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Revolución francesa

El 14 de julio de 1789, la burguesía tomó la Bastilla, la prisión que era símbolo del
Antiguo Régimen y el 4 de agosto, la Asamblea Nacional declaro una serie de decretos
que, entre otras cosas, cortaba los privilegios de la nobleza, como la exención de
impuestos y el monopolio sobre tierras cultivables. A partir de este momento, la Francia
revolucionaria esbozó su primer tipo de nuevo gobierno, la Monarquía Constitucional,
que duró de 1791 a 1792. Predicando la amenaza que venía de los rumbos que la
Revolución tomaba, el rey Luis XVI articuló un levantamiento contrarrevolucionario con
el apoyo de la monarquía austriaca y prusiana. En 1792, Austria invadió Francia y ésta
declaró la guerra a aquella. El Rey y su esposa, María Antonieta, fueron asesinados en
la guillotina en 1793 y la Monarquía Constitucional llegó a su fin el mismo año. Con el
fin de la Monarquía Constitucional, hubo también la disolución de la Asamblea
Constituyente y la Convención Nacional de un nuevo parlamento. En este período
también Austria y Prusia prosiguieron su guerra contra Francia, temiendo que la
Revolución se extendiera por sus territorios. En 1795, la burguesía logró retomar el
poder y, a través de una nueva constitución, instituir una nueva fase a la Revolución
francesa llamada el Directorio, órgano compuesto por cinco miembros indicados por los
diputados. En diez años, de 1789 a 1799, Francia pasó por profundas modificaciones
políticas, sociales y económicas. La Revolución de Francia fue la palanca que llevó a
Francia del estadio feudal al capitalista. En torno a 1803 comienzan las Guerras
Napoleónicas, conflictos revolucionarios imbuidos de los ideales de la Revolución que
tuvo como protagonista a Napoleón Bonaparte.

Bibliografía
Bolinaga, I. (2014). Breve historia de la revolución francesa.

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