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ELIOT EN CERNUDA “No ergo equtvocarme al pensar que T'S. Ello fue el excritor vivo que jerct6 una influencta mds prof da en el Cernuda de la madurez” FERNADO ORTIZ Octavio Pa: palabra cote de Luts Cernuda ““EN MI FIN esté mi principio". El lema bordado en 1 trono de Maria Estuardo aparece en el verso final ‘de Bast Coker . el segundo de los Cuartetos de Eliot, para Cernuda su obra maestra. En este lema podemos ver una significacién simbélica que sin duda Eliot 20 hublera| 10. El gran poeta inglés acabé su ciclo Pottico con “Litle Gidding" (1942), el ditimo de los ‘Cuartetos, cuando un joven poeta espatiol, llamado Luis Cernuda, levaba viviendo en Gran Bretafia los afios suficientes para dominar el idioma y leer con gus- to-a sus poetas: canto del cisne de uno de los més gran- des poetas del mundo anglosajén y entrada en la madurez de uno de los mas grandes poetas del mundo hispdnico. Con Las Nubes, libro terminado de redac- tar en 1940, se inicia la etapa de madurer de la poesia de Cernuda, en la que ¢s fécilmente perceptible la hue- lla de la poesta inglesa en general y la de T.S. Eliot en. Particular. Los afios en los que se gestan las obras de ambos son afios de desolacién individual y colectiva (cxllo de Espatia, Guerra Civil y clima de la vispera de la Segunda Guerra Mundial). Es natural que Cernu- da se encuentre dispucsto a absorber la desolacién elio- tana, asf como ¢5 natural que un americano y un espatiol desterrados —y con serias dudas sobre la exis- tencia en el primer caso y la validez en el segundo de la clvilizacion del propio pais—, inmersos en un am- biente en el que se respiraba la inmediata desintegra- cién de Occidente, sintieran la necesidad de ampararse ‘enna tradiciOn, de ser conscientes de una manera mis acusada del contexto y del origen “occidentales" de su tradici6n cultural, La civilizacién industrial y mo- derna habia entrado en una de sus ms agudas crisis, y no puede extrafiamos que en los versos de los dos poetas se execre a ésta, as{ como al desarraigo que im- plican las grandes cludades, y cada uno 2 su modo ex- [presen el deseo de una mayor armonia con Ia natura- leza. (Pienso ahora tanto en After Strange Gods y No- tes towards a Definition of Culture como en esa vuelta ‘a una arcddica polis que es Ocnos y en la recteacién, tun poco irritante 2 estas alturas, del mito roussoniano del buen salvaje a costa de los mis desposeidos de en- tre los indigenas que aparecen en Varlaciones sobre tema mexicano.) ‘Cuando Cernuda llega a Inglaterra, hacfa una déca- ‘da que Eliot, en For Lancelot Andrews, se habia de- clarado clasicista en literatura, morérquico en politica —no #¢ olvide que habia nacido en Norteamérica quien hacia esta declaracién— y anglocatélico en religién. Para Eliot, la cumbre de la civilizaci6n se alcanz6 en la Edad Media, cuando la sociedad, la religién y las ar- tes vinieron a expresar una serie comin de patrones valores, La sintesis de la Edad Media simbolizaba para 41 el ideal de la comunidad europea y, desde enton- ces, la historia representa una degeneracién de este ideal. Como Matthew Amold, piensa que los disiden- tes han de quedar al margen, aunque representen a una mayorfa. Eliot contempla angustiado “Ia desintegra- ci6n del cristianismo, ta decadencia de una fe y de una cultura comunes”. {Y Cernuda?: después de una fur gazadscripcion al Partido Comunista, este espaol re- belde y solitario, sefialado por la lectura de los surrealistas franceses y los roménticos alemanes, pro- fes6, junto con el rechazo de cualquier utopia politi- ca, el desprecio de lo que para Eliot es uno de los valores principales de Occidente: el cristianismo, La ‘obra de Cernuda es, como la de Eliot, una lenta recon- quista de la herencia europea. Peto esa bésqueda pa- a, mds que por Virgilio, Dante y Baudelaire como en 1 caso de Eliot, por los romdnticos ingleses y alema- ines y por el perdido secreto del paganismo griego.' Esto dltimo estimo que es 1o que le llev6 a su aprecio por Goethe, tan naturalmente pagano, al mismo tiem- po que hacia que T.S. Eliot no simpatizara demasiado con la persona ni con la obra del clisico alemén. Léan- se, al respecto, los dos ensayos de Eliot sobre Goethe y el de Cernuda, titulado ““Goethe y Mr. Eliot", que ‘nos muestra con agudeza la encubierta antipatia que tenfa éste por aquél. Con frecuencia, aquello que afir- ‘ma Cernuda implica la disolucién de lo que la socie- dad tiene por justo € inmutable. Y lo que pensaba sobre 1 particular acerca de Eliot lo expresa con meridiana claridad en su ensayo sobre Arnoid incluido en el vo- lumen Pensamiento poético en la lirica inglesa: “ES ccuriosa la equivalencia que parece apercibirse entre 10s escritos de indole social, politica y religlosa de Matt- hew Amold y otros de T.S. Eliot, como Tbe Idea of ‘@ Christian Society 0 Notes towards a Definition of ‘Culture. No €s que la posicién que ambos toman sea semejante, porque no solo es diferente, sino contra- ta; la semejanza radica, nos atreverfamos a decir, en Ii vitalidad escasa de dichos escritos, en el peso inerte que parecen tener dentro de las obras respectivas de dichos autores”, ‘Aunque no son, sin duda, las ideas sobre la socie- dad de un poeta las que configuran la calidad de su poesia, conviene tenerlas en cuenta para una mejor comprensién de ésta. Hay, sin embargo, algo més hon- do —mis hondo, en tanto se desenvueive en capas mds profundas que el I6gico, en este caso ideo- Iogico— que une a la poesia de estos dos autores. Creo ‘que Philips Sliver ha visto bastante bien el fondo de la cuestién en su ensayo ““Cemuda, pocta ontol6gico”” ‘cuando afirma: “Esta poesia abre un surco profundo ‘en muestra alma, nos amenaza con tan honda melan- ‘Vuela 124 / Marzo de 1987 33 34 ccolfa, porque nos dice dos cosas con- tradictorias 2 la vez. Con el tono de voz nos habla de la divisién radical del Ser, pero con parte de su temética trata constante- mente de salvar esta division. Es una poesfa que quic- fe prometemos Ia redencién pero que sabe que ¢s imposible, He aqui el motivo dei parentesco entre Cer- ‘nuda y T'S. Eliot”. Ahora bien, c6mo intentar solven- tar cada uno esta escisién del ser, esta “‘calda", si ‘empleamos la mitologia cristiana, es cosa propia de ca- da cual. En el caso de Eliot —que lego a pasar el cepi- Mo durante los servicios dominicales y a escribir obras, de teatro religioso para mayor gloria de su Iglesia— a escision es salvada mediante la revelacin cristiana, ‘que no es otra cosa lo que él llama "el punto de inter- seccin de lo intemporal con el tiempo". Se trata aqui de un Dios intemporal que ahora entra sustancialmente en el tlempo —una “unin imposible” y paraddjica. AAl entrar en el dempo lo hace también en cada uno de nosbtros (es éste el misterio de la Encarnacién), ha- cléndonos posible vivir en una uni6n imposible de dos existencias, aunque sca por breves instantes. O, como To expresa poéticamente en los versos finales de Little Gidding, ¢1 sitimo cuarteto: And all shall be well and ‘AU manner of thing sball be well When the tongues of flame ar tm-folded Into the crowned knot of fire ‘And the fire and the rose are one? Pero ese “punto de interseccién de lo imemporal con 1 tiempo" no es, naturalmente, nada comén en Ia vida det hombre (si exceptuamos los casos de santi- ad), pues ‘There és only the fight to recover what bas been lost And found and lost again and again: and now, under conditions ‘That seem unpropitious. But perbaps neitber gain ‘nor loss. For ws, ther ts only the trying. The rest ts not our brates ‘Mas, si bien se mira, el eliotiano “punto de intersec-

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