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La obra “¿Por qué fracasa Colombia?” del autor Enrique Serrano, sugiere diversas

respuestas a esta comúnmente repetida pregunta por medio de la indagación en el pasado

colombiano; nuestro pasado como “alma” a manera de nación. A pesar de que abundan los libros

sobre aspectos y períodos de nuestra historia, son bastante escasos los que formulan una visión

de conjunto sobre lo que en verdad somos y nos compone.

“¿Por qué fracasa Colombia?” desnuda ciertas realidades nacionales, ciertas maneras de ser

endémicas, y las despoja de la parafernalia de los falsos patriotismos. Es bueno que, de vez en

cuando, nos saquen la cabeza de la tierra y dejemos de creer que somos lo mejor del mundo.”

(Ossa, 2016)

El autor nos invita a no creer que nuestro pasado se remonta a los tiempos de Bolívar,

Santander o Nariño, como él mismo lo expresa, y en efecto no es así, a causa de que somos “Una

nación que se desconoce a sí misma” (Serrano, 2016), cuya mayoría no admite que su propio

“ADN como estado” fue formado antes del siglo XVI, cuando unos moriscos huyeron de

Andalucía, Asturias, El País Vasco y Extremadura, y vinieron a poblar estas tierras.

En el siguiente escrito daremos respuesta a preguntas estimuladas por el autor como:

¿Colombia ha sufrido tanto como dice haberlo hecho?, ¿a qué se refiere Serrano al caracterizar a

Colombia como una cultura trashumante?, ¿por qué al pueblo colombiano parece importarle tan

poco su pasado? y ¿es verdaderamente para los colombianos su historia un símbolo de memoria?

Basándonos en lo anterior, podemos reiterar la frase “Una nación que se desconoce a sí

misma” (Serrano, 2016), cuestionándonos ¿a qué se refiere el autor?


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Interpretamos esta frase como el engaño que Colombia ha vivido colmado de violencia

desde sus inicios hasta la actualidad, desconociendo el hecho de que “Las raíces de la Colombia

de hoy no empezaron en 1810, ni en 1819” (Serrano, 2016, pág. 18), y lo que hoy somos y nos

compone no lo formamos nosotros mismos, resultado por el cual somos un país considerado

poseedor de gente tan emprendedora pero de una mentalidad tan pobre, un país subdesarrollado

viviendo a sombras de países desarrollados, dependiendo de estos, dejando a un lado su supuesta

“independencia”. Estas conclusiones justificadas por medio del hecho de que seamos “Un país a

medio hacer, exuberante en fauna y flora pero escaso en héroes, visionarios y revolucionarios”

(Vallejo, 2016).

Retomando los postulados anteriores, daremos respuesta a una de las preguntas iniciales:

¿a qué se refiere Enrique Serrano al caracterizar a Colombia como una cultura trashumante?

Se nos permite decir que el autor en repetidas ocasiones describió a Colombia por dicho

adjetivo, debido a que, a diferencia de otras culturas, el ya mencionado país no pensaba en

permanencia, en cambio, su base fue la provisionalidad. Nunca consideró establecerse en un

lugar específico durante un largo período de tiempo como la mayoría de las comunidades de la

época, al contrario, Colombia se establecía y desarrollaba tan rápidamente como desechaba todo

lo logrado y volvía a iniciar en un territorio diferente. Se construía y “crecía” sopesando el hecho

de que en cualquier momento tendría que adaptarse a nuevas circunstancias. Esto le otorgó a su

cultura gran capacidad de adaptación, amplitud que no solía abundar durante aquel período de la

historia. Por otro lado, al no pensar en algo duradero, Colombia avanzaba a un ritmo muy lento,

por no decir que simplemente no lo hacía; no establecía nada, todo era efímero y no existía

progreso alguno.

Con base en lo anterior, daremos respuesta a la pregunta: ¿por qué al pueblo colombiano

parece importarle tan poco su pasado?


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Como ya expresamos posteriormente, nuestra historia no inició cuando llegaron los

europeos a América, como la mayoría piensa. Según Karl Marx, los seres humanos hacen su

propia historia, aunque bajo circunstancias influidas por el pasado, es así como Colombia ha

contado su historia llena de sufrimiento, pena y dolor, contando todo a partir del siglo XV y

XVI, negando la muy remota posibilidad de que antes de aquello hubiese existido algo, a lo cual

se puede decir que sí existía, y ese algo poseía su propia cultura, religión y tradiciones, ese algo

es esa parte de nuestra historia colombiana que, a diferencia del resto, no ha inhalado y exhalado

violencia, ese algo no existe para las generalidades y los olvidos, la ignorancia y el

individualismo; ni siquiera para gran parte de los colombianos. Razón por la cual se declara que

somos desconocedores de nuestro propio pasado. Y es ese algo el que desechamos, el que

olvidamos y no contamos, esa minúscula fracción de nuestra historia que no nos importa.

Es la ignorancia del pueblo la cual ha provocado el hecho de que desconozcamos una de

las mejores etapas por las cuales ha pasado Colombia, la más pacífica notoriamente.

Por otra parte, profundizando en lo antes mencionado y respondiendo la pregunta

¿Colombia ha sufrido tanto como dice haberlo hecho?, podemos decir que, si bien Colombia ha

pasado por numerosas tragedias, crisis, guerras, etc; sin embargo, Serrano resalta el hecho de que

Colombia, en comparación con otros países, no ha sufrido tanto, no obstante, exagera

excesivamente su pasado y realiza sus tragedias, siendo un país dado a querer “establecer a los

demás” alardeando de sus mediocres logros o sus hipócritas virtudes. Es así como podemos

esclarecer que de hecho no hemos sufrido tanto, y aunque lo neguemos, nuestro pasado no puede

únicamente ser descrito por la frase “sufrimiento y violencia”.

Dando respuesta a la última pregunta (¿es verdaderamente para los colombianos su

historia símbolo de memoria?), tomando como base los anteriores principios y teniendo en

cuenta el hecho de que seamos desconocedores de una de las más cruciales partes de nuestro
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pasado y que hayamos moldeado nuestra historia a beneficio propio; podemos inferir que gran

parte de los colombianos no toman como emblema de apoyo su historia al no tener el más

mínimo sentido de pertenencia por gran parte de ella, acoplándola a sus necesidades, resaltando

cada pequeño logro o avance y engrandeciendo excesivamente su pena y sufrimiento.

Actualmente Colombia prefiere copiar los modelos de países desarrollados en vez mirar

atrás, e idear estructuras propias con base en nuestros pasados errores, y que encajen en nuestras

necesidades como estado.

Como resultado de los posteriores argumentos, podemos concluir que durante

generaciones Colombia ha rechazado su historia como nación, condenándose a si mismos a

repetir los mismos errores innumerables veces, ha editado su historia a su favor y negado su

propio origen. “La metáfora detrás de todo esto es que una nación que no se comprende no sabe a

dónde va. Colombia no está fracasando, pero corre el riesgo de hacerlo si se da el lujo de

desconocerse.” (Serrano, ¿Por qué fracasa Colombia?, 2016).

Como lo expresa el autor en el libro, a Colombia le falta esa curiosidad sobre su pasado

que lo alejaría del fracaso, Colombia es una nación mediocre e hipócrita. Mediocre porque está
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feliz donde está, pero sabiendo que no es suficiente. E hipócrita porque para ser hipócrita se debe

tener algo de lo que enorgullecerse, ese es el punto de lo que el autor lama la colombianidad: es

una manera modesta de ser exagerados.

Como país también somos en cierta manera individualistas, el individualismo traído de la

provisionalidad y como todo era provisional siempre había un plan B, esa consideración hace a

los colombianos muy avezados y audaces en lo individual; es debido a esto que nos cuesta tanto

ponernos de acuerdo en algo, tomar una gran decisión en vez de infinitas insignificantes.

El mérito de ¿Por qué fracasa Colombia? no está sólo en plantearle a los historiadores

tesis polémicas y desmitificadoras, sino en proponerle al ciudadano promedio una narración

concisa y aguda sobre nuestra idiosincrasia hispánica que le ayudaría a entender porqué en

nuestros empeños individuales y colectivos casi siempre nos quedan faltando cinco centavos para

el peso. (Vallejo, 2016)

Por: Laura V. Sandoval O.

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