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Revista de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones - 2007

Volumen 23, n.º 2 - Págs. 183-202. ISSN: 1576-5962

Artículo
Algunas claves sobre el techo de cristal en las organizaciones

Some clues about glass ceiling in organizations


ISABEL CUADRADO1
J. FRANCISCO MORALES1
Fecha de Recepción: 02-11-2005 Fecha de Aceptación: 03-10-2007

RESUMEN

El trabajo que aquí se presenta forma parte de una investigación más amplia cuyo objeti-
vo fundamental es investigar una serie de variables psicosociales, organizacionales y
estructurales con el fin de explicar la limitada presencia de mujeres en puestos de liderazgo.
Nuestro interés en este artículo se centra en conocer la capacidad predictiva de dos varia-
bles psicosociales (valores y rasgos estereotípicos de género) y cinco variables organizacio-
nales (satisfacción experimentada en el trabajo, identificación con la organización, conflicto
experimentado en el trabajo, disposición a invertir tiempo y esfuerzo para ascender en la
organización y percepción de interferencia del trabajo en la vida familiar) para distinguir
entre personas del mismo sexo que desempeñan roles diferenciados en la organización
(directivos vs. subordinados) y entre personas de diferente sexo que desempeñan un mismo
rol. La investigación se llevó a cabo en 35 equipos de trabajo de organizaciones dedicadas a
diferentes actividades. Se aplica la metodología del análisis discriminante. Se discuten las
implicaciones de investigar el techo de cristal por vías alternativas a las tradicionales y los
resultados obtenidos de cara al acceso de las mujeres a los puestos de responsabilidad en las
organizaciones.

ABSTRACT

This paper is part of a larger research having as the main goal the study of a set of
psycho-social, organizational and structural variables that could explain the reduced num-
ber of women working in leadership positions. In order to check differences in job status
(people of the same gender playing different roles) and gender differences (people of diffe-

1
Departamento de Psicología Social y de las Organizaciones. Facultad de Psicología. UNED.

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rent gender playing the same role), this paper focuses on the predictive power of two
psycho-social variables, i.e., values and stereotyped gender traits and five organizational
variables, i.e., job satisfaction, identification with the organization, conflicts in the willing-
ness to invest time and effort in getting promoted, and perceived work interference in
family life. Thirty five working teams belonging to various organizations in different indus-
tries participated in the study. A discriminant analysis was performed. Implications of the
study of glass ceiling by means of methods other than the traditional ones and results yiel-
ded by this study, are discussed vis-à-vis the access of women to positions of responsibility
in organizations.

PALABRAS CLAVE

Techo de cristal, Mujeres, Liderazgo, Análisis discrimi-


nante.

KEY WORDS

Glass ceiling, Gender differences, Leadership, Discrimi-


nant analysis.

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Isabel Cuadrado y J. Francisco Morales

INTRODUCCIÓN comercio, industria y navegación (2.35%)


(Instituto de la Mujer, 2006).
En los últimos años, las sociedades
occidentales han experimentado importan- La actualidad del debate generado en
tes avances respecto a la igualdad de opor- torno a esta cuestión no sólo se evidencia
tunidades entre hombres y mujeres en dis- en la literatura académica, sino también en
tintos ámbitos. En algunos casos los avan- la atención que se le presta en la sociedad,
ces han sido notables y reales, pero en tanto en diversos medios de comunica-
muchos otros el principio de igualdad de ción, como en libros de carácter divulgati-
oportunidades y de no discriminación por vo. Asimismo, la importancia de este
razón de sexo resulta sólo un criterio legal hecho también puede constatarse a través
pero no un hecho plenamente conseguido. de las medidas adoptadas en los últimos
años por las diferentes instituciones impli-
Así, aunque la incorporación de las cadas en diversos países. Sirva como
mujeres al mercado laboral ha experimen- ejemplo que en la “IV Conferencia Mun-
tado un extraordinario desarrollo en las dial sobre las Mujeres” (celebrada en
últimas décadas, uno de los ejemplos más Pekín en 1995) uno de los acuerdos finales
patentes de la persistencia de la desigual- que se aprobó fue el de fomentar el acceso
dad lo constituye el diferente grado de de las mujeres a puestos de poder. Tam-
ocupación de puestos de decisión y cargos bién cabe destacar la creación de la
de responsabilidad por parte de hombres y “Comisión Federal para el Techo de Cris-
mujeres en distintos ámbitos y organiza- tal” en Norteamérica (Federal Glass Cei-
ciones, hecho que, con mayor o menor ling Comission, 1995) o el desarrollo de
incidencia, ocurre en casi todos los países. Programas Comunitarios de Empleo como
Desde hace varios años, y en diferentes el programa NOW (New Opportunity for
lugares, se viene constatando la existencia Women) en el ámbito europeo. En concre-
del denominado “techo de cristal”: un tér- to, el proyecto transnacional “Nowdi-XXI
mino acuñado a finales de los años ochen- Formación de mujeres directivas”, en el
ta para designar una barrera invisible que que se incluye España (equipo de la Uni-
impide a las mujeres cualificadas, como versidad de Valencia), tiene como finali-
grupo, alcanzar puestos de responsabilidad dad básica impulsar la incorporación de
en las organizaciones en las que trabajan mujeres con formación universitaria a
(Morrison, White y Van Velsor, 1987). puestos de dirección empresarial (véase,
Así, en nuestro país, en el segundo trimes- Barberá, Ramos y Sarrió, 2000). En nues-
tre de 2006 las mujeres constituían el tro país, el “Instituto de la Mujer” desde
40.57% del total de la población ocupada. su creación ha venido elaborando y
Sin embargo, la presencia femenina en poniendo en práctica los Planes de Igual-
este mismo año disminuye drásticamente dad de Oportunidades entre Mujeres y
en ciertos puestos, por ejemplo, en la pre- Hombres (PIOM), y ha elaborado medidas
sidencia y consejo de administración de tendentes a favorecer el acceso de las
las empresas del IBEX-35 (presidentas: mujeres a puestos de responsabilidad
2.86%; vicepresidentas: 2.44%; conseje- (véase, Instituto de la Mujer, 1999).
ras: 3.69%), en altos cargos del Banco de
España (donde su presencia es nula), o en El argumento acerca de la posible falta
la presidencia de las cámaras oficiales de de capacidad intelectual de las mujeres

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carece de fundamento si consideramos su (1994) han investigado las menores opor-


nivel de formación en la actualidad. Así, tunidades de desarrollo en el trabajo que
las aulas universitarias están ocupadas tienen las mujeres con respecto a los hom-
sobre todo por mujeres: el 54% de los bres, mientras que otros investigadores se
1.462.897 matriculados en alguna titula- centran en la posible influencia del sexo
ción en el curso 2004-2005 fueron alum- de las personas que toman las decisiones
nas y casi seis de cada 10 graduados (de sobre la promoción en organizaciones
un total de 196.623) ese mismo año tam- jerárquicas (Fajak y Haslam, 1998). Para
bién fueron mujeres. En cuanto al tercer algunas autoras, las diferencias en el acce-
ciclo, el doctorado, el 50.8% de los matri- so a puestos de responsabilidad entre
culados y el 49.1% de graduados fueron hombres y mujeres se deben a que las per-
mujeres el curso pasado (San Segundo, sonas asumen que los hombres son más
2006). Por tanto, según lo expresado hasta competentes en estas posiciones que las
ahora, ni la mayor participación de las mujeres (p.e., Ridgeway, 2001), o a que
mujeres en el mercado laboral, ni las las personas devalúan el trabajo de las
medidas adoptadas tendentes a la igual- mujeres líderes (p.e., Eagly, Makhijani y
dad, ni la formación académica recibida, Klonsky, 1992; Heilman, 2001). Asimis-
han generado un aumento proporcional de mo, se señala la mayor influencia que
la representación femenina en puestos ejercen los hombres sobre los demás en
directivos. Estudios recientes que exami- comparación con las mujeres (p.e., Carli,
nan ampliamente el techo de cristal (p.e., 2001). Otras investigaciones se centran en
Chernesky, 2003; Reid, Millar y Kerr, conocer si hombres y mujeres utilizan dis-
2004) continúan poniendo de manifiesto tintos estilos de liderazgo (p.e., Cuadrado
que la situación de desventaja de las muje- y Molero, 2002; Cuadrado, Molero y
res en este ámbito persiste. Navas, 2003), o en la influencia del con-
texto organizacional en el desempeño del
Esta situación ha atraído la atención de estilo de dirección de hombres y mujeres
numerosos investigadores, cuyo objetivo líderes (Cuadrado, Navas y Molero,
fundamental ha sido tratar de identificar 2004). Todos estos trabajos evidencian
los factores que podrían explicar las barre- que, en efecto, las mujeres se encuentran
ras que dificultan el progreso profesional con numerosas barreras de diversa natura-
de las mujeres, en general, y el acceso a leza (estructurales, organizacionales, psi-
los puestos de responsabilidad, en particu- cosociales, societales) que dificultan su
lar (véase p.e., Cuadrado, García y Navas, progreso a puestos de liderazgo.
2001; Cuadrado, Molero y Navas, 2006;
Barberá y Ramos, 2004; Osca y López- Uno de los fenómenos ampliamente
Sáez, 1994; Sarrió et al., 2002, para revi- documentados en la literatura existente
siones en castellano). Así, por ejemplo, sobre el techo de cristal es el “think mana-
Lyness y Thompson (1997) estaban intere- ger-think male”. Este término fue acuñado
sadas en conocer la contribución al “techo por Schein en 1973 para referirse a uno de
de cristal” de factores como la menor los problemas más importantes de las
autoridad que ejercen las mujeres o la mujeres líderes en todos los países, esto
menor disponibilidad para viajar en com- es, el estereotipo persistente que asocia las
paración a sus colegas varones. Por su actividades directivas con cualidades este-
parte, Ohlott, Ruderman y McCauley reotípicamente masculinas. A través de la

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realización de diversos estudios en distin- Así, como han puesto de manifiesto


tos países, esta autora concluye que se importantes desarrollos teóricos (véase,
trata de un fenómeno global, y que se pro- Burgess y Borgida, 1999; Eagly y Karau,
duce especialmente entre los hombres 2002; Heilman, 2001) cuando las mujeres
(véase Schein, 2001). Por tanto, los ras- que ocupan puestos de responsabilidad
gos, valores o comportamientos vincula- adoptan conductas comunales y otorgan
dos con la masculinidad son los que se importancia a valores relacionados con
consideran necesarios para obtener éxito intereses colectivistas, esto es, cuando se
en puestos directivos. Todo ello afecta a la muestran de modo “femenino”, son vícti-
selección, promoción y ocupación de mas de devaluaciones, desaprobaciones
puestos de responsabilidad por parte de las personales y sanciones sociales. Como
mujeres (Schein, 2001). Ahora bien, ¿qué resultado, hay casos en los que deciden
se considera en la literatura “masculino” y evitar la promoción por los costes perso-
“femenino”? A las mujeres se les suelen nales que ello les pueda suponer. Es decir,
atribuir rasgos relacionados con aspectos la disposición a invertir determinados
afectivos, emocionales y tendentes a favo- recursos -como tiempo y esfuerzo- por
recer la relación, que se denominan en la parte de hombres y mujeres con el fin de
investigación del género expresivo-comu- promocionar en sus respectivas organiza-
nales. Por su parte, a los hombres se les ciones es diferente, puesto que los obstá-
atribuye con mayor probabilidad rasgos culos a los que deben hacer frente difieren
relacionados con la productividad, la efi- sustancialmente. Como indican Chinchilla
cacia, la autonomía, la independencia y la y León (2004), existe un “techo de cemen-
competición para el logro de ciertas metas. to” autoimpuesto por elecciones persona-
A dichos rasgos se les denomina instru- les de las mujeres, tales como rechazar la
mentales-agentes (véase, Eagly, 1987). promoción a puestos directivos más rígi-
Por su parte, los valores colectivistas están dos y exigentes. De hecho, el conflicto
relacionados con la dimensión femenina que experimentan las mujeres entre el des-
de los estereotipos de género, mientras empeño del rol de líder y el de mujer, al
que los individualistas con la masculina. poner en marcha expectativas que están en
Esto es así porque los valores individualis- contradicción (véase, p.e., Ayman, 1993),
tas –poder, logros, hedonismo, estimula- acentúa el conflicto en su desempeño pro-
ción y autodirección– sirven al interés del fesional respecto a los hombres. El con-
individuo, mientras que los valores colec- flicto en el trabajo es definido como el
tivistas –conformidad, tradición y benevo- grado en el que una persona experimenta
lencia– sirven al interés de alguna colecti- presiones de rol incompatibles en el ámbi-
vidad (Schwartz, 1992), aspectos relacio- to laboral (Kopelman, Greenhaus y Con-
nados con lo femenino y lo masculino, nolly, 1983). Como consecuencia, su
respectivamente. En consecuencia, todo lo satisfacción con diversos aspectos de su
vinculado a la instrumentalidad y al indi- trabajo es menor que la experimentada por
vidualismo (relacionados con la dimen- los hombres (véase, Burgess y Borgida,
sión masculina de los estereotipos de 1999; Eagly y Karau, 2002; Heilman,
género) se asocia con el éxito directivo. 2001). A su vez, todas las dificultades a
Lo contrario sucede con la expresividad y las que deben hacer frente las mujeres en
el colectivismo (véase, p.e., Barberá y los entornos organizacionales influyen en
Mayor, 1989). su conducta social en las organizaciones

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(véase, p.e., Sarrió et al., 2002). Debido a demostrado su influencia han sido investi-
que la literatura ha puesto de manifiesto gadas estudiando qué diferencias existen
que la identificación con un grupo afecta entre hombres y mujeres líderes. A nues-
de manera importante a la conducta social tro juicio, esto constituye una limitación.
de una persona (Jackson y Smith, 1999), Si únicamente nos centramos en las dife-
en un contexto organizacional la identifi- rencias entre los hombres y las mujeres
cación con la organización va a determi- que están en puestos directivos, descono-
nar muchos de los comportamientos que cemos qué ocurre en niveles más inferio-
las personas desarrollen en ella, así como res de la jerarquía. Igualmente los estudios
su promoción a puestos directivos (véase, no investigan las diferencias existentes
p.e., Podonly y Baron, 1997). entre las personas del mismo sexo que
ocupan un puesto directivo y las que no lo
Finalmente, una de las líneas de inves- ocupan, que pueden aportar claves a nues-
tigación paradigmáticas sobre las diferen- tro conocimiento sobre el techo de cristal.
cias en la promoción profesional de hom-
bres y mujeres es la destinada al estudio En este artículo proponemos un modo
de las responsabilidades familiares de alternativo de aproximarnos al estudio del
ambos sexos. Los trabajos realizados en techo de cristal en las organizaciones. La
esta área (véase, p.e., Chinchilla y León, perspectiva aquí adoptada se aleja de las
2004; Martínez-Pérez y Osca, 2004; anteriores en el hecho de abordar simultá-
Sarrió, Barberá, Ramos y Candela, 2002) neamente un conjunto de variables abor-
ponen de manifiesto que las demandas a dadas en la literatura, tanto de naturaleza
las que actualmente deben hacer frente los psicosocial (valores y rasgos estereotípi-
hombres y mujeres con el fin de compagi- cos de género) como organizacional (satis-
nar las actividades que se derivan de la facción experimentada en el trabajo, iden-
familia y sus funciones laborales continú- tificación con la organización, conflicto
an siendo diferentes, y sitúan las mayores experimentado en el trabajo, disposición a
responsabilidades familiares de las muje- invertir tiempo y esfuerzo para ascender
res como un factor determinante en su en la organización y percepción de interfe-
carrera profesional como directivas. rencia entre el trabajo y la familia) con el
fin de conocer su poder discriminante
Como hemos visto, la revisión de la entre cuatro grupos objeto de estudio.
literatura revela que las mujeres deben Concretamente, pretendemos identificar
hacer frente a más barreras que los hom- cuáles de estas variables “discriminan” o
bres en el mercado laboral, especialmente “distinguen” a los hombres de las mujeres
en su acceso a puestos de responsabilidad. (tanto los que desempeñan un rol directivo
No obstante, hay numerosos trabajos en como los que no), así como a las personas
los que los autores ofrecen explicaciones del mismo sexo que ocupan roles diferen-
ad hoc de sus resultados, en los que hacen tes (líderes vs. subordinados). Así, los
referencia a variables psicosociales que resultados obtenidos nos permitirán cono-
dificultan la promoción de mujeres a pues- cer la capacidad explicativa de dichas
tos directivos, pero no ponen a prueba su variables para clasificar a nuestros partici-
capacidad explicativa (véase un análisis pantes en los cuatro grupos de interés: a)
detallado de esta cuestión en Cuadrado, mujeres directivas-mujeres subordinadas;
2003). Por otra parte, las variables que han b) hombres directivos-hombres subordina-

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dos; c) hombres directivos-mujeres direc- por hombres, por mujeres o por personas
tivas; d) hombres subordinados-mujeres de ambos sexos por igual. Además, tuvi-
subordinadas. Es decir, personas del mos en cuenta, en la medida de lo posible,
mismo sexo que desempeñan diferentes que en la muestra hubiese aproximada-
roles, y personas de diferente sexo que mente igual número de hombres que de
desempeñan un mismo rol. mujeres líderes. Finalmente, los equipos
debían estar compuestos por, al menos,
Así, el estudio que presentamos intenta cuatro personas además del líder.
aportar algunas claves sobre el techo de
cristal, tratando de superar ciertas limita- Como resultado, la muestra está com-
ciones, o incluyendo aspectos no conside- puesta por 35 equipos de trabajo, que
rados en investigaciones previas. En este constituyen un total de 226 participantes:
sentido, utilizamos una metodología dife- 35 líderes y 191 subordinados. De los 35
rente a la adoptada habitualmente, inclui- líderes, 16 son hombres (45.7%) y 19
mos las evaluaciones de líderes y subordi- mujeres (54.3%). La edad media de los
nados respecto a las mismas variables, y hombres líderes es de 42.69 años (dt =
consideramos variables de naturaleza 6.6) y la de las mujeres es de 41.67 años
tanto psicosocial como organizacional. (dt=10.32). De los subordinados, 69 son
Finalmente, como se comprobará a conti- hombres (36.1%) y 118 mujeres (61.8%).
nuación, la selección de la muestra se rea- Cuatro participantes no indicaron su sexo
lizó siguiendo una serie de criterios no (2.1%). Los hombres tienen una edad
considerados en investigaciones previas. media de 35.68 años (dt= 6.65) y las
mujeres de 35.90 años (dt= 7.89). El 73%
de las mujeres de la muestra y el 75.3% de
MÉTODO los hombres tienen responsabilidades
familiares (están casados/as o viven en
Muestra pareja y tienen uno o más hijos/as). El
resto (el 24.7% de los hombres y el 27%
Con objeto de evitar en la medida de lo de las mujeres) no tienen responsabilida-
posible que los resultados puedan estar des familiares, esto es, están solteros/as,
influidos por diferentes variables de socia- divorciados/as o viudos/as y no tienen
lización organizacional, seleccionamos los hijos/as. Es decir, no existen diferencias
equipos de trabajo que iban a componer la objetivas entre las mujeres y los hombres
muestra a partir de distintas organizacio- de la muestra respecto a sus responsabili-
nes, ubicadas en la provincia de Almería, dades familiares.
atendiendo a la siguiente clasificación:
organizaciones educativas (colegios, insti-
tutos), organizaciones sanitarias (hospita- Procedimiento
les, ambulatorios), burocracia pública
(ayuntamientos; Agencia Tributaria), Para llevar a cabo este estudio, en pri-
burocracia privada (bancos y cajas de mer lugar nos pusimos en contacto con
ahorro) y organizaciones productivas diversas personas pertenecientes a las dis-
(p.e., empresas, comercios). Asimismo, tintas organizaciones o que nos pudieran
intentamos acceder a organizaciones que facilitar el acceso a ellas. El contacto con
estuviesen “dominadas numéricamente” cada una de las personas de la organiza-

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ción lo realizamos telefónica o personal- dispuestas a que llevásemos a cabo la


mente y en algunos casos (p.e. Ayunta- investigación. En unos casos, el tipo de
mientos, entidades bancarias centrales, organización no permitía llevar a cabo
Agencia Tributaria) tuvimos que solicitar este tipo de estudios, en otros el líder evi-
permisos oficiales para llevar a cabo la taba recibir evaluaciones de las personas
investigación. Una vez conseguido el de su equipo. Concretamente, contactamos
acceso a la organización y después de ase- inicialmente con 49 equipos, por tanto el
gurarnos de que hubiese más de cuatro porcentaje de participación en el estudio
subordinados en el mismo nivel en cada fue de un 71%. Por esta razón, el tiempo
uno de los grupos o equipos de trabajo a de recogida de datos se extendió durante
los que íbamos a administrarles el cuestio- siete meses.
nario, contactábamos con el/la líder.
Cuando éste/a accedía a nuestra petición,
acordábamos una cita para explicar, tanto Instrumentos
al líder como a los subordinados, nuestros
objetivos de manera más detallada y las Los instrumentos utilizados en este
instrucciones a seguir, asegurándoles la estudio son los siguientes:
confidencialidad de la información que
nos iban a proporcionar. Posteriormente, Rasgos estereotípicos de género. Se
solicitábamos a la persona de contacto o al mide la autoasignación de rasgos “instru-
propio líder una serie de datos relativos a mentales-agentes” y “expresivo-comuna-
la organización (p.e, tamaño de la organi- les”. Para ello, utilizamos la versión redu-
zación, carácter público vs. privado) y cida del Bem Sex Roles Inventory (BSRI;
negociábamos un plazo para recoger los Bem, 1974), compuesta por los 18 rasgos
cuestionarios cumplimentados, que solía que resultaron ser “estereotípicamente
ser de dos o tres semanas. masculinos” o “estereotípicamente feme-
ninos” en una muestra representativa de la
En todos los casos, los participantes se población española (López-Sáez y Mora-
autoadministraban los cuestionarios, en les, 1995). En nuestro estudio se utilizan
cuya tarea invertían un tiempo medio que rasgos “instrumentales-agentes” y “expre-
oscilaba entre 30 y 45 minutos. Con el fin sivo-comunales” del inventario de Bem
de garantizar el anonimato y la confiden- (BSRI) con el fin de analizar su presencia
cialidad de la información que nos propor- en hombres y mujeres (líderes y subordi-
cionaban, facilitamos a cada uno de los nados), no para clasificar a los sujetos
participantes un sobre en el que debían según la tipología establecida por la auto-
guardar su cuestionario una vez cumpli- ra. Los adjetivos incluidos eran los
mentado. Una vez transcurrido el plazo siguientes: Instrumentales/Agentes (Este-
acordado, volvíamos a la organización a reotípicamente masculinos): Atlético/a,
recoger los sobres con los cuestionarios de deportivo/a; Personalidad fuerte; Desea
cada equipo de trabajo. Como suele ocu- arriesgarse, amante del peligro; Dominan-
rrir en este tipo de investigación, no todos te; Agresivo/a, combativo/a; Actúa como
los miembros contactados de los equipos líder; Individualista; Duro/a; Egoísta.
de trabajo cumplimentaron los cuestiona- Expresivos/Comunales (Estereotípicamen-
rios, ni todas las organizaciones con las te femeninos): Cariñoso/a; Sensible a las
que se contactó inicialmente estuvieron necesidades de los demás; Comprensi-

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vo/a; Compasivo/a; Cálido/a, afectuoso/a; p.e., Bass, 1990; Druskat, 1994; Rosener,
Tierno/a, delicado/a, suave; Amante de los 1990). En segundo lugar, que se tratara de
niños; Llora fácilmente; Sumiso/a. Los valores en los que se habían encontrado
análisis de fiabilidad realizados mostraron diferencias entre hombres y mujeres en
que los adjetivos “atlético-a, deportivo-a” investigaciones previas realizadas en
y “sumiso-a” correlacionaban negativa- nuestro país (Arias, 2001; Gómez y Mora-
mente con el resto de rasgos de su misma les, manuscrito sin publicar; Morales y
dimensión. Como consecuencia, los elimi- López, 1994). En tercer lugar, que hubiese
namos de los análisis y agrupamos los una proporción similar de valores “termi-
ocho restantes en cada caso, siendo el nales” e “instrumentales”. En cuarto lugar,
valor de Cronbach .70 para los rasgos que no hubiese un número desproporcio-
“instrumentales-agentes” en la muestra de nado de valores que sirviesen a intereses
líderes y de .78 en la de subordinados, y “individualistas” y “colectivistas”. De
.79 para los “comunales-expresivos” en la acuerdo con esto, seleccionamos 11 valo-
muestra de líderes y de .83 en la de subor- res “individualistas” (poder social, rique-
dinados. Estos valores son similares a los za, reconocimiento social, autoridad, auto-
obtenidos en investigaciones previas en respeto, independiente, ambicioso, influ-
nuestro país utilizando el BSRI (p.e. yente, capaz, logra éxitos y atrevido; α de
López-Sáez, 1995; .84 vs. .73). Los parti- Cronbach= .76), siete “colectivistas”
cipantes debían indicar el grado en que (autodisciplina, obediente, tener sentido
cada adjetivo les servía para describirse a en la vida, amistad verdadera, leal, ayu-
sí mismo/a utilizando una escala de res- dando y responsable; el valor α de Cron-
puesta que oscilaba de 1 (“nunca”) a 7 bach es de .69). y tres “mixtos” (armonía
(“siempre”). interna, justicia social y abierto; α de
Cronbach=.63). De estos valores, 10 son
Valores. Medimos la importancia otor- “terminales” y 11 “instrumentales”. Si
gada a los valores que sirven a intereses bien las fiabilidades no son elevadas -
“individualistas”, “colectivistas” y “mix- especialmente las dos últimas-, debemos
tos”. Para ello, seleccionamos 21 valores considerar los pocos items que componen,
del cuestionario de valores de Schwartz en nuestro caso, cada motivación. En el
(Schwartz Value Survey- SVS; Schwartz y estudio llevado a cabo por Schwartz
Bilsky, 1987), adaptado y validado en (1992, p. 52) sobre el contenido y estruc-
España por Ros y Grad (1991). Dicho tura universal de los valores en 20 países,
cuestionario consta de dos partes, la pri- este autor señala que las fiabilidades
mera incluye 30 valores “terminales” y la medias de todos los tipos motivacionales
segunda 26 valores “instrumentales”. Esta en cada uno de los países son mayores de
distinción está basada en la propuesta por .45, siendo la más elevada de .71. Este
Rokeach (1973) entre “estados finales” y autor considera que dichos valores son
“modos de conducta”. Seleccionamos los razonables, si se tiene en cuenta el peque-
valores a incluir en nuestro estudio aten- ño número de items que componen cada
diendo a cuatro criterios. En primer lugar, motivación (en nuestro caso más pequeño
que fuesen valores relevantes en función aún).
de los objetivos de nuestra investigación y
que apareciesen en la literatura psicosocial Es preciso señalar que, siguiendo los
revisada sobre estas cuestiones (véase, criterios propuestos por Schwartz (1992,

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pp. 18-20), eliminamos de la muestra Greenhaus y Connoly (1983) y adaptada y


aquellos participantes que utilizaron la res- validada en nuestro país por Martínez-
puesta 7 (“suprema importancia”) más de Pérez y Osca (2001). La escala de “con-
8 veces, o cualquier otra respuesta más de flicto en el trabajo” utilizada en este estu-
13 veces (en correspondencia con el traba- dio presenta unos índices de fiabilidad
jo de Schwartz, en el que se eliminan los bastante aceptables, tanto en la muestra de
sujetos que utilizan el 7 más de 21 veces, o líderes (.76) como en la de subordinados
cualquier otra respuesta más de 35 veces (.80). Estos valores son similares al obte-
sobre un total de 56 valores, en nuestro nido por las autoras que adaptaron la esca-
caso como indicamos, seleccionamos 21). la a la población española: α = .78 (Martí-
Asimismo, también se excluyeron aquellos nez-Pérez y Osca, 2001). La escala de res-
participantes que respondieron a menos de puesta a los ítems oscila de 1 (“totalmente
14 valores (en el caso del trabajo de en desacuerdo”) a 5 (“totalmente de
Schwartz, 41). Como resultado, en la acuerdo”).
muestra de líderes se eliminaron 3 partici-
pantes, por lo que quedó reducida a 32 (14 Escala de identificación endogrupal
hombres y 18 mujeres). En la muestra de (Hinkle, Taylor, Fox-Cardamone y Crook,
subordinados se eliminaron 18 participan- 1989) adaptada a contextos organizaciona-
tes por no satisfacer estos criterios, y los les. Para utilizar esta escala en nuestro
análisis se realizaron con 173 sujetos (65 estudio, sustituimos en todos los items el
hombres y 104 mujeres, 4 sin especificar). término “grupo” de la versión original por
el de “organización”. El análisis factorial
La tarea de los participantes consistía realizado en nuestra muestra con esta
en evaluar la importancia que tiene cada escala arrojó la existencia de dos factores.
valor como principio-guía en su vida, uti- El primero, “identificación cognitiva”,
lizando una escala que oscila de -1 hace referencia fundamentalmente al
(“Opuesto a mis valores”) a 7 (“De conocimiento de pertenencia, asociación o
suprema importancia”). Con el fin de unión con la organización (p.e. “Me siento
facilitar los análisis de los datos utiliza- parte importante de esta organización”) y
mos una escala de intervalo. Así, recodifi- explica el 34.74% de la varianza (α de
camos la escala de respuesta de los valores Cronbach = .86 y .82 en la muestra de
sumándole dos puntos, de modo que la subordinados y líderes, respectivamente).
respuesta -1 pasaría a ser 1, y la respuesta El segundo, “identificación emocional”,
7 pasaría a ser 9, oscilando la nueva esca- refleja principalmente los aspectos emo-
la, por tanto, de 1 a 9. cionales o afectivos de la pertenencia a la
organización (p.e. “Me siento incómodo
Conflicto en el trabajo. Subescala com- con la mayoría de los miembros de esta
puesta por ocho items destinada a medir el organización”) y explica el 23.15% de la
conflicto en el trabajo (p.e, “En el trabajo varianza. El α de Cronbach es menor,
no puedo ser yo mismo/a (mostrarme tanto en la muestra de subordinados (.65),
como soy)”, “En mi trabajo debo compor- como en la de líderes (.50). No obstante,
tarme de forma diferente en función de la la correlación media de los items con el
persona con la que estoy tratando”). total del factor es elevada, tanto para sub-
Forma parte de la escala “conflicto fami- ordinados (r xy = .70; p<.01), como para
lia-trabajo” desarrollada por Kopelman, líderes (rxy= .62; p<.01). A los participan-

192 Revista de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones, 2007, vol. 23 n.º 2
Isabel Cuadrado y J. Francisco Morales

tes se les solicitaba que señalasen cómo se establecer diferencias entre los diferentes
sentían en relación con su organización o grupos de interés.
empresa, indicando su grado de acuerdo o
desacuerdo con cada uno de los items. La Incluimos en el análisis discriminante
escala de respuesta, por tanto, oscilaba de las variables presentadas desglosadas en
1 (“totalmente en desacuerdo”) a 7 sus respectivos factores (satisfacción en el
(“totalmente de acuerdo”). trabajo, conflicto en el trabajo, identifica-
ción cognitiva, identificación emocional,
Dos items de elaboración propia que rasgos expresivos, rasgos instrumentales,
pretenden medir dos variables relaciona- valores individualistas, valores colectivis-
das con aspectos laborales claves para tas, valores mixtos, percepción de interfe-
nuestra investigación. Concretamente, la rencia del trabajo en la vida familiar y
interferencia del trabajo en la vida familiar grado de inversión de tiempo y esfuerzo
(“¿Cuánto creen que su trabajo interfiere para ascender).
en su vida familiar?”) y la disposición
para ascender (“¿Cuánto tiempo y esfuer- Dicho análisis pone de manifiesto que
zo están dispuestos a invertir para seguir estas variables no discriminan entre hom-
ascendiendo en su trabajo?”). La escala bres y mujeres líderes. Así, el valor lamb-
de respuesta oscilaba de 1 (“nada”) a 5 da de Wilks de la función discriminante
(“mucho”). obtenida es de .63, por lo que dicha fun-
ción no es estadísticamente significativa
Siete items de elaboración propia desti- (χ 2 (11, 27) = 8.99; p=.62). Cuando el
nados a medir el grado de satisfacción de nivel de significación de χ2 no alcanza la
los participantes con varios aspectos del significatividad no tiene sentido utilizar la
trabajo (p.e.: “el trato con los compañe- función discriminante, ya que nos indica
ros”, “el sueldo que reciben” o “las tare- que los grupos comparados no son dife-
as que realizan”, entre otros). Las fiabili- rentes (Klecka, 1980, pp. 40-41).
dades obtenidas fueron α = .67 en la
muestra de líderes y α = .85 en la muestra Sin embargo, la función discriminante
de subordinados. La escala de respuesta a obtenida con las once variables indicadas
estos items oscila de 1 (“ninguna satisfac- cuando se comparan a los hombres y muje-
ción”) a 5 (“mucha satisfacción”). res subordinados sí es estadísticamente sig-
nificativa (χ2 (11, 130) = 19.21; p=.05). La
correlación canónica de dicha función es de
RESULTADOS .39. La correlación canónica es conocida
también como Eta, cuyo valor elevado al
Para poder llevar a cabo nuestro objeti- cuadrado nos indica la proporción de la
vo, recurrimos al análisis discriminante, variación en la función discriminante expli-
una técnica estadística que permite al cada por los grupos (Klecka, 1980, p. 37).
investigador estudiar las diferencias entre Por tanto, en este caso, la variabilidad atri-
dos o más grupos de objetos con respecto buida a la pertenencia a los grupos es del
a varias variables tratadas simultáneamen- 15%. Bajas puntuaciones en la función se
te (Klecka, 1980, p. 7). Realizamos este asocian al grupo 1 (hombres) y altas al
análisis porque nos permitía identificar las grupo 2 (mujeres). Esta función se represen-
posibles variables estudiadas capaces de ta en la tabla 1, a partir de los coeficientes

Revista de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones, 2007, vol. 23 n.º 2 193
Algunas claves sobre el techo de cristal en las organizaciones

estandarizados (que nos informan de la vos” y la satisfacción en el trabajo, todas


importancia relativa de una determinada ellas más asociadas a las mujeres. Los
variable a la hora de obtener la función dis- valores que sirven a intereses “individua-
criminante) y de los coeficientes de estruc- listas” y la identificación emocional con la
Tabla 1.
Análisis discriminante. Subordinados de distinto sexo
Grupo 1: Subordinados Hombres- Grupo 2: Subordinadas Mujeres

tura -que nos indican el grado en que una organización son variables que apenas
variable y una función están relacionadas ejercen influencia en la función.
(Klecka, 1980, pp. 30-31)-.
Como podemos ver en la tabla 2, la
Según estos resultados, las variables función discriminante obtenida permite
más importantes para discriminar entre clasificar correctamente al 68.5% de los
hombres y mujeres que no ocupan roles casos.
directivos son la importancia que otorgan
a valores que sirven a intereses “colecti- Estos resultados confirman, por tanto,
vistas” y “mixtos”, los rasgos “expresi- que las variables incluidas en el estudio
Tabla 2.
Capacidad predictiva de la función discriminante

194 Revista de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones, 2007, vol. 23 n.º 2
Isabel Cuadrado y J. Francisco Morales

demuestran su utilidad para discriminar Como puede verse en la tabla 3, las


entre hombres y mujeres que no desempe- variables que más contribuyen a esta fun-
ñan puestos directivos, pero no entre hom- ción son la identificación emocional con la
bres y mujeres directivos. Veamos qué organización, la percepción de interferencia
sucede cuando las comparaciones se reali- del trabajo en la familia, la identificación
zan entre personas del mismo sexo que cognitiva con la organización y los valores
ocupan diferentes roles. “individualistas”, todas ellas asociadas en
mayor medida a las mujeres líderes. El
El análisis efectuado revela que las once poder predictivo de las variables incluidas
variables incluidas no discriminan entre los para discriminar entre las mujeres que ocu-
hombres directivos y los hombres subordi- pan distintos roles en este estudio es eleva-
nados (χ2 (11, 67) = 16.76; p=.12). do, ya que se clasifican correctamente el
81.6% de los casos (véase tabla 4).
Sin embargo, la función discriminante
estandarizada obtenida cuando compara- Por tanto, las variables incluidas en el
mos las mujeres que ocupan posiciones de estudio son buenas predictoras a la hora de
liderazgo y las que no las ocupan (subor- diferenciar entre mujeres líderes y mujeres
dinadas), que se presenta en la tabla 3, sí subordinadas, pero no cuando se trata de
es estadísticamente significativa. La signi- distinguir entre hombres líderes y hombres
ficación estadística de esta función es de subordinados.
.002 (χ2 (11, 87) = 29.34) y la correlación
canónica es de .56. Por tanto, la propor-
ción de varianza atribuible a la pertenen- DISCUSIÓN
cia a los grupos es del 31%. Altas puntua-
ciones de la función se asocian al grupo 1 Los resultados obtenidos en este trabajo
(líderes) y bajas al grupo 2 (subordinadas). aportan determinadas claves acerca de los
Tabla 3.
Análisis discriminante. Mujeres en diferentes roles
Grupo 1: Líderes Mujeres - Grupo 2: Subordinadas Mujeres

Revista de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones, 2007, vol. 23 n.º 2 195
Algunas claves sobre el techo de cristal en las organizaciones

Tabla 4.
Capacidad predictiva de la función discriminante

hombres y mujeres que ocupan posiciones en la vida familiar. De este primer conjun-
directivas y subordinadas en organizacio- to de resultados pueden extraerse algunas
nes dedicadas a diversas actividades. conclusiones. En primer lugar, un alto
Estos resultados, utilizando una metodolo- grado de identificación con la organiza-
gía alternativa a la tradicional, tienen ción parece ser importante a la hora de
implicaciones a la hora de explicar la que las mujeres ocupen puestos de respon-
escasa presencia femenina en posiciones sabilidad en las organizaciones. Las orga-
directivas. nizaciones, por tanto, deben desarrollar e
implementar intervenciones destinadas a
Los análisis revelan, en primer lugar, aumentar la identificación de sus trabaja-
que las variables incluidas en el estudio dores (especialmente mujeres en puestos
han demostrado ser útiles para predecir el subordinados), máxime teniendo en cuenta
hecho de desempeñar o no un rol directi- los beneficios que están asociados a ello
vo, pero únicamente en el caso de las (mayor compromiso organizacional,
mujeres. Paradójicamente, ninguna de menor conflicto en el trabajo, mayor ren-
estas variables discrimina o distingue dimiento, más interés por conseguir obje-
entre el grupo de los directivos hombres tivos productivos).
frente al de los subordinados hombres. La
identificación emocional con la organiza- Asimismo, estas mujeres otorgan más
ción, la percepción de interferencia del importancia a los valores que sirven a
trabajo en la vida familiar, la identifica- intereses individualistas, relacionados con
ción cognitiva con la organización y los la dimensión masculina de los estereotipos
valores “individualistas” son las variables de género. Es decir, otorgan más impor-
que tienen poder predictivo para diferen- tancia a valores como el poder social, el
ciar a las mujeres que no ocupan un pues- reconocimiento social, la autoridad, la
to directivo de las que sí lo hacen. riqueza. Este patrón de resultados puede
explicarse atendiendo a la definición de
Concretamente, las mujeres que ocupan los roles de liderazgo en términos funda-
un puesto directivo se identifican en mentalmente masculinos, responsables de
mayor medida con la organización (en la que las mujeres consideren que su éxito en
dimensión cognitiva y emocional) y con- las organizaciones depende en gran medi-
ceden más importancia a valores que sir- da de poseer valores “estereotípicamente
ven a intereses individualistas. Asimismo, masculinos” (que sirven a intereses “indi-
perciben mayor interferencia del trabajo vidualistas”). Es decir, las pocas mujeres

196 Revista de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones, 2007, vol. 23 n.º 2
Isabel Cuadrado y J. Francisco Morales

que excepcionalmente llegan adoptan el trabajos que identifican las responsabilida-


estilo masculino de dirección. Los resulta- des familiares como una de las principales
dos obtenidos en investigaciones previas barreras en el progreso de las mujeres a
demuestran este efecto (véase, p.e., Cua- puestos de responsabilidad (p.e., Chinchi-
drado, 2002). No obstante, ello también lla y León, 2004; Martínez-Pérez y Osca,
tiene consecuencias negativas. De hecho, 2004; Sarrió et al., 2002). Los resultados
la teoría de congruencia de rol de género de estos estudios, unidos a la mayor per-
del prejuicio hacia las mujeres líderes cepción de interferencia del trabajo en la
(Eagly y Karau, 2002) explica que cuando vida familiar en mujeres líderes que en
las mujeres se comportan de manera mas- subordinadas que han participado en nues-
culina y trasgreden el componente pres- tra investigación, invitan a pensar que la
criptivo de los estereotipos de género (esto implementación por parte de las organiza-
es, no se comportan como sería deseable ciones de políticas de ayuda para compati-
que lo hicieran), reciben sanciones en bilizar familia y trabajo puede mejorar el
forma de rechazo y desaprobación perso- acceso de las mujeres a puestos directivos.
nal (para un mayor análisis de esta teoría
en castellano, véase Morales y Cuadrado, Los resultados que encontramos cuando
2004). Por tanto, el papel de las organiza- tratamos de estudiar el poder discriminan-
ciones aquí consiste en evitar la promo- te de las variables entre personas de distin-
ción y/o selección de los candidatos a to sexo que ejercen un mismo rol revelan
puestos de responsabilidad valorando des- de nuevo un patrón interesante: las dife-
proporcionadamente la posesión de cuali- rencias aparecen únicamente en posicio-
dades estereotípicamente masculinas. De nes subordinadas, no en posiciones direc-
hecho, existen trabajos que demuestran tivas. En este caso, los principales predic-
que las cualidades estereotipadamente tores son la importancia que otorgan a
femeninas se adecuan a las necesidades valores que sirven a intereses colectivistas
actuales de los entornos diversos y, por y mixtos, los rasgos expresivos y la satis-
tanto, deben ser valoradas en la definición facción experimentada en el trabajo. Estas
de los estilos directivos actuales (véase, variables están más asociadas a las muje-
Barberá et al., 2005). res. Llama la atención que las mujeres
estén más satisfechas que los subordina-
Por otra parte, es importante señalar dos varones en diversos aspectos de su tra-
que los datos objetivos indicativos de las bajo (p.e. sueldo, tareas a realizar, trabajo
responsabilidades familiares de los partici- en general, trato con los usuarios, perte-
pantes solicitados en este estudio no mos- nencia a la organización y puesto actual),
traban la existencia de cargas familiares lo que está en línea con “la paradoja de la
mayores en las mujeres que en los hom- mujer trabajadora satisfecha” (Phelan,
bres. Lógicamente las mujeres directivas 1994): las mujeres, a pesar de encontrarse
deben hacer frente a numerosas exigencias en una situación de desventaja frente a los
relacionadas con su trabajo, pero el hecho hombres, están más satisfechas con su tra-
de que esto no ocurra en los hombres que bajo.
desempeñan estos puestos sugiere que las
mujeres siguen asumiendo responsabilida- Pero lo realmente destacable es encon-
des familiares en mayor medida que ellos. trar que en los niveles inferiores de la
Este resultado está en línea con algunos jerarquía organizacional los resultados

Revista de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones, 2007, vol. 23 n.º 2 197
Algunas claves sobre el techo de cristal en las organizaciones

reproducen diferencias estereotípicas de dos encontrados aquí ofrecen apoyo al


género, lo que no ocurre en puestos de res- análisis de Agars (2004).
ponsabilidad. Así, las mujeres subordina-
das se diferencian de los hombres subordi- En esta línea, recientes desarrollos teó-
nados en conceder más importancia a ricos identifican la falta de ajuste entre las
valores que sirven a intereses colectivistas cualidades estereotípicamente femeninas y
(y mixtos) y a los rasgos expresivos, las cualidades necesarias para ocupar
variables ampliamente relacionados con la puestos directivos como la principal expli-
dimensión femenina de los estereotipos de cación al techo de cristal (Heilman, 2001),
género. o la existencia de un prejuicio hacia las
mujeres líderes debido al componente des-
Tomando los resultados del estudio en criptivo y prescriptivo de los estereotipos
conjunto, concluimos que el grupo de de género (Eagly y Karau, 2002; puede
mujeres subordinadas es el que establece verse una exposición de la teoría en caste-
mayores diferencias con el resto: se dife- llano en Morales y Cuadrado, 2004).
rencian tanto de los hombres subordinados
como de las mujeres que ejercen un rol de Por tanto, está en manos de las propias
liderazgo. Concretamente, son mujeres organizaciones favorecer el acceso de las
que se adhieren a valores y rasgos estereo- mujeres a puestos de decisión. El control
típicamente femeninos en comparación del impacto de los estereotipos de género,
con sus colegas varones y se alejan de las la redefinición de los roles de liderazgo
mujeres que están en puestos altos en que incluyendo cualidades andróginas (no sólo
estas últimas son más masculinas. Si bien masculinas), la creación de estrategias que
es cierto que la influencia de los estereoti- mejoren la identificación organizacional
pos de género, en cuanto creencias com- de los empleados y la implementación de
partidas socialmente, no es fácil de detec- políticas destinadas a paliar los efectos de
tar y controlar, no es menos cierto que las las responsabilidades familiares de las
organizaciones juegan un papel funda- mujeres son sólo algunas claves para
mental a la hora de controlar los efectos comenzar a construir una sociedad más
del contexto en los procesos de estereoti- igualitaria en la que fenómenos como el
pia (p.e., en los procesos de selección). techo de cristal dejen de ser una realidad
Como ha demostrado recientemente Agars cotidiana.
(2004), los estereotipos de género ejercen
un gran impacto en el mantenimiento del
techo de cristal, y favorecen a los hombres REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
en detrimento de las mujeres. Según este
autor, considerar el efecto de los estereoti- Agars, M. D. (2004). Reconsidering the
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mujeres en una organización hipotética,
demostrando que contribuyen en alto Arias, A. V. (2001). Rasgos libres y
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