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En 1985 la Ciudad de México fue azotada por un terremoto que dejó grandes pérdidas humanas y

materiales. Cuatro años más tarde inició la construcción de uno de los proyectos más grandes e
importantes en materia de protección civil, no sólo de nuestro país, sino de todo el mundo: el Sistema
de Alerta Sísmica de la Ciudad de México (SAS).
Con 12 estaciones sismo sensoras que cubrían de forma parcial un segmento de la costa de Guerrero,
en 1989 comenzó el desarrollo del SAS bajo la vigilancia del Centro de Instrumentación y Registro
Sísmico, A. C. (CIRES). Desde entonces, la red no ha dejado de crecer hasta convertirse en el Sistema de
Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX), con 64 estaciones instaladas en las zonas sísmicas de Guerrero,
Jalisco, Colima, Michoacán y Puebla.
Las ondas sísmicas llamadas superficiales viajan a una velocidad de entre 3.5 y 4.0 km por segundo,
por lo tanto se tardan entre 75 y 85 segundos en recorrer la distancia entre la costa del estado de
Guerrero y la Cd. De México (300 km). Como las ondas de radio son más rápidas que las sísmicas, a
través de ellas se envía la información de los parámetros del sismo, desde los sensores próximos al
epicentro hasta los receptores de las zonas que va a afectar.
La alerta sísmica se activa automáticamente cuando las estaciones detectan el inicio de un sismo. De
inmediato se envía una señal de radio a unos sistemas de cómputo para que, según los criterios de las
autoridades locales de Protección Civil, se emitan las alarmas en lugares públicos de Toluca, Oaxaca,
Acapulco, Chilpancingo y la Ciudad de México. Es por ello que existen dos tipos de alertas:
Alerta pública: si se espera un sismo de efectos fuertes (que es cuando se activa la alarma sísmica).
Alerta preventiva: para sismos moderados.
Una alarma sirve para alertar a la población ante un inminente movimiento telúrico, lo que permite
iniciar las acciones de prevención antes de que lleguen las ondas sísmicas y puedan ocasionar daños. El
tiempo de respuesta varía según la distancia a la que se encuentra el epicentro del sismo, pero incluso
unos cuantos segundos pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte.
En el caso de la Ciudad de México, la alerta sísmica se activa a cuando los algoritmos detectan que el
movimiento telúrico puede alcanzar los 6 grados, aunque muchas veces los sismos que la activan no
siempre llegan a esa magnitud.
Las alarmas permiten iniciar las acciones de prevención antes de que lleguen las ondas sísmicas y
puedan ocasionar daños.
En un inicio los avisos de alerta eran difundidos a través del Sistema de Alerta Sísmica Personalizado
(SASPER), instalado en algunas escuelas, edificios de gobierno e instituciones de emergencia. Sin
embargo, ahora los avisos son transmitidos por medio de emisoras de radio regionales especiales,
cuya señal permite operar la función automática de receptores (llamados Sistema de Avisos de Riesgos
Mexicano) que están diseñados para advertir de fenómenos naturales como sismos o huracanes.
Después del terremoto del año pasado que afectó a la Ciudad de México, Morelos, Oaxaca, Puebla y
Chiapas, el CIRES ha buscado formas de mejorar la alerta. Y justo la semana pasada, 12 de septiembre,
la UNAM y el CIRES anunciaron que implementarían un algoritmo desarrollado por Armando Cuéllar,
un doctorante del Instituto de Geofísica de la UNAM.

El algoritmo de Cuéllar determina tan sólo tres segundos después de que se generó un movimiento
telúrico si se requiere activar la alerta sísmica pública. Con esto, la alerta se activará 8 segundos antes.
A pesar de que ocho segundos pueden parecer pocos, pueden ser claves para salvar vidas.
Además, será de mucha ayuda para las poblaciones que viven cerca de las zonas más cercanas al
epicentro, que usualmente no cuentan con un alertamiento temprano.

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