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II UNIDAD PSICOLOGIA PSICPDINAMICA (PSICOANALISIS) – CONDUCTISMO

ESCUELA PSICODINAMICA

TEORÍA PSICOANALÍTICA DE SIGMUND FREUD

1. Introducción
Freud estuvo especialmente inspirado al decir que el ser humano había recibido tres grandes golpes
contra su narcisismo e imagen de sí mismo: el descubrimiento copernicano de que la tierra no era el
centro del universo, el descubrimiento darwiniano de que el hombre no existía independientemente de
los demás miembros del reino animal, y el descubrimiento freudiano del poder de fuerzas desconocidas,
inconscientes y a veces incontrolables, que gobiernan casi la totalidad de nuestra vida psíquica. Por eso,
Freud es considerado como uno de los “filósofos de la sospecha”. Los otros dos son Nietzsche y Marx. A su
modo, los tres pusieron en entredicho la imagen del ser humano como ser enteramente racional,
descubriéndonos los condicionantes ocultos que determinan múltiples comportamientos y formaciones al
nivel de la conciencia. En el caso concreto de Freud, nos mostró que la mayor parte de lo que acontece en
nuestra mente es inconsciente. Pero, sobre todo, nos mostró cómo el ser humano aparece dominado por
la oscura región de las pulsiones. Lo humano, lo racional, no sería en muchos casos más que una mera
fachada.
El psicoanálisis, fundado por Sigmund Freud (1856-1939), como método y como doctrina es tanto la
práctica terapéutica de los trastornos psíquicos, dirigido principalmente hacia la explicación y curación de
las neurosis como la teoría psicológica en la que aquél se basa. El psicoanálisis es, sobre todo, una teoría
sobre la vida inconsciente (¿de lo irracional?).
El proyecto científico de Freud fue, cuanto menos, ambicioso. A través del estudio de la estructura
oculta de la psique, en su dimensión atemporal (Ser), y en la histórica (Yo), pretendía llegar a una
antropología crítica, en la que el papel principal estuviera reservado a la dinámica de los impulsos y de la
libido, y de aquí a una visión general de la civilización occidental y de sus logros culturales (Súper Yo).
La hipótesis alrededor de la que gira tanto el propio psicoanálisis como el pensamiento de Freud es la
siguiente: muchas neurosis son producidas por imágenes fuertemente cargadas de energía sexual que se
han hundido en el inconsciente. El hombre funciona básicamente de acuerdo con el principio del placer,
buscando la gratificación inmediata de todos sus deseos (reducción de la tensión). No obstante, en esta
búsqueda del placer choca con la sociedad y la civilización.
La primera investigación de Freud se centró en el estudio de los síntomas histéricos. Gracias a la
hipnosis primero y, después, al mecanismo de asociación, Freud descubrió el origen sexual e inconsciente
de la causa de la enfermedad. Las personas neuróticas parecen enfermar a causa de una experiencia de
seducción por parte de una adulta, hecho que han olvidado por la acción de la represión. El abandono de
este planteamiento del trauma y su sustitución por el de las fantasías sexuales reprimidas abrió el campo
de investigación al inconsciente y a la sexualidad infantil, que se complementa con el descubrimiento de la
transferencia como relación imaginaria que la paciente establece con la terapeuta, una relación que se
considerará indispensable para el éxito de la terapia.
El desarrollo de la personalidad humana queda ligado al desarrollo de las diversas etapas de la
sexualidad, que aparecen ligadas a las distintas zonas erógenas, es decir, a las distintas zonas corporales
asociadas a la consecución de placer. Estas etapas son: la fase oral, la anal, la fálica y, tras un periodo de
latencia, la genital. El desarrollo de estas etapas no es mecánico ni progresivo sino que se superponen sin
excluirse. Los conflictos que se originan a lo largo del recorrido pueden dar lugar a fijaciones y regresiones.
Se ha subrayado que Freud era judío y que el psicoanálisis es la secularización del misticismo judío.
También se ha hecho mención del contexto especialmente puritano de la segunda mitad del siglo pasado,
fuertemente caracterizado por la represión sexual. Por otra parte, también se dice que los
acontecimientos de la primera Guerra Mundial dejaron una profunda huella en Freud y en su
pensamiento. A partir de 1920, Freud introdujo en su teoría psicoanalítica el concepto de “pulsión de
muerte”, un instinto agresivo compartido por todos los seres humanos.
Dentro de la psicología, el psicoanálisis es considerado como un enfoque psicodinámico porque interpreta
la conducta como resultado de un juego mutuo de fuerzas en permanente conflicto. Aunque no ha tenido
una gran implantación en el mundo académico, sí ha dejado sentir su influencia en el ámbito de la práctica
terapéutica.
2. La teoría psicoanalítica
Psicoanálisis fue el término creado por Freud para designar su teoría sobre le psiquismo y su
práctica terapéutica. Bajo esta denominación Freud distingue tres orientaciones: un procedimiento de
investigación de los procesos psíquicos, un método terapéutico de las neurosis y una serie de teorías
psicológicas y psicopatológicas que agrupaban las principales aportaciones de los métodos de
investigación y de terapia. Lo importante de esta definición se sitúa en el término “investigación”, como
proceso de descubrimiento que se fundamenta en la práctica y busca alcanzar el estatuto de ciencia. Este
trabajo de búsqueda da como resultado la formulación de la hipótesis del inconsciente como elemento
determinante de la vida psíquica. El deseo inconsciente conforma al sujeto y lo constituye en esta
distancia o fractura que abre entre su ser (deseo) y su decir (conciencia).
El punto de partida del psicoanálisis fue la psiquiatría de finales del siglo XIX, la de Charcot y Breuer,
y su primer campo de acción fueron los casos de histeria femenina estudiados mediante la hipnosis. El
estudio de la histeria llevó a Freud a postular que existen procesos inconscientes que provocan síntomas
histéricos; y que si la persona enferma toma conciencia de ellos, con ayuda de la hipnosis, puede curarse.
Freud llegará poco a poco a la convicción de que la vida sexual está en el origen de los trastornos
psicopatológicos. (Asimismo llegó a la idea de que existe una sexualidad infantil, muy anterior a la de la
pubertad, de la que derivan deseos incestuosos hacia los progenitores del sexo opuesto, y en ocasiones el
hijo siente celos, hostilidad y deseo de muerte hacia el padre; y la hija, hacia la madre. En su época, esta
idea provocó una fuerte reacción contra el psicoanálisis).
Freud pronto se dio cuenta de que la hipnosis no era un buen método porque no siempre curaba y
tampoco podía ser utilizada con todas las personas enfermas. Recurrirá entonces a otro método para
hacer conscientes los recuerdos traumatizantes: el de las asociaciones libres. La paciente debe comenzar a
hablar a partir de una imagen que se le ofrece dejando que fluyan las asociaciones libres de sus
pensamientos hasta llegar a extraer los recuerdos que se buscan. Se supone que llegado un momento, la
corriente de la conciencia fluye libremente. Con el uso de este método, Freud observa que
frecuentemente las pacientes se resisten a continuar porque hay cosas que no pueden decir (y empiezan a
dejar la terapia o a engañar a la terapeuta). Freud descubre así el elemento clave de su método: El Yo se
defiende contra algo, en el sujeto hay una fuerza de represión que dificulta traer a la conciencia
determinados recuerdos inconscientes.
Junto a las asociaciones libres, la terapia psicoanalítica utiliza la interpretación de los sueños y el
estudio de los actos fallidos (lapsus linguae) y de las fantasías para acceder al inconsciente. Una de las
obras centrales de Freud al respecto, La interpretación de los sueños fue publicada en 1900.
Inconsciente y represión son los dos grandes descubrimientos de Freud. Hay impulsos reprimidos en el
interior del ser humano que están como sumergidos en el inconsciente. Lo reprimido pugna por salir, pero
no puede hacerlo debido a una barrera que se lo impide. Si no halla otro camino de salida, se manifestará
mediante síntomas neuróticos: angustia, fobias, síntomas histéricos, obsesiones, ideas fijas. Así se explican
las neurosis: la represión es su causa.
2.1 El psiquismo
A través de una serie de conceptos, Freud trató de sistematizar sus explicaciones sobre el
funcionamiento de la mente. Dentro de la teoría psicoanalítica freudiana podemos encontrar dos teorías
distintas sobre el psiquismo, conocidas con los nombres de “consideración topográfica” y “consideración
estructural”. La teoría topográfica nos habla de tres ámbitos de lo mental, el inconsciente, el
preconsciente y el consciente. En esta perspectiva, la vida psíquica de una persona se concibe como un
flujo de energía psíquica que, procedente del inconsciente, y en especial de las pulsiones sexuales (libido)
y de las de autoconservación, pugna por convertirse en consciente. Este flujo psíquico se halla frenado, no
obstante, en dos zonas de represión y censura: entre el preconsciente y el inconsciente actúa la censura,
que hace pasar al inconsciente todos aquellos contenidos que resultan desagradables, humillantes o
inmorales. En esto consiste la represión. De este modo, hay material psíquico reprimido y censurado tanto
en el inconsciente como en el preconsciente. Sólo mediante el análisis de los sueños y de los actos fallidos,
se puede llegar a conocer los mecanismos que ejercen ese poder de censura y, en consecuencia, liberar al
sujeto de su trastorno.
La consideración estructural del psiquismo, que obedece a la necesidad de hallar también en el Yo
una actividad represora, la describe Freud en El yo y el ello (1923), obra en la que distingue tres instancias,
o tres estructuras, en la personalidad humana: Ello, Yo y Superyó. Al Superyó, que es el resultado del
proceso de identificación con la figura paterna tras el complejo de Edipo, es decir, la parte del Yo que actúa
como conciencia moral y censura, le asigna la función de la represión y la de comparar al Yo con su propio
ideal. El Ello, que se identifica fundamentalmente, pero no exclusivamente, con el inconsciente es el
psiquismo humano carente de toda organización interior, únicamente sometido al principio del placer,
ilógico en su funcionamiento, puro depósito de energía instintiva, es el fondo de pulsiones y deseos e
impresiones ocultos por la represión. El Yo, sólo parcialmente inconsciente como el Superyó, surge de la
parte modificada del Ello por contacto con la realidad externa y tiene por función representar al Ello ante
el exterior, de un modo socialmente aceptable; es la razón y la reflexión y a él incumbe hallar el equilibrio
psíquicamente sano entre las exigencias -dictaminadas por el principio de realidad- del mundo externo, y
las del Ello y el Súper yo.
2.1.1 Consideración topográfica.
En la mente humana podemos encontrar tres zonas o áreas diferentes: la conciencia, el
preconsciente y el inconsciente.
Con el término conciencia designamos una facultad o función psíquica que nos permite el
conocimiento del mundo exterior y de nosotros mismos. Las facultades mayormente involucradas en la
conciencia son la percepción (estímulos del mundo exterior e interior), la atención (selección de ciertos
estímulos entre todos los que llegan simultáneamente al cerebro en un instante concreto) y la memoria
(recuperación de recuerdos y aprendizajes anteriores que se asocian a la estimulación de ese momento).
También forman parte de la conciencia los procesos intelectuales superiores como el pensamiento, el
razonamiento, etc., y ciertos fenómenos relacionados con la vida afectiva y la motivación. Gracias a la
conciencia, el individuo percibe y reflexiona con claridad sobre el mundo externo e interno, es decir, sobre
la realidad inmediata. Este nivel psíquico se rige por el principio de realidad.
El preconsciente está constituido por pensamientos, recuerdos y aprendizajes de los que no somos del
todo conscientes, pero podemos hacerlos conscientes a voluntad. Para Freud, una de las funciones de
preconsciente consiste en adaptar los impulsos sexuales y agresivos a las exigencias que la realidad y los
valores morales imponen al individuo.
El inconsciente está formado por todas aquellas pulsiones, deseos y sucesos olvidados que
permanecen fuera de la conciencia a causa de la represión. Lo inconsciente pugna por emerger a la
conciencia, pero la censura evita su actualización. Según Freud, estos contenidos amenazan la integridad
psíquica del sujeto, porque le provocan angustia o sentimiento de culpa. Sin embargo, cuando la
conciencia disminuye su vigilia (sueños, fantasías, libre asociación de recuerdos...), el inconsciente aflora,
aunque distorsionado bajo la forma de imágenes oníricas, actos fallidos o imaginaciones fantasiosas. Para
comprender qué nos quiere decir, hay que interpretarlo.
2.1.2 Consideración estructural
Posteriormente, hacia 1920, Freud describe el aparato psíquico mediante tres estructuras: el Yo, el
Ello y el Superyó. Estas estructuras representan respectivamente más o menos a los impulsos, a la
orientación hacia la realidad y a la orientación hacia los valores morales.
El Ello (Id): representa el sustrato biológico hereditario del ser humano. Es la parte más primitiva y
profunda del aparato psíquico. No puede ser observada en sí misma, pero se deduce que se compone de
los rasgos hereditarios, las pulsiones sexuales y agresivas, además de los recuerdos y deseos reprimidos en
la historia personal del sujeto. Representaría nuestra naturaleza propiamente animal. En su
funcionamiento, el Ello busca la descarga de la excitación, la tensión o la energía. Se rige por el principio
de placer. Se trata de una energía inconsciente que influye en la dinámica de la personalidad, tratando de
satisfacer los impulsos instintivos de supervivencia, reproducción y agresión, y persiguiendo siempre su
gratificación inmediata. Cuando estos impulsos son reprimidos por cualquiera de las otras dos instancias,
el Ello los refleja a través de los sueños o de los actos fallidos. El Ello pertenece al inconsciente, desde
donde actúa sobre la conciencia provocando desequilibrios y tensiones en el organismo.
Pulsiones. “Trieb” es la palabra que Freud emplea y que debemos traducir por “pulsión”, y no por
instinto. Freud entiende por pulsión el impulso provocado por una energía que tiende a buscar su
satisfacción mediante el objeto adecuado. Cuando esta última no se alcanza, el organismo permanece en
tensión debido al empuje del impulso no satisfecho. Freud distinguió inicialmente dos tipos de pulsiones:
las sexuales o “libido” (en latín, apetencia placentera) y las pulsiones de autoconservación. Las primeras se
rigen por el principio del placer; las segundas, por el de realidad. Freud dedicó escasa atención a las
pulsiones de autoconservación porque, a su juicio, este impulso no puede dar lugar a trastornos
neuróticos, ya que no puede ser ignorado ni desatendido. A partir de 1920, debido a la experiencia de la
Primera Guerra Mundial, Freud modifica su teoría de las pulsiones. Las pulsiones de autoconservación y
las sexuales se integran en una única pulsión, el “Eros” o “principio de la vida”, y añade una pulsión nueva,
la “pulsión de muerte” o “autodestrucción, “Thanatos”. La agresividad pasa, así, a un plano primario, lo
que tendrá importantes repercusiones en las consideraciones freudianas acerca de la cultura y la
sociedad. Podemos, pues, comprobar como Freud se aferró en todo momento a una concepción dualista
de las pulsiones.
El Superyó (Super-Ego) representa el aspecto moral de nuestro comportamiento (normas e ideales
morales) y aspira a ejercer un control sobre el Yo, al modo como las normas morales aspiran a controlar el
comportamiento. Su origen se remonta a la superación del Complejo de Edipo, cuando el niño interioriza
las normas que el padre le transmite. El Superyó equivale a una especie de moral arcaica que resulta de la
interiorización de las prohibiciones familiares y sociales adquiridas desde nuestra infancia. Representa
pautas ideales de conducta y prohibiciones o exigencias socioculturales. Su misión fundamental es
presionar al Yo, señalándole cómo debería comportarse en cada momento, pero también generándole
sentimientos de culpa cuando incumple sus exigencias. El niño, que primitivamente es amoral, empieza a
percibir las prohibiciones familiares, que terminan por interiorizarse, hacerse inconscientes, y convertirse
en una instancia que vigila y amenaza al Yo. Según Freud, el Superyó también es una estructura
inconsciente.
El Yo (Ego) es la instancia que media entre el Ello y la realidad exterior. Su función es básicamente
reguladora, buscando satisfacer los deseos del Ello en la medida que dicha satisfacción no provoque
conflictos en el sistema de creencias del individuo. El Yo se rige por el principio de realidad. Ahora bien,
puesto que tiene que adaptar los impulsos sexuales y agresivos a las condiciones externas objetivas, debe
llevar a cabo una censura sobre la acción del Ello. Esa adaptación y censura las realiza con los mecanismos
de defensa. El Yo no es más que una instancia mediadora entre las pulsiones del Ello y las censuras del
Superyó, que reprime y controla la conducta. Así, mientras que el Ello busca el placer y el Superyó, la
perfección, el Yo busca la realidad. El Yo representa lo que podríamos llamar la razón o reflexión, mientras
que el Ello representa las pasiones. La actividad consciente es ejecutada por el Yo (percepción, procesos
intelectuales, etc.) y también la preconsciente (actualizar los aprendizajes o las evocaciones del pasado no
reprimido mediante la memoria). En sus últimos escritos, Freud asigna también una función inconsciente
al Yo: la de los mecanismos de defensa que impiden la frustración del sujeto, reduciendo la tensión creada
por los impulsos no satisfechos del Ello. Sus tareas más importantes son tres: la autoconservación del
organismo, el control de las tensiones internas generadas por la pugna entre el Ello y el Superyó, y la
adaptación a la realidad.
2.1.3 Los principios del psiquismo
Según Freud, el principio del placer junto con el principio de realidad son principios que rigen el
funcionamiento psíquico humano, el psiquismo. La noción de principio de placer fue formulada por
Fechner en 1848 bajo el nombre de “principio del placer de la acción”, pero es Freud quien tematiza a lo
largo de sus obras la noción de principio de placer entendido como rector de los actos que tienden a la
consecución del placer o, mejor dicho, al alejamiento del dolor o displacer. En una primera etapa Freud lo
denominó “principio de la inercia de las neuronas”, y según él, es el que rige el funcionamiento del
sistema neurónico para mantenerse en un estado de baja excitación ya que, en caso contrario, aparece el
dolor o displacer. Más adelante concebirá este principio como regulador general de la estructura
psicológica, de forma que, a partir de su división de la psique en tres estructuras: el Ello, el Yo y el Superyó,
considerará que el Ello, que es inconsciente, está regido por el principio del placer que tiende a la
inmediata satisfacción y realización de todos los deseos y pulsiones bien realmente, bien en la fantasía, a
efectos de reducir la excitación. El Yo, en cambio, a instancias del Superyó, se rige por el principio de
realidad, que en base a las exigencias éticas socialmente establecidas, modifica los impulsos surgidos del
Ello. Mediante el principio de realidad el Yo toma la decisión de si debe realizar o postergar la satisfacción
de los deseos o, incluso, si debe suprimir la aspiración de la pulsión por considerarla peligrosa. El principio
de realidad no debe entenderse como opuesto al de placer, sino como un ajuste de éste a las condiciones
externas. Si quiere colmar sus deseos, el sujeto debe postergarlos hasta el momento en que las
circunstancias de la realidad se lo permitan. Gracias a la acción de este principio, el individuo se socializa,
aprendiendo a controlar su egoísmo primitivo y descubriendo los fundamentos del orden social, de la
moralidad, etc. La formación del Yo se determina a partir de esta tensión entre los dos principios psíquicos
fundamentales.
2.1.4 La evolución del psiquismo
Freud consideraba al psiquismo como puramente dinámico. Evoluciona y se desarrolla mediante
etapas, que son comunes a todos los seres humanos.
En el momento del nacimiento, el niño es un ser absolutamente egoísta. En él sólo habitan las
pulsiones del Ello, sobre todo las sexuales. Puesto que aún no posee ninguna norma moral, exige la
satisfacción inmediata de esos impulsos. Freud dice que el niño sólo vive para el placer. Cuando no se le
procura éste, llora hasta obtener la satisfacción del impulso placentero. Durante el primer año y medio de
vida, el placer se concentra en la boca (chupar, morder, mamar...); por eso, Freud denominó a esta etapa
fase oral.
Con el paso del tiempo y el desarrollo de su cerebro, el niño empieza a aprender que el mundo
exterior no siempre cede a sus deseos. Es en esta época cuando recibe las primeras negativas ante sus
caprichos, i el Ello, hasta ese momento volcado sobre sí mismo, debe modificar su acción con el fin de
prestar atención al mundo externo. Esa modificación del Ello da lugar a la aparición del Yo.
La función del Yo consiste en moderar y frenar los impulsos sexuales y agresivos, procurando
satisfacerlos cuando las circunstancias lo permitan y siempre que las demandas instintivas no atenten
contra las primeras normas que el niño ha interiorizado (higiene, adaptación horaria de las comidas,
aceptación de que no es el único ser en el mundo y de que las demás también tienen necesidades, etc.).
En suma, el Yo debe imponer el principio de realidad al de placer. Así surgen los procesos conscientes que
permitirán al niño adaptarse a su propio medio familiar y “comprender” el mundo que le rodea. A la vez,
el Yo aplica la censura a los deseos del Ello, con lo que van grabándose los primeros traumas o heridas
psíquicas en el inconsciente infantil. La reaparición del lenguaje refuerza los procesos conscientes y, por
tanto, las funciones del Yo.
Los vínculos emotivos del niño con su familia son muy fuertes en esa etapa. Debido a esa relación
afectiva, entre los tres y los cinco años se desarrolla el Complejo de Edipo. La especial relación que niños y
niñas establecen con su madre tiende a reforzar su egoísmo, puesto que consideran ser el objeto exclusivo
del deseo de la madre. Según Freud, la mente infantil sufre una herida en su narcisismo (amor a sí mismo
y creencia en ser el centro exclusivo de atención) cuando descubre que la madre también desea al padre.
En la mente infantil se establece entonces una relación de odio con la figura paterna, puesto que es
considerada como rival que le disputa el amor de la madre.
Las niñas, según Freud, aunque encuentran su primer objeto amoroso en la madre, al comprobar
que son diferentes a los niños y al padre (puesto que carecen de pene, y eso les provoca un sentimiento
de privación), rechazan los cuidados maternales y se refugian en el amor al padre. Como escribe el mismo
Freud: “La niña ve en la madre un obstáculo para su tierna relación con el padre, y piensa que ella podría
ocupar muy bien su lugar”. Para diferenciar este proceso con respecto al de los niños, Jung lo denominó
Complejo de Electra.
El principio de realidad fuerza al Yo del niño o al de la niña a reprimir los impulsos sexuales y
agresivos hacia los padres. Según Freud, esto es necesario para lograr su adaptación a la familia. Esa
represión provoca la aparición del Superyó, mediante el cual la mente infantil comienza a socializarse, es
decir, a aceptar las pautas sociales que le van a permitir una vida comunitaria. Se interiorizan así las
normas de convivencia, las prohibiciones morales acerca de lo bueno y lo malo, las sensaciones de culpa y
vergüenza ante las infracciones de las normas, etc.
A partir de ese momento, el Superyó impondrá la moralidad y las creencias interiorizadas cada vez
que aparezcan los impulsos primitivos del Ello. Entonces, la represión de los deseos contrarios a esas
normas se convierte en el principal mecanismo de defensa, con el objetivo de que el sujeto se integre
plenamente en la comunidad, aceptando las reglas sociales represoras de sus pulsiones egoístas. Pero, los
impulsos relegados al inconsciente actúan desde allí, provocando trastornos e interferencias en la
conducta de los individuos (angustia, fobias, síntomas histéricos, obsesiones, ideas fijas...).
Como vemos, Freud mantiene una concepción pesimista sobre el ser humano, puesto que considera
a la represión como el principal mecanismo que forja la personalidad social del individuo. El conflicto
entre los deseos instintivos y las normas morales represoras desemboca en la angustia y la ansiedad,
cuando no en un trastorno psíquico de mayor o menor importancia. Así, nuestra historia personal puede
resumirse en el conjunto de las represiones que han determinado el desarrollo de nuestra vida.

2.2 Los mecanismos de defensa


Freud opinaba que el Yo se protege de la ansiedad que le produce la continua tensión con el Ello y el
Superyó mediante unos mecanismos que la reducen, pero siempre deformando la realidad. Los
mecanismos de defensa son una serie de métodos o técnicas que utilizamos con el fin de evitar la angustia
o ansiedad que nos producen las frustraciones y los conflictos de nuestro psiquismo. Freud, introductor de
esta nomenclatura, utiliza frecuentemente defensa como sinónimo de represión.
En general, los mecanismos de defensa se caracterizan por:
a) Son dispositivos del Yo que se utilizan para evitar las influencias de las pulsiones en la conducta del
individuo.
b) Suelen ser inconscientes.
c) Consisten en arrojar fuera de la conciencia algún aspecto de la realidad, ya sea física o psicológica.
d) Su objetivo último es evitar la angustia o dolor psíquico que esos conflictos provocarían en la
conciencia. Freud entendió la angustia en un sentido amplio, no sólo real, sino también irracional
(neurosis de angustia) o sentida como culpabilidad (angustia moral).
e) Los mecanismos de defensa son utilizados por todas las personas, no sólo por aquellas que padecen
trastornos psíquicos.
Los mecanismos de defensa más importantes son:
a) Represión. Consiste en rechazar y mantener fuera de la conciencia todos aquellos contenidos que
provocan angustia o ansiedad. El material reprimido se relega al inconsciente. Pero eso no significa su
olvido total. Lo reprimido aparece, aunque distorsionado, en los actos fallidos, los lapsus, los sueños o las
fantasías. No es como la censura, ejercida por el Superyó, que oculta los aspectos sexuales de los sueños.
Lo que ocurre en este caso es que se apartan de nuestra conciencia los pensamientos que puedan
conducir a realizar actos sexuales fuera de los límites establecidos socialmente.
b) Regresión. El sujeto regresa a épocas anteriores de su desarrollo psíquico, es decir, reproduce
comportamientos pasados que le resultaban satisfactorios. Por ejemplo, cuando alguien se comporta de
modo infantil ante un conflicto, buscando la antigua protección materna para no tener que afrontar la
responsabilidad o la toma de decisiones.
c) Fijación. Consiste en negarse a crecer psíquicamente. Existen personas que se niegan a seguir el
desarrollo psíquico porque descubren que la nueva etapa les provoca angustia e inconscientemente
prefieren seguir con los comportamientos característicos de la fase anterior. Es decir, quedan fijadas en
una época de su desarrollo. Eso impide una maduración adecuada de la personalidad.
d) Desplazamiento. Estriba en atacar a personas ajenas a un problema en lugar de enfrentarse
directamente al causante del conflicto. Por ejemplo, es el caso de una persona que ha tenido un mal día
en el trabajo porque le han recriminado alguna acción, y que, al llegar a casa, grita a su familia.
e) Proyección. Consiste en proyectar sobre las demás sentimientos, deseos o impulsos inaceptables para
una misma, con lo que se evita la frustración personal. Según Freud, la proyección es la base de la
xenofobia y del racismo.
f) Formación reactiva. Cuando un deseo es reprimido, el sujeto puede realizar conductas totalmente
contrarias a ese deseo, generando así una reacción negativa con el fin de evitar la angustia. Por ejemplo,
cuando algunas personas con deseos homosexuales reprimidos, desarrollan actitudes de suma hostilidad
hacia los homosexuales, manifestando odiarlos e, incluso, reaccionando agresivamente ante ellos.
g) Racionalización. En muchas ocasiones, los individuos tratan de autoconvencerse, dando explicaciones a
los demás y a sí mismos, de tal forma que los sentimientos inaceptables o reprimidos puedan ser
justificados mediante la presentación de ciertas razones. La racionalización suele mitigar el fracaso
personal. Así, cuando no satisfacemos un deseo, tratamos de consolarnos diciéndonos que, en realidad,
no queríamos tal objeto o situación, ya que había sido una equivocación desearla.
Conviene remarcar que todos estos mecanismos de defensa se producen de manera inconsciente y
reducen la ansiedad del sujeto, al minimizar los efectos de los conflictos inconscientes ya sea en uno u
otro sentido, es decir, desplazando, racionalizando, reprimiendo, etc. Y, naturalmente, siempre
deformando la realidad.
El psicoanálisis y la cultura occidental

Además de teoría para explicar el psiquismo y de terapia psicológica, Freud también utilizó el
psicoanálisis para explicar las distintas manifestaciones culturales. De un modo bastante arriesgado, Freud
sacó el psicoanálisis del ámbito de la psicología para leer manifestaciones culturales como el arte, la
religión, la ciencia, la moral. Todas ellas no serían sino manifestaciones o expresiones sublimadas de la
energía sexual y agresiva que no habría podido expresarse directamente.
Por “cultura”, entiende Freud, “la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra
vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la
Naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí” (El malestar en la cultura, p. 33). Sin embargo,
la cultura no es en realidad la instancia o fuerza liberadora que se pretende. La cultura constriñe
permanentemente al ser humano y le provoca el “malestar” de la insatisfacción de las tendencias. Dicho
con otras palabras: “la cultura desequilibra la economía libidinal”.
El hombre está, pues, en permanente conflicto con las demandas de la sociedad. Las frustraciones
impuestas por ésta a la vida instintiva del hombre fueron la causa de las obras más creativas de la
civilización, pero también condujeron a las neurosis. En realidad, la cultura no es sino, podríamos decir,
una forma benigna de neurosis. La cultura es, al mismo tiempo, fruto de la represión e instancia represiva.
En El malestar en la cultura (1930) Freud analiza la naturaleza de ésta y sus consecuencias para el
individuo. Ya en Tótem y tabú (1913) se especificaba que la vida en común presupone una notable
renuncia a las tendencias sexuales y agresivas. En El malestar en la cultura se insiste en este punto,
dándose más importancia, curiosamente, a la renuncia a la agresividad que a las renuncias sexuales. El
camino seguido por la cultura para imponer esta renuncia consiste en dirigir hacia la propia persona la
agresividad por medio de la conciencia moral, del Superyó exigente y cruel: “la tensión creada entre el
severo Superyó y el Yo subordinado al mismo la calificamos de sentimiento de culpabilidad; se manifiesta
bajo la forma de necesidad de castigo. Por consiguiente, la cultura domina la peligrosa inclinación agresiva
del individuo debilitando a éste, desarmándolo y haciéndolo vigilar por una instancia alojada en su
interior, como una guarnición militar en la ciudad conquistada”. “El precio pagado por el progreso de la
cultura reside en la pérdida de felicidad por aumento del sentimiento de culpabilidad”.
En El malestar en la cultura, Freud se ocupa concretamente de los obstáculos que impiden ser
felices a los seres humanos e intenta explicar los motivos de ese sufrimiento. Él identifica las tres fuentes
de las que proviene el malestar humano: la caducidad del propio cuerpo, el mundo exterior, es decir, la
supremacía de la Naturaleza y las relaciones con los otros seres humanos. Una salida extrema al problema
de la infelicidad humana es la renuncia total, volver la espalda al mundo. Lo normal no es, sin embargo,
sublimar totalmente las imposiciones de nuestra vida instintiva, sino sublimar parcialmente esos deseos,
de ahí surge la cultura.
Otros caminos para resolver el problema de la felicidad humana han sido la religión, las artes, la
ciencia y la técnica. Sin embargo estas manifestaciones culturales no sólo no resuelven el problema de la
felicidad, sino que lo acrecientan. El pesimismo cultural de Freud es palpable. Las artes sólo suponen una
ligera narcosis para calmar los impulsos.
Aparentemente la cultura nos distancia de nuestro pasado biológico, de nuestra naturaleza
instintiva. Ese distanciamiento es en realidad imposible. La cultura sólo incrementa el conflicto psíquico. El
Yo se puede creer libre y autónomo, pero en realidad es el Ello quien domina. En verdad lo que consigue la
cultura es ocultarnos una realidad que siempre va a estar ahí. Ese es el gran problema de la civilización. La
cultura siempre hará infeliz al hombre. El pesimismo de Freud recuerda mucho a Illich y su profunda crítica
de la creciente institucionalización de la vida de las personas. La modernización no supone, como se
esperaba, una creciente autonomía individual, sino una mayor dependencia.
Los y las continuadoras de Freud
El psicoanálisis es una de las teorías más relevantes de nuestro tiempo. Sus aportaciones al estudio
del psiquismo humano y colectivo han supuesto un cambio radical en la concepción de la subjetividad y de
la enfermedad. El hecho de afirmar lo inconsciente como estructurante del sujeto humano marca una
ruptura definitiva con la concepción cartesiana de la racionalidad, entendida como conciencia y su
correlativa división dualista entre pensamiento y cuerpo. La teoría freudiana ha contribuido radicalmente
a la llamada “crisis del sujeto” con la que se define una de las características más importantes del
pensamiento actual. Esta crisis se explicita a partir de Freud (uno de los llamados “maestros de la
sospecha”) a través de la destitución de la conciencia como elemento exclusivo del saber sobre sí mismo
(la conciencia de sí), de la afirmación del síntoma como fractura del sentido y de la división que se
produce entre el saber y la verdad.
Las concepciones de Freud fueron y siguen siendo fuertemente criticadas. No obstante, sus dos
principales descubrimientos: la existencia de un inconsciente dinámico y la represión son bastante
unánimemente aceptados. Sus discípulos y discípulas introdujeron correcciones. Unas afectan a la
naturaleza de las pulsiones (se critica el pansexualismo de Freud) y otras se refieren a la necesidad de
reconocer la importancia de los factores sociológicos (en gran parte ignorados por Freud) en la
constitución de la personalidad. Entre los seguidores de Freud destacan Carl Jung, Alfred Adler, Karen
Horney, Anna Freud y más heterodoxamente W. Reich, E. Fromm o Jacques Lacan.

Carl Jung (1875-1961) quitó todo carácter sexual a la “libido” de Freud, y consideró que las dos
tendencias fundamentales del inconsciente eran la extraversión y la introversión. De ahí los dos tipos
básicos de personalidad según Jung, el extrovertido y el introvertido. En su obra Tipos psicológicos (1920)
sostiene que todo individuo es función de su propio temperamento, en el que predomina uno de estos
rasgos sobre el otro. El extravertido (motivado por factores externos) es vital y volcado hacia el exterior,
mientras que el introvertido (motivado por factores internos) vive para su interior y se muestra
concentrado. Dichos rasgos fundamentales, pero Carl Jung insuficientes, se relacionan con cuatro
funciones psicológicas, o maneras constantes (opuestas por pares) de responder psíquicamente ante
diversas situaciones: pensamiento y sentimiento, sensación e intuición. De ello resulta la caracterología de
Jung que distingue ocho tipos funcionales: introvertidos y extravertidos cerebrales, sentimentales,
intuitivos y sensitivos.
Además, Jung también postuló la existencia de un inconsciente colectivo y suprapersonal que se
manifiesta en los símbolos de los sueños y en los mitos de las religiones. Este inconsciente colectivo está
formado por imágenes y pensamientos ancestrales, a modo de herencia espiritual del género humano,
que renace en el inconsciente de cada individuo, y que se manifiestan mediante sueños, mitos, religión o
fantasías inconscientes. En su contenido destacan los arquetipos, que son las nociones más universales y
arcaicas de la humanidad, dotadas de un gran dinamismo y poder de fascinación, e incluso de una carga
sagrada, y que actúan a modo de fuerzas inconscientes sobre el individuo. Entre ellos están “la madre y el
padre arquetipo”, como imágenes primordiales del padre o de la madre; la “sombra”, o el hermano oculto,
o el salvaje interior; el anima y el animus, que son el principio masculino racional y el femenino intuitivo
comunes a todo hombre y mujer, etc. Frente a la fuerza del inconsciente colectivo, el individuo ha de
lograr su propia individuación, superando el poder de fascinación de todos estos elementos colectivos no
racionales. Esta superación se consigue “en el umbral de los cuarenta” años.
Alfred Adler (1870-1937) fue el primer psicoanalista que introdujo variables sociales. Rechazó uno
de los puntos de vista centrales de la teoría psicoanalítica: que la conducta humana esté dominada por la
tiranía de sus pulsiones. La “libido” freudiana es sustituida por los sentimientos de inferioridad, que
surgen naturalmente en el niño, y que pueden ser superados por tendencias compensatorias.
Adler consideró que el origen de los conflictos neuróticos era el “complejo de inferioridad” (“ser humano
es sentirse inferior”), que creía universal y congénito. Frente a él, el hombre desarrolla una “voluntad de
poder” con la que intenta compensarlos y superarlos (“quiero ser un hombre completo”). Por la
orientación de la cultura occidental, esta superación cristaliza en valores considerados masculinos o viriles,
que se imponen a los valores considerados femeninos, que representan la inferioridad, constituyendo así
el núcleo de las neurosis. El “instinto de comunidad” frena los impulsos de poder del individuo, quien sólo
desarrollará aquellas manifestaciones de superioridad y poderío que socialmente sean aceptables. Los
conflictos, cuyo origen Freud ponía en el inconsciente, surgen según Adler de las relaciones sociales.
Karen Horney (1885-1952) polemizó con Freud y con Helen Rosenbach Deutsch (1884-1980),
durante más de diez años, sobre la famosa cuestión de la “envidia del pene”, “fondo tenebroso” de la
psique femenina según Freud. Para Horney, el deseo femenino es innato, espontáneo y positivo desde la
infancia hasta la maternidad. En todas las fases de su desarrollo psíquico, la mujer está orientada por
estímulos de la libido e impulsos autónomos, afirma en Psicología femenina (1967). Posteriormente,
Horney se alejó cada vez más de la postura psicoanalítica poniendo en evidencia los factores sociales
como modeladores del desarrollo de la libido. La mujer está fuertemente condicionada, por su
inferioridad social y económica, a situarse en una posición de envidia y de “amor ilusorio” respecto al
hombre.
Anna Freud (1895-1982). Su primera contribución científica relevante está contenida en El yo y sus
mecanismos de defensa (1936). En este texto cabe destacar el “sacrificio impulsivo”, como un mecanismo
de defensa que yace en la base de comportamientos sistemáticamente “altruistas”, típicos de muchas de
esas mujeres que dedican su vida al cuidado de los demás. Estas investigaciones sobre los mecanismos a
través de los cuales “el Yo se defiende de la angustia” serían desarrolladas por Anna Freud en el campo de
la psicología infantil.
Wilhelm Reich (1897-1957). Pertenece al denominado freudomarxismo. Desde 1930 empezó a
relacionar las tesis sociales marxistas con las tesis del psicoanálisis, y creó la Sexpol, o asociación de
asistencia médica y psicológica para una política sexual dirigida fundamentalmente a los jóvenes obreros.
Si sus posiciones políticas le habían alejado de Freud, sus tesis freudianas le hicieron separarse del partido
comunista cuando publicó, en 1933, Psicología de masas del fascismo, donde interpretó los fenómenos
políticos de masas de tipo autoritario, y en particular el fascismo, como un fenómeno de tipo psicológico.
Según Reich el fascismo es la expresión políticamente organizada de la estructura de los conflictos
psicosexuales del hombre medio reprimido, que intenta resolver sus contradicciones con acciones
violentas. La lucha contra el fascismo implica la lucha previa contra el misticismo y la mistificación
religiosa, y contra la represión sexual. Posteriormente Reich calificó al estalinismo de fascismo rojo.
Para Reich, el rasgo básico de la personalidad humana es la “potencia orgásmica”, a la que entiende
como energía psíquica cuya degeneración y represión provoca las neurosis. Mientras Freud explicaba las
pulsiones agresivas negativas, apelando a Thanatos (pulsión de muerte), Reich, que consideraba
metafísicas tales explicaciones, sostenía que la agresividad destructiva era fruto de la represión sexual
causada por una sociedad que niega la posibilidad de la libre expresión de las pulsiones sexuales. La
represión social de la sexualidad es una represión política. Por tanto, una auténtica liberación social y
política debe conllevar una revolución sexual, ya que la auténtica etiología de los desequilibrios psíquicos
es social, no individual: es la sociedad, y no los individuos, la que está enferma.
Erich Fromm (1900-1982) intentó hacer una síntesis de las doctrinas de Marx y Freud. De Freud
rechaza la teoría de las pulsiones, la libido y el complejo de Edipo. Fue uno de los promotores, junto con
Karen Horney (1885-1952) y Hary Stack Sullivan (1892-1949), del “psicoanálisis cultural”, una de las
múltiples revisiones de las teorías de Freud, que utiliza el psicoanálisis como instrumento de crítica
(marxista) de la sociedad. Fromm habla de un “psicoanálisis humanista”. Los conceptos fundamentales de
este psicoanálisis humanista los expone en tres de sus obras principales: El miedo a la libertad (1941),
Ética y psicoanálisis (1947), y Psicoanálisis de la sociedad contemporánea (1955). Para el psicoanálisis
humanista, al hombre hay que entenderlo a través de una dialéctica individuosociedad, en la que la
“adaptación dinámica” del hombre a la realidad se realiza mediante un proceso de asimilación de cosas y
de socialización con personas. De este modo realiza su proceso de individuación como ser social y se
convierte en el “carácter social” -objeto de estudio de su psicoanálisis-, o sustrato, que media entre la base
económica y la superestructura ideológica.
Jacques Lacan (1901-1981) hizo una interpretación estructural de Freud. Para él, el inconsciente está
estructurado como un “lenguaje”. Más aún, la estructura del inconsciente es la estructura del lenguaje. La
teoría lacaniana basa sus planteamientos en un retorno a Freud, destacando la preeminencia de la palabra
como instrumento para desvelar el inconsciente. Su hipótesis es que “el inconsciente está estructurado
como un lenguaje”. En ella fundamenta su teoría del sujeto como efecto del significante y, por tanto, como
resultado de una escisión radical entre “el ser y el decir”. Su caracterización de la naturaleza humana se
basa en una distinción de tres registros: el real, el imaginario y el simbólico, análisis que complementará
con sus investigaciones sobre la identificación y la dinámica del deseo, donde se pone en juego la relación
entre el sujeto, el objeto y el Otro.
En esta estructuración en tres registros destaca su concepción del discurso imaginario (en el sentido
de productor de imágenes) del ámbito de lo consciente: la conciencia misma se produce como una
imagen, lo que genera una alienación del sujeto respecto de sus propios deseos. Esto se manifiesta en el
ámbito de lo inconsciente que “habla” mediante los lapsus, los actos fallidos y los sueños. Para reconocer
estas manifestaciones del inconsciente es preciso recurrir al orden simbólico. De esta manera, el
inconsciente, aunque no está regido por las leyes de la lógica y de la temporalidad que imperan en el
ámbito de lo consciente, está, no obstante, estructurado como un lenguaje, en el que, por ejemplo, la
condensación y el desplazamiento (mecanismos productores de los sueños según Freud), actúan como
metáforas y metonimias respectivamente.

ANTECEDENTES DEL CONDUCTISMO


Vamos a revisar las contribuciones de 4 autores que influyeron en el desarrollo del conductismo:
1. Edward Thorndike
2. John Watson
3. Clark Hull
4. B.F. Skinner
LA LEY DEL EFECTO DE THORNDIKE
La Teoría del Aprendizaje de Thorndike representa la estructura E - R original de la Psicología del
Comportamiento: El aprendizaje, es el resultado de asociaciones formadas entre estímulos y respuestas.
Tales asociaciones o "hábitos" se observan fortalecidos o debilitados por la naturaleza y frecuencia de las
parejas E - R. El paradigma de la teoría E - R estaba en el aprendizaje a partir de prueba y el error en el cual
las respuestas correctas vienen a imponerse sobre otras debido a gratificaciones.
La marca de calidad del conductismo (como toda la teoría del comportamiento) radica en que el
aprendizaje puede ser explicado sin referencia a estados internos inobservables. La teoría sugiere que la
trasferencia del aprendizaje depende de la presencia de elementos idénticos en el origen y en las nuevas
situaciones de aprendizaje; es decir, la transferencia es siempre específica, nunca general. Las conexiones
son más fácilmente establecidas si la persona percibe que estímulos y respuestas van juntos (Principio
Gestáltico).
Otro concepto introducido fue "la polaridad”, que consiste en la contraposición de direcciones que
pueden seguir de lo positivo a lo negativo, del agrado al desagrado, de lo justo a lo injusto, de la atracción
a la repulsión. Thorndike también introdujo la "diseminación del efecto" de la idea, es decir, las
gratificaciones, afectan no solamente la conexión que las produjo sino también a conexiones
temporalmente adyacentes.
INFLUENCIA DE LA TEORÍA CON EL APRENDIZAJE.
LEY DEL EFECTO Dice que cuando una conexión entre un estímulo y respuesta es recompensado
(retroalimentación positiva), la conexión se refuerza y cuando es castigado (retroalimentación negativa), la
conexión se debilita. Posteriormente, Thorndike revisó esta ley cuando descubrió que la recompensa
negativa (el castigo) no necesariamente debilitaba la unión y que en alguna medida parecía tener
consecuencias de placer en lugar de motivar el comportamiento.
LEY DEL EJERCICIO Sostiene que mientras más se practique el vínculo E - R mayor será la unión.
Como en la ley de efecto, la ley de ejercicio también tuvo que ser actualizada cuando Thorndike encontró
que en la práctica sin retroalimentación, no necesariamente refuerza el rendimiento.
LEY DE SIN LECTURA Debido a la estructura del sistema nervioso, ciertas unidades de conducción,
en condiciones determinadas, están más dispuestas a conducir que otras. Las leyes de Thorndike se basan
en la hipótesis E - R. El creía que se establecía un vínculo neural entre el estímulo y la respuesta cuando
ésta última, era positiva. El aprendizaje se daba cuando el vínculo se establecía dentro de un patrón
observable de conducta.
APLICACIONES Y EJEMPLOS DE LA TEORÍA. El Conductismo es una teoría general del aprendizaje
aplicada en los animales y en seres humanos. Thorndike se interesó especialmente en la aplicación de su
teoría respecto a la educación de las matemáticas (Thorndike, 1922), aprender a leer (Thorndike, 1921),
medición de la inteligencia (Thorndike et al., 1927) y aprendizaje de adultos (Thorndike a al., 1928).
El ejemplo clásico de la teoría E - R de Thorndike considera a un gato que aprende a escapar de una
caja cerrada presionando una palanca dentro de la caja. Después de muchos procesos de ensayo y error, el
gato aprende a asociar la presión de la palanca (E) con la apertura de la puerta (R). Esta conexión E - R se
establece porque provoca un estado satisfactorio (escapar desde la caja). El ejercicio de la ley especifica
que la conexión se estableció porque el vínculo E - R ocurrió muchas veces (ley de efecto) y fue premiada
(ley de efecto) formando así, una secuencia única (ley de prontitud).
CONCEPTOS FUNDAMENTALES.
1. El aprendizaje requiere tanto de práctica como de gratificaciones (leyes de efecto /ejercicio)
2. Una serie de conexiones S-R pueden encadenarse juntas si ellos pertenecen a la misma sucesión
de acción (ley de prontitud).
3. La transferencia de aprendizaje ocurre a causa de las situaciones anteriormente encontradas.
4. La inteligencia es una función del número de conexiones de aprendizaje.

EL MANIFIESTO CONDUCTISTA DE JOHN B. WATSON

El movimiento conductista se inscribe históricamente en la psicología con la publicación en 1913


por John B. Watson de Psychology as the behaviorist views it”. Este artículo publicado en “The
Psychological Review” plantaba la necesidad de abandonar la introspección como método a fin de
convertir a la psicología en una ciencia objetiva comparable a las demás ciencias naturales ya
consolidadas. En el llamado “manifiesto conductista”, Watson reclamaba para la psicología un lugar
específico dentro del conjunto de las ciencias empíricas, y argumentaba no solo que el uso prescriptivo de
la introspección era incorrecto como método, sino que a la vez confundía conceptualmente el verdadero
objeto de estudio de la psicología.
Watson (1919) iniciaba si artículo diciendo:
“La psicología como la ve el conductista es una rama experimental puramente objetiva de la ciencia
natural. Su meta teórica es la predicción y el control de la conducta. La introspección no forma parte
esencial de sus métodos, ni el valor científico de sus datos depende de la disponibilidad con que se
prestan a una interpretación en términos de la conciencia. El conductista, en su esfuerzo por obtener un
esquema unitario de la respuesta animal, no reconoce línea divisoria entre el hombre y el bruto. La
conducta del hombre con todos sus refinamientos y complejidad, forma solo una parte del esquema total
de investigación conductista.”
El planteamiento conductista se basaba en dos argumentos:
1) La necesidad de concebir a la psicología como una ciencia natural, que comprendiera el estudio
del comportamiento animal y el comportamiento humano desde una perspectiva evolutiva.
2) La urgencia de abandonar la introspección como método, en la medida en que el sujeto
observador era al mismo tiempo el objeto observado. El hincapié en la inadecuación del método condujo
inevitablemente a la necesidad de reconceptualizar el objeto de estudio de la psicología, para hace un
lado y evitar las confusiones conceptuales auspiciadas por la supuesta relación entre la introspección y la
experiencia subjetiva consciente.
PUNTOS PRINCIPALES DEL MANIFIESTO CONDUCTISTA
Hay que reconocer, sin embargo, que las ideas que Watson expuso en este artículo no eran
enteramente nuevas y que más bien se convirtió en un oportuno catalizador de distintas tendencias que
confluyen de manera más o menos articulada en el manifiesto. De hecho, como lo señala Wozniak (1997),
“El objetivo primario de Watson fue proporcionar un análisis razonado que legitimara los métodos
conductuales que hacía tiempo estaban en uso”.
Algunas de las ideas centrales expuestas por Watson son: (a) la psicología es una ciencia natural; (b)
la psicología tiene como objeto teórico la predicción y el control de la conducta; (c) la introspección no es
un método adecuado para la psicología; (d) hay una solución de continuidad entre la conducta animal y la
conducta humana.
Veamos brevemente qué es lo que quiso decir Watson sobre cada uno de estos tópicos:
La psicología es una ciencia natural. La psicología tal como la había configurado Descartes en el
siglo XVII tenía como objeto teórico la explicación de las relaciones entre el cuerpo (un objeto natural) y la
mente (un objeto no natural). El estudio de la mente escapaba al dominio de la ciencia newtoniana ya que
no pertenecía al reino de las cosas materiales (su realidad es la conciencia) y por lo tanto su abordaje se
consideró prerrogativa de la filosofía a pesar de que se reconocía que la mente afectaba el cuerpo (la
razón y la voluntad como capacidades mentales podían producir conducta racional y voluntaria). El siglo
XIX ha sido llamado por algunos historiadores de la psicología como el siglo de los intentos de
naturalización de la mente. En efecto, Herbart consideró que lo mental podía ser medido, Lotze consideró
que lo mental podía ser explicado biológicamente y Wundt y Titchener consideraron que lo mental podía
ser objeto de estudio experimental y en fin los funcionalistas siguiendo las ideas de Darwin pensaron que
lo mental tenía una función adaptativa y que procesos mentales ocurrían aún en los animales no
humanos. En este contexto, la afirmación de Watson de que la psicología es una ciencia natural no era una
sorpresa: una psicología debe estudiar fenómenos “naturales” y no trascendentales o metafísicos. (Kantor,
1969).
La introspección no es un método adecuado para la psicología
El objeto de la psicología es la predicción y el control de la conducta. El último paso en la
“naturalización de la mente” fue su negación ontológica: para el conductista la mente no es una “entidad”.
Más bien lo que puede decirse es que los llamados procesos mentales pueden ser entendidos en términos
de las actividades de los individuos en su interacción con el ambiente. En otras palabras de lo que se trata
es de explicar (predecir y controlar) la conducta. Las emociones, los sentimientos, el pensamiento, los
recuerdos e incluso la conciencia son distintas formas de conducta que la psicología debe explicar. Aceptar
que la explicación de la conducta es la conciencia es aceptar una explicación metafísica que impediría la
posibilidad de que la psicología se constituyera realmente como una ciencia, es decir como una forma de
producción de conocimiento teórico respaldado por la evidencia empírica. De hecho, se puede considerar
que Spalding en 1872 (Gray, 1962) y el mismo Darwin en 1877 realizaron los primeros estudios
completamente “objetivos” (basados en la observación) de la conducta.
La introspección se había convertido en el método particular de la psicología para el estructuralismo
de Wundt. Si la psicología estudia lo mental y una de las características definitorias de lo mental es la
conciencia, entonces las experiencias conscientes de un individuo sólo pueden estar al acceso directo del
sujeto. Partiendo del supuesto de que toda ciencia debe apoyarse en datos observacionales, entonces los
datos de los cuales debe disponer la psicología deben ser los que resultan de una observación directa de
esos fenómenos de conciencia, es decir, la introspección. Varias objeciones se habían planteado a la
introspección:
(a) la introspección no es una verdadera observación, es más bien una retrospección;
(b) la introspección como fuente de datos es poco confiable;
(c) el estudio de la memoria, la percepción, el aprendizaje, las emociones y el pensamiento pueden
realizarse observando la conducta y sin necesidad de acudir al dato introspectivo. El rechazo de Watson a
la introspección recoge en ese sentido una insatisfacción de la comunidad académica que era bastante
común al final del S. XIX y comienzos del S. XX, como lo muestra la conferencia de William James en 1904
en la cual se pregunta por la naturaleza de la conciencia y pone en evidencia la ambigüedad del concepto.
Hay una continuidad entre la conducta animal y humana.
La idea evolucionista de que el ser humano es parte de la naturaleza y que sus características
actuales tienen una historia evolutiva no se restringió a las características morfológicas, sino también a su
comportamiento y por ende a los llamados procesos mentales. Una implicación de ello es que procesos
como el aprendizaje, la memoria, la inteligencia, la solución de problemas deben estar prefigurados en los
animales no humanos. Un buen número de investigadores se dedicaron al estudio experimental del
comportamiento animal en campos como el aprendizaje (Pavlov y la reflexología), memoria y la
inteligencia (Thorndike, 1911) antes que Watson. Obviamente, estos estudios partieron de una
observación del comportamiento de perros, gatos, ratas o palomas, sin necesidad de tener que acudir a la
introspección. Así pues, cuando Watson plantea en 1913 que el conductista considera que hay
continuidad entre la conducta animal y humana, lo único que hace es afirmar la misma continuidad
evolutiva existente entre animales no humanos y humanos.
Análisis actual del Manifiesto Conductista
¿Qué queda hoy, cien años después de todo esto? La propuesta conductista tuvo y tiene sin lugar a
dudas un notable impacto en la psicología del siglo XX. La herencia más importante de Watson se centra
en los siguientes aspectos que hoy en día reconocen muchos psicólogos:
(a) el dato fundamental para el estudio de lo psíquico es la conducta;
(b) lo psicológico no es exclusivo del ser humano: con toda propiedad se pueden predicar de las
interacciones de muchos animales no humanos con su ambiente natural y con sus co-específicos atributos
psicológicos;
(c) es posible estudiar los llamados fenómenos psíquicos con métodos observacionales y
experimentales;
(d) el comportamiento de los organismos está relacionado de manera sistemática con factores
biológicos y ambientales de tal manera que es factible construir enunciados legales o cuasi-legales sobre
lo psicológico.
Con el paso del tiempo, el conductismo adquirió una gran complejidad y se desarrollaron muchas
variedades de conductismo que si bien conservan el espíritu de Watson de construir una ciencia de la
conducta, varían en sus supuestos, en sus conceptos teóricos, en sus métodos de investigación e incluso
en la forma de conceptualizar la conducta.
LA TEORÍA DE LA CONDUCTA Y REDUCCIÓN DE IMPULSO DE CLARK HULL
Influenciado por el trabajo de Darwin, Thorndike y Pavlov, Clark Hull, al igual que los demás conductistas,
creía que toda conducta podía ser explicada por principios de condicionamiento. Hull desarrollo la teoría
de reducción de impulso (drive theory of behavior) para explicar las conductas. Hull era un conductista
muy objetivo, él nunca considero el inconsciente o procesos ambiguos. El intentaba reducir cada concepto
a términos físicos. El veía a la conducta humana como mecánica, automática y cíclica que se puede reducir
a términos físicos.
Para explicar su teoría, Hull señala que todos los organismos poseen mecanismos reguladores que
funcionan como termostatos para mantener la producción hormonal, la concentración de azúcar en la
sangre o la temperatura corporal. Así, por ejemplo, en los seres humanos la temperatura normal del
cuerpo es de 36ºC y se defiende contra las alteraciones por medio de varios mecanismos homeostáticos.
Si entramos en una cámara refrigeradora, nuestro cuerpo se defiende contrayendo los capilares
sanguíneos, temblando, etc. Si, por el contrario, entramos en una sauna, la temperatura del cuerpo se
mantiene a través de la dilatación de los vasos sanguíneos y el sudor. Estos mecanismos son muy eficaces,
ya que la temperatura corporal no cambia aunque existan grandes variaciones en la temperatura
ambiental. La tendencia de todos los organismos a corregir las desviaciones del estado normal y mantener
el equilibrio interno recibe el nombre de homeostasis fisiológica. Clark Hull, en su obra Principios de la
conducta, expone su teoría de la reducción del impulso, basada en el concepto de homeostasis, para
explicar el estado biológico de los organismos cuando se produce una necesidad: comida, agua, sexo,
sueño, etc. El desequilibrio interno crea un estado de necesidad que hace aparecer el “impulso” que
mueve al organismo para satisfacer esa necesidad. La “pulsión” es una reserva de energía compuesta de
las alteraciones fisiológicas presentes en cada momento.
La Fuerza de la respuesta (E) es una función del hábito (H) [= asociación aprendida, cambio más o
menos permanente] y del impulso (D) [= “Drive”, energía o elemento activador de la respuesta.] Ambos se
multiplican para determinar la conducta manifiesta o la acción.
Posteriormente, Hull se vio forzado a añadir un tercer elemento, el incentivo (K) [= elemento de
persistencia hacia la meta, que depende de la cantidad y de la calidad de los refuerzos.] En consecuencia,
la conducta motivada depende de las siguientes variables: E = H x D x K. Supongamos que tenemos
hambre. Se produce una necesidad a causa de un desequilibrio homeostático –privación de comer– que
induce a iniciar la conducta de buscar comida, que reduce el impulso y termina el estado de necesidad. El
impulso depende del estado de privación y el incentivo hace que desarrollemos una conducta concreta y
determinada.
Hull considera que la necesidad fisiológica no basta para explicar la dinámica de la motivación,
también es importante el atractivo de meta buscada para reducir la necesidad. Algunas características de
un objeto-meta, como su calidad y cantidad, también activan la conducta. ¿Dónde se origina la fuerza de
la conducta? A veces parece que se origina dentro del organismo como estado de impulso y en este caso
se conoce como motivación primaria. La motivación para la conducta puede proceder del propio
reforzador, por ejemplo, la simple presencia de comida, bebida o un compañero sexual, puede
desencadenar la respuesta. Tal motivación, originada por el propio reforzador, se llama motivación de
incentivo.
Hull contribuye a las teorías del aprendizaje al sugerir que el aprendizaje ocurre cuando se
refuerzan las conductas que llenan las necesidades (drive reduction) “evolutivas” como supervivencia o
sexo. Hull postula que la conducta es el resultado de la constante interacción entre el organismo y el
entorno. El entorno provee el estímulo y el organismo responde, lo cual es observable. Sin embargo, lo
que no es observable, es el cambio o “adaptación” que el organismo necesita hacer para sobrevivir en el
entorno. Hull explica “cuando la supervivencia está en juego, el organismo está en un estado de necesidad
8como cuando los requerimientos biológicos para la supervivencia no son satisfechos) y eso causa que el
organismo actúe en función a reducir esa necesidad. De forma simple, las conductas del organismo buscan
las condiciones biológicas óptimas para la supervivencia.
B. F. Skinner y el Análisis Experimental de la Conducta
El conductismo es según Skinner, (1977) la filosofía de la ciencia de la conducta, el cual, hace una
diferenciación del estudio de las conductas de la psicología y el estudio desde una ciencia natural. Esto es,
el conductismo área de la psicología es filosofía en si misma más que una verdadera ciencia experimental,
mientras que el análisis experimental de la conducta, queda como tal, una ciencia experimental cuyo
objeto de estudio es la conducta. La conducta, no es originalmente un término referido a los organismos y
mucho menos exclusiva al ser humano. En realidad se trata de un término extraído de la física, con quien
el análisis experimental de la conducta posee mucha más conexión que con una filosofía.
El concepto de Conductismo, es creado por el psicólogo J. B. Watson. Quien propone el término
mencionando que el conductismo o psicología objetiva, es una ciencia natural abocada al campo de las
diversas adaptaciones humanas.
Skinner; sin embargo lo expone como base a su propia teoría en base a que debe responder
preguntas esenciales orientadas a cimentar los supuestos básicos del análisis de la conducta: ¿Es posible
tal ciencia? ¿Puede explicar cualquier aspecto del comportamiento humano? ¿Qué métodos puede
emplear? ¿Cuán válidas pueden ser sus leyes comparadas con las de otras ciencias "duras"? ¿Generará
tecnología? y ¿Cuál será su papel en los asuntos humanos?
Skinner, a lo largo de su vida, logró resolver dichas interrogantes presentando en cada ocasión
diversos trabajos, en los cuales su única sombra parece ser la que se refiere a la conducta verbal. El
conductista J. R. Kantor, por su lado, se encargó de pulir el término conductismo, definiéndolo como "una
renuncia a las doctrinas del alma, la mente y la consciencia", para ocuparse del "estudio de los organismos
en interacción con sus ambientes". En términos más amplios, lo considera como equivalente al término
"ciencia", dado que se ocupa de la naturaleza a partir del "principio de la conducta". Así, la química
estudia la conducta de los elementos y la sustancia, la física estudia la conducta de los objetos y sus
propiedades, la astronomía estudia la conducta de los astros, y galaxias, y la Psicología por tanto debía
estudiar la conducta de los organismos y sus interacciones.
El conductismo se sobre entiende hoy día como el área de la psicología que se encarga de estudiar
lo psicológico desde un punto de vista científico, teniendo como objeto de estudio a la conducta. Esto es,
renunciando a la dualidad, renunciando a los enfoques del fantasma en la máquina, sin atribuciones
metafísicas o extramateriales, ni reduccionistas, tomando aportes desde otras ciencias como la biología, la
lógica, y de estudios como la neurología y la sociología. En resumen, una ciencia según los aportes
epistemológicos de A. Commte de la ciencia positiva. No se trata de negar el mundo interior, los sueños o
la imaginación ni las emociones, pero tampoco se puede estudiar aquello que no se puede medir bajo
ningún método confiable.

La reflexología Rusa

Fue una doctrina psicológica que formó parte de la llamada “psicología objetiva”, y que por
lo tanto, rechazó los términos mentalistas como aquellos de los que hablaba Wundt. Debe
su nombre a que gran parte de su desarrollo se ubicó en Rusia. De aquí destaca la
importancia de la actividad inhibitoria, tratada en psicología, misma que fue demostrada
por Sechenov quien consideraba que todos los llamados procesos psicológicos podían ser
explicados mediante la combinación de procesos excitarorios e inhibitorios del sistema
nervioso central.
Su principal exponente fue Sechenov, quien consideraba que la actividad “psíquica”
como un producto exclusivo de la actividad del sistema nervioso. Sechenov afirmó que la
actividad “psíquica”, no es más que el fruto de movimientos musculares que tienen su
origen en el cerebro.
Quienes realizaron estudios posteriores con base en las obras de Sechenov fueron
Bechterev y Pavlov. De aquí las “secreciones psíquicas” o los actos neuropsiquicos serían
las unidades básicas explicativas de los comportamientos.
Bechterev centró su trabajo en los reflejos asociativos de los animales, mediante un
procedimiento de condicionamiento específicamente para la motricidad.
Pavlov siguió un método más simple, el de condicionamiento salival. Aunque esté
procedimiento era más sencillo tenía la ventaja de ser más preciso y controlable
experimentalmente. Cabe mencionar que los estudios de Pavlov sobre el condicionamiento
de reflejos, fueron resultado de un descubrimiento meramente accidental.
Para Bechterev los estudios objetivos de la psicología, si bien renunciaban al estudio del
aspecto subjetivo del comportamiento, centraba sus investigaciones a la totalidad del arco
reflejo y su condicionamiento asociativo, siendo así posible un estudio empírico de la
conducta.
La reflexología, constituye las bases precedentes del Conductismo. En la
reflexología existe una única realidad: la actividad neuropsíquica o psiquismo objetivo, lo
cual constituye el objeto de estudio propio de la Psicología Reflexológica.
Entonces los principios de la reflexología son el objetivismo y el negar a la conciencia
como objeto de estudio. También descartó la introspección como un método de
investigación válido. En su lugar indicó la necesidad de utilizar un método empírico y
experimental, que permitiera revelar datos con un valor objetivo.
La base teórica de la Reflexología consistía en un proceso simple que inicia con la
estimulación, luego, los cambios en el organismo en forma de actividad psíquica o
actividad nerviosa superior o inferior, y termina en una reacción (conducta) manifiesta. De
modo que la conducta responde a un esquema de: Estímulo-Organismo-Respuesta (S-O-R),
propio del modelo del arco reflejo.
El arco reflejo se efectuaría gracias a un estímulo exterior que actuaría sobre la
superficie del organismo y produciría la excitación de los centros cerebrales (fase de
recepción). Posteriormente los centros cerebrales enviarían dicha excitación a los centros de
asociación (fase de asociación) y como resultado se produciría un movimiento (fase de
reacción).
En la Reflexología Rusa se destaca la importancia del reflejo simple, el reflejo
asociado (producto de un condicionamiento por asociación) y el proceso de formación de
conexiones temporales. Lo último se refiere a los rastros neurales de excitaciones previas
recibidas (experiencia codificada) y a las leyes del proceso de asociación. Los rastros o
huellas neurales, son un elemento intermedio del arco sensorio motriz y tienen la función
de facilitar o inhibir la respuesta.
Los investigadores pertenecientes al movimiento o la doctrina de la Reflexología
Rusa se comprometieron fuertemente con los métodos de investigación objetivos y
desarrollaron los procedimientos de experimentación en la neurofisiología. Gracias a la
investigación empírica del sistema nervioso llegaron a interesarse en temas relacionados
con el objeto de estudio de la psicología, que por entonces giraba en torno a explicaciones
subjetivas de la conducta, más que en las investigaciones y los métodos científicos
objetivos.
Las aportaciones más destacadas de los reflexólogos rusos fueron sin duda sus
interpretaciones rigurosamente mecanicistas, tanto de los procesos subjetivos como de la
conducta observable o manifiesta.

Iván M. Sechenov (1829-1905), Vladimir M. Bechterev (1857-1927) e Iván P.


Pavlov (1849-1936) fueron los iniciadores de la psicología fisiológica experimental en
Rusia. Los 3 eran médicos que complementaron su formación en las escuelas alemanas de
fisiología y defendían una consideración mecanicista de los organismos.
En un principio estos investigadores se enfrentaron con problemas de censura y difusión en
la Rusia zarista del siglo XIX. Los primeros escritos y planteamientos que propuso
Sechenov, tenían como fin el convertir a la psicología en una fisiología orientada a los
reflejos cerebrales, sin embargo esta idea no pudo llevarse a cabo. Posteriormente
Bechterev, influido por Sechenov, descubrió el condicionamiento motor (poco después de
que Ivan Pavlov expusiera los resultados de sus trabajos sobre los reflejos condicionados),
aproximadamente a principios del siglo XX, y expuso sus trabajos bajo el nombre de
“psicología objetiva”.
Las bases filosóficas e históricas sobre las que descansa el movimiento
reflexológico, se remontan al monismo materialista de su época contemporánea, ya que
muchos autores consideraban que solo sobre el monismo materialista se podría construir
una ciencia del hombre. Con la actitud y la orientación que mostró la reflexología Rusa, era
evidente que encontrarían limitantes por lo que tuvieron que enfrentarse contra una
orientación dominante, absolutista en política y cristiana ortodoxa dentro del plano
religioso. Con esta posición se trataba de defender el carácter radicalmente unitario del
hombre, frente a un dualismo en donde se creía en un alma y un cuerpo, así como la
necesidad de un análisis científico objetivo de la actividad humana que no es sino la
actividad del organismo total.
Durante su época como estudiante Sechenov entró en contacto con un grupo de
intelectuales comprometidos que estaban en contra del régimen Zarista, entre los que se
asentaba la creencia de que el pensamiento, en último término, se reducia a las sensaciones
generadas por estímulos físicos en los receptores. Sus planteamientos psicológicos se
inspiraban en el asocianismo británico y en la filosofía de L.A Fuerbach, pensador de la
izquierda hegeliana.
Sechenov decidió estudiar los fenómenos psíquicos sin tomar en cuenta lo que ya se
había dicho antes sobre aspectos subjetivos y mentalistas, y solo se basó en las leyes
fisiológicas de la actividad nerviosa. Sechenov decía “mi trabajo ha consistido en demostrar
la posibilidad de aplicar el conocimiento fisiológico a los fenómenos de la vida psíquica y
confío haber tenido éxito, aunque sólo sea parcial”.
Bechterev, que era 8 años más joven que Pavlov, pero falleció 9 años antes, fue el
heredero intelectual de Sechenov, desde sus ideas políticas hasta su reduccionismo
fisiológico. Tuvo una formación médica, fue un prestigioso psiquiatra de Rusia y a
diferencia de Sechenov y Pavlov, impulsó muchos trabajos de psicología aplicada.
Aun así defendió el establecimiento de una psicología objetiva que pusiera fin al
planteamiento exclusivamente introspectivo de lo psíquico. Él pensaba que el futuro de la
psicología se encontraba en la observación objetiva y exterior. Bechterev interpretó los
datos empíricos en términos fisiológicos.
Ivan Pavlov fue un médico-fisiólogo ruso. Sus trabajos sobre el llamado
condicionamiento clásico son muy famosos y citados actualmente, sin embargo sus
aportaciones se deben al aprovechamiento creativo de un descubrimiento accidental.
Mientras él y sus colaboradores estudiaban los procesos digestivos en perros, descubrieron
que las secreciones salivales se producían antes de lo deseado, fue así que sus trabajos
tomaron un nuevo rumbo, al descubrir que los reflejos simples de los que antes había
hablado Sechenov, podían condicionarse al asociarse con un estímulo neutro, tal como se
menciona en los trabajos de Bechterev.
Finalmente los trabajos de la Reflexología Rusa y particularmente los trabajos de
Pavlov, pasaron a ser el fundamento teórico del Conductismo, expuesto por John Watson en
1913. Esto se puede apreciar al notar en las consideraciones del conductismo que dicen que
la causa inicial de la conducta recae siempre en la estimulación sensorial externa y no en el
pensamiento, como se creía con frecuencia. Esta primera forma de conductismo partía del
principio de que el comportamiento era modelado por el paradigma de aprendizaje por
asociación, de estímulo y respuesta conocido como condicionamiento clásico.
Posteriormente, las influencias de John Watson dieron origen a un nuevo tipo de
conductismo, llamado Neoconductismo o conductismo radical. Postulado por B. F. Skinner
y adoptado por otros psicólogos, como Ferster, Sidman, Schoenfeld, Catania, Hineline, Jack
Michael, etc., surgió en el área de la Psicología como una propuesta filosófica derivada del
conductismo y como un proyecto de investigación en oposición al conductismo
metodológico de orientación positivista. El conductismo radical es el campo filosófico del
análisis experimental del comportamiento.

Bibliografía
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