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1 ENTRE LA ECONOMIA MUNDIAL. Y LA INDIVIDUALIZACION, EL ESTADO NACIONAL PIERDE SU SOBERANIA: ¢QUE HACER? La conclusién salta a la vista: el proyecto de la modernidad parece haber fracasado. Los fil6sofos de la posmodernidad fueron los prime- ros en extender —de manera jubilosa y enfitica— el certificado de de- funcién a la pretensién de racionalidad por parte de la ciencia. Lo que se hace pasar por universalismo occidental de la lustracién y de los derechos humanos no es otra cosa que la opinién de «hombres blan 0s, muertos 0 viejos», que oprimen los derechos de las minorias étni- cas, religiosas y sexuales mientras imponen de manera absoluta su «ametadiscurso» partidista Mediante la tendencia secular a la individualizacion, se dice luego, se torna poroso el conglomerado social, la sociedad pierde conciencia colectiva y, por ende, su capacidad de negociacién politica. La bis- queda de respuestas politicas a las grandes cuestiones del futuro se ha queda ya sin sujeto y sin lugar. Segtin esta negrisima visién, la globalizacién econémica no hace sino consumar lo que se alienta intelectualmente mediante la posmo: dernidad y politicamente mediante la individualizacién, « saber, el co- lapso de la modernidad. El diagnéstico es el siguiente: el capitalismo se ‘queda sin trabajo y produce paro, Con esto se quiebra la alianza hist6ri ca entre sociedad de mercado, Estado asistencial y democracia que hasta ahora ha integrado y legitimizado al modelo occidental, es decir, al proyecto de modernidad del Estado nacional. Vistos desde esta perspectiva, los neoliberales son los liquidadores de Occidente, aun cuando se presenten como sus reformadores, Por lo que se reficre al Estado asistencial, la democracia y la vida piblica, la suya es una mo- dernizacién condenada a muerte. Sin embargo, la decadencia empieza por el cerebro. El fatalismo es también una enfermedad del lenguaje. Antes de arrojarnos desde la 26 .Quées la lobalcaciin? Torre Eiffel, deberiamos ir a ver al médico del lenguaje. «Los concep tos estan vacios, y ya no aprehenden, iluminan ni seducen. Lo gris, que impregna todo el mundo, tiene probablemente también su fundamen- to en un enmohecimiento de las palabras.»’ Lo que parece una dege neracién podria, si sale bien, superar las ortodoxias que han hecho fra casar a la primera modernidad y auspiciar la irrupcidn de una segunda modernidad.* En milibro Kinder der Freiheit (Hijos de la libertad) he tratado de mostrar cémo la denominada «degeneracién de los valores» tal vez signifique el final del quehacer politico de la ortodoxia colectiva, pero no el del quehacer politico propiamente dicho. Paralelamente al destefiimiento del medio social moral, van tomando forma curiosa- mente los fundamentos vitales —a nivel mundial— de un republica- nismo cosmopoita, en cuyo centro se encuentra a libertad de cada cu En cualquicr caso, es dificil elevar la voz.contra el poder mundial del mercado mundial. Esto slo es posible a condicién de acabar con la idea de un mercado mundial mundialmente poderoso que gobierna ‘en nuestros cerebros y paraliza toda su actividad. En este libro me gus- taria enfrentarme a este megafantasma que actualmente recorre Euro- a con el tirachinas de una simple diferenciacién (entre, por una par te, el globalismo y, por otra, Ia globalidad y la globalizacién), Esta diferenciacién tiene la virtud de desmarcarse de la ortodoxia territorial de lo politico y lo social que surgi6 con el proyecto del Estado nacional de la primera modernidad y se impuso omnimodamente a nivel cate- gorial e institucional. 7. U. Beck, «Vater der Freiheits, en U. Beck (comp.), Kinder der Freibeit, Fanc- fort del Meno, 1997, pigs. 377 y si 8, Pater semper incertus. De un tiempo a esta parte se discute acaloradamente en 4 prensa acerca de la paternidad de la expresin «segunda modernidade. Sin embar. 40, el no haber leido ni poder citar no bastan para ganarse la originalidad —ni paca satmacrse las sospechas—. Auf dem Weg indie Zweite Moderne es el titulo —bastante ex- plicto— de una coleccién por mi editada. Asimismo, Auf dem Weg in eine andere Mo- deme es el subtitulo de mi libro Risikogesellichaft, aparecido en 1986 en la edieion de Suhrkamp, En esa misma colecci6n se ha tenido ya ocasin de distinguir claramente ‘entre «modemizacin sencilla» y «modernizacin reflexivan, asi como entre «primera modernidads y «segunda modctnidad» —como por lo demas en todos los libros que ban venido después—. Die Erfindung des Politichen (aparecido en 1993, también edi Tnteoduccién 27 Por globalismo entiendo la concepeién segin la cual el mercado mundial desaloja o sustituye al quehacer politico; es decir, la ideologta del dominio del mercado mundial o la ideologia del liberalismo. Esta procede de manera monocausal y economicista y reduce la pluridi- mensionalidad de la globalizacién a una sola dimensién, la ccon6mica, dimensién que considera asimismo de manera lineal, y pone sobre el tapete (cuando, y si es que, lo hace) todas las demas dimensiones —las slobalizaciones ecolégica, cultural, politica y social— sélo para desta- car el presunto predominio del sistema de mercado mundial. Légica- mente, con esto no queremos negar ni minimizar la gran importancia de la globalizacién econémica en cuanto opcién y percepcién de los actores mas activos. El nticleo ideol6gico del globalismo reside més bien en que da al raste cori una distincién fundamental de la primera modernidad, a saber, la existente entre politica y economia, La tarea principal de la politica, delimitar bien los marcos juridicos, sociales y ecoldgicos dentro de los cuales el quehacer econémico es posible y le- sitimo socialmente, se sustrae asia la vista o se enajena, El globalismo pretende que un edificio tan complejo como Alemania —es decir, el Estado, la sociedad, la cultura, la politica exterior— debe set tratado como una empresa. En este sentido, se trata de un imperialismo de lo econdmico bajo el cual las empresas exigen las condiciones bésicas con las que poder optimizar sus objetivos, Resulta cuanto menos singular el hecho de que —y la manera como— el asi entendido globalismo arrastra a su bando a sus mismos oponentes. Existe un globalismo afirmador, pero también otro nega- dor, el cual, persuadido del predominio ineluctable del mercado mun- dial, se acoge a varias formas de proteccionismo: ‘ado por Subrkamp) se ibaa haber llamado en un primer momento Jenseits vom Links snd Rechts en un segundo momento, Zucite Moderne; pro ambos tuls erecha +n luego por varios motives. Ademis, sn duda la importancia que se atibuye aun con cept juegacn esto un papel insignificant. Desde el punto de vista dl contenido, existe asimismo una gran ainda entre segunde madernidady otra modernided-los temas dela citadacolecién —individualizacién, crisis ecolgics, sociedad sin trabajo y hasta la mis sma globlizacin— son aspects esencales del sociedad de rego. Estoy seguro de que la siguiente quej se formularé as: «;Vaya, no hay nada nuevo...» Si existe alin paren tesco eletvo conceptual, no puede ser mis que con la palabra acufada por Jrgen Ha bermas «modernidad inconclsa>. Véase también J Habermas, Jenseits des National stats? en U. Beck comp.) Polit der Globaliscrag, Francfort dl Meno 1997 28 ¢Quécs a glbalizacisn? Los proteccionistas negros lamentan el hundimiento de los valores y la pérdida de importancia de lo nacional, pero, al mismo tiempo, y de manera un tanto contradictoria, levan a cabo la destruccién neoli beral del Estado nacional, Los proteccionistas verdes descubren el Estado nacional como un biotopo politico amenazado de extincién, que protege los valores me- dioambientales contra las presiones del mercado internacional y, en tal sentido, merece ser protegido al igual que la misma naturaleza Los proteccionistas rojossiguen aireando en todas las cuestiones el ema de la lucha de clases; para ellos, la globalizacién es un sinénimo mas de «ya lo habiamos advertido», Estin celebrando la fiesta de una resurreccién marxista. En cualquier caso, se trata de una cegada por. fia dela utopia, De todas estas trampas del globalismo hay que distinguir eso que cn la estela del debate anglosajén—he dado yo en llamar globalidad ylobalizacién La globalidad significa lo siguiente: bace ya bastante tiempo que ivimos en una sociedad mundial, de manera que la tesis de los espa- cios cerrados es ficticia. No hay ninguin pais ni grupo que pueda vi vir al margen de los demas. Es decir, que las distintas formas econé- micas, culturales y politicas no dejan de entremezclarse y que las evidencias del modelo occidental se deben justficar de nuevo. Asi, «sociedad mundial» signfica la totalidad de las relaciones sociales que no estan integradas en la politica del Estado nacional ni estén determinadas (ni son determinables) a través de ésta. Aqui la auto- percepcién juega un papel clave en cuanto que la sociedad mundial en sentido estricto —para proponer un criterio operativo [y politi- camente relevante]— significa una sociedad mundial percibida y re- flexiva. La pregunta de hasta qué punto se da dicha sociedad se puede convertir empiricamente, segiin esto (de acuerdo con el teo- ema de Thomas, segtin el cual lo que los hombres consideran real se convierte en real), en la pregunta de cémo y hasta qué punto los hombres y las culturas del mundo se perciben en sus diferencias res- pectivas y hasta qué punto esta autopercepcién desde el punto de vista de ia sociedad mundial se torna relevante desde el de la con- ducta’ 9. Véanse mis absjo las pigs. 65 y sigs.,77y sig. y pgs. 104-115 y 129.159. Introducciin 29 En la expresién «sociedad mundial», «mundial» significa segin esto diferencia, pluralidad, y «sociedad» significa estado de no-integra- ci6n, de manera que (tal y como sostiene M. Albrow) la sociedad mun: dial se puede comprender como una pluralidad sin unidad. Esto pre supone —como se vers a lo largo del presente libro— varias cosas muy diferenciadas; por ejemplo, formas de produccién transnacional y competencia del mercado del trabajo, informes mundiales en los me- dios de comunciacién, boicots de compras transnacionales, formas de vida transnacionales, crisis y guerras percibidas desde un punto de vis- ta «global», utilizacion militar y pacifica de la energia at6mica, la des- trucci6n de la naturaleza, ete. Por su parte, la globalizacién significa los procesos en virtud de los cuales los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios Un diferenciador esencial entre la primera y la segunda moderni- dad es la irevisabilided de la globalidad resultante. Lo cual quiere de- cir lo siguiente: existe una afinidad entre las distintas légicas de las lobalizaciones ecol6gica, cultural, econémica, politica y social, que ‘no son reducibles —ni explicables— las unas alas otras, sino que, an- tes bien, deben resolverse y entenderse a la vez en si mismas yen mu- tua interdependencia. La suposicién principal es que solo asi se puede abrir la perspectiva y el espacio del quehacer politico. ¢Por qué? Por- que sédlo asi se puede acabar con el hechizo despolitizador del globa- lismo, pues sélo bajo la perspectiva de la pluridimensionalidad de la globalidad estala la ideologia de los hechos consumados del glob mo, Pero gqué es lo que torna irrevisable la globalidad? He aqui ocho razones, introducidas con frases programaticas: 1. Elensanchamiento del campo geogrifico y la creciente densi- dad del intercambio internacional, asi como el caracter global de la red de mercados financieros y del poder cada ver mayor de las multinacionales 2. La revolucién permanente en el terreno de la informacién y las tecnologias de la comunicacién. 3. La exigencia, universalmente aceptada, de respetar los derechos hhumanos —también considerada (de boquilla) como el princi pio de la democracia, 30 Qué esa globalizacién? 4. Las corrientes icénicas de las industrias globales de la cultura 5. La politica mundial posinternacional y policéntrica: junto a los gobiernos hay cada vez més actores transnacionales con cada vvez mayor poder (multinacionales, organizaciones no guberna: mentales, Naciones Unidas) 6. El problema de la pobreza global. El problema de los daiios y atentados ecol6gicos globales 8, El problema de los conflictos transculturales en un lugar con- creto. Con tales presupuestos cobra la sociologia nueva importancia como investigacién de lo que significa la vida humana en la inmensa gran tram- ppa en que se ha convertido cl mundo, La globalidad nos recuerda el he- cho de que, a partir de ahora, nada de cuanto ocurra en nuestro planeta podra ser un suceso localmente delimitado, sino que todos los descubri- Imientos, victorias y catastrofes afectardn a todo el mundo y que todos de- beremos reorientar y reorganizar nuestra vidas y quchaceres, asi como ‘nuestras organizaciones e instituciones, alo largo del eje «ocal-global». Asi entendida, la globalidad ofrece a nuestra consideracién la nueva si- tuacién de la segunda modernidad. En este concepto se recogen al mis ‘mo tiempo los motivos basicos de por qué las respuestas tipo de la pri- ‘mera modernidad resultan contradictorias¢ inservibles para la segunda ‘modernidad, con el resultado de que se debe fundat y descubrir de nue- vo la politica para el tiempo que dure la segunda modernidad. A partir de este concepto de globalidad, el concepto de globaliza- i6n se puede describir como un proceso (antiguamente se habria di- cho: como una dialéctica) que crea vinculos y espacios sociales trans- nacionales, revaloriza culturas locales y trae a un primer plano terceras culturas —aun poco de esto, otto poco de eso, tal es la manera como las novedades llegan al mundo» (Salman Rushdie)—. En este comple- jo marco de relaciones se pueden reformular las preguntas tanto sobre las dimensiones como sobre las fronteras de la globalizacién resultan- te, teniendo presentes estos tres parametros: en primer lugar, un mayor espacio; en segundo lugar, la establidad en el tiempo; y en tercer lugar, la densidad (social) de los entramados, las interco- nexiones y las corrientes icSnicas transnacionales, Introduccion 31 Dentro de este horizonte conceptual, estamos ya en condiciones de contestar a otras preguntas, como, por ejemplo: «En qué estriba la singularidad hist6rica de la globalizacion presente y sus paradojas en tun lugar concreto (por ejemplo, en comparacién con el denominado «sistema mundial capitalista», que se encuentra ya en formacién des- de el colonialismo y del que habla Immanuel Wallerstein)?” La singularidad del proceso de globalizacién radica actualmente (y radicaré sin duda también en el futuro) en la ramificacin, densidad y estabilidad de sus reciprocas redes de relaciones regionales-globales em- piricamente comprobables y de su autodefinicion de los medios de co ‘municacién, ast como de los espacios sociales y de las citadas corrientes icénicas en los planos cultural, politico, econdmico, militar y econdmi- co.* La sociedad mundial no es, pues, ninguna megasociedad nacional que contenga —y resuelva en si— todas las sociedades nacionales, sino un horizonte mundial caracterizado por la multiplicidad y la ausencia de integrabilidad, y que sdlo se abre cuando se produce y conserva en actividad y comunicacién. Los escépticos de la globalidad se preguntarsin: equé hay de nuevo en todo esto? Para luego sentenciar: nada del otro mundo. Pero se equivocan desde los puntos de vista histérico, empitico y teérico. Nuevo no es s6lo la vida cotidiana y las transacciones comerciales allende las fonteras del Estado nacional al interior de un denso entra- mado con mayor dependencia y obligaciones reciprocas; nueva es la autopercepcién de esta transnacionalidad (en los medios de comuni- cacién, en el consumo, en el turismo); nueva es la «translocalizacién» de la comunidad, el trabajo y cl capital; nuevos son también la con: ciencia del peligro ecol6gico global y los correspondientes escenarios de actividad; nueva es la incoercible percepcién de los otros transcul- turales en la propia vida, con todas sus contradictorias certezas; nuevo es el nivel de circulacién de las «industrias culturales globales» (Scott Lash/John Urry); nuevo es también el paulatino abrirse paso de una imagen estatal europea, asi como la cantidad y poder de los actores, instituciones y acuerdos transnacionales; y, finalmente, nuevo es tam- bién el nivel de concentracién econémica, que, pese a todo, se ve con- 10, Sobre I. Wallerstein, véanse las pigs. 37-60 del presente libro. 11. Esto lo subraya el grupo de D. Held en «Die Globalisierung der Wirtschaft», en U, Beek (comp,), Politik der Globalisieramg 32 del debate piblico; en tercer lugar, que, irénicamente, las posturas neoliberal y protomarxista se parecen bastante en el fondo; y,en cuarto y dltimo lugar, que la visin cstatal-nacional, que ha venido dominando hasta hoy en las ciencias, sociales, en su primera fase ya se vio cuestionada en medio de los tor- bellinos politicos del floreciente capitalismo industrial, 9. Karl Marx y Friedrich Engels, Manifest der Kommunitschen Parte, incluido ‘en K. Mars, Die Fribschrifen, Seatigart, pig. 529. 46 cQuicslaglobalizaioa? 1, LA SOCIOLOGEA COMO POTENCIA DE ORDEN INTELECTUAL: LA ‘TEORIA DEL CONTENEDOR DE LA SOCIEDAD La sociologfa «modernan se entiende, cuando se hojea algurio de sus libros de texto, como la ciencia «moderna» de la sociedad «mo- derna», Por esto se entiende un esquema de clasificacién del espacio social —tan oculto como consensuado—, que podriamos denominar como la teoria del contenedor de la sociedad. ; 'En primer lugar, segtin esto, las sociedades presuponen —politica y teéricamente— el «dominio estatal del espacio» (J. Agnew y S. Cor bridge). Lo cual quiere decir que lavsién sociolégica resulta de la au- toridad ordenadora —poder y violencia— del Estado nacional. Esto se expresa en el hecho de que las sociedades-Estados estén (por defi- nicidn) subordinadas; las sociedades son sociedades estatales, y el or den de la sociedad significa orden estatal. Es en este sentido como, en cl lenguaje cotidiano y en el de la ciencia, se habla de sociedad «fran cesa», «americana» o «alemana», ‘Mis allé de todo esto, el concepto de lo politico esta vinculado no ala sociedad, sino al Estado, lo que a lo largo de la historia no ha sido fen modo alguno el caso (como sefiala M. Viroli).” Dentro de esta ar- Guitectura mental e institucional, las sociedades «modernas» se con- vierten en sociedades individuales y delimitadas las unas respecto de las otras, Sin embargo, se recogen, como en un contenedor, dentro del espacio de poder de los Estados nacionales. Por otro lado, las socie- ddades «modernas» son, segtin esta concepcién, no politicas, toda vez que el quehacer politico se desplaza hacia —y silo hacia— el espacio del Estado. ; Este esquema del ordenamiento vale, en segundo lugar, no solo hacia fuera, sino también hacia dentro. El espacio interno de las so- ciedades individuales delimitadas hacia fuera se subdivide en totali- dades intemnas que, por un lado, son pensadas y analizadas como identidades colectivas (clases, estamentos, grupos religiosos y étnicos, formas de vida delimitables de hombres y mujeres) y, por el otro, es- «ejemplo, en pine enacinien italiano ol conepo de pol co ein eecbamene lana colo soi se M Vil, From Pais to Be Sue The doution nd Tonformation of he Language of Poi, 1250 1a, Cambridge, 199, pes. 258 Dimensiones, conteoversiasydefnciones 47 tn te6ricamente separadas y ordenadas, segiin la metafora orginica del «sistema social», en los mundos privativos de la economia, la po- litica, el derecho, la ciencia, la familia, etc., con sus «l6gicas» (o «e6- dligos») respectivas. La homogeneidad interna es esencialmente una cereacién del control estatal. Todos los tipos de practicas sociales —produccién, cultura, lenguaje, mercado laboral, capital, educa- cién—estin regulados, acufiados, limitados, racionalizados y, al me- nos, etiquetados desde el punto de vista nacional (economia, lengua, literatura, opinién pablica, historia... nacionales). El Estado aduce, en su calidad de «contenedor», una unidad territorial en la que se reali- zan sistematicamente estadisticas sobre procesos y situaciones econd- micas y sociales. De este modo, las categorias de la autoobservacién estatal se convierten en categorias de las ciencias sociales empiticas, de ‘manera que confirmen las definiciones de la realidad de indole socio- logica y burocratica. En tercer lugar, dentro de esta imagen de sociedades individuales delimitadas y ordenadas hacia fuera y hacia dentro y constituidas a modo de Estados nacionales, cabe asimismo una autoimagen evolutiva yuna autoconciencia de las sociedades modernas. Ser moderno signi fica mostrarse superior. Esta pretensi6n universalista se expresa, por tuna parte, como exigencia de «liberacién del hombre de su inmadurez autoculpable» (Kant) en el establecimiento de los derechos y normas, fundamentales de la autorregulacién democratica. Por otra parte, esta cexigencia de felicidad se plasma ante todo en la historia violenta del colonialismo y cl imperialismo europeos, y luego, tras la Segunda Gue- rra Mundial, en la denominada «politica del desarrollo» y en la «teo- ria de (los paises en vias de) desarrollo. A este respecto, no es casual que la palabra «modernizacién» apareciera por primera vez a princi- piios de los afios eincuenta en un libro titulado La modernizacién de los paises en vias de desarrollo. Las ciencias empiricas sociales y politicas se entienden, segiin las circunstancias, como médicos o ingenieros po- liticos de este proceso que desarrollan «indicadores sociales» que, al parecer, permiten que las fases y los éxitos de la modernizacién resul- ten medibles, controlables y modelables para los actores del Estado nacional. No pretendo proponer aqui un triste modelo para el autorretrato. La axiomética de una sociologia de la primera modernidad planteada a nivel de Estado nacional se ha visto fuertemente zarandeada en los 48 Quées a globalizacion? debates de los iltimos aitos. Sin embargo, la visién programada que oftece, sobre todo la que afecta a la praxis de la investigacién organi- zada y a las controversias sobre cuestiones muy especfficas, sigue siendo predominante, de manera especial en Alemania. Pero, sobre todo, permite y obliga a esta teoria del contenedor de la sociedad a remontarse al origen de la sociologfa en la primera fase del Estado na- cional de la Europa del siglo x1X y de principios del xx. La estrecha relacién entre la sociologia y el Estado nacional llega tan lejos que la imagen de las sociedades « modernas» y «ordenadas», que se impuso obligatoriamente con el modelo de organizacién politica del Estado nacional, se absolutiza principalmente por el empefio en crear con- ‘ceptos —en el mejor sentido de la palabra—por parte de los clésicos de la ciencia social con vistas a una imagen més critica de la sociedad. ‘Mis allé de todas sus diferencias, los clisicos de la ciencia social mo- derna, como Emile Durkheim, Max Weber e incluso ef mismo Karl Marx, comparten una definicién territorial de la sociedad moderna," y también del modelo de sociedad nacional-estatal, que en la actuali dad se ve claramente zarandeado por la globalidad y la globalizacién, Si hoy se «espengleriza» por todas partes —y se percibe un tufo ge- neralizado de decadencia—, esto tiene seguramente que ver con el hecho de que la sociedad y la sociologia han caido en la «trampa ter- ritorial» (Agnew/Corbridge) de la equiparacién de Estado nacional con sociedad. Pero el mundo no decae porque —como ya lo formula- ra en cierto modo contra s{ mismo Max Weber—la luz del gran pro- blema cultural sigue abriéndose camino al tiempo que los cientificos se sienten obligados a cambiar de opini6n y a abrirse de nuevo, en el plano intelectivo, a la multiplicidad no integrada de un mundo sin fronteras. Para dar a conocer estos presupuestos basicos e ilustrarlos debi- damente, nada més aitil que desarrollar y estudiar detenidamente las posibles alternativas existentes. Podemos representarnos la sociologia de la globalizacién como un conjunto aparte y contradictorio de disi dentes de la sociologia del orden nacional-estatal. Se trata —con re- lacién a la main-stream— de teorias, hip6tesis y tendencias de inves- tigacién hasta ahora més bien divergentes, y a menudo también, s6lo de promesas de investigacién que, en contextos culturales y temiticos 11. AD. Smith, Nationalism in Twentieth Century, pigs. 191 y sig Dimensions, coneoversinsy defnicones 49 completamente diferentes (desde la investigacién del problema de la emigraciSn hasta la sociologia de la gran ciudad pasando por el anali- sis de clases internacionales, la politica internacional, la teoria de la democracia y la teoria cultural), han surgido y se contradicen de va rias maneras, pero que de una u otra manera han traspasado la barre: ra del sonido de! pensamiento nacional-estatal; y esto —repirese bien—, menos desde la simple critica que creando y elaborando al: ternativas tedricas. En otras palabras, el debate acerca de la globali zaci6n en las ciencias sociales se entiende y desarrolla como una dis- cusién fructifera sobre qué supuestos fundamentales, qué imagenes de lo social y qué unidades de undlisis pueden sustituir ala axiomsti ca nacicnal-estatal Pensar e investigar en la trampa de los mundos sociales nacional- estatales bien separados y ordenados excluye todo lo que cae fuera de estas caregorias internas y externas. Todo lo que queda ast excluido —lo ambivalente, lo mévil, lo pasajero, el estar al mismo tiempo aqui yalli— reaparece en primer lugar en el marco dela investigacién de la ‘migracién a la hora de valorar los espacios sociales transnacionales. En segundo lugar, la teoria del sistema mundial radicaliza esta perspecciva de puente hacia la contratesis de que todo quehacer social tiene lugar en wn espacio transfronterizo —el del sistema mundial capi- talista—, en el que se tiende progresivamente ala divisién del trabajo yala desigualdad. En tercer lugar, esta gran ojeada al sistema mundial se relativiza de nuevo mediante lo que el politélogo James Rosenau denomina los «dos mundos dela politica mundial»; a saber, mediante la afirmacién de que no existe una sola sociedad global, sino por lo menos dos en reciproca competencia: la sociedad de los Estados (nacionales) y la de Jas maltpples organizaciones transnacionales, actores, grupos ¢ indivi- duos varios que tejen y destejen un vasto entramado de relaciones so- ciales. En todas las valoraciones hasta ahora apuntadas surgen, de uno u ‘otro modo, espacios transnacionales de actividad en cuanto que los ac- tores sociales los buscan, producen y mantienen. En cuarto lugar, en la teoria de la sociedad de riesgo mundial vemos cémo, en el lugar de la unidad fundamental del quehacer funcional, penetra la categoria de la secuela no deseada. Segiin dicha teoria, existen riesgos globales (su construccién social y politica), y por tanto varias (definiciones de) cri- 50 Qué esa lobalisacién? s ecoldgicas, que producen nuevos desérdenes y turbulencias mun diales. En quinto lugar, en las investigaciones que se realizan en el émbito de la feoria cultural es preceptivo sustitur el concepto de linealidad y la disyuntiva «o esto 0 eso», que subyacen a la axiomiética nacional-esta- tal, por afirmaciones ilativas del tipo «esto y eso»: globalizacién y re- gionalizacién, vinculacién y fragmentacién, centralizacion y descentra lizacién son, segiin esto tltimo, dinémicas que se miran y corresponden como las dos caras de una moneda. En sexto lugar, en las reflexiones acerca de la sociedad civil rans- nacional resultan evidentes procesos, experiencias, conflictos e identi: dades socioculturales que se orientan a «un modelo mundiab», a movi mientos sociales transnacionales, a la globalizacin «desde abajo» 0 a un nuevo cosmopolitismo. Aqui se quiebra la axiomatica que equipa- ra modernidad con sociedad individual apolitica. La sociedad mundial sin Estado mundial significa una sociedad no organizada politicamente en la que surgen nuevas oportunidades de accién y de poder para ac- tores transnacionales democraticamente no legitimados. Esto quiere decir que se abre un nuevo espacio transnacional de lo moral y de lo subpolitico, como se pusde ver, por ejemplo, en los boicots de com- pras, pero también en cuestiones acerca de la comunicacién y la criti- ca transculturales. A continuaci6n, trataremos de esbozar estas ideas fundamentales sobre la sociedad postnacional y transnacional, junto con las unidades de la investigacién realizada a tenor de las mismas; asimismo contras- taremos las distintas alégicas de desarrollo» de la dindmica de la glo: balizacién para, de este modo, ofrecer un cuadro lo més aproximativo posible del debate de la globalizacién en el seno de las ciencias socia les, sin obviar sus contradicciones internas. 2. ESPACIOS SOCIALES THANSNACIONALES La mejor manera de eludir el cardcter abstracto de lo «global» es aportando unos cuantos ejemplos. el pensamiento y quchacer generales del Estado nacional. La sociedad mundial en cuanto socie- dad con un destino ecolégico percibido ha alcanzado la conciencia de si misma al verse «acusada» de «sociedad de riesgo mundial», Por su parte, Robertson, Appadurai, Albrow, Featherstone, Lash, Urry y muchos otros se mueven dentro de la tradicién de la teoria cul- tural. Contradicen de manera decidida el extendido concepto de la macdonaldizacién del mundo. La globalizacién cultural no significa que el mundo se haga mas homogéneo culturalmente. La globalizacién significa sobre todo «glocalizacién», es decir, un proceso lleno de mu- .”* ©. La sociedad de riesgo mundial: la globalizacion ecoldgica como politizecion involuntaria Quien quiera.saber qué experiencia politica corre pareja con la percepcién de la crisis por parte de los ecologistas se toparé sin duda con muchas respuestas, pero seguramente también con ésta en con- creto: que se trata de un caso en el que la civlizacién se pone en peli- gro a si misma, cosa no imputable a Dios, alos dioses ni a la naturale- za, sino alas decisiones humanas y los efectos industrales, es decir, a la tendencia de la civilizaci6n a configurar y controlar todo. El otro lado de esta misma experiencia es el de la fragilidad de la civilizacién, 22. D.Held, «Demokratie, Netionalstaat und die lobale Weltunordaungo, en U. Beck (comp.), Politik der Globalisierung, op. cit "© 66 (Quéeslaglobliacin? ‘que —empleada politicamente— puede dar origen a la experiencia del propio destino comin. La palabra destino» es aqui correcta en cuan: to que fodos poclemos arrostrar las consecuencias de decisiones cient ficas-industriales (en casos limite); pero es falsa en cuanto que los pe- ligros que nos amenazan son el resultado de decisiones humanas. En este sentido, el ckoque ecol6gico produce una experiencia que los te6ricos de la politica creyeron reservar a las guerras en cuanto ex periencia de la violencia (al menos en un espacio abierto especial). La comunidad de la historia nacional ha estado siempre subsumida en la dialéctica de las imagenes enemigas. Impulsada por el painico y la his teria, la conciencia de crisis ecolégica puede sin duda resolverse en violencia contra determinados grupos y cosas. Pero, al mismo tiempo, podemos afirmar que en nuestros dias es por primera vez posible ex- perimentar la comunidad de un destino que —por paradgjico que puieda parecer—, al no reconocer fronteras en la amenaza percibida, despierta una conciencia comiin cosmopolita capaz de suprimir hasta las fronteras existentes entre el hombre, la bestia y las plantas. Si los peligros fundan una sociedad, los peligros globales fundan la sociedad global. Peto no s6lo esto justfica el que hablemos de sociedad de ries- go mundial.” ‘La manera como es entendida y desarrollada conceptualmente la realidad social post-nacional por los autores arriba citados coincide —pese a todas las discrepancias— en un punto esencial: los espacios sociales transnacionales slo surgen mediante la actividad intemnacio nal; 0, dicho més suavemente, presuponen actores instituciones apropiados, Esta suposicién se olvida de la teoria de la sociedad de riesgo mundial, Segiin éta, ya no es posible exteriorizar los efectos se- ‘cundarios y los peligros de las sociedades industriales altamente desa- rrolladas. Estos cuestionan la estructura institucional en cuanto con- flictos de riesgo. Se pone, asi, de manifiesto que los espacios sociales transnacionales tambiéa se tornan conflictivos e inexplicables —por asi decir— «a espaldas de los hombres» mediante peligros no desea- os, desmentidos y reprimidos. Esta concepcién parece estar en pugna con la objeccién segin la cual también las consecuencias no buscadas deben ser conscientes y 23, Con relacién a esto, y alo que sigue, véase U. Beck, Risihogesllchaft y Ge gensifte: Die orgeniserte Verantwortichket, Francfort del Meno, 1988. Dimensioncs, controversias y dfinicidnes 67 quieren tener efectos politicos, Esto no se puede negar. Y, sin embar go, las turbulencias politico-econémico-culturales de la sociedad de riesgo mundial sélo se pueden comprender si reconocemos que los pe ligros pablicamente debatidos representan una especie de «moneda negativa». Son monedas que nadie quiere, pero que se las apafian para encontrar salida, exigen atencién, irritan, subvierten y ponen patas arriba incluso lo que parecfa bien anclado en la normalidad. Citemos, por ejemplo, la reciente tragicomedia real de las vacas lo- cas en Europa, y nada més que un aspecto. Quien, en la regién del norte de Baviera —por tanto bien protegida mediante fronteras y pro- esas de proteccién politicas contra el presunto brote britanico de la came de vacuno contaminada—, entra en un restaurante en el verano de 1997 y consulta la carta, en ésta encontrar la imagen idilica de un campesino del lugar que le sonrie rodeado de sus vacas y de sus hijos. Esta foto y la prueba de que el bistec, que el apetito nos aconseja pe- dir, procede de la vaca representada, deben devolver la confianza que han destruido las noticias omnipresentes acerca de la existencia de unas vacas briténicas locas. Se pueden distinguic tres clases de peligro global En primer lu- gar, conflictos a causa de «bade» producidos por «goods», es decir, los datos ecolégicos condicionados por lariqueza y los peligros técnico-in- dustriales (como el agujero de ozono y el efecto invernadero, pero también las consecuencias imprevisibles e incalculables de la manipu lacin genética y de las téenicas de transplante). En segundo lugar, los daiios ecoldgicos condicionados por la pobre- 2a y los peligros téenico-industriales. Fue la comisién Brundtland la ue por primera vez mostr6 que los dafis ecoldgicos no sélo consti tuyen una amenaza constante contra la modernidad del crecimiento, sino que, lo que es més importante, existe una estrecha relaci6n entre pobreza y dafios medioambientales. «La desigualdad es el mayor pro- blema del planeta desde el punto de vista “ecol6gico”; como también ¢s su mayor problema desde el punto de vista del “desarrollo”».® En este orden de cosas, un anilisis integrado del método demografico y 24, Sobre sto se encontrar sbundante material en U. Beck, «Welrshogesell: Schaf, Calo C. Jaeger (comp), Umelsxioloie, nimero especial de Kélner Zeit scbrift fir Soziologte und Sozialpsychologie, Opladen 1996, pags. 119-147. 25. Naciones Unidas, 1987, pig. 6 68 (Quécslagloblizacién? nutricional, asi como de la pérdida de métodos y recursos genéticos, de energia, de industrias y de asentamientos humanos, muestra que todo esto esta completamente interrelacionado y no se puede abordar Pe Se ia tanes cic ea y los dafios medioambientalesresultantes de la pobrezam, escribe Michael Ziien, «conviene hacer una precisidn importante: mientras que muchas epee ea er ee oe xteriorizacin de los costes de produccién, en el caso de los dafos Sete Satie apres trata de autodafios de los pobres que tienen efectos secundatios tambign para los ricos. En otras palabras, que los dafios medioambientales condicionados por la rique- za se reparten equitativamente por todo el planeta, mientras que los da: ios medioambientales condicionados por la pobreza se dan preferen temente en un lugar determinado y se internacionalizan slo en forma de efectos secundarios que aparecen a medio plazo».** ae ices sricmieras een bet area ae selva tropical, donde actualmente se pierden al afio alrededor de die- cisiete millones de hectireas de bosque tropical. Otzos ejemplos son los desechos téxicos. (también importados), las grandes tecnologias bsoleta (por ejemplo, de las industias quimica y at6mica) y, en el fu turo, las industrias genéticas y los laboratorios de investigaci6n de téc nicas genéticas y humano-genétias, Estos peligros surgen en el con- texto de unos procesos de modernizacin iniciados ointerrumpidos, Asi, es cada vez mayor el niimero de industrias con potencial tecnol6 ico sufciente para amenazar el medio ambiente y la vida, sin que los paises en cuestion dispongan de medios institucionales y politicos apropiados para impedir los posibles dafios resultantes. En el caso de los peligros condicionados por la riqueza y la pobre- ee ee ee mayor parte de las veces son fruto del cumplimiento de normas hee cuidado y la seguridad defectuosas y que, precisamente por eso, se dan en el mundo de manera continuada. En cambio, y en tercer lugar, los peligros de las armas de destruccién masiva (armas ABC) estén ligados, i i, «Globale G und internationale Koope. 26, Compirese con M. Ziin, «Globale Gefahrdungen ration», Der Barger it Staat, n° 45, 1995, pig 51, de donde hemos tomado las ideas y los datos de esta tipologi, Dimensiones,contoversiasy dfinciones 63 en cuanto a su aplicacién (no en cuanto a su potencial de amenaza), a Ia situacién excepcional de una guerra. Tampoco después del final de {a confrontacién esteoeste han desaparecido, ni mucho menos, los pe ligros de autodestruccién regional o global mediante armas nucleares, uimicas o bioligicas; antes bien, se han afiadido otros nuevos origi nados por la estructura de control, 0 «empate atémico» de las super. potencias. A los peligros de la confrontacién militarestatal se suman los de tun ferrorismo fundamentalista o privado (que se esta perfilando en la actualidad). Cada vez es menos de descartar que, en un futuro proxi. ‘mo, la posibilidad de disponer, no s6lo por parte del establishment es, ‘atal-miltar sino también por parte de organizaciones privadas, de los medios de destruecién de masas —junto con el potencial de amenara {olitico) que ello entrafia—, se convierta en una nueva fuente de pe ligro para la sociedad de riesgo mundial Estos distintos tipos de peligro se pueden completar y precisar ul teriormente (y de hecho asi ocurre); esto quiere decir que la gente se Preguntari por la interaccién existente entre los datios ecol6gicos, las Buertas y las repercusiones de la modernizacién interrumpida en los siguientes términos. De qué manera favorecen los daiios ecol6gicos a las puetras, sea que estalle un conflicto armado por recursos vitales de primera neve. Sidad (por ejemplo, el agua), sea que los fundamentalistas ecolégicos occidentales apelen al empleo de la violencia militar para frenar los da. fos infligidos al medio ambiente (cosa que ya se exigié, por ejemplo, Para que se pusiera fina la deforestacién de las selvastropicales)? Es facil suponer que un pais que vive en una pobreza cada vez ma- yor va a explotar el medio ambiente hasta el final, En medio de la des. ‘esperanza (o también para el ocultamiento politico de la desesperan. za) se puede acudir, mediante la violencia armada, a recursos de supervivencia extrafios. Los dafios ecolégicos (por ejemplo, las inun- daciones de Bangladesh) pueden desencadenar movimientos migrato. tios en masa, que pueden desembocar a su vez en conflictos bélicos, También otros Estados beligerantes amenazados por la detrota po. dian recurtir, «en iltima instancia», ala destruccién de plantas ato. ‘micas y quimicas propias y ajenas para amenazar alas regiones fronte. fats ¥ @ las grandes ciudades con la destruccién atémica. No hay limites imaginables para la posiblidad de constru escenarios de he, 70 Qué esa globalizcisn? ror que entreabren las distintas fuentes de peligro. Ziirn habla de una «cespiral de la destruccién» cuyos efectos se podrian afiadir a una gran crisis en la que se darian cita todos los dems tipos de peligro. El diagnéstico de la sociedad de riesgo mundial seria exactamente cl siguiente: los denominados peligros globales hacen que se resque- brajen los pilares del tradicional sistema de seguridad. Los daiios pier den su delimitacién espacio-temporal para convertirse en globales y permanentes. Los daiios apenas si se pueden seguir atribuyendo a uunos responsables determinados; el principio de causalidad pierde ca- pacidad segregadora. Los dafios tampoco pueden seguir siendo com- pensados financieramente; no tiene sentido contraer una péliza de se- guros contra los efectos worst case de la espiral mundial del peligro. En consecuencia, tampoco se puede planificar el «dia después» en caso de que sobreviniera lo peor de lo peor. Con sélo considerar esto, resulta ya evidente que no hay peligros lobales propiamente dichos, sino que éstos se entremezclan y con: funden casi por completo con los conflictos de la pobreza, étnicos y nacionalistas que vienen asolando el mundo sobre todo desde el final de la guerra fria, Asi, en las antiguas repiblicas soviéticas se relaciona el diagnéstico implacable de los daiios medioambientales con la crit a politica de la utilizacién imperialista de los recursos naturales. El discurso del «propio terrufio» se convierte en este sentido en la rei vindicacién simulténea del derecho a disfrutar de unos recursos natu: rales y dela soberania nacional. El discurso sobre la sociedad de riesgo mundial puede asimismo conducir a resaltar la relativa autonomia de las crisis ecoldgicas en una visién monocausal y unidimensional de la sociedad global. Con todo, conviene subrayar la singularidad de a politizacion involuntaria de to- dos los campos de la actividad social como resultado de los conflictos de riesgo. Los peligros percibidos abren a la decisién social unos automatis- ‘mos al parecer completamente bloqueados. Lo que los directives y cicntifieos trataron y decidieron injustificadamente a puerta cerrada debe justificarse ahora de repente en todas sus consecuencias en el foro de las controversias piblicas. Alli donde leyes escritas parecian cumplitse por s{solas, aparecen ahora unos responsables que, tal vez presionados por la opinién pablica, reconocen algunas faltas y sefialan alternativas abyectas. Resumiendo, pues, la tecnocracia del peligro Dimensones, controversiatydefinciones 71 Produce involuntariamente un contraveneno politico con su propio ur Cont &l— eligros que, desfiando la pretensién de las autoridades competentes de tenerlo todo bien controlado, se dan a conocer piblicamente, al ti jue al sca lempo que abren espacios para la acciSn d. Por qué es falsa la tesis de la mcdonaldizacié de Le alobaenng tt de le medonalizacin del mundo: paradojes El desarrollo del mercado mundial, segin sostiene, por Kevin Robins, tiene consecuencias importantisnes aria ae identidades y modos de vida." La globalizacién del quehacer ecora’ mico esté acompafada de ola de transformacién cultural en long de un proceso que se llama «globalizaién cultural. Tambien aqui ee trata primordialmente dela fabricacién de sfmbolos eulturdas ace realidad que se viene observando desde hace ya bastante tiempo. Una buena parte de la sociologa,y del pablico en general han alomtade Para este problema una postura que se acerea bastante alates de ly convergenca de la cultura global Seg dicha tess, xe estéproducien do una paulatina universalizacin, en el sentido de unificacén denen, dos de vida, simbolos culturales y modos de conductatransmacionalen {Lo mismo en una ald dela Baja Baviera queen Calcuta, Singapur en las favelas de Rio de Janeiro, se ven los mismos culebrenes telev vs, se llevan los mismos vaqueros y se fuma el mismo Marlboro cons signo de una enaturaleza libre eincontaminada». En una palabras ane ‘a industria de la cultura global significa cada vez mas la convener de simbolos culturales y de formas de vida, ck En este orden de cosas cabe citar unas palabras pronu €l presidente de Euroisney: «Los rasgos datintivos de Diy seer ven” te Pobildades de plo se uilian l menos pacalnene deme ‘er ple lo mueits,porcenpa el nimerodecomentey ae wean, este campo, el cual ne elevado considerablemente en los iltimos afios. Sobre las. i ablaci6n de abu, ves ps sobre la politizacién a través de los 1 = Gaara ae 28K Robin, Tino ad teats, Comer. Hare (comp) Enopriced Hoan ‘ional Culture, Londres, 1991, pigs. 28 sigs. % same 72 . Lo local y lo global, sostiene Robertson, no se cexcluyen mutuamente.” Al contrario, lo local debe entenderse como tun aspecto de lo global. La globalizacién significa también acerca- miento y mutuo encuentro de las cultura locales, las cuales se deben definir de nuevo en el marco de este clash of localities. Asimismo, Ro- bertson propone sustituir el concepto base dela globalizacién cultural por el de «glocalizacién, neologismo formado con las palabras globa- lizaci6n y localizacién. Esta sintesis verbal —«plocalizacién»— expresa al mismo tiempo una exigencia, la exigencia por excelencia de la teoria cultural: que pa rece absurda la idea de que se puede entender el mundo actual, sus co- lapsos y sus arranques, sit aprehender al mismo tiempo los sucesos con- tenidos bajo las palabras guia «politica de la cultura, acervo cultural, diferencia cultural, homogeneidad cultural, etnicidad, raza y género».™ No es exagerado afirmar que la linea divisoria que separa la nueva y culturalmente aceptada «sociologia de Ia globalizacién» de, por ejemplo, planteanientos mas viejos de la teoria del sistema mundial, discurre precisamente por aqui. El axioma, bien perfilado, que separa el trigo de la paja, reza as «La cultura global» no puede entenderse estaticamente, sino slo 32. E. Beck-Gemsheim, «Schwarze Juden und griechische Deutsche», en U. Beck (comp), Perspeiven der Weltgesellichaft, op. cit. ki 33. R Robertson, «Globalization», M. Featherstone et alif(comp.), Global Mo: ddemites, Londres 1985 34. Ibid, pig. 15. 80 Qué esa globalizaion? ‘como un proceso contingente y dialéctico (y en modo alguno reducible de manera economicista a su ligica del capital aparentemente univoca) segiin el modelo de la «glocalizacién», en cuya misma unidad se apre- cian y descifran elementos contradictorios. En este sentido, se puede hablar de paradojas de las culturas «glocales» Es importante imprimir un sesgo met6dico-pragmatico a este axio~ ma, La globalizacién —aparentemente lo muy grande, lo exterior, lo que sobreviene al final y sofoca todo la demas, es asible en lo pe- quefio y lo concreto, in situ, en la propia vida y en los simbolos cultu- rales, todo lo cual lleva elsello de lo «glocal. Podemos también formular esto mismo de la siguiente manera: ‘Solo como investigacién cultural glocal (investigacion de la industria, la desigualdad, la técnica y la politica) resulta empiricamente posible y necesaria la sociologia dela globalizacién, Sin embargo, zqué significa la palabra —que de repente vuelve a aparecer en primer plano— «dialéctica», de la que el pensamiento di- fano se despidié hace tiempo, en el contexto de la teorfa cultural? Qué se quiere decir con el rérmino «paradojas» de la globalizacién cultural cuando ésta se entiende e investiga como flujo?” Universalismo y particularismo Segiin esto, las generalizaciones a nivel mundial, asf como la unifi- cacién de instituciones, simbolos y modos de conducta (por ejemplo, McDonald, los vaqueros, la democracia, la tecnologia de la informa- cidn, la banca, los derechos humanos, etc.) y el nuevo énfasis, descu- brimiento e incluso defensa de las culturase identidades culturales (is lamizaci6n, renacionalizacién, pop alemén y rai norteafricano, carnaval africano en Londres o la salchicha blanca de Hawai), no constituyen ninguna contradiccién. Antes bien, se puede decir —recurtiendo al «ejemplo de los derechos humanos— que estas culturas (como sucede, por cierto, con todas las demés) se representan, en primer lugar, como derechos universales y, en segundo lugar, se exponen a la vista y se re presentan como tales dentro de su contexto y a menudo de manera completamente diferente. 35. Compérese lo que sigue con McGrew, «A Global Society?», op. et Dimensiones, controversy defniciones 81 Ligaduras y fragmentaciones La globalizaci6n produce (forzosamente) ataduras. Esto conviene resaltarlo en el contexto de un debate en el que la globalizacién se confunde —y por tanto se devaltia— con la fragmentacién, como si fueran sinénimos. Surgen «comunidades» (esta palabra exige, por cierto, una redefinicién’ transnacionales y transcontinentales que se paran lo que hasta ahora pasaba, y sigue pasando, a menudo como unidad indisoluble: la vida y el trabajo en comtin, en un mismo marco geogréfico y social, fundan al mismo tiempo una nueva relacién social. Esta nueva logica y este vivir y trabajar juntos en lugares geografica- ‘mente separados se dan lo mismo en empresas transnacionales (cuyas administcaciones se han trasladado a Singapur pero cuyos productos se reparten por toda Europa) como en «comunidades» transnaciona- les (los americanos mexicanas y los mexicanos americanos), «fami- lias», «subculturas étnicas» (el Africa imaginaria), etc. Pero, por la misma regla de tres, se puede afirmar también que la slobalizacién fragmentariza: no sélo socava la soberania del Estado en materia de informacién y fiscalidad —y, por ende, su autoridad pro. piamente dicha—, sino que también puede dar al traste con la exis tencia misma de comunidades locales. En un caso limite en condicio- nes de cultura glocal, es perfectamente posible que pierdan fuerza las vvecindades directas, al tiempo que florecen las «vecindades» transcul- turales (decimos posible, pero no necesario) Centralizacién y descentralizacién, ‘Muchos ven en la globalizacién, de manera un tanto unilateral, un proceso de concentracién y centralizacién en el ambito del capital, el poder, la informacién, dl saber, la riqueza, la toma de decisiones, et, aduciendo motivos para cada caso. Pero no ven que esta misma diné- mica también produce descentralizacin; 0, dicho de manera més con- creta, que las comunidades ganan en influjo sobre la formacién de sus espacios sociales, pero también sobre sus correspondientes contextos locales, o si se quiere nacionales. Los Estados nacionales pueden cerrarse de puertas adentro; pero pueden igualmente orientarse hacia fuera y translocalizar y definir de 82 daopce bri a Socsmpi ee to: cagaqos: nspeinqotse conemzsie once bosoms ‘ocsongmonant py mo canes come ee bo ee mre sly ~ ME He hese ocie sr eapar eye at Lemp sccteeagte § BopmyTNT, ¢ ‘reece Sato ta ascastonctns Niemen net = SSPE PL ps STIRS NG ASMASASNDNEN. PA. a ‘¥ eneoe gry being tone 46 ys Gucectce netqirin spot smuzpage Erohiie— qe tenv eipmer-ecosdans Boney yar atec onus Pee i x prmamnawer cusnencast Livi BeoopeRe yee qa js eSLIPEROD 5 Asa Ge [ia LecuoRaie ju Gaimakoyedee bye = jules setatene (aepuousabtey. foe anigentor cm a gsotine b etctipe oxvoe eptien:

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