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SSRL Profesor: Pbro. Lic.

HERNÁNDEZ, Diego
Escuela de Teología Alumno: VIELMA MARTÍNEZ, Ricardo J.
Asignatura: Eclesiología II
Carácter del trabajo: Recensión
El Hatillo, 16-04-2018
LA “JERARQUÍA DE VERDADES”, CLAVE DEL
ECUMENISMO, POR OSCAR CULLMANN
RESUMEN
La gradación de verdades direccionada por el Vaticano II hacia un único y
común núcleo en concordancia con la revelación, abre el camino hacia el ecumenismo,
más que sincronizar las diversas jerarquías de verdades presentes en las demás Iglesias,
o pretender una uniformidad que obvie la pluralidad de los carismas. La jerarquización
ha surgido a partir de la multiplicidad de las doctrinas reveladas, las cuales son
ponderadas de manera diversa por cada una de las confesiones religiosas. De allí que
surja la viable necesidad de buscar lo esencial y/o común, sin subordinar a esto demás
verdades, ya sea considerando la intención de los autores bíblicos, la confesión de los
“Credos” como lo acota Rahner, o las bíblicas fórmulas de fe; ello siempre en el sondeo
de la complementación en la diversidad. Católicos y protestantes se ayudarían
mutuamente a evaluar los excesos o reduccionismos en sus doctrinas, prevaleciendo
siempre la fe común y evadiendo extremismos aislados. El instrumento de dicha
jerarquización, deja ver una armonía de verdades que no corrompen el núcleo esencial
para el éxito del ahínco ecuménico; la unidad en la pluralidad es posible, así como
Pablo en la problemática sobre la impureza, logró remitirse al principio esencial.
VALORACIÓN CRÍTICA
El ecumenismo de no tan fácil desarrollo, ha sido tal vez uno de los temas de
tinte eclesiológico más patente en la reciente renovación conciliar, no obstante, tomaba
con el Vaticano II una vía que sobrestimaba la praxis previo a la teoría, es decir, la
consideración de una viable unión antes que tomar en cuenta los puntos doctrinales
divisorios; desembocando ello hacia un callejón sin salida1. Luego la reflexión
postconciliar concluía que, para superar los obstáculos en busca de la unidad, era
necesario reflexionar en torno a los puntos neurálgicos de la fe cristiana, sin embargo,
la experiencia eclesiológica ha deducido, como lo acota Anton, que llega a ser
equivocada “la tendencia a nivelar todas las diferencias en la doctrina y en la práctica
en busca de un acuerdo ecuménico ficticio”2, sería poco factible emprender un diálogo
ecuménico opacando la diversidad doctrinal y postulando como consecuencia una
única reflexión. Al contrario, más que promover indirectamente posiciones sectarias,
el punto de partida estaría en considerar al ecumenismo, como un Don de Dios recibido
por todos los cristianos que participamos de la única Iglesia de Cristo (LG 8).

1
Cf. ANTON, ÁNGEL. El misterio de la Iglesia II (Biblioteca de Autores Cristianos:
Madrid 1986), 1029.
2
Ibíd., 1030.

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