Está en la página 1de 4

HECHOS 1.

12-14
12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual
está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. 13 Y entrados, subieron al
aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás,
Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de
Jacobo. 14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las
mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

INTRODUCCIÓN
A veces me gusta imaginar cómo hubiese sido caminar con el Señor Jesucristo
cuando estuvo en la tierra. Ver en él un “no sé qué” que era muy atractivo para el
alma, poder escuchar sus enseñanzas, se testigo de sus milagros, verlo vivo y
glorioso después de sufrir la muerte en la cruz y verlo ascender al cielo en gloria.
Creo que meditar en estas cosas es un buen ejercicio para preparar nuestras
almas para la gloria, cuando caminaremos con él, y veremos su gloria irresistible,
escucharemos sus maravillosas enseñanzas, podremos ver milagros y maravillas
inimaginables, y lo veremos vivo en el cuerpo de su resurrección glorificado, no
ascendido sino retornado a esta tierra como el Rey Eterno. Ahora, eso también
debe llevarnos a meditar cuál debería ser nuestra actitud mientras no estamos
con él. En un sentido no estamos con él, porque Cristo en su cuerpo humano no
está presente con nosotros, está en el cielo, por otro lado siempre estamos con él
por su Espíritu Santo. Como enseñó el apóstol que entre tanto que estamos en el
cuerpo, estamos ausentes del Señor. Sin embargo, aunque estamos ausentes del
Señor debemos procurar hacer su voluntad, ya él está en el cielo, pero no ignora
ninguna de nuestras acciones, intenciones, pensamientos, omisiones o
dimisiones, por lo que deberíamos hacer como el apóstol también enseñó:
procurar o ausentes o presentes, serle agradables.

SUMARIO
Tema:
La actitud de la iglesia tras la ascensión de Jesucristo.

Título:
PERSEVERANDO AUSENTES DEL SEÑOR

Bosquejo:
Primero, perseveraba en unidad.
Segundo, perseveraba en armonía.
Tercero, perseveraba en oración.

PERSEVERANDO AUSENTES DEL SEÑOR

PRIMERO, PERSEVERABAN EN UNIDAD


12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual
está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. 13 Y entrados, subieron al
aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás,
Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de
Jacobo.
Lo primero que notamos aquí es la unidad que caracterizaba la iglesia. Los
discípulos, más de ciento veinte discípulos como nos lo dice el vs. 15 se reunieron
para ver al Señor y escuchar sus últimas palabras antes de ascender, y lo vieron
subir al cielo. El apóstol Pablo en I Co. 15.6 nos dice que hubo más de quinientos
testigos de la resurrección, pero al parecer al menos ciento veinte de estos
quinientos tomaron una actitud de unidad después de la ascensión del Señor.
Notemos como el vs. 13 resalta que en el aposento alto, el lugar donde celebraron
la Última Cena, era donde moraban los apóstoles. Es interesante mirar que al
menos por más de cuarenta días ellos estuvieran allí. Lo que me llama la atención
es como permanecieron unidos. El aposento alto se convirtió en un lugar de
congregación, por lo que podemos notar por este pasaje que lo primero que hizo
la iglesia después de que el Señor ascendió fue CONGREGARSE. Lo que para
ellos fue una prioridad, actualmente es el último punto de la agenda, o una mera
rutina. Para ellos el morar juntos era el significado de sus vidas ahora que su
Señor se había marchado. La unidad fue algo profundamente representativo en la
Iglesia del primer siglo, era un distintivo indispensable en la iglesia, de hecho, el
Señor mismo ruega al Padre por esto en Jn. 17.20, 21 diciendo  20 Mas no
ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la
palabra de ellos, 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti,
que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me
enviaste. La iglesia tomó una actitud de unidad, y se reunían en el aposento alto,
hasta que el Espíritu Santo viniera a ellos. El Señor les dijo que permanecieran
allí hasta entonces, y la iglesia obediente se reunió. Qué lástima que aunque
tenemos el mandamiento de no dejar de congregarnos muchas veces lo pasamos
por alto. No fue un orden del autor de la Carta a los Hebreos, es un mandato de
Cristo. Ellos perseveraban en la unidad, por lo que consideraban algo
indispensable congregarse. Pero no sólo había unidad.

SEGUNDO, PERSEVERABAN EN ARMONÍA


14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con
María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

La unidad es juntarse, la armonía es tener el mismo sentir. De hecho, ese es el


sentido de la Palabra unánimes: un mismo ánimo, si se quiere, una misma
pasión. Ellos estaban en armonía, compartían la misma emoción, el mismo
estado de ánimo, expectante de la bendición de Cristo cuando llegase sobre ellos
el Espíritu Santo. Muchos cristianos promueven la unidad actualmente, hace
algunas semanas me comentaban de la coalición que tenían pensado hacer aquí
las iglesias de Quibdó. Muchos quieren estar juntos, pero pocos quieren
compartir el mismo ánimo. Algunos quieren estar de malas pulgas y no quieren
llegar a tener la actitud de amor y devoción a Cristo. Quieren hacerlo “a su
manera”. Ese es el problema de la moderna y posmoderna generación de
cristianos, quieren hacer las cosas a su manera “yo no me meto contigo, tú no te
metes conmigo” es lo que muchos quisieran. Reunirnos es fácil, tener armonía no
tanto. Por eso es necesario velar lo unos por los otros, para que ninguno de
nosotros ceda ante un mal ánimo; por eso es necesario sobrellevar las cargas los
unos de los otros, para que las preocupaciones individuales no sean un
impedimento para la armonía de la Iglesia; por eso es necesario exhortarnos los
unos a los otros, para que nos animemos mutuamente con la Palabra a obedecer
a Cristo. Este mismo ánimo se relaciona más con la emoción y el sentimiento que
con otra cosa, porque la unidad se fundamenta en la verdad, pero la armonía en
el amor. Ellos compartían una misma verdad, pero debían tener también un
mismo amor. La unidad les llevaría a congregarse, el amor les llevaría a estar
unánimes. Pero esa unanimidad, esa armonía debía estar dirigida a una cosa:

TERCERO, PERSEVERABAN EN ORACIÓN


14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con
María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

Es muy interesante observar que una de las más importantes prácticas de la


iglesia primitiva fue la oración. Muchos hoy día se reúnen para un sinfín de
cosas, una más fútil que la otra. No niego que los cristianos debemos reunirnos a
múltiples cosas, más porque los tiempos han variado mucho, y no estamos
expectantes de una destrucción nacional como lo estaba la iglesia del primer siglo
por la profecía del Señor Jesucristo de la destrucción de Jerusalén, sin embargo,
no por ello las prácticas comunes deben distinguir nuestras reuniones. Ver una
película, jugar un partido de futbol, compartir opiniones de todo tipo, ir a comer,
entre otros, son cosas buenas, pero no es lo que distingue a la iglesia. La
adoración congregacional es para lo que la iglesia se reúne, y entre esas cosas la
oración cumple un papel fundamental. Aquí vemos que la iglesia construye tres
prácticas tras la ascensión: reunirse, amarse y orar. La oración se convierte en el
oxígeno de la iglesia, es la forma en la que aunque están ausentes del Señor por
el cuerpo, están presentes ante él por el Espíritu, ¿Y es que el cristiano no ama
estar en presencia de Cristo siempre? El culto de oración es como un bache en la
semana, en nuestro camino al culto, es como una escala obligatoria para llegar al
tiempo de adoración, cuando la práctica DIARIA de la iglesia era reunirse para
orar. Y notemos que no era algo sólo de varones, o sólo de mujeres, sino de todos.
Tanto hombres como mujeres participaban activamente del tiempo de oración, en
esta iglesia que acababa de ver a su Señor irse.

Y esto me hace pensar en algo: El Señor habla en una parábola de un siervo malo
que decía en su corazón: mi señor tarda en venir. Me pregunto ¿Será que la
tardanza del Señor es la que nos ha hecho enfriarnos en nuestras disciplinas
espirituales? Estoy seguro que si tuviésemos la absoluta certeza de que el Señor
llegara hoy en la madrugada no nos separaríamos ni un solo momento y
procuraríamos estar en completa oración hasta verlo llegar. Pero como no
sabemos no valoramos el congregarnos, ni el amarnos, ni el orar. Gracias a Dios
no es un problema general en las iglesias, muchos hermanos procuran perseverar
en unidad, en armonía y en oración, con sinceridad y diligencia, pero aún hay
muchos que no tienen esa actitud. Yo espero que nuestro estudio de este libro
encienda en nuestros corazones un profundo deseo de volver a las sendas
antiguas, y que el Señor nos vuelva a la forma de la Iglesia Primitiva, de modo
que forme en nosotros estas importantes virtudes.

Hasta ahora, si en verdad deseamos perseverar ausentes del Señor, esperando su


venida, y en verdad deseamos serle agradables sea en su ausencia o en su
presencia, debemos valorar y procurar la unidad entre nosotros, una unidad
integral como de la que habla Pablo en Ef. 4 que no solo incluye el reunirnos,
sino la actitud humilde y mansa con la que nos reunimos, y la fe y práctica que
tenemos en común al reunirnos. Debemos valorar y procurar la armonía entre
nosotros, que el amor reine y extinga todo fuego del conflicto entre nosotros, a fin
de que compartamos un mismo ánimo en todas las cosas referentes a nuestra
espiritualidad cristiana. Pero ante todo, que esas cosas se redireccionen a una de
las prácticas más importantes de la fe: la oración. Que todos estemos unidos
rogando al Padre, sea hombres o mujeres, todos reunidos, presentándonos ante
Cristo, y ante nuestro Padre celestial con libertad por la gracia de Cristo. Cristo
murió y resucitó para que estemos unidos, en armonía y tengamos un acceso con
libertad al trono de la gracia para acercarnos en oración a Dios.
Por lo que podemos decir que Cristo nos ha otorgado por su gracia tres
bendiciones: Una comunidad a la cual pertenecer, una comunidad en la que
amamos y somos amados y una comunidad con acceso a la presencia de Dios.

Que el Señor nos ayude a valorar todas sus bendiciones, y que podamos
perseverar en estas, para que sea en su ausencia o en su presencia, le seamos
agradables. Amén.

También podría gustarte