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COMITÉ

Un Comité es un grupo de trabajo que con arreglo a las leyes o reglas de una organización,
institución o entidad, tienen establecidas determinadas competencias.

Un ejemplo de comité lo constituyen los comités de empresa.

Se considera Alta Dirección a los directivos con cargo más alto en una organización. El
Presidente, los Directores Generales y los Directores de las distintas áreas o departamentos. En
las empresas, la Alta Dirección forma parte del Comité Directivo o Comité Ejecutivo que se
reúne con una frecuencia determinada y marcan la línea estratégica a seguir por esa
Compañía. En el organigrama de las empresas, el cargo más alto es el C.E.O. (siglas del
anglicismo Chief Executive Officer) que en los países de habla hispana se denomina Presidente.

Son aquellas personas encargadas para un asunto. Órgano dirigente de un partido político o de
una de sus secciones, órgano representativo de los trabajadores de una empresa o centro de
trabajo para la defensa de sus intereses.

También existen los comités de expertos en alguna materia y son grupos donde se reúnen para
discutir proyectos, teorías o normas referentes a un tema.
CREACION
Encuentra un lugar para las reuniones regulares. Los centros comunitarios son
gratuitos y es fácil trabajar con ellos. A veces será necesario usar un
restaurante. Comprueba con anticipación para ver si hay requisitos de compra
para utilizar una sala de un restaurante.

Publicita en los medios de comunicación locales. Pon volantes por todas partes
con la información de contacto y la fecha de una primera reunión. Concéntrate
en los lugares donde crees que pasa la gente que sientes que son tu objetivo
demográfico. Por ejemplo, probablemente no pongas volantes para un comité
de Noche de Salida de Madres en un centro de retiro.

Revisa las guías aplicables para ver qué conlleva cada posición. (Si estás
armando un comité para un evento como La Carrera por la Vida de la Sociedad
Americana del Cáncer o una campaña de donación de sangre para la Cruz
Roja, mira las guías de estas organizaciones o materiales nacionales de
asistencia). Piensa en la gente que conoces que son buenos en cada área
necesaria. Habla con la gente acerca de cómo involucrarse. Invítalos a la
primera reunión.

Ponte en contacto con la gente en la industria específica y con aquellos que


sabes han sido afectados por todo lo relacionado con tu comité. Con el comité
de la Carrera por la Vida mencionado en el paso 3, puedes acudir a un hospital
o centro de tratamiento del cáncer en busca de orientación y participación.
Escucha a la gente en la primera reunión. Toma notas de las áreas en que
cada uno está interesado. Dales la guía adecuada y haz un seguimiento con
ellos antes de la próxima reunión para lograr un compromiso.

Evento recurrente
Consulta las notas de cualquier evento previo que involucren al comité. Llama a
las personas que participaron en los comités anteriores y pide que se
comprometan.

Agenda encuentros y ofrece una invitación a la comunidad entera de años


anteriores.

Sigue los pasos de la sección uno para encontrar nuevos voluntarios.

Consejos
Siempre haz un seguimiento con la gente. Eso muestra que te preocupas y
ayuda a recordarles las reuniones y compromisos

ESTRUCTURA ORGANICA
FUNCIONES

FUNCIONES GENERALES

1. Supervisar, en el ámbito nacional, los avances en el cumplimiento de los objetivos de los


programas sociales del MIDIS.

2. Velar por la transparencia en la implementación de los programas sociales del MIDIS y sus
prestaciones sociales.

FUNCIONES ESPECÍFICAS

1. Supervisar que los usuarios incorporados a los programas sociales del MIDISsean, en efecto,
todas aquellas personas que respondan a los criterios y condiciones de elegibilidad de cada
programa, sin condicionamientos ajenos a los establecidos en las normas vigentes.

2. Vigilar que las prestaciones sociales de los programas del MIDIS, y los servicios
complementarios vinculados a ellos, se brinden con equidad y respeto a la diversidad cultural,
en el marco de los objetivos establecidos por cada programa.

3. Supervisar que la ejecución de los programas sociales del MIDIS se desarrollen sobre la base
de la transparencia y neutralidad.
10. Definición y características

El artículo 111 del Código civil define al comité como la organización de personas naturales o
jurídicas, o de ambas, dedicada a la recaudación pública de aportes destinados a una finalidad
altruista.

El comité es una de las novedades que trajo el Código al ser promulgado. La ley de 1936 no lo
contemplaba como una de las personas jurídicas del derecho civil.

El legislador se inspiró en el Codice civile italiano de 1942 para introducir esta figura; sin
embargo, le dio un alcance distinto dado que en Italia el comité no es una persona jurídica sino
un ente no personificado(57). (58)

El Código de 1984 concibe de una manera más amplia al comité, sobre todo porque le acuerda
la posibilidad de adquirir personalidad jurídica. Es más, prevé un régimen especial para los
comités no inscritos.

El comité tiene características muy bien definidas. Es, en primer lugar, una organización de
temperamento asociativo, al igual que la asociación. En esa medida, su constitución exige la
presencia de cuando menos dos personas, entre las que se crea, al igual que entre ellas y el
comité, un vínculo de “necesidad”. Es, en este aspecto, tan similar a la asociación que en los
países que no tienen un tratamiento especial se denomina a los comités como asociaciones de
hecho o asociaciones temporales.

Sus miembros también realizan actividades en común, pareciéndose, nuevamente, a la


asociación. No obstante, la participación excede ampliamente la actuación de quienes hacen
parte de él, pues el fondo de aportes que se forma es producto de la solidaridad comunitaria,
gracias a las contribuciones del público en la colecta que se lleva a cabo.

También se asemeja a la asociación (y se distingue, por ende, de la fundación) por ser una
organización abierta a la afiliación. Cualquier persona puede integrarse a ella siempre que
cumplan con las previsiones estatutarias para la admisión de nuevos miembros.

El comité se distingue de las demás personas jurídicas por su existencia efímera. Después de la
recaudación de fondos del público y de aplicar los recursos captados a un fin altruista, se
disuelve. Se organiza para una colecta pública y nada más.
Por ello, para facilitar el recurso a este expediente, el legislador ha sido flexible en su forma de
constitución, pues puede ser creado por medio de un documento privado con la firma
legalizada por notario, que es suficiente para su inscripción en el registro. Nada impide que sus
fundadores opten por instrumentar el acto en escritura pública; sin embargo, ello desvirtúa la
concesión de la ley.

Los objetivos del comité son caracterizado como fines altruistas. ¿Cómo se diferencian los fines
de un comité con los de una fundación, que son de interés social?. Intentemos una respuesta.

Digamos, en principio, que todo fin altruista es de interés social, pero no siempre los fines de
interés social son altruistas.

El altruismo del propósito se revela a través de acciones de corte humanitario, filantrópico. El


comité es una muestra del interés de quienes se juntan con el objeto de hacer participar a los
demás, al público, en un fondo de aportes, en tómbolas, rifas, etc., que servirán para paliar
alguna situación ajena que espera una demostración de solidaridad, muchas veces con relativa
urgencia. Por lo general, quienes se encuentran atravesando determinadas circunstancias
derivadas de su escasez de recursos, de un sismo o hecho fortuito, no se encuentran en
aptitud ni espiritual ni económica de emprender, por sí mismos, la tarea de organizarse y
solicitar ayuda a la colectividad. Inclusive el pedido formulado por los propios afectados suele
ser visto, egoístamente, con desconfianza. Es, entonces, cuando surge la acción solidaria de los
demás, de quienes están dispuesto a entregar su esfuerzo y tiempo para apelar a la
cooperación ciudadana(59) (60).

Una fundación que, por ejemplo, se constituye para la investigación de las bondades de una
especie vegetal y su posible aplicación a terapias curativas tiene un fin abiertamente social,
mas no filantrópico.

Dadas estas características, es claro que el comité persigue fines en bien de terceros, que no
son ni en favor de sus instituyentes y miembros, ni de aquéllos que lo administran,
diferenciándose así de la asociación y asemejándose a la fundación(61).

11. Patrimonio del comité. Destino del patrimonio en caso de disolución.

Al comité no le importa tanto tener un patrimonio propio formado por los instituyentes
(promotores) y miembros del mismo, cuanto recaudar dinero u otros bienes del público.
En verdad, su patrimonio proviene del público y se destina a un fin altruista, aspecto que lo
diferencia de la asociación por cuanto en ésta es formado en base a los aportes de sus
integrantes y es aplicado a satisfacer fines de ellos mismos(62).

En principio, una vez captada la recaudación prevista y planificada por el comité y aplicados los
fondos obtenidos a la finalidad motivadora, éste debe disolverse por acuerdo de los miembros
de la persona jurídica. Se entiende que los recursos resultantes de la colecta, rifa, tómbola,
etc., son enteramente destinados a los objetivos promocionados. Ocurrido ello, ha de
exinguirse el comité haciendo de conocimiento del Ministerio Público las cuentas finales y
balances.

No obstante, puede ocurrir que, después de haber pagado las deudas sociales y aplicado los
recursos entregados por los erogantes, de la liquidación realizada resulte un remanente. En
estos raros casos, y en la medida que el Ministerio Público no objete los balances, el haber
neto se adjudica a los erogantes, es decir, se distribuye entre quienes contribuyeron a la
formación del fondo de fin altruista. Dado que ello no es usualmente posible, el art. 122 del
Código civil establece que dicho haber neto resultante de la liquidación ha de ser entregado a
la Beneficencia del lugar en el cual tuvo su sede el comité. La misma solución ha de aplicarse si
el comité se disuelve y liquida por no poder satisfacer sus propósitos, según se desprende del
art. 121 del mencionado Código.

2. Organos del comité

El comité presenta algunos rasgos similares con la estructura orgánica de la asociación, en


cuanto cuenta con una asamblea y un Consejo Directivo.

El Código se ha cuidado en no señalar que se trata de una asamblea de “asociados”. Pese a ello
se trata del órgano máximo del comité que está integrado por los promotores y por quienes se
integren con posterioridad.

La asamblea del comité no goza de las mismas libertades de las que puede gozar la asamblea
de una asociación. La limitación más importante que colorea y condiciona sus decisiones es
que sus integrantes no tienen, en conjunto, la capacidad para transformar al comité con el
objeto que persiga otros fines diversos a los propuestos (una vez realizada la colecta o la obra
prevista), dado que los erogantes o contribuyentes han destinado parte de su patrimonio al
comité, salvo que sea imposible que se pueda alcanzar el objetivo. Y es que, como bien ha sido
señalado, el comité, a través de sus administradores, se convierte en una suerte de gestor de
los fondos recibidos del público para su aplicación al fin anunciado(63). De modo que aunque
esta obligación recaiga fundamentalmente en los administradores, ello impide a la asamblea
tomar decisiones que alteren el sentido de su creación.
En la acertada concepción originaria del Código civil, de la lectura del art. 121 se desprendía
que la asamblea general del comité carecía de la facultad de aprobar las cuentas y balance por
la labor realizada por los administradores(64). Para ello, debían, según dicha norma rendir
cuentas judicialmente. Era evidente que se requería de la intervención de un tercero (distinto
a los promotores y gestores del comité, así como de los beneficiarios) que se encargase de
velar por la exacta y fiel asignación de los recursos a los fines publicitados(65), con
conocimiento del Ministerio Público.

Cuando se promulgó el nuevo Código Procesal civil, esta norma introdujo cambios sustanciales
en el Código civil, bajo el insostenible argumento de que sólo modificaría normas de orden
procesal contenidas por este último.

A riesgo de ser considerada una posición intolerante, y exceptuando las reformas de las
normas procesales indebidamente recogidas por el Código civil, debo confesar que quienes
convinieron en plantear la modificación del art. 121 desconocían abiertamente la esencia del
comité y la realidad de las cosas.

El nuevo texto del art. 121 eliminó la rendición judicial de las cuentas e introdujo
implícitamente la facultad de la asamblea del comité para aprobar sus resultados. El único
paliativo a esta inaceptable solución fue conceder (también implícitamente, en una serie de
errores evidentes de técnica legislativa) al Ministerio Público la posibilidad de aprobar, con su
silencio, las cuentas del comité y, en caso contrario, solicitar la desaprobación judicial de
aquéllas, tal como fluye del también reformado (por obra del Código Procesal civil) art. 122 del
Código civil.

Entre los hombres de derecho sabemos, por duro que parezca, que la intervención del
Ministerio Público en estos menesteres es mínima, por no decir nula. De modo que esperar la
posible acción del Ministerio Público para solicitar la desaprobación judicial de las cuentas del
comité se ha convertido en una vana seguridad. El silencio de este ente después de treinta días
de que el comité le hubiere presentado las cuentas se convertirá en una aprobación
inatacable.

A ello se debe añadir que, como luego veremos, en los hechos la mayoría de los comités que se
conocen públicamente son comités no inscritos, respecto de los cuales no se sabe de acción
alguna del Ministerio Público.

Es interesante anotar que la asamblea de los miembros del comité no tiene funciones
contraloras que agoten la fiscalización que se debe poner en torno a la gestión del consejo
directivo del mismo. El control corresponde, más bien, al Ministerio Público. Al menos en la
buena intención del legislador (art. 119).
Pasando a otro tema, debemos señalar que el comité es administrado por un Consejo Directivo
que, al igual que el de la asociación, tiene funciones de gestión y de representación.

Pero, debido a que los administradores se encargan de la recaudación de aportes de los


erogantes y éstos son aplicados en favor de terceros, el legislador ha considerado que los
gestores responden solidariamente de la conservación y aplicación de los fondos recaudados,
estableciendo una excepción a lo dispuesto por el art. 78 del Código civil(66).

Su responsabilidad, por ende, es mucho más severa que en el caso de la asociación, dados los
fines perseguidos por el comité.

IV. LAS ORGANIZACIONES NO INSCRITAS

13. Consideraciones generales

Una muestra del claro acercamiento del Código de 1984 hacia la experiencia jurídica se da con
la novedosa regulación de las asociaciones, fundaciones y comités no inscritos. La observación
de la realidad no podía tener otro resultado que el de dispensar a estas organizaciones un
tratamiento especial.

Es cierto que en ellas la carencia del dato registral impide alcanzar el ropaje dado por la
personalidad jurídica. No son, por ello, personas jurídicas. Sin embargo actúan como tales. A
diferencia del Código de 1936, cuyos autores evadieron conscientemente el tema, la norma
vigente contiene un somero tratamiento de sumo interés para el estudioso.

Al carecer de personalidad jurídica es evidente que no son personas colectivas. Son, en la


novedosa consideración del legislador, organizaciones de personas no inscritas. A éstas les
concede la calidad de sujeto de derecho, lo que supone algunos efectos. En primer término, si
bien no se produce la reducción formal de la pluralidad de individuos que las conforman a una
unidad normativa que actúa como centro unificado de imputación de situaciones jurídicas
subjetivas, no se puede negar que poseen capacidad jurídica o también subjetividad.

El reconocerles subjetividad implica una cierta y relativa unitariedad en la atribución y


titularidad de consecuencias de derecho. A pesar que la imputación de derechos y deberes no
se produzca sobre un elemento formal (que nace de la inscripción, de la cual surge la
personalidad jurídica), las situaciones jurídicas que se derivan de la actuación del sujeto de
derecho “organización no inscrita” no inciden en cabeza de quienes las han creado o de
quienes actúan en nombre de ella. En rigor, los efectos jurídicos deducibles de su actividad se
imputan al ente no personificado, es decir, a la organización.
Esa relativa unitariedad a la que nos referimos incide también en el tratamiento del patrimonio
del ente. Si es cierto, como ya lo hemos anotado, que la personalidad jurídica tiene el efecto
mágico de separar y no confundir los patrimonios de la persona colectiva con aquéllos que la
conforman, no puede desconocerse que, igualmente, los entes carentes de la condición de
persona jurídica también son capaces para ser titulares de un patrimonio propio. Ello es,
inclusive, de mayor evidencia en la fundación no inscrita, en la medida que en el trance que
atraviesa antes de alcanzar el registro es ya poseedora de una masa patrimonial proveniente
de la dotación contenida en su acto de creación.

El hecho de que la responsabilidad de los gestores de las organizaciones no inscritas se


encuentre claramente agravada obedece a diversas razones, una de las cuales es la
imposibilidad en que se encuentran los terceros de saber qué o cuáles bienes son de
propiedad de la organización y cuáles son de los integrantes. Se trata de una garantía en favor
de dichos terceros(67). Pero, reiteramos, ello no niega su capacidad para que, en tanto sujeto
de derecho, pueda adquirir todo tipo de bienes.

Por otro lado, en todos los casos de estas organizaciones no inscritas, el legislador ha
contemplado la regulación de estos entes en base a la disciplina que corresponde a las
personas jurídicas asociación, fundación y comité. Esta manifiesta remisión a la normativa de
las tres personas jurídicas revela no sólo el propósito del codificador de evitar dificultades al
intérprete al momento de saber y determinar cuáles son los parámetros normativos con los
que habrá de contar, sobre todo en lo que atañe a la estructura interna de las organizaciones.

14. La asociación no inscrita

El art. 124 del Código civil establece que el ordenamiento interno y la administración de la
asociación no inscrita se regula por los acuerdos de sus miembros, aplicándose las reglas de los
artículos 80 a 98 en cuanto sean pertinentes.

La norma en cuestión no debe dar a pensar que sólo bastan los acuerdos de los asociados para
establecer el régimen de administración y su estructura interna. La referencia a los “acuerdos”
es una forma de dar fuerza al deseo y compromiso que deriva de haber dado nacimiento a la
asociación. Los “acuerdos”, además, no son cualquier convenio o pacto. Ellos deben ser
entendidos como los pactos o decisiones adoptados por los asociados reunidos en asamblea,
ya que el hecho de carecer de la condición de persona jurídica no los exime de observar las
normas sobre la organización (y órganos) que debe tener una asociación.

En todo caso, la expresión “acuerdos” puede comprender otras decisiones que no hayan
pasado por el tamiz de una reunión asamblearia, pero en esa hipótesis será necesario analizar
sus alcances y los compromisos que pueden implicar para quienes no participan de él pero que
integran la asociación, lo que sin duda resulta altamente delicado.

Es interesante anotar que el art. 124 señala que la asociación no inscrita comparece en
proceso por el presidente del consejo directivo o por quien haga sus veces.

La precisión, se ha dicho, tiene como finalidad poner a los terceros que intervienen en el
proceso en condiciones de saber a quién corresponde la representación procesal, a falta de un
sistema de publicidad como aquél propio del régimen normativo de las personas jurídicas(68).

La asociación no inscrita en tanto carece de personalidad jurídica da lugar a que ella cuente
con un patrimonio formado por los aportes de los asociados al cual se califica como fondo
común. La denominación, sin embargo, no debe entenderse como una especie de copropiedad
de los miembros sobre dichos bienes, pues la titular es la asociación. (69) (70)

La calificación, que proviene del Codice civile, se emplea con el propósito de evitar que, al
carecer de personalidad jurídica (y su subsecuente y perfecta separación de responsabilidades
patrimoniales frente a terceros), los asociados entiendan que pueden exigir su restitución,
pues esto es imposible, no sólo mientras se mantenga vigente la asociación (dada la redacción
del art. 125 del Código civil), sino inclusive cuando ella es disuelta y liquidada(71).

El fondo común es el que responde de las deudas sociales, es la garantía de los acreedores de
la asociación no inscrita, de las obligaciones contraídas por quienes actúan en nombre de ella
(art. 126).

El propio art. 126 agrava la responsabilidad de quienes actúan en nombre de la asociación, aun
cuando no sean sus representantes, al prescribir que responden solidariamente de las
obligaciones que contraigan en cabeza de la asociación.

Es interesante anotar que al legislador no le importa que sea o no representante quien hubiere
actuado en nombre de la asociación por tratarse de una norma que funge de garantía en favor
de los terceros con los cuales contrata la asociación, quienes, al no estar registrada la
organización, carecen de la posibilidad de comprobar si aquéllos que obran tomando el
nombre de la asociación son o no sus verdaderos representantes. Y es también una norma de
tutela en razón que dichos terceros acreedores de la asociación también están desprovistos de
un sistema de publicidad que les permita saber cuáles son los bienes de la organización y
cuáles de quienes actúan por ella.
La responsabilidad antes que solidaria es, en rigor, subsidiaria (pero que entra, de todos
modos, en el esquema de la solidaridad(72)), pues si el fondo común basta para pagar las
deudas sociales, el patrimonio de los gestores no es atacado.

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