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¿Quién es Dios?
Autor: Jason Malec
La mayoría de la gente cree en la existencia de un Dios que trasciende la humanidad, pero ¿quién
es ese Dios?
Tanto nuestras vidas como este mundo pueden ser casuales, productos accidentales de una
combinación fortuita de elementos ensamblados en el universo.
Pero, ¿consideras improbable o insatisfactorio la idea de que tu existencia es meramente una
coincidencia? Pues no estas solo. Mucha gente tiene la creencia de que debe haber algún ser que
trascienda la humanidad—una deidad de algún tipo.
Dicho de otro modo, “Dios” es la palabra en la lengua española para referirse al ser supernatural
que consideramos el responsable de crear y sustentar el universo. Mas, ¿quién es esa persona?
¿Quién es Dios?
Primeras Concepciones
Algunas de las obras más antiguas de la literatura existentes incluyen explicaciones vívidas de un
mundo gobernado por un sinnúmero de dioses egoístas y hasta temerarios. 1 En estos primeros
relatos, la mayoría de las descripciones del mundo trataban de toda una serie de dioses o seres
divinos que ocasionaban o, por lo menos influenciaban, las experiencias de las personas. 2
Esta visión politeísta del mundo (o estas religiones) dominaba las culturas hasta el nacimiento del
judaísmo y las demás religiones monoteístas.
En el judaísmo vemos las primeras explicaciones ampliamente reconocidas de la existencia del
mundo, atribuida a un divino Creador y Sustentador. El cristianismo se originó de esta base
monoteísta después de la muerte y supuesta resurrección de Jesús hacia el año 33 D.C. Más de
un milenio después, luego de que comenzaran a circular las revelaciones recibidas por Mahoma
en la península arábiga, el islam se convirtió en la tercera principal religión monoteísta durante el
comienzo del Siglo XVII.
Hoy, el 31 por ciento de la población terrestre se identifica como cristiana, el 23 por ciento como
musulmana, el 15 por ciento como hindú, el 0.2 por ciento como judía y el 16 por ciento no está
afiliado a ninguna religión. El 20 por ciento restante se compone, en su mayoría, por religiones
orientales como el sijismo, shintoismo y budismo.3
Definiendo "Dios"
Según las religiones monoteístas, Dios es una sola deidad; en las politeístas, muchos dioses
tienen diversas funciones para atender al mundo.
San Anselmo, un monje benedictino del Siglo XI, definió a Dios como “posiblemente el mejor ser
que podamos concebir”.4 Posteriormente, la mayoría de las personas le atribuyen a Dios las
siguientes características: omnisciente (conocedor de todo), omnipresente (está presente en todos
lados), omnipotente (todopoderoso) y perfectamente bondadoso.
Los teístas—los que creen en un dios o en muchos dioses—sugerirían, a diferentes niveles, que
Dios está involucrado de alguna manera con el mundo. Según la mayoría de las religiones, aunque
Él es invisible, Dios todavía se puede percibir mediante oraciones, textos sagrados y hasta
observando su creación.5
De hecho, para validar sus experiencias, muchos filósofos y teólogos han intentado probar la
existencia de Dios. Asimismo, algunos han intentado refutarla.
Ataques a Dios
Aunque siempre ha habido personas que dudaban de la existencia de un poder supremo, o que
la denegaban, siempre ha sido una minoría relativamente silenciosa. Según la historia, una de las
estadísticas más sorprendentes, según se ha indicado antes, es la proporción alta de agnósticos
en el mundo actual.
Hace solo un siglo, Friedrich Nietzsche, el filósofo alemán, dio voz a un desdén creciente hacia
Dios, la religión y la gente religiosa cuando declaró: “¡Dios ha muerto!”6 En años más recientes,
esta tendencia se ha acelerado. De hecho, según la Encuesta de identificación religiosa
americana, “ninguna/ninguna religión” es el segmento religioso que crece más aceleradamente en
los Estados Unidos, por mucho.7
Un grupo emergente de eruditos, científicos y filósofos—llamados los “nuevos ateos”—se han
encargado de esta causa con fervor. Afirman que “la religión ni siquiera debería ser sólo tolerada,
sino que debería ser rebatida, criticada y expuesta al razonamiento argumentativo donde quiera
que se suscite su influencia”.8
Richard Dawkins, uno de los principales ateos actuales, no mide sus palabras cuando habla de
Dios. “El Dios del Antiguo Testamento es, sin duda, el personaje más desagradable en toda la
obra de ficción: celoso y orgulloso de ello; un mezquino, injusto, implacable maniático del control;
un vengativo limpiador étnico sediento de sangre; un misógino, homófobo, racista, infanticida,
genocida, filicida, pestilente, megalómano, sadomasoquista y acosador caprichosamente
malévolo.”9
Muchas de estas personas están de acuerdo con Dawkins y estarán satisfechos sólo cuando Dios
sea eliminado de nuestro vocabulario y de nuestra conciencia.
Resurgimiento de Dios
Otras personas argumentan que esto es imposible y aceptan la famosa declaración de C.S. Lewis:
“Si encuentro en mí un deseo que ninguna experiencia del mundo pueda satisfacer, la explicación
más probable es que fui creado para otro mundo”.10 Y mientras muchos ateos pueden estar en
desacuerdo, la mayoría de las personas reconocen este deseo como insaciable.
Por consiguiente, la humanidad siempre buscará a Dios, tratará de conectarse con Él y de
encontrarlo. De hecho, datos recientes dan evidencia del desarrollo de esta tendencia. Dinesh
D’Souza declara: “El mundo está siendo testigo de una explosión enorme de conversión y
crecimiento religioso… la gente está buscando un resurgimiento de la religión—tal vez en una
nueva forma—para atender sus inquietudes particulares dentro de una sociedad secular”. 11
Encontrando a Dios
Algunos describen la religión como el esfuerzo de la humanidad para alcanzar a Dios. Muchas
religiones también profesan que su Dios o dioses actúan de manera que puedan ser reconocidos
y encontrados por los que los buscan.
Mientras que el cristianismo es único en muchas maneras, su singularidad es mejor entendida
como el esfuerzo de Dios—mediante la persona de Jesús—para alcanzar y restaurar la
humanidad. Mientras los seguidores de Jesús con frecuencia fallan en extender la gracia amorosa
de Dios a un mundo necesitado de la misma, no obstante, Dios es flexible y decidido”.12 Él extiende
su amor incondicional, inmerecido a todo ser humano en un acto de gracia inmensurable.
Además, el judaísmo nos enseña que podemos llegar a saber quién es Dios simplemente
buscándolo.13 El Rey David dijo: “Si lo buscas, se dejará encontrar por ti”.14
Lo que parece estar claro es que para descubrir a Dios, debemos empezar por buscarlo
para encontrarlo. Eso es parte de la razón por la cual tú y yo estamos aquí ahora mismo—estamos
juntos en esta travesía.
¿Dónde está Dios?
Autor: Ella Hearrean
¿Cómo puede Dios estar activo en nuestras vidas si no está aquí con nosotros?
"Ya estamos totalmente en presencia de Dios. Lo que falta es conciencia de ello."David Brenner
Alguna vez has volteado a tu alrededor y te has preguntado, ¿Dónde está Dios?
Tal vez, para ti, este fue un día particularmente hermoso afuera; pudiste sentir el sol de la tarde
dando calor a todo tu cuerpo. Tal vez te preguntaste, ¿Está Dios aquí en esta belleza? O quizás
fue lo contrario. Un momento difícil, seguido por otro reto...y otro y otro. ¿Has auto evaluado tu
vida, sacudido tu cabeza y te has preguntado, “Dónde está Dios en medio de todo este dolor”?
Tal vez has escuchado que Dios vive en el cielo. Pero el cielo puede parecer muy lejano, ¿no? De
hecho, a veces se siente como si Dios no estuviera cerca en absoluto—especialmente cuando
pasan cosas malas en nuestras vidas.
Sin embargo la Biblia con frecuencia describe a Dios como un padre que protege y provee para
sus “hijos e hijas.”1 Pero si Dios es un padre espiritual que es activo en las vidas de sus hijos,
¿dónde está? ¿Cómo puede estar tan lejos de sus hijos?
La Trinidad
Para empezar, no debemos caer en la trampa de pensar en Dios de la misma manera en la que
pensamos en cosas terrenales. Dios no está sujeto a limitaciones humanas. Si alguien nos
pregunta dónde estamos, sólo hay una respuesta veraz; sólo podemos estar en un lugar a la vez.
Esto no es lo mismo para Dios. Dios puede estar en todas partes al mismo tiempo. Aunque puede
ser difícil de entender, esto es lo que la gente de fe cree. Ellos creen que Dios está presente con
todos al mismo tiempo. Simultáneamente, Dios está en el cielo.
El concepto cristiano de la Trinidad es clave aquí. Los cristianos entienden a Dios como “tres-en-
uno”: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.2 Estas tres personas son distintas pero están unidas;
tres personas forman un sólo Dios.
¿Cómo nos puede ayudar esto a responder la pregunta de dónde está Dios? Bueno, echemos un
vistazo.
Dios el Padre: Dios está en el Cielo
Dentro de la Biblia, Dios el padre es descrito como “el Dios del cielo,”3 y el cielo se llama “la casa
de Dios.”4 De hecho, en Isaías 66:1, el mismo Dios dice, “El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado
de mis pies.”
Existen otros innumerables casos que demuestran la residencia de Dios en el cielo. Incluso la
misma palabra de Dios refleja esto. Él promete “Voy a hacer que les llueva pan del cielo” para el
bien de los israelitas.5 Entonces, después de revelar los Diez Mandamientos, Dios le dice a
Moisés, “Diles lo siguiente a los israelitas: ‘Ustedes mismos han oído que les he hablado desde el
cielo.’”6
Después del Éxodo, los profetas Hebreos repetidamente suplicaron al Señor que “escuchara [sus
plegarias] desde el cielo.” 7 Estaban seguros de la ubicación de Dios.
Pero esto no terminó con el Antiguo Testamento. Incluso Jesús nos instruyó a llamar a Dios “padre
nuestro que estás en el cielo” cuando oramos.8 En Juan 17:1, Jesús mismo mira “al cielo” y ora al
padre.
Los cristianos creen que, como nuestro Padre en el cielo, Dios nos ama como un padre ama a sus
hijos. Pero, ¿cómo puede Dios activamente amarnos como un padre si él está en el cielo y
nosotros estamos en la tierra?
Dios el Hijo: Dios está en la Tierra
Hay algunos casos en el Antiguo Testamento que hablan sobre Dios el padre viniendo a la tierra—
quizás más notablemente como una columna de humo o fuego cuando conduce a los israelitas
fuera de Egipto.9 Sin embargo, los cristianos señalan un ejemplo principal de la presencia de Dios
en la tierra: Jesús.
Los evangelios afirman que el Hijo de Dios vino a la tierra en la persona de Jesucristo. Es por esto
que Jesús es a veces llamado Emmanuel, que significa “Dios con nosotros.” 10
Los evangelios describen a Jesús como una persona humana que nació en un momento
determinado de la historia; una persona que vivió en una parte específica del mundo por un
determinado período de tiempo. Pero Jesús no era sólo un ser humano; fue “concebido por obra
del Espíritu Santo.”11 Como a menudo lo dicen los cristianos, Jesús fue completamente Dios y
completamente hombre. Jesús es Dios hecho carne.
A lo largo del Nuevo Testamento, Jesús es descrito como el Hijo de Dios.12 La Biblia nos dice que
Jesús vivió entre nosotros, murió por nuestros pecados, fue resucitado tres días después y
ascendió a los cielos para sentarse a la diestra de Dios padre.13
Aunque esto puede parecer extraño, la pregunta más importante que hay que plantearse aquí es:
¿Por qué Dios vendría a la tierra como un ser humano? Según la Biblia, Jesús vino a “salvar a su
pueblo de sus pecados.”14 Dios se convirtió en una persona humana para nuestra salvación.
Sí, la Biblia dice claramente que Jesús vivió en la tierra. Y Sí, la Biblia también dice claramente
que Jesús murió.15 Pero las buenas noticias, según el Nuevo Testamento, son estas: Jesús no
permaneció muerto. Los evangelios dicen que en el tercer día después de la crucifixión, Jesús
conquistó la muerte y resucitó.16 Después de esto, Jesús permaneció con sus discípulos durante
varias semanas, enseñándoles y animándoles.
Finalmente les dijo que debía ir a casa de su Padre para preparar un lugar para ellos. 17 Jesús
reunió a sus discípulos, habló con ellos una última vez, y luego “fue llevado al cielo.” 18
Sin embargo ese no es todavía el final de la historia. La Biblia nos dice que Cristo “aparecerá por
segunda vez.”19 “El Señor mismo descenderá del cielo...Y así estaremos con el Señor para
siempre.”20 Ahora, en el cielo, Jesús espera su momento para volver.
Pero, ¿y mientras tanto? Claro, Jesús estuvo una vez en la tierra—pero ahora está en el cielo.
¿Cómo nos ayuda esto en el presente?
Dios el Espíritu: Dios está en todas partes
Antes de que Jesús ascendiera al cielo, prometió que no dejaría a los creyentes por sí solos. Jesús
le aseguró a los discípulos, “Yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los
acompañe siempre.... [Y] el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre,
les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho.” 21
El Espíritu Santo—Dios el espíritu—es la última persona de la Trinidad. Después de la muerte de
Jesús, Dios el padre envió al Espíritu como una fuente de fuerza, dirección y confort en este mundo
atribulado.22 Los cristianos creen que a través del Espíritu, Dios continúa guiando a sus seguidores
que están aquí en la tierra.
El Espíritu Santo está presente en todas partes, tanto en la tierra como en el cielo. Salmo 139: 7–
10 nos enseña esto:
¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu?
¿A dónde podría huir de tu presencia?
Si subiera al cielo,
allí estás tú;
si tendiera mi lecho en el fondo del abismo,
también estás allí.
Si me elevara sobre las alas del alba,
o me estableciera en los extremos del mar,
aun allí tu mano me guiaría,
¡me sostendría tu mano derecha!
Los cristianos concluyen de estos versículos que Dios está presente en todas partes, activamente
amando, guiando y protegiendo a su gente.
Entonces ¿qué hace el Espíritu Santo? El Espíritu Santo “los guiará a toda la verdad.”23 El espíritu
provee regalos “de sabiduría y de entendimiento... de consejo y de poder... [Y] de conocimiento y
de temor al Señor” al pueblo de Dios.24 Los cristianos deben confiar en este sentido interno de la
dirección de Dios cuando se trata de hacer decisiones sabias. Isaías 30:21 dice: “Ya sea que te
desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: ‘Éste
es el camino; síguelo.’”
Jesús dijo a sus discípulos que conocerían a Dios el Espíritu, “porque vive con ustedes y estará
en ustedes.”25 Dios el Espíritu es una presencia activa en la vida de la gente de Dios—el Espíritu
está en todas partes en todo el pueblo de Dios. El Espíritu nos guía; nos alimenta espiritualmente
y transforma a la gente de ser personas que una vez vivieron para sí mismos, a ser personas que
ahora viven “para el que murió por ellos y fue resucitado.”26
En todas partes a la vez
Entonces, ¿cuál es? ¿Dios está en el cielo o Dios está en todas partes en la tierra? Bueno, la
respuesta es ambas.
Dios no está meramente en el cielo. Dios está aquí, participando activamente en nuestras vidas—
ya sea que siempre reconozcamos o no su presencia. Dios el padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu
juntos nos enseñan que incluso en el peor de los tiempos, Dios no nos ha abandonado.
En días en los cuales parece que Dios no está alrededor, podrías encontrar consuelo en estas
palabras: “Reconoce y considera seriamente hoy que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo
en la tierra, y que no hay otro.”27
Dios, ¿Estás Ahí?
Autor: Leigh McLeroy
Me siento solo. Rezo, pero Dios esta en silencio. En estos momentos, me pregunto si Dios siquiera
está ahí.
Estás solo. Estás preocupado. Estás frustrado. Estás desesperado. No sabes a quien acudir, así
que llamas a Dios. Rezas tus mejores oraciones. Y. . . sólo se escucha el sonido de los grillos.
Nada. Por lo que puedes decir, Dios está en silencio. Es indiferente.
Esa es una conclusión perfectamente lógica. Después de todo, si le contaste a un amigo todos tus
problemas y se quedó ahí sentado en silencio como una piedra—sin ningún consejo, ningún gesto
de empatía, sin palabras de aliento—¿no te preguntarías si se quedó sordo, o peor aún, que
simplemente no le importó? Entonces, ¿qué vamos a hacer con el silencio de Dios?
¿Quién está ahí?
Cuando alguien nos hace “la ley del hielo,” recorremos en nuestra mente toda una lista de posibles
razones: ¿Lo habré ofendido? ¿Habré faltado a una promesa? ¿Me habré portado mal? Nos
imaginamos que si podemos atribuir la falta de respuesta de la parte silenciosa a alguna acción
ofensiva de nuestra parte, entonces tal vez podamos hacer las paces y volver a hablar. La carga,
creemos, está en nosotros.
Pero “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta.” 1 Quizá el
primer error que cometemos al querer comprender el silencio de Dios es fallar en comprender su
naturaleza. Nos olvidamos de que Dios no es un hombre, y le atribuimos motivos y emociones
humanas a él en un intento de explicar sus acciones. Pero nuestros caminos, él dice claramente,
no son sus caminos.2
Y mientras que otros seres humanos podrían predicar sus respuestas a nosotros sobre nuestro
comportamiento—bueno o malo—Dios no lo hace. Su comportamiento es una manifestación de
su carácter, no del nuestro. Y su naturaleza es el amor.3
El Silencio y los Santos
“No es muy cariñoso”, podrías decir, “que alguien que te ame permanezca en silencio.” Pero el
silencio de Dios ha sido experimentado por muchos devotos seguidores [de Dios] a los que podrías
suponer que Dios nunca dejaría de hablarles. Incluso La Madre Teresa escribió en privado que
ella no pudo sentir la presencia de Dios en su vida durante más de cincuenta años—una confesión
asombrosa de una mujer cuyo amor por Dios produjo tantas obras buenas.
“Jesús tiene un amor muy especial para ti”, le escribió a uno de sus mentores, “[pero] en cuanto a
mí, el silencio y el vacío son tan grandes que miro y no veo, oigo y no escucho.” 4 Madre Teresa
no podía explicar el silencio de Dios, pero no cuestionó Su amor—tal vez porque sabía que los
caminos de Dios no eran sus caminos.
El teólogo escocés Oswald Chambers sostuvo que “Los silencios de Dios son sus respuestas.”5 El
silencio de Dios, por lo tanto, puede ser una obertura de intimidad, y no un retiro de la misma:
“¿Estás de luto ante Dios porque no has obtenido una respuesta audible? Tú encontrarás que Dios
ha confiado en ti de la manera más íntima posible, con un silencio absoluto, no de desesperación,
sino de placer, porque él vio que podías soportar una revelación más grande. Si Dios te ha dado
un silencio, alábalo; Él te está llevando a la gran carrera de sus propósitos.” 6
Desde este punto de vista, el silencio de Dios no es castigo o abandono sino un regalo íntimo de
su confianza.
Cuando todo está en Calma
Así que cuando Dios parece estar en silencio, ¿qué debemos hacer? Para empezar, podríamos
usar el silencio como una ocasión para recordar las maneras en las que él nos ha hablado en el
pasado. Cuando estás separado de un ser querido y no pueden conversar, es común recordar
conversaciones o momentos de intimidad de los tiempos que pasaron juntos.
En lugar de preguntarte “¿A dónde se fue Dios?”, considera el uso de dicha “tranquilidad” en la
comunicación para recordar aquellos tiempos. Recuérdate a ti mismo los momentos en que
sentiste profundamente Su presencia, las veces que creíste haber escuchado Su instrucción,
aliento o afirmación. Deja que los recuerdos llenen el vacío y fortalezcan tu fe.
A medida que recuerdas, da gracias a Dios por esos tiempos. Alábalo, también, por Sus atributos,
Su carácter, Sus poderosos actos en el pasado, y las formas en las que te ha sido fiel. Deja que
la gratitud—no el miedo o la duda—empiecen a llenar el vacío que puedes estar sintiendo. Su
carácter no depende de tu percepción de él— ¡algo más por lo cual estar agradecidos!
Comprende que tu fe está siendo ejercitada cuando Dios parece estar ausente. Durante los
tiempos de silencio, debes confiar en algo más allá de tus propios sentimientos y emociones.
“Cualquiera que venga [a Dios]”, dijo el escritor de Hebreos, “tiene que creer que él existe y que
recompensa a quienes lo buscan.”7
Creer en tiempos de silencio es difícil. Cuando Dios está en silencio, estamos tentados a dejar de
creer que él existe y que se preocupa. “Lo que hace que la falta de fe en muchos sea más atractivo
[que tener fe], es que mientras crees en algo requieres de un cierto grado de comprensión y
esfuerzo, y no creer no requiere mucho de nada en absoluto.”8 Toma el camino difícil. Que se
fortalezca tu fe mientras crees sin ver u oír.
También es importante continuar obedeciendo a Dios—sobre todo en esos momentos en los que
su presencia no se siente. No caigas en la trampa de decir: “¡Si no vas a hablar conmigo, yo
tampoco voy a tratar de escucharte!” Mucho de la voluntad y la instrucción de Dios se nos da de
manera individual, pero corporativamente. En las páginas de Su Palabra, él ha dicho mucho acerca
de la forma en que quiere que su pueblo viva.
Él habla a través de la Biblia, a través de otras personas, a través de su mundo creado, y a través
del “aún, susurro” de su Espíritu. A menudo, lo que nos imaginamos como el silencio de Dios es
todo lo contrario. Obedece lo que ya ha dicho y estarás listo para escuchar aún más de él.
Recuerda. Alaba. Obedece. Repite.
“Yo he hecho todas estas cosas,” podrías decir. “¿Acaso Dios no me debe una prueba de su
presencia ahora? ¿No tiene algo sólo para mí? "No. Y sí.
No, él no nos debe prueba de que él es. (Él nos da esto en muchas maneras, pero no nos lo debe.)
Lo que somos debido a nuestro comportamiento, por suerte, no es lo que él le da a aquellos que
ponemos nuestra confianza en Cristo.
Él ofrece gracia a aquella persona que confiesa sus faltas y pide misericordia. Él se entrega a
aquellos que le piden. Sí, él tiene algo sólo para ti. Si su voz no está claro, si su plan no está
clara—sigue haciendo las cosas que sabes. Sigue recordando su bondad y amor. Continúa
elogiándolo. Sigue obedeciendo su voluntad, tanto como ya sabes.
Y mientras te concentras en estas cosas, mantén el oído de tu corazón atento hacia Dios.
Escucharás su voz de nuevo. Hasta entonces, recibe el silencio. Éste nos enseña, también.
¿Dios es Real?
Autor: R. Robert Creech, Ph.D.
Probablemente has escuchado a la gente hablar acerca de Dios, pero ¿será todo eso sólo un
montón de tonterías? ¿O podría Dios ser real?
¿Qué diferencia hay entre una afirmación de que un Dios invisible está presente en el mundo y de
afirmaciones sobre la realidad de Santa Claus, el Conejo de Pascua, el Hada de los Dientes o el
amigo imaginario de un niño? ¿Es real Dios? Si es así, ¿dónde está este Dios que la gente afirma
conocer?
En 1952, el filósofo Bertrand Russell, un autoproclamado ateo y agnóstico, escribió un artículo
para la revista Illustrated titulado “¿Existe un Dios?”1 Ahí, presentó su famosa idea de la “tetera en
órbita”. Russell afirmó que la carga de poder comprobar esto cae en aquellos que hacen
afirmaciones que no se pueden verificar científicamente:
Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana orbitando alrededor del sol
en una trayectoria elíptica, nadie podría desautorizar mi afirmación siempre que yo tuviera el
cuidado de agregar que la tetera es demasiado pequeña incluso para nuestros telescopios más
poderosos. Y si yo continuara diciendo que, dado que mi afirmación no puede ser desmentida, es
una intolerable presunción que la razón humana dudara de ella, con justa razón se pensaría que
estoy hablando sin sentido. Sin embargo, si la existencia de esa tetera fuera afirmada en libros
antiguos, enseñada como la verdad sagrada cada Domingo, e instigada en las mentes de niños
en la escuela, la duda para creer en su existencia se convertiría en una marca de excentricidad y
haría al dubitativo el blanco de las atenciones del psiquiatra en una edad iluminada o del Inquisidor
en una época anterior.2
Russell sugirió que los creyentes deben probar la realidad de Dios en vez de esperar que los no
creyentes impugnen la realidad de Dios. Algunos incluso han aplicado la idea de Russell de
manera satírica a aquellos que creen en unicornios rosados invisibles y monstruos de espagueti
voladores.3
La postura de Russell tiene algo de sentido. Por el solo hecho de que una persona afirme que algo
es verdad no significa que lo sea o que debamos sentirnos obligados a probar que no es cierto.
No obstante, la afirmación de que Dios es real es un poco distinta de la tetera de Russell, y del
Conejo de Pascua y de Santa Claus en todo caso.
¿Físico o Espiritual?
Nosotros sabemos cosas del universo físico que harían que la afirmación sobre la tetera pareciera
injustificable. Después de todo, las teteras son objetos físicos. Basado en nuestro conocimiento
presente de las leyes del universo físico, no tenemos motivo racional para creer en una tetera
orbitando.
Por otro lado, la mayoría de las religiones describe a Dios como un espíritu, no una entidad
física.4 Si esto es verdad, pondría la realidad de Dios y la de la tetera orbitando en categorías
totalmente distintas.
¿Visible o Invisible?
La no creencia en la realidad de Dios también se basa en el hecho en que a Dios no se le ve. Sin
embargo, creemos en la realidad de un sin número de cosas que no podemos ver. Por ejemplo,
aceptamos la realidad de figuras históricas como Platón y Sócrates, aunque nunca hemos visto a
ninguno. La evidencia histórica señala la existencia de ambos, así que los aceptamos como reales.
Pensamos de distinta forma en los personajes ficticios como Mickey Mouse o Superman. Los
rechazamos como fantasía porque no tenemos evidencia que señale la realidad de ellos. Si
alguien negara la existencia de Sócrates, esperaríamos que presentaran su argumento para no
creerlo, en cambio si alguien negara la existencia de Superman no exigiríamos la exposición de
un argumento. Al mismo tiempo, podemos aceptar otras realidades invisibles y no verificables
desde la perspectiva científica. Por ejemplo, ¿cómo puedo probar científicamente que amo a mis
hijos o a mi cónyuge? Y sin embargo sé con certeza que lo hago. ¿Estoy dispuesto a catalogar
ese conocimiento como engañoso?
No podemos ver el viento, pero sabemos que es real sobre la base de cómo afecta las cosas
alrededor de él. No podemos ver el olor ni el sonido, pero su realidad es evidente para todos los
que pueden ver, oler y escuchar. Dentro de nuestro universo, la realidad no se demuestra
simplemente por visibilidad y demostrabilidad, sino también por afecto, confiabilidad histórica y
plausibilidad.
¿Entonces Dios es Real?
Los pensadores cristianos responderían que sí, pero debemos ser cuidadosos para definir qué es
"real". Los cristianos hablan de la naturaleza de Dios como un ser espiritual en vez de físico.
Entre las implicancias de esta afirmación está la idea de que Dios no se limita ni se describe por
las leyes físicas de este universo. Dios no consiste en materia.
Los cristianos creen que Dios está presente igual y totalmente en todo el universo, y sin embargo
también es distinto de este y reina sobre él.5 No hay lugar del que Dios esté ausente; todo el
universo revela su presencia y poder.6
Dallas Willard, profesor de Filosofía en la University of Southern California, describe a los humanos
como “seres espirituales” con cuerpos físicos. Comenta: “No se me puede hallar a mí ni a ninguno
de mis pensamientos, sentimientos o aspectos de mi carácter en ninguna parte de mi cuerpo. Ni
siquiera yo puedo. Si desean encontrarme a mí, lo último que deben hacer es abrir mi cuerpo para
dar una mirada”.7
De manera análoga (y todas las analogías se desglosan), dice que Dios se relaciona con el
espacio como nosotros con nuestros cuerpos. Dios "lo ocupa y lo sobrepasa, pero no puede ser
ubicado en él”.8 En resumen, Dios está en todas partes, total y completamente.
El antiguo poeta hebreo comprendió esto de Dios y dijo de Él en los salmos: “¿A dónde iré para
estar lejos de Tu espíritu? ¿A dónde huiré de Tu presencia? Si subo al cielo, allí estás Tú; si me
tiendo en el Abismo, estás presente”.9
Si Dios es real, entonces nos enfrentamos a una pregunta más personal. ¿Podemos conocer a
este Dios invisible? Si la naturaleza de las cosas espirituales es que no se pueden percibir con los
cinco sentidos—que no realidades no físicas—¿cómo puede uno encontrar a Dios?
El testimonio de hombres y mujeres que han lanzado una afirmación sobre la realidad de Dios a
través de los siglos se resume en las palabras del antiguo profeta hebreo de nombre Jeremías:
“‘Cuando me busquen, me encontrarán; porque me buscarán de todo corazón. y yo me dejaré
encontrar por ustedes”—oráculo del Señor”.10
Los pensadores cristianos han entendido que los seres humanos tienen una capacidad para
relacionarse con el Dios creador. Nosotros, también, parecemos tener una dimensión espiritual,
una manera de ser que va más allá que los cinco sentidos. Tal vez sea la búsqueda para conocer
a Dios la que mejor nos pone en la posición de responder a la pregunta "¿Es real Dios?".
3. ¿Por qué Dios Permite el Dolor y el Sufrimiento?
La pregunta—Si Dios es un Dios bueno, ¿entonces por qué hay dolor y sufrimiento en el mundo?—
es una pregunta muy común y es posible que sea la más difícil de contestar. Indudablemente es
uno de los obstáculos más significativos para muchas personas que se están preguntando si Dios
existe o si deben confiar en Él. Así que si ha sido difícil para ti, entérate que no estas solo.
Mira los videos de esta sesión y explora por ti mismo. ¿Por qué hay dolor y sufrimiento en el
mundo?
Pensamientos Finales
El Problema del Mal argumenta que un Dios todopoderoso y perfectamente bueno jamás permitiría
que existiera el mal en el mundo. Las respuestas a este razonamiento varían dentro del
Cristianismo y otras religiones. Tal vez sea una prueba de fe. O quizá Dios es simplemente incapaz
de cambiar nuestras circunstancias.
En su libro “The View from a Hearse,” Joe Bayly cuenta la historia de dos hombres que vinieron a
consolarlo tras la muerte de sus tres hijos. El primero vino con respuestas. Dijo que Dios tenía un
plan, que Él lo resolvería para su bien, y que Dios le daría fuerza a Joe. El segundo hombre vino
simplemente a sentarse con Joe. No decía nada al menos que se le hablara, pero oró con Joe y
se sentó en silencio con él. Joe escribe que aunque ambos hombres tenían buenas intenciones,
no podía esperar más para que el primer hombre se retirara y no podía soportar que el segundo
hombre partiera.1
La Biblia tiene muchas cosas que decir acerca del dolor y el sufrimiento. Pero básicamente, es
más similar al hombre que da su presencia, que al hombre que da sus respuestas. La Biblia deja
muchas de nuestras preguntas sobre el sufrimiento sin respuesta. Sin embargo, lo que hace es
contarnos la historia de un Dios que se ha acercado a nosotros en medio de nuestro sufrimiento,
que en realidad sufrió por nosotros, que algún día destruirá el sufrimiento para siempre.
Sufrimiento y Mal
El punto de vista bíblico del sufrimiento está conformado por lo que la Biblia es en realidad.
Fundamentalmente, la Biblia es una historia—una historia que cuenta de dónde vino el mundo, lo
que ha salido mal en él y lo que Dios está haciendo para corregirlo. Puede ser pensado como una
obra con cuatro actos: Creación, caída, redención y restauración.
El sufrimiento hace su aparición en la historia con la entrada del mal en el segundo acto. La Biblia
enseña que el mal entró en la creación de Dios a través de la rebelión de algunas de las criaturas
de Dios—primero ángeles y luego seres humanos.2 Cuando los seres humanos perdieron su
inocencia a través del pecado original (desobedeciendo a Dios en el jardín de Edén),3 el dolor y la
futilidad entraron en las experiencias humanas básicas de la familia y el trabajo como resultado. 4
Entonces, dentro de la cosmovisión bíblica, el sufrimiento no es una fijación permanente o
intrínsecamente necesaria de la realidad, como en algunas representaciones de la noción oriental
del Yin y el Yang. Por el contrario, todo dolor y sufrimiento es el resultado de la caída. Es una
consecuencia de la noción bíblica del pecado—que un autor cristiano describe como una
enfermedad que ha entrado en el mundo a través de seres creados negándose a aceptar su
condición de criaturas.5
En otras palabras, la Biblia tiene un punto de vista lineal, más que cíclico, del sufrimiento. No ha
sido así siempre, y no siempre lo será. Es sólo un capítulo de una historia más grande.
La Gravedad del Sufrimiento
La Biblia también tiene una perspectiva sobria y realista sobre el sufrimiento. Afirma su aspecto
inconcebible, su tragedia, su peso asombroso y opresivo. En ninguna parte la Biblia prohíbe las
lágrimas o las presenta como un signo de debilidad. De hecho, las recomienda cuando estamos
en presencia de los que sufren; Los lectores de la Biblia están llamados a "llorar con los que
lloran.”6
Hay un libro completo en la Biblia titulado Lamentaciones, que, según la tradición, registra
oraciones cargadas de dolor del profeta Jeremías al Señor después de que Jerusalén fuera
saqueada y el templo destruido en el año 587 AEC. En el libro de los Salmos, que es una colección
de canciones y poemas utilizados para el culto, el lamento es un tema recurrente. El libro está
lleno de afirmaciones como:
“Cansado estoy de sollozar; toda la noche inundo de lágrimas mi cama, ¡mi lecho empapo con mi
llanto!”—Salmos 6:6
“¿Hasta cuándo, Señor, me seguirás olvidando? ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?
¿Hasta cuándo he de estar angustiado y he de sufrir cada día en mi corazón?”—Salmos 13:1–2
“Mis lágrimas son mi pan de día y de noche, mientras me echan en cara a todas horas: ‘¿Dónde
está tu Dios?’”—Salmos 42:3
“Me has echado en el foso más profundo, en el más tenebroso de los abismos.”—Salmos 88:6
Las víctimas que acuden a la Biblia encontrarán en ella algo como el segundo amigo de Joe Bayly.
[La Biblia] No es remota, trivial, simplista o superficial. Es un libro honesto que funciona justo en
medio de las ásperas realidades que enfrentamos en la vida. Incluso tiene un libro dedicado a la
reflexión y la lucha con la aparente inutilidad y la falta de sentido de la vida.7 El libro del Eclesiastés
abordó este problema milenios antes de Kierkegaard, Sartre o Camus.
La Biblia es muy sensible al problema del sufrimiento, incluyendo el sufrimiento interno que
muchas personas modernas enfrentan. Siempre tiene algo que decirnos sobre estos temas, si
tenemos ojos dispuestos a leer y oídos dispuestos a escuchar.
Confiando en Dios en medio del Sufrimiento
El profeta Habacuc vivió un período de gran sufrimiento dentro del pueblo de Dios. Abrió su libro
al hacerle dos preguntas a Dios: ¿Cuánto tiempo? ¿Por qué?
Habacuc vivió la época que precedió al exilio que Jeremías lamentó (unos seiscientos años antes
de que Cristo viviera). Habacuc miró alrededor del reino de Judá y clamó a Dios por la injusticia y
el mal que vio por todas partes. Dios contestó a Habacuc, pero no era la respuesta que Habacuc
esperaba. De hecho, causó aún más confusión a Habacuc.
Dios declaró que estaba levantando a los caldeos—un pueblo brutal y aterrador—para ejecutar el
juicio sobre Judá por su injusticia y transgresiones. Habacuc luego tuvo que luchar con la manera
en que Dios podría utilizar esa nación opresiva y perversa para lidiar con los problemas entre el
pueblo de Dios. Clamó a Dios otra vez, preguntando cómo Dios podía utilizar una maldad para
comprobar otra: “¿Por qué guardas silencio mientras los impíos se tragan a los justos?” 8
Dios respondió por segunda vez, declarando que tomaría todo en cuenta y se desquitaría. Podría
tardar más tiempo del que Habacuc esperaba, pero la justicia de Dios vendría definitivamente y
en el tiempo correcto. Entretanto, le pidió a Habacuc que confiara en él y, por fe, atravesara esa
temporada difícil, porque, “El insolente no tiene el alma recta, pero el justo vivirá por su fe.”9 Al
final, Habacuc tuvo una visión de Dios de juicio y salvación. Ver a Dios le permitió encontrar
alegría, incluso en medio de su sufrimiento.
Cuando experimentamos sufrimiento o lo observamos en las vidas de las personas que nos
rodean, una de las preguntas más naturales que nos hacemos es, ¿Por qué? ¿Por qué sucedió
ese desastre natural? ¿Por qué mi persona amada tiene cáncer? ¿Por qué nunca conocí a mi
padre? ¿Por qué Dios permitió el Holocausto?
Es alentador saber que no estamos solos al hacer tales preguntas, y que clamar a Dios en nuestro
dolor no está prohibido. La Biblia ofrece la visión de un Dios que es lo suficientemente grande para
manejar este tipo de preguntas y suficientemente grande como para confiar en él incluso cuando
la vida parece estar cayéndose en pedazos.
Luchando con el Sufrimiento
Uno de los enfoques más profundos y más conmovedores sobre el sufrimiento en la Biblia es la
historia de Job. Job era un hombre inocente que sufrió terriblemente; perdió todo lo que tenía y,
por encima de todo, estaba cubierto de forúnculos. Ahora, eso es difícil. Los tres amigos de Job
vinieron a visitarlo, cada uno suponiendo que Job debía ser culpable de algún delito. Su
razonamiento era este: Seguramente, Job debió haber provocado a Dios de alguna manera. Es la
única explicación posible para el sufrimiento que le ha superado.
La mayor parte del libro de Job consiste en diálogos entre él y sus amigos en los cuales ellos
siguen diciendo esencialmente, “Vamos, Job, ¡confiesa! ¿Qué hiciste para merecer esto?” Pero al
final del libro, Dios reprende a los amigos de Job y elogia a Job. Incluso, Job ora por sus amigos
porque Dios está enojado con ellos sobre cómo trataron a Job.
Uno de los usos dados al libro de Job es para distinguir un punto de vista bíblico de sufrir el
concepto del karma, el cual es la idea de que existe una especie de ley de causa y efecto
inquebrantable en el ámbito moral. En un universo gobernado por el karma, la gente que hace
bien experimentará el bien y la gente que hace mal experimentará el mal. Eso significa que si
vemos a alguien que sufre, podemos concluir que hizo algo malo para ganárselo. Muchas
personas asumen—quizás a veces subconscientemente—que es exclusivamente así como
funciona el sufrimiento.
El punto de vista bíblico del sufrimiento está más matizado que el punto de vista kármico. En el
punto de vista bíblico, no siempre podemos entender por qué el sufrimiento ocurre en esta vida.
Job nunca aprendió la verdadera causa de su sufrimiento, incluso después de que había sido
restaurada por Dios. Pero Job encontró a Dios. Cuando Dios habla del sufrimiento de Job en Job
38-41, básicamente dice: “Oye, Job, soy Dios. Tú no lo eres. Vas a tener que confiar en mí en
esto.”
Algunos críticos ven esta respuesta como una no-respuesta al problema. ¡Pero no es así cómo se
siente Job! Cuando Job ve a Dios, él ya no necesita una respuesta. Dios mismo es la respuesta.
Job responde con alegría y arrepentimiento. Como el personaje de Orual en el libro de C. S. Lewis,
“Mientras No Tengamos Rostro” (Till We Have Faces) Job descubre que hay una especie de
alegría que es mucho mejor de lo que pensábamos que queríamos. Aquí vemos un atisbo de la
esperanza que la Biblia ofrece a los enfermos. Como Habacuc, como Joe Bayly, Job necesitaba
a Dios mismo más de lo que necesitaba que sus preguntas fueran contestadas.
¿Por qué es esto? ¿Qué de Dios cambia nuestra perspectiva sobre el sufrimiento?
El Dios que Sufrió
En su libro “Making Sense Out of Suffering,” Peter Kreeft escribe: “[Dios] no nos dió un placebo o
una pastilla o un buen consejo. Él se nos entregó. Él vino. Entró en el espacio y el tiempo y el
sufrimiento.”10
En el centro de la historia bíblica hay un Dios que en realidad se adentra en el sufrimiento por
nosotros. El Nuevo Testamento de la Biblia enseña que Jesucristo era Dios en forma humana. Él
nació, vivió, murió y resucitó de entre los muertos para derrotar al mal y reconciliar con Dios a
aquellos que confían en él. Cuando Jesús fue colgado en la cruz, sufrió una de las peores muertes
imaginables, porque tomó todos los pecados de la humanidad. A pesar de su inocencia, él murió
por nuestros pecados.
Este es el mensaje principal de la Biblia, y es un mensaje de muy buenas noticias. En esencia, la
Biblia no es un libro de consejos o principios morales que nos ayudan a lidiar con el sufrimiento y
a tener una mejor vida. Fundamentalmente, es la historia de lo que Dios ha hecho por nosotros,
de cómo está reparando un mundo quebrantado; es un mensaje de esperanza a la luz de su
sufrimiento por nosotros.
Si Jesús era Dios entre nosotros, como afirma la Biblia, entonces no podemos ver el sufrimiento
de la misma manera. Como Dorothy Sayers escribió:
Por alguna razón Dios eligió hacer a la gente como es—limitada, que sufre y sujeta a penas y a la
muerte—tuvo la honestidad y la valentía para tomar una cucharada de su propia medicina.
Cualquiera que sea el juego que está jugando con su creación, ha mantenido sus propias reglas
y ha jugado de manera justa. Él no puede exigirnos algo que no se haya exigido antes a sí mismo.
Él mismo ha atravesado la experiencia humana completa, desde las irritaciones triviales de la vida
familiar y la falta de dinero hasta los peores horrores de dolor y humillación, derrota, desesperación
y muerte. Cuando era hombre, representó al hombre. Nació en la pobreza y murió en la desgracia
y pensó que todo valdría la pena.11
Por supuesto, el sufrimiento de Cristo no se llevó nuestro propio dolor inmediatamente. De hecho,
Jesús le aseguró a sus seguidores que efectivamente tendrían problemas en esta vida. 12Pero el
sufrimiento de Cristo da esperanza durante tiempos difíciles porque imparte algo que es más fuerte
que el sufrimiento: El amor de Dios, que el Apóstol Pablo llamó un “amor que sobrepasa nuestro
conocimiento.”13 Como explica Tim Keller:
Si hacemos una vez más la pregunta, “¿Por qué Dios permite que el mal y el sufrimiento
continúen?” y vemos la cruz de Jesús, aún no sabemos cuál es la respuesta. Sin embargo, ahora
sabemos cuál no es la respuesta. No puede ser que no nos ama. No puede ser que sea indiferente
o esté separado de nuestra condición. Dios toma nuestra miseria y sufrimiento tan en serio que
estuvo dispuesto a cargarlo él mismo.14
El Final del Sufrimiento
Aunque la Biblia no hace promesa alguna de llevarse nuestro sufrimiento en esta vida, sí nos da
esperanza de que el sufrimiento un día terminará para siempre. Al final de la Biblia, nos da una
visión gloriosa de un mundo venidero en el que todo el dolor y el sufrimiento se irán para siempre.
Apocalipsis 21:4 nos dice algo hermoso: “Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá
muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.”
La imagen de Dios limpiando las lágrimas de los ojos de su gente comunica no sólo el cese del
sufrimiento terrenal, sino también el consuelo para el sufrimiento terrenal. Al final de “El Señor de
los Anillos,” Samwise Gamgee pregunta, “¿Acaso todo lo triste era irreal? ”15 En la Biblia,
el cielo representa el lugar donde la tristeza no sólo termina, pero se convierte en irreal—para
siempre. Como C. S. Lewis escribió en su libro “El Gran Divorcio” (The Great Divorce), “Dicen de
algunos sufrimientos temporales, ‘no hay felicidad futura que pueda compensarse sin saber que
el cielo, una vez alcanzado, funcionará al revés y convertirá incluso esa agonía en una gloria.’”16La
Biblia ofrece este increíble regalo a todo aquel que se arrepiente del pecado y confía en Cristopara
la salvación. Según la Biblia, quienes rechazan esta salvación y persisten en una rebelión en
contra de Dios serán desterrados de la presencia de Dios y experimentarán una muerte eterna y
sufrimiento.17
Según la Biblia, Dios ya nos hizo la primera entrega de este hermoso final cuando resucitó a Jesús
de entre los muertos. Un día, lo que le sucedió a Jesús—la revocación de la muerte y la liberación
de la decadencia—sucederá a través de la creación; el mundo será redimido y hecho nuevo. 18 El
antídoto se extenderá a lo largo de todo el sistema. Esta visión de alegría como el destino final de
la creación redimida explica nuestro anhelo de felicidad permanente y esa sensación que a veces
tenemos de estar fuera de lugar en este mundo. El teólogo Chesterton dijo:
El hombre es más él mismo, el hombre es más parecido al hombre, cuando la alegría es lo
fundamental en él y el dolor lo superficial. La melancolía debería ser un interludio inocente, un
estado de ánimo tierno y fugitivo; la alabanza debería ser la pulsación permanente del alma. El
pesimismo en el mejor de los casos es una semi-vacación emocional; la alegría es el trabajo
estruendoso por el cual todas las cosas en viven.19
Ya sea que creas o no en esta visión del triunfo de la alegría y la descomposición del sufrimiento,
tienes que admitir que este es un pensamiento hermoso.
Respondiendo al Sufrimiento
Pero, ¿qué hacemos con todo esto? ¿Cuál es el beneficio práctico cuando estamos activamente
sufriendo en el aquí y ahora?
El sufrimiento puede producir resultados muy diferentes en la vida de las personas, dependiendo
de cómo respondan a él. La misma experiencia dolorosa puede hacer a una persona amargada,
estrecha y mezquina y a otra persona más dulce, más humilde y más paciente. ¿Qué hace la
diferencia?
Un aspecto importante de la enseñanza de la Biblia es el llamado a perseverar con integridad
mediante el sufrimiento. Santiago enseñó que ante las pruebas nos debemos considerar “muy
dichosos” porque éstas producen constancia.20 El Apóstol Pablo llevó el concepto aún más lejos,
diciendo que “el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la
entereza de carácter, esperanza.”21 El Nuevo Testamento repetidamente llama a los cristianos a
ponerse en pie bajo el sufrimiento injusto e incluso a regocijarse en él a la luz de los propósitos
redentores de Dios.22
El sufrimiento puede endulzarnos y profundizarnos. El sufrimiento puede envenenarnos y
amargarnos. Tenemos una opción.
Viktor Frankl era un psicólogo judío que pasó años en un campo de concentración Nazi durante el
Holocausto. Tras su liberación, escribió sobre sus experiencias y observaciones. En su libro “El
Hombre en busca del Sentido Último,” escribió: “Al hombre se le puede quitar todo excepto una
cosa: La elección de una actitud personal ante ciertas circunstancias para decidir su propio
camino.”23
El Testimonio de Personas que Sufren
Las voces de las personas que sufren a lo largo de los siglos han clamado sobre la diferencia que
Dios hace en medio del sufrimiento. William Cowper era un poeta cristiano que sufrió terriblemente.
Cuatro veces se volvió loco, intentó suicidarse en varias ocasiones y se vio debilitado por
depresión durante largos períodos de tiempo, incluidos los últimos diez años de su vida. En medio
de una de sus más oscuras luchas, le escribió a un amigo:
Es con gran renuencia que escribo, sabiendo que puedo decir nada más lo que sé te angustia. Me
desespero de todo, y mi desesperación es perfecta, ya que se basa en una persuasión, de que no
hay alguna ayuda eficaz para mí, ni siquiera en Dios. Desde las cuatro de la mañana hasta
después de las siete estuve meditando terrores; terrores tales que ni el lenguaje puede expresar
y que ningún corazón, estoy seguro, sólo el mío lo sabe. La punta de mis dedos se estremecieron
con él.24
En otra carta confesó, “Una cosa y sólo una se queda para mí, el deseo de que yo jamás hubiera
existido.”25
Pero la desesperación de Cowper no es la suma y el total de su vida. En sus cartas, así como en
su poesía e himnos, hay otra línea de pensamiento—uno de esperanza, paciencia y fe en Dios.
En uno de sus himnos más famosos, escribió:
No juzguéis al Señor con vuestros
Débiles sentidos,
Sino confiad en su gracia;
Detrás de una providencia de ceño fruncido
Él esconde un rostro sonriente.
Sus propósitos madurarán con rapidez,
Abriéndose hora tras hora;
El capullo tendrá amargo sabor,
Pero dulce será la flor.
La ciega incredulidad yerra con seguridad,
Y escudriña en vano su obra;
Dios es su propio intérprete,
Y Él es quien la dará a conocer.26
La vida y las escrituras de Cowper nos recuerdan que, tan poderoso como sea el sufrimiento, Dios
es más poderoso. Tan real como sea el sufrimiento, Dios es más real. Tan profundo como pueda
llegar el sufrimiento, Dios va más profundo. Como Corrie Ten Boom escribió mientras languidecía
en una prisión Nazi en 1944: “No hay un hoyo tan profundo, sino que el amor de Cristo es aún
más profundo.”
Sufrimiento y Teodicea
Esta historia bíblica tiene un sorprendente poder para ayudarnos a resolver el sufrimiento en
nuestras vidas. Pero, por supuesto, hay una pregunta filosófica más básica a nuestro alcance: En
primer lugar, ¿por qué Dios creó un mundo en el que había la posibilidad de sufrir? Si él es
todopoderoso y absolutamente bueno, ¿por qué no ha eliminado la posibilidad de sufrir en
absoluto?
Durante siglos, los cristianos han respondido a esta pregunta, que a menudo se llama el Problema
del Mal, con muchas diferentes teodiceas—defensas del carácter bueno y poderoso de Dios a
pesar de la existencia del mal. “El Paraíso Perdido” de John Milton, uno de los poemas épicos más
respetados en el idioma inglés, está devotamente dedicado a este tema.
Pero quizás la respuesta más influyente ante el Problema del Mal es la “teodicea del libre albedrío”
de Agustín de Hipona (354-430). Agustín enseñó que el mal es simplemente la privación del bien;
existe como una posibilidad necesaria en un mundo de criaturas libres y moralmente conscientes.
Según esta manera de pensar, si Dios quisiera un mundo sin posibilidad alguna de dolor, él habría
tenido que crear un mundo sin posibilidades de libre elección o amor verdadero—un mundo de
robots, no de personas.
Otro filamento temprano del pensamiento cristiano, representado por teólogos tales como el
Origen de Alejandría (184/185 – 253/254), puede ser llamado “teodicea de los bienes más
grandes.” En esta defensa, se dice que Dios permite el mal porque en última instancia él está
usando el mal para lograr un bien más grande. La mayoría de las personas pueden identificarse
con esto al menos hasta cierto punto; algunos de nosotros podemos reflexionar en algún momento
en el cual pensábamos que algo estaba mal y al final resultó para ser para bien. Si Dios puede
convertir un mal en bien, entonces el argumento sería, ¿por lo tanto no es posible—dado suficiente
tiempo y sabiduría—que Dios pueda convertir todo el mal en bien?
Debido a tales posibilidades—y la finitud del conocimiento humano sobre lo que haría un Dios
perfecto en un determinado conjunto de circunstancias—incluso muchos ateos y agnósticos
contemporáneos reconocen que el Problema del Mal, tiene a lo sumo, un argumento probabilístico.
Se plantea interrogantes para el teísta, pero no hace el teísmo imposible.
El periodista cristiano Malcolm Muggeridge reflexionó el sufrimiento en su vida de esta manera:
Contrario a lo que podría esperarse, volteo hacia atrás a las experiencias que en aquel momento
parecían especialmente desoladoras y dolorosas. Ahora vuelvo atrás hacia ellas con particular
satisfacción. De hecho, puedo decir con total sinceridad que todo lo que he aprendido en mis
setenta y cinco años en este mundo, todo lo que realmente ha mejorado e iluminado mi existencia
ha sido a través de la aflicción y no de la felicidad ya sea que fuera perseguida o alcanzada. En
otras palabras, esto digo, si fuera posible eliminar la aflicción de nuestra existencia terrenal por
medio de alguna droga u otras palabrerías, los resultados no serían para hacer que la vida fuera
deliciosa, sino para hacerla demasiado banal y trivial como para aguantarla. Esto, por supuesto,
es lo que significa la cruz y la cruz, más que nada, es lo que me ha llamado inexorablemente a
Cristo.27
El Problema de la Felicidad y el Bien
Las teodiceas pueden ser útiles. Pero supón que uno encuentra como insuficientes las
tradicionales respuestas cristianas a la cuestión del mal y se siente obligado a negar la existencia
de Dios. En este punto, el problema del sufrimiento se convierte en un problema aún mayor.
Después de todo y en ese momento, ¿cómo puede decir uno que hay tal cosa como el mal? ¿Por
qué sufrir es realmente objetivamente malo y no meramente personalmente inconveniente? C. S.
Lewis llegó a darse cuenta de ello en su propio viaje fuera del ateísmo:
Mi argumento en contra de Dios era que el universo parecía muy cruel e injusto. ¿Pero cómo
obtuve esta idea de justo e injusto? Un hombre no llama torcida a una línea al menos que tenga
la idea de una línea recta. ¿Con qué estaba yo comparando este universo cuando lo llamé injusto?
Si todo el espectáculo era malo y sin sentido de la A a la Z, por así decirlo, ¿por qué yo—que se
supone debía ser parte del espectáculo—me encuentro en tal reacción violenta contra él? Un
hombre se siente mojado cuando se cae en el agua, porque el hombre no es un animal de agua:
Un pez no se sentiría mojado. Por supuesto, podría haberte dado mi idea de justicia diciendo que
no era nada más que una idea propia privada. Pero si hubiera hecho eso, mi argumento contra
Dios se hubiera derrumbado también—el argumento dependía sólo de decir que el mundo era
muy injusto y no simplemente que no complacía mis caprichos privados.28
En otras palabras, el sufrimiento y el mal son problemas para todos, teístas y ateos por igual. El
teísta sabe por qué los aborrece, porque el teísta cree que el sufrimiento y el mal son una
desviación de una norma real, una caída desde un bien real. El ateo, por el contrario, debe
proporcionar una explicación de por qué son tan trágicos el sufrimiento y muerte.
La película “Un Día para Sobrevivir” (The Grey) plantea esta pregunta dramáticamente: Si en
última instancia, la muerte es todo lo que hay, ¿por qué su presentación desde un punto de vista
nihilista es tan escalofriante, tan inquietante y tan conmovedora? ¿Por qué el personaje de Liam
Neeson valora tanto las fotografías de los miembros de la familia en las carteras de los otros
personajes? ¿Por qué clamó a Dios por una respuesta, si allí no había Dios alguno para que se le
solicitara nada? ¿Por qué la muerte es trágica, si la muerte es el rey?
Si al creyente se le pide que proporcione una teodicea, al incrédulo se le puede pedir que
proporcione una explicación de su deseo por la teodicea. Si el sufrimiento y el mal son
desconcertantes dentro de teísmo, la felicidad y el bien sólo pueden ser incomprensibles dentro
del ateísmo.
Una Útima Nota
Una cosa es hablar el problema del sufrimiento en lo abstracto. Otra cosa es experimentar el
sufrimiento en nuestras vidas o verlo dramatizado en las vidas de otras personas. La novela clásica
“Los Hermanos Karamazov” de Fiódor Dostoievski es una dramatización de gran alcance de la
naturaleza redentora del sufrimiento. El personaje de Iván da una expresión desgarradora del
Problema del Mal en un discurso en el libro V, capítulos 3 y 5, y ningún otro personaje en el libro
realmente da una respuesta.
Está tan enérgica y empáticamente articulado que uno se pregunta si es el punto de vista de
Dostoievski brillando a través de palabras de Iván. El enfoque de Iván en el sufrimiento de los
niños a lo largo de su discurso se agrega a esta sospecha, teniendo en cuenta que la escritura de
la novela de Dostoievski se interrumpió en mayo de 1878 por la trágica muerte de su hijo de tres
años.
Pero los acontecimientos de la historia debilitan el argumento de Iván. La narrativa abruma la
lógica. La filosofía de Iván es el razonamiento utilizado por el personaje Smerdiakov para cometer
la tragedia central de la trama: El asesinato del padre de Iván. E Iván se vuelve loco al tratar de
llegar a un acuerdo con su indirecta complicidad en el asesinato de su propio padre. No hay duda
que Dostoievski entiende la perspectiva de Iván desde adentro hacia afuera—y sin embargo
finalmente, demuestra su imposibilidad.
En la conclusión del libro XI, Aliosha, el héroe extrañamente silencioso del libro, reflexiona sobre
la locura de Iván:
[Aliosha] empezó a comprender la enfermedad de Iván: “¡Los tormentos de una decisión orgullosa,
una conciencia profunda!” Dios, en quien no creyó, y su verdad fueron superando su corazón, que
todavía no se ha querido someter. . . . Aliosha sonrió suavemente: “¡Dios ganará!” pensó. “Él se
alzará a la luz de la verdad, o perecerá en el odio, tomando venganza sobre sí mismo y sobre todo
el mundo por haber servido a algo en lo que él no cree,” Aliosha añadió amargamente y una vez
más oró por Iván.29
En “Los Hermanos Karamazov” y en nuestra vida real, no hay nada que pueda quitar la dificultad
del sufrimiento. Algún sufrimiento—al menos en esta vida—no tiene respuesta inmediata además
del llanto. Pero sin embargo, la fe difícil en Dios puede estar a la luz del dolor terrible en este
mundo, su única alternativa es una desesperación inhabitable. Y si rechazar a Dios sólo agrava el
problema del sufrimiento, la opción más inteligente—sin importar lo difícil que pueda ser—es
confiar en que al final Dios es lo suficientemente grande para tener una respuesta para el
sufrimiento.