Está en la página 1de 1

Quedó claro que el hombre del Caravelle se había suicidado tomando algún ve-

neno. En su agenda dejó escritas unas breves instrucciones a lápiz con la dirección,
en Vierzon, a la que debía enviarse la siguiente carta, dirigida a una tal Ivette:

Queridísima Ivette:

El que va a morir te saluda. Mejor, el que ya habrá muerto cuando leas estas líneas.
No te sientas culpable. Ambos hemos logrado quitarnos de encima a este personaje
malogrado en el que acabé convertido. Sé que te costó muchísimo tomar la decisión
de abandonarme. ¡Cuántos años llevabas soportando mis cambios de humor repenti-
nos, mis silencios eternos, mi embrutecimiento progresivo! Yo también me he aguan-
tado a duras penas, créeme.
Estos últimos días han sido reveladores: encerrado dentro del Caravelle, atascado en
un embotellamiento sin fin, he visto la triste metáfora de mi vida: sentirme paraliza-
do, sin poder avanzar, sin noción del tiempo, sin interés por esos personajes de relato
cortazariano que deambulan como sombras a mi alrededor, que me observan con
extrañeza mientras rehacen sus vidas en medio de este atasco infernal. Sentirme in-
movilizado por el miedo a vivir, mirando con fijeza la serpiente que se yergue sibilan-
te, amenazadora, dispuesta a inocularme su veneno, que espera solo un breve gesto,
un atisbo de debilidad para lanzarse sobre mí.
Llevo años en este atasco; los primeros síntomas los percibí a la semana de morir
nuestro pequeño Nicolás: comencé a oír el silbido de la sierpe y tomé conciencia de
que el terror me paralizaba, de que vivir era hurgar en una herida abierta, de que la
única forma de sobrevivir era estarme quieto, inmóvil, en silencio.
Y tú, mientras, esperando por mí, soportando la soledad, el aislamiento, el tedio…
Esta carta es mi homenaje: te agradezco que cortaras las cadenas que nos unían, que
nos mantenían presos, atados el uno al otro, compartiendo tantas miserias. Gracias
por tu valor, Ivette, gracias por tu determinación. Porque mereces una vida mejor,
una vida de verdad.
No te sientas culpable: tu liberación es mi liberación. Ahora que estoy verdaderamen-
te solo, en medio de ninguna parte, atrapado en la autopista del sur, en este atasco
metafísico, me siento capaz de enfrentar lo inevitable, de incitar por fin a la serpien-
te. Su veneno será mi ordalía.

Tuyo siempre

Pierre

También podría gustarte