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Reisman - El ecologismo refutado

El ecologismo refutado

Por George Reisman

(Publicado el 20 de abril de 2001)


Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí:
http://mises.org/daily/661.

I.

El ecologismo es el producto del desmoronamiento del socialismo en un mundo


que ignora la contribuciones de Ludwig von Mises, un mundo que no sabe que lo
que ha dicho explica lógicamente el desmoronamiento del socialismo y lo que es
más importante, el éxito del capitalismo.

A causa de la ignorancia de las contribuciones de Mises, la gran mayoría de los


intelectuales y también del público en general, que ha estado sometido al sistema
educativo diseñado y gestionado por ellos, continúa creyendo cosas como que la
búsqueda de beneficio es la causa de los salarios de hambre, los horarios
agotadores, los talleres clandestinos y el trabajo infantil; y de los monopolios, la
inflación, las depresiones, las guerras, el imperialismo y el racismo.

Al mismo tiempo, creen que ahorrar es acaparar y una causa del desempleo y las
depresiones, como supuestamente lo es el progreso económico en forma de
mejoras en la eficiencia. Y por la misma lógica, consideran a la guerra y la
destrucción como necesarios para evitar el desempleo bajo el capitalismo.
Además, creen que el dinero es la raíz de todo el mal y que la competencia es “la
ley de jungla” y “la supervivencia de los más aptos”. La desigualdad económica,
creen, prueba que los empresarios y capitalistas de éxito desempeñan el mismo
papel social en el capitalismo que los propietarios de esclavos y aristócratas
feudales en tiempo pretéritos y ésa es la base lógica y justa de la “lucha de
clases”.

El conocimiento real y positivo de la búsqueda de beneficio y el sistema de


precios, del ahorro y la acumulación de capital, del dinero, de la competencia
económica y de la desigualdad económica y de la armonía de los intereses entre
los hombres que produce la operación conjunta de estas características
principales del capitalismo, todo este conocimiento falta casi completamente por
parte de la gran mayoría de los intelectuales actuales. Para obtener ese

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conocimiento, sería necesario que leyeran y estudiaran a von Mises, que es con
mucho la fuente más importante de dicho conocimiento. Pero no lo han hecho.

La ignorancia de las ideas de von Mises (la elusión voluntaria de sus ideas) ha
permitido a las últimas tres generaciones de intelectuales continuar con la mentira
de que el capitalismo es una “anarquía de producción”, un sistema de maldad
galopante, una completa locura y una continua lucha y conflicto, mientras que el
socialismo es un sistema de planificación y orden racional, de moralidad y justicia
y la armonía universal definitiva para toda la humanidad. Durante tal vez un siglo y
medio, los intelectuales han visto al socialismo como el sistema de la razón y la
ciencia y como el objetivo último de todo progreso social. Basándose en todo en lo
que creen y piensan que saben la gran mayoría de los intelectuales incluso ahora
no pueden dejar de creer que el socialismo debería triunfar y el capitalismo
fracasar.

Ignorantes de las contribuciones de von Mises, los intelectuales no estaban en


absoluto preparados para el desmoronamiento mundial del socialismo que se
hacía cada vez más evidente en las últimas décadas del siglo XX y que culminó
con la desaparición de los regímenes comunistas en Europa del Este y la antigua
Unión Soviética. Llevando su ignorancia hasta la depravación, aparentemente han
elegido interpretar el innegable fracaso del socialismo no como una evidencia de
su propia ignorancia, sino como un fracaso de la razón y la ciencia. Creen que el
socialismo es el sistema de organización social implícito en la razón y la ciencia.
Su fracaso, concluyen, solo puede ser el fracaso de la razón y la ciencia. Tal es el
estado de ignorancia que resulta de la ignorancia de las contribuciones de von
Mises.

Esto es lo mínimo que debe decirse acerca de la relación real entre socialismo y
razón. La razón es un atributo del individuo, no del colectivo. Como dijo
repetidamente von Mises, “Sólo el individuo piensa. Sólo el individuo actúa”. Lejos
de ser un tipo de sistema demandado o incluso remotamente apoyado por la
razón, el socialismo constituye la supresión forzosa de de la razón de todos
excepto del Dictador Supremo. Es el único que piensa y planea, mientras que
todos los demás simplemente obedecen y ejecutan sus órdenes. Un sistema en el
que un hombre, o unos pocos, presume tener el monopolio del uso de la razón
debe, por supuesto, fracasar. Su fracaso ciertamente no puede calificarse de un
fracaso de la razón. No es un fallo de la razón más de lo podría calificarse de un
fracaso de las piernas humanas y si un hombre o un puñado de ellos privaran de
alguna forma al resto de la raza humana del poder de usar sus piernas y luego,
por supuesto, encuentra que sus propias piernas son inadecuadas para soportar el
peso de la raza humana.

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Lejos de ser el fracaso del socialismo un fracaso de la razón, sería mucho más
apropiado describirlo como un fracaso de la locura: la locura de creer que el
pensamiento y la planificación de una persona o un puñado de ellas podría
sustituir el pensamiento y planificación de decenas y centenas de millones de
hombre cooperando bajo el capitalismo y su sistema de división del trabajo y
precios. (Por supuesto, como nunca se han preocupado por leer a von Mises, los
intelectuales ni siquiera saben que la gente normal realiza en realidad planificación
económica, planificación que se integra y armoniza mediante el sistema de
precios. Desde la perspectiva abismalmente ignorante de los intelectuales, la
gente normal son como pollos sin cabeza. Pensar y planificar son supuestamente
acciones que solo los funcionarios públicos pueden realizar.

A causa de la ignorancia de la contribuciones de von Mises, no puedo esperar que


mucha gente sepa que el nazismo era realmente una forma importante de
socialismo y por tanto los quince millones o más asesinatos de los que fue
responsable debería ponerse en la cuenta del socialismo. Aparte del nazismo y
todas sus muertes, el socialismo “científico” marxista fue responsable de más de
ochenta millones de muertes en el siglo XX: treinta millones en la antigua Unión
Soviética, cincuenta millones en la China comunista y un número incontable en los
países satélites.

La gran mayoría del establishment intelectual nunca se tomó muy en serio estas
últimas matanzas masivas y ciertamente no las consideró como causadas por las
naturaleza del socialismo. (Sí se tomaron en serio la matanzas cometidas por los
nazis, de las que, en su ignorancia, echaron la culpa al capitalismo). Incluso
cuando al acabar el siglo XX, mucho después de que se hubieran cometido la gran
mayoría de las matanzas y fueran conocidas en el mundo, el Presidente Reagan
calificó a la Unión Soviética como “el imperio del mal”, el establishment intelectual
no fue capaz de dar otra respuesta que criticarle por ser poco educado, poco
diplomático y grosero.

La realidad es que la gran mayoría de los intelectuales de las últimas


generaciones tienen sangre en sus manos. Al menos hablando moralmente, al
pedir el establecimiento del socialismo o negar o ignorar sus sangrientas
consecuencias resultantes, han sido cómplices de matanzas masivas, ya sea
antes o después de los hechos.

De hecho los intelectuales tienen una cierta conciencia de su culpabilidad. Pues


no solo culpan a la razón y la ciencia del fracaso del socialismo, sino que ahora
consideran a la razón y la ciencia y a su tecnología derivada como fenómenos
profundamente peligrosos, pues ellas, y no el socialismo, han sido responsables
de las matanzas masivas. De hecho el mismo bando intelectual que hace una
generación o más pedía una “ingeniería social” ha llevado el fracaso de la

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ingeniería social al grado de oponerse ahora a la ingeniería de prácticamente


cualquier tipo.

El mismo bando intelectual que hace una generación o más pedía el control
totalitario de todos los aspectos de la vida humana con el fin de poner orden a lo
que de otra forma sería supuestamente un caos, pide ahora una política de laissez
faire, por respeto a las armonías naturales. Por supuesto no es una política de
laissez faire hacia los seres humanos, que serían igual de rígidamente controlados
que siempre. Por supuesto, tampoco es una política que reconozca ninguna forma
de armonía económica entre seres humanos. No, es una política de laissez faire
hacia la naturaleza en bruto: las supuestas armonías que hay que respetar son las
de los llamados ecosistemas.

Pero aunque los intelectuales se han vuelto contra la razón, la ciencia y la


tecnología, continúan apoyando el socialismo y, por supuesto, oponiéndose al
capitalismo. Ahora lo hacen en forma de ecologismo. Deberíamos entender que el
objetivo del ecologismo de límites globales en las emisiones de dióxido de carbono
y otros productos químicos, tal y como se pide en el Tratado de Kioto, lleva
fácilmente al establecimiento de una planificación centralizada mundial con
respecto a una amplia variedad de medios de producción esenciales. De hecho,
un puente explícito entre el socialismo y el ecologismo lo brinda una de los
teóricos más ilustres del movimiento ecologista, Barry Commoner, que fue
asimismo es primer candidato del Partido Verde a Presidente de Estados Unidos.

El puente se conforma como un intento de validación ecológica de una de las


primerísimas ideas de Karl Marx en ser desacreditada: la predicción de Marx del
progresivo empobrecimiento de los asalariados bajo el capitalismo, Commoner
intenta rescatar esta idea argumentando que lo que impidió que la predicción de
Marx se hiciera realidad hasta ahora es solo que el capitalismo ha sido capaz de
explotar el medio ambiente temporalmente. Pero este proceso debe llegar a un
final y, en consecuencia, el supuesto conflicto inherente entre capitalistas y
trabajadores aparecerá con todo su vigor. (A quien el interese, cito ampliamente a
Commoner en Capitalism).

Respecto de la similitud esencial entre ecologismo y socialismo, escribí:

La única diferencia que veo entre el movimiento verde de los ecologistas y


el antiguo movimiento rojo de comunistas y socialistas es la superficial de
las razones específicas por las que quieren violar la libertad y la búsqueda
de la felicidad individuales. Los Rojos afirmaban que al individuo no se le
podía dejar libre porque las consecuencias serían cosas como
“explotación”, “monopolios” y depresiones. Los Verdes afirman que al
individuo no se le pueda dejar libre porque las consecuencias serían cosas

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como la destrucción de la capa de ozono, la lluvia ácida y el calentamiento


global. Ambos afirman que es esencial un control gubernamental
centralizado sobre la actividad económica. Los Rojos la quieren
supuestamente para favorecer la consecución de prosperidad humana. Los
Verdes la quieren para supuestamente para evitar daños medioambientales
(…) [y en el fondo] ambos, los Rojos y los Verdes quieren que alguien sufra
y muera; unos, los capitalistas y los ricos, supuestamente por el bien de los
proletarios y los pobres; los otros, una importante parte de la humanidad,
supuestamente por el bien de los animales inferiores y la naturaleza
inanimada. (Ibíd., p.102).

Si los intelectuales del mundo hubieran estado abiertos a la posibilidad de que


estuvieran equivocados acerca de la naturaleza del capitalismo (profunda y
devastadoramente equivocados) y se hubieran tomado la molestia de leer y
entender las obras de von Mises para aprender cómo y por qué han estado
equivocados, el socialismo hubiera muerto de una vez y para siempre con la Unión
Soviética y todo el mundo se estaría moviendo ahora hacia el capitalismo del
laissez faire y hacia un progreso y prosperidad sin precedentes. En su lugar, los
intelectuales han elegido encajar la doctrina del ecologismo en el mundo, en un
esfuerzo desesperado por destruir el capitalismo y salvar el socialismo.

II.

Todo lo que he dicho hasta ahora debería entenderse como la naturaleza de un


prólogo. Considero que lo sustancial de mi charla es la refutación de las dos
afirmaciones esenciales de los ecologistas y luego una crítica de sus
prescripciones políticas esenciales. Las dos afirmaciones esenciales de los
ecologistas, que doy por supuesto que ya las conocen bien todos, son (1) que el
progreso económico continuado es imposible, por el inminente agotamiento de los
recursos naturales (de este idea viene el lema “reducir, reusar, reciclar”) y (2) que
el progreso económico continuado, de hecho mucho del progreso económico que
hemos tenido hasta ahora, es destructivo para el medio ambiente y por tanto
peligroso.

La esencial de los ecologistas es la prohibición de la acción individual por el propio


interés siempre que el producto de dicha acción cuando se realiza de forma
masiva supuestamente daña el medio ambiente. El ejemplo concreto principal de
esta prescripción política es el intento ahora en marcha de obligar a la gente a
renunciar a cosas como sus automóviles y aire acondicionado, diciendo que los
residuos de ciento o miles de millones de personas utilizando esos dispositivos
causa calentamiento global, Por supuesto, este mismo ejemplo es actualmente el
ejemplo principal de los supuestos peligros del progreso económico.

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La base de mi crítica a las afirmaciones esenciales de los ecologistas es la teoría


de los bienes de Carl Menger. La base de mi crítica a su prescripción política
esencial es el espíritu del individualismo que aparece en los escritos de Ludwig
von Mises.

En sus Principios de Economía, Menger desarrolla dos aspectos de su teoría de


los bienes que son altamente relevantes para la crítica de las dos afirmaciones
esenciales de los ecologistas. El primer aspecto es su reconocimiento de que lo
que convierte en bienes a lo que de otra forma serían meras cosas no son las
propiedades intrínsecas de las cosas sino una relación hecha por los humanos
entre las propiedades físicas de las cosas y la satisfacción de las necesidades o
deseos humanos. Menger describe cuatro prerrequisitos, todos los cuales deben
estar simultáneamente presentes, con el fin de que una cosa se convierta en bien
o, como dice a menudo, tener “carácter de bien”.

Escribe:

Si una cosa se va a convertir en bien, o en otras palabras, si va a adquirir


carácter de bien, los siguientes cuatro prerrequisitos deben estar
simultáneamente presentes:

1. Una necesidad humana.

2. Aquellas propiedades que hacen a la cosa capaz de producir una


conexión causal con la satisfacción de esta necesidad.

3. Conocimiento humano de esta conexión causal.

4. Control del bien suficiente como para dirigirlo a la satisfacción de la


necesidad (p. 52).

Debe decirse que los últimos dos prerrequisitos son hechos por los humanos. El
conocimiento humano de la conexión causal entre cosas materiales externas y la
satisfacción de necesidades humanas debe descubrirla el hombre. Y el control
suficiente de las cosas materiales externas como para dirigirlas a la satisfacción
de las necesidades humanas debe establecerlo el hombre. En su mayor parte, se
establece por medio de un proceso de acumulación de capital y un aumento de la
productividad de la mano de obra.

Todo esto tiene un reflejo inmediato en la materia de los recursos naturales.


Implica que los recursos ofrecidos por la naturaleza, como hierro, aluminio,

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carbón, petróleo, etc. no son en modo alguno inmediatamente bienes. Su carácter


de bienes debe crearlo el hombre, por el conocimiento descubridor de sus
respectivas propiedades, que le permiten satisfacer las necesidades humanas y
luego establecer control suficiente sobre ellas como para dirigirlas a la satisfacción
de necesidades humanas.

Por ejemplo, el hierro, que ha estado presente en la tierra desde la formación del
planeta y durante toda la presencia del hombre en la tierra, no se convirtió en un
bien hasta mucho después de que acabara la Edad de Piedra. El petróleo que ha
estado presente en la tierra durante millones de años, no se convirtió en un bien
hasta mediados del siglo XIX, cuando se descubrieron usos para él. El aluminio, el
radio y el uranio tampoco se convirtieron en bienes hasta el último siglo o siglo y
medio.

Un ejemplo relativo al carácter de bienes creado solo después del establecimiento


de un control suficiente como para dirigir el recurso ofrecido por la naturaleza a la
satisfacción de una necesidad humana sería el caso de los depósitos de petróleo
que estén a mayor profundidad de la que pueden llegar los equipos actuales de
perforación. A medida que mejoran los equipos de perforación, se establece el
control sobre depósitos a profundidades cada vez mayores. Esos depósitos, a
medida que se van conociendo, se convierten en bienes, lo que no habían sido
hasta ahora. De forma similar, durante algunos años después de la creación del
carácter de bienes del petróleo, aquellos depósitos que contenían una cantidad
significativa de azufre no eran utilizables para la fabricación de productos
derivados del petróleo y por tanto no eran bienes, Su carácter de bienes se creó
solo cuando Rockefeller y la Standard Oil desarrollaron el proceso de craqueo de
moléculas de petróleo, que hizo así utilizables los depósitos sulfurosos.

El segundo aspecto de la teoría de los bienes de Mnger que resulta altamente


relevante para la crítica de las afirmaciones esenciales de los ecologistas es su
principio de que el punto de partida para el carácter de bienes y el valor de los
bienes está dentro de nosotros (dentro de los seres humanos) e irradia fuera hacia
cosas externas, estableciendo el carácter de bienes y el primer valor de las cosas
que satisface directamente nuestras necesidades, como comida y ropa, cuya
categoría de bienes Menger describe como “bienes de primer orden” y, segundo,
los medios de producir los bienes de primer orden, como la harina para hacer pan
y la tela para hacer ropa, cuya categoría de bienes Menger describe como “bienes
de segundo orden”.

El carácter de bienes y el valor de los bienes proceden por tanto de los bienes de
segundo orden a los bienes de tercer orden, como el trigo, que se usa para
fabricar harina, y el hilo de algodón, que se usa para fabricar la tela para fabricar la
ropa. Desde ahí proceden los bienes de cuarto orden, como los aperos y la tierra

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usados para producir el trigo y el algodón en bruto del que se fabrica el hilo de
algodón. Por tanto, el carácter de bienes y el valor de los bienes, en opinión de
Menger, irradian hacia fuera de los seres humanos y sus necesidades hacia cosas
cada vez más remotas para la satisfacción directa de las necesidades humanas.

En palabras propias de Menger: “El carácter de bines de los bienes de nivel


superior deriva del de los bienes correspondientes de nivel inferior” (p. 63). Y “(…)
el valor de los bienes de nivel superior siempre y sin excepciones está
determinado por el valor eventual de los bienes de nivel inferior a cuya producción
sirven” (p. 150). Y respecto del valor de los bienes de primer orden: “El valor que
un individuo económico atribuye a un bien es igual a la importancia de la
satisfacción concreta que depende de su control del bien” (p. 146). “El factor
determinante (…) es (…) la magnitud de la importancia de esas satisfacciones con
respecto a las cuales somos conscientes de ser dependientes del control del bien”
(p. 147).

En opinión de Menger, está claro que el proceso de la producción representa un


progreso de los bienes de nivel alto a los de nivel bajo, es decir, de bienes más
lejanos a la satisfacción de las necesidades humanas y de la fuente del valor de
todos los bienes a bienes menos lejanos a la satisfacción de las necesidades
humanas y de la fuente del valor de todos los bienes. El proceso de producción
aparece inequívocamente como una de las constantes mejoras de la utilidad, ya
que se mueve cada vez más cerca de su fin y propósito último: la satisfacción de
necesidades humanas.

Para aplicar la postura de Menger a la crítica de las afirmaciones esenciales del


ecologismo, es necesario primero destacar el hecho de que, en su relato de las
cosas, la contribución de la naturaleza a los recursos naturales es implícitamente
mucho menor de lo que se supone generalmente. De acuerdo con la opinión
predominante, lo que la naturaleza ha proporcionado son los recursos naturales
que explota el hombre, es decir, por ejemplo, todas las minas de hierro y carbón,
todos los pozos de petróleo y gas, etc. Al mismo tiempo, de acuerdo con la opinión
predominante, la única conexión del hombre con estos recursos naturales
supuestamente dados por la naturaleza en su totalidad es meramente que los
agota, sin posibilidad de reemplazarlos. Por ejemplo, se piensa de forma
generalizada que mientras que le hombre produce cosas como automóviles y
neveras, su única conexión con los recursos naturales usados en su producción,
como la mena de hierro, simplemente se gasta, sin posibilidad de reemplazarla.

Como dije, en opinión de Menger, la contribución de la naturaleza a los recursos


naturales es mucho menor que la que se asume normalmente. Lo que ha
proporcionado la naturaleza, de acuerdo con Menger, es el producto material y las
propiedades físicas de los depósitos de estas minas y pozos, pero no ha

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proporcionado el carácter de bienes a ninguno de ellos. De hecho, hubo un tiempo


en que ninguno de ellos fueron bienes.

El carácter de bienes de los recursos naturales, de acuerdo con Menger, lo crea el


hombre cuando descubre las propiedades que tienen que los hacen capaces de
satisfacer las necesidades humanas y cuando obtiene control sobre ellos
suficiente como para dirigirlos a la satisfacción de necesidades humanas.

Todo lo que hace falta añadir a la opinión de Menger sobre la creación por el
hombre del carácter de bienes de los recursos naturales es un reconocimiento
preciso explícito del grado en que las cosas a las que se refiere Menger como que
la naturaleza ha provisto y aún no son bienes o al menos del dominio del que las
cosas podrían llevarse a un grado mayor para recibir el carácter de bienes por
virtud de la contribución del hombre al proceso. En otras palabras, ¿qué ha
proporcionado exactamente la naturaleza con respecto a lo cual el hombre podría
descubrir conexiones causales para la satisfacción de sus necesidades y sobre lo
que en mayores porciones podría obtener un control suficiente para dirigir dichas
cosas a la satisfacción de sus necesidades?

Mi respuesta a esta pregunta es que lo que ha proporcionado la naturaleza es


materia y energía: materia en forma de elementos químicos conocidos y
desconocidos y energía en sus diversas formas. Llamo a esta contribución de la
naturaleza “los recursos naturales proporcionados por la naturaleza. Los recursos
naturales en el sentido mucho más estrecho de “bienes”, tal y como usa Menger el
término, se toman de su dominio virtualmente infinito proporcionado por la
naturaleza- Los recursos naturales que son bienes en el sentido de Menger son
recursos naturales proporcionados por la naturaleza que el hombre ha hecho
utilizables y accesibles en virtud de descubrir propiedades que poseen que les
permiten satisfacer las necesidades humanas y en virtud de obtener control
suficiente de ellos como para dirigirlos a la satisfacción de necesidades humanas.

Aquí es esencial entender la distinción entre los dos sentidos de la expresión


“recursos naturales”. Primero, existen los recursos naturales tal y como los
proporciona la naturaleza. Esos recursos naturales, como digo, son materia, en
todas sus formas elementales, y energía, en todas sus formas. Y luego, en
segundo lugar, tomado de este dominio, están los recursos a los que el hombre ha
dado carácter de bienes.

Ya estamos familiarizados con el hecho de que una característica importante de


los recursos naturales en el primer sentido, esto es de los recursos naturales tal y
como los proporciona la naturaleza, es que ninguno de ellos son intrínsecamente
bienes, que para conseguir su carácter de bienes han de esperar a la acción del
hombre. Una característica más, igualmente importante, de los recursos naturales

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tal y como los proporciona la naturaleza y que ahora hay que enfatizar todo lo
posible, es el enormidad de su cantidad. De hecho, para todos los propósitos
prácticos, son infinitos. Hablando estrictamente, son unos y los mismos que toda
la materia y energía del universo. Esa es la totalidad de los recursos naturales
proporcionada por la naturaleza.

Por tanto, en un sentido, el sentido de la usabilidad, los recursos naturales


accesibles (es decir, de bienes como Menger define el término) la contribución de
la naturaleza es cero. Prácticamente nada nos llega de la naturaleza que esté listo
para ser un recurso usable y accesible, en el sentido de Menger. Sin embargo, en
otro sentido, los recursos naturales que vienen de la naturaleza (la materia, en
forma de todos los elementos químicos, conocidos y por conocer, y la energía en
todas su formas) son virtualmente infinitos. En este sentido, la contribución de la
naturaleza es ilimitada.

Incluso si limitamos nuestro horizonte exclusivamente al planeta tierra, que


ciertamente no tiene por qué ser nuestro límite definitivo, la magnitud de los
recursos naturales ofrecidos por la naturaleza es impresionantemente enorme. Es
nada menos que toda la masa de la tierra y toda la energía que conlleva, desde
las tormentas en la atmósfera, en las que una de ellas descarga más energía que
lo que produce toda la humanidad en año entero al tremendo calor que hay en el
centro de la tierra en millones de kilómetros cúbicos de hierro y níquel fundidos.
Sí, los recursos naturales ofrecidos solamente por la naturaleza en la tierra se
extienden de los límites superiores de la atmósfera terrestre, a seis mil kilómetros
abajo, hasta su centro. Esa enormidad consiste en elementos químicos
sólidamente empaquetados. No hay un solo centímetro cúbico de tierra, ni en la
superficie ni bajo ella, que no sea un elemento químico u otro, o alguna
combinación de elementos químicos. Ésta es la contribución de la naturaleza a los
recursos naturales contenidos en este planeta. Esto indica la increíblemente
enorme cantidad de lo que hay por ahí esperando a la transformación por parte del
hombre en recursos naturales que posean el carácter de bienes.

Y esto me lleva a lo que considero que es la visión revolucionaria de los recursos


naturales que está implícita en la teoría de los bienes de Menger. Que es que no
solo el hombre crea los bienes (carácter de recursos naturales) obteniendo
conocimiento de sus propiedades útiles y luego creando su usabilidad y
accesibilidad estableciendo el necesario control sobre ellos, sino que asimismo
tiene la capacidad de continuar aumentando indefinidamente la oferta de recursos
naturales que posean carácter de bienes. Agranda la oferta de recursos naturales
usables y accesibles (es decir, de recursos naturales que poseen carácter de
bienes) a medida que expande su conocimiento y su poder físico sobre la
naturaleza.

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La opinión prevalente, que domina el pensamiento de ecologistas y


conservacionistas, de que hay una existencia escasa y preciosa de recursos
naturales que la actividad productiva del hombre sirve simplemente para agotarla,
es errónea. Vista en su contexto completo, la actividad productiva del hombre sirve
para agrandar a oferta de recursos naturales accesibles y usables convirtiendo
una fracción mayor, aunque aún diminuta, de la naturaleza en recursos naturales
que posean carácter de bienes. La cuestión esencial respecto de los recursos
naturales es de qué fracción de la virtual infinitud que es la naturaleza tiene el
hombre suficiente conocimiento al respecto y suficiente control físico como para
ser capaz de dirigirlo para la satisfacción de sus necesidades. Esta fracción
siempre será realmente pequeña y siempre será capaz de un enorme crecimiento
posterior.

Como dije hace un momento, la oferta de recursos naturales usables y accesibles


se expande a medida que el hombre aumenta su conocimiento y poder físico
sobre el mundo y el universo. Hasta ahora, aunque considerablemente expandido
en comparación con el que había hace siglos, el poder físico del hombre sobre el
mundo se ha venido confinando esencialmente al aproximadamente 30% de la
superficie terrestre que no está cubierto por el agua del mar y ha sido confinado
además a profundidades que se miden en pies, no en millas. El hombre está
literalmente solo arañando la superficie de la tierra y la parte más superficial de
ésta. Y en ninguna parte se está ocupando de la naturaleza ni cercanamente tan
eficaz o eficientemente como lo podría hacer algún día.

Además de los ejemplos dados anteriormente con respecto al hierro, petróleo,


aluminio, radio y uranio, consideremos las implicaciones para la oferta de recursos
naturales usables y accesibles del hombre al convertirse en capaz de cavar a
mayores profundidades con menos esfuerzo, separar los componentes que antes
no podía hacer o hacerlo con menos esfuerzo, para conseguir acceder a regiones
de la tierra previamente inaccesibles o mejorar su acceso a regiones ya
accesibles. Todo esto aumenta ña oferta de recursos naturales usables y
accesibles. Por supuesto, lo hace en virtud de crear lo que Menger describe como
control suficiente sobre las cosas como para dirigirlas a la satisfacción de
necesidades humanas. Todo ello les confiere el carácter de bienes a lo que hasta
entonces eran meras cosas.

Como escribí en Capitalism:

Hoy día, como resultado de dichos avances, la oferta de recursos naturales


económicamente utilizables es incomparablemente mayor de lo que era al
inicio de la Revolución Industrial o incluso hace una o dos generaciones.
Hoy día, el hombre puede cavar más fácilmente miles de pies en una mina
de lo que antes le costaba cavar diez pies, gracias a avances como equipos

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de excavación más poderosos, explosivos más potentes, estructuras de


acero para bóvedas de minas y bombas y máquinas modernas. Hoy día, un
solo trabajador de manejando un buldócer o una pala mecánica puede
mover más tierra que cientos de obreros en el pasado utilizando pico y pala.
Los avances en los métodos de reducción han hecho posible obtener
menas puras de compuestos con los que antes era imposible o demasiado
costoso trabajar. Las mejoras en la navegación y construcción de vías
férreas y carreteras han hecho posible el acceso a bajo coste a importantes
depósitos minerales en regiones previamente inaccesibles o muy costosas
de explotar.

Y añadí:

No hay límite para los posibles avances futuros. El hidrógeno, el elemento


más abundante en el universo, puede convertirse en una fuente de energía
económica en el futuro. Explosivos atómicos y de hidrógeno, láseres,
sistemas de detección por satélites e incluso los propios viajes espaciales
abren nuevas e ilimitadas posibilidades de incrementar la oferta de
minerales económicamente utilizables. Los avances en la tecnología minera
que harían posibles excavar económicamente a una profundidad de,
digamos, diez mil pies, en lugar de las profundidades actualmente mucho
más limitadas o cavar minar bajo los océanos, también incrementarían la
porción de masa terráquea accesible al hombre de forma que todos los
suministros previos de minerales accesibles parecería insignificante en
comparación. (p. 64).

El punto clave es que, siguiendo las ideas de Menger de la naturaleza de los


bienes, la oferta de recursos naturales usables y accesibles económicamente es
expandible. Se agranda como parte del mismo proceso por el que el hombre
aumenta la producción y suministro de todos los demás bienes, a saber, el
progreso científico y económico y y el ahorro y la acumulación de capital.

La situación fundamental es ésta. La naturaleza presenta a la tierra como una


inmensa bola sólidamente apretada de elementos químicos. También ha
proporcionado increíbles cantidades de energía en relación con esta masa de
elementos químicos. Si, por encima y contra esta contribución de la naturaleza
aparece la inteligencia humana motivada, el tipo de inteligencia humana motivada
que tanto favorece una sociedad libre y capitalista, con el perspectiva de ganar
una fortuna personal sustancial como consecuencia de casi cualquier avance
significativo, puede haber pocas dudas acerca del resultado: El hombre tendrá
éxito en agrandar progresivamente la fracción de la naturaleza que constituyen
bienes; esto es, tendrá éxito en agrandar progresivamente la oferta de recursos
naturales usables y accesibles.

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La probabilidad de su éxito se ve muy reforzada por dos hechos íntimamente


relacionados: la naturaleza progresiva del conocimiento humano y la naturaleza
progresiva de la acumulación de capital en una sociedad capitalista, que, por
supuesto, es también una sociedad racional, a la par que libre. En una sociedad
así, las existencias de conocimientos científicos y tecnológicos crece de
generación en generación, a medida que cada nueva generación empieza con
todo el conocimiento adquirido por las generaciones previas y luego hace su
propia nueva contribución al conocimiento. Esta nueva contribución aumenta las
existencias de conocimiento transmitidas a la próxima generación, que a su vez
hace sus nuevas contribuciones al conocimiento y así sucesivamente, sin límite
fijo a la acumulación de conocimiento salvo que se llegue a la omnisciencia.

De forma similar, el una sociedad así, las existencias de bienes de capital


aumentan de generación en generación. La mayor existencia de bienes de capital
acumulados en cualquier generación basándose en una preferencia temporal
suficientemente baja y por tanto al correspondiente alto grado de ahorro y
provisión para el futuro, junto con una continua alta productividad de los bienes de
capital basada en el conocimiento científico y tecnológico avanzado, sirven para
producir no solo una mayor y mejor oferta de bienes de consumo, sino asimismo
una mayor y mejor oferta de bienes de capital. Esa mayor y mejor oferta de bienes
de capital, continuando con la misma base de bajas preferencias temporales y
avance del conocimiento científico y tecnológico, sirve a su vez para aumentar y
mejorar más la oferta no solo de bienes de consumo sino también de bienes de
capital. El resultado es una continua acumulación de capital, que se basa en que
de generación en generación el hombre es capaz de enfrentarse a la naturaleza
con la posesión de poderes crecientes de control físico sobre ella.

Basándose tanto en el progresivamente creciente conocimiento de la naturaleza


como en el progresivamente creciente poder físico sobre la naturaleza, el hombre
aumenta progresivamente la fracción de la naturaleza con constituye bienes, es
decir, la oferta de recursos naturales usables y accesibles.

III.

Me ocupo ahora del segundo aspecto de la teoría de los bienes de Menger que se
relaciona con la crítica de las ideas esenciales del ecologismo, a saber, su visión
del proceso de producción como de continua mejora de la utilidad a medida que se
traslada de bienes de orden superior a bienes de orden inferior.

Todo lo que hace falta añadir a la opinión de Menger es reconocer de nuevo el


hecho de que la tierra es una inmensa bola sólidamente apretada de elementos
químicos. Esos elementos químicos constituyen lo que rodea material y

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Reisman - El ecologismo refutado

externamente al hombre, es decir, su entorno. Son las condiciones materiales


externas de la vida humana.

Esto se hace evidente tan pronto como nos damos cuenta de que no solo todo el
mundo constituye físicamente en nada salvo en elementos químicos, pero
asimismo que estos elementos nunca se destruyen. Simplemente reaparecen en
distintas combinaciones, en distintas proporciones, en distintos lugares. Como
escribí en capitalismo:

Aparte de lo que se ha perdido en unos pocos cohetes espaciales, la


cantidad de cada elemento químico en el mundo hoy día es la misma que
había antes de la Revolución Industrial. La única diferencia es que, a causa
de la Revolución Industrial, en lugar de mantenerse en letargo, fuera del
control de hombre, se han utilizado como nunca antes de forma que
favorezcan la vida y el bienestar humanos.

Por ejemplo, parte del hierro y cobre del mundo ha sido extraído del interior
de la tierra, donde era inútil, para ahora conformar edificios, puentes,
automóviles y mil y un objetos que benefician la vida humana. Parte del
carbono, oxígeno e hidrógeno del mundo se han separado de ciertos
componentes y recombinado con otros, en un proceso que genera energía
para calentar y alumbrar hogares, mover maquinaria industrial, automóviles,
aviones, barcos y ferrocarriles e incontables otras formas de servir a la vida
humana. De ello se deduce que al estar el entorno humano compuesto de
elementos químicos como hierro, cobre, carbono, oxígeno e hidrógeno y al
hacerlos útiles mediante su actividad productiva en distintas formas, dicho
entorno mejora a su vez. (…)

Consideremos más ejemplos. Para vivir, el hombre necesita ser capaz de


mover su persona y bienes de un sitio a otro. Si un bosque salvaje aparece
en su camino, ese movimiento resulta difícil o imposible. Por tanto,
representa una mejora en su entorno cuando el hombre aparta los
elementos químicos que constituyen algunos de los árboles a otro lugar y
echa los elementos químicos, que trae de otro sitio, para construir una
carretera. Es una mejora en el entorno cuando el hombre construye
puentes, cava canales, excava minas, despeja terrenos, construye fábricas
y casas o hace cualquier otra cosa que represente una mejora en las
condiciones materiales externas de su vida. Todas esas cosas representan
una mejora en lo que rodea materialmente al hombre—su entorno. Todo
ello representa la redisposición de los elementos de la naturaleza en forma
que les haga encontrarse en una relación más útil para la vida y el bienestar
humanos.

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Reisman - El ecologismo refutado

Por tanto, toda la actividad económica tiene como único fin la mejora del
entorno—se dirige exclusivamente a la mejora de las condiciones
materiales externas de la vida humana. La producción y la actividad
económica son precisamente los medios con los que el hombre adapta su
entorno y por tanto lo mejora. (p. 90).

Si alguien se pregunta cómo los ecologistas pueden no apreciar el hecho de que


precisamente la producción y la actividad económica constituyen los medios con
los que el hombre mejora su entorno, la respuesta es que los ecologistas no
comparten el punto de partida del valor de Menger (o de la civilización occidental),
es decir, el valor de la vida y el bienestar humanos. En su opinión, el punto de
partida del valor es el supuesto “valor intrínseco” de la naturaleza, es decir, el
supuesto valor de naturaleza por sí misma, totalmente aparte de cualquier
conexión con la vida y el bienestar humanos. Ese supuesto valor intrínseco se
destruye cada vez que el hombre cambia cualquier cosa en el estado preexistente
de la naturaleza.

Cuando los ecologistas hablan de “daño al entorno” en relación con cosas como
talar bosques, explosionar formaciones rocosas o la pérdida de estas especie de
planta o animal sin valor conocido o previsible para el hombre, lo que realmente
quieren decir en último término es la pérdida del los supuestos valores intrínsecos
que constituyen esas cosas y no una pérdida real alguna para el hombre. Por el
contrario, están dispuestos a sacrificar la vida y el bienestar humanos por la
preservación de dichos supuestos valores intrínsecos. Para ellos, el “entorno” no
es lo que rodea al hombre, derivando su valor de su relación con éste, sino la
naturaleza por sí misma, derivando su valor de sí misma, es decir, poseyendo un
valor “intrínseco”.

Por supuesto, los ecologistas también se presentan frecuentemente como


defensores de la vida y el bienestar humanos y en esos casos dirigen sus ataques
a distintos residuos negativos de la producción y la actividad económicamente
comparativamente menores, como la degradación local de la calidad del aire o el
agua, olvidando totalmente lo que es muy positivo, que, por supuesto, resulta ser
de una abrumadora mayor significación.

Lo que garantiza que los beneficios positivos de la producción y la actividad


económica compensen incalculablemente cualquier negatividad asociada a sus
residuos es el principio de respeto a los derechos individuales. Aunque en modo
alguno observado siempre, este principio requiere que la producción y actividad
económica de alguien no solo le beneficie sino que en lo que se refiere a otra
gente implicada en el proceso, el uso de su trabajo y propiedades debe obtenerse
solo por su consentimiento voluntario. Y, por supuesto, para obtener su
consentimiento voluntaria, su cooperación debe merecerles la pena.

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Reisman - El ecologismo refutado

Así por ejemplo, si queremos construir un edificio, no solo nosotros nos


beneficiaremos, sino asimismo todos los que trabajen para nosotros en la
construcción y los que nos proporcionen materiales y equipos para ello. También
lo harán los compradores o arrendatarios del edificio, si construimos para vender o
alquilar. Además, ninguna propiedad o tercera persona puede verse dañada por
nuestra acción. Por ejemplo, nos arriesgamos a una fuerte sanción si construimos
nuestro edificio de una forma que socave los cimientos de una edificio adyacente o
que haga a nuestro edificio inseguro para quienes pasen junto a él.

Las principales quejas de los ecologistas actualmente se preocupan del hecho de


que calentamos y refrescamos nuestro edificio, es verdad que no como individuos
aislados, sino como unos de muchas decenas o centenas de miles de individuos
que utilizan combustibles fósiles o CFC. Al hacerlo, supuestamente la humanidad
es culpable del delito de aumentar el nivel de dióxido de carbono y otros gases de
efecto invernadero, causando así “calentamiento global” o aumentando el nivel de
moléculas que destruyen el ozono en la atmósfera superior, ocasionando así tasas
mayores de cáncer de piel. Y como la humanidad supuestamente es culpable de
estas cosas, los ecologistas suponen que a los hombres individuales se nos deba
restringir, si no prohibir completamente, nuestro uso de combustibles fósiles y
CFC, incluso aunque, como individuos, seamos completamente incapaces de
causar ninguno de los supuestos efectos; y por supuesto lo mismo es cierto,
mutatis mutandis, para todos y cada uno de los demás individuos.

IV.

Ahora quiero ocuparme del enorme espíritu del individualismo que puede
encontrarse en von Mises. Solo los individuos piensan y solo los individuos actúan,
dice von Mises. De esto se deduce, por supuesto, que solo debería considerarse
responsable a un individuo de sus propias acciones. El hijo no debería ser
castigado por los pecados del padre; un miembro de una raza o nación o clase
económica no debería ser considerado responsable de las acciones de otros
miembros de esa raza, nación o clase económica.

Y así también debería ser en el caso de un supuesto daño medioambiental. Si un


individuo, o una empresa individual, es incapaz por sí mismo de causar
calentamiento global o eliminar ozono, o lo que sea, a una escala suficiente como
para causar daño a otro individuo o individuos concretos, no existe ninguna base
adecuada en la filosofía de von Mises para prohibir esta acción. Como digo en
Capitalism: “Prohibir una actividad de un individuo en un caso como éste es
hacerle responsable de algo de lo que él sencillamente no es de hecho
responsable. Es exactamente lo mismo que si se le castigara por algo que no haya
hecho” (p. 91).

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Reisman - El ecologismo refutado

Al individuo no debería castigársele por las consecuencias que puedan resultar


solo como consecuencia de acciones de la categoría o grupo más amplio del cual
es miembro, pero no ocurran como resultado de sus propias acciones. Así, incluso
aunque sea cierto que el efecto combinado de las acciones de varios miles de
millones de personas esté realmente causando calentamiento gomal o
desaparición de ozono (ninguna de estas afirmaciones se ha probado realmente:
¡las afirmaciones del calentamiento global tienen la certidumbre de una previsión
del tiempo, extendida a los próximos 100 años!), pero incluso si, como digo, esas
afirmaciones fueran ciertas, de ello no se deduciría ninguna justificación para
prohibir a ningún individuo o individuos concretos actuar de forma que solo por
agregados de miles de millones de individuos generen calentamiento gomal o
desaparición de ozono o lo que sea.

Si el calentamiento gomal o la desaparición de ozono o lo que sea realmente son


consecuencias de las acciones de la raza humana consideradas colectivamente,
pero no de las acciones de un individuo concreto, incluyendo cualquier empresa
privada individual, entonces la forma adecuada de ocuparse de ellos es como
equivalente a los actos de la naturaleza. No siendo causados por las acciones de
seres humanos individuales, son equivalentes a acciones no causadas
moralmente por seres humanos en absoluto, es decir, a actos de la naturaleza.

Una vez que vemos las cosas desde esta perspectiva, queda claro cuál es la
respuesta apropiada a esta cambien medioambiental, ya sea el calentamiento
global y la desaparición del ozono, el enfriamiento global o el aumento de ozono o
cualquier otra cosa que produzca la naturaleza. Es la misma que la respuesta
apropiada del hombre a la naturaleza en general. Esto es, los seres humanos
deben ser libres de ocuparse de la naturaleza para su máximo aprovechamiento,
sujeto solo a la limitación de no iniciar el uso de fuerza física contra la persona o
propiedad de otros seres humanos. Siguiendo este principio, el hombre se
ocupará de cualquier fuerza negativa de la naturaleza que generen los residuos de
su propia actividad tomados agregadamente precisamente la misma forma exitosa
en que se ocupa normalmente de las fuerzas primarias de la naturaleza.

Permítanme desarrollar esto. Aquí estamos. Disfrutamos de una civilización


industrial increíblemente maravillosa, cuya naturaleza se indica por el hecho de
que gracias a ella gran cantidad de seres humanos pueden viajar a velocidades
impresionantes durante cientos de kilómetros sin parar en sus propios automóviles
personales, escuchando orquestas sinfónicas mientras se mueven; de hecho,
pueden volar sobre continentes enteros en horas en aviones a reacción, mientras
ven películas y beben martinis; pueden entrar en habitaciones oscuras y llenarlas
de luz pulsando un interruptor; pueden abrir la puerta de una nevera y disfrutar de
comida deliciosa y sana traída de todos los lugares del mundo; pueden hacer todo
esto y mucho más. Es lo que tenemos. Esto y muchísimo más, es lo que la gente

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Reisman - El ecologismo refutado

en todas partes podría tener si fueran suficientemente inteligentes como para


establecer la libertad económica y el capitalismo.

Pero todo esto no vale prácticamente en lo que respecta a los ecologistas. Están
dispuestos a renunciar a todo ello porque, según alegan, causa calentamiento
global y desaparición de ozono, es decir, mal tiempo. Y la mejor forma que
tenemos para evitar ese mal tiempo, dicen, y así controlar la naturaleza para
nuestro mayor beneficio es abandonar la civilización industrial moderna y el
capitalismo.

La respuesta apropiada a los ecologistas es que no sacrificaremos un pelo de


civilización industrial y que si el calentamiento global y la desaparición del ozono
están realmente entre sus consecuencias, las aceptaremos y nos ocuparemos de
ellas, por medios razonables como emplear mejores aires acondicionados y
protectores solares, no renunciando a nuestros aires acondicionados, neveras y
automóviles.

Más esencialmente, la respuesta a los ecologistas es que la respuesta apropiada


al cambio climático, ya sea el calentamiento global o una nueva edad de hielo, es
la libertad económica de una sociedad capitalista. Antes o después se producirá
ese cambio climático (aunque no sea en este siglo o siquiera en este milenio), en
algún momento concreto del futuro remoto. En ese momento harán falta cambios
enormes en la actividad humana. Algunas zonas actualmente usadas para ciertos
propósitos se convertirán en inusables para ellos. Podemos imaginar que incluso
pueden convertirse en inhabitables. Otras áreas actualmente inhabitables o
apenas habitables ser convertirán en mucho más deseables. Tendrán lugar
cambios importantes en las ventajas comparativas de vastas zonas, a lo cual la
gente debe ser libre de responder.

Como escribí en Capitalism:

Incluso si el calentamiento global resultar ser un hecho, los ciudadanos


libres de una civilización industrial no tendrían graves dificultades en
afrontarlo—por supuesto, siempre que su capacidad de uso de energía no
se vea limitado por el movimiento ecologista y los controles
gubernamentales en sentido opuesto. Las aparentes dificultades de afrontar
el calentamiento global, o cualquier otro cambio a gran escala, sólo
aparecen cuando el problema se ve desde la perspectiva de los
planificadores centrales gubernamentales.

Sería un problema demasiado grande para que los burócratas


gubernamentales lo gestionaran (…).Pero sin duda no sería un problema

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Reisman - El ecologismo refutado

demasiado grande a resolver para decenas y cientos de millones de


individuos libres y racionales viviendo bajo el capitalismo. Se resolvería al
decidir cada individuo la mejor manera de afrontar los aspectos particulares
del calentamiento global que le afectaran.

Los individuos decidirían, a partir de cálculos de ganancias y pérdidas, qué


cambios necesitan hacer en sus negocios y vidas personales, de forma que
se ajusten mejor a la situación. Podrían decidir dónde es ahora
relativamente más deseable poseer terrenos, ubicar granjas y negocios y
vivir y trabajar y dónde es relativamente menos deseable y qué nuevas
ventajas comparativas tiene cada localización para la producción de según
qué bienes. Fábricas, almacenes y casas, todas necesitan reemplazarse
antes o después. Ante la perspectiva de un cambio en las preferencias
relativas de diferentes localizaciones, la manera de proceder al reemplazo
sería diferente. Quizás algunos reemplazamientos deberían hacerse antes
de lo previsto. Para asegurarse, algunos valores de los terrenos bajarían y
otros subirían. Lo que les ocurriera a los individuos respondería a la forma
en que hayan minimizado sus pérdidas y maximizado sus posibles
ganancias. Lo esencial que necesitan es la libertad de servir a sus propios
intereses comprando terrenos y trasladando sus negocios a las áreas que
resultaran relativamente más atractivas y la libertad de libertad de buscar
empleo y comprar o alquilar viviendas en esas áreas.

Con esa libertad, todo el problema quedaría superado. Esto pasa porque
bajo el capitalismo las acciones de los individuos y el pensamiento y la
planificación subyacentes se coordinan y armonizan a través de sistema de
precios (como han tenido que aprender muchos antiguos planificadores de
Este de Europa y la extinta Unión Soviética). Como consecuencia, el
problema se resolvería exactamente de la misma forma en la que decenas
y cientos de millones de individuos libres han resuelto problemas mucho
mayo-res, como el rediseño del sistema económico para afrontar el cambio
del caballo por el automóvil, la colonización del Oeste Americano y la
transformación de la mayor parte del trabajo del sistema económico de la
agricultura a la industria (pp. 88-89).

Una respuesta racional a la posibilidad de un cambio medioambiental a gran


escala es establecer la libertad económica de los individuos de ocuparse de éste
cuando se produzca. El capitalismo y el libre mercado son los medios esenciales
de hacerlo, no los paralizantes controles del gobierno y el “ecologismo”. Y tanto en
el establecimiento de la libertad económica como en cualquier otro aspecto
importante de respuesta al ecologismo, la filosofía de Ludwig von Mises y Carl
Menger debe mostrarnos el camino.

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Reisman - El ecologismo refutado

El Doctor George Reisman, Profesor Emérito de Economía en la Universidad de


Pepperdine y autor de Capitalism: A Treatise on Economics (Ottawa, Illinois:
Jameson Books, 1996). Su sitio web es www.capitalism.net. Su blog se encuentra
en www.georgereisman.com/blog/. (Puede descargarse una réplica completa de
su libro Capitalism: A Treatise on Economics en pdf en el disco duro del lector
simplemente clicando en el título del libro que aparece aquí y salvando el fichero
cuando aparezca en pantalla).

Este artículo es un extracto de un discurso pronunciado en la 7ª Austrian Scholars


Conference (2001).

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