Está en la página 1de 3

ACOSO LABORAL

En los últimos años, y cada vez de forma creciente, se viene hablando


de determinadas situaciones cuyo origen se sitúa en el entorno laboral,
a las cuales se encuentran expuestos algunos trabajadores y que
presentan una capacidad importante para hacer daño a quienes son
víctimas de ellas. Se trata de situaciones que tienen su origen en las
relaciones interpersonales y, como caldo de cultivo las propias
condiciones de organización y factores psicosociales presentes.

El término mobbing es el empleado para identificar un estresor social


muy potente; situaciones en las que una persona o grupo de personas
ejercen un conjunto de comportamientos caracterizados por una
violencia psicológica, de forma sistemática, durante un tiempo
prolongado, sobre otra persona en el lugar de trabajo.

Varios son los términos que se están utilizando para hacer referencia a
estas situaciones; mobbing, acoso moral, acoso psicológico,
hostigamiento psicológico, psicoterror laboral. De momento, y desde una
perspectiva europea, el término “acoso moral”, parece ser el que goza
de más predicamento.

La figura del acoso moral en el trabajo puede insertarse dentro de un


amplio concepto genérico que engloba diferentes situaciones de la
realidad humana, que podemos denominar “maltrato psicológico”.

Se trata de una forma de violencia, no tan evidente y fácilmente


detectable como la violencia física, que está larvada en el sistema
cultural dentro del mundo civilizado. Como dice González de Rivera:
[1] “El acoso se ha hecho necesario porque, en la mayor parte del mundo civilizado, las
antiguas fórmulas de dominio ya no sirven, el poder ha de ocultarse para seguir
ejerciéndose”.

El acoso, en definitiva, es un abuso de poder y, tal y como


desarrollaremos a lo largo del texto, tiene tres elementos
fundamentales: el acosador, el acosado y el entorno/organización. El
acoso puede ser consciente y deliberado, situación en la que una o
varias personas desenvuelven un conjunto de maquinaciones para hacer
daño a alguien con fines prácticos concretos. Pero también puede ser
inconsciente y automático; es ésta la forma más frecuente, no sólo en el
ámbito laboral, sino también en otros como la familia o la educación.
Desde este punto de vista, se trataría de un mal social, pues en su
sustento participa toda una estructura cultural.

De los tres elementos esenciales del acoso, el acosador actúa


convencido de su derecho; el acosable suele obedecer a unos rasgos
que veremos más adelante, pero en resumidas cuentas, no conoce o no
domina las reglas imperantes en el sistema o simplemente no encaja los
criterios fácticos que rigen la institución (a pesar de que, desde un punto
de vista profesional puede resultar intachable y muy cualificado). Y el
resto de los participantes que integran el sistema, o bien miran para otro
lado, ignorando la situación, o bien echan más leña al fuego para
aprovecharse de la situación de desgracia en que incurre un colega más
cualificado o mejor posicionado dentro de la organización (lo que se ha
denominado “trepismo”).

El sistema idóneo para este tipo de fenómenos es aquél en que las


relaciones se establecen sobre la base de la subordinación y el
acatamiento sumiso al superior, en vez de sobre la tolerancia, el respeto
y la comunicación entre seres libres.

En cualquiera de los casos, y con independencia de algún que otro


matiz, todos los términos hacen referencia básicamente a los siguientes
aspectos:

· a la utilización de la forma de violencia más refinada de que es


capaz el ser humano; aquella que excluye la violencia física y recurre a
la manipulación psicológica

· y al encadenamiento a lo largo del tiempo de las acciones hostiles.

Teniendo en cuenta un punto de vista ético, por encima del


concepto jurídico, podemos partir de dos libertades básicas en esta
materia:
– Por un lado, la libertad del trabajo, que diferencia a éste de la
esclavitud.
– Por otro lado, y en estrecha vinculación, la dignidad humana.

No basta con que una persona desarrolle un trabajo libremente,


sino que además ha de hacerlo en unas condiciones dignas. “El trabajo
cumple una función en cuanto es fuente de realización personal. La antropología
insiste en que el ser humano manifiesta lo que es en lo que hace y se hacer implica
estar en nuestra sociedad. La forma fundamental de hacer, la que ocupa la parte más
extensa e importante de la vida humana es el trabajo. Y el trabajo también tiene una
función de integración social: tener un puesto de trabajo supone gozar de un
reconocimiento social de la capacidad personal”.[2]

Si la persona se ve sometida a situaciones de acoso, se general una


serie de consecuencias que atentan contra esa dignidad ocasionando
grave riesgo para la salud, así como una serie de consecuencias
económicas.

También podría gustarte