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Consigna clase 2

Fecha de entrega: 16/07/2018


Estudiante: Alina Herrera

Antes que nada pido perdón por la tardanza en la entrega, todavía me estoy familiarizando con el campus
y parece que esta actividad se me traspapeló con otras.
AC

Comenzando con lo pedido en la consigna, creo que un buen punto de partida para
definir lo que la comunicación es (con toda la complejidad que implica cualquier
acercamiento ontológico), es preguntarnos por los agentes que la practican y el ámbito
en el que se desarrolla este fenómeno.

Como bien se retomó en las clases anteriores, la comunicación no puede definirse


basándonos únicamente en su característica de “traspaso de información”. Esto negaría
cualquier acercamiento que incluya intrínsecamente el rol del sujeto. Es por eso que
intentaremos hablar de una serie de instancias preliminares, que pueden ser aplicadas al
circuito mediático, pero que por ahora, preferentemente, son pensadas en la unidad
mínima comunicacional: el sujeto que interpreta y resignifica al mundo que lo rodea.
Como Wolton (1999) escribe, “es la Reforma la que ha dado el sentido a la revolución
de la imprenta, y no la imprenta la que ha permitido la Reforma […]La tecnología no es
suficiente para cambiar la comunicación dentro de la sociedad” (p4), haciendo alusión a
la necesidad de no unir mecánicamente los instrumentos tecnológicos y avances
informáticos a la materialidad intrínseca del proceso comunicativo.

En las circunstancias en que se produce este fenómeno, podemos marcar una línea de
partida puramente metafórica (a fines de la presente búsqueda teórica) que se ubique en
la interpretación por parte de un sujeto de un objeto/acontecimiento/sujeto/etc.; a partir
de ahí, se organizarán las ideas suscitadas por la fuente (ese objeto, acontecimiento,
sujeto, etc. antes mencionado) observado a través del lenguaje y se enunciarán las
construcciones lingüísticas resultantes, acompañadas de una multiplicidad de señales
no-verbales que aportan tanto como las primeras en el proceso desglosado. Estos
sentidos serán a su vez reinterpretados por otro sujeto y así sucesivamente. La
característica cíclica del proceso es la que hace del punto de partida una estrategia
meramente narrativa, ya que no puede indicarse con certeza qué fue primero, esta
interpretación o aquella, esta fuente o esa enunciación (el huevo o la gallina), como
tampoco hace al análisis en sí, porque la premisa sobre la que trabaja es aquella que
sobreentiende que estos procesos no pueden ser aislados de su contexto de producción,
como parte intrínseca de su conformación y dinámica.

Pero cuando el foco es puesto sobre la relación entre la modernidad y la comunicación,


trae sobre la mesa las cuestiones de la incidencia tecnológica en los siglos XX y XXI
(donde se explaya Wolton), por ende, la complejidad debe aumentar. Es por eso que
acudimos a Stuart Hall (1980), que escribe:
El “objeto” de estas prácticas es el significado y los mensajes en la forma de
vehículos de signos de una clase específica organizados, como cualquier
forma de comunicación o lenguaje, a través de las operaciones de códigos
dentro de la cadena sintagmática de un discurso. Los aparatos, relaciones y
prácticas de producción así concebidas, en un cierto momento (el momento
de producción/circulación) en la forma de vehículos simbólicos construidos
dentro de las reglas del “lenguaje”. Este proceso requiere, de este modo, en
el fin de la producción, sus instrumentos materiales –sus “medios”- así como
sus propios equipos de relaciones sociales (de producción)- la organización y
combinación de prácticas dentro de los aparatos de los medios masivos de
comunicación, pero es en la forma discursiva que la circulación del producto
tiene lugar, así como su distribución a las distintas audiencias. Una vez
completado, el discurso debe entonces ser traducido, transformado
nuevamente en prácticas sociales, si el circuito va a ser a la vez completado.
Si no hay “significado” puede no haber “consumo”. Si no se articula el
significado en la práctica, no tiene efecto. […] debemos reconocer que la
forma discursiva del mensaje tiente una posición privilegiada en el
intercambio comunicativo (desde el punto de vista de la circulación), y que
los momentos de “codificación” y “decodificación” son momentos
determinados, a través de una “autonomía relativa” en relación con el
proceso de comunicación como un todo. Un hecho histórico no puede, de
este modo, ser transmitido “en bruto” en, por ejemplo, un noticiero
televisivo. Los hechos pueden ser significados sólo dentro de las formas
auditivo-visuales del discurso televisivo. En el momento en que un hecho
histórico pasa bajo el signo del discurso, está sujeto a todas las “reglas”
complejas formales a través de las cuales el lenguaje significa. Para decirlo
en forma paradójica, el evento debe convertirse en una “historia/relato” antes
de que pueda convertirse en un evento comunicativo.

Aunque el fragmento resulta extenso y por momentos posee una densidad que amerita
segundas y terceras lecturas, trae a cuestión síntomas de gran relevancia, como lo son
las dinámicas de poder al interior del circuito de la comunicación masiva y las
complejidades de la codificación y decodificación de los sentidos.

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