Está en la página 1de 2

TALLER DE RENOVACIÓN VOCACIONAL

2ª CHARLA COMPLEMENTARIA

Tema Relaciones Humanas:

RELACIONES PRESBITERALES ENRIQUECEDORAS.

1. La necesidad humana de aceptación, valoración y cariño = amistad; nos hace eternos


buscadores de quienes puedan ser depositarios de nuestra confianza y fuente de afecto humano
necesario para crecer y madurar.
2. Se podría pensar, que después de muchos intentos -con la edad- habríamos desarrollado
mejores estrategias y nuestros intentos serían cada vez exitosos y los fracasos disminuirían.
Sin embargo no es así. Cada vez nos arriesgamos menos. Atesoramos los amigos conseguidos
y ya no buscamos más.
3. Son las experiencias negativas en estos intentos, las que han elaborado el discurso de que esta
necesidad es signo de debilidad o inmadurez.
4. Incluso en la espiritualidad sacerdotal preconciliar, había un filón de pensamiento expresado en
consignas espirituales, que nos dirigía a buscar dicho afecto sólo en Dios, previniéndonos de
buscar amistades humanas.
5. El estilo de vida sacerdotal y concretamente la del Presbítero Diocesano, tan en la frontera entre
la consagración y la vida del mundo, establece puentes de encuentro con los laicos, pero al
mismo tiempo, son tan grandes las diferencias, que dificultan el compartir con ellos.
6. Son pocos los laicos que pueden empatizar con un sacerdote en la intimidad de la amistad; y
por más streep-tes que hagamos para desmitificar nuestra persona, siempre hay un límite; límite
que ponen ellos, quienes -desde la intuición del misterio- nos jalan al terreno de lo humano,
pues no se atreven a adentrarse en el misterio del hombre consagrado.
7. Podemos pensar en nuestros familiares, padres, hermanos y primos; en nuestros amigos de la
juventud o en nuevos amigos que vamos coleccionando en los diferentes lugares donde
servimos. Gente inteligente y generosa, que nos valora y aprecia, que nos abre las puertas de
su casa, su familia y su corazón; que pasan de ser colaboradores en la tarea pastoral, a
colaboradores en la construcción de nuestra persona.
8. Pese a todo, siempre está ese espacio de experiencias incompatibles que solo pueden ser
compartidas dentro del pequeño círculo sacerdotal. ¿Quién puede comprender del todo a un
sacerdote sino otro sacerdote?
9. El presente planteamiento nos lleva a concluir, que el tiempo que pasamos con otros sacerdotes,
podría que ser aprovechado para profundizar en este compartir tan específico, necesario,
singular y exclusivo.
10. No estamos hablando de una generalización absoluta, siempre estará presente aquel aspecto
de escoger y de intentar con algunos. Tampoco hablamos de un proceso de selección muy
consciente, más bien roza la intuición o eso que hoy llaman “química”.
11. Tampoco hay que dejarlo al azar, ni esperarlo como un regalo de Dios. Sino que tal y como
dicen las teorías cursis: la amistad hay que cultivarla.
12. Entonces, si todo está tan claro, no debe haber problema; puesto que tratamos siempre con
muchos sacerdotes.
13. Pero si revisamos los temas y tonos de nuestras pláticas con sacerdotes, encontramos que el
tema dominante es el trabajo y casi nunca nuestra persona: nuestras aspiraciones y
frustraciones, nuestra identidad en la relación con Jesucristo Buen Pastor, etc.
14. Luego están los espacios fuera de las reuniones de trabajo, en los que los temas son las
noticias, los traslados o los chismes sobre la vida de otros hermanos sacerdotes o el platillo
principal: el Obispo. Finalmente –y no en ese orden- nuestros autos, computadoras, celulares,
etc. Cuando no, la burla entre nosotros y la necedad.
15. Son tantos los temas y tópicos en tantos eventos, que tenemos que aceptar que tiempo sí hay,
que oportunidades hay suficientes; y si no de encuentros personales, los medios de
comunicación, facilitan el contacto y la oportunidad de concertar citas. Están muy lejos los
tiempos del sacerdote casi aislado en su parroquia por situaciones oblación en el pastoreo o de
incomunicación por falta de transporte.
16. Más aún, hoy son tantas las ocasiones de reuniones sacerdotales, que la no participación de
algunos, ya se considera “auto-aislamiento” y signo de problemas. Tal vez se podría concluir
que los aislados, son quienes más necesitan de esas relaciones presbiterales.
17. Es realmente extraño que estando tan necesitados unos de otros, desperdiciemos o no
busquemos espacios para compartir, lo que no podemos compartir con los laicos.
18. Como les decía desde el Atrio cada vez habrá menos dirección y más espacio de tiempo para
la reflexión. Tengo presente además, las advertencias de María del Rosario, la psicóloga de
Monterrey, acerca de las preguntas para compartir en grupo, y de cómo éstas pueden forzar
respuestas a modo, afirmando la conducta de la simulación o la apariencia.
19. Es por eso que recordando la Complementariedad de estas reflexiones y la centralidad de la
Dirección Espiritual y la Terapia como los medios para el trabajo personal, no haremos la ronda
final del compartir. Solo dejaré algunas preguntas guía para su reflexión personal,
recomendándoles no dejar de escribir y llevar sus respuestas a la oración.
20. Yo estaré un rato por aquí, para platicar con cada uno de ustedes sobre su adaptación al Taller.

a) ¿Cuáles serían a tu entender los beneficios que recibirías de una relación presbiteral
enriquecedora?
b) ¿Cuáles serían a tu entender las características de una relación presbiteral, para que
merezca el título de “enriquecedora”?
c) ¿Qué tanto las necesitas para tu estabilidad afectiva y madurez emocional?
d) De la lista que acabas de hacer en la pregunta b) ¿Cuentas tú, con algunas de estas
características, para enriquecer a otro hermano?
e) ¿Cuáles serían las estrategias adecuadas que podrías implementar para conseguirlas?
f) ¿Te consideras tú, abierto y disponible para relaciones presbiterales enriquecedoras?

También podría gustarte