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ESCENA VII
ESCENA VIII
Dichos, menos Aquiles.— Dentro Deidamia y Voces.
Tetis. ¡Ay hijo del alma mía! Sale Aquiles con Deidamia en los brazos, que vendrá
ese valor ha de ser vestida de caza bizarramente.—Luego Cazadores.
mi muerte, y yo he de perder,
perdiéndote, mi alegría. Aquiles. Desmayóseme en los brazos.
Quirón: un mortal asombro (Pénela en el suelo.)
ocasionó mi camino; Emboscado estoy seguro;
el oráculo divino aquí corre un cristal puro
y mil sabios que no nombro que el cuerpo divide en lazos.
me afirman que si se parte Cristal con cristal pretendo
con el ejército griego resucitar.
mi Aquiles á Troya, el fuego Deidam. ¡Ay de mil
que Venus ofrece á Marte ¿Dónde estoy?
ha de ser su perdición; Aquiles. Ya ha vuelto en sí.
muerte le han de dar cruel, Dos soles están lloviendo.
puesto que quede por él Sosegad, mi cazadora,
asolada la nación que si da gusto la presa
que en Troya á Paris ampara. á quien la caza profesa,
Esto profetiza Apolo; un alma que en vos adora
es hijo Aquiles, es solo tenéis á los pies rendida;
y es los ojos de esta cara. mas ¿qué mucho la rindáis
Si siempre que se me acuerda si con dos flechas tiráis
que su luz me ha de faltar que, dando muerte, dan vida?
excede mi llanto al mar, Deidam. Monstruo, mas no digo bien,
¿qué he de hacer cuando le pierda? que ofendo tu gentileza,
Tú, que su ayo y maestro aunque tan rara belleza
eres desde que salió monstruosidad es también.
al mundo, y de quien fió Deidad de este bosque umbroso,
mi fe el amor que le muestro, héroe, semidiós ú hombre,
aconséjame del modo que no hallo decente nombre
que podré librar su vida, que cuadre á tu rostro hermoso;
que á esto ha sido mi venida. mira que heredera soy
Quirón. Ya yo sé que el mundo todo hija del Rey Licomedes,
ha de registrar Ulises, y que si el límite excedes
que de buscarle se encarga, honesto y dos voces doy,
y á cuya prudencia larga tengo esta montaña llena
los más remotos países de monteros que podrán
no han de poder defenderle. darte muerte y mezclarán
Si su natural inquieto con mi venganza mi pena.
diera lugar al secreto, Aquiles. Princesa de mis ojos,
lo mejor fuera esconderle. que, pues en ellos tiene
Mas ¿cómo tendrá sosiego su origen mi esperanza
encerrada la inquietud, justo es que en ellos reines,
con grillos la juventud, recelos asegura,
y dentro la mina el fuego? que no osan atreverse
¿Pero qué es ello? á tu deidad hermosa
Tetis. ¡Ay de mil deseos descorteses.
(De dentro voces y ruido.) Efectos tan contrarios
ACTO PRIMERO i2i
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i22 EL AQUILES
asegurar la vida de un mozo ocasionado
por este atajo puedes; de amor y de años verdes.
¿qué harán, si aquí te matan, No aguardes cortesías
sin ti Quirón y Tetis? de quien á nadie teme,
Aquiles. ¡Oh estorbos envidiosos que pocas coyunturas
de los mayores bienes, de amor fueron corteses.
que en cifras de hermosuras Cebado en matar hombres,
los cielos comprehendenl lugar y tiempo ofrece
Sabréis quién es Aquiles. para que al Rey, tu padre
Hermoso Sol que enciendes y mi señor, te lleve.
un alma hasta hoy de bronce; Aquí tengo un caballo
si para detenerte que á los del sol excede
son ruegos poderosos y lleva pies de plumas
y, como afirmas, tienes con que ligera vueles.
amor á quien ya llora ¿Qué aguardas?
el verse de ti ausente, » Deidam. ¡Ay amor!,
espérame no más ¡ay honra!, indiferente
del tiempo y plazo breve estoy entre vosotros;
que tardo en quitar vidas pero si la honra vence
a los que nos ofenden. donde el valor se estima,
Garbón, sé tú mi Argos, perdone amor aleve,
y mientras mi amor vuelve que jura hasta que goza
á reiterar favores, y goza hasta que miente.
guárdame diligente (Vanse los dos.)
la prenda que te fío.
¡Ay cielos, si te duermes, ESCENA XII
para pagar descuidos
qué pocas vidas tienesl (Vase.) Garbón.