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23. LA LEY Y LA CRUZ EN COL.

2: 14-17

Según Colos. 2: 14-17, la ley de Dios fue clavada en la cruz; por lo tanto, ¿necesitamos observar el
sábado?

Si la ley de Dios hubiese sido clavada en la cruz, entonces no solamente el mandamiento del
sábado quedaría anulado, sino también los otros 9. Es evidente que eso no ha sucedido, porque en
todas las iglesias cristianas todavía se enseña que hay que respetar esa ley. Al no guardar el
sábado, se explica que el día de reposo se c cambió al domingo, con lo que se admite que el
mandamiento del reposo semanal permanece.

Por otro lado, el mismo apóstol hace referencia a la ley de Dios en todas sus epístolas, lo cual
refuta la idea de que para él estuviera abolida.

Nótese que en esta misma epístola a los colosenses señala como pecados que hay que abandonar
a la fornicación, a la idolatría, a la blasfemia y a la mentira; pecados señalados por la ley de Dios
(cap. 3: 5-9) (véase la pregunta 8 sobre Rom. 10: 4). Además, conviene recordar que los Diez
Mandamientos están citados, directa o indirectamente, en todo el Nuevo Testamento, lo cual
señala la permanencia de la ley de Dios (véase la pregunta 12).

El principal propósito del apóstol Pablo al escribir el cap. 2, era refutar enseñanzas fundadas en
“filosofías y huecas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los rudimentos del
mundo”, como “culto a los ángeles” y fruto de una “mente carnal” (cap. 2: 8,18). O sea, había un
aparente esfuerzo de algunos en conciliar las enseñanzas apostólicas con doctrinas judaicas,
helenista y paganas, pero que no eran “según Cristo”, sino “en conformidad a mandamientos y
doctrinas de hombres” (cap. 2: 8,22).

Nótese que después de advertir el error de esas doctrinas presentadas por los falsos maestros
descritos en el versículo 8, el apóstol presenta la personalidad divina de Cristo (verss. 9-10) y su
obra de redención por “el poder de Dios que le levantó de los muertos” (vers. 12), razón por la
cual “a vosotros, estando muertos en pecados… Os dio vida juntamente con él, perdonándoos
todos los pecados” (vers. 13).

Con estos antecedentes llegamos al versículo 14, donde dice: “Anulando el acta de los decretos
que había contra nosotros” (Reina-Valera revisada en 1960). “Y cancelada la cédula del decreto
firmado contra nosotros” (versión Torres Amat). Esa “cédula” o “acta de los decretos que había
contra nosotros”, ¿eran los Diez Mandamientos de la ley de Dios? Sería imposible admitirlo por 2
razones:
1) Los Diez Mandamientos no son decretos “contra nosotros”, sino que son preceptos de una
ley santa, justa y buena (Rom. 7: 12), cuyo obediencia significa bienestar y felicidad, por lo que
ningún mandamiento está “contra nosotros”.

2) El mismo apóstol que recuerda “el perdón de todos los pecados” por Cristo (Colos. 2: 3), 2
veces aclaró a los romanos que donde no hay ley tampoco hay pecado (Rom. 4: 15; 5: 13). Por lo
tanto, si hay pecados que perdonar es porque hay una ley que los señala (Rom. 7: 7; 3: 20).
Concluimos entonces que el “acta de los decretos que había contra nosotros” y que fue clavada en
la cruz, tiene que ser otra cosa, pero de ningún modo la ley de Dios. De lo contrario la
contradicción del apóstol sería evidente, pues por un lado reconocería la permanencia de la ley de
Dios y por otro la anularía.

La palabra griega traducida como “acta” o “cédula” en el vers. 14 es cheirografon. Primariamente


quiere decir “contrato escrito” o “certificado de deuda” resultante de alguna transgresión.
También “libro con registro de pecados” usado para la condenación del transgresor. Esto nos
ayuda a entender que lo que fue clavado en la cruz fueron los registros de nuestros pecados que
“estaban contra nosotros” condenándonos a muerte “Rom. 6: 23).

Ésa era la obra cumbre de Cristo, “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1: 29).
Su obra no era quitar la ley de Dios, sino el pecado, que es la transgresión de esa ley (1ª Jn. 3: 4).
Por lo tanto, Cristo clavó en la cruz el cheirografon, o sea el “registro de nuestros pecados”, o “el
certificado de nuestra deuda” de pecados que había contra nosotros, que nos era contraria”. Así
se cumplió la promesa: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones…” (Isa. 43: 25).

De este modo, destruyendo el cheirografon, o sea las evidencias de nuestros pecados, Cristo
despojó “a los principados y potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la
cruz” (Colos. 2: 15). En efecto, el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de
nuestro Dios día y noche” (Apoc. 12: 10), fue derrotado y descubierta su falacia. La versión popular
Dios Habla Hoy, presenta así los verss. 14 y 15: “Dios canceló la cuenta que había contra nosotros
y que nos condenaba por sus requisitos legales. Puso fin a esa cuenta, clavándola en la cruz. Cristo,
al morir en la cruz, venció a las autoridades y poderes espirituales, y los humilló públicamente,
llevándolos como prisioneros en su desfile victorioso”.

Habiendo quedado claro que lo que fue clavado en la cruz no fue la ley de Dios sino todo registro
de nuestros pecados, perdonados por la muerte de Cristo, y por lo tanto, simbólicamente clavados
en la cruz, pasemos ahora a los verss. 16 y 17. Las comidas, las bebidas, los días de reposo o
sábados mencionados en el vers. 16, son identificados por el vers. 17, donde dice: “todo lo cual es
sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo de Cristo”. En efecto, en el ritual del templo y su
sacerdocio levítico, había fiestas, comidas, bebidas y días de reposo o sábados que eran “sombra”
o símbolos de Cristo.

La Pascua era un día de descanso celebrado con comidas y bebidas en recuerdo de la liberación de
la esclavitud de Egipto. Desde que Cristo nos liberó de la esclavitud del pecado (Rom. 6: 17-18), se
constituyó en nuestra Pascua “sacrificada por nosotros” (1ª Cor. 5: 7). Así, el apóstol reconoce en
la Pascua una sombra de Cristo. La gran fiesta de la purificación del santuario, celebrada cada año
el 10 del mes 7º, otro día de descanso o sábado, también era una “sombra” de Cristo cumplida con
su único sacrificio (Heb. 9: 23-26). Y lo mismo podría decirse de otras fiestas o días de reposo
como los panes ázimos, el Pentecostés, las cabañas, etc. De esta manera, contrariamente a lo que
enseñarían estas “filosofías y sutilezas huecas” contra las que Pablo precavía a los colosenses, los
cristianos no necesitaban tomar en cuenta para su salvación es el ceremonial simbólico, pues las
“sombras” dejaban su lugar a la realidad: Cristo.

No podríamos decir lo mismo respecto al séptimo día, el día de reposo señalado por la ley de Dios,
pues cuando fue establecido mediante la bendición y santificación del Señor (Gén. 2: 1-3), aún no
había entrado el pecado en el mundo, por lo tanto no podía habérselo establecido como sombra
de algo que no había ocurrido. Obsérvese que el mismo mandamiento da como razón de su
santificación la creación del mundo: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo… Porque en
seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó el
séptimo día para santificarlo… Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar y todas
las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día…” (Éx. 20: 8-11). Aquí es oportuno decir que
el apóstol Pablo declaró a los colosenses que esa creación es obra de Cristo (Colos. 1: 15-18). Por
lo tanto siendo él el Creador, fue él el que bendijo y santificó el sábado. Ésa es la razón por la que
Jesús afirmó una vez a los judíos que el “Hijo del Hombre es Señor aún del sábado” (Marc. 2: 28).

El mismo apóstol comparó una vez ante los judíos el reposo del sábado con el reposo espiritual
(Heb. 4: 3-11). Pero con ese hecho no anulaba la primera razón de su santificación, ser un
recuerdo de la creación, pues la creación del mundo no fue anulada ni tampoco su Creador. Fue
una forma utilizada por el apóstol para hacer entender a los judíos que con el solo reposo físico del
sábado, no podían alcanzar el reposo espiritual sin aceptar a Cristo. El único que podía darnos
reposo espiritual, mediante el perdón de nuestros pecados, era Cristo (véase la pregunta 19).

Concluimos diciendo que las fiestas señaladas en el versículo 16, eran referencia directa a las
pistas simbólicas o “sombras” de Cristo del ritual del templo y del sacerdocio Lev., que ya no
tenían objeto. Por lo tanto si alguno no quería celebrarlas no cometía falta y por ese motivo no
debía juzgárselo como transgresor.

Ofrecemos, como valiosa e interesante, la nota explicativa que aparece en El Nuevo Testamento
con Notas, publicado por la Sociedad Americana de Tratados, West 46 th St., New York (copyright
1906). Esa nota fue preparada por el Rev. P. A. Rodríguez y el señor Carlos Araujo, de Madrid,
España, ambos creyentes evangélicos, no adventistas. En las pág. 648 y 649, dan esta explicación
al versículo 16: “Nadie os juzgue, apruebe y repruebe, vuestro modo de tratar la ley ceremonial;
de nuevo alguna o de sábados, los días cuya observancia estaban asociados con carnes, bebidas y
lunas nuevas.” (Rom. 14: 10, 13). Este pasaje no se refiere al sábado de la ley moral, ni a los
mandamientos que prohíben el robo, el asesinato y el adulterio. Este sábado semanal no ha
perjudicado nunca a los hombres, sino que ha promovido siempre su bien. Su observancia les
ayudó a conquistar los mejores lugares de la tierra y a poseer la heredad del pueblo de Dios (Isa.
58: 13-14; Jer. 17: 21-27).”

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