CARLOS ASTRADA
ganz1912
EL MITO GAUCHO
OBRAS Y ENSAYOS DEL AUTOR
EI Problema Epistemolégico en Ia Filosofia Actual (1927),
Hegel y el Presente (1981),
Progreso y Desvaloracién en Filosofia
EL Juego Existencial (1935)
Goethe y el Panteismo Spinoziano (1933).
MARTIN FIERRO Y EL
iteratura (1981),
HOMBRE ARGENTINO
Idcalismo Fenomenolégico y Metafisica Existencial (1936).
La Etica Formal y los Valores (1938).
EI Juego Metafisico (1942).
‘Temporalidad (1948).
E] Pensamiento Filoséfico-Histérico de Herder y su Idea de Huma-
nidad (1945).
Niewsche, Profeta de una Edad Trigica (1915)
Sociologia de la Guerra y Filosofia de la Paz (1948),
EDICIONES CRUZ DEL SUR
BUENOS AIRES
loseINTRODUCCION
LA ESENCIA ARGENTINA
Pow i pueblo, toda posibilidad de grandeza surge de un
ivan comienzo, de un impulso inicial, de la tension de
un esfuerzo heroico como punto de arrangue de la pardbola
de un destino. Una promocién humana ejemplar infundio un
‘dia un aliento de eternidad en una creacién colectiva, voles
‘en el molde transeiinte del tiempo un programa de vida,
tuna plenitud animica, aprorindolos hacia el futuro a la con-
quista de gloria y de florecimiento. Asi surgid una imagen
tiviente. la patria. De esta creacién y su sustancia vivirian
los hombres, y, puestos los ojos en ella, Newindola adentra-
da en el alma, afrontarian en comtin el sacrificio y el es
Juerzo, la vida y la muerte.
‘Una nacién no es el resultado de un proceso fisico, sino
que nace de wn acontecimiento histérico, de un alumbra-
miento espiritual, y esté bajo la advocacién de un destino a
realizar, de una mision que cumplir. Toda creacion histé-
rica verdadera trae a la vida una estructura animica esen-
tial que responde a una forma peculiar de convivencia
humana, Este comienzo histdrico, este impulso creador no
puede ser abolido ni superady por lo que viene despucs;ty iNTRODUCCION
no hay “progreso” que lo destruya 0 desvalore. Es un co-
mienzo que seguird operante ¢ irradiando sobre las genera-
ciones su influjo casi mistico mientras exista el ser colec:
tivo que lo ha comenzado y que con él ha advenido a la
vida libre y soberana. Pero si este comienzo no puede ser
abolidoy puede, sin embargo, ser desvirtuado, falseado, trai-
cionado. Es necesario entonces y se justifica el esfuerzo por
relomar contacto con ese pasado, que es una esencia cons-
lante, que es germen viviente vivificador.
Nuestra esencia argentina, tras un proceso soterraio de
estacion histérica, cuyas alternativas y signos no interesan
para la determinacién filosdfica y socioldgica de su existen
cia, alumbré en Mayo de 1810, fecha de su auténtica parti-
da de nacimiento. Al alumbrar marcé una discontinuidad,
abrié un profundo hiatus con relacién a todo un decurso
pasado, durante el cual ella todavia no era, sino mera pos
hilidad, histéricamente aleatoria, y que lo hubiera seguido
siendo a no mediar el esfuerzo creador y alumbrador de los
hombres de Mayo. Si no se hubiese producido aquella dis
continuidad, no seriamos una nacién, sino una colonia que
después de fallido, 0 incluso exitoso, intento separatista 0
secesionista queda ligada a la metrépoli, dependiendo de
ella politica o espiritualmente. Nuestra guerra de emanci-
pacién no fué una guerra civil —como nos vienen a contar
ahora los que, por pobreza mental y sectarismo confesional,
viven extasiados esperando las ausentes consignas “intelec
tuales” y de “orientacién” de la ex-metrdpoli—, sino una
lucha en la que nacié a la vida de la libertad la patria y,
con ésta, la esencia argentina, como un destino que, con sus
peculiares dimensiones histéricas y espirituales, era ya dis-
finto, y se ha venido diversificando cada vex mds del tronch
originario. ‘
Nuestra autonomia, que alenté ya antes de los comien
iNTRODUCCION uu
ios politicos de la patria, nuestra secesion espiritual de Es-
Paiia es una realidad que no cabe tergiversar, pues ella esti
manifiesta en el caricter y la orientacién de ta cultura ar-
gentina, asi como en la preferencia por las fuentes de que
ésta se ha nutrido. Es lo que certeramente, y de manera irre
futable, ha senalado Lugones: “Estamos, asi, tan separados
de ella, como ella misma del espiritu que animé a los pri-
meros conquistadores. Lo que nosotros restauramos y se-
guimos restaurando, es la civilizacién por ella perdida; de
manera que todo esfuerz0 para vincularnos a su decadencia,
nos perjudicaria como una negacidn de aquel fendmeno. Es
ella quien tiene que venir a nosotros, la raza nueva, “la
hija més hermosa que su hermosa madre”, pero sin ningtin
propdsito de influir sobre nuestro espiritu, més fuerte y li
bre que el suyo. América no serd jamds una nueva Espatia
Podria derramarse en ella toda la poblacién de la Peninsula,
sin que por esto. se modificara su entidad. El espiritu, esa
fuerza que, contrariada, produjo la decadencia de la Espatia
fanitica y absolutista, esté inexorablemente separado. Fs en
el Nuevo Mundo donde va a reintegrarse la civilizacién de
la libertad, contrariada por el dogma de obediencia que el
cristianismo impuso hace veinte siglos. La historia eslabona,
asi, a nuestro destino ese grande esfuerzo de la antigiiedad”
(EI Payador, pdgs. 141-142, Buenos Aires, 1916). En efecto,
de la cultura greco-romana, a través del acervo humanista
de la modernidad europea —al que Megamos por otras vias
que Espaiia— hemos heredado, con su espiritu, el sentido
democratico, como forma sustancial de convivencia, el cual
es mucho més raigal que la democracia de tipo anglosajén,
que importamos para estructura nuestras instiluciones po
liticas.
Ninguna interferencia de conatos al servicio de una ser
vidumbre colonial podré oscurecer o falsear el hecho in