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De los "Human Factors" a la "Ergonomía"

Autor/Author: J.L. Mercado


Presidente de la AEE
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Desde muy antiguo, los científicos han estudiado el trabajo para reducir su
penosidad y/o para mejorar su rendimiento, y así por ejemplo, Leonardo DA VINCI
en sus «Cuadernos de anatomía» (1498) investiga sobre los movimientos de los
segmentos corporales, de tal manera que se le puede considerar como el
precursor directo de la moderna biomecánica, al igual que los análisis de Alberto
DURERO recogidos en «El arte de la medida» (1512) sirvieron de inicio a la
moderna antropometría, e incluso Juan de Dios HUARTE en su «Examen de
ingenios» (1575) busca la adecuación de las profesiones a las posibilidades de las
personas.

Pero lo cierto es que solamente será, a partir de la llamada Revolución Industrial,


cuando se realicen las primeras investigaciones científicas en este campo, por lo
que como asegura MARTÍNEZ SIERRA, «paradójicamente, la evolución
tecnológica ha sido la que ha puesto de relieve la necesidad de optimizar las
funciones humanas».

Efectivamente, fue la creciente exigencia de que los hombres se adaptaban a las


nuevas y cada vez más complejas máquinas creadas a partir de la Revolución
industrial lo que puso de manifiesto la importancia de los factores humanos ya
que, tal y como sigue diciendo este autor, «en sistemas complejos, donde parte de
las funciones clásicamente ejecutadas por el hombre han podido ser sustituidas
por máquinas, una incorrecta adaptación de las funciones humanas pueden
invalidar la fiabilidad de todo el sistema».

De aquí que, en esta etapa histórica no sólo se tengan en cuenta los factores
físicos del hombre sino también los fisiológicos, hasta el punto de que como dice
MARCOLLI, «el conocimiento de las relaciones dimensionales y fisiológicas del
hombre tuvo de este modo una función de primer plano en el diseño de las
máquinas».

Pero aunque ya en 1829 DUPINE defendía la necesidad de ajustar las


herramientas al hombre y no el hombre a las herramientas, y Karl MARX había
denunciado en 1850: «la deshumanización del trabajo», en el que la máquina
imponía su ritmo, durante toda esta etapa, el criterio básico de todos los estudios
fue solamente el de la eficacia mecánica. Razón por la que como dice LAVILLE,
«bajo este patrón tecnocrático de conducta, un obrero, por ejemplo, tendrá que
ajustar sus músculos, sus reflejos, su estatura, su envergadura y posición, sus
brazos y manos a la altura, tamaño y condiciones de la máquina».

Ello explica la utilización durante toda esta etapa de la denominación «Human


Factors Engineering» o «Ingeniería humana», para definir los estudios sobre los
procesos de trabajo, como respuesta científica a los problemas que planteaban los
sistemas de organización industrial imperantes sobre todo en los Estados Unidos.
Y en los que convergen investigaciones en el campo de la biología, como la
fisiología del trabajo, y de la ingeniería, como la biomecánica del trabajo dando
lugar a la llamada «organización científica del trabajo».

Generalmente, y con toda razón, se considera que como nos recuerda NIKLISON
«fue el ingeniero norteamericano Frederic Wislow TAYLOR, quien primero se
ocupó del problema de la organización científica del trabajo». Cuando a finales del
pasado siglo comienza a estudiar la organización del trabajo en los talleres
mecánicos.

Como es natural, estos talleres ya poseían una organización establecida; pero fue
TAYLOR el primero que sometió a análisis esta organización, comprobando si las
operaciones, se realizaban y ejecutaban de la manera más económica posible; es
decir, si la relación entre la energía empleada y los resultados obtenidos podía
hacerse mayor utilizando un nuevo procedimiento que con los métodos
establecidos.

Sus primeras investigaciones datan de 1878 orientándose a individualizar, de entre


el conjunto de movimientos que integran una tarea, cuáles de ellos son necesarios
y cuáles no pudiéndose por tanto suprimir, bien sea mediante adiestramiento del
personal, bien sea mediante la mejora de las condiciones del trabajo.

A continuación determinó, mediante numerosas experiencias con distintos tipos de


trabajo, el ritmo más adecuado para alcanzar el rendimiento máximo, así por
ejemplo, manejando piezas con un peso de 45 Kgs. cada una de ellas, el obrero
no debe soportar la carga más de un 43% de la jornada.

Centrando finalmente su atención en la fijación de las dimensiones más


adecuadas de algunos útiles de trabajo, también para lograr el máximo
rendimiento, determinando por ejemplo que en el paleo de materiales, el máximo
rendimiento se logra utilizando palas con una capacidad de carga de 1/4 Kg.

De los continuadores de TAYLOR, el más importante es Frank Bunker GILBRETH


que sistematizó el estudio de movimientos y tiempos estableciendo los diagramas
de procesos (threblig) en los que mediante símbolos convenidos se representa el
desarrollo de cada operación, con las diversas variables de las que depende el
rendimiento en el trabajo y cuyo análisis consistía en el estudio de los movimientos
que realizaba el obrero, los trayectos que seguían los materiales que utilizaba, la
colocación y tipo de las herramientas, etc., llegando a la conclusión de que existe
un número óptimo de movimientos para cada trabajo, mediante los
cuáles se obtiene el máximo de eficacia en el menor tiempo posible.

Con ellos, la organización científica del trabajo se establece como ciencia,


ampliando su trabajo al análisis de muy variados problemas relacionados con la
simplificación y racionalización del trabajo, fruto de los cuáles fue la implantación y
desarrollo de la producción en serie y el trabajo en cadena, en los que el operario
pasa a ser considerado como parte integrante de la propia máquina, razón por la
que, como afirma VÁZQUEZ, «pese a su nombre - organización científica del
trabajo -, no es científica, ya que sólo reconoce un aspecto: el hombre no es más
que un motor que produce».

Efectivamente la característica principal de esta organización científica del trabajo


es precisamente el reducir al máximo los elementos de espontaneidad,
sustituyéndoles por normas rutinarias acordes con el ritmo regularizado y
recurrente que asumen los movimientos del individuo, en gran parte adaptado a
las necesidades de la máquina y no a la viceversa, con lo que tal y como señala
ESTEVA, «la máquina se convierte para el obrero en una autoridad impersonal
que le somete a un ritmo determinado, no siempre adecuado a su específica
capacidad y fisiología individual ni a su percepción del sistema».

Por eso y como afirma GUSTAVSEN, «el taylorismo y las escuelas teóricas
relacionadas con el mismo han sido criticadas durante la mayor parte de su
existencia», y a veces tan mordazmente como lo hace Charles CHAPLIN en su
demoledora película «Tiempos modernos».

Muchos de los aspectos negativos, producidos por esta subordinación total del
hombre a la máquina se pusieron de manifiesto con la I Guerra Mundial, al
generalizarse el uso de nuevos tipos de máquinas bélicas, como los tanques y los
aviones, que en general eran diseñados de modo que se obtuviera una eficiencia
mecánica máxima pero que exigían prolongados períodos de entrenamiento para
conseguir que los hombres se adaptasen a su complejo, incómodo y peligroso
manejo.

No obstante, tras la I Guerra Mundial, y quizás debido a ella, la opinión pública


empezó a sensibilizarse por los aspectos fisiológicos de las condiciones de
trabajo: esfuerzo físico agobiante, nivel de ruido y de calor insoportables,
aceleración de los ritmos, deterioro de las condiciones de higiene y de seguridad,
etc., apareciendo una creciente preocupación por el individuo. Lógicamente y
como dice GUSTAVSEN, «los primeros esfuerzos por dar a estos conceptos una
expresión práctica, se centraron en la industria a nivel de centro de trabajo, con
objeto de cambiar los criterios de diseño de los puestos de trabajo»

En consecuencia, se empezó a considerar que el hombre no es una simple


prolongación de la máquina, sino que forma, junto con ella, un «sistema» en el que
se integran tanto los elementos materiales del puesto de trabajo, como el conjunto
de factores humanos del operario, si bien todavía, y como afirman a este respecto
CASTILLO Y PRIETO, «en una perspectiva mecanicista se tratará de establecer la
relación entre «condiciones de trabajo» y «rendimiento» a través de la medición de
la «fatiga», a fin de llegar a establecer «las cargas fundamentales que rigen la
eficacia humana».
Así por ejemplo, el francés Charles BEDAUX definió la cantidad de trabajo que el
hombre normal podía efectuar por minuto en una jornada de 8 horas sin perjudicar
su salud, con la que la unidad de medida del trabajo humano pasó a ser de 60
«Bedaux» a la hora. E igualmente en los Estados Unidos hacia los años 20 se
fundó el «Industrial Fatigue Research Board» (Consejo para el Estudio de la
Fatiga en la Industria).

De otra parte y aunque ya en 1913 Hugo MUNSTERBERG había publicado un


libro titulado «Psicología y eficiencia industrial» y existía el «National Institute of
Industrial Psychology» (Instituto Nacional de Psicología Industrial), los factores
psicológicos no empezaron a tomarse en consideración hasta que en 1927 Elton
MAYO inició sus investigaciones en los talleres de Howthorne de la Western
Electric Company con el propósito de poner en claro bajo qué condiciones de
trabajo podría elevarse la producción, y que duraron 12 años.

Aspectos como por ejemplo, la iluminación o la duración de las pausas de


descanso, fueron modificadas y se observaron los cambios en el comportamiento
de los trabajadores, con lo que pudo demostrarse que el trabajador se involucra
tanto material como mentalmente en su trabajo, razón por la que han de tenerse
en cuenta no sólo los factores físicos y fisiológicos, sino también los psíquicos a
los que responde en su mayor parte el comportamiento humano.

Además, los resultados mostraron realmente la existencia de relaciones entre el


ambiente y el comportamiento. Con lo que se incorpora al binomio hombre-
máquina, un nuevo elemento, el ambiente, aceptando así, como lo hace KALFF,
que «sólo podemos crear buenas condiciones laborales si consideramos todos los
factores que las determina», si bien limitando su campo de aplicación a lo que
GINZBERG denomina «el desafío de contribuir a un ambiente de trabajo más
estimulante».

En definitiva, lo cierto es que, tras la Revolución Industrial en los Estados Unidos


se desarrolla, bajo el nombre de «Human Factors» todo un conjunto de estudios
sobre los aspectos físicos y comportamientos psíquicos del ser humano en el
trabajo que culminan en 1929 con la creación del «Industrial Health Research
Board» (Consejo para el Estudio de la Sanidad Industrial) que contaba entre su
personal investigador con psicólogos, fisiólogos, médicos e ingenieros, como
reflejo de este nuevo y creciente protagonismo de los factores humanos en el
concreto y de momento exclusivo ámbito del trabajo industrial. Ámbito que se verá
superado ya en 1940 con motivo del inicio de la II Guerra Mundial, ya que con ella,
y como dice CHAPANIS, «apareció una nueva categoría de máquinas, máquinas
que no demandaban esfuerzo muscular de su operador sino más bien sus
capacidades sensoriales, perceptivas, de juicio y para tomar decisiones».
Especialmente en el campo de la aviación militar, en donde en un plazo de seis
años se pasó del biplano de madera monomotor a los primeros modelos de avión
a reacción dotados de complejos sistemas de navegación y armamento cuyo
control y manejo debía llevarse a cabo en especiales situaciones de altura y
velocidad poco adecuadas a las condiciones del ser humano.
Por vez primera, equipos multidisciplinares de médicos, ingenieros y psicólogos
trabajan para el ejército al hacerse evidente que el potencial de los equipos
militares, -auténticos sistemas operativos cada vez más costosos- no eran
aprovechados en su totalidad por sus operadores, a los que, por exigencias de la
guerra, no era posible dotar de un prolongado aprendizaje, prefiriéndose por tanto
modificar su diseño de modo que se adaptaran mejor a las características tanto
físicas como psíquicas del operador. Con lo que como dice BROADBENT, «el
estudio del rendimiento humano y de las relaciones hombre-máquina adquirió un
gran impulso».

Y ello no sólo porque se llevasen a cabo en esta época importantes estudios


estadísticos sobre los principales parámetros y factores humanos a fin de
establecer las tendencias centrales y las desviaciones estándar para facilitar la
adecuación de las máquinas a la enorme variedad de tipos humanos que las
tenían que utilizar, sino y sobre todo, porque se empezaron a incorporar a las
aportaciones provenientes de los estudios sobre anatomía y fisiología funcionales,
las procedentes del campo de la psicofisiología experimental, perceptiva y
cognitiva.

Sobre estas experiencias y una vez finalizada la guerra se produjo un renovado


interés por las condiciones en que el ser humano desarrolla su trabajo pero desde
un nuevo enfoque, al considerar que la relación hombre-máquina-ambiente es una
relación interactiva en la que los tres elementos han de ser vistos como
componentes de un mismo sistema, con lo que el objeto de estudio pasará a ser
«el hombre en actividad» o, como indica PARCAUD, «los intercambios
reguladores entre el entorno profesional y el trabajador». Y, como dicen CASTILLO
Y PRIETO, «la novedad de este enfoque va a dar lugar a un neologismo capaz de
expresarlo: ERGONOMIA».

Este neologismo, acuñado a partir de las raíces griegas ***** (ergon) = trabajo y
***** (nomos) = ley, aparece por vez primera, que sepamos, en 1857, en un libro
titulado «Compendio de Ergonomía o de la ciencia del trabajo basada en verdades
tomadas de la naturaleza» escrito por el polaco Wojciech JASTRZEBOWKI, y del
que seguramente lo tomó el psicólogo inglés Hywel MURREL para denominar la
primera organización especializada, la «Ergonomics Research Society»,
constituida en 1949 por un grupo interdisciplinar de expertos británicos y cuyo
objetivo era el emprender estudios e investigaciones sobre los problemas del
trabajo humano.

Su propio «inventor» MURREL definió la Ergonomía como «el conjunto de los


estudios científicos de la interacción entre el hombre y su entorno de trabajo».

Pero este estudio se refiere, no al hombre aislado ni al entorno aislado, sino al


binomio integrado por ambos ya que como dice a este respecto OBORNE, «la
Ergonomía es una disciplina aplicada y el papel del ergónomo es aplicar sus
conocimientos y su experiencia en lo concerniente a la interacción del hombre con
su ambiente, para asegurarse de que éste es adecuado para él». Lo que plantea
la posibilidad de desarrollarse, como así ha sido, desde distintos enfoques, según
predomine el interés por uno u otro de estos elementos: el entorno o el hombre.

Por eso, mientras que en Norteamérica, y bajo la denominación genérica de


«Human Factors» todos los estudios se han orientado a mejorar los procesos
laborales en sí mismos, en Europa, y bajo la denominación específica de
«Ergonomía», el objetivo básico es la mejora de las condiciones en que el hombre
se desenvuelve en su entorno laboral.

Como afirma WISNER, «el movimiento europeo que adopta el nombre de


Ergonomía se distingue esencialmente de los trabajos americanos de la human
enginering» por la adopción de un doble criterio: el de productividad y el de carga
de trabajo». Según puede comprobarse simplemente comparando el diferente
objetivo a cubrir por este tipo de estudios:

Según los americanos WOODSON y CONOVER, se trata de «una tentativa de


aproximación a los problemas que se presentan en la concepción y la realización
de los objetos utilizados por el hombre, que tiene por objeto el permitir al futuro
usuario, una mayor eficacia y una menor posibilidad de error en la utilización de
estos objetos».

Mientras que en cambio para el europeo WISNER, es «el conjunto de


conocimientos científicos relativos al hombre y necesarios para concebir útiles,
máquinas y dispositivos que puedan ser utilizados con la máxima eficacia,
seguridad y confort».

Así, mientras que en Norteamérica sólo se trataba de mejorar los resultados de la


producción laboral mediante la racionalización de las formas de trabajo - lo que
pasa o puede pasar por una modificación de las condiciones en que se lleve a
cabo -, pero que en cualquier caso y como dicen a este respecto CASTILLO y
PRIETO, «una vez solucionado el problema de la productividad, dejar de haber
problema y estudio de las condiciones de trabajo», en Europa se busca junto al
incremento de la productividad, una mejora de las propias condiciones de trabajo,
reduciendo al máximo sus cargas y costos psicofísicos.

Por tanto a la Ergonomía le preocupan los aspectos cualitativos de la actividad y


no sólo los cuantitativos del trabajo, ya que cada día se comprende mejor que el
diseño y disposición de herramientas, equipo y lugares de trabajo, así como el
control de las condiciones ambientales ventilación, ruido, iluminación, temperatura,
etc., e incluso la organización de los propios procesos operativos a realizar
(postura y atención requerida, tiempos y secuencias de actuación, carga y stres
producido, etc.) más adecuadas, contribuye de manera considerable al bienestar y
rendimiento de los trabajadores al reducir la fatiga física y la tensión nerviosa.

En definitiva y como dice DE ANTONIO, «la Ergonomía no trata de modificar al


hombre sino sus condiciones de trabajo y se orienta principalmente a la protección
del trabajador, no al aumento de la producción». Razón por la que en la
Ergonomía se valoran los aspectos subjetivos del hombre mientras que los Human
Factors se limitan al estudio de sus aspectos objetivos. E igualmente y según
SCHERRER, «se podría decir que la Fisiología y la Psicología del trabajo estudian
la adaptación del hombre a su tarea, sin embargo, la Ergonomía tiene por fin
modificar ésta y obtener las condiciones óptimas de la actividad». Pudiéndose
decir que en tanto que los Human Factors determinan las condiciones mínimas del
«nivel de seguridad» en el trabajo, la Ergonomía en cambio establece las
condiciones máximas de «nivel de calidad» en el trabajo.

Por tanto Ergonomía e Ingeniería humana no son sinónimos, por cuanto en la


primera el objetivo último es el bienestar global del hombre, mientras que en la
segunda sólo lo es su capacidad productiva.

Planteándose así el dilema de si debe adaptarse el hombre al trabajo, o si debe


adaptarse el trabajo al hombre. En otros términos y como dice MARCOLLI, «si se
estudian los objetos y las máquinas adecuadas a la fisiología humana a fin de que
el hombre se adapte al trabajo, para un mayor rendimiento y una mejor prestación,
para un aumento, por consiguiente, de la productividad industrial, o bien a fin de
que el trabajo se adapte al hombre, a la medida humana, y asuma, por tanto,
significados más humanos». Considerando, como lo hace PETERS, que «los
medios de trabajo ideados y creados con perfección ergonómica ayudan a evitar
daños a la salud y sus negativas consecuencias económicas».

Todo ello ha permitido a LE GUERN y a NORVILLE afirmar que «la aplicación


básica de la Ergonomía es concebir y modificar los puestos de trabajo en función
de las capacidades de los operarios y de su comportamiento en el trabajo». Si
bien y en principio la «Agencia Europea para la Productividad», dependiente de la
organización para la Cooperación Económica Europea, más tarde convertida en la
«Organización para Cooperación y Desarrollo Europeo» (O.C.D.E.) estableció en
1955 una sección de «Factores Humanos para el estudio de la Adaptación del
trabajo al trabajador» cuyas primeras conclusiones fueron presentadas en el año
1957 en Leiden (Holanda) donde se planteó la necesidad de alguna clase de
organización que pudiera continuar y extender la cooperación internacional en
este campo, lo que tuvo lugar en París el año 1958, en que se toma la decisión de
crear la «Asociación Internacional de Ergonomía», cuyo I Congreso tuvo lugar en
Estocolmo en 1961.

En todo caso y aunque se trate de enfoques distintos lo cierto es que, tanto si


hablamos de Factores Humanos como si lo hacemos de Ergonomía tal y como
afirma LEE, «su finalidad consiste en estudiar las interrelaciones hombre-máquina,
la «adecuación» entre las dimensiones y capacidades del ser humano y las
máquinas que éste construye para que le ayuden». Razón por la que, durante
mucho tiempo el ámbito de la Ergonomía, al igual que el de los Factores
Humanos, ha estado reducido, como MUNIPOV y ZINCENKO dicen, «a la
optimización multidimensional de la actividad laboral», e incluso actualmente y
para muchos, desde una visión simplista y parcial, éste sigue siendo su exclusivo
campo de aplicación.

Quizás por ello la mayor parte de las múltiples y variadas definiciones que del
concepto de Ergonomía podemos encontrar en la bibliografía especializada se
centran en el limitado campo de lo laboral; y así por ejemplo:

 Para MURREL (1965) «la Ergonomía es el estudio del ser humano en su


ambiente laboral».
 GRANDJEAN (1969) la considera como «el estudio del comportamiento del
hombre en su trabajo».
 Para FAVERGE (1970) «es el análisis de los procesos industriales centrado en
los hombres que aseguran su funcionamiento».
 Según MONTMOLLIN (1970) «es una tecnología de las comunicaciones dentro
de los sistemas hombres-máquinas».
 Para CAZAMIAN (1973) «la Ergonomía es el estudio multidisciplinar del trabajo
humano que pretende descubrir sus leyes para formular mejor sus reglas».
 Igualmente ocurre en aquellas otras definiciones elaboradas con un carácter
más general por organismos e instituciones como puede comprobarse en las de
la Organización Internacional de Normalización (ISO) que definía en 1961 la
Ergonomía como «la aplicación de las ciencias biológicas del hombre, junto con
las ciencias de ingeniería, para lograr la adaptación mutua óptima del hombre y
su trabajo, midiéndose los beneficios en términos de eficiencia y bienestar del
hombre».
 El Ministerio de Trabajo de nuestro país que la define (1974) como la
«Tecnología que se ocupa de las relaciones entre el hombre y el trabajo».
 O la propia Real Academia Española que en la última edición de su diccionario
(1992), la define como «el estudio de datos biológicos y tecnológicos aplicados
a problemas de mutua adaptación entre el hombre y la máquina».

Olvidando, en todas ellas aspectos tan obvios e importantes como que: De una
parte que los efectos del trabajo no se limitan a aquellos que pueden ser
constatados en un determinado tiempo y lugar, sino que inciden en toda la vida del
individuo y, por tanto, si bien es cierto que como dicen TERSSAC, QUEINNEZ y
CHRISTOL, «la mayoría de las investigaciones en Ergonomía versan
generalmente sobre la vida de trabajo y poco sobre la vida fuera del trabajo»,
también lo es el que, como afirman CASTILLO y PRIETO, «la vida de trabajo
configura de alguna manera la personalidad de los trabajadores y a través de ella
su vida extralaboral».

De otra que, como, de acuerdo con el criterio de MAÑA, «el término de equipo o
máquina puede actualmente hacerse extensivo a todos los instrumentos utilizados
por las personas para realizar cualquier tarea (...) todo puede entrar en el amplio
concepto de «objeto-herramienta», cuyo diseño y realización debe llevarse a cabo
en función de los factores ergonómicos que establecen sus relaciones con el
hombre que las va a utilizar».
En todo caso los óptimos resultados obtenidos en el campo militar permitieron no
sólo reforzar la importancia de la Ergonomía como tal, sino que amplió su ámbito
de actuación, dando lugar en la década de los 50 a una fase en el campo del
Diseño Industrial en la que las posibles soluciones a aportar deberán ser
científicamente justificadas, probadas y modificadas antes de su fabricación, para
lo que en la década inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial los
más destacados diseñadores de la época como Raymond LOEWY, Zdenek
KOVAR, Walter DOWIN TEAGUE o Henry DREYFUSS empezaron a potenciar la
investigación empírica de la función, en la creencia de que un producto agradable
de manipular contribuya al bienestar general, incorporándose así el uso y
aplicación de la Ergonomía al diseño de todo tipo de objetos, artefactos y equipos
de uso común para adecuarlos a las características, necesidades y limitaciones
del previsto usuario.

Además, tras la II Guerra Mundial y en base a ella, se produjo un desarrollo


indiscriminado y rapidísimo de un nuevo tipo de macrociudad inhóspita e
inhumana, lo que motivó el que cada vez más se empezara a prestar atención al
tratamiento y diseño del medio ambiente urbano y arquitectónico, a medida del
hombre, por entender, como lo hace MITSCHERVICH, que «el hombre de la
ciudad, o mejor dicho el hombre de los centros de vivienda y de producción, es
inseparable de las condiciones de vida proporcionados por esos espacios
técnicos». Y así, por ejemplo en 1952, en el VIII «Congreso Internacional de
Arquitectura Moderna (CIAM) celebrado en Hoddesdon (Londres) se presentó el
problema de la «medida humana» en términos psicológicos, llevándolo al campo
de las estructuras espaciales

Ya no eran sólo los ingenieros quienes concebían ergonómicamente el ámbito


laboral y las máquinas-herramientas para mejorar los procesos de producción
industrial, también los diseñadores y arquitectos aplicaban la Ergonomía en la
concepción de los objetos y espacios de uso cotidiano aceptando que, como
afirma BONSIEPE, «la Ergonomía puede desempeñar un papel muy importante en
la búsqueda de una respuesta satisfactoria a los requisitos de uso».

Se inicia así una ampliación de la Ergonomía, en la que se alcanza ya un ámbito


global de aplicación extendido a la totalidad del entorno habitable en un loable
afán de elevar el nivel de calidad de vida del hombre. Y se impone un nuevo
enfoque, humanista, de la elaboración ergonómica del entorno habitable ya
reclamado por CHERMAYEFF y ALEXANDER cuando afirmaban que «el hombre
civilizado debe dar prioridad al desarrollo de una ciencia unificada del control
ambiental que podría producir un diseño integral», con lo que puede decirse que la
Ergonomía alcanza su plena mayoría de edad.

Algo que sólo algunos autores, los menos, y ya en la década de los 80 han
recogido en sus definiciones como es el caso de PHEASANT según el cual la
Ergonomía busca «acomodar el lugar de trabajo, al sujeto y el producto al
usuario», y especialmente McCORMICK para el que, de una forma mucho más
generalista y global, la Ergonomía es «el proceso de diseño para uso humano».

De aquí el que actualmente la Asociación Internacional de Ergonomía defina esta


como el "Conjunto de conocimientos científicos aplicados para que el trabajo, los
sistemas, productos y ambientes se adapten a las capacidades y limitaciones
físicas y mentales de la persona" e igualmente y en la misma línea la Asociación
Espáñola de Ergonomía la considere como "El conjunto de conocimientos de
caracter multidisciplinar aplicados para la adecuación de los productos, sistemas y
entornos artificiales a las necesidades, limitaciones y caracteristicas de sus
usuarios, optimizando la eficacia, seguridad y bienestar".

Ciertamente hoy en día, el campo de acción de la Ergonomía ha experimentado


una notable expansión al aceptar que el ámbito de actuación del ser humano va
mucho más allá de la mera actividad laboral abarcando potencialmente todas
aquéllas en las que el hombre hace uso de cuanto le rodea, lo que ha permitido
pasar, al menos conceptualmente, de una Ergonomía «de» y «en» la industria, a
una Ergonomía «de» y «en» la sociedad, hasta tal punto que actualmente, y como
señala WOHLMILL, «hay muy pocos campos, si es que aún queda alguno, que no
se refieran en algún momento a la relación entre el hombre y su medio ambiente».

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