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HISTORIA:

Los hermanos Vargas nacieron en Arequipa en condiciones humildes, Carlos en 1885 y Miguel en 1887.
Talentosos, trabajadores y ambiciosos, se inscribieron en el Colegio Salesiano, donde fabricaron su
primera cámara fotográfica, recibiendo como premio una medalla de plata. Esta hazaña llamó la atención
de Max T. Vargas y, en 1900, los hermanos Vargas se hicieron sus aprendices (no había relación familiar
entre los hermanos y Max T. Vargas).

Max T. Vargas desempeñó un papel muy importante en el desarrollo artístico del sur andino. Destacados
artistas pasaron por su estudio, entre ellos el carismático bohemio J. M. Figueroa Aznar, a la sazón pintor y
fotógrafo, cuyos fotóleos sirvieron de inspiración a Miguel Vargas. Otro alumno del estudio fue el hijo
mayor de Max T., Alberto Vargas, quien se hizo famoso como el creador de las “Varga Girls” que
adornaron las revistas Esquire y Playboy. En 1908 ingresó un nuevo asistente al estudio: el joven puneño
Martín Chambi, hoy en día conocido internacionalmente por sus fotos de Cusco y la vida serrana.

En 1912, los hermanos abrieron su propio establecimiento. El negocio fue un éxito desde el inicio; en 1922
remodelaron su local, que llegó a ser más lujoso que el estudio de su maestro. Durante los años veinte,
Arequipa alcanzó una prosperidad sin precedentes, y el Estudio de Arte Vargas Hnos. llegó a su apogeo
gracias a una vibrante economía, un florecimiento de las ideas revolucionarias y una generación de poetas,
artistas y escritores talentosos que convirtieron la “Ciudad Blanca” en un oasis de cultura.

En el esplendor de su éxito artístico, los hermanos Vargas organizaron 16 exposiciones para exhibir sus
mejores registros, y sus imágenes aparecieron frecuentemente en revistas nacionales y extranjeras de la
época. Es precisamente en este período cuando el vínculo con artistas e intelectuales se intensifica.
Alberto Guillén, poeta arequipeño, los recordaba como “bohemios elegantes y sutiles seductores”. En una
época que carecía de galerías y museos, los hermanos Vargas hicieron de su estudio un centro de difusión
cultural. Célebres pintores y caricaturistas expusieron sus primeras obras en la galería de los Vargas, y la
llegada a la ciudad de personalidades nacionales e internacionales alentó ese fértil encuentro que
progresivamente convirtió el estudio de los Vargas en un referente obligado. En sintonía con las otras
corrientes culturales del sur andino (el grupo Orkopata en Puno y los indigenistas de Cusco), los hermanos
Vargas realizaron una gran variedad de actividades de la intelectualidad ‘de avanzada’ como polémicas,
conferencias y recitales. Asimismo, movimientos políticos regionales, entre ellos los grupos Sur y
Arequepay, encontraron en su estudio apoyo y simpatía.

A medida que la fama de los hermanos Vargas crecía, sus logros fueron reconocidos en América del Sur y
en Europa. En 1925 ganaron medallas de oro en el Salón de Arte Fotográfico de Buenos Aires y el Gran
Premio de Honor y Medalla de Oro en el Centenario de la Independencia de Bolivia. En 1928, los
hermanos Vargas fueron destacados en la Exposición de Sevilla junto a los fotógrafos más prestigiosos de
Lima.

Todo cambió con el advenimiento de la depresión mundial en 1929. La crisis económica sacudió el sur
andino, derribando la brillante sociedad que por tanto tiempo había sostenido el Estudio de Arte Vargas
Hnos. De pronto, los estudios establecidos, con su gran personal y elevados gastos, ya no eran viables, y
los fotógrafos se vieron obligados a cultivar una nueva clientela de poco dinero y menos pretensiones. La
fotografía, antes un lujo, ahora estaba al alcance de todos, poniendo fin a la época dorada de los estudios
tradicionales.

Poco a poco desaparecieron las escenografías elaboradas, las poses inspiradas y gran parte de la
creatividad que antes fueron el sello del Estudio Vargas Hnos. En su lugar quedó un estudio moderno, más
popular y comercial. Sin embargo, mantuvo su prestigio en Arequipa hasta el año 1958, cuando, al
disolverse la sociedad familiar, se cerró para siempre ese centro artístico que durante casi medio siglo
registró la vida social, cultural y sentimental de los arequipeños.
Los hermanos Vargas dedicaron sus vidas a la creación de un legado singular. En una alquimia delicada
de luz, plata y vidrio retrataron su ciudad natal, captando los rostros y lugares, sueños e ilusiones de una
época. Mientras el mundo que ellos vivieron se aleja cada vez más en la historia, sus fotografías
permanecen como elocuentes recuerdos de un momento en que la fuerza incontenible de la modernidad
aún no había arrasado los ritmos agraciados y elegantes de una sociedad vivaz y brillante.

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