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el amor a la patria”
I) Introducción
Desde el 2001 en adelante se devolvió la atención sobre el terrorismo religioso, de hecho, lo más
probable es que ni siquiera se hubiera dado a elegir este tema de no ser por el auge mediático que ha
tenido el terrorismo religioso en los últimos 15 años. De hecho, desde entonces ha sido tal la cobertura
mediática a nivel global que prácticamente nadie puede hablar de terrorismo (sea éste religioso o laico)
sin que se le venga a la mente el atentado del 9/11 o el islam, muchos incluso catalogándola de una
religión violenta per sé y creando todo un mito al respecto.
Pero cabe señalar que este es un problema que va más allá de la fe musulmana y que el
terrorismo ,aunque sea religioso, puede tener otro tipo de factores que deben ser tomados en cuenta y
que no es algo netamente propio de la religión musulmana sino que es algo que han compartido las
grandes religiones brahmánicas.
a) Aproximación a la violencia
La violencia es uno de los aspectos más importantes de nuestro carácter como seres vivos, el actuar
violento nos es tan natural como la empatía o la misericordia, es una respuesta natural a ciertos estímulos
y está presente en cada día de nuestras vidas, y es imposible que deje de hacerlo.
Hoy en día me llama la atención que pareciera haber una sobre-sensibilización respecto de este tema e
incluso es común encontrar en redes sociales un repudio total a todo tipo de violencia, algo así como
viendo idóneamente una sociedad libre de violencia de todo tipo. Este tipo de ideas no solo me parecen
equivocadas, sino que carecen de sentido de la realidad, sobre todo tomando en cuenta que el vivir en
comunidad se logra por medio de la violencia o que el actuar violento es necesario en aspectos como la
moralidad, la política, el derecho e incluso la sobrevivencia. Es algo inherente a los hombres, la naturaleza
e incluso a los dioses.
Pero también somos capaces de canalizarla de distintos modos sin necesidad de tener que afectarnos y
poder vivir en comunidades. Debemos reprimirla si queremos subsistir el uno con el otro, aquí juega un
papel fundamental el derecho, el cual si es transgredido por alguien, éste debe ser castigado de algún
modo por la comunidad, lo cual también es un acto de violencia. Pero no es el rol de la comunidad intentar
eliminar tales deseos de violencia, sino más bien “consisten en su crítica y cultivo, sublimándolos en su
satisfacción conforme a normas y valores que se introyectan, esto es, que se integran en la personalidad
individual, configuran el superyó o conciencia social de cada individuo y le hacen partícipe de una
sociedad”. (Violencia y Justicia)
Pero ojo, aquí ya estaría entrando en el campo de la violencia política, y antes de ello debo señalar una
distinción entre dos tipos de elementales de violencia, la simbólica y la física.
La violencia simbólica es aquella dominación que ejerce un individuo sobre otro, no hay daño físico, es el
sometimiento de una voluntad a la otra, aunque a veces puede llegar a verse en la violencia física. Este
tipo de violencia es ejercido principalmente por medio de instituciones, significados y creencias, a veces
sin siquiera ser percibida por su receptor. La violencia simbólica es ejercida en el ámbito social
intersubjetivo y solo tiene sentido en él.
B) Violencia Política
La violencia se hace política cuando es direccionada hacia el bien de la comunidad, en vistas a que una
voluntad sea guiada por la que ejerce el poder, esto puede ser por medio de la fuerza, del engaño, del
convencimiento, el acuerdo o incluso por las expectativas morales. Muchas veces en los casos en que se
habla de violencia política solo se hace caso a situaciones de fuerza o que irrumpen el orden, pero la
violencia política suele ser mucho menos burdo que eso, siendo en muchos casos aceptada fácilmente
por quienes la reciben.
Me gusta pensar en el derecho como un caso paradigmático de violencia política, puesto que muchas
veces logra pasar desapercibido su carácter violento, pero si se analiza, se puede ver que la violencia
impregna la naturaleza del derecho. Al respecto, Manuel de Rivacoba lo deja bastante claro, “sus normas
se imponen con independencia y aun en contra de la voluntad de los destinatarios, esto es, de los
obligados por ellas, y que, en consecuencia, es asimismo coercible”. El derecho ejerce la fuerza del castigo
para su legitimación, pero esto no se puede tomar como que el derecho es solo una imposición arbitraria,
de ser así no seríamos capaces de distinguir entre legitimidad e ilegitimidad de la violencia (aunque dicha
distinción es complicada y a veces depende del bando en el que se esté), sino que éste se guía por el fin
de asegurar la libertad y convivencia entre los ciudadanos.
Pero ante actos revolucionarios, aparece la respuesta de la autoridad, que sería la represión por la fuerza,
normalmente sirviéndose o del ejército o de la policía. El estado en este caso hace uso legítimo de la
violencia en cuanto ente que maneja el monopolio de la violencia política con miras al orden de la
comunidad, la mayor justificación de un gobierno ante el uso de la fuerza es apelar al orden público y que
no aceptarán el caos. Con los gobiernos democráticos esto se convirtió en un serio problema, puesto que
bajo tal sistema se hace completamente condenable el uso explícito de la violencia física puesto que la
represión restringe la libertad de expresión, pero a la vez, el estado debe asegurar el orden público, y los
levantamientos subversivos buscan ante todo desestabilizar tal orden público con miras a hacer evidente
una problemática social o algún tipo de descontento.
Ante lo anteriormente dicho, se deja ver entre líneas un problema fundamental de la política, ¿Cuándo es
legítimo y aceptable el uso de la violencia política sea esta simbólica o física?
De Rivacoba señalará respecto al uso de la violencia en el derecho, cuando ésta es legítima y cuando no,
pues distingue entre el derecho y el uso solo de la violencia por medios jurídicos. La violencia ejercida por
el derecho solo es tal en cuanto asegure el trato igualitario y libre entre los miembros de la comunidad,
apoyado en las normas acordadas por ésta para la buena convivencia, “un Derecho que no asegure un
nivel apreciable y suficiente de convivencia tampoco es en la realidad Derecho”. (Violencia y Justicia)
De ahí se puede deducir que una violencia legítima es aquella que busca hacer valer el derecho en cuanto
acuerdo racional de los miembros de la comunidad. La violencia política sería legítima en cuanto haga
valer el derecho, y el derecho será tal solo cuando sea una manifestación del acuerdo racional entre los
hombres para poder vivir adecuadamente en comunidad.
Bajo tales premisas, una revolución violenta se legitima en cuanto que el estado ha desentendido ese
aspecto del derecho y solo se ha puesto al servicio de una elite. Los revolucionarios creen ser los
portadores del sentir de la comunidad y buscan reestablecer el estado de derechos de la comunidad
cuando éste se ha pervertido. La justificación de tal acto pareciera ser entonces objetiva, pero muchas
veces una revolución ni siquiera toma en cuenta la voluntad popular y solo se alza ante el sentimiento de
poseer una fórmula para el mejoramiento de la sociedad, alimentado por sentimientos patriotas o de un
mañana mejor, siendo un componente importante de ésta lucha el sentimiento mesiánico.
III.- El terrorismo
a) Aproximación al concepto
“El terrorismo es una estrategia de relación política basada en el uso de la violencia por un grupo
organizado, con objeto de inducir un sentimiento de terror o inseguridad extrema en una colectividad
humana no beligerante y facilitar así el logro de sus demandas.” (Religión y Violencia: El caso del
terrorismo islámico)
El terrorismo es una de los métodos de acción política violenta que se ha vuelto más conocido en el
último tiempo y que normalmente se asocia a ciertos movimientos religiosos, pero que en realidad
no es exclusivo de ellos. No es necesario mirar tan lejos para ver ejemplos de terrorismo laico, y de
hecho, el origen de la palabra terrorismo se aplicó en primera instancia a movimientos laicos que se
habían hecho con el poder tras la revolución francesa, Robespierre fue el emblema de esto, quien
bajo el terror imponía el gobierno revolucionario. Así el concepto como tal aparece por primera vez
aplicado al estado.
Pese a esto, es normal que se asuma como terrorismo toda forma de rebelión opositora al gobierno
de turno bajo la figura del terror. Normalmente se apela a que un acto terrorista es inmoral e ilegítimo,
pero este uso de la palabra no es más que un producto de la demagogia y que ha llevado a una
prostitución del término a tal punto que hoy existe casi una completa ignorancia en la mayoría de la
gente a cerca del término. De hecho, si se apelara a que este concepto solo es aplicable a ataques
opositores a la autoridad, se debería negar la existencia del terrorismo de estado, y nadie puede
defender tal postura, sobre todo si se toma en cuenta que los mayores genocidios o crímenes contra
el derecho son y han sido perpetuados por el estado, tómese como ejemplo la dictadura militar en
chile, el nazismo, el uso descriteriado de la guillotina durante la época de la revolución francesa, etc.
El terrorismo llega a definirse por quien es el que lo perpetra, he ahí distinciones como terrorismo
revolucionario y de estado, terrorismo interno o externo, terrorismo religioso o laico. Pero, ¿el acto
terrorista depende de quien lo efectúe? O ¿solo toma tal forma al ser interpretado por el bando
contrario?
Bueno, algo que distingue al terrorismo de un simple bombardeo o de una declaración de guerra son
sus consecuencias simbólicas. El acto terrorista siempre debe mirarse como portador de un mensaje
y no solo como una matanza en sí, el terrorismo toma su forma en el temor psicológico que éste funda
más allá del ataque particular que haya motivado. He ahí que el acto terrorista es como tal en la mente
de la comunidad afectada más allá de las intenciones específicas que tenga el atacante. Pero esto no
significa que no podamos distinguir objetivamente un acto terrorista de uno que no lo es, aunque sí
significa que un ataque de este tipo es capaz de justificar ciertas posturas proteccionistas de los
estados.
Las primeras formas de terrorismo tuvieron motivaciones religiosas, de la mano de los Sicarios y los
Asesinos, quienes inspirados por un sentimiento mesiánico eran capaces de dar la vida en sus ataques,
sintiéndose participes de una batalla trascendental. Así, se podría considerar que el terrorismo ha
vuelto sobre sus orígenes, teniendo una base hoy que lo hace aún más difícil de combatir, puesto que
hay una convicción que asegura que el alma del terrorista será salvada por su entrega a esta guerra
santa.
Pocas cosas pueden frenar un movimiento de motivación religiosa, bien lo supieron los romanos ante
las constantes revueltas judías y lo confirman Estados Unidos y Europa ante los ataques islámicos. Y
es que ¿Cómo frenas un movimiento que mediante la entrega de tu vida te asegura una eterna
felicidad y gloria?
A esto se le llama el “Sentimiento mesiánico”, y se ve tanto en los movimientos religiosos como en las
revoluciones laicas. A respecto, Patricia Keibohm nos dice que “el mesianismo es la confianza
desmedida en la llegada de un agente bienhechor que ha de transformar la realidad de la existencia”.
Este sentimiento se afirma en dos grandes convicciones, a saber, que el día de la salvación está
próximo, y que el hombre puede colaborar en tal proceso.
Pero no solo esto es propio de los religiosos, llega a ser perturbador como los movimientos socialistas
se han inspirado en este sentimiento para levantar sus revueltas, viendo en personajes como Fidel
Castro, Chávez o Lenin, verdaderos mesías de la reivindicación del pueblo obrero, llegando a la
adoración de estos personajes y la creación de mitos alrededor de éstos. Y ciertamente no los culpo,
ya que alimentar el sentimiento religioso te dará un respaldo incondicional de la gente, bien sabía
esto Adolfo Hitler, quien de la mano de Himler hizo del Nazismo un verdadero culto místico en torno
a la raza aria y a Hitler como su “mesías” y redentor.
Bajo este precepto, la batalla se convierte en una guerra no contra un objetivo particular, sino contra
el mal mismo, tomando así el carácter de guerra santa. En el Caso del islam esto se refleja n el principio
de la yihad, el cual solo llama a la defensa de la fe ante el ataque o amenaza, no es un atacar para que
no te ataquen, sino una legítima defensa de la religión. Así el terrorismo islámico toma la forma de la
Yihad en cuanto es una defensa “legítima” de la fe puesto que se defiende de los ataques simbólicos
de una sociedad laica y globalizada.
Así la guerra religiosa hace suyo el concepto romano de la guerra justa en cuanto que la guerra es
justa porque la comunidad la justifica y porque se atenta contra el poder y unidad de la comunidad.
La legitimidad del terrorismo así queda como una justificación interna y que no importa si desde fuera
se ve como un acto inmoral, puesto que tal juicio está basado en un paradigma ético que no tiene
como compararse con el propio, de hecho ellos son los enemigos en cuanto ven como inmoral el
actuar de la comunidad religiosa.
Aquí se deja entre ver un componente ya no netamente religioso del terrorismo religioso, sino un
componente netamente nacionalista. La religión no viene más que expresar los valores y prejuicios
de una comunidad, por tanto al ser tales valores los que alimentan el sentir religioso e irracional, la
lucha mesiánica no apela más que a la identidad patriótica y su autonomía que se ve amenazada. Bajo
estas premisas, es normal aceptar que los movimientos laicos llamen al patriotismo como bandera de
lucha, puesto que lo que es sentir religioso reviste es solo tal sentimiento de autonomía patriótica.
V.- Conclusión.
Ante tales consideraciones vale la pena considerar si el terrorismo religioso es una forma de violencia
política legítima. Y yo diría que lo es, puesto que descansa bajo las justificaciones tanto de la guerra
justa como de la defensa de un derecho que asegure la libertad acordad por una comunidad.
En el primer sentido, el terrorismo religioso se valida haciendo caso a los criterios de realizarla
voluntad divina, la inspiración mesiánica, la superioridad moral de la propia comunidad y la amenaza
de la identidad del pueblo ante los valores laicos de la globalización e ilustración.
En el segundo sentido, es legítima pues busca resguardar el legítimo coaccionar del derecho como
acuerdo entre los hombres de la comunidad, viéndose como opción el terrorismo tanto externo como
interno como una opción válida de la defensa de la justicia. Este se ve desde el islam hasta el mir y
patria y libertad.