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Dr Emilio Boletin del Instiuts de Historie Argentina y America Tercers serie. mim. 19, 1% yemestre de 1999 av ignaini CATOLICISMO Y PERONISMO- LA FAMILIA ENTRE LA RELIGION Y LA POLITICA (1945-1955) SUSANA BIANCHT™ Yo en la década de 1870, « partir del Concilio Vaticano (1869-1870) ~con la conso- lidacién del poder papal y la resolucién de enfrentar activamente al liberatismo= y a partir de la Comuna de Paris, en la que se percibid una descarnada “lucha de clases”, los catlicos habian cmergido como un nueve sujeto politico dispuestos a plasmar so- luciones en las mas diversas sireas de fa vida social. La movilizacion de este “catol cismo politico”, como lo define Javier Tussell,! fue a salvar espacios frente a una irreversible secularizacién, pero en las primeras décadaes del siglo Xx paulatinamente gané autonomia frente a lo que se percibla como nuevos desafios. En los afios treinta, una actitud mucho més militante se expresaba en una accién politica cuyo objetive era cl establecimiento de un nuevo orden politico y so- cial basado en los principios del catolicismo.2 La religién, que el liberalismo habia, relegado al espacio privado de las conciencias. debia transformarse en el principio organizador del cuerpo social. Los catélicos argentinos no guedaron al margen de este proceso. En la década de 1930, tambign irrumpieron en el campo de Ia politica: con una retérica que enfética- mente condenaba los principios pluralistas, se mostraban dispuestos a plasmar un proyecto de “catolizacién” de la sociedad. Al mismo tiempo, una Telesia fortalecida institucionalmente, y con vinculos cada vez mas estrechos con Jas Fuerzas Armadas, se consolidaba como interlocutor del Estado, de un Estado que por mdltiples razo- hes y circunstancias— requerfa cada vez més de su legitimacisn. Es indudable que, durante esos afos, el catolicismo logré ampliar su espacio y consolidar posiciones y reconocimientos dentro del campo social y politico, Sin em- bargo, este proceso no fue sencillo ni lineal. Significativos actores de la institucién comienzo defensiva intentando, Instituto de Estutioy Histirico-Sociales “Prof. Juan Carlos Grosse”, Universidad Nacional del Centro (Padi) 1 Javier Tussell. France y fos eatoltcas, Madsid, Ahuna, L984, p. 1 2 Manin Conway. Culhotie Patties ta Europe, 1918-1945, Londres-Noeva York. Routledge. 1997, p. 8. eclesidstica sufricron incluso fuertes frustraciones: tunto La revolucion de septiembre de 1930 como la de junio de 1943 terminaron, segin monsefior Gustave Franceschi, dando “el salto al vacio”, esto es lamando a elecciones segan las presctipciones constitucionales, recurriendo nuevamente a lo “antiguo y politiquero”.3 Ninguna ha bia respondido a sus expectativas: la instauraciGn de un Estado corporativo, percibi- do como garantia biisica para el proyecto de “catolizaci6n” de la sociedad Sin embargo, en el naciente peronismo, no sin reticencias ni desconfianzas, am- plios sectores eclesiisticos evaluaron encontrar una salida, Por otra parte. no eran de- masiadas las opciones que se les presemtaban. La Unién Demoeritica era percibida excesivamente cercana a los Frentes Populares. considerados sin vacilacién como ka via mas idénea para la penetracién comunista, Perén ofrecia la garantia de ser miem- bro reconocido del “partido” de! Bjército, con el que la Iglesia habia anudado desde hacia una década fuertes vinculos sobre la base de la identificacién entre catolicismo y nacionalidad.* Pero ademas ~y ésta constituyé tal vez la taz6n definitiva—cl pero- nismo no slo podia ser considerado una eficaz barrera contra el comunismo. sino que también podia transformarse en una via de acercamiento a la clase obrera de la que la Iglesia se sentia irremediablemente alejada~ de modo de ejercer una mayor in- fluencia sobre el conjunto de Ia sociedad. Dentro de esa linea, en agosto de 1945, monseitor Emilio Di Pasquo —asesor de la Accién Catélica Argentina, en un implicito reconocimiento del fracaso del “ca- tolicismo social”, no dudaba en afirmar: si hay dos términos sociales opuestos, si hay dos sectores en nuestros dias que se han declarado guerra implacable, son sin duds el capital y ef trabajo. Ahora bien, todo et mundo sabe que ef obrero ha aliado en su mente el capital con La Iglesia, de suerte que ¢l abismo que separa el capital del trabajo es el mismo que separa x los trabajadores de la Iglesia. Tengamos, senores, la sinceridad de confesar sin odios que. en este pun- * Gustavo J. Franceschi. “Consideraciones sobre la revolucidn”, en: Criteria, mim, 798, junio 17 de 1943, pp. 151-153. Segtin Carlos Chiesa y Enrique Sosa, Ja importancia de Criteria. ta revista catslica mis relevante de (a época. consiste en que “curmple la funeivin de establecer una esttecha vineulacion orgdni- ©o-instituctonal entre la conduccisn superior Uerarquia: Papa, Episcopada) y fos cuadros intermedios (ele TO y orgamizaciones de laivos). Inclusive su acciGin Mega a sectores de fieles no encuadrados espeeificamente en asociaciones de apostolado més 0 menos dependientes de la Jerazquia”, en: Iedesia y Jus- siciatisme 1943-1955, Cuadernos de Igtesia y Sociedad, Buenos Aires. Centro de Investigacion y Orien- tacién Social, 1983, p. 129. 4 Los regimenes establecidos por Dollfus en Austria y por Salazar en Portugal a comienzns de los hos treinta era vistos como modelos por tos catélicos que aspiraban « romper con fas estructuras politi: cas del liberalismo. Amos, ademas, habian tirmada con el Vaticano Concordatos que eran considerados como gjemplares, Particularmente utraia cl Estado Novo de Salazar, no slo por su autoritarismy y los ele mmentos corporativistas de su Constitucisn sino tambicn por el simbolismo de Fatima, ampliamente explo- ado. por el regimen como la representacién del nacionalisma catdlico. Martin Conway, Casholic Palitics.... OB, Gil, pp. 58-59. 5 Lons Zanatta, Del Estado tiberal a ta Nacvidn catética. Iglesia y Kjérvito en tos origenes del pe. ranismy, Universidad Nacional de Quilmes, 1996. 116 lo, ja revolucion anticristiana fraguada contra la Iglesia desde el siglo de Lutero he lo- grado un triunfo de no pocas consecuencias al conseguir que el lero caldlica despues dle experimentar con suerte variada los més diversos métodos pura ucercar a los ohre- ros a la Iplesia, haya terminado por mirar con cierto recelo y desconfianza los proble- mas de la clase trabajadora y ésta, a su vez. con antipatia y aun con odio al sacerdote. A partir de ese tipo de andlisis se consideraba que la Iglesia podia instrumentalizar al peronismo, darle contenidos —"cristianizar al peronismo™, como pretendia el pres- bitero Virgilio Filippo~’ para ampliar la esfera de uccisn eclesidstica. El reconocimiento de la realidad de los contlictos sociales, la propuesta de su su- peracién mediante politicas de conciliacién, el lema de la “justicia social”, el reco- nocimiento del papel det Estado como mediador en el conflict y ejecutor de politicas redistributivas que beneficiaran a los sectores sociales mais desprotegidos eran fuertes puntos de contacto entre la doctrina social de la Iglesia y las formulacio- nes del naciente peronismo. Pero a pesar de este arco de coincidencias, los conflie- tos no tardaron en plantearse. Si amplios sectores dentro de la Iglesia catélica habian esperado afimmar su influencia ideolégica y social instrumentalizando al peronismo, pronto tuvieron que enfrentarse con un Estado que englobaba cada vez mas dreas consideradas propias de la sociedad civil. No s6lo el catolicismo no se transformaba en el “contenido ético del Estado”.S sino que la Iglesia percibfa sin demasiado mar- gen de error que su campo de accidn se limitaba considerablemente, De esa mane ra, los problemas se plantearon en torno del control de ciertas dreas de la sociedad civil consideradas, tanto por la Iglesia como por el Estado. esenciales para la repro- duccidn social: cuestiones vinculadas a la asistencia social, a la educucién’ y a la fa- milia ocuparon un lugar central como campos de confficto. LAS TRANSFORMACIONES DE LA SOCIEDAD Entre la década de 1930 y comienzos de la del cuarenta, la sociedad parecia haber mu- dado su fisonomia. En Buenos Aires. el aspecto mas visible fue la inrupcién de nuevos sectores populares, los recién Llegados del interior, percibides como un tumor que cre- cia adosado a la sociedad “normalizada’”, la que ademds no tardé en verse como una © Revista Eviesidstiva det Arzebispada de Buenos Aires, 1946, p. 307 7 Citado por Hugo Gambini, EI peronivme y éa Iglesia, Buenos Aires, Centro Editor de América La- tins, 1971, p. 17, Sabre el “caso Filippo”, véase Lila Caimari, Percn y fa falesia eardifica, Buenos Aires, Ariel, 1995. p. 76 8 Antonio Gramsci, Notas sobre Muguiavele. subre potitica y sobre ef Estado moderny, Buenos Ai res, Lavtaro. 1962. p. 221 Susana Bianchi, “Catolicismo y peronismo: a educacién camo campo de vonflicto (1546-1955), cen: Anwario det 1eHS, nim. 11, 1996, pp, 147-178. 7

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