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Gabriel Solano Iglesias Economía política marxista

Semana 5: Reacción 5: Capítulos V, VI y VII

Una de las nociones más extendidas contra el concepto de clase es el reduccionismo


cuantitativo, o la reducción de la clase a un mero asunto de cantidad (de valores, dinero, etc.;
esto es, a que la clase es un conjunto de diferencias extensionales locales. Marx, en el capítulo
VI de El Capital, arroja luz sobre el problema de las diferencias cuantitativas (a saber, salariales
y de capacidad de consumo –cultural, estético, etc.-) El skilled labour es un trabajo que puede
producir más valor que el trabajo simple, y que precisa de formación y de la mediación del
“general intellect”. Marx, en esta nota a pie de página, comenta que la noción de una diferencia
de calidad, o estructural, entre el trabajo simple (i.e. el trabajo socialmente necesario basal,
mínimo) es y el skilled labour, es una idea burguesa que tiene por función real el imponer y
justificar el valor del trabajo simple (nota 18, p.179) Las clases medias difieren de la obrera, del
trabajo simple, por la mera extensión, o el cuánto. No obstante el valor de la fuerza de trabajo
de la clase media (pues accede a distintos capitales sociales, culturales, a ciertos patrones de
consumo y gustos, etc.) ser mayor al de aquellos que ejercen trabajo simple, ésta es una
diferencia cuantitativa, en la medida en que descansa en la determinabilidad cuantitativa del
valor; del valor de la fuerza de trabajo que es, sin embargo, vendida al capitalista, por refinada y
específica que sea. Las diferencias cualitativas de la vida concreta (educación, consumos,
gastos, facilidades, horarios, plusalarios) se determinan en valor de cambio en el momento en
que son intercambiadas por dinero las fuerzas de trabajo; esto es, justamente bajo el
capitalismo que los trabajos y las vidas cualitativamente distintas, adquieren una igualdad
cualitativa en la equiparabilidad y comparación de valores. Muy por el contrario de los
nominalistas de clase, que ven una fuerza de diferenciación y disolución de la forma-clase en la
multiplicidad positiva de haberes, o estratos sociales. Es, por esto, criticable la noción
bourdiana de diferencia clasista con base en los capitales culturales y sociales (que, stricto
sensu, no son para nada “Capitales”); pues olvida que éstos son ya manifestación de relaciones
de compra y venta, de mercancía y transacción, en que todas las distinciones quedan subsumidas
y puestas en su realidad en el momento en que el obrero más vulgar o el médico más instruido
y especializado, venden a un capitalista su fuerza de trabajo. Son puras diferencias de cantidad
de valor. La distancia cualitativa, o pura-diferencia, o verdadera diferencia estructural, ocurre
con este mismo capitalista. Es, en esta relación, que el marxismo es una ontología de la pura
diferencia. “Wage” y “surplus wage” son determinaciones de cantidad, pero la estructura, la
topología o fenomenología del trabajo, es distitna entre trabajadores y burgueses. Nos
servimos, aquí, de la Fenomenología del Espíritu; particualrmente, de la sección de la libertad y
sujeción de la autoconciencia, o el señorío y la servidumbre.
La escisión interna de la Autoconciencia, que hace de la infinitud (o la distancia interna;
extrañamiento de sí) su contenido, introduce una relación, o silogismo consigo, en que es
sujeto y objeto de sí. Aquí, la dialéctica del reconocimiento: una autoconsciencia es una
conciencia para sí; otra lo es para otro. Así, el trabajo. Una Autoconsciencia cuya esencia es el
ser-para-sí; otra, el ser para otro, no obstante sus gustos, sus “capitales simbólicos”, salario. El
señorío se satisface en el reconocimiento por la otra Autoconsciencia. Ser reconocido por. SU
ser-para-sí brota de esta otra autoconsciencia; de la mediación de ese ser-para-otro. A pesar de
su independencia, tiene su esencia bajo la coseidad, o la diferencia-relación. Precisa de su
mediación. Sabemos cómo, cada sustancia (la independencia y la sujeción) encuentra en su
determinabilidad, a su opuesto. Lo curioso es la pura diferencia de la relación de
reconocimiento, en que el siervo experimenta la sujeción como ser-para-otro (siendo para el
amo), y el señor, como un ser-para-sí. Sostienen, así, una relación cualitativamente distinta,
asimétrica y no-recíproca; una no-relación. Una estructura distinta en el trabajo. Pues para el
siervo, o proletario, su apetencia es la del objeto; la de la transformación del objeto en un
proceso en que se hace conciencia-para-sí a sí mismo, al negar al objeto mismo.; “se objetiva al
objetivar su trabajo”, dice Marx. Para el señor, que ha descubierto en su independencia, la
sujeción al trabajo del siervo, por medio del cual se relaciona con la cosa. Una relación mediada
por gracia de la servidumbre, cuando para el siervo, se trata más bien de la apetencia y la
negación de la cosa; de ésta cosa con la cual el amo se relaciona por mediación del trabajo
ajeno. Ésta es, en últimas, la esencia de la pura diferencia. Es sólo por el reconocimiento del
siervo-proletario, y de su trabajo, que puede el señor ser señor. La diferencia con respecto a
Hegel es que: 1. Se relacionan como libres poseedores de mercancías. 2. El siervo requiere
inmediatamente de la figura del señor (el capitalista) para ser ser-para-otro, o siervo. Así, los
medios de producción: la situación social concreta en que puede el trabajo desplegarse como
trabajo asalariado. 3. En el trabajo, el obrero sí encuentra la universalidad (bajo la forma del
valor y el trabajo abstracto), pero no la libertad de la conciencia para-sí. Es, por el contrario,
crecientemente aprisionado por su trabajo; y más entre más trabaja. Lo crucial, sin embargo; la
diferencia cualitativa real es la forma en que cada clase se relaciona con el trabajo, los medios
de producción, y el objeto del trabajo: El obrero como proceso de transformación directa de
éste, que lo niega como realidad externa y negativa a sí, y donde es mediado y se hace mediar
por el objeto. A esto llama Hegel “trabajo cultural” El señor, como “(…) el proceso entre
cosas que ha comprado.” (p.170) Ésta es una determinabilidad del antagonismo, o la pura
diferencia, entre el capitalista y el proletario; el ser-para-sí y el ser-para-otro. He aquí la
diferencia de estructura del trabajo; de relación con el objeto. Aquí la pura diferencia de clase
en una de sus determinaciones: la de la producción. Aquí, tatuada, en el puro valor y forma de
la mercancía. Puro antagonismo de clase en la forma-mercancía. Queda claro que las
diferencias de acceso, consumo, etc. inherentes al skilled labour como cuantitativamente
distinto al trabajo simple, no son la sustancia de la diferencia de clase

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