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Ética comunicativa y educación para la Democracia (Guillermo Hoyos Vásquez)

El punto de partida (de esta propuesta) es fijar la función específica de la formación en valores
en el proceso educativo, para mostrar precisamente lo que ella significa para preparar a los
miembros de la sociedad civil. Se trata de plantear las relaciones entre ética y política,
mediadas por el proceso educativo.

En un planteamiento que ha sido considerado como peligrosamente cercano al escepticismo


(Apel 1989), que él mismo pretende superar, Jürgen Habermas ha expuesto el sentido de la
ética comunicativa con relación a los procesos educativos. El positivismo jurídico y el
escepticismo valorativo (confusiones que se han infiltrado en el sistema educativo) tienen el
mismo origen: la desesperanza de poder obtener algún tipo de criterio a partir de formas de
argumentación racionales. Ante la imposibilidad aparente de encontrar los «verdaderos
fundamentos» de la moral, las alternativas postmodernas sugieren volver a lo radicalmente
diferente, a la individualidad de cada quien. Se conforman así los dos extremos en el proceso
educativo: quienes pretenden seguir «enseñando e inculcando» normas y quienes optan por no
«interferir» en la formación del «otro». Se deja de esta manera a la normatividad positiva
regular el espacio público mediante convenciones de corte eminentemente pragmatista.

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