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JACQUELINE DE-ROMILLY Los grandes sofistas de la Atenas de Pericles ‘TRADUCCION DE PILAR GIRALT GORINA ‘ONIVERSIDAD CATOLICA DE VALPARAISC BIBLIOTECA HISTORIA Paseo Valle N* 396-Casilla 4058 VINA DEL MAR b EDITORIAL GREDOS, 5. A. ~ palabra a pessonaé como Platén o Sécrates. No obstante, muy pronto APARICION Y EXITO DE LOS SOFISTAS {Quign era esta gente que atin hoy Hamames sofi El mismo nombre nos onales de la inteligencia. a la perfeccién cémo ensefiar a servirse de ella, No eran «sabios», n, sino un estado. Tampoco indica: eran pro palabra que no designa una pr ‘eran «filésofos», palabra que sugiere una paciente aspiracin a lo verda- ero, mas que una confianza optimista en la propia competencia. Cono- cian los procedimientos y podian trensmitirlos. Eran maestros del pensa- miento, maestros de la palabra, El saber era su especialidad como el piano cs Ia de un pianista. La idea fue soberbiamente formulada por uno de ‘Tresimaco, que hizo inseribir en su tube: «Mi patria era Caleedo- nia y mi profesin el saber». En principio el término tenfa un valor bastante amplio. Se p ‘mar sofista a un hombre que poseyera 2 fondo los recursos de sv pro actividad, ya fuera adivino o poeta? A veces se continuaba aplicando la. je6 al grupo de hombres de quienes hablaremos aqui, y permanecié ligada a la clase de ensefianza que ellos inspartian. También en el curso de las reacciones suscitadas por estaensefianza, la palabra adquiri6, en Platén y en A\ iene. Pero cuando, mucho m: matiz peyorativo que atin jestos maestros qui ejemplo, recuperaron el término de sofistas: entonces constitayeron, én Ja época del imperio romano, lo que ha dado en lamarse «la segunda corel pirarse en su sofistica» cobre la importancia de los primeros macstros, 1a palabra sélo los presenta como profesores sin 20 Los grandes sofistas de la Atenas de Peviles Estos profesores surgieron de todos los rincones de Grecia, mas 0 menos en Ja misma época. ¥ todos ensefiaron algin tiempo en Atenas: s6lo alli es donde los encontramos y conocemos. Los mis grandes fueron Protégoras, que venta de Abdera, en el Norte, lindando con Tracia; Gorgias, que venia de Sicilia; Prédico, que procedta de la pequefia isla de Keos; Hipias, que-venia de Elis;en el Peloponesos ‘Trrasimaco, que procedia de Calcedonia, en Asia Menor. Otros se han que- dado en meros nombres que cuentan bastante menos. Sélo dos atenienses figuran entre tanto extranjero: Antifn y Critias; no parece que fueren ni siquiera maestros profesionales ¢ itinerantes, sobre todo el segundo. Es seguro que hubo otzos sofistas: por ejemplo, hay dos que Platén hizo revi- vir en un didlogo muy irénico, los dos hermanos Eutidemo y Dionisodoro, cl primero de los cuales dio el titulo al didlogo de Platén, Estos sofistas no fueron tan eminentes coro los primeros maestros que acabamos de nom- bras: fueron menos innovadores, menos filésofos y menos célebres. Indivi- ‘dualmente, los conocemos poco: de hecho, s6lo estamos informados de que cesta serie de personajes fueron Jos mascarones de proa’ por sus enseflanzas y sus eseritos, ademés de por sus demostraciones profesionales Protégoras debié de legar a Atenas poco después del afio 450, puesto {que le vemos relacionado con Pericles en 443: Gorgias lleg6 en 427, des- pués de la muerte de Pericles. Eran los de més edad. Parece ser que Pro- Légoras murié hacia 411; pero Gorgias, Prodico e Hipias vivian atin duran- te el proceso de Sécrates en 399. El movimiento corresponde, pues, a 12 segunda mitad del siglo v, que partiendo dela grandeaa de Atenas la leva a su derrota. Incluso afiadiendo a estos pocos hombres los autores de dos * .garon de manera anénima pero que pertenecen, sin el nimero de perso tratados que n dude alguna, al mismo movimiento de pensamiento, nas implicadas ¢8 reducido: un pufiado de hombres activos, en lineas gene- rales, durante una gencracion. .sa Platén, sabemos muy bien quiénes eran y qué emocion sus- itd su llegada. Hay que cederle un poco ls palabra para su entrada en cescena, porque riadie puede testimoniar mejor la extraordinaria notorie- dad de este puftado de hombres. En el Protégoras, nos ofrece primero la imagen de Ia exaltacién que embargaba los jévenes ante la idea de ofr a los sofistas. Al comienzo de Aparicitn y eit dels sofas este pequeiio diélogo, Sécrates cuenta que un joven irrumpié un di en su casa al amanecer y Ie dijo: «Anoche, de madrugada, Hipécrates, hijo de ‘Apoledoro y hermano de Fasén, golped mi puerta con violentos bastona~ jor gritando con todas sus frase griega expresa iticluso la falta de aliento del joven. Quiere ser disci- pulo.de Protégoras y Ileva en seguida a Sécrates a ver a los sofistas Estos sofistas estén en casa del acaidalado Calias, miembro de una de Iss familias més nobles de Atenas. Son muchos, rodeados de discipulos y admiradores He agu{ ante todo a Provigoras, pascando por el vestfbulo, escoltado por discipulos, muchos de los evales son extranjeros ea los que Protgoras anima'a seguirle en todas las ciudades por donde pase, manteniéndolos jo el hechizo de su voz como un nuevo Orfeo». ¥ Platén nos describe Jas eyoluciones de este coro gue sigue al maestro en sus vuelta y pascos, apartindose cada vez que da media vuelta para dejarle pasar en medio. ‘Mis lejos, en la misma casa, se encuentra también Hipias,en un asien to elevado, con todo un grupo de discipulos sentados en bancos: Hipias -responde a todas sus preguntas, «desde lo alto de su trono», En otto aposento, jhe aqui Price! «Estabe todavia acostado, envuel- to en pieles y mantas mis bien numerosas,segiin me parccié». Platén nom- cfebos atenienses, bellos y muy conocides, que le rodeaban. Hipias hrablaba de las cosas celeste, pero no.se sabia de qué hablaba Prédico: «En cuanto al tema de su conversacién, fio pude darme cuenta desde fuera, a ppesar de mi vivo deseo de oir a Prédico, que me parece un hombre de una 0 su vor de bajo producta en el apo- braa ciencia superior y realmente div sento un zumbido que hacis ininteligibles sus palabras» lena y sigue seudiendo gente: toda la crema de Atenas se 10 momento en que llegan Sécra- y Critias, dos hombres lamados apifia para ofr a los maescros; tes y su efebo, entran el a jugar un gran papel en la historia a Les grander sofittas de la Atenas de Pericles A decir verdad, no se tate de una presentacin de sofistas, sino de una presentacién de su increible éxito. Podriamos imaginar, al leer este pequefio texto, que el éxito se debta al entusiasmo poco justificado de una mis bien 2 una moda del mom juventad ciega por pensadores inguietantes. Pero todos los hechos contra- dicen esta hipéresis. Lo que hemos recordado en el prefacio acerca de la influencia duradéra y profunda ejercida por estos hombres sabre los diver- sos autores de este siglo 0 del siguie ‘menor dada a este respecto. Y la ensefianza de la retrica ola de le filosofta han quedado mar- cadas para siempre por las ideas lanzadas y los debates abiertos por cllos. brazos de estos maestros, hasta el punto de que su literatura conservé para siempre sus huellas. Entonces zqué aportaban para considerarlo tan nuevo y tan maravillo- so? ¢Cul era el motivo de esta fascinacién? ¢Qué ensefaban? Ya es hora de descubrirlo y de acercarnos un poco més estos maes dejado entrever, en el Protdgoras, Sécrates y su joven compafero. No se habfan conocido nunca maestros como ellos, que ensefiaran como. ellos lo hacfan, ‘Hasta entonces, la educacién habia sido la de una ciudad aristocrética :n por herencia y por el ejemplo: los sofistas donde las virtudes se trans aportaban une educacién intelectual que debfa permitir a quienes piadie- ran pagérselo distinguirse en la ciudad. Estaban, en efecto, tan seguros de st por ellas. Al scfialar este hecho en nuestros dad. Pucs bien, fue causa de un pequefio escandalo. Vendian la competen- ia intelectual. La venéian incluso muy care. EI principio pareeia sorprendente: en la Apol ironiza sobre este aspecto y, falsamente admirador de Gorgias, Hiipias, exclama « Qué maestros son éstos,jueces, que van de ciudad en cit- dad y saben atracr a muchos jOvenes, cuando éstos podrian, sin pagar nada, vincularse a cualquiera de sus conciudadanos elegido por ellos?» (19 ¢) jones, que se hacian pagar se nos antoja une banali- Socrates de Plato rbdico Aparicibn y éxito de los sofisas fan elevados. Si Séer lecci6n por un dracma, sefiala otras muy importantes _Ademés, los precio dico, de una modes a cincuenta dracmas, lo cual ya parecia una cantidad desorbitada, Recorde- ‘mos que el famoso subsidio para los ciudadanos que servian como jucces _—subsidio que parecié tan demagégico en la época y tavo tantas repercu- ~sioncs=era de dos ébolos, y més tarde de tres, es decir, medio dracma. Por Jo demés, Platén no escatima adjetivos ni comperaciones. En el Hipias ‘Mayor, Socrates dice que Gorgias, «por sus sesiones privadas y sus conver saciones con los jévenes supo reunir fuertes sumas que se llevé de Atenas», que Prodico «daba clases particulares y charlas por lis que ingresaba sumas fabulosas» y que silos sabios de otro tiempo no crefan que debieran ganar Jo hacian sin tapujos, como Protégoras antes que Protégoras llegaba a hacerse pagar cien I dracmas). Es cierto que al parecer tenia ipulos estaben tan eneantados que encom: dinero con su ciencia, é los (282 c-€). Segrin la trad minas (equivalentes a diez demasiados solicitantes;y sus traban a Protigoras muy modesto: si, después de acuerdo con la suma, declarahan bajo juramento en ciénto las valoraban; y Protigoras lo aceptaba (Protégoras, 328 b). Sea lo que sea él se ensiquecia. Y de resultas de ello, si tenemos que creer el Menén (03d), jProtégoras gané él solo més dinero que Fidias y diez escultores més jun Sin detenernos demasiado eri laidea de esta Epoca felizen que les cxi- terios de las ganancias més elevadas estaban por lo visto det lado de las artes, podemos-ver en.elescdndalo de ests observaciones la prueba de dos circunstancias. Son, en primer lugar, uia prueba més del extraordinario éxito de las sofistas. Pero también son el indicio de una primera novedad, consistente en la idea de que ciertos conocimientos miten y son direccamente dikes. Si s-hacian pagar, es porque k transmitfan una ensefianza como profesionales. La idea de profesign y de técnica especializada, que se percibe en so nombre y se afizma en sus pro- 3d. Y el hecho es que no hay un profesor que le las pretensiones que chocaroa tanto a Pletén clectuales se trans- primera vez En primer lugar, querian ensefiar a hablar_gn piblico, a defender sus ideas ante Ia seamblea del pueblo o amte el tribunal; eran, en primera ins

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