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BEDOYA
Los operadores anónimos que captaron esas primeras imágenes del Perú
querían ofrecer las pruebas visuales de la "verdad" y de la leyenda del Perú, el
país del “oro” legendario y las riquezas naturales inagotables. Pero, además,
ofrecían al público de Lima las imágenes móviles de espacios remotos a los que
la propaganda oficial daba un carácter casi mítico.
Luego de esa primera experiencia, no ocurrió nada significativo hasta 1904. En
febrero de ese año, la prensa publicó el siguiente suelto:
"En el último vapor procedente del sur llegó a esta capital la empresa The
Automatic Biograph (...). Su funcionamiento (...) es automático y en
consecuencia su oscilación es nula. El repertorio de cintas con que cuenta es
bastante extenso (...) entre las más notables se exhibirá una cinta de 800 metros
de largo que presenta al afamado domador Mr. Eslist con sus fieras; Las
víctimas del alcoholismo, drama de gran efecto patrocinado por la Liga
Antialcóholica de París y Buenos Aires; El viaje del Presidente de Francia a
Rusia, película de 2,000 metros dividida en 4 series; La pesca del bacalao en los
bancos de Terranova; Viaje a Buenos Aires por la Cordillera de los Andes; Salida
de misa de la Iglesia de San Pedro de Lima; Inauguración del tranvía eléctrico
de Lima a Chorrillos; La High Life limeña en la calle de Mercaderes; El Paseo
Colón, La Plaza de Armas y un gran número de vistas cómicas representadas
por artistas mímicos franceses" (Diario La Prensa, Lima, 18 de febrero de 1904).
"Ha llegado a Lima don Juan José Pont, empresario de este célebre aparato
(The Automatic Biograph) de proyecciones cinematográficas. El señor Pont
después de una gira que ha tenido mucho éxito en el Brasil, la República
Argentina y Chile se propone exhibir aquí su interesante repertorio de vistas
modernas. La empresa cuenta también con una maquinaria especial de
tomavistas del Biógrafo y nos promete exhibir el Paseo Colón, la inauguración
del ferrocarril eléctrico y los principales acontecimientos que se desarrollen en
Lima durante su permanencia en ésta" (Diario El Tiempo, 18 de febrero de 1904)
Esa política oficial creó entre los cineastas, y en la opinión pública, la convicción
de la legitimidad de la intervención del Estado en la promoción de una
cinematografía nacional. Una convicción que adquirió valor de acuerdo
multilateral en la Primera Conferencia Hispanoamericana de Cinematografía
que, convocada por la II República Española, se llevó a cabo en Madrid en
octubre de 1931, y a la que asistió en representación del Perú la educadora
Elvira García y García. Allí se recomendó a los estados hispanoamericanos
establecer por mandato legal el porcentaje de películas nacionales que debía
exhibirse en sus territorios, incluyendo como nacionales a las cintas del ámbito
hispanoamericano, en un antecedente de la "cuota de pantalla". Las
recomendaciones nunca se pusieron en vigencia, pero la ideología del deber de
la protección estatal a la cinematografía encontró entonces sus primeros
antecedentes.
Ricardo Bedoya
Publicado por Páginas del diario de Satán en 8/20/2010 08:03:00 AM
Los años ochenta encontraron al cortometraje sumido en una grave crisis. Pese
a ella, hubo cortometrajes valiosos. Quizá el más destacado de los cineastas de
ese período fue el fotografo, camarógrafo, guionista, montajista y realizador
Gianfranco Annichini (Novara, Italia, 1939). En sus cortos, María del desierto
(1982), Radio Belén (1983), Hombre solo (1983) y Una novia en Nueva York
(1987), usó el documental como un punto de partida para indagar otras
dimensiones de lo real y lo imaginario. Sus películas parten esbozando un
retrato o la crónica de un personaje conocido o anónimo pero, de pronto, ese
punto de vista inicial se altera. La distancia del documento se convierte entonces
en la representación de un conflicto único, una obsesión singular, un momento
emocional irrepetible o la recreación de los pasajes de una biografía imaginaria.
Los personajes de Annichini compensan la opacidad de su vida con la riqueza
de sus fantasías, ideas fijas o la memoria fabulosa de viajes y aventuras.
También destacaron otros cortometrajistas, como José Antonio Portugal
(Arequipa, 1947), realizador de Crónica de dos mundos (1979) y Hombres de
viento (1984); José Carlos Huayhuaca, director de El enigma de la pantalla
(1982) y El último show (1982); Pablo Guevara Miraval (Lima, 1930), con
Periódico de ayer, Historias de Icchi Olljo (1982) y Wa Qon (El señor de la
noche, 1981); Fernando Gagliuffi, realizador de las películas de animación
Facundo, 1976 y La misma vaina, 1984; Walter Tournier (Montevideo, Uruguay,
1948), también director de animaciones como El cóndor y el zorro, 1982 y
Nuestro pequeño paraíso 1984.
Por eso, a finales de la década de los noventa, la situación del cine peruano era,
una vez más, crítica. El monto de los premios empezó a hacerse cada vez más
oneroso para el Tesoro Público y ocurrió lo previsible: el cine, crónico
pretendiente de los esquivos fondos públicos, se transformó en acreedor
defraudado del Estado. La ley nunca se aplicó como lo ordenaba el texto
publicado en el diario oficial: los recursos llegaron tarde, mal –a cuentagotas- o
nunca. Los dos millones de dólares jamás se desembolsaron.
Si el cortometraje fue, en los años setenta y ochenta, la hechura de una ley que
le dio posibilidades de exhibición y un mercado cautivo, ahora el corto desborda
las previsiones legales e ignora sus marcos, regímenes y prescripciones. Si en
los primeros años de vigencia de la ley actual, los cortos se hacían con la
expectativa de ganar algunos de los premios del próximo concurso, ahora se
hacen a sabiendas que los concursos pueden postergarse "sine die" o no tienen
un calendario fijo de convocatorias.
Ricardo Bedoya
Publicado por Páginas del diario de Satán en 9/23/2010 07:18:00 AM