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La muerte de “el poeta”

Por: Jonnathan Gutiérrez Socha.

Un día cualquiera, en un mes cualquiera, en un año cualquiera, empieza la historia de un individuo


que para efectos de anonimato sólo se le llamará “el poeta” quién con lírica y un toque de dolor,
tuvo que aprender una cruda realidad que iba a herirlo de muerte, una muerte lenta acompañada
de una agonía incesante a manos de la única creatura majestuosa y sublime que genera debilidad
y hace palidecer al poeta, una mujer.

Antes de continuar, es necesario describir al poeta; lo que se sabe es que es joven, de pocos amigos,
obviamente es amante de una buena lírica, de la buena música y porque no decirlo, de una buena
mujer; además, es amante de la sabiduría la cual ha hecho que le revelara, a modo de epifanía, la
primera de dos estocadas que harán abrir la herida que poco a poco lo llegaría a liquidar.

ESTOCADA 1: La realidad de “el poeta” cambia de rumbo.

La vida de todo ser humano está llena de eventos que han de cambiar la ruta de su destino, todo
se remonta a un lugar de formación clerical, allí “el poeta” tuvo la oportunidad por un corto lapso
de tiempo vivir la experiencia de cumplir lo que desde el colegio había anhelado, formarse para
ser un servidor del Todopoderoso; la decisión la tomó sin vacilación alguna dejando atrás a un
amor, la cual se le mencionará con la letra K, que vivirá para siempre en lo más recóndito de su
corazón y es por ese alguien, de modo secreto y prohibido que, este joven inicia su amor por la
poesía en conjunto de la mística religiosa. Al salir de este lugar, juzgado por los que antes lo
admiraban debido a una cruel injusticia que se ha quedado callada en el olvido, “el poeta” decide
emprender un nuevo rumbo, lleno de conocimientos que hasta este día han colmado la sed de
revivir a modo del ave fénix.

Gran admiración y fascinación tiene “el poeta” por un escritor que postula que el Santo Oficio ha
de ser catalogada como una ramera, y no de esas baratas, sino de élite; además la titula que es
Babilónica para peor de males. En un momento de reflexión de esas cosas de la academia, “el
poeta” escucha con efusiva emoción un discurso de ese autor que para muchos es prohibido,
llega a la mente de este una serie de cuestiones que en algún momento de su existencia había
tratado de evadir, ya sea por miedo o por simple y llana indiferencia. Después de tantas
disertaciones, a la luz de un café y un cigarrillo en la mano, “el poeta” llega a una conclusión tan
vehemente y tan clara como las aguas de una isla paradisiaca, - ¡La vida es una vil basura, soy
una repugnante y minúscula cucaracha! - resuena de su boca algo profana; esta epifanía puede
que no sea tan mayúscula en proporción con la segunda o la tercera, pero es el abrebocas de todo
lo que se le avecina.

ESTOCADA 2: La mujer, el arma más letal para el corazón.

¿Qué es el amor?, para algunos es una sensación de felicidad absoluta, para otros es un ideal que
busca propiciar momentos de éxtasis y letargo; sin embargo, para “el poeta” es un fiasco, un
cruel elemento de tortura, una ilusión que enceguece y lastima, un laberinto que hace que se
pierda el ser humano en un teatro de ilusiones y promesas falsas. Todas estas manifestaciones y
pensamientos surgen a consecuencia de una mujer, quien de manera repugnante y sin un toque de
humanidad, decide jugar y romper como el cristal, no sólo el corazón sino el mundo de “el
poeta”. Se trata de N, una mujer mayor al joven, él se enamora de ella por su dedicación,
seriedad y un toque de fogosidad en su ser.

Un día séptimo del mes quinto, inicia el camino que en un momento lleva al cielo, ya que se
hacían promesas de un para siempre ante el altar del Todopoderoso; pero que al final conducirá
al infierno y a la muerte del poeta. Si bien, se dice en el adagio popular “tres son multitud”, en la
relación entra un demonio vestido de juventud llamado A, quien fue metiendo sus manos llenas
de sangre, de olor a pólvora a causa de aquellos que han caído en su mirilla y de un toque beatico
en donde no le convenía. Poco a poco este infernal sujeto se hace amigo de “el poeta” y de N,
todo eran risas y locuras; pero en un momento de compartir entre A y “el poeta”, el primero
enuncia algo que empieza a inquietar a nuestro joven personaje - Cuánto daría por tener a una
mujer como la que tiene – lo dice con un toque picaresco y de total envidia mientras en el fondo
suena una tonada que dice Te compro tu novia pues tú me has dicho como es ella y me gustó la
información... se podría decir que en ese instante se firmó la sentencia de muerte. A partir de ese
día, fueron problemas tras problemas, celos van y celos vienen; tanto así que N llegó a celar a “el
poeta” con una profesora sólo porque él, por evitar más inconvenientes faltó a la verdad y ella en
el disfraz de investigadora, decide saber quién y cómo es ella. Un día dieciocho del mes doce,
después de una pelea de proporciones colosales, se decide que cada uno tome su rumbo, lo que
no esperaba “el poeta”, aún lleno de sentimientos por N, es que se enterara que quien en ese
momento era su amigo, estaba con ella deleitándose de sus labios y de su piel; y lo peor no es
eso, lo mortal para nuestro personaje es que ya tenían planes para casarse; en ese instante, “el
poeta” lanza improperios al cielo y grita con impotencia - ¡MUERTE AL AMOR, MUERTE A
LA LÍRICA Y SOBRE TODO MUERTE AL POETA, MALDIGO EL DÍA EN QUE EL
AMOR SE CREÓ!- lleno de odio, ponzoña y rencor en su alma toma un cuchillo oxidado que
tenía cerca, y lentamente lo desliza por su brazo y con la tinta roja que brota de sus venas escribe
lo siguiente:

“Hoy el sol ha dejado de calentar mi ser, la luna como guía de las tinieblas de la noche ha
dejado de brillar en mis ojos, recíbeme Oh buen y misericordioso salvador en tus brazos, ya que
los de mi amada musa inspiradora están entrelazados con el que de hoy en adelante será para
siempre el culpable de la muerte del poeta”

con un poco más de fuerza en su ser, clava el cuchillo en su pecho deslizándolo de arriba abajo
en señal de que, aunque esté muerto, la mitad de su corazón aún pertenece a ella y tendido en el
suelo, cubierto por su propio manto escarlata, entrega su espíritu.

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