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LAS MUJERES, ,ESPECTADORAS DEL TEATRO CLASICO GRIEGO? Maximo Brioso Sanchez Universidad de Sevilla Entre los testimonios acerca del pablico del teatro dtico clisico se ha de esperar a textos de Alexis y Platén para saber, ya con bastante certeza, si ha- bia mujeres entre los espectadores. En cambio, varios pasajes de la Comedia Antigua, una y otra vez discutidos con resultados divergentes, son todos muy ambiguos al respecto, de modo que, a menos que aparezca algiin nuevo indicio, es practicamente imposible Hegar a una firme conclusién y seguir discutiendo la cuestién parece ya poco itil. Es posible que, en las condiciones sociales de los tiempos de Arist6fanes, asistiesen algunas, tal vez sobre todo heteras o forasteras, mucho més dificilmente las pertenecientes a las clases ciudadanas. Pero los autores de la Comedia Antigua, como en parte todavia los de la Nea, se revelan totalmente ajenos a las hipotéticas presencia o ausencia femenina, un hecho que s6lo se explica en un contexto politico-social como el ateniense de Ia época. Among the testimonia about the theatrical audience in classical Athens we have to wait for some texts by Alexis and Plato to know, already with enough certainty, if women attended the dramatic performances. On the other hand, certain passages of the Old Comedy, discussed over and over again with divergent results, are very ambiguous in this respect, so that, unless new evidence is produced, it is practically impossible to draw firm conclusions and further discussion may not be very profitable. Under the social and political conditions of Aristophanes’ time, it is possible that at least some women attended the theater, perhaps mainly hetairas or foreigners, more exceptionally citizen women. But the authors of Old Comedy, and in part still those of the Nea, seem com- pletely unconcerned about this hypothetic female presence or absence, a fact that is only explainable in such a political-social environment as that of the Athens of the time. 17 HABIS 36 (2005) 77-98 MAXIMO BRIOSO SANCHEZ Uno de los temas que, dentro de la problematica del puiblico de las represen- taciones teatrales en los festivales aticos, mas ha interesado a los estudiosos es el de la posible presencia de las mujeres'. Desde luego no en fechas postclasicas, puesto que en éstas comienza por ser més probable y termina, con el avance del tiempo, por ser segura, segtin atestiguan diversas fuentes. Claro es que, como veremos, algunos de estos testimonios se refieren a los tiempos clasicos, pero como tales noticias lo que nos ensefian realmente con certidumbre es que en el momento en que se recogicron (0 se inventaron) se consideraba como totalmente natural que las mujeres asistiesen al teatro, en tanto que como informaci6n respecto a fechas anteriores son extremadamente inseguras, pues cabe siempre la sospecha de que, como tantas veces ocurre con las anécdotas tardfas o con las biograffas, sean meras deducciones a partir de textos antiguos 0 explicaciones de cardcter etiolégico, cuando no simples anacronismos?, Asi puede haber ocurrido con el dato referente a la reduccién del ntimero de corewtas a partir de los cincuenta supuestamente primitivos, una noticia que se lee tanto en el Onomdstico de Pélux (4.110) como en la Vita Aeschyli (9) y trata del traumatico efecto causado por la aparicién de las Erinias en Euménides y que lev6 a que el coro tragic viese reducida esa antigua y supuesta cifra, sin duda para que no se repitiese un episodio tan lamentable. Esa aparicién habrfa aterrorizado a los nifios e incluso provocado abortos entre las mujeres que asistian a la representacién. Los estudio- sos han visto en esta historia o una simple tonterfa emanada de la imaginacién de algiin lector o una pintoresca deduccién a partir del propio texto de Esquilo’. Esto tiltimo nos parece bastante razonable y es concorde con otros muchos casos de datos biograficos examinados por la misma Lefkowitz. Incluso es Iamativo el detalle de la aparicién de los coreutas “uno por uno” (oTropdSnv) como especial motivacién para ese sentimiento de terror y que es una interpretaci6n de la letra del texto de Esquilo (cf. vv. 140 s.): no se entiende por qué precisamente ese orden habria sido mas pavoroso que una aparicién simultanea. La noticia tendria un apoyo psicolégico por supuesto en Ia siniestra presentacién que se ha hecho previamente de las Erinias y se ha extraido en parte de algunas alusiones del ' Hemos tratado el tema de los espectadores en general en “El pablico del teatro griego antiguo”, Teatro 19 (2003) 9-55. Alli ya apuntébamos de modo muy sucinto nuestras ideas sobre el mas concreto del piblico femenino, en un momento en que atin est4bamos elaborando el presente trabajo. 2 El recurrir, como hace K. J. Dover (Aristophanic Comedy [Berkeley-Los Angeles 1972] 17, n. 1), al argumento de que tales anécdotas puedan realmente proceder de textos del propio siglo V como los de Estesimbroto e [én no tiene mayor valor que el de una posibilidad absolutamente incomprobable. O. Taplin en su excelente The Stagecraft of Aeschylus. The Dramatic Use of Exits and Entrances in Greek Tragedy (Oxford 1989) ha dedicado unas paginas muy certeras (435 ss.) a las debilidades de este tipo de testimonios y a la historia de su repercusién entre los fildlogos clisicos. 3 Basta citar a A. W. Pickard-Cambridge, The Dramatic Festivals of Athens (Oxford 1968, 2 ed. revisada por J. Gould y D. M. Lewis) 264 s., y a M. R. Lefkowitz, The Lives of the Greek Poets (Baltimore 1981) 71 s. En cambio, W. M. Calder III (“Vita Aeschyli 9: Miscarriages in the Theatre of Dionysos”, CQ N. S. 38 [1988] 554 s.), que ha encontrado otra curiosa y parecida noticia sobre una representacién de Otelo a fines del siglo XVII, Hlega a la conclusin de que, si bien esta otra angcdota no corrobora la referida a Esquilo, sf debe poner en guardia contra su fécil rechazo. 78 LAS MUJERES, {HSPECTADORAS DEL TEATRO CLASICO GRIEGO? mismo texto a la destruccién de la semilla y otras semejantes que subrayan el caracter de las vengativas criaturas. Y para nosotros es naturalmente irrelevante tanto si hay alguna realidad tras Ia informacién sobre un coro trdgico primitivo de cincuenta miembros o si esa cifra es imaginaria y tiene simplemente alguna dependencia de colectivos corales célebres como las hijas de Dénao, cruzada con el ntimero real de los componentes de los coros ditirémbicos. Lo que nos importa es su nula consistencia y que, por tanto, tomarla como elemento de juicio en la discusién sobre las mujeres como posible parte del piblico ya en época de Esquilo no es nada razonable. Muy sospechosa también, incluso mas todavia si esto fuera posible, es otra informacién que nos proporciona confusamente un escolio a Asambletstas 22 acerca de un decreto, que en buena ley deberia haber sido de las fechas en que se estrené esta pieza (en 390) y que habria separado convenientemente los asientos de las mujeres y de los hombres, asf como a su vez los de las heteras 0 cortesanas reconocidas y de las mujeres de orden. En realidad los escolios al lugar citado ofrecen dos noticias diferentes sobre el mismo politico que habria promulgado el decreto y a todas luces se refieren no al teatro sino a la asamblea popular, lo cual es atin més disparatado, pues ésta era una institucién exclusivamente masculina y, si hubiese algiin resquicio de duda, la propia obra de Aristéfanes mencionada ofreceria de ello la mejor prueba‘. Sin embargo, algunos estudiosos no parecen haber caido en el alcance de estas incongruencias y citan ese escolio como un testimonio al menos digno de tenerse en cuenta en el debate sobre el tema. Asi, mientras que ya Pickard-Cambridge mostraba una fuerte desconfianza acerca de la validez, de esta noticia (265), G. Mastromarco la suma como indicio a un pasaje de Aves (vv. 793 ss.) que luego comentaremos, con lo que tendrfamos incluso un terminus post quem para la promulgacion del supuesto decreto que se referiria “evidentemente” a los asientos del teatro: “Sembra licito concludere che, almeno sino al 414, il decreto di Sfiromaco non fu in vigore”S, lo que explicaria, en el caso del tiltimo texto cémico citado, que el adtiltero no precisase comprobar, antes de emprender su vuelo, que su amiga no estaba sentada en el espacio que el decreto le asignarfa (vv. 954 s.). Pero, incluso asf, podrfamos preguntarnos, a la vista de la ingenuidad cometida por Mastromarco, si el supuesto decreto slo ordené los lugares donde debfan sentarse las mujeres y no, por primera vez, el que éstas pudieran asistir al espectaculo, cémo es que el amante mencionado ni siquiera echa un vistazo al ptiblico como minima precaucién. Ha habido alguna propuesta para solucionar este problema, segtin veremos, pero por ahora lo dejamos pendiente, puesto que lo que nos interesa aqui es la sola referencia al decreto como hipotética fuente. Y podemos concluir que, una vez més, nos “ Véase una nota muy ilustrativa en el comentario a ese verso aristofiinico en la edicién de Asambleistas de A. H. Sommerstein (Warminster, Aris & Phillips, 1998). * “Donne a teatro nell’Atene di Aristofane”, en L. Belloni, G. Milanese y A. Porro (eds.), Studia Classica Iohanni Tarditi oblata, 1 (Milano 1995) 947-955. Cita en 954 s. 79

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