaje en la historia bíblica aportó o


quizá fue protagónico en los hechos que se relatan. Si están allí
relacionados, es porque contribuyeron en algo a la historia –
positiva o negativamente--.
Otras preguntas que le ayudarán en el proceso de exploración
bíblica son las siguientes: ¿Cuáles son los lugares geográficos
descritos en el pasaje bíblico? Si le es posible, ubique en un
mapa del Antiguo o Nuevo Testamento—dependiendo del caso—
el lugar del que están hablando.
También pregúntese: ¿Cuáles son los términos que le llaman la
atención? Las palabras son muy importantes en la Biblia. Si no
le quedan claros, tómese el trabajo de buscarlos en un
diccionario. También ayuda que tenga a mano otras versiones
de la Biblia en las que pueda consultar el pasaje que está
estudiando.

II. Comprensión del texto


Comprender un texto bíblico a veces no resulta fácil en una
primera lectura. Recuerde que el contexto religioso, cultural,
político y económico de muchos acontecimientos descritos en
las Escrituras es distinto a lo que tenemos hoy. Con ese
propósito, me remito a recomendarle varias lecturas del
pasaje—dos o tres están bien--, e igualmente tomar
anotaciones.
Hacerlo es posible cuando procuramos tres fundamentos: El
primero, una lectura cuidadosa, el segundo, un análisis del
significado del mensaje, y en tercer lugar, identificar el
contexto.
Jamás olvide que no estamos en una maratón de lectura, de
ahí que se debe leer despacio, con entendimiento; procurar
descubrir qué significaba en su momento ese mensaje y,
además, qué estaba ocurriendo. Es allí donde entra el contexto.
Por ese motivo, leemos un capítulo antes—o dos, si es
necesario—y uno o dos capítulos posteriores al texto que está
estudiando.
Hágase, en esta parte del análisis, dos preguntas adicionales
que revisten importancia: ¿El mensaje es claro o quizá confuso
(en cuyo caso deberá procurar saber más de lo que se estaba
viviendo en ese momento entre los destinatarios del mensaje)?
Y el segundo interrogante: ¿El mensaje implicaba cambios
profundos en la vida, pensamiento y acciones de los
destinatarios finales?
Por favor, tenga en cuenta que estamos procurando llegar más
al fondo. No quedarnos en la lectura primaria, sino profundizar.
En caso que sea necesaria una tercera lectura del pasaje, por
favor hágala. Trate de ser objetivo en la lectura, y no subjetivo.
En otras palabras, tratar de encontrar el mensaje tal como se
envió y no aplicar el mensaje a su conveniencia.

III. Aplicación
Hemos dado dos pasos muy importantes, y llegamos al tercero,
al menos en esta ocasión. Se trata de la aplicación. Ningún
mensaje se escribió por improvisación, y más cuando se trata
de la Palabra de Dios.
Ese texto bíblico significó algo para los destinatarios finales—en
su época--, pero también tiene una significación especial para
nosotros hoy, y más en su caso particular.
Sobre esta base, le invito a que se formule los siguientes
interrogantes conforme avanza en la lectura del pasaje:
a. ¿Cómo se aplica este pasaje bíblico en mi tiempo, y
en mi vida?
b. ¿Es importante este pasaje bíblico sólo a nivel
histórico?
c. ¿Qué ilustración nos ofrece para nuestra vida
cotidiana?
d. ¿Tiene alguna enseñanza en particular?
e. ¿Aplica a nosotros alguna verdad Escritural que
hemos venido pasando por alto?
f. ¿Contiene un mandamiento divino que es vinculante,
es decir que también me obliga hoy a mí?

Estas preguntas no son triviales. Revisten una importancia


singular. Recuerde que la Biblia no se escribió únicamente para
otros, sino para nosotros.
Tenga presente que leer la Biblia debe producir en nosotros
una reacción. No es leerla por leerla, por mero conocimiento. El
fundamento es que la Escritura ayude en nuestro proceso de
transformación personal y espiritual.
Terminamos la lección de hoy con dos preguntas que deben
quedar rondándole en su cabeza: ¿Qué me enseña este pasaje
Bíblico?¿Qué cambios debo aplicar en mi vida con base en la
enseñanza Escritural?
Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirnos a
webestudiosbiblicos@gmail.com o llamarnos al (0057) 317-
4913705
© Fernando Alexis Jiménez
Disponernos para investigar la Biblia
(Lección 3)

Hace algún tiempo escuché la historia de una mujer de avanza


edad que, en un pueblo perdido de Centroamérica, no perdía
servicio en la Iglesia. ¡No sabía leer pero prestaba mucha
atención cuando leían la Biblia! Literalmente, a sus 74 años,
memorizaba cada pasaje.

Hacia el atardecer del domingo, aprovechando que muchas


personas iban al parque, llevaba su vieja Biblia. Se acercaba a
cualquier parroquiano y le pedía el favor de buscar
determinado texto. Nadie se negaba, por supuesto. Luego le
pedía que leyera el texto en alta voz. Y cuando terminaban de
hacerlo, ¡les predicaba el Evangelio de Jesucristo!
Esta humilde señora no tenía limitación alguna, a pesar de que
no sabía siquiera deletrear. A su manera, interpretaba las
Escrituras, las aplicaba a la cotidianidad… ¡Y predicaba las
Buenas Nuevas de Salvación!
No podemos, entonces, entender los impedimentos y barreras
que muchas personas levantan cuando de estudiar la Biblia se
trata. Es muy sencillo. Es esencial que desde hoy
desmitifiquemos la idea de que sólo es para eruditos, personas
con alto nivel académico, intelectual, líderes de iglesia o
personas sumamente espirituales. ¡Usted y yo estamos
llamados a desarrollar la capacidad de hacer un estudio
sistemático de lo que nos enseña el libro Sagrado para poder
enseñarlo a otras personas.
Depender de Dios al acercarnos al texto bíblico
Hemos visto hasta el monumento tres grandes fundamentos: la
lectura inicial del pasaje bíblico (Información), el descubrir lo
que enseña (Interpretación o también Observación) y la manera
como podemos asimilar cada principio en nuestra cotidianidad
(Aplicación)
Cuando lo hacemos, es decir, estudiamos la Biblia, lo hacemos
con reverencia, de ahí que es esencial que pidamos a Dios que
nos conceda sabiduría (Santiago 1:5). Recuerde que
aproximarnos a Su Palabra no nos traerá confusión, porque
Dios nos guiará en los pasos apropiados. Él es un Dios de
orden, no de confusión (Cf. 1 Corintios 14:33)
En ese orden de ideas, la disciplina que debemos asumir
diariamente si deseamos ser buenos estudiantes de la Biblia,
tiene dos pilares: el primero, oración, y el segundo: estudio
sistemático de las Escrituras.
Recuerde que el primer beneficiado será usted, porque la
enseñanza traerá transformación a su vida. La Palabra de Dios
permanece para siempre (1 Pedro 1:25)
¿Por qué razón? Porque cuando comprendemos lo que nos dice
el Padre celestial en el texto, y lo aplicamos a nuestra
existencia, estamos preparados para transmitir esos principios
a otras personas.

Sugerencias útiles para comenzar


Recuerde tener siempre a mano:
1. Una o varias versiones de la Biblia
2. Leer cuidadosamente los títulos o encabezados de los
pasajes bíblicos (Le orientarán sobre lo que trata el texto)
3. Lea las notas de referencia que le conducen a otro texto
bíblico, porque le permitirá ampliar el conocimiento sobre algún
tema, especialmente si se trata de pasajes paralelos
4. Lea con detenimiento las notas marginales, que
generalmente son comentarios que hacen algunos eruditos
sobre el pasaje que está leyendo
5. Si tiene la forma de hacerlo, consulte mapas y cuando haya
referencia a algún sitio geográfico en esperial, búsquelo.
Generalmente los hallará al final de la Biblia.

Características de un estudiante de la Biblia


Además de la oración y desarrollar un estudio sistemático de
las Escrituras, todo estudiante de la Biblia debe observar al
menos siete características que comparto con usted:
1. Disposición para aprender. Si en nosotros hay auto
suficiencia o quizá prejuicios, tenemos de entrada una enorme
dificultad para ser un buen estudiante bíblico. Recuerde: la
Biblia es la Palabra de Dios y es necesario que estemos
dispuestos a ser enseñados por Él (Esdras 7:10; Cf. Mateo 5:6)
2. Disposición de encontrar lo que Dios desea decirnos. No se
trata de un libro cualquiera. La Biblia es un texto maravilloso en
el que siempre aprenderemos algo nuevo de parte del Señor,
quien nos habla a través de ella (Cf. Efesios 3:4)
3. Disposición para ser transformados por la Palabra. Cuando
nos acercamos a la Biblia, aprendemos principios que—si los
llevamos a nuestra vida--, nos traerán cambio y crecimiento
personal y espiritual--. (2 Timoteo 3:16)
4. Aprender para poder enseñar a otros. A menos que nos
dispongamos para Dios, para ser enseñados por Su Palabra, no
podríamos enseñar a otros. Humildad para aprender,
disposición para transferir a otros esos conocimientos, ese
trato del Señor (2 Timoteo 2:15; Cf. 1 Pedro 3:15; Lucas 8:15)
5. Disposición para investigar. Si bien es cierto, la Biblia se
interpreta así misma, es necesario que dispongamos nuestro
corazón para inquirir y seguir buscando, tal como hicieron los
cristianos de Berea, en el primer siglo (Hechos 17:11)
6. Disposición para librarnos de prejuicios. Quizá creemos que
la Biblia es para fanáticos, religiosos, personas que se
conforman con un versículo y se dejan lavar el cerebro.
¡Tremendo error! Siempre debemos observar humildad al
leerla, dispuestos a encontrar algo nuevo, aprender y respetar
las Escrituras porque provienen de Dios mismo (1
Tesalonicenses 2:13)
7. Depender de Dios para cambiar. No conozco a la primera
persona que haya abierto su corazón al obrar de Dios a través
de las enseñanzas de la Palabra, que no haya cambiado.
Simplemente dispusieron su corazón al inquirir sobre las
Escrituras, y dejaron que Dios tratara sus vidas. Los resultados,
sin duda, son maravillosos--. (Santiago 1:22)

Tres recomendaciones finales


Para terminar la Lección de hoy, me permito formularle tres
recomendaciones de suma importancia:
1. Lea despacio y con suno cuidado. Leer superficialmente no
nos lleva a otra cosa que a los equívocos, a conclusiones
erradas. Por eso, además de armarse de paciencia y
perseverancia, tome una libre de anotaciones y apunte los
aspectos relevantes de los estudios que vaya haciendo.
2. Use el entendimiento. No podemos desechar la lógica,
porque con frecuencia leemos y leemos y no encontramos
sentido a la lectura. Por ese motivo, si dispuso su corazón para
estudiar la Biblia, es para adentrarse en ese proceso, y no leer
por leer, para llenar un vacío.
3. Comprenda las diferencias inter-culturaes. Las personas a
las que se dirigió inicialmente el mensaje tenían un marco
cultural, religioso, económico y social distinto al nuestro. Ese
simple hecho debe llevarnos a tratar de entender qué quería
decir el autor, cómo recibieron los destinatarios el mensaje y—
ahora sí—de qué manera aplica a nuestro tiempo.
Le invitamos a estar atento a la próxima Lección que, puedo
asegurarle, será apasionante.
© Fernando Alexis Jiménez

La importancia del contexto del pasaje bíblico que


estudiaremos (Lección 4)

Entrar a disfrutar el mensaje de las Escrituras para nuestro


tiempo, toma forma cuando al estudiar un pasaje o un
versículo, trabajamos a partir del contexto en el que se
encuentra ubicado. Quizá se preguntará: ¿Qué relevancia
tiene? Mucha, porque dependiendo del contexto amplio o del
contexto específico en el que se encuentre la porción Escritural,
podemos aprender muchísimo más de lo que salta a primera
vista.

Recuerde que en general contexto es lo que se encuentra antes


y después del pasaje que estamos estudiando. El texto que
hayamos escogido tiene un contexto específico, es decir, es
como si fuera un bloque o ladrillo de una pared. No podríamos
sacarlo de buenas a primeras, es necesario ver lo que hay
alrededor.
Ahora, el pasaje que estudiaremos—que podría ser un versículo
únicamente—se encuentra inmerso en un contexto amplio, es
decir, rodeado por capítulos que hallamos antes y también
después.
Pero algo más, el pasaje que nos proponemos estudiar, se
encuentra rodeado por un contexto panorámico, que podemos
descubrir cuando tenemos en cuenta el libro en el que está el
texto objeto del análisis.
¿Comprende ahora, de manera sencilla, que no es asunto de
escoger un conjunto de versículos y comenzar a sacar
conclusiones? Es necesario mirar los tres contextos en los
cuales está ubicado: el contexto panorámico, el contexto
amplio y el contexto específico.
Una vez hemos realizado el trabajo de aplicar los tres
principios, es decir los tres tipos de contextos, podemos
comenzar a marcar los detalles del pasaje que hayamos
escogido para estudiar.

1. Tenga en cuenta la variedad literaria


Dado que la Biblia en su conjunto fue escrita en un período de
por lo menos 1.500 años por 40 escritores—ubicados
geográficamente en espacios distintos y en la mayoría de los
casos en épocas diferentes—, es apenas natural que hay
diversidad en la forma de escribir, en algunos facilidad y en
otros dificultad para expresarse.
Recuerde también que algunos tuvieron formación académica
mientras que otros fueron empíricos.
Unos autores acudieron a la expresión poética, otros a la forma
singular de la profecía, otros se centraban en la prosa sencilla,
otros fueron muy parcos al escribir o hubo quienes conocían
sobre a legislación de su época, y por tanto, enfatizaron en ese
punto específico.

2. Diferentes enfoques de los autores


Como periodista profesional, y cuando laboraba secularmente
cubriendo noticias, informaba muchas veces con un enfoque
muy distinto del que lo hacía el colega de otro periódico. Los
elementos esenciales no variaban en la noticia, pero sí la forma
de suministrar la información. Dependía de muchos factores,
entre ellos, del estado anímico, de la premura que se tenía de
llevar los textos a impresión, del tamaño de página que tenía a
disposición, entre otros.
Ahora piense en los autores de los libros bíblicos. Su
perspectiva frente a un hecho era muy particular y así lo
redactaron en su momento. El eje central que es Dios siempre
estuvo presente, pero cada uno se expresó de acuerdo con su
contexto.

3. Diferentes circunstancias
Lo que vivió Moisés es bien distinto que lo experimentado por
Samuel, y a su vez lo que ellos vivieron, es diametralmente
opuesto a las circunstancias en medio de las cuales se
desenvolvieron Isaías o Jeremías.
Cada uno de ellos escribió influido por condiciones políticas,
sociales, culturales, religiosas y hasta económicas muy
particulares que se reflejan en cada línea que plasmaron sobre
los pergaminos, papiros o material utilizado. Ese hecho nos
debe llevar a ser muy cuidadosos al escudriñar un pasaje para
estudiarlo, porque se deben tener en cuenta las diferencias
circunstanciales.

4. Destinatarios finales
El libro del Apocalipsis tenía unos destinatarios muy distintos a
la carta de los Hebreos y a su vez, estos dos escritos, tenían
lectores finales diferentes que quienes leyeron el Pentateuco, o
primeros cinco libros de la Biblia escritos—según la tradición—
por Moisés.

5. Tenga en cuenta las referencias cruzadas


Generalmente sobre las márgenes de la Biblia encontramos
referencias a otros textos, que coinciden o dicen lo mismo. Al
estudiar un pasaje en medio de su contexto, debemos tener
estas referencias muy en cuenta, y en lo posible, ir a buscarlas.
Otra herramienta de ayuda son los pasajes paralelos. Nos
ayudarán a ver relatos que en esencia tienen el mismo objetivo,
pero muchas veces, enfoques distintos. Es esencial que nos
tomemos el trabajo de hacer la investigación de un pasaje de
manera cuidadosa.

Puntos clave para estudiar el contexto

Cuando ya estamos, libreta de apuntes en mano, dispuestos a


sacar la mayor información de un pasaje, debemos tener en
cuenta los siguientes puntos clave:
1. El Autor. Tome tiempo para investigar en un Comentario o
Diccionario Bíblico, quién fue el autor del libro que usted está
leyendo. Procure adentrarse en las condiciones que vivió, así es
que lea todo lo que tengan que decirle del escritor.
2. Fecha. Investigue cuándo se escribió el libro, y de ser
posible, averigüe qué circunstancias políticas, sociales,
culturales y económicas prevalecía en el momento.
3. Historia. Al leer el libro, en medio del cual se encuentra
inmerso el pasaje que usted estudia, por favor pregúntese:
¿Cuándo y cómo ocurrieron los hechos?¿Qué circunstancias
históricas reinaban en el momento?¿Por qué motivo se escribió
el libro?
4. Forma literaria. Trate de determinar si se trata de profecía,
prosa sencilla, poesía, si hay figuras o símbolos y todo cuanto
más pueda sobre el pasaje que está leyendo.
5. Lugar. Determine a qué ubicación específica se está
refiriendo o cuáles sitios menciona. Si le queda fácil, utilice
mapas para encontrar los lugares mencionados. Puede acudir a
su propia Biblia. En la última parte, generalmente hay buenos
mapas.
6. Propósito del libro. Trate de ubicarse en los zapatos del
autor. ¿Qué buscaba al escribir el pasaje, el capítulo o el libro
en su conjunto? Adentrarse en esta dimensión, le ayudará a
tener una mayor comprensión del texto.
7. Destinatarios. Una lectura detenida del texto, le permitirá
identificar a quiénes estaba dirigido. Es muy útil hacerlo.
8. Mensaje o tema central. Todo libro, capítulo o pasaje en
particular, tiene un mensaje o tema central. Como se está
ayudando con una libreta de notas, trate de identificar cuál es
el eje principal. Comprobará cómo le ayuda este ejercicio.
9. Bosquejo. Cuando elaboramos nosotros mismos un
bosquejo, separando los textos por bloques temáticos,
logramos tener un panorama mucho más claro de lo que
aborda el autor. Una forma sencilla de hacerlo, es decir, de
articular un bosquejo, es mirando la estructura de los
diferentes textos. Tenga en cuenta si un capítulo tiene varios
temas. Sepárelos. Eso le ayudará a tener una perspectiva
amplia y más clara. Y así sucesivamente con el resto del libro.
Puede que al comienzo considere que no es fácil, pero con el
paso del tiempo le resultará muy práctico y sencillo hacerlo.
Recuerde que usted se está formando para ser un excelente
estudiante de la Biblia. No hacer las cosas a prisa, sino a
conciencia, y dejarse utilizar por Dios como instrumento útil
para llevar el mensaje a Su Pueblo hoy. Sobre esa base, no
importa cuánto tiempo deba invertir en la investigación de un
pasaje. Hágalo con responsabilidad, como debe hacerlo todo
ministro de Jesucristo en nuestro tiempo.
© Fernando Alexis Jiménez
Lección 1
¿Cómo elaborar sermones?

Una de las formas eficaces de llegar a la comunidad de


creyentes, es mediante la exposición de la palabra en la
estructura de Sermón. ¿Cómo se prepara un Sermón? ¿Cuáles
son los componentes de su estructura? ¿Cuánto tiempo debe
durar un mensaje?¿De dónde se obtienen las ideas
principales?¿Qué son las Divisiones Mayores y cuáles las
Divisiones Menores?
Todo estos interrogantes serán despejados en este módulo
preparado para quienes forman parte de la Escuela de
Liderazgo del Ministerio de Evangelismo y Misiones “Heraldos
de la Palabra”.
Nuestra aspiración es despejar sus dudas respecto a cómo se
preparan los elementos básicos que deben contener, qué tipo
de sermones hay y, por supuesto, los pasos sencillos y
prácticos para preparar los mensajes.
Si en diferentes rincones del mundo, incluso en los más
apartados, quienes desean proclamar a Jesucristo aprenden
cómo trazar sus sermones, tendremos la satisfacción de lograr
nuestro objetivo. Quizá muchos no tendrán la oportunidad de
acudir a un Seminario Teológico o Instituto Bíblico. Pues
humildemente, lo que buscamos es brindarles una orientación
oportuna y eficaz... Y... ¡Comenzamos ya!
1. ¿Cuántas clases de sermones hay?
Hoy día existen muchas formas de exponer la Palabra de Dios.
Todas válidas y, en su mayoría, eficaces. Pero durante nuestra
serie nos enfocaremos a estudiar las bases para elaborar:
sermones textuales, expositivos, temáticos y biográficos. Son
cuatro géneros que le permitirán al orador, presentar el
mensaje de Dios para su pueblo.
2. Hay que definir un propósito
Desde el momento en que usted se pare al frente del púlpito,
deberá tener claro qué espera lograr al término de la
enseñanza. En tal sentido es importante que usted sepa que, al
disponerse a realizar la exposición, debe tener claro si lo que
pretende ofrecer a sus interlocutores son bases para el
crecimiento y solidez espiritual, o llevarlas a tomar una decisión
por Jesucristo.
Es necesario entonces que, en primera instancia, tenga
definidos los dos grandes géneros de mensajes:
a. El sermón de edificación
b. El Sermón evangelístico
Los dos tienen orientaciones totalmente diferentes. Por tal
motivo es necesario que hagamos, no solo la diferencia, sino
que tengamos definido en qué consiste cada uno.
3. El sermón de edificación
Es el mensaje dirigido a toda la congregación, sobre la base de
que todos ya aceptaron a Jesucristo como su único y suficiente
Salvador. Por lo generar asisten a la congregación y lo que
requieren son orientaciones sobre cómo vivir y crecer en la vida
cristiana. Se trata de mensajes que tocan una temática
variada, pero enfocada en su totalidad a lograr bases sólidas
para el creyente, afirmándolo en la sana doctrina.
4. El sermón evangelístico
Es mucho más sencillo que el de edificación. N la mayoría de
los casos se fundamentan en un solo texto y no saltan de un
pasaje a otro. De entrada está orientado a crear entre los
asistentes, conciencia sobre la necesidad de aceptar a
Jesucristo como su único y suficiente Salvador. El sermón, en
estos casos, termina con una invitación a hacer decisión de fe
por Jesús.
Lección 2
Clases de sermones. Descripción

Para que tengamos una mejor comprensión de cuáles y


cuántas son las clases de sermones, hacemos a continuación
una breve descripción:
1.- Sermón Textual
Aludimos a Sermón Textual al referirnos al mensaje que toma
como base un texto específico, generalmente un solo versículo.
Por ejemplo, Juan 3:16. Sobre este escrito entramos a
desarrollar la enseñanza. El propósito es desglosar su
estructura, haciendo particular énfasis en palabras en el
sentido particular de las frases.
2.- Sermón Expositivo
Este género de Sermón se desarrolla fundamentado en un
pasaje bíblico. Las ideas que se exponen guardan un orden
lógico. El predicador no fuerza un versículo para que concatene
con otro o quizá para que diga lo que él quiere. Por el contrario,
toma con naturalidad cada una de las ideas y puntos que van
surgiendo en cada versículo. Es uno de los estilos más
complejos pero a su vez, de los más enriquecedores. Charles
Spurgeon es uno de los mejores ejemplos de esta forma de
predicación. N el siglo XIX ejerció una poderosa influencia en
Inglaterra y Estados Unidos con sus poderosos mensajes.
3.- El Sermón Temático
Como su nombre lo indica, el Sermón Temática toma un tema y
lo desarrolla. Por ejemplo, el pecado. Se analizan todos los
versículos en los cuales la palabra pecado ejerce un papel
preponderante. Se requiere una exploración bíblica con el
propósito de definir sus orígenes, causas, evolución y
consecuencias. Tenemos allí un tema expuesto. Este género es
muy frecuente en las congregaciones.
4.- Sermón Biográfico
A diferencia de los anteriores, que se predican desarrollando un
tema central, el Sermón Biográfico toma su base en un
personaje de la Biblia y es el más apropiado para adelantar
predicaciones en serie, es decir, para varios servicios religiosos.
Del personaje objeto de estudio, se buscan aspectos positivos,
los negativos, qué principios espirituales aplicó a su existencia
y cuáles son válidos hoy día, etc.
División del Mensaje
Para facilitar la exposición de un tema, generalmente se divide
en puntos específicos. Vendrían a ser lo que llamamos
Divisiones Mayores. Son los grandes aspectos que
abordaremos. Por ejemplo, vamos a hablar del pecado. Si lo
fuéramos a hacer tomando tres grandes facetas, podría quedar
así.
1. EL PECADO NOS LLEVA A LA CEGUERA ESPIRITUAL
2. EL PECADO NOS ALEJA DE DIOS
3. EL PECADO NOS LLEVA AL ESTANCAMIENTO ESPIRITUAL
Observe que se trata de ideas generales, que encierran muchos
elementos.
Las Divisiones Menores son aquellos puntos que dan soporte a
las Divisiones Mayores. Son los puntos que están relacionados
con los primeros y que sirven para hacer una adecuada
exposición. Si ya tenemos las Divisiones Mayores y vamos a
incorporar las Divisiones Menores, quedaría de la siguiente
manera:
1. EL PECADO NOS LLEVA A LA CEGUERA ESPIRITUAL
a. Olvidamos los principios espirituales contenidos en la
Biblia
b. Dejamos de lado las pautas trazadas por Dios para su
pueblo.
2. EL PECADO NOS ALEJA DE DIOS
a. Progresivamente regresamos al mundo pecaminoso
b. Nuestra conciencia nos redarguye y nos apartamos del Dios
que da vida
3. EL PECADO NOS LLEVA AL ESTANCAMIENTO ESPIRITUAL
a. Un cristiano inmerso en pecado no progresa
b. Un cristiano inmerso en pecado está ajeno a las
verdades bíblicas
Es importante que tengamos claro el papel que juegan las
Divisiones Mayores y las Divisiones Menores en la estructura
del mensaje que compartiremos con las comunidades.
Lección 10
La introducción, las ilustraciones y la conclusión
Durante toda la serie hemos aprendido sobre las estructuras de
los sermones textual, expositivo, temático y biográfico. Paso a
paso hemos visto cómo se concluye la armazón sobre la cual
descansan los argumentos bíblicos de las enseñanzas que
compartimos con la audiencia. Ahora es necesario
complementar este cuadro con tres elementos fundamentales:
la introducción, las ilustraciones y la conclusión.
La introducción
Todo tema debe tener una introducción apropiada, una vez se
comparte la Base Escritural o Base Bíblica, y por supuesto,
cuando hemos leído la porción sobre la cual realizaremos el
análisis. Se trata de una síntesis de todos los aspectos que
abordaremos en la predicación. Es la antesala o aperitivo, y por
tanto, debe circunscribirse a marcar pinceladas de lo que todos
escucharán a continuación. Su propósito fundamental es
despertar interés.
Lo aconsejable es que, en cuanto a tiempo, oscila entre los tres
y cinco minutos. A partir de entonces se puede tornar
monótona, y si se quiere, contraproducente ya que los oyentes
caerán en múltiples distracciones.
La introducción puede realizarse acudiendo a una pregunta o
quizá, con una breve historia. Cualquiera que sea el recurso
que se utilice, debe despertar inquietud y deseos de conocer
qué sigue a continuación.
En caso que se incline por un relato, debe en lo posible, ser
comprensible. Recuerde que si no es preciso al compartir la
información, puede provocar confusión. Otra recomendación es
que las frases sean cortas. Esto da mayor impacto a las
palabras e incluso, despiertan curiosidad.
Las ilustraciones
Juegan un papel importante en la exposición del mensaje. Son
las historias, anécdotas o narraciones que le permiten al
oyente, entender que la Palabra de Dios tiene aplicación
práctica en nuestro tiempo.
Un sermón debe contener un buen número de ilustraciones,
aunque cuidando de no incurrir en excesos.
¿De dónde se obtienen? De muchas partes. Usted puede
tomarlas de los libros que lea, de los hechos cotidianos que
transmiten los noticieros de televisión, de la radio, de los
diarios e incluso, de los argumentos que se manejan en las
películas. El trato con las personas que le rodean, ofrece
asimismo un excelente repertorio de ilustraciones.
Para no olvidarlas con facilidad, es aconsejable llevar con
nosotros una agenda o libreta en la que anotemos cada hecho
que, a futuro, nos puedan servir. Es recomendable también
tener en cuenta los detalles, así parezcan irrelevantes. Pueden
a la postre ser muy útiles.
Las ilustraciones tornan amena la enseñanza y se constituyen
en una excelente herramienta para que la audiencia memorice
o al menos, asimile los principios que recibieron a partir de la
Palabra.
La conclusión
Imagine siempre un sermón como la experiencia de subir una
montaña. Cuando ascendemos, lo hacemos despacio, cuidando
en qué lugar pisamos. Asimilado a la predicación, es lo mismo
que ocurre cuando compartimos los principios bíblicos
acompañados de ilustraciones.
Una vez nos encontramos en la cima de la montaña, podemos
caminar e incluso correr con confianza. Pero llega el momento
en que debemos iniciar el descenso. En el caso del mensaje, la
conclusión es un segmento de suma importancia porque es allí
cuando guiamos a nuestra asistencia al punto que, desde un
comienzo, queríamos que alcanzaran.
Puede ser que hagan decisión de fe por el Señor Jesucristo o
quizá, que apliquen en su vida cotidiana principios prácticos
que hayamos compartido durante la exposición.
Es recomendable entonces, recordar en síntesis, cada uno de
los puntos objeto de estudio en el sermón. Repetirlos de
manera tal que se facilite aún más su asimilación por parte de
los asistentes a la reunión. Debe hacerlo despacio, sin correr.
Si bien ya está terminando su mensaje, es un tiempo que debe
aprovechar para enfatizar aquellos aspectos que desea,
queden grabados --con ayuda del Espíritu Santo—en el corazón
y en la mente de los creyentes.
Así quedaría entonces la estructura del mensaje:
1.- Base escritural
2.- Introducción
3.- Desarrollo del tema (En el que se incluyen las ilustraciones).
4.- Conclusión
Le invitamos para que, en adelante, ponga en práctica estos
senillos pero efectivos elementos cuando vaya a compartir la
Palabra de Dios en su congregación.
Cuestionario a la Lección 10
1.- Cualquiera que sea el tipo de sermón que vamos a
compartir, es necesario complementarlo con:
a.- Introducción e ilustraciones.
b.- Introducción y conclusión.
c.- Introducción, ilustraciones y conclusión.
d.- Ninguna de las anteriores.
2.- La introducción a un sermón:
a.- Nos presenta un bosquejo panorámico del mensaje que
recibiremos.
b.- Se trata de una síntesis de los aspectos que abordaremos
en el mensaje.
c.- Podríamos definirlo como la antesala o aperitivo del
mensaje.
d.- Ninguna de las anteriores.
e.- Todas las anteriores.
3.- ¿Cuánto debe durar la introducción al mensaje?
a.- Puede demorar de diez a quince minutos.
b.- Lo ideal es que sean diez minutos.
c.- Generalmente toma entre tres y cinco minutos.
d.- Todas las anteriores.
4.- Al referirnos a las ilustraciones:
a.- Facilitan la asimilación del mensaje.
b.- Es importante que hayan varias ilustraciones.
c.- Oxigenan el mensaje que presentamos.
d.- Todas las anteriores.
e.- Ninguna de las anteriores.
5.- La conclusión juegan un papel importante porque:
a.- Sintetiza el mensaje que hemos visto y nos marca pautas de
vida cristiana a seguir.
b.- Permiten aterrizar la enseñanza con tareas para la semana.
c.- Nos enfatizan puntos de importancia en el mensaje.
d.- Los puntos a y c son verdaderos.
e.- Ninguna de las anteriores.
Lección 11
Recomendaciones prácticas para los predicadores

Una de las preguntas que formulan con mayor frecuencia


quienes toman los cursos de homilética práctica es ¿Cómo se
logra influir en el oyente y además, que el mensaje quede
sembrado en sus corazones? Este interrogante es
comprensible y nos proponemos despejarlo con una serie de
principios que si bien, son elementales, arrojan excelentes
resultados.
1.- La oración
Es fundamental que el líder o predicador pase tiempo delante
de la presencia de Dios en oración. No podemos hablar en
nombre del Señor y Creador del universo, si ni siquiera le
conocemos.
Cuando oramos, lo más seguro es que se producirán resultados
positivos e impactantes entre quienes nos escuchen, como se
evidenció en el pasaje bíblico en el cual el escriba Esdras
compartió la Palabra a los repatriados de Israel.
“Abrió, pues, Esdras el libro a los ojos del pueblo, porque
estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el
pueblo le estuvo atento... y leían el libro de la ley de Dios
claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la
lectura” y relata la historia que hasta tal punto impactó su
intervención, que fue necesario le dijese a los presentes:”... Día
santo es a Jehová nuestro Dios: no os entristezcáis, ni lloréis:
porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la
ley”(Nehemías 8:5, 8 y 9).
2.- Claridad en la exposición
Es evidente que además de tratarse de un instrumento en
manos de Dios, el escriba Esdras tenía a favor que sus
exposiciones eran claras, y en segundo lugar, tenía definida la
necesidad de presentar un mensaje que por igual entendieran
desde un adolescente hasta un adulto mayor.
3.- Tener definidas las ideas o puntos a exponer
“¿Para qué se requiere de un bosquejo?” Se preguntan muchos
y es probable que también, argumenten que sólo basta la
inspiración del Espíritu Santo. No lo discutimos. Pero salta a la
vista que quien no tiene claro de qué disertará, confiado en la
improvisación, corre el peligro de divagar. Por el contrario,
cuando tenemos un resumen o bosquejo de los asuntos a
tratar, aprovechamos mejor el tiempo, vamos directamente al
grano y no discurrimos de un segmento a otro, generando
confusión entre quienes escuchan.
4.- Utilización de argumentos sólidos e ilustraciones
Un buen expositor de la Palabra de Dios tiene la certeza de qué
va a exponer, fundamentado en la Biblia y no en vivencias
personales. Nada más chocante que escuchar a quienes leen
un pasaje bíblico y durante su intervención plantean cosas que
nada tienen relación con el texto. Igual quienes posan de súper-
espirituales y circunscriben toda la predicación a las
experiencias, revelaciones, diálogos y hasta encuentros
individuales que han tenido con el Señor.
Para contemporizar el mensaje, es aconsejable utilizar
ilustraciones. Tornan agradable el tiempo de exposición, y como
lo anotamos anteriormente, permiten que los asistentes
comprendan que los hechos objeto de estudio, impactaron a
hombres y mujeres como nosotros, con debilidades y
fortalezas.
5.- Definir el tiempo de exposición
Juega un papel importante el definir, desde un comienzo,
cuánto tiempo tardará la exposición. Esto permite al líder o
predicador, tener control sobre el desarrollo de cada uno de los
puntos, y no extenderse hasta el límite en que las personas
resultan fatigadas.
He escuchado a quienes dicen “no hay que poner limitaciones
ni sujetarnos a horarios específicos porque así no obra el
Espíritu Santo”. Y a tales personas he tenido que el Espíritu
Santo es un Espíritu de orden.
6.- Anunciar el título y resumir, hacia el final
Es aconsejable que, al comenzar la exposición, anunciemos de
qué se trata. De esa manera los oyentes tendrán ilustración
sobre el asunto en torno al cual girará la predicación. También,
hacia el final y como ya lo anotamos en otra lección, es de
suma importancia resumir y recordarle a los oyentes qué
puntos se abordaron. Esto contribuye a la asimilación de la
enseñanza.
7.- Buena vocalización
Además de mirar al público, es fundamental que el pastor, líder
o predicador, vocalicen bien. Pronuncien claramente las
palabras y, en caso que se equivoquen en algún término, lo
corrijan. No deben sentir vergüenza sino por el contrario, la
tranquilidad de que se es honesto al admitir las fallas.
8.- No permanecer estáticos
Con mucha frecuencia se observa desde los púlpitos a
expositores que permanecen en el mismo sitio y no se
desplazan. Pareciera que se trata de estatuas o de una
fotografía colocada junto a un atril. Por esa razón, es
aconsejable que se utilicen las manos y el movimiento corporal
para tornar más amena la enseñanza. Ir de un lado a otro, con
mesura, descansa a los oyentes.
9.- Modular el tono de voz
Lo más aconsejable, cuando se realiza una exposición, es
primero utilizar un estilo ameno, de charla, que suene informal,
así se trate de un mensaje profundo. Lo segundo, aprender a
elevar o disminuir el tono de voz, de acuerdo con el asunto que
se esté exponiendo.
Un volumen plano ayuda a que muchos sientan ganas de
dormitar o al menos, experimenten arrullo permanente o
“echase un sueñito”.
Si alguien se está durmiendo en el auditorio: primero, guarde
silencio y con seguridad, despertará. O segundo, baje o eleve el
tono de voz. Son dos recursos infalibles.
10.- Utilizar términos comunes
Cuando exponemos la Palabra de Dios, siguiendo el ejemplo de
Esdras, debemos aspirar que todos los asistentes entiendan el
tema. Para lograrlo, además de claridad en la exposición, es
importante no utilizar términos rebuscados o que obliguen a
cada creyente, además de su Biblia, el que necesite llevar un
diccionario bajo el brazo cuando asista a un servicio religioso
en el que usted será el exponente.
Además de lo anterior, sobra recordar la necesidad de que el
predicador vaya vestido conforme a la ocasión. La presentación
revela mucho del expositor, no lo olvide.

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