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Contenido INTRODUCCION Elgnn cambio... ee : B EES == CAPETULO 1. Los avarares del pueblo HEE 25 1. El pueblo y lo nacional-popular 26 OU, ELAPRA y el veto militar 31 UL. El gobiero militar. . « ce 36 IW. El primer gobierno de Alan Garcia i 4 V. Descomposicion social y crisis politica del puetlo 82 CAPITULO 2. Jecarguias culeassles .. . 39 L Lo criollo + 60 T. Lokuschafo 2... : ot MH. Lo cholo . peer ee a Ta diversdad de la cuestibn ineigera B To indio y lo cholo : 18 Ta sporia chola Reece rene 7 IV, Elracismo escamental aL Ve Lima, la cultura y el impasse dela nacién : 86 CAPITULO 3. EI doble colaso. 95 1. Una experiencia de la ciudad par, Una ciudad sin rosro CeCe 9 En as calles ; “102 Les ambigtiedades del desborde + aor .. 107 IL La ciudad y el sector informal. . wee 108 Tos informaaes y el mercado “110 El sector informal y el consumo de bicnes piblicos. 114 La informalidad, la crisis y Ia inconsistencia posicional 117 iit Ww Fracturas y diferenciaciones populares Los pobladores populares y sus lineas divisorise a casa propia: diferenciacién y seguridad en el colapso Por una intexpretacién pluridimensional ¢ histca, INTERMEZZO. 1985-1995, la mutacin EEE CAPETULO 4,£l proyecto mghmentador L ia TH. v _El ransporte El programa neoliberal y el proyecto reglamentador gn proyecto reglamentador? El ftacaso: una cindad donde nadie rees nada Comprender el proyecto reglamentador « Romper con un imaginario, salir de una dicotomia Hacia otra mirada fe ala factora del Ped? La matriz informal La implementacién del proyectos eines caleidoscépicas La constracciéa. pe ‘Ua nuevo moments interpretative CAPETULO 5.La revolucién de la sociabilidad L tL m. a3 Hegemon y sociabilidad. . . : Lafusion. ae Del meitizaje ala fusion. La fsi6n como arena... . La fasion y la mésice chicha. Lo chicha. . : La cultura chicha . La politica y lo chicha, EL humor del aplaste El achorado : Avasillar Hosizontalizar . . El cismo y a competicin social 10 119 120 124 128 138 14 143, 152 152 “159 162. 167 169 “74 2180 “183 185 188 191 193, 199 200 204 207 210 aut 215 218 227 27 231 233 Sue SiS eR ee VIL. Lima: promesa y tormento de las sociabilidades en jaque CAPITULO 6. £1 individualismo metonimico 1 Elindividualismo metonimico y ls regas 1a mansgresi6n como goce Los usos diferencias de las vegas El limeio metonimico y las instituciones Rosteos del individualismo: el criollo, el achorado, el propietario I Elindividualsme metonimico y ls reaciones Los ores que cuenta El individuo es él y su familia . ML Elindivideatismo metonimico y la eiudadania | El eclipse del Pueblo ‘Dimensiones de la ciudsdania El consumo como ciudadania . Ta cass propia y a einvencin del individuatisme posesivo IV. Eliindividualismo metonimico limeio: enz variante del individnalismo agentico CONCLUSION a ciudad y los individuos. La nacion y los ciudadanos ul 240 245 249 251 254 258 261 265 265 272 274 275 27 283 286 i | i INTRODUCCION EL GRAN CAMBIO ty} de su reciente historia colectiva y, sobre todo, del gran cambio que fhan vivido. La constatacién es asombrosa, puesto que, en apariencia, parece existir un fuerte acuerdo en torno ala importancia de ciertos proce- 0s, Sin embargo, el resultado final es un sentimiento de incomprensién; la ‘experiencia de vivir en una sociedad muy “compleje’, en verdaden medio de una experiencia de confusisn o, al menos, de desorientacién interpretativa que n0 se confiesa como tal. Lo que es dificil de asir no es la importancia del cambio —evidente para todos— sino, més bien, su sentido. El gran cambio del cual Lima ha sido el teatro es resultado de un fené- meno miltiple que se estructuré a través de una asociacién altamente coyuntural de procesos, diversos e incluso opuestos, y, en parte, inde- pendientes entre sf. Esto da cuenta, sin lugar a dudas, de la dificultad a Ia hora de comprender globalmente la situacién actual, la que requiere desembarazarse de interpretaciones causales unidimensionales para ser reconocida en toda su fuerza disruptiva. El cambio en Lima no se puede comprender tinicamente desde el nivel de las instituciones: ya sea optando porla crisis del sistema politico, el triunfo del neoliberalismo 0 porla hipétesis de a crisis del viejo orden criollo tradicional. Los limites, I (OS LIMENOS ADOLECEN DE UNA INTERPRETACION CONSENSUAL 2B Lins ¥ sus Ament son demasiado evidentes en cada una de estas tesis, incluso si ello no lleva descuidar sus influencias. En verdad, la difcultad de una lectura unidimensional es tanto mds fuerte que ¢l catnbio en toda su variedad estructural no se puede leer privilegiando la 6ptica de la politica, la que ha sido, tantas veces, la principal clave de las interpretaciones. En el ‘mismo sentido, si muchos de los procesos que analizaremos tienen un rostxo clasista sobre todo en el ambito econémico y urbano— la transformacién limefia es igualmente irreductible a él El fenémeno también excede 2 la sola cultura chicha, la que, pese a su importancia ena formacién de la sociabilidad limesia actual, no es més que uno de sus ingredientes. De alli el constante trabajo de hilvanado que estaré presente 2 lo largo de todo este ensayo: es solo a través de él, paulatina- mente, como creemos es posible darle un sentido a la diversidad de los cambios en curso. La transformacién de Lima es el resultado de cambios estructurales parale- los, aveces simultaneos entre si, pero por lo general dferentes.en sus orienta ciones, en donde winguno de ellos logra impore su logica sobre ls otvos. Esta situacién explica él sentimiento de tantos limefios de vivir en medio de una sociedad “compleja’. La percepci6n es sin duda cierta. La socie~ dad limetia hoy, como tantas otras sociedades, es compleja, pero ello no debe servir de coartada ni para la confusion interpretativa, ni para el abandono de esfuerzos globales y sintéticos de interpretaci6n. Eslo que subyace como intento en este ensayo y lo que explica sus dos grandes partes, Es solo insertando, por un lado, la experiencia contermpordnea en una filiacion historica més larga y, privilegiando, por otro, un andlisis pluridimensional que acentiie todo lo que de coyuntural y diverso hubo eneste cambio, que es posible, creemos, alcanzar una inteligibilidad panordmmica 1a transformacién imefia acaecida en las iltimas décadas es indiso- ciable de una serie de fenémenos bien conocidos: una fuerte expansion urbana, la migracién andina y provinciana, el colapso de los partidos politicos, la economia informal, la extensién de la escolaridad, la violen- cia politica o delictiva yla reorientacién macroeconémica neoliberal. Sin embargo, porlo general, ya causa de su diversidad, todos estos factores 4 sass 4 penan en hilvanarse en una representacién integrada. Es aeste esfuerzo de inteligibilidad al que esta consagrado este ensayo, en donde tratare mos de mostrar, partiendo desde sus filiaciones histéricas, las raices del conjunto dispar de transformaciones estructurales que han terminado produciendo los tres grandes procesos de cambio actualmente en curso ena sociedad limena. Estos tres procesos son: un proyecto reglamenta- dor de vocacién nacional pero particularmente activo ena ciudad, una revoluci6n en la sociabilided de raigambre popular que progresivamente se volvié mayoritaria y, finalmente, la afirmaci6n de un individualismo rmetonimico especifico y generalizado. Cada uno de estos procesos trans- forma a Lima, por primera vez en su historia y més allé de la polémica. sobre el término, en una ciudad moderna. En contra de tantas teorias sobre la debilidad de la sociedad civil, s0- brela fuerte dependencia de los actores sociales hacia el sistema politico, Ys Por supuesto, sobre la inexistencia de verdaderas individualidades ‘populares, el gran cambio se dio en Lima, en mucho, a través de fendmenos ‘que se iniciaron por fuera del sistema politico, desde la sociedad y ta cultw- 1a, por intermedio de individuos. Cierto, sin el gcbierno militar de 1968 probablemente nada de esto, en todo caso de la forma en que se dio, se habria producido, Una vez lanzado, el proceso de transformacién siguié empero un curso auténomo y paralelo a la vida politica. Las plazas y los balcones fueron remplazados por los chichédromos; el parlamento por los sets de televisisn; los comités barriales por los malls y los shoppings; Is cultura oficial por el urbanismo kitsch popular; el dogma politico por el humor socarrén. En breve, el coraz6n del cambio fue social y cultural. ‘Aquf reside una deas razones de la opacidad del gran cambio: ningiin proyecto politico, econémico 0 cultural lo aglutiné en el pasado, ni lo aglutina hoy en dia. Aun mds, el fenémeno no alter6 en profundidad la estructura de las relaciones de poder, al contrario, coincidié temporal- mente no tanto con elrestablecimiento de un control sobre la economia por las élites (puesto que éstas nunca lo perdieron), sino con la pene~ ‘traci6n de ciertos principios de la economia de mercado en los sectores ‘populares (sin que ello implique darle empero al mercadola legitimidad que muchos pretenden). Cierto, el gran cambio también dio lugar, como 15 Lowa + sos Ansnas Jo veremos, a un anhelo modernizador de un nuevo cuiio, pero en lo esen- ial se desartollé sin gran conciencia, sin Jefes, alterando sin discursos pero de manera profunda el orden habitual en las relaciones sociales hasta convertirse, progresiramente, en una sociabilidad citadina comin. La interpretacién que propondremos de Lima como un conjunto verso de arenas, intenta dar cuenta de las especificidades del gran cambio. Lapolisemia metaférica que él término encierra da cuenta, a su manera, del cardcter arenoso de sus ambitos sociales, de las arenas del desierto sobre las que esta construida la ciudad, pero, también, y por supuesto, dela peculiaridad de la dimension ag6nica —conflictiva— por las que el cambio se forja. Las “arenas” imponen la necesidad de reconacer el juego y las tensiones existentes entre los distintos actores, pero, sobre todo, obligan al esfuerzo permanente de aprehender, en todo momento, el cardcter abierto y espectfico de los resultados que se dieron en cada una de las diferentes arenas —politica, social, cultural Pero regresemnos a nuestro punto de partida, Paradéjicamente, el gran cambio que es tan dificil de interpretar es, sin embargo, visible y vivido por doguier. Nada lo evoca major que la pelicula peruana més vista de ‘todos los tiempos: Asu Mare. Lo que el film retrata —desde su titulo hasta el contenido de sus escenas, pasando por el lenguaje y su filosofia—, a través del recuento biogréfico de un limefio cuya vida coincide en mu- cho con las décadas que analizaremos en este texto, es la consolidacién de un nuevo estilo de sociabilidad. El personaje se asombrar4, hacia el fmal de la pelicula, que la chica del colegio de élite San Silvestre, blanca y pituca, resulte ser, en el fondo, tan o més... achorada-achichada que 41 Seré una de las pistas de nuestra interpretacién ¢Cémo una actitud ‘yun estilo popular en su origen se han convertido en una sociabilidad ‘mayoritaria? Para comprender éste y otros fenémenos se hard necesario ampliar la focal hacia la historia y las estructuras: solo desde ellas, de- fenderemos, se puede comprender a cabalidad el cambio, ya que como es krabitual en las ciencias sociales, las verdaderas razones de un fenémeno social no se encuentran necesariamente ni en él lugar ni bajo la forma en las que se manifiesta. 16 Ec onan campo ssa | easy Hoy, el Perti es un pais con mas del 70% de su poblacién viviendo en 2o- nas urbanas, con una tercera parte de su poblacién viviendo en Lima y més de la mitad en la costa (54,6% segiin el censo del 2007), Un pafs en donde Lima y Callao concentran hasta el 41% del PBI (y porcentajes aun ‘ns altos de la actividad comercial, manufacturera o financiera) incluso sisolo representan el 2,5% del territorio del pais. Elactual gigantismo de Lima, que muchos consideran como la segunda ciudad mas grande del mundo construida sobre las arenas del desierto, implica un cambio ‘mayor con respecto a décadas atrés cuando el Pert era todavia un pais serrano y rural: si en 1940, el 65% de los peruanos vivian en la sierra hoy no son més, segin el censo del 2007, que el 32%. En abase del gran cambio, imposible desconocer, pues, la importan- cia que le toca ala demografia’. A comienzos del siglo xx, en el 1900, el Peré alcanza una poblacién de 3'800.000 habitantes, de los cuales la gran mayorfa viven en el campo; en ese mismo afio la poblacién de Lima apenas sobrepasa los 100.000 habitantes: La gran marca del siglo XX serd, entonces, el incremento ininterrumpido de la poblacién. Poco después del comienzo y del final del oncenio de Leguia, la ciudad paso de 200.000 habitantes en 1920 a 280.000 habitantes en 1931. Segin el censo de 1940, el pais tiene ya 7 millones de habitantes de los cuales todavia menos del 10% viven en Lima (535.000 si se adicionan Lima y el Callao), pero en esa década y, por primera vez de manera si - vva, lamigracién provinciana ya no concierne esencialmente alas clases 2 Laimportancia del fenémeno urbano, sobre todo desde una peropectia comparativa, ro puede ser subestimada ala hora de interpetar América Latina A diferencia de Asta ‘en donde la poblacin urbana solo lega globalmentea poco ms de un tercio —$3% en (China en el ano 2014, 30% en Indla— y sobre todo de Afica (Arellano, 2012: 51-53) Para una visién singpica de estos cambios (Matos Mar, 2012}. 2 Enel caso de Lim, la damografa es sobre todo vsble através dl fenémenomigrato- rioy el incremento que ello supuso desu pobacién. Pero esto no debe evar a descuidar limportante descenso que nivel delas tas de fecundidad se dio ea el Per, como en otros paises de Amética Tatina en las timas decades. Tanta ¥ sus ARENAS medias sino a los campesinos. Pero lo més significativo del cambio a nivel demogréfico se produce a partir de los sesenta, la década en que Jas migraciones transforman en profundidad a Lima, con un pico de cre- ‘cimiento de hasta un 5,5% anual, antes que el fenémeno emprenda su descanso ya en la década de los setenta. Es asi que en 1964, mientras que €1Perti superalos 10 millones de habitantes, Lima ya alcanza 1'900.000 habitantes. Treinta afios después, en 1993 el Perit consta de 22'500.000 habitantes de los que un 28,4% del total (6°345.000 personas) residen. en Lima Metropolitana. En el 2014, el Perd supera ya los 30 millones, y Ja ciudad capital bordea los 9 millones de habitantes. En poco més de un siglo la poblacién del pais se multiplicé casi por 8; mientras que en Lima, la expansion demogréfica —la explosién— fue infnitamente mayor: la poblacién se multiplicé casi 90 veces. Si, 90 ve~ ces en 115 atios®, La cifra es en si misma impactante, pero lo importan- te es que detris de este incremento cuantitativo se produjo un cambio cualitativo sin retorno: el declive del peso demogréfico del campo y de los andinos, y tras ello, sobre todo, de su importancia politica, social y simbélica en la definicién de los retos del Pert. La profundidad del cambio demogréfico trajo una consecuencia mayor. Lima no es mas el Pert. La frase que se atribuye a Abraham Valdelomar es bien conocida: “El Pert es Lima, Lima es el jirén de la Unién, el jiron de la Uniénes el Palais Concert y l Palais Concert soy yo”. En la frase de ‘Valdelomar, notémoslo, cada una de las afirmaciones eran falsas—salvo tal vez la titima...— pero lo era, sobre todo, la insinuacién que el Pert era Lima. En verdad, desde Lima se desconocia —sobre todo desde el Palais Concert— el Perd. Una situacién que la migracién provincial, a lolargo de la segunda mitad del siglo Xx, transforms radicalmente: sin una verdadera planificacién publica, fruto de una racionalidad grupal, luego familiar y mas tarde individual, la migracién fue uno de los gran- des detonantes del cambio social y cultural del Pera y de la ciudad. Lima, 5 Maticemos: la proporcion es sensiblemente menor si en-ver de tomar avbtrariamente “al aio 1900 se vomara como punto de partida los aos 1930 0 1960. Pero lo importante, por shors, er timplemente retener la importancia del factor demografico. 18 Ex onan canna en muchas de las singularidades de su transformacién es, como tantas veces se ha afirmado, el fruto de este proceso. Esta migracién que novino de afuera, sino desde él interior, transformé la relacién entre Lima y el Pert. Sien las primeras paginas de Lima la horrible, publicado en 1964, Salazar Bondy (1973: 8) podfa escribir que Lima era ya el lugar mas ze- presentativo del pais, en donde “como romeres de todo el Pers, las pro- vincias se han unido”, la ciudad estaba empero todavia muy lejos de ser, como el mismo autor lo sediala un poco después (ibid.: 17), el verdadero rostro del pais. No es sino a comienzos de los afios ochenta, y a causa de laimportancia del movimiento migratorio de las décadas pasadas, que Luis Alberto Sanchez (1981) podia retomar, corregir y actualizar con ierta justeza la frase de Valdelomar. Lima, afirmaba Sanchez en El Pert, nuevo retrato de un pais adolescente, era, por fin, y por primera vez en su historia republicana, el Pert. En el 2015, la frase tiene una vez mas que ser reescrita. Como lo ire- mos viendo, Lima no es més —a suponer quelo haya sido momenténea- mente— el Pert. Lima no es més el Perti, y no lees, sobre todo, dada su evolucién cultural y social, la que ha producido en ellay desde ella, una ‘nueva sociabilidad y un nuevo individualismo. No lo es tampeco en su cariz electoral, en donde, y a pesar del exceso de la férmula, la “conser- vadora” Lima contrasta en su voto con el del resto del pais (lo que no impide empero que, dado su peso en el cuerpo electoral, termine por indicar el resultado general de las elecciones anivel nacional) Tampoco lo es en el Ambito econémico, en donde mas alld de la concentracion econémica, la industria limetia depende a tal punto de factores excran- jeros, que su crecimiento puede por momentos desconectarse del resto del pais, al punto que el incremento del ingreso o el timido descenso de a desigualdad que se registran en la capital, puedan hacerse a ritmos disimiles a los que se dan en el resto del pais (si en un primer momento los indicadores mejoraron més en Lima que en provincias, desde hace ‘unos afios se constata un proceso en direccién inversa). + Sin embargo, Lima posee un sistema politico local tan informalizado como los siste- sas politicos regionales 19 Lia ¥ sos Anenas Ex cman canato Dicho de otro modo, el peso de la ciudad en el pais sigue siendo decisi- ‘vo, sin embargo, Limano es més el Per Cierto, lo que sucede en Lima (en términos de crecimiento o de reducci6n de la desigualdad, pero también anivel politico), no puede dejar de tener un impacto en las regiones, pero cello no impide que la ciudad dé Ingar a experiencias sociales y culturales diferentes y especificas. Es justamente a través dela especificidad de sus transformaciones y experiencias contemporéneas que Lima no es el Pert: en la ciudad se ha engendrado una cultura y una sociabilidad propias, y, tras ellas, se ha afirmado un modelo particular de individualismo, Mis alls, pues, de muchas diferencias que separan la urbe capital delas otras ciudades o regiones del Peri, es alrededor de la sociabilidad y del individualismo, como se configuran hoy una de las més importantes y sensibles distinciones entre Lima y el Pers. Y, sin embargo, y como lo abordaremos en la conclusion final de este ensayo, todo esto hace que Lima encierre hoy una promesa nacional inédita, —m— Este ensayo analiza el gran cambio limeiio de las tiltimas décadas. Para ello, no nos apoyaremos sobre un material inédito de investigacién pro- ducto de un trabajo de campo, sino que nos esforzaremos por proponer una interpretaci6n sociol6gica e histérica de conjunto, apoyéndonos de manera critica sobre un amplio espectro de datos y trabajos disponibles. Nuestro objetivo en este esfuerzo, dada la disparidad de los fenémenos estructurales en presencia, consistira en esbozar una estrategia de in- terpretacién capaz de dar cuenta, de manera sinéptica y conjunta, de los grandes cambios acaecidos en Lima. Para ello, en mas de una opor- tunidad y con el fin justamente de marcar por contraste sus especifict dades, contextualizaremos ciertos procesos limefios en el marco mas arplio del Pers, y en ocasiones, incluso, con otros paises o ciudades latinoamericanas. En este esfuerzo de interpretacién, acentuaremos la fuerte hetero- geneidad de las logicas estructurales presentes en los distintos ambitos sociales, pero, también, el cardcter disruptivo de los afios 1985-1995 a 2 ; A 4 lahora de marcar las coordenadas temporales del gran cambio, Elbreve Intermezzo ubicado a caballo entre las dos partes de este ensayo intenta marcar, con toda la fuerza necesaria, la centralidad de la ruptura enton- ces acaecida. En todo caso, la cesura y la mutacién que se instauran en esta década, nos dard la ocasion de sefialar, en complemento del momen- to fandacional de las grandes interpretaciones politicas sobre el Pert (1900-1930) —la marxista, la aprista, la conservadora (Neira: 1973) — y delo que puede comprenderse como el momento cholo (1960), la cons- titucién de dos grandes y distintas matrices interpretativas propias al periodo que estudiamos y con las cuales entraremos en conversacién: or un lado, la tesis del desborde y sus variantes, y, por el otro, la mas reciente tesis de la cultura de la transgresi6n y sus declinaciones. Cada una delas dos grandes partes serd la ocasion de analizay, desde interpretaciones especificas, las razones de los cambios que se dieron en diferentes ambitos. Ena primera parte lo haremos teniendo como punto de mira la década de los ochenta: es en ella en donde se concentraron las premisas de lo que seria el momento Algido del cambio, en donde se agotaron ciertas expresiones y se hicieron visibles transformaciones hasta entonces mas 0 menos subterréneas. Esta primera parte esta pues dedicada al (en tanto que necesarios procesos estructurales de inteligibilidad de la situacién actual) de los avatares politicos de los mo- vimnientos 0 regimenes nacionsl-populares, sobre todo, de la nocién de Pueblo (capitulo 1); al vigor de las fronteras y jerarquias culturales pero también a sus primeros desplazamientos y puestas en cuesti6n (capitu- Jo 2}; por tiltimo, alos efectos plurales del doble colapso —econémico y urbano— que aquejé Lima (capitulo 3). Notémoslo: si bien el punto terminal de toda ésta parte son los afios ochenta, para comprender este periodo en funcién de las necesidades del anélisis, nos veremos forzados en algunas ocasiones a remontarnos a varias décadas atrés, e incluso, or momentos, hasta comienzos del siglo Xx. Enla segunda parte, se analizan, mas alla delo que suele leerse como elcambio derumbo econémico iniciado en la década de 1990, las grandes coordenadas de la sociedad limeia actual. Como se veri, los elementos presentados en la primera parteno sern convocados como causas sino Tea ¥ sus Arenas Et cna o Dicho de otro modo, el peso de la ciudad en el pais sigue siendo decisi- vo, sin embargo, Lima no es més el Pera. Cierto, lo que sucede en Lima (en términos de crecimiento o de reduccién de a desigualdad, pero también anivel politico), no puede dejar de tener un impacto en las regiones, pero ello no impide que la ciudad dé lugar 2 experiencias sociales y culturales diferentes 7 especificas. Es justamente a través de la especificidad de sus twansformaciones y experiencias contempordneas que Lima no es el Pa ‘en la ciudad se ha engendrado una cultura y una sociabilidad propias, y, tras ellas, se ha afirmado un modelo particular de individualismo. ‘Més alla, pues, de rouchas diferencias que separan la urbe capital delas otras ciudades o regiones del Peri, es alrededor de la sociabilidad y del individualismo, como se configuran hoy una de las mas importantes y sensibles distinciones entre Lima y el Pent. ¥, sin embargo, y como lo abordaremos en la conclusion final de este ensayo, todo esto hace que Lima encierre hoy una promesa nacional inédita. —m— Este ensayo analiza el gran cambio limerio de las iltimas décadas, Para ello, no nos apoyaremos sobre un material inédito de investigacién pro- ducto de un trabajo de campo, sino que nos esforzaremos por proponer una interpretacién sociolégica e-historica de conjunto, apoyandonos de manera critica sobre un amplio espectro de datos y trabajos disponibles. Nuestro objetivo en este esfuerzo, dada la disparidad de los fenémenos estructurales en presencia, consistird en esbozar una estrategia de in- terpretacion capaz de dar cuenta, de manera sinéptica y conjunta, de los grandes cambios acaecidos en Lima. Para ello, en més de una opor- tunidad y con el fin justamente de marcar por contraste sus especifici- dades, contextualizaremos ciertos procesos limefios en el marco mas amplio del Pers, y en ocasiones, incluso, con otros paises 0 ciudades latinoamericanas. En este esfuerzo de interpretacién, acentuaremos la fuerte hetero- geneidad de las logicas estructurales presentes en los distintos 4mbitos sociales, pero, también, el caracter disruptivo de los afios 1985-1995 20 ‘SisiabSa a ecac tbe aoa eee lahora de marcar las coordenadas temporales del gran cambio. Elbreve intermezzo ubicado a caballo entre las dos partes de este ensayo intenta ‘marcar, con toda la fuerza necesaria, la centralidad de la ruptura enton- ces acaecida. En todo caso, la cesura y la mutacin que se instauran en esta década, nos dar la ocasion de sefialar, en complemento del momen- to fundacional de las grandes interpretaciones politicas sobre el Pertt (1900-1930) —la marxista, la aprista, la conservadora (Neira: 1973) — ydelo que puede comprenderse como el momento cholo (1960), la cons~ titucién de dos grandes y distintas matrices interpretativas propias al perfodo que estudiamos y con las cuales entraremos en conversaéién: por un lado, la tesis del desborde y sus variantes, y, por el otro, la més reciente tesis de la cultura de la transgresi6n y sus declinaciones. ‘Cada.una de las dos grandes partes sera la ocasi6n de analizar, desde interpretaciones especificas, las razones de os cambios que se dieron en diferentes Ambitos. En la primera parte lo haremos teniendo como punto de mira la década de los ochenta: es en ella en donde se concentraron las premisas de lo que seria el momento dlgido del cambio, en donde se agotaron ciertas expresiones y se hicieron visibles transformaciones, hasta entonces més o menos subtervaneas. Esta primera parte esté pues dedicada al andlisis (en tanto que necesarios procesos estructurales de inteligibilidad de la Situaci6n actual) de los avatares politicos de los mo- ‘vimientos 0 regimenes nacional-populares, sobre todo, de la nocién de Pueblo (capitulo 1); al vigor de las fronteras y jerarquias culturales pero también a sus primeros desplazamientos y puestas en cuestién (capitu- o 2); por tiltimo, a los efectos plurales del doble calapso —econémico yurbano— que aquejé Lima (capitulo 3). Notémoslo: si bien el punto terminal de toda esta parte son los atios ochenta, para comprender este periodo en funcién de as necesidades del andlisis, nos veremos forzados en algunas ocasiones a remontarnos a varias décadas atrés, ¢ incluso, ‘por momentos, hasta comienzos del siglo XX. Enla segunda parte, se analizan, mas allé delo que suele leerse como Beta alianea e¢ visible en el programa “mézimo” que proponia la nacionalizacion de algunas industrias controladas por empresssextraneras la reforma agraria yl creacién e tn sector de empresas estatales 7 cooperativas. Pro, sobre todo, el vinculo entre el 32 Sinica 2 4 Los avatanes DEL PuEsLo aqui aparece una especificidad de la historia de lo popular-nacional en el Peri, este proyecto politico no pucio sex practicado desde el gobierno en elperiodo en que éste fue puesto en practica en otros paises de la regién. Sila crisis econémica de 1930 desencadené una protesta popular que mostré la incapacidad de la cligarquia por controlar la situacién —una variante propiamente politica y prematura del “desborde’—, un aspecto comin a otros paises latinoamericanos, en el Per, a causa del enfren- tamiento entre el ejército y el APRA que se prolongé durante décadas, la construccién politica posible y aceptable por las élites del Pueblo —a diferencia de la propuesta socialista— se vio asf vetada de toda expre- sin gubernamental*. Esta situacién prodyjo una tensién politica particular en el pats y es- timulé tanto la capacidad organizativa y partidaria del APRA, como la mistica de muchos de sus militantes durante casi tres décadas de pros- cripcién ("sélo el APRA salvaré al Pert”). Esta situaci6n, y la pleitesia APRA y las experiencias nacional-populates, = patente en el deseo de Haya de crear ‘un cuarto poder, el Econémico, que seria ejerco por un Congreso Boonémico Nacional ‘ntegrado por representantes dl Estado, el Trabajo el Capital con el objeto de concliae tos intereses de las diversas clases sociales gracias a una planicacién concertads. © Salvo el breve paréatesis de legalizacin bajo el mandato de Bustamante y Rivero (1945-1949), el APRA sélo regresaria a 1 lgalidad en 1956. Este proceso de proserip- én fue sgudizado por el encono yla campana de dasprestigiorealizada durante décadas por el diario El Comecia luego del asesinato de uno de sus divectores por un mlitante aprista en ls aos treinta. Sin embargo, la proseripetén politica no impldis el desarrollo de tuna politica de alianzas que, er los hedhos, se tadujo, en mucho por razones clecto- rales, en un bloqueo de toda postbilidad reformista en el PerG. Esta evolucién politica tarabién es observable en el pensamiento politica de Haya dela Tore (1986b). > Posicion que ba conducido a Vega Centeno (1991) « acentuar los elementos miticos presenter en el APRA: éste actualizaria,a través de su historia, as diversas formas de particpacién arvalgadas en el imaginario colective del mito andino del refugio. Ante el ‘agavio" da la conguista se construe Ia narracién del “refugio": una sociedad politica ¥ nltarmente vencida produce una forma de aprehender la realidad y la historia que le sinve para mostrarte ceultandose al ioaor 7 permite seguir esperando 2 pesar de la derrota. Haya de [a Torre habrfa establecido asf, una veladén compleja con el sistema sodo-cognitivo popular. Traemios a colacén esta interpretacion porque, como le vere- 33 i Lama sus Anenas allider, condujeron a una subordinacién extrema de las organizaciones sociales al partido, e incluso, alimenté —con un éxito muy limitado—la voluntad de crear desde el Partido aprista una “organizacién semejante ala del Estado”. En verdad, el partido se volvié un bastion a medida que se desarrollaron complejos organigramas internos, donde las distintas secretarias se correspondian alos diversos ministerios o ala ereacion de una red extensiva de organizaciones populares (comités apristas de base organizados jerarquicamente entre sectores, distritos y zonas que ase- guraban la prestacién de ciertos servicios). Desde la oposiciény, veces, desde la proscripcién, el APRA recreaba, real e imaginariamente, Jo propio del modelo nacional-popular, a saber, la subordinacién de los actores sociales a los designios del aparato politico, pero lo hizo sin con- tol del Estado. Mas imaginario que real —en el caso de las eecretarias—; més real que imaginario —en el caso de los locales partidarios donde se desarrollaron academias de formacién preuniversitaria, de contabi- lidad, de oratoria, de oficios, bibliotecas—. Pero, en los dos casos, si por medio de este entramado de actividades muchos militantes apristas encontraron un Ambito de fraternidad partidario, estas experiencias se ‘mostraron muy limitadas a la hora de crear, desde la politica, al Pueblo. En todo caso, la proscripcién del APRA no beneficié durante décadas alos partidos de izquierda, ni dio tampoco lugar a verdaderos intentos de cooptacién de los sectores populares desde los partidos tradicionales. El resultado fue, a diferencia de otros paises latinoamericanos, la inexis- tencia de una mediacién politica eficaz y sblida entre el sistema politico ylos sectores populares. Este aspecto ha tendido, a veces, en las titimas décadas, y dado el agudo colapso de todo conato de sistema partidario en el Pera, a ser desconsiderado, pero ya en el perfodo 1930-1980, la inconsistencia de los partidos era una realidad. En este panorama, sin duda, el APRA y el tercio hist6rico del electorado que el partido conser- vé durante décadas, fue una figura organizativa excepcionaly, sin duda, porello exagerada en su percepcién externa. Pero lo que nos interesa es ‘mos, e5una matris —las sombras del pasado— recurrente ex las interpretactones delas clencias sociales peruanas. 34 senate Los avaranes pe: PuEBES subrayar que su exclusion de toda gestion gubernamental, por un lado, deslegitims a un sistema politico ya de por si débilmente representati- v0", y, por el otro lado, impidi6 darle un rostro politico consistente al Pueblo, como se hizo durante este perfodo en los regimenes nacional- populares de la region, Ast las cosas, y mAs alld de sus origenes sociales o de sus primeras opciones ideologicas, el APRA construyé uma imagen popular-nacional que, desde la década de 1960, fue incapaz de representar los cambios que se producian en los sectores populares. La visin dualista del Pert y;por ende, la vigencia del tema indigena, por un lado, y la visién meso- Gfatica y provinclana-criolla, por el otro, impidieron al APRA como mo- vimiento politico —y sobre todo en sus dimensiones culturales y nacio- nales— entender al por entonces muy naciente fenémeno cholo. El Pert como nacién cultural, para el APRA, se leyé desde Indoamérica, desde el Pueblo-continente de Antenor Orrego, e incluso, como un pais inmaduro yadolescente en Luis Alberto Sanchez; se expresé en el vals peruano 0 enlas novelas de Ciro Alegria (incluso més allé del periodo de simpatia aprista del novelista), pero no logré integrar y comprender, sino lustros después, la especificidad dela experiencia chola y popular limetia. Deal- guna manera, el veto politico congel6 culturalmente al APRA. Sinotorias inflexiones son observables en Ia linea econémica, al punto de convertiz~ seenla principal linea de divisin del partido inmediatamente después dela muerte de Haya dela Torre a fines de 1970, nada de equivalente es observable a nivel dela comprenisién de los cambios culturales y sociales que se daban en los sectores populares urbanos y, sobre todo, limesios. ElPueblo parael APRA, y desde el movimiento nacional-popular que encamé, era y fue un fendmeno esencialmente politico que, vetado en su expresiGn gubernamnental, no logré forjar a cabalidad. Yen este marco, la cuestién del cholo, y la importancia plural de su descendencia en la sociedad limetia, le fue ampliamente ajena. \_ Recordemos que en las elecclones de 1919]os votantes sdlo eran €12% de la poblacisn, perwana, el 6% en 1931, in 18% en 1963, un 40% en 1980 y alrededor de un 60% en a actulidad (Lynch, 2014: 145). 35 Lia ses Anos IIL. El Gobierno militar Los militares que encabezaron el golpe de Estado de 1968, y que se auto- designaron como el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (RFA), hicieron suya la concepcién segin a cual, la cuestign central del Perd, erala carencia de un grupo rector —una clase dirigente— capaz de sostener el proceso de integracion nacional y politico de la sociedad peruana. Como ya lo habia expresado Haya dela Torre, y yalo habia ex: ‘presado también Jorge Basadze, compartian la vision enla cual coincidie- ton, parlo demas, muchos otros intelectuales, que en el Peré republican hnubo clases dominantes pero no clases dirigentes. Esta interpretacién, verdadero punto de partida del gobierno militar, lo motivé a poner en practica un modelo de modernizacién autoritaria a caballo entre elmo- elo nacional-popular y el Estado burocrético-autoritario (O'Donnell, +1982) que, por ese entonces, se ponia en practica desde coordenadas ideol6gicas incluso distintas en otros paises latinoamericanos. "Aun cuando el grado de atipicidad de los militares de la denominada “Revolucién Peruana” es menos marcado de lo que muchas veces se su pone (Rouquié, 1984), los militares que participaron en esta experiencia presentaban, empero, caracteristicas especificas. Formados en el CAEM (Centro de Altos Estudios Militares), que les proporcion6 una ideologia nacionalista-desarrollista y un espfritu comin, posefan una vision cri- tica de la sociedad peruana y una visin amplia dea seguridad nacional. Este aspecto no puede ser minimizado por las consecuencias que tuvo ala hora de definir los limites de lo popular-nacional. Para muchos de os miembros del gobierno militar, el espectro de la insurgencia arma- da que habia conocido el Per en los aftos 1960, requeria un conjunto de reformas sociales, “una politica general de desarzollo econémico y social”, que suponia una cierta redistribucién del ingreso. En todo caso, la reelaboracién de la idea de defensa nacional se hall en la base del proyecto militar (Stepan, 1978: 127-147). Para ello, no sin cierta paradoja, el gobierno militar de Velasco “Alvarado puso en practica muchas de las medidas propugnadas por él ‘APRA desde los atios treinta: nacionalizaciones de empresas extranje- as, participacién de los trabajadores en la propiedad y reforma agratia. 36 pias Los avaranss pst ruesto Algunos estudios, han establecido la existencia de un consenso insti- tucional entre militares en torno a estas medidas (North, 1985), un_ consenso que, también incluyé, una desconfianza hacia los politicos civiles, una clara orientacién tecnocratica y un nacionalismo basado fundamentalmente en el patriotismo militar. Un consenso que, apesar de ciertas discrepancias internas, unié a las Fuerzas Armadas en torne al proyecto de crear una “democracia social con plena participacién”, En verdad, en la voluntad politica de dar con una versién castrense delo nacional-popular. El objetivo del gobierno militar fue, pues, implementar reformas que permitieran eliminar la “dependencia externa’ ya “dominacién interna’, causas de la “desunién nacional” y del “desencuentro” entre el Pueblo ylas Fuerzas Armadas. Un objetivo que se bas6 en un diagnéstico de los males del pais, como lo hemos indicado, muy similar alos que habia enunciado él APRA, sobre todo, en lo que conciemne a la penetracién del capital extranjero. Lo que el Pera requeria, era un “desarrollo hacia adentro” mediante la erradicacion de los enclaves y sus asociados. Un conjunto de reformas se hacian, asf, necesarias para asegurar el “auto~ desarrollo” del pais, y el establecimiento de una “sociedad solidaria” bajo la tutela de un Estado militar. ‘Tres grandes sectores fueron objeto de reforma. En primer lugar, se apunté a una reelaboracién de la presencia del capital extranjero dentro de la economia peruana, darificando nuevas condiciones de inversién que asumian diferentes formas segtin los distintos sectores econdmicos, inversiones directas o empresas mixtas*. En segundo lugar, la reforma. 2% Esto condyjo aun incremento importants, tanto de a inversi6n directa extranjeraen el erg entre 1972y 1974, como del valor de las inversiones rmericanas que pasaron de 692 rllones de délares en 1968 a 1.212 en 1975 (Portocarrero, 1978: 882), lo cual muestra {que los vincilos entre el capital internacional y el gabierno militar, estuvieron eos de ser los de una oposicién abierta como pretendls la xotéria del régimen. Céx. también Guasti (1985) 7 Stallings (1985). Noeemes, sin embargo, que en el mismo periodo el Estado am- Sy diversfcé el aparato burecritico, pero, también, increments de manera importants ‘su presencia en la mversion total pasando de 16% en 1965, al 50% en 1975; asi como su artipacion en el PBT que paso del 11% en 1968, a 25% en 1975 (Fitzgerald, 1981), 7 Lima ¥ sus Annas Los avaTanss Det puERIO agraria, sobre todo la expropiacién de las haciendas azucareras y de algo- én que fueron transformadas en grandes cooperativas, que seinscribi6 enun gran plan de desarrollo global que prevefa la indemnizacién de os antiguos propietarios, la defensa de la pequetiay mediana propiedad, el impulso de las cooperativas y el aumento de la produiccién™ En tercer ‘ugar, la nacionalizacién de la banca, y la ley general de industrias, que implicaba la progresiva participacién delos trabajadores en el capital de la empresa, gracias a a transferencia ala “comunidad industrial” del 15% delos beneficios anuales, para su reinversin obligatoria en la empresa hasta un monto equivalente al 50% del capital. En suma, el proyecto militar se proponia combinarla acurnulacion capitalista del Estado con la del sector privado, con el fin de ampliar y homogeneizar el mercado interno con la consiguiente integracién econémica y social del Pueblo bajo la égida militar Como se sabe, el resultado més espectacular de las reformas en él aparato productivo, fue la eliminacion de la estructura terrateniente ¥ la postergacién de la tradicional cligarquia agraria y comercial. Sin ‘embargo, este conjunto de medidas tuvo un alcance limitado en la redis- tribucién del ingreso, que sblo operé dentro de cada sector reformado (y no entre ellos), y que en el seno de cada uno de ellos benefici6, incluso, en proporcion desigual a los diferentes subsectores (Webb y Figueroa, 1975). Por lo demés, el gobierno militar no tardé eni conocer dificulta- des econémicas a nivel del déficit fiscal, graves problemas de balanza de agos, e incluso, empez6 a resentir —desde su primera fase— el peso creciente dela deuda externa. Pero, no son las interpretaciones econémicas de su éxito o de su fra- caso lo que nos interesa subrayar", sino las limitaciones del Gobierno 3 Sagin el conso de 1961, 83,2% de las parcelae tenfan menoe de 5 ha y cubrian el 79 de las tleras cultivadas; mientras que el 0.4% de los establecimientos agrarios tenfan 500 ha o més 7 abarcaban el 75,6% de las tierae cultivadas, 4 ara unos este fracaso se explica por las limitaciones de la estrategia econémica del sebierno, ya see, por sa apuesta a que el mantenimiento de un excedente econémico ‘permicria alas inversiones realicadae reducr la vulnerabildad dea economia peruana 38 iii militar a la hora de construir lo popular-nacional. Esto es tanto mas importante cuanto que la voluntad de establecer un vinculo organizado entre el Pueblo y el Gobierno militar, ha sido el proyecto de construc- cién politica mas ambiciosa del Pueblo en la historia peruana. Yen este registro, es imposible mainimizar el rol —incluso si ms simbélico que rmaterial— de as reformas del Gobierno militar y su funcion en términos de legitimacion y aceleracion de las expectativas populares. Para realizar este propésito, el gobierno militar coopté un buen, niimero de representantes de la intelligentsia nacional, e intent6,-so- bre todo, a través del stvAMOS (Sistema Nacional de Movilizacién Social), ejercer un control sobre los actores sociales subordinandolos a supolitica, Ala Central de Trabajadores Peruanos se le contrapuso la Central de los Trabajadores de la Revolucién Peruana (CTP), ligada al gobierno, Pero el SINAMOS, que se inicié como uno de los organismos estatales de mayor apoyo, pronto entré en contradiccién, tanto con el desarrollo politico dela propia sociedad, y su diversidad efectiva, como con las tendencias mas autoritarias del ejército, lo que condujo a suparalizacién y su posterior desactivacion. En verdad, desde sus co- mien2os, el SINAMOS debié cumplir un rol contradictorio: por un lado, debia organizar a la poblacién para acelerar las reformas propuestas por el gobierno, con lo que concentré la hostilidad de las clases domi- nantes, de los organismos publicos y, en especial, de los servicios de inteligencia que nunca dejaron de sospechar que los dirigentes popu- Jares, en el fondo, pretendian rebasar el control militar. Por otro lado, en la medida en que SINAMOs procuraba controlar a las organizacio- nes populares, concenitraba la oposicién delos actotes sociales y de los militantes politicos. (Thorp, 1985: 78); ya sea que ce considere que ou criss se debi6 esencialmente a la apli- ~ cacion de peliticas econémicas incorrectas (Schyélowslyy y Wicht, 1985). Para otros, el ‘racaso del GRFA se explica por les contradicciones existentes entre una politica ste ‘butiva en el marco de un patrén da desarrollo basado en la concentracién de ingresos y capital (Cotler, 1985: 59) 0 por la ausencia de un grupo local empresaral dinfmico y un Estado experimentado y competente (Thorp, bid). 39 Tama v sus Aasas Con el tiempo, este proceso dio lugar a un enfrentamiento entre sec- tores del sindicalismo y de la oficialidad, que se verfa acentuado cuando Morales Bermiidez tom6 el poder mediante un nuevo golpe de Estado, en. 1975. Paraesa fecha, la decision ya estaba tomada: antela incapacidad de organizar ala poblacién de manera corporativa, el gobierno militar, bajo fuerte presion econémica, se decidié por una reorientacién del rambo econémico y por un enfrentarniento con las organizaciones populares’. Apesar de la brevedad de su primera fase, la experiencia del Gobierno riflitar mare6 en profundidad la nocién del Pueblo en el pats, no s6lo por- que fue la primera experiencia explicita de constitucién de lo nacional- popular desde la accién gubernamental, sino, también, por un conjunto deimportantes politicas culturales (que abordaremos mis adelante). Sin ‘embargo en el caso del gobierno militar, la tensién entre el carécter au- toritario del régimen y la voluntad de apertura ala movilizacion social no pudo ser superada, y, en el fondo, el Gobierno militar se negé, a pe- sar de ciertas veleidades personalistas de Velasco Alvarado, a construir ‘un partido-movimiento de masas capaz de asegurar la movilizacién y elencuadramiento que ello necesitaba (Cotler, 1978), La desconfianza de los militares hacia la sociedad civil, asi como el temor de los sectores ms conservadores del ejército de que el proceso escapase al control castrense, impidieron la puesta en Practica de esta opcién. Si esta limi- tacién corresponde, sin duda, ala naturaleza militar del gobierno, a su estructura jerarquica y autoritaria, esta limitacién también testimonia- bay reproducia la divisi6n clasista y étnica de la sociedad peruana, yla desconfianza que las lites proyectaban hacia los sectores subalternos. ‘Sin embargo, y a pesar de esta limitacién en la construcci6n “desde arriba” de lo nacional-popular, los afios de la década de 1970 fueron #4 El gobierno militar eilencié, sin vepresion excesiva, silo comparamos alas experien~ ‘das del Cono Sur, alos partidos politicos, sobretodo APRA y Accién Popular, alos que calpaba, junto con la oligargutayelimperialismo, de serlos causantes del atraso nacional Sobre todo, en la visin de loe militares, se creia firmemente que las reformas empren didas terminarfan por distanciar a los sectores populares de los partidos tradicionales. Sin embargo, la descomfianza de los maitares hacia toda forma de movilizaciin socal aurénomsa increments su propio distanclamiente com la sociedad civil. 40 Los AVAEARES DBL euERLO testigos de una estructuraci6n politica —por débil que haya sido— de la sociedad civil. Las organizaciones populares, incluso en Lima, obtu- vieron formas crecientes de autonomia y capacidades de movilizacién, como lo mostré, sobre todo, el paro nacional del 19 julio de 1977 al momento tal vez mas élgido del movimiento obrero peruano (Sulmont, 1980)—, que forz6 al gobierno militar a organizar una larga transicién al democracia’®. O sea, por detrés del fracaso del gobierno militar en encauzar la movilizacién popular y construir al Pueblo, se produjo una innegable transformacién de los sectores populares. Pero esta transformacién, incluso si ello no fue por lo esencial visible durante esos afios, tomé un cariz inesperado. En contra deo que cierta interpretacién dasista formulé —e incluso, anhelé—lo importante en la década de 1970 no fue que la construccién de los actores populares se au- tonomizé del sistema politico, sino, y de manera mucho més consecuente e importante para el futuro, que la construccién de lo popular-nacicnal se autonomiz6 de lo politico. Este proceso fue el resultado involuntario de dos Srdenes de diferente realidad. En primer lugar, el verdadero éxito del Gobierno militar alahora de construir lo popular se dio en el dmbito de la cultura. Las politicas cul- turales y educativas, emprendidas y promovidas por el régimen militar, transformaron en profundidad el imaginario nacional. Regresaremos en detalle sobre este punto en el présximo capitulo, pero es desde ahora importante delinear lo esencial: desde el Gobierno y los medios de co- ‘municacién de masas, pero, también, a través de los manuales escolares, se produjo una verdadera redefinicion cultural de la Nacién peruana". + Aestohay que afiadirlas diferencias entre las dos fases de! Gobierno militar La deno- sinada segunda fase, resultado de a crisis politica que desembocé en la cada de Velasco, signifies la pautadaervadicacin de muchas de las carateristicas nacional-populares de la primera fae, La reaccién de los sectores populares, en especal los trabajadoces del sector formal ys sectores madiosasaluriadosfuela de arremetar en contra él gobiemo frente alo que interpretaren como medidas antipopolare. Por oto lado, los eectores do- tminantes y el capital multinacional sguiecon oponiéndose al gobierno porno descarear —o deshacor—~ definiivamente la herercie nacional-popula. Allo anterior habia ademés que afadire el control dela prensa, el quechua come len- a Lint sus ARENAS Los avsranss 081 FUEBIO Curiosamente, este proyecto se materializ6 menos en el triunfo de lo que, bajo muchos aspectos, fue el gran fcono étnico-politico del Gobierno militar, la gesta de Tépac Amaru, y més desde la variacién observable a nivel de la ensefianza de la literatura en la escuela y su rol ala hora de construir un sentimiento nacional. En términos simples: Las tradiciones peruanas (1872-1883) de Ricardo Palma, y su particular articulacion de los tres periodos (incaico, colonia, republicano), bajo clara hegemonia criolla, limetia y de raigambre hispénica, cedié el paso a Todas las san- yes (1964) de José Maria Arguedas, o sea, a una visién étnica y mesti- za del Pera, en donde, si todos tenfan lugar, no todos tenfan el mismo lugar. Insistamos en este trénsito, puesto que, a pesar de os reveses del Gobierno military de la desactivacién de muchas de sus politicas, en este registro, y mAs alld de los carnbios que se dieron en los programas esco- lares, la transicién imaginario-literaria no fue, desde entonces, puesta realmente en cuestién. Es todo menos anecdético, Imperceptiblemente, este cambio en la axiologia literaria nacional reflejaba y daba cuenta, en todo caso, en Lima y, desde ella, de una profunda transformacién social. La valoracién del costumbrismo hispanico-republicano de Las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma que, en el fondo, “respondia” a la sensibilidad estética de las capas medias urbanas, se desplaz6 hacia la obra més desgarrada y conflictiva de Arguedas, en donde Todas las Sangres, apunta a dar un fresco épico exhaustivo dela diversidad de actores de la historia peruana més acorde con la experiencia de los sectores populares y andinos. Y, sin embargo, ya pesar de su innegable valor como simbolo de este proceso, elesfuerzo de Arguedas presenta empero dos escollos. Por un lado, la novela esta escrita en castellano (y en ella, el papel de ciertas palabras quechuas es claramente subordinado)” , y, por el otro lado, la novela _gus oficial, pero también una activa politica de ctaciny difusién de una euitara nacional (Cine, teats, televisin), la Legada de Hbros de Cuba o Mosci. que pusieren al aleance de ‘una vented estudientl una literatura plitice hasta eee entonces dascomocida enol pas 1 Tension que e9 aun més cava en la obra El zorr de aribay e! zoro de abajo (197), donde se trata de dar cuenta de las nuevas maneras de leer interlinghistieas de wn publico a : J Sissi re estructura un vinculo mégico, en todo caso més sustancial entre uno delos actores, el indigena yla tierra, en detrimento delos otros, y sobre todo, en detrimento del migrante andino y del mestizo®®. En este sen- ‘ido, si la impronta a través de la escuela de la obra de Arguedas en la construccién dela nacién no puede ser denegada, su fuerza fue empezo, Jelda desde Lima y sus actores populares, més critica que propositiva: Demetrio Rendén Wilka, el personaje central de la novela, encarna al shigrante andino que vuelve de Lima sin haber perdido sus raices. Si Arguedas hizo pues evidentes los limites de la obra de Palma, no logré empero todavia darlés a los sectores populares urbanos un rol cultural protagénico en la formacién dela nacién peruana. En segundo lugar, la composicién interna de los sectores populares cambié radicalmente en esos atios, sin que el proceso haya recibido, por centonces, la atencién que merecfa. Cierto, como lo comentaremos ras adelante, Anfbal Quijano —si no el tinico, en todo caso uno de los pri- meros— habia entrevisto, desde los afios 1960, la fuerza y la novedad del fenémeno migratorio cholo en la ciudad de Lima, pero atin se estaba muy lejos de la toma de conciencia plena y radical que de este proceso tuvola sociedad peruana en la década delos ochenta. En este registro, los atios dela década de 1970 navegan a ciegas. En verdad, lo popular tiene todavia un rostro andino, incluso indigena, alo mas mestizo. Un rostro que es més retratado e interpelado desde lo politico —a través de Tspac Amaru, que afirmado de manera auténoma desde los actores socia- les; un rostro que, en sus manifestaciones cotidianas, no se contrapone todavia a las formas culturzles por entonces dominantes, incluso, siya bicultural en el Pert. Una tensisn que no logra empero encontrar dentro del canal de ‘expresion de la obra una resolucién satsfactora, yque deja vielumbear Is imposibiidad dena respuesta adecuada, 3 Sin menceeabo de Is calidad teraria de la novela de Arguedas, noternes un azpect importante: la manera como Arguedas presenta sus diferentes personajes desde sus tas- go étnicos tiene mas de un punto estructural de ceincidencis con la manera como una opel nin de eit Trampled Angst Ferando— epiiaba a sus presentadores Lines ¥ sus Ansnas Los avaranas Det puEaLO ‘empézaba, desde entonces, su larga marcha de afirmacién independiente yampliamente paralela ala cultura dominante. Volveremos sobre este punto, pero insistamos desde ya en la impor- tancia del desajuste observable, a nivel de lo popular, en esta década. Por ‘un lado, un proyecto politico y verticalista de construccién del Pueblo que a pesar de su fuerza no logra concretizarse a cabalidad; por el otro, un proceso —yno un proyecte— cultural de lo popular que se consolida progxesivamente pero en mucho de manera subterrénea. No hay que descuidarlo: la famosa frase de Zavalita en Conversacin en la Catedral (1969) “;cudndo se jodié el Peri?” tiene que ser entendi- da en este marco. Sila intriga de la novela transcurre bajo el gobierno de Odria (1948-1956), el libro es publicado por Vargas Llosa durante el gobierno militar de Velasco Alvarado. Lo que se jodié entonces, fue en verdad la toma de conciencia un tanto nebulosa pero que se pade- cia como irremediable de un pais que nunca més volveria a ser lo que habia sido. IV. El primer gobierno de Alan Garcia El segundo gobierno de Belaunde Terry fue, en lo que concierne a la construccién politica del Pueblo, mas un espectador impotente o des- interesado, que un verdadero actor. Las veleidades “populistas" del pri- mer gobierno de Belaunde, en verdad, una visién mas anecdética que integrativa del pais, incluso, por momentos folcl6rica, no tuvo parangon alguno en su segundo mandato. Por lo demés, el proyecto de restaura~ cién conservadora no sélo no se produjo, sino que la sociedad peruana y sobre todo limefia, toms conciencia, més alld de las dificultades econé- micas, de la radicalidad social y cultural del cambio producido durante el gobierno militar en el pais yen la ciudad. ‘Tres hitos marcan esta toma de conciencia. Por un lado, la década de tos ochenta fue testigo de los primeros grandes éxitos electorales de la izquierda peruana que, entre 1984-1987, con Alfonso Barrantes ganala municipalidad de Lima, por ese entonces, el puesto electivo mas impor- tanteque en América Latina, después del triunfo de Salvador Allende en “ wii eae Chile en 1971, habia obtenido un candidato de izquierda**, En segundo lugar, Sendero luminoso y la lucha armada hacen su aparici6n, al inicio més en las regiones andinas que en la ciudad de Lima, produciendo, des- de una visin maoista altamente dogmitica, un discurso particular sobre Jo popular. En tercer lugar, en la ciudad de Lima, un fenémeno—visible pero no pensado— se vuelve politicamente consciente: Jos ambulantes. La gestién dela venta ambulante, su postbilidad y sus limites, se encarna en 1983 en torno a un nombre: Polvos azules. Enlos tres casos, lo popular irrumpe en Lima. Lo que habia sido visto como algo alejado, incluso reprimido, se vuelve un hecho evidente. La restauracion conservadora de Belaunde es incapaz, no sélo de encausar, sino, incluso, de comprender la nueva situacién social, y sobre todo, cul- tural del pais. No es un azar, por lo demas, quela década delos ochenta sea uno de os grandes momentos de creatividad de las ciencias sociales en el pais. El Perd se descubre diferente. Esa este pais que Alan Garcia le propone un “futuro diferente”. Tras, su amplio triunfo electorel en 1985 con un 46% de los votos, Garcia se esforzd, en la estela del proyecto aprista, en poner en préctica una politica nacional-popular. Una vez més, lo que nos interesa no es pro- Poner una interpretacion detallada del primer gobierno de Garcia, sino subrayar los principales factores y limites en lo que atafela construccion politica de lo popular. En primer lugar, y frente ala grave crisis econémica que vivia el Peri*, Garcia implement una politica nacional-popular en una época en la cual 3 La tadicion socalista y los partidos de iequierda som, sin lugar a dudes, otra va- riante — auténoma — del avatar del Pueblo en el Pera. $i por razones de economia de ‘exposicidn hemos optado por no tratarlosdirectamente en este capitulo, sus principales efectos, sobre todo culturals y sociales, serén abordados progresivamente en capitulos ulterores, 2 Alan Garcta (2008) reconocié enum libro publicado bajo sa segunio gobierno que una delasrazones del fracaco de su primera gestién fue que el gobierno aprista fue, en verdad, ris velasquista que hayista. 7 Cuando Garcia asume la presidencia en 1985 el ingreso per ciita del Pert era com- ‘parable l que existis fines de lo aos sesenta, mis de la mitad dea fuerza de trabajo Line v sus Angvas otros pafses de la xegién comenzaban a abandonar la misma. En verdad, se trato de un modelo heterodoxo que apuntaba a crear las condiciones internas que permitirian a la economia ir hacia lo externo, cuidando de no asfixiar el circuito interno de acumulacién. No se trataba, pues, solamente de consolidar el mercado interno a través de la sustitucién de importaciones, sino que el objetivo era poner el mercado interno al servicio de la acurmulaci6n de capitales con el fin de favorecer progvesi- vamente las exportaciones no tradicionales. En este proyecto, y aqui esta probablemente el cambio de orientacién ‘més importante del primer gobierno de Alan Garcfa con respecto al idea- vio aprista tradicional —y que explica, incluso, una continuidad con su segundo gobierno (2006-2011) — el rol protagénico le toca no al Pueblo sino ala clase dirigente. En el corazén del proyecto de Garcia yacia la Diisqueda de “una alianza politica que diera sustento a esa acumulacién interna-hacia-lo-externo” (Ochoa, 1992: 69). ¥ en la medida en que las principales areas de acumulacién, y sobre todo, el sector més fuerte —el dela minerfa—, dependian del Estado, aalianza debia establecerse con “Ios nuevos grupos econdmicos”. Bran éstos, los que, luego de haberse visto favorecides por el largo proceso de sustitucién de importaciones y fortalecidos desde el mercado interno, deberian proyectarse hacia lo externo (Durand, 1988). Durante los dos primeros afios, el modelo econémico, asi como la alianza politica que lo sustentaba, gener una expansién del consumo y una utilizacién creciente de la capacidad industriel ociosa?. Pero el modelo requerfa grandes inversiones en actividades capaces de generar estaba subempleads y la inflacién ya se apraximaba al 200% anual. A esta situacién se sfadiala vecesiin interna el peso dela deuda externa, Como demostrs Thorp (1987), la casis coyuntural se inscribia dentro de una crisis estructural: In del modelo de crec- rnfento por las exportaciones iniiada en los aos sesenta, y que solo permit breves mejores econémicas a causa de un efimero aumento de su valor sin que les politicas a «corte plazo hayan podido vectficar los patrones econémicos de largo plazo. = Larespuesta de la economia fue una expansién importante del producida: en 1986 wn crecimiento del PBI de 9,5%, y de 7,8% en 1987. Hl empleo enel sector formal crecid van 12%, Se redujo la inflacion ylos salarios eales aumentaron un 24% en dos tos, 46 ‘Los avataaas Det evento divisas y, répidamente, la reactivacién con estabilidad de costos produjo, como en otras experiencias nacional-populares, dos efectos previsibles Wornsbusch y Edwards, 1992; Lago, 1992). El primero, el agotamien- to de la capacidad ociosa inicialmente disponible; el segundo, la alta dependencia de insumos y bienes de capital importados, que produjo, amedida que el pats crecfa, un aumento de Ins necesidades de divisas para la importacién. La disyuntiva era clara: o se lograba generar en el sector privado un entusiasmo total en la nueva ruta del deserrolla o, en el mediano plazo, €l conjunto del proceso se ahogaria bajo Ia doble asfixia de la carencia de délares (Sheahan, 2001: 194) y las limitaciones de la oferta interna (Carbonetto, 1990). Durante 1986, se celebraron concertaciones con- tinuas con Jos grupos industriales (los entonces denominados “doce apéstoles") para que invirtieran en empresas orientadas hacia la ex- portacién. Sin embargo, desde 1987, surgieron problemas cuando un informe encomendado por el gobierno, mostxé que las empresas que més invertfan eran aquellas orientadas al mercado interno, mientras que el sector privado, orientado hacia el mercado externo, se beneficiaba con el auge, pero no reinvertia’®. En julio de 1987, sobre la base de estos estudios y ante el estrangulamiento evidente de la economia peruana, % En realidad, informes posteriores mostraron que las acusaciones fueron infundadas Ja inversicn privada se habia duplicado entre 1985 1987, sunquela inversién ee hizo en construccién einventarios antes queen equipes. El punto a sido muy debatido entrelos analistas. Para algunos, la inversion era un hecho, pero el apresuraiaiento del gobierno ‘mpidis la consolidaciin de esta tendencia. Para ots, al contravo, los empresatios ja- sms confiaron verdaderamente en el gobierno aprista, y ecbre todo, en Garcia. Notemios que para Carbonetto (1990), asesor de Garcia, el pacto se habria roto por la presién ne- gativa que habrien elercido simultaneamente eobre los empresariosla oposicion politica, |a inseguridad, la presin externa, laincapacdad de la propia administeacién central, ai ‘como los confictos en l interior del partido Aprista. Otros expertns, también préximas al gobierno de Garcia, conclayeron que el principal error fue el haberse centrado en una ‘eecivacién de a economfa via el incremento de la demands, sin decidirse por reforms cestructurales en la produccién, a Lama ¥ sus Anexas Garcia anuncié la estatizacién de los bancos comerciales y las compafiias de seguro privadas. Sila precipitacién y la falta de preparecién marcaxon la decisién dela nacionalizacién de la banca, es preciso, empero, enmarcar esta medida dentro de la visién particular que de la dominacidn social del Peré posefa Garcia. A sus ojos, la desintegracién de la vieja oligarquia terrateniente, habia dado paso a un nuevo sector de la clase dominante ligado al capi- tal financiero internacional, que utilizaba los instrumentos del Estado para favorecer su propia estrategia de desarrollo en desmedro del resto dela clase dominante (industriales, medianos mineros y estratos pro- ‘vincianos que habian perdido capacidad de influencia sobre el Estado). En la visién de Garcia (1987) esto era lo propio del “nuevo cardcter del imperialismo”, un proceso en el cual los bancos eran el instrument fun- damental dela dominacién, ya que permitian que la dominacién externa se capitalizara in situ, a través dela apropiacién del ahorro nacional yel control de la acumulacién productiva. En todo caso, la medida marcé el fin del idilio politico entre el Gobierno aprista y la clase dirigente y, tras ella, el gobierno perdié el control de la economia. Los empresarios abandonaron todo proyecto de reinversi6n y orientaron las utilidades obtenidas hacia el mercado para- Ielo del délar. Los resultados se hicieron répidamente sentiz: caida dela tasa de inversion, déficit fiscal a causa de la disminucién de la recauda~ cidn, inflacién, reduccién del gasto reel del gobierno central (Trilloy Vega, 1989). La decisién de Garcia de nacionalizar la banca, fue sorprendente e inesperada, pero, atin mas inesperada y sorprendente, fuela reaccién. de los grandes grupos econémicos en el pais. En este sentido, 1987: fue elacto politico bautismal de un verdadero actor econémico dirigente enel Peri, Siel reconocimiento explicito de la existencia de grandes grupos de poder econémico en el pais no era nueva (Malpica, 1987), el Gobierno dé Garcia le dio ante la opinién péblica una credencial que, 2 Una actitnd que desde entoncee no hs menguado y que explica, mas alld de Tos resul- tadoselactarales, la permanencia él peso decisorio de los grupos de poder. a Los avaTaaes Det PuEBiO hasta ese momento, nunca habjan tenido en el pais: el de una verdadera clase dirigente empresarial. Laconsolidacién de esta clase dirigente, estuvo detris de la oposicién politica que se organiz6 contra la nacionalizacién de la banca, y que se tradujo por el no menos sorprendente ingreso de Vargas Llosa ala vida politica, y, mas tarde, a la creacion del EREDEMO. Sefialemos lo esencial: enreferencia ala manera como la vieja oligarquia reaccioné en 1969 ala Reforma agraria, el contraste fue maylisculo y sorprendi6 amas de uno. En realidad, en un corto lapso de tiempo, e incluso, al amparo de medi- das tomadas por el Gobierno militar*, se habia constituide una clase dirigente en la economia peruana, poniendo un término ala concepcién. habitual que los peruanos tenfan de su élite econémica. En la década de 1980, se consolidé una élite que volvié a concentrar no solamente 1o esencial del ingreso y de la riqueza nacional (lo que nunca perdieron en el fondo), sino que recuperé, e incluso, puede decirse que impuso, su control sobre la decision econémica y politica. La division de las aguas fue muy marcada. Visto desde el gobierno, se +traté del fracaso del proyecto de concertacién desde arriba; visto desde Ja lite dirigente, era el triunfo de un actor econémica y politicamente consistente capaz de defender sus intereses. En los dos casos, y cualquie- aque seala lectura, este conflicto desde arriba se complementé con un proceso radicalmente diferente desde abajo. La crisis del proyecto del gobierno aprista, yla severidad de la crisis econémica ya hiperinflacién, dieron lugar a un fracaso estruendoso en lo que concierne la construc- ci6n politica del Pueblo. La transformacién de los sectores populares en el Peri de los afios cochenta, si bien, no se tradujo inmediatamente por la desaparici6n de Jos trabajadores organizados (que alcanzaron, incluso, durante los pri- maeros meses del primer gobierno aprista, un aumento de ingresos de + Indo, sl esto se dio por vias inesperadas, como lo manifestabs en parte el Grupo Romero —propietario del grupo detentor del Banco de Crédito— ,el proyecto abortado el Gobierno militar habia surtido efectos ala hora de wansformar a la vieja oligarquia ‘entuna case dirigente empresarial, ~ Lina sus Annas Los avavanes DE: PUFELO alrededor del 28%, ahi donde el gobierno sélo habia previsto un 16%), pronto manifesté signos més inquietantes de desagregacién, signos que hicieron visibles la profunda transformacién del tejido social. Durante unos pocos afios, visiones antagénicas de la relacién entre los actores sociales y el sistema politico coexistirén conflictivamente entre ellas. Por un lado, aquellos que subrayan, tras el fracaso manifiesto del APRA en. canalizar alos sectores populares, la consolidacién de nuevas formas de movilizacién aseguradas por una izquierda politica con un caudal elec- toral del casi 30%, pero también, por el accionar creciente de Sendero Luminoso en Lima, Por el otro lado, es en esos atios —regrescremos a ello— que las ciencias sociales peruanas proponen una nueva vision del pafsy, enel fondo, delo popular: emergencia de un capitalismo popular (de Soto, 1987), de un desborde popular portador de un nuevo orden social (Matos Mar, 1984) o de nuevas redes de solidaridad familiares 0 regionales entre los migrantes rurales (Gélte y Adams, 1987; Degregori, Blondet y Lynch, 1986). e. En todo caso, incluso si por caminos muy distintos, lo que se torné manifiesto para muchos fue la incapacidad del Estado por responder a las demandas sociales, a los efectos conjugados del crecimiento demo- grdfico y de las migraciones, a la explosion de las expectativas, a una progresiva y creciente revolucién educativa, a una Lima que vivia una urbanizacién sin industrializacién y a un pais sumido en una larga y severa crisis econémica. El resultado final fue, incluso detrés de tantas marchas y proclamas que pareclan afirmar lo contrario, la descomposi- La frase se encuentra en su texto “Punto de vista antiimpertalista”,Recordemas tara- bidn que Maristegui se casé con una italiana. * Notémosto de paso: la anexion de la decencia por las clases medias en América Latina contrasts fuertemente con la presencla ya fineién de a temdtica de la decencia entze Jas clases trabaadores en Europa, 66 Jeranquias curromies ¥ distincion: si el huachafo puede, bajo ciertos aspectos, formar parte del grupo de las personas decentes, bajo el registro del buen gusto esta —definitiva o momenténeamente— exchuido. Rara vez, como a propésito de la Casa de la Tradicion, estos factores son tan didfanos*, Si el pequefio burgués, como escribié en otro contexto Pierre Bourdieu (1979), es un individuo que se hace pequetio para vol- verse un burgués, la Casa de la Tradicién es la traduccién arquitecténica literal de esta afirmacién’, Su propietario, en efecto, reprodujo a escala de su tinica y propia casa, un conjunto de los més importantes hitos ur- anos de la ciudad. Notémoslo desde ahora, porque volveremos sobre ello mas adelante: sila ciudad de Lima adolece cruelmente de armonia urbana, la Casa de la Tradicién es un exponente central de esta cituacién, Una ciudad en Ja cual, cada cual, podia hacer de “su” casa un reflejo de “su” singularidad, en desmedro de toda armonia colectiva. Lima es una coleccién de casas “bonitas” (y més o menos pretenciosss) en medio de una ciudad que Salazar Bondy no dud6 en denominar como horrible. Pero en su condena de la Casa de la Tradicin, Salazar Bondy (1973: 84) no sélo entrevi6 una nostalgia por el pasado, también se la puedeleer como ‘una expresion dela huachaferia como mimetismo arribista (bid: 95) Lo importante es comprender lo que en términos de las posiciones sociales traduce lo huachafo. En la Lima de esos aiios, los estratos altos ‘y medios altos, incluso cusndo eran marginalmente parmeables a la mo- vilidad social de ciertos grupos, poseian la indudable capacidad cultural de excluir y, en todo caso, de trazar una membrana entre “ellos” y los advenedizos. El rango, el abolengo, la tradicion, la buena cuna y, obvia- mente, el buen gusto, eran el monopolio de unos cuantos. Elpropio uso y expansién del término lo denota. Lo huachafo, incu- so si como lo hemos indicado su uso comienza en las primeras décadas ‘+ Para um endlisis desde la arquitectura de este texto y dal debate dal autor con Héctor Velarde ce: Martucceli (2000: 180-491). # Recordemos que la Casa dela Tradicién es una construccién en donde el propictario reprodujo'aescala de su vivienda los principales hitos usbanos dela iudad de Lima (pla- 2a de armas, balcones colonales.. Lana ¥ sus AneNas del siglo XX, se expande en los afios 1930, es decir, de la mano con el crecimiento de Lima, En su sentido inicial, como lo sefials la frase de Mariétegui, era una censura a los que aspiraban a ascender 0 imitar a los de arriba (Neira, 1997; 471). La verdad es que la descalificacién del ‘thuachafo es la afirmacién de un gusto estético que apuntala un privilegio social de clase: los de arriba se anexan el buen gusto. ¥ el arma que se cesgrime en esta estrategia, es menos el de poner al otro en su sitio (para ello se recurre al racismo y al autoritarismo), que desestimarlo ridiculi- zandolo, Nolo descuidemos: la jocosidad del término esconde apenas el veneno del dardo. En ese sentido, distinguiéndolos, Neira (1997: 479) tiene en parte razén al asociar oligarcas y huachafos: ambos son expre- siones de una misma sociedad bloqueada. a interpretacién de David Parker va en una dizeccién anéloga, pero le da, incluso, més envergadura social al fendmeno. En la Lira del 1900, la poblacién se distinguia entre la gente decente y la gente del pueblo. Dos estamentos. Y a pesar dela movilidad reducida existente en la élite, esto no modificaba la ideclogia dominante, segéi la cual, las cualidades dela decencia (raza, apellido, educacion, profesidn y estilo de vida) se adqui- rian desde la cuna (Parker, 2004: 165). El anélisis es justo y el resultado bien conocido: una pugna entre el dinero y la alcurnia, entre los advene- dizos capitalistas y los dafensores de la tradicién. Toda sociedad que ha ingresado en un ciclo de modernizacion ha vivido confiictos de este tipo. Yen Lima, y ante la debilidad de la movilidad social, el mimetismo del arribista fue particularmente fuerte, puesto que habia que mostrar que siempre se habia sido del grupo. Y frente a esta dificultad, que exigia pasar por él atgjo del matrimonio y la mejora de la apariencia, el consumo fue ‘ina estrategia significativa de distinciOn. Lo importante, claro, es que en la base de la gente decente estaba el tener dinero, pero también, en saber emplearlo correctamente (en los buenos colegios, en el buen guste). Es en este contexto, que surge, para Parker (2004: 171), el término huachafo (fines del x1X, comienzos del Xx) “para tachar a aquellos que intentaban aparentar un status ficticio”. El engafio y la apariencia eran Jas armas del arribista; habia pues que desenmascararlo. Pero lo impor- tante es el porque del éxito del términoyy dela estrategia. A ojos de Parker, 6 Jetngeies coronas enesa Lima, ni el dinero (como en los Estados Unidos) ni las credenciales aristocraticas (como en Euxopa), eran suficientes para trazar las fronteras ‘y mantener las erarquias. Por qué? Porque la élite limefia —en verdad Ta “gente bien’— inclufa a muchas personas que no tenian fortuna. En ‘otros términos, fue para proteger alos decentes pobres, que se excluyé a ‘Jos huachafos advenedizos o nuevos ricos. E] huachafo era el que podia, pero que no debia, tener acceso al buen circulo. Hasta aqui lo huachafo, a pesar de ciertas indudables especificida- des, se asemeja, en lo esencial, a otros mecanismos andlogos cbserva- bles en tantos otros lugares: un mecanismo por el cual un grupo social y culturalmente dominante, traza una frontera con los pretendientes ‘advenedizos. Pero, en honor ala verdad, en la nocién de huachafo hubo algo més, en verdad otra cosa, que, sin ser exclusivo ala sociedad lime- ‘a, le dio a la nocién un aspecto sin duda inédito con respecto a otras nociones similares. Se trata de un elemento que tendré efectos importantes a la larga: silo buachafo trazaba, por lo general, una Iinea de demarcacién clara ‘entre grupos, lo huachafo también podia, por momentes, designar una ‘accin, ¥ no necesariamente, un estado social. Todo el mundo podia en un ‘momento u otro ser tildado de huachafo. M4s simple, més concreto: la mas rancia encarnacién del buen gusto occidental —espatiol, francés oestadounidense— podia, en una fraccién de segundo, convertixse en una huachafada. Bastaba para ello que se hiciera notar lo que era, por Jo demés, evidente para todos, el mal gusto supremo que se escondia en estas fortaas de imitacién y de impostura cultural. Lo huachafo se convertia asi en otra cosa: en verdad, en este uso mas tardio y generalizado, se advierte ya, retrospectivamente, atisbos de cambio a nivel del poder cultural. Sin su primera manipulacién era un ‘marcader, dentro de las clases medias y en direccién de ellas, del buen ‘gusto, en la segunda era una vara generalizada, sino de control colecti- vo, por lo menos, de comin descalificacién cultural. Cierto, no todo el mundo podia ser huachafo en todos los instantes ni con la misma ir tensidad, pero nadie estaba definitivamente al abrigo de la huachafada. Y del ridiculo. 6 nw » sus Annas En su segunda utilizacién, y a diferencia notoria de la primera, lo hua- chafo cixcumscribe una experiencia de lo ridiculo. También aqui vale la pena detenerse un momento en el andlisis. La denuncia del ridiculo de Jas clases dominantes, es un arma cultural ancestral entre los sectores populares, que se burlan asi, y en tantos lugares, de su preciosismo, de sus exquisiteces, de sus amaneramientos, en fin, de ademanes fingidos y, por ende, ridiculos (lo que en América Latina se prolongs, muchas veces, ‘acausa de la vigencia del machismo, con una descalificacién por “mari coneria"). En este sentido, en muchas sociedades, y desde una légica de resistencia y de conflicto cultural, lo ridicule opera como una respuesta quelos de abajo dan a la descalificacién que los de arriba ejercen sobre sus précticas culturales y sociales. Una descalificacién asimétrica: mientras que los de arviba descalifican contenidos (los famosos oscurantismos populares), los de abajo solo cuestionan estilos (los amaneramientos). En el caso dela sociedad limena, y ya en los afios 1950, lo ridiculo- Ihuachafo, aunque incluya este aspecto, no se limita a esta sola dimen- sién. Por un lado, porque la frontera de clase esta dada por la decencia; ‘en segundo lugar, porque lo huachafo distingue grupos dentro de las capas medias; y, por Ultimo, la ridiculez del huachafo es potencialmente co-extensiva a todos los individuos y funciona, incluso, como elemento de descalificacion —por transitorio que sea— dentro del propio grupo dominante. Lo huachafo fue, pues, en la Lima que se pensaba seftorial y que deja- ba de serlo, una categoria particular de descalificactén cultural. Por un lado, y en analogfa con tantas otras nociones similares, trazé en torno al buen gusto una separacién cultural dentro de las capas medias, en- tre las “Viejas” y las “nuevas”, entre las de abolengo y las anribistas. Por cotzo lado, y esta vez con indudable mayor especificidad local, designé un proceso virtual de descalificacién cultural generalizada de todos hacia todos, incluso si para algunos sélo de manera transitoria o superficial. Lo importante para comprender la transformacién ulterior de los limes, sefiltra en esta segunda utilizaci6n: lo huachafo abrié, incluso, ya enla Lima de los afios 1950, un resquicio particular. Inchuso en la sélida Lima seftorial del vals yla cultura criolla, la huachaferfa generalizada era un n Jenanquias currueass sintoma, mds o menos secreto, de mala fe colectiva: una mentira que, en térmninos de abolengo cultural y de buen gusto, el grupo dominante querfa hacerse a si mismo. TIL. Lo cholo El tercer gran proceso para comprender el cambio cultural en Lima, y cuyas dimensiones econémicas y urbanas subrayaremes en el préximo capitulo, concierne al movimiento migratorio que desde los afios 1950 y, sobre todo, en la década de 1960, va a conocer la ciudad. Traigamos otra ver a colacion las cifras: en 1940, Lima tiene 618.000 habitantes; 17784,000 en 1961; 3°318.000 en 1972 4'679.000 en 1981. Estas cifras, subrayan bien el hecho que el Bujo migratorio andino se produjo, sobre todo, enlos afios 1950-1960; que fue el més importante movimiento de campesinos de América del Sur en el periodo y cuya instalacién se hizo entierras que pertenecian al Bstado peruano, lo que explica, entre otras cosas, lo masivo del proceso (Fernéndez-Maldonado, 2013). El cambio demogratico de la ciudad fue consecuente. Sienos afios 1940, el 28,5% de la poblacién de Lima era migrante, en 1961 representaban hasta el 44,6% (incluidos los extranjeros), yen el afio 1972, todavia un 43,5% del total de la poblacién censada eran migrantes provinciales antes que, en 1998, el porcentaje descienda al 39,5%. Esta migracién se acompaié con la creacién de las primeras barriadas bajo el gobierno de Oaria (1948- 1956), construcciones que se hicieron, primero, en los cerzos adyacen- tesa Lima y, progresivamente, en los terrenos desérticos alrededor de la ciudad. Fenémeno importante y creciente en los afios 1960 y, sobre todo, en la década 1970, en donde recibié una atencién politica parti- calay, que se tradujo porlas nuevas denominaciones de pueblos jévenes oasentamientos urbanos. Pero, globalmente, se traté de un periodo en donde la visibilidad urbana del fendmeno, contrasté con la invisibilidad del cambio social y cultural en curso. La importancia del fenémeno fue tal que, en torno alo cholo, se dio To que puede denominarse como uno de los grandes momentos interpre- tativos de las ciencias sociales peruanas, luego del periodo fundacional Linea v sos Anenas de la década 1920-1930°. Unos mds, otros menos, una constelacién de autores diversos entre si, y desde orientaciones muy diferentes, compren- ieron, desde los afios sesenta, a centralidad del fendmeno migratorio y, sobre todo, la emergencia en ély por él de un nuevo protagonista social y cultural, el cholo, El migrante andino en Lima, como escribe Quijano (1980: 68-69), no es “ni clase ni casta’: el cholo participa ‘al mismo tiempoy de manera combinada y superpuesta, dela condicién de ‘casta’ y dela condicién de ‘clase social’, sin ser ya la una y sin ser del todo la otra. Por todo ello, es un fenémeno que revela, profundamente, la na- taraleza de la sociedad de transicién”. Sobre todo, y es el punto sobre el que quisiéramos insistir, lo cholo suponia—supuso— en la historia peruana, el gran descentramiento, demogréfico y politico, del pats: de una sociedad terrateniente y de poblacién rural, a un pais urbano y de mestizaje urbano-cultural. En verdad, lo cholo significé la transformacién de la cuestién étnica y econémica en el Peri, Aqui también, lo importante es comprender la ‘especificidad del caso peruano, y atin més, de la sociedad limefia. La cuestién indigena, habia estado en el tapete de las discusiones politicas como cuestién central en varios paises de América Latina, una cuestién que, para unos, definia una cuestion étnica —lo indigena— y, para otros, una cuestién econémica —el campesinado y la posesién de la tierra— Lo cholo vendré a cortar transversalmente esta dicotomia: no seré ni una cuestién étnica, niuna cuestién agraria. ‘Nada lo muestra mejor que el divorcio que, progresivamente, y con una fuerza inusitada, durante los afios 1980-1990, s¢ dard en el Perit entre la cuestién chola y la cuestién indigena. A medida que la primera se difumina en el correr de esos afios, eincluso, desaparece, dando lugar ala cultura chicha propiamente hablando, la segunda se transforma en “ Notimoslo: sin que el vinculo saa directo, asta toma de conciencia dela necesidad de Iistoricar la poblacin indigena y mestiza del pls 7 diferenciar las situaciones sociales e las cuslee el cholo forma parte también es visible en la polémica que, en la célebre smesa redonda de 1965, as cfenciassocieles entablaron contra larepresentacién que de estos actores tenia José Maria Arguadae 2 i i | Jaanquias cuerumates profundidad, dividiéndose, pero independientemente de todo vincul con las transformaciones en Lima, en un problema econémico de gestié: de tierras y en un conjunto de reivindicaciones de derechos ciudadanos. Enos dos casos, y esta es la novedad, el tema indigena se aleja de Lima, ¢ incluso, tiende a volverse a lo més un tema puntual, entre otros, en la agenda del pafs. Evitemos todo malentendido, no se trata en absoluto de una cuestién marginal, puesto que sigue concerniendo a un numero significativo de individuos, pero la “cuestion india” deja de ser percibida como la problemstica central del Pers. Ese es el gran cambio. El Pera deja enesas décadas de ser, visto desde Lima, un pais agricola indigena. Nada Jo resume mejor, que la sigilosa transformacién de la cuestién indige- nna, como cuestién identitaria central del Peri, en un tema de derechos culturales y ciudadanos: jtendrén los indigenas los mismos derechos que los demés o tendrén derechos especiales como descendientes de los pueblos originarios? En breve, cémo integrarlos: a través de una poli- tica universalista o por medio de legislaciones particularistas? Pero no vayamos tan rapido. Y, sobre todo, y con el fin de comprender la radical especificidad del caso limetio, hagamos un répido sobrevuelo por otros patses de la regicn. 1. La diversidad de la cuestion indigena Como lo sefiala Leén Zamosc (2007), la cuestién indigena no tiene, por lo general, sesgos independentistas en América Latina. Aunque hay gru- pos que se autodefinen como naciones, sus demandas se refieren, en ge- neral, al autogobierno local o regional dentro de los Estados existentes. Lejos de apuntar al separatismo, los movimientos indigenas buscan, en su mayoria, redefinir su situacién dentro de los Estados nacionales en los que se encuentran. Esa busqueda, sin embargo, no presenta una orientacién homogénea, sino que posee caracteristicas propias en cada pais, que refiejan la inffuencia de factores diversos como la geografia, las estructuras socioeconémicas, las historias de las relaciones entre los pueblos indigenes y los Estados, las tradiciones politicas y culturales que existen en cada lugar. En esta lista un peso especifico le compete al Lama y sus Anewas factor demografico: es éste el que determina, como lo muestra convin- centemente el andlisis de Zamosc, la bifurcacién de la cuestién indigena. Por un lado, donde los grupos nativos son muy minoritarios, la cues- tidn indigena se plantea como una problematica de supervivencia (y tiende a favorecer politicas particularistas). Por el otro, en los paises en los que son mayoria o una proporcién significativa de la poblacién, la cuestién indigena aparece, mas que todo, como un asunto de igualdad cefectiva de derechos de representacion (y tienden, por ende, a privilegiar politicas universalistas). En otros términos, las estrategias politicas vartan en funciOn de factores sociales y demogréficos. En paises como Colombia o Chile, a pesar de la divergencia de las ac- titudes de los gobiernos de ambos paises frente ala cuestién indigena, Jas reivindicaciones se dirigen hacia una defensa comunitaria, muchas ‘veces, a través de reivindicaciones particularistas. Frente ala pérdida de control y la devastacion de su medio ecolégico, el aplastamiento de su cultura porla sociedad mayoritaria y hasta el peligro de decaparicién, sus demands se orientan hacia el logro de condiciones que garanticen su supervivencia (control de territorios, autonomia para gobernarse a s{mismos y proteccion para sus estilos de vida y culturas’. Lo anterior quiere decir que la eleccién de una estrategia particularista es doble- mente dependiente de un contexto social: por un lado, la eleccién de esta estrategia depende de una condicién social objetiva, y, por el otro, €l éxito (la receptividad o no de este tipo de demandas por parte de un sistema institucional) depende del contexto politico nacional. En los casos en que los grupos indigenas constituyen sectores mas importantes, e incluso, mayoritarios de la poblacion, las estrategias son bien distintas. El caso de Bolivia es altamente significativo. Limitémonos a subrayar tres fases muy distintas, y relativamente recientes, de la én indigena en este pafs (Fontana, 2012). La primera, que podria 7 Bete proceso es inseparable, en caso calombiano, de tna creciente participaciin ‘en el juego politico nacional mientras que en Chile la Coordinadore Mapuche tiene mis icultades en hacerse reconocer. Sobre el movimiento indigena en la regién, Bengoa (2000); Le Bot (2008). ma Jevanguias corTUnALES datarse con la reforma agraria de 1952, definio la cuestién indigena a partir del campesinado boliviano, sentando las bases de una identidad que combiné identificaciones campesinas, indigenes y de pertenencia ala nacion boliviana. La segunda, que coincide con la politizacién de la cues- tidn indigena en Ios aiios noventa (en el gobierno de Gonzalo Sanchez de Lozada y del aimara Victor Hugo Cardenas como vicepresidente), busc6 Ta asociacién entre un programa econémico neoliberal y un ensayo de politicas multiculturalistas. Fue en esta década, que empezaron a cues- tionarse seriamente los rasgos monoculturales y monostnicos del pais, La tercera fase, prolonga y amplifica la situacién anterior: frente al in- tento de recuperacién de la cuestién indigena por las élites bolivianas, laconfederacién carupesini, los cocaleros, y el Mas de Evo Morales han ‘masivamente incorporado esta problematica en sus discursos; no para reclamar derechos especiales, sino para reafirmar las vaices nativas de Janacién y las aspiraciones populares de acceder a una ciudadanta igua- litaria y participativa a través de la construccion de un Estado plurina- cional (@ través de un esquema de autonomias regionales y locales que incluirian unidades territoriales indigenas)’ 2Qué conclusi6n extraer de este répido sobrevuelo? Que més all de los discursos, es claro que las demandas a tonalidad més particularista @e tecritorialidad y autonomia) son, sobre todo, imperativas en los paises con oblaciones indigenas pequefias. Incluso en Bolivia y en Ecuador, las de- mandas de territorialidad aparecen como un elemento que es mucho més relevante para los grupos amaz6nicos que para los grupos andinos. Sigamos landlisis de Zamosc. Lo que més ha movilizado a estos dltimos, no han sido los temas érnicos en el sentido estrecho, sino los grandes temas na- cionales, como las politicas econémicas del Estado y el eercicio del poder. Notémeslo répidamente, el caso de Ecuador presenta certa similitud con la expe- vlencia bolivians. Su confederecién, la CONAIE, ba combinado demandas campesiaas y populares con aspiraciones indigenas como al plurinacionalismo, biinguisme, repee- ‘sentacién en el Estado y autonomfa territorial. Una estrategia que enfrents, empero, dt Scultades particalares dada la crisis del sistema politeo ecuatoriano, lo que oblig6 al ‘movimiento indigena, ala ver, aredetnir sus objetivos en cuanto a oulugaren le politice nacional y us derechos en la nueva constitucia, Linea ¥ sus Anenas Es evidente que su motivacion fundamental no es la necesidad de cerrarse sobre simismos, atrincherarse en sus territorios y rodearse de protecciones ‘para sobrevivir como indigenas. Por él contrario, sus iuchas apuntan a salir del marginamiento e invohucrarse en la politica para indigenizar a Boliviay Ecuador, es decir, para lograr que las instituciones, la cultura, la distribucién del-poder econémico y politico, y la vida piblica en general, reflejen la rea- lidad de paises en los cuales la mayorfa, o un sector grande de la poblacion, es indigena. En titima instancia, lo que buscan es ser inchuidos dentro del Estado-nacién a partir de un estatuto de igualdad ciudadana efectiva. La situacién es en mucho distinta en el Pert, en donde, desde hace décadas, varios estudios muestran una desidentificacién con lo indio entre muchos habitantes, y en donde, comparado con otros paises, los ‘movimientos indigenas han sido débiles en los tltimos afios (lbs, 2009: 540-549)", La indianidad no es mas el componente sustancial de la na- cién —en su dimensién cultuxal—, y la cuestién de la tierra 0 del cam- pesinado, no es mas tampoco la cuestién social central del pais. ¥ sila situacidn es mas matizada en ciertas zonas del Pert, esa es, sin lugar a dudas, e izrevocablemente, la experiencia en Lima. 2. Loindio ylo cholo La situacién peruana, sobre todo a causa de Lima, es pues radicalmente diferente de estas otras experiencias nacionales. En Lima, la diferencia es notoria con lo que se observa.con la miinoria Mapuche en Santiago de Chile (endonde prima un proceso de fagocitosis cultural), pero también lo es con Taexperiencia de los migrantes rurales en la ciudad de La Paz o en BLAlto, ‘en donde el mantenimiento de formas culturales indigenas es visible y + ELpunto es tanto mas importante que se inscribe en una larga fliacin histrics. Pre guntindose en 1986, por qué en el Peri a diferencia de otros paises de la rin (come ‘México o Bolivia) los campesinos no babian entrado en Lima y no habia ocurtido uns revoluelén campesina extosa, Flores Galindo (1988b: 173) sefilabs la fragmentacion Iheredada desde lo tiempos prehispinicos, pero tembiém le produccién de una “stuacién, intermedia” que azociaba con “al problema del mestizo, sin omit otras situaciones mis ‘o menos intermedias, como las de cholos oexclios' Jsnanquias cuerunates activo, al punto que las comerciantes debén escoger entre la falda o la polle- ra (Marchand, 2006), En la ciudad de Lima, nada de similar. Rapidamente, ycasi desde su llegada, la ciudad opera sobre los migrantes, con una fuerza indudable, como un factor de disolucién identitario de elementos rurales y andinos, sin que ello se haya, empero, traducido por una plena fagocitosis cultural. Es importante comprender bien los dos procesos. Por un lado, la ciudad de Lima, su ubicacién costera y su forma urbana, ejerce con mis intensidad de lo que se cbserva en La Paz o en Quito, una disolucién dela vuralidad; en este sentido, Lima es, sin duda, una ciudad hostil hacia los migrantes andinos. Por el otro lado, si la importancia demogrifica dela migracién pudo ser ‘contenida’ porlas dlites mientras, y en tanto, quelas jerarquias culturales fueron sélidas, progresivamente, yen mucho acausa de la implosion de su propia cultura tradicional criolla, no seran capaces, ala larga, de asegurar la plena fagocitosis cultural de los nuevos grupos sociales. Lo cholo se inserta en este doble fenémeno. El proceso sélo se hhara visible en las décadas 1980-1990, pero los migrantes andinos no se aculturan a la cultura dominante limetia (de “abolengo”), sino que van paulatinamente a engendrar una cultura popular que, progresivamente, y por vias inesperadas, se volver4 mayoritaria. Es, por supuesto, una de Ias grandes especificidades dela Lima de hoy. Pero quedémonos en las primeras décadas migratorias, 1940-1960. Sila experiencia chela posee, por entonces, algunos vasgos comunes con elroto chileno o con los migrantes en Bolivia, su situacion no tardé en diferir répidamente. El cholo en Lima, segregado urbanamente y discri- minado fenotipicamente, vivi6 en estas décadas menos un proceso de integracién en la cultura dominante limena, que un proceso de distan- ciacién cultural-citadino inédito. El joven cholo en Lima, se diferencié fuertemente de los andinos o de los indigenas en la Sierra, sin empero ‘producir, en todo caso, en estas décadas, una cultura propia enel sentido fuerte del término. Poco importa: el proceso de transformacién cultural no ser4 por ello menos intenso y significativo ya en este periodo, en donde pro- gresivamente, y de par con la expansi6n del sistema educativo, y, sobre ‘todo, de los medios de comunicacién de masas, se produce la auténtica 7 Lava ¥ 50s ARENAS nacionalizaci6n delas poblaciones rurales. El cholo, asumnanera, vive el contragolpe de estos procesos, en donde, en un contexto urbano, vivird la fuerza del cambio cultural en curso, incluso a nivel andino, en donde Jag nuevas generaciones de j6venes indigenas (los “primos” que se que~ daron en la sierra) se castellanizan, tienden, incluso en las ciudades pro- vinciales, a “perder” diferencias vestimentarias, e incluso, entre algunos de ellos, decrece la participacién en los ritos tradicionales. En medio de esta transformacién cultural, el cholo en Lima vive una experiencia de ingreso a una cultura ‘moderna’, aclimatada e hibridizada localmente, pero que, no por ello, deja de percibir como alégena. El cholo en Lima, pero esto aélo seré palpable décadas después, dio una respuesta particular a esta experiencia al ir inventando progresi- vamente una cociabilidad citadina distinta. No hubo fagocitacién porla culzura limena de la cultura de los migrantes; por el contrario, hubo la invencién de una sociabilidad distinta desde abajo. Regresaremos sobre este punto en el capitulo 5, pero las tesis sobre la ruralizacién de Lima que circularon a comienzas de los afios ochenta, manifestaban una it comprensién del fenémeno. En Lima, nila ciudad “moderna” ni el campo “tradicional”, ni la cultura limeiia o andina, triunfaron una sobre la otra. Lo que se impuso, fue otra cosa. A través de lo cholo, pero mas alla de esta experiencia, emergié una sociabilidad distinta. Lo cholo, fenémeno migratorio, sin perder ni su carga étnica, ni ser objeto de discriminacion, se transforma pues, en el correr de los afios 1980, en un fenémeno social y cultural de otra indole a medida que la presencia migratoria se transforma, afirmando, sin una conciencia ne~ cesariamente lara, su propio perfil identitario. El personaje del cholo de Tulio Loza, incluso, en la comicidad del Supercholo, oponia laraiz andina yla experiencia urbana, oscilaba entre ellas, exaltando la viveza de cada una de ellas y de una sobre la otra; e incluso, el “cholo” Sotil, como lo ejemplificé una pelicula sobre su itinerario en los afios 1970, terminaba por obtener su orgullo en sus xaices andinas. En la década del ochenta, el cambio cultural se afirmara, como lo veremos en el capitulo 5, desde coordenadas distintas y con una autonom{a inexistente en estas décadas. Pero centrémonos, por ahora, en las grandes caracteristicas del fenémenio B : | : Jenanquias cucrunates cholo en su momento de maxima expresién demogréfica, las décadas de 1960 ¥ 1970, 3. La aporia chola La afirmacion de un color de la raza que podia cambiar alo largo de una vida en funcidn de las posiciones sociales, es una de las afirmaciones més constantes, y polémicas, de la literatura especializada, Fuenzalida (4974: 20 y 62) escribfa ast que “en el Pert la raza de un hombre tiene algo de espejismo y de misterio éptico. Cuanto mAs elevado en la escala social, mas blanco parece; cuanto mds abajo, mas oscuro”, Antes de con- dluir en ese mismo texto que “no existe una ‘cultura del mestizo’ y una ‘cultura del indio’ que puedan aislarse y definirse independientemente de sus contextos mas locales” (ibid.: 63). A sus ojos, tanto el indio como el misti, estaban animados por una “tendencia vigorosaa la promocién. individual’, el primero, buscando “dejar de ser percibido como ‘indigena! ¢ identificarse con el ‘misti’ La de éste, es legar a ser ‘criollo” (Gbid.: 76). Asi, el cardcter contextual de la raza, no eliminaba, en lo mas m{nimo, Ja jerarquia entre elas. Es en este marco que aparece la aporia racial chola. Para Fuenzalida, 41 cholo es un estrato que aparece entre el indigena y el misti. La des- cripcién es clasica en lo que concierne al proceso de aculturacién al cual. se veria sometido (es bilingte con predominio del quechua, viste traje semioccidental, ha estudiado primaria elemental yhace empleo inci- piente de artefactos modernos", ibid.: 80). Pero la descripcién es mas innovadora, sobre todo, en lo que respecta a sus aspectos psicolégicos: es agresivo “frente al ‘mestizo’ y al ‘criollo’,individualista e inestable’, al punto que, en el término cholo, querr4 incluso ver menos un rasgo fenotipico que una postura, incluso si, en el marco dela Lima dela época, reconoce que la designacion incluya una dimensi6n provinciana: “cholo? significa, simplemente, advenedizo, persona de baja extraccién que ce incorpora a una clase superior y se toma atribuciones que no le corres- ponden por origen, persona de nivel social inferior al nuestro dela que queremos distinguirnos” (ibid : 82). Si hemos traido a colacién esta caracterizacién por otras, es porque, redactada en 1971, da cuenta de la tensi6n aporética que el término ya suscitaba entonces. En Fuenzelida, lo cholo, es una ambigua raza-clase social, més definido por un efecto de dominacién, que solamente por rasgos étnico-culturales. Es pues, la trama social, lo que explica y describe quién es cholo y quién deja de serlo. El cholo tie- hhe rasgos, pero no una esencia. El cholo fue el resultado historico de la tension entre una identidad provinciana, serrana y rurelizada, con una ‘identidad criolla, costefia y urbana. El cholo, en la expresion de Nugent (2012: 64 ss), fue un “indigena urbano” en trénsito hacia la plebe Giolla, En verdad, fue una aporia étnico-social que no estaba prevista ten el esquema inicial de blancos, indios y mistis. De ahi que el cholo, en su imposibilidad por fjar de una vez y para siempre st taxonomia —ni clase, ni casta para retomar la: expresién de Quijano—, se haya declina- {do en la prictica infinita del choleo, en donde, unos més (mucho més) ¥ otzos menos (acho menos), todos son susceptibles de sex el cholo de Zguien. La categoria sin perder ast del todo sutonalidad étnica y social, se inscribe en coordenadas econ6micas (el dinero blanquea”) que trans- forman su sentido, sin expurgarlo de su carga negativa y discriminate” ria. En breve, lo esencial es el reconocimiento, por un lado, del cardécter Sitwacional del racismo en el Per, y por el otzo, el amplio abanico de los ‘colores raciales presentes. Un poli-cromatismo que indica quela raza.es indisociable de factores sociales y culturales que, segtin los momentos, blanquean, cholean, achinan, negrean 0 indianizan a los individuos* Regresaremos en el capitulo 5 sobre la acentuacién del paso del cholo alcholeo en las ltimas décadas, por el momento, limitémonos a subra- yarlo que, ya en 1960-1970, hizo posible esta dinémica. A saber: una ‘imprecision categorial y, tras ella, la lenta disociacion deo étnico y delo coltural. Elindigena urbano, el cholo, tenfa en principio, como tinico des- ‘Gino cultural, el acriollarse. ¥ es esto lo que no se dio y lo que en el fondo hohizo, Sise adapt6 ala ciudad lo hizo, nomanteniendo sino xecreando se Para un balance critico dela literatura en el Perd sobre este tema hasta comiensos de les fir 2000, fe. Santos (2002). 80 | 1 | Jsnanauias corrumacas sus tradiciones. Pero en estas experienciasy trayectorias, durante estas décadas, ls oportunidades que los migrantes andinos descubrieron en Lima fueron fuertemente acotadas, lo que reforz6 el hecho de que la cultura propiamente chola, haya sido “bloqueada” por la fuerza de las estrategias sociales culturales que los migrantes tuvieron que mante- ner con sus lugares de origeny tras ellas de ou identidad (Cubs, fiestas, sociabilidad) (Altamirano, 1988). En este sentido, y de manera clasica, Ja cultura migrante fue un vector de integracidn en la ciudad pero, fue también, en este perfodo, un obstéculo para la invencién de una nueva sociabilidad popular urbana En resumen, el fendmeno chlo, aporia étnica y social, no desarroll6 tuna genuina cultura chola. Fue més definido desde un desgarzamiento, entreelindio yelericllo (‘cholo soy yno me compadezcas”);1o quesino lo privé de orgullo, no dio origen a una cultura propia? IV. Elracismo estamental El fenémeno cholo, aun cuando cierto consenso relativo existe alrededor de los puntos precedentes, ha dado lugar a reflexiones muy distintas en Toque concierne a la cuestién racial en el Peri. El debate excede en mu- cho nuestra problematica, pero es importante evocar algunas de estas tesis porque, como lo veremos més adelante, la socabilidad limefia con- temporines se construe ambien —no solamente, sino también—de racismo que, sin cara alraciemo que sn deseperece, hha tomado rasgos particulares en En las décadas 1950-1970, la situacién era distinta, al punto que Portocarrero (2004) no duda en afirmar, que el racismo cientifico fue la ideologia del Estado oligarquico entre 1895 y 1968, ya base delaexclu- sign de los grupos indigenas. Para quienes uno de los rasgos distintivos de las relaciones sociales en la Lima de esos afios, como en el pais, erala jerarquia, el racismo era reputado por tener una funcién decisiva en el © Bn consnanch con detos erties de lore Galindo, oa cond a eta condi ela qu tat ‘ign llega Portocarrero (20042): “no hay cultura chola”. : a Tinea ¥ sus ARENAS Jenancutas covrunases mantenimiento delo que caracterizan como un orden social estamental (Manrique, 1999). La separacién de “elementos” yeltrazado meticuloso delas fronteras, sobre todo, la necesidad de lograr que cada cual se “quede en sulugay’, definirian durablemente, merced al racismo, la sociabilidad enel Pert, Elracismo era el gran guardian del orden social estamental. Su funcién era decisiva, al punto que, Flores Galindo (2013), no dudé en afirmar que el racismo operarfa en todos los émbitos y en todas las relaciones sociales, incluidas las que se dan dentzo y entre los propios sectores populares. Por lo demés, el racismo no habria dejado de ser activo desde la Colonia, incluso cuando se reconoce, paulatinamente, el trénsito hacia expresiones mas culturales que estrictamente biolégicas. La jerarquia racial era en todo caso inequivoca. Tradicionalmente, el Pert habia sido el teatro, como lo indica la temética de la ‘pureza de la sangre” (Manrique, 1999), de un desprecio hacia la mezcla, el mestizo que se engendraba “hacia abajo” (zlgo incuso visible en proyectos, tanto colectivos como familiares, de “mejorar la raza"). Certo, esta jerarquia yeste imaginario racial cohabitaron, no sin ambigitedad, cona tematica de “todas las sangres’, disefiando justamente una de las especificidades del racismo en el Pert, Pero, en la vida cotidiana, las distinciones no dejaban duda a ninguna ambigiedad jerarquic En este periodo, a pesar de ciertas tensiones, es posible afirmar que en los aos sesenta, la posicién de clase —y su relativa claridad interac- tiva—, permitié a la sociedad limetia tradicional, practicar, e incluso afianzar con duplicidad, 7 en medio de denegaciones pablicas, un acti- ‘vo imaginario racial. Las personas estaban donde tenfan que estar yla tipificacion de las personas era relativamente inmediati e inequivoca. Cierto, habia un juego, pero, en el fondo, las jerarquias sociales apunta~ laban las més de las veces las jerarquias raciales, El cholo se diferenciaba Una de las expresiones de esta actitud era ol objetivo racial, ms 0 menos emliito & nivel de certas familias, de intentar que ls hijos no se cesen con alguien de “raza if vor’. Una actitud que seguia en parte vigente a comianzos de Jos aioe noventa, si cree- ‘os a dertes anuncios matrimoniales. Cr, Callixgos (1998), en donde el autor estudla ‘partir de anuncios de encuentros matrimonlales la ertrquia racial que 60s revelan. asi por doquier de la gente decente, y esta certidumbre desconocia cate- gorialmente, inchiso si se lo admitia pragmaticamente, ciertos casos de contradiccién social-racial (algunos blancos pobres 0 ciertos mestizos acomodados). En esa Lima —todavia dirfan algunos— todos estaban donde tenfan que estar. En rigor, algunas dificultades categoriales exis- tiany éstas, en el fondo, provenian menos de los casos de contradiccién evocados que de la tensién y de la larga coexistencia en el pais, por un lado, de un imaginario racial “claro” en sus polos, en sus “purezas” y re~ chazos, 7, por el otro lado, de précticas de racializaci6n cotidianas, mucho mds difusas y confusas en sus expresiones. La sexualidad interracial, sobre todo, y ello desde la Conquista, marca en profundidad esta forma de racismo, otorgéndole, como Fortocarrero lo ha subrayado con raz6n, ala estética (en verdad, a la sublimacién colectiva del deseo de la rapitia sexual) un rol significativo, a la vez, de atenuacién de las barreras xa- ciales (por contacto corporal intimo) y, curiosamente, de reforzamiento del imaginario racial (la lectura racial sigue siendo altamente activa en e508 contactos). Comprendamos bien este aspecto. El Perté es un pais en donde mas alld de las controversias sobre los censos étnicos, en parte 2 semejanza del Ecuador, y a diferencia de Bolivia y Guatemala, la poblacién desig- nada 0 autodesignada como indigena retine, alo més, entre un cuarto oun quinto de la poblacién total (contra hasta un 60% en los dos otros paises)", Sin embargo, ya pesar deo anterior, desde el punto visto dela representacién étnica, las olas migratorias en el Perti (desde los negros ‘o espatioles en la Colonia, hasta mas tarde y yan la era republicana, los chinos, los japoneses o los italianos) se inseribieron sobre este zécalo y en medio de a divisién entreto hispanico y lo indio. Un universo racial en donde el mestizaje —en verdad, seria més justo decir, el comercio 2 Una ca que tende ater mucho menor segin el 12, el que ene! 2007 la cba en 15,9, Ba un anise caste sobre as Gfcutades dela identifcaion ete rec de Japoblain indigens ene Pera, Moreno (2014: 50) muestra que sepia el ipo de med Sén/cesicacién que ewe el tema cela poblacin Aucréa entre 17567 28%, Paralos problemas gueplantemn los censosénios, cf Lavaady Lestage (2008) 83 Lana + sus Annas sexual—fue constante y activo entre los grupos étnicos, incluso cuando fue enmarcado por estrictas consideraciones dasistas. Es importante reconocer este hecho sin idealizarlo. Pero es importante reconocerlo: la funcién social del deseo sexual no puede ser en este registro minimi- zado, Guillermo Nugent (2012: 125) tiene asi razén al afirmar que “el machismo latinoamericano ha sido la vacuna histérica contra el racis- mo”, Una dimensién tan presente, como se sabe, en el imaginario dela democracia racial de Gilberto Freyre en el Brasil. Pero este deseo sexual operé a través de estereotipos raciales altamente discriminatorios que ieron lugar a una forma de inclusién —mas femenina que masculina, porlo demas—en donde el deseo del comercio sexual intimo no sélo no impidié la subordinacién o la exclusion, sino que le dio —subordinan- dolo y limit4ndolo al deseo sexual— un contenido particular a la “in- clusi6n’ étnica. En el Pert, hubo mezcla interracial (el zambo, el mulato, el cholo...) pero esto no impidié ni la discriminacién ni los prejuicios. Digémoslo en el otro sentido para evitar toda ambigiedad: en el Pera hhubo —hay— discriminacién y prejuicio, pero también hay —hubo— mezcla interracial. ‘Sin embargo, en el horizonte del mestizaje, y mas alld de posibles elo- ios interétnicos (‘todas las sangres”) o del comercio sexual, la gradacién, jerdrquica fue siempre de rigor. Es un aspecto que Gonzalo Portocarrero (2013) o Jorge Bruce (2007) subrayan con fuerza al senalar, que los pa~ trones de belleza dominantes en la sociedad peruana, y activamente presentes en la publicidad, no coinciden con la apariencia real de los in- ividuos. Se trata, sin lugar a dudas, de una dimensién que la ideologia Gel mestizaje no logrs jamas —sobre todo en este perfodo— extirpar del todo. Es en este marco, como debe entenderse, pues, y con mas de un punto de coincidencia con otros paises latinoamericanos, que sila gradacion racial jerdrquica no impidi6 formas activas de atraccién de in- dole daramente sexual —incluso, posesiva y dominadora— por la india, la morena, la negra o la china que vinieron ampliamente a cuestionar el primado estético unilateral de la nubia, no por ello implicaron una ruptura con el racismo. Una valorizacion sexual de la diversidad de los cuerpos con color, que no tiene nada que ver con la exaltacién del cuerpo 8s Jenanqutas currumatss cobrizo que, en elmarco de a ideologia del mestizaje, hizo elindigenismo y que denuncié, desde México, Bonfill Batalla (1987). El mestizaje no s6lo no fue, pues, inrmune alas jerérquicas sociales y culturales, sino que, incluso, permiti la discriminacién (Portocarrero, 2007). Se amold6 en el fondo a ellas y, connot6, por momentos, una forma particular de racismo a partir de la identificacién imaginaria y ampliamente inconsciente con la mirada hibrica del “patrén”. En todo 250, no dio paso a.una sociabilidad étnicamente des-jerarquizada. El horizonte iltimo de “todas las sangres", como ello fue patente en la vversién televisiva de “Trampolin a la fama” la interminable emisién de Augusto Ferrando, era el de una coexistencia contigua de individuos, en. el marco de una precisa yjerérquica asignacién y reclusin émnica de cada cual, incluido el mestizo, dentro de un casillero racial En este perfodo, por eso, en el fondo, la tematica dela decencia fue mas importante en la vida cotidiana que el mestizaje. Incluso a través de una innegable erosion progresiva a medida que nos acercamos al presente, la decencia asociaba todavia un acervo cultural, una posicién econémica, una condicién racial que dictaban, por la fuerza de su asociacién justa~ mente, a moralidad del individuo, su “decencia’. Fn este marco, la raza no era mas —pero tampoco no era menos—-que uno de los factores acti- vosenel trazado de las jerarquias sociales y culturales. Y sien el perfodo ue evocamos, la articulacién de las dimensiones sociales y raciales fue frecuente, la disociacién no fue empero, inexistente. Yla decencia fuelo que permitié justamente ocultar las disonancias entre las jerarqutas eco- némicas, sociales y raciales, consolidando, asf, una relativa autonomiza- ion del registro propiamente moral —Ia decencia— cuando los criterios de raza, apellido, empleo o educacién no coincidfan en un solo individuo. El Pert jerarquico fue, pues, la clave, durante todas estas décadas, del racismo en Lima. Lo que cambi6 empero progresivamente, pero por ‘entonces sélo de manera invisible, es que las jerarquias, sin deshacerse, se-volvieron mis porosas y ambivalentes, y que el racismo, como sus otros correlatos fronterizos lo criollo, lo huachafo y lo cholo, dejaron de ser el epicentro de la identidad y de las estrategias culturales de los actores populares. 85 Jstanquies cueruzarts La permanencia seméntica de ciertas formas de estigmatizacién y de menosprecio, no debe asf llevar a desconocer la importancia del cambio operado a nivel de las relaciones sociales. En breve: el insulto racista “cholo de mierda’, moviliza significados y afectos diferentes en la Lima de los afios 1965 y en la del 2015. Entre estas dos fechas, no solamente loindigena, sino también, lo cholo, han perdido protagonismo politico ycultural. Bn efecto, eltema cholo va. ser desbordado por el tema dela informalidad desde fines de los afios setenta. Si el tema seguiré presen- te en muchas de las grandes interpretaciones que se harén en los afios ochenta sobre la informalidad —el “desborde popular’, el “Otro sen- dero", el “mito del “progreso’—, lo chelo ha perdido ya, desde entonces, importancia en los andlisis. Sin desaparecer, su realidad cedi6 el paso otras probleméticas sociales y sobre todo culturales. V. Lima, la cultura y el impasse dela nacién Los cuatro procesos socio-culturales que hemos abordado, y las arenas que cada'uno implica, son muy distintos entre si, incluso, se desplege- ron, en lo que concierne su plenitud, en momentos distintos, lo que no impidié su superposicién. Silos hemos evocado, es porque cada cual, ast manera, participé en el disefio de los grandes perfiles dela dinémica cul- tural limefia. Lo criollo, le dio, desde la nostalgia colonial, una identidad cultural ala ciudad a distancia de lo andino. Lo huachafo ejemplificaba, enlavida cotidiana, la permanencia de las jerarquias socio-culturales y su cornplejidad efectiva en las interacciones, y hasta, retrospectivamente, las primeras fisuras visibles en la dominaciGn cultural de los sectores tradicionales. Lo cholo, fenémeno central, ms étnico, ¢ incluso, racial que cultural, en el perfodo que hemos evocado, senté sigilosamente, du- rante décadas, las bases desde las cuales se iba a transformar el rostro cultural de la ciudad. Por tltimo, durante estas décadas, y a pesar de la fuerza de los cambios, el racismo estamental y jerarquico era aim muy vigoroso en Lima, Cada una de estas dimensiones, sobre todo, y es lo que nos interesa subrayar en este titimo parsgrafo, dieron lugar a debates, mas o menos 86 infructuosos, sobre la nacién. En el Perd, como en tantos otros paises de América Latina, la nacion, como lo hemos recordado, fue inseparable del Estado. Pero la nacién nunca fue, no més en el pais que en otros lares, ‘un mero asunto politico; la nacién también fue asociada a un conjunto de elementos e identidades culturales. En el capitulo anterior, hemos abordado los aspectos politicos dela nacién privilegiando la nocién del Pueblo; en este apartado, y tras la revision de los componentes cultura- les realizado (Giallo, huachafo, cholo, racismo), quisiéramos evocar el destino propiamente cultural de a nacion peruana desde a lenta excep~ cionalidad de la experiencia limefta. ‘Sinos atenemos a los grandes estudios sobre las naciones en su pro- _ces0 de formacién, wn rol destacado le atatie ala lengua, la imprentay ‘alaescuela como factores determinantes en tanto que objetivaciones de ‘una cultura nacional. Para un autor como Benedict Anderson (1983), la nacién es incluso, una comunidad imaginada, producida porla expansién dela imprenta que termin6 por consolidar un grupo reducido de lenguas. Ladisteibucién de libres (en primer lugarlas novelas) y, sobre todo, mas tarde, delos periédicas, sentaron las bases de una conciencia nacional: se constituyé un grupo de lectores que participaban, simulténeamente, dena ficcién colectiva. Un proceso que permitié dar progresivamente una publicidad creciente a los debates politicos (Habermas, 1981), a través dela invencién de una lengua nacional y gracias a la accion de un conjunto de actores nacionalistas que se apoyaron en un sistema de educacion formal. Fue ala transmisién de este saber y de este sentimien- to nacional que se consagraron esencialmente las escuelas elementales. Elrelato no es del todo invalido para el caso latinoamericano, pero no respeta ciertas especificidades. Tras la independencia obtenida a co- mienzos del siglo XIX, el uso comin entre las élites del castellano, hicie- ron de éste, sin més, la lengua nacional de los diversos pafses, y ello en desmedro de la lengua efectivamente hablada por muchos pobladores, sobre todo rurales. Poco importa a irrealidad sobre le que se apoyé esta decisién, en los hechos, la legitimidad de la lengua de los antiguos coloni- zadores, en tanto que lengua nacional, nunca fue verdaderamente puesta ‘en cuestién. En América Latina, la lengua nacional simboliz6, durante Lana ¥ sus Aninas todo el siglo x1x y bien entrado el siglo Xx, la culture de la nacién, mas por defecto que por virtud. Curiosamente, para comprender este proceso, el caso argentino es particularmente instructivo a condicién de interpretar en términos estructurales, no identitarios, lo que la inmigraci6n italiana y la mi- gracién andina en el Peri, hicieron en cada pais. Sobre todo, lo que nos, interesa es subrayar la manera por la que cada sociedad (en verdad, las lites capitalinas, confrontadas a un aluvién migratorio), senté las bases culturales de su nacionalidad (Svampa, 1993). Las cifras son importantes: en 1868 la Argentina contaba 12,1% de inmigrantes; en 1895 el porcen- teje habia aumentado al 25,5% y en 1914, época en la cual se registra a mayor concentracién de extranjeros, el pais contaba con un 30,3% de inmigrantes. Este “aluvion inmigratorio” produjo, en un primer mo- mento, una exaltacién en clertos escritores, a tal punto se suponia que estos inmigrantes, provenientes de paises avanzados, transformarian Ia cultura indolente e indisciplinada de los gauchos nativos. Visién que pronto, muy pronto, entré en crisis. Por un lado, os inmigrantes llegaron con expectativas de movilidad social en un pais donde la tenencia de la tierra las obstaculizaba, la gran concentracion urbana dio asi, origen alas primeras formas de organizacién obrera. Por otro lado, Buenos Aires se convirti6 a ojos de algunos en una torre de Babel, se difun elcocoliche, suerte de intromision dea lengua italiana en el castellano. Elentusiasmo inicial de la élite cedié el paso a toda una serie de criticas yy decepciones. La literatura se apropié répidamente del tema: la critica mordaz del inmigrante fue de rigor, y sobre todo, la voluntad de reha- bilitar una imagen positiva del antiguo gaucho. La descomposicién de Jos antiguos marcos de la sociedad tradicional yla llegada de una nueva poblacién, que puso en el centro del debate, a la vez, la cuestién social ylacuestion inmigrante, dieron ala escuela un rol preponderante en la ‘voluntad de la élite de construié una nacién culturalmente integrada. Este proceso, si seguimos el andlisis de Maristella Svampa, esta bien representado en la obra y la preocupacién de tres grandes autores argen- tinos. Para Ricardo Rojas, se trataba, a través de la escuela, de unifor- mizar lingliisticamente el pais y de imponer la transmisidn de un relato 38 Jenanquias currunares histérico que cimentara la identidad nacional. Para Manuel Galvez, se requeria “nacionalizar las masas” gracias al rescate de los antiguos valores provinciales, comunitarios, jerérquicos, antimodernos frente al cosmopolitismo disolvente de la gran urbe. En fin, para Leopoldo Lugones, este proceso suponia la creacién de un mito nacional, de un relato épico que, como los poemas homéricos, permitieran transmitir una lengua propia y fundar la nacionalidad: nada mas propicio para ello que la instalacion del Martin Fierro de José Hernandez como obra fundadora del alma nacional. Ello permitia, a la vez, afirmar el nticleo lingii{stico nacional y los valores tradicionales del antiguo gaucho, pero luego —y s6lo luego— de haber reelaborado éstos tltimos de manera fuertemente imaginaria. En resumen, la nacién argentina es una in- venci6n que pasé a través del rescate de un gaucho mitico, que permiti nacionalizar las masas a través de la castellanizacién operada por la escuela y en funcion de los valores de la oligarquia exportadora. La re~ habilitacién del gaucho, fue directamente proporcional a la presencia delos inmigrantes, pero, sobre todo, ala voluntad de éstos de imponer una contra-hegemonia cultural y, sobre todo, politica, al proyecto de las clases dominantes. El caso peruano, a pesar de cierta similitud estructural, fue distinto. Sin duda porque el “aluvign migratorio” fue més tardio y las posibilida- des econémicas distintas, pero, también, porque a diferencia del gaucho imaginario que la élite argentina pudo inventarse, en el Pert le dite, y sobre todo, limefia, no pudo en el fondo hacer lo mismo ni con el indigena rural ni, mucho menos, con el indigena urbano. Lo indigena no fue ni en sus inicios (como en el caso del inmigrante italiano) ni a su término como sucedié con el gaucho) objeto de valorizacién especifica. Lo que se valoré, cuando se lo valor6, fue alo mas una instrumentalizacién del pasado Inca y no la “nobleza” de lo indigena (Méndez, 1993). En todo caso, el cholo no tenfa, él, cabida en esta construccién. La mezcla socio- racial o la aculturacién de la que era producto, suscitaban incluso, a trax vvés de lejanos ecos que podian encontrarse en las obras de los grandes fundadores del pensamiento social peruano, de Maridtegui a Valcarcel, * resquernores y, en algunos, rechazos abiertamnente racistas. 89 Lina sus Anenas Maticemos, En el Peri, la estrategia de la construccién cultural dela nacién se apoy6, por momentos, en él indigenismo, jamés, en verdad, en Jo cholo, No es aqui el lugar de regresar en detalle sobre el sinntimero de matices y debates a los que ha dado Inger esta cuestion, pero en lo que aqui nos interesa, es importante recordar un hecho central. El indige- nismo, y ello a pesar de las variantes observables, fue, en el fondo, un discurso —y un conjumto de politicas— que articulé una fuerte presencia simbélica de lo indigena con una débil integracién social y econémica. Una posiciin que permitié que el indigenismo se haya traducido hasta ‘hace muy poco tiempo, 7 en muchas de sus versiones escolares, en una es- ‘trategia apenas velada de castellanizaci6n. Nada lo ejemplifica mejor que el proyecto de educacién en México de José Vasconcelos (1957), donde ‘maestros misioneros se interesaban en las condiciones socio-econémicas yculturales de diversas poblaciones indfgenas, con el objetivo expreso de insertarlas dentro del desarrollo nacional. La diversidad cultural no era valorada en si misma; de lo que se trataba, al contrario, era de conocerla, con el fin de poder producir lo mas rapidamente posible su insercin en la economia nacional. El indigenismo en América Latina, y durante las décadas que aqui nos interesan, se inscribié dentro de una concepcién jerarquica, no exenta de paternalismo, de la diferencia cul- tural (Rénique, 2009)", : Yahemos evocado la ruptura que en este registro introdujoel Gobierno military que pueden, simbolicamente, resumirse en la importancia que tomé la gesta de Tapac Amaru, por un lado, yla literatura de Arguedas, “4 Clert, esta afirmacién debe ser matizada con el fin de reconocer las diferencias i= portantes que exsten entre un indigenismo tradicionalista(y sus dosis de paternalism), tin indlgenismo socialista (y sa-voluntad de constituir a los pueblos indigenas en una dase explotada, utizando las formas comunitarias tradicionales como una via hacia el Ssodalisma), 0 en les afios ochenta de un fadianismo (7 su afirmacisn de la posibiidad deuna desconexién cultural, més o menos radical, con la modernidad occidental através ‘de una valocizacién del ethos indigena). Para una presentacién citica del indigenismo {desde una visién panovmica de la ntropologia peruana cfr. Degregor: (2000); para una petspectiva critica desde la imtelectualidad cazquena ver Dela Cadena (1998) 90 | Jemanquias currvances por el otro™. Alo cual, podria aftadivse el reconocimiento simbélico, yen lapréctica sin muchas consecuencias, del quechua como idioma oficial del pais. Pero, incluso en esta experiencia politica, lo indigena no cesé de estar en tensién con lo campesino, y la identidad con la economia. Aiin mas: se traté de un debate, en verdad, de un esfuerzo de recveacién de lanacién, ante el cual Lima, y muchos de sus pobladores —la élite, los exicllos e incluso los cholos—, no podian sino sentirse muy alejados. Esto es lp esencial para lo que sigue. A pesar de los cambios que habia cono- ido el pais, y que se concretizaban ya en Lima através del movimiento migratorio, los actores sociales y politicos se mostrarom incapaces de integrar esta nueva realidad en la recceacién del imaginario dela nacion. En todo caso, progresivamente, y cualquiera que sea la perspectiva que se elija, lo criollo no podia més pretender (si alguns vez lo pretendi6) datle un rostro al pais, y empezaba a entender que ni tan siquiera iba apoder dérselo a la ciudad; al par que lo cholo, ese fenmeno social y étnico imprevisto, brillaba por su ausencia en todas las estrategias de reconstruccién cultural de la nacién. Esto es lo importante. Lo realmente importante. A pesar de la centra- lidad demogrifica y cultural que el fensmeno cholo tomabea en la ciudad de Limay, a través de ella, en el Pert, lo cholo permanece excluido de la reflexién cultural sobre la nacién. Quella integvacién dela nacién se haya ono cons- truido culturalmente a través de politicas activas de alfabetizacion o, mis bien, como es més realists pensarlo, por el efecto de los medios de comunicacion de masas* 02 través de una valorizacién simmbolica pero sin demasiada conviccién del valor de las culturas andinase indigenas, la ausencia del cholo es siempre patente. Y detrés de su ausencia simbélica 8 No deseuidemos el hecho que en Io que sin duda es cu libro mis elaborado cobre la dentidad peruana y el pas, Vargas Llosa (1996) hard de Arguedas su interlocutor prin pal con el fin de asentar su visién sarmientisa y dleotémica de Is baxbarie y de la vie Hesdén, © Facron la radio y mas tarde la televisi6n, las que en Amésica Latina ejerceron el rol {goela escuela tuvo en Europa a la hora de producis, sno siempre la identidad nacional, pporlo menos la incercién de los sectores populares en Is eultura moderna. 2 Laws v sos Anus Ta aoe Aas Het Pee Io que estos procesos desconocieron fue, paradéjicamente, la tendencia progresiva, sino a la homogeneizaci6n, por lo menos a una mayor inte- gracién cultural del pais (la primacia del castellano y la alfabetizacién se volvieron hechos masivos), y, més tarde, a la creacién inesperada de ‘una nueva socabilidad popular urbana. ‘Lo cholo participé, pues, sin voluntad expresa, en este proceso para- Aéjico de pervanizacién de las mayorias. Ylo hizo a sumanera, con sus limites y, sobre todo, con sus armas. Lo cholo peruanizo al castellano, dandole una legitimidad cultural inédita al, convertirlo de facto enlalen- ‘gua de lo popular. Lo hizo, modificando ciertos modismos del castellano ¢ incorporando nuevas voces, pero lo hizo, sobre todo, porque hizo del castellano la lengua materna de los sectores populares urbanos limefios. La migracién, al imponer el uso del castellano entre, los migrantes andi- nos, le dio una legitimidad cultural que nunca habia tenido. ¥ se la dio no como el fruto de una politica estatal y escolax en dixeccién de grupos lingafsticos, sino como el resultado de una experiencia, si bien no nece- sariamente voluntaria, al menos inevitablemente obvia. Por supuesto, la frontera existié y existe, dentro de los propios migrantes en funcién de su destreza en el castellano; y existe y existi6 entre los nacidos en Lima e hispanéfonos maternos y los migrantes andinos. Pero esto no altera lo esencial: el cholo peruanizé al castellano al hacer de él, desde Lima, lalengua de los pobladores populares. Sin embargo, ¥ a pesar de la profundidad de los cambios analizados en este capitulo, ellos no fueron reconocidos, 0 sélo muy parcialmente, en os debates del periodo. A pesar de la importancia de la migracion provincial y andina en Lima, y de lo que ello supuso en términos de desplazamiento deo criollo, dela desactivacién de lo huachato, del ad- venimiento de lo cholo, ¢ incluso, de la sigilosa modificacién del racis- ‘mo, desde ninguno de estos fenémenos se entrevid, entre 1950-1980, las verdaderas transformaciones que todo ello anunciaba a nivel dela ciudad, y sobre todo, de la nacién. Queda lo esencial: de manera contun- dente ¢ inédita con respecto alo que es habitual en la historia peruana, el fundamento de este gran cambio no se originé esencialmente desde 2 Jeangulas coronas Ia politica (capitulo 1), sino por fuera de ella y a través de un conjunto muy variado de transformaciones sociales y culturales. El despertar —Ia toma de conciencia del cambio— no vino, empero, dela cultura, sino bajo le forma de un doble colapso urbano y econémico. 93 CAPITULO 3 EL DOBLE COLAPSO IMA FUE EL TEATRO, ADEMAS DE LAS GRANDES DINAMICAS politicas y sociocultureles evocadas, de profundos cambios eco- /némicos y urbanos que dieron lugar aun muy importante debate intelectual a mediados delos afios ochenta, Simplificando al extremo las ‘posiciones en presencia, puede decirse que en este nuevo gran momento interpretativo en las ciencias sociales —tras el que se articulé en torno alo cholo— se opusieron tres grandes miradas. Para la primera, el pais era el teatro dela resurgencia de utopias y mesianismos andinos; para la segunda, alo que se asist{a era a una version autonomizada y urbana de esta antigua conflictividad; para a tercera, el pais, y sobre todo Lima, era, por el contrario, el teatro de nuevos anhelos pragmaticos y empresariales. En elprimer grupo, sobresalen los trabajos de Alberto Flores Galindo (19882) y Manuel Burga (1988) y sus tesis, complementarias, de una uto- pia incaica, asociada al mito del Inkarvi, queno habria cesado, en tanto que impulso mesianicoy anhelo de reactualizacién del imperio Inca, de ‘trabajar, de manera subterrénea, a a poblacién indigena popular del pais, desde la época de la Colonia. Para uno y otxo, la historia social 5 politi- ca del Perit debia pues, leerse desde la permanencia de una estructura 95 Lowa ¥ sus Anes imaginaria estable y desde el anbelo mesiénico andino de invertir las jerarquias del mundo. ‘Sin inscribirse explicitamente en este registro, huellas y ecos de este razonamiento son visibles en la segunda posicién, en la tesis de Matos Mar (1984) acerca del desborde del Estado criollo 0 sobre la conquista y lainvasién de Lima por los migrantes campesinos (Golte y Adams, 1987). ‘Aqui, si el mito del Inkarri no estructura directamente los andlisis, es posible empero, entender la vigencia de un modelo de confiictividad en. donde los migrantes andinos aparecen como una columna subterrénea, yen clara oposicién cultural, , sobre todo, econémica, con los grupos pudientes y el Estado criollo. Se trat6 pues, de una interpretacion a fuerte consonancia politica del fenémeno migratorio, que opuso, por un lado, los sectores populares emergentes, y, por el otro, al viejo Estado criollo oligérquico. Segiin las interpretaciones, el segundo habria terminado cediendo o desbordado frente a la invasin. A pesar de la sombra ima- ginaria del mito del Inkarzi, en estas interpretaciones, las migraciones y las luchas sociales —metaforicamente designades por los “caballos de Troya’—, son leidas desde un desplazamiento hacia la ciudad de la conflictividad propia dela fébrica, Nolo descuidemos: incluso sila refe- rencia no es explicita en estos estudios, ya en Yawar Fiesta (1941) affora la tesis de 2 invasién de Lima por los migrantes. Por dltimo, en un tercer grupo, mucho més heterogéneo en sus orien- taciones, se encuentran los estudios de Hernando de Soto (1987), Carlos Ivan Degregori (1986) y Carlos Franco (19912). Aquilo que se subraya son las maneras como, en Lima, el fendmeno migratorio transformé las identidades andinas, dio nacimiento alla choledad, y, sobre todo, y como en tantas otras experiencias de migracién, dio forma a nuevos anhelos de movilidad cocial y de progeeso material. Si desborde habia, éste era entonces el de un Estado mercantilista que impedia la realizacién del 2 Maticemos, Las diferencias entre el trabajo de Matos Mar ye estudio de Galte y Adams son importantes, cobre toda porque los segundos subrayan, in fine, més una identidad popular mnareada pore voluntad del progresoylainclusin que por un cuestionamiento politico del orden social. 96 Ex poste coxarso empuje de los migrantes; si conquista habia, ésta era, sobre todo, la de Jos derechos y bienes que se obtenfan. La tesis que Hernando de Soto, y ‘unos afios después el estudio de Carlos Franco, van a prolongar subr~ yando, cada cual a su manera y por razones distintas, es la importancia de la emergencia de una nueva cultura del trabajo, del esfuerzo y del empresariado popular’. ‘Treinta afios después, el decurso de la historia permite zanjar el debate. En Lima, la modernidad no es mas un componente extratio y ajeno alos sectores populares; por el contrario, éstos se han vuelto actores epéni- mos de ella, sobre todo desde la cultura yla sociabilidad, alrededor de las cuales han terminado construyendo el imaginario de una modernidad popular urbana. Un proceso indisociable de las migraciones andinas, pero que, para adentrarse en esta direccién, tuvieron que “superar” el tema dela choledad con el fin de dar lugar a expresiones nuevas y propia~ mente urbanas. Una tendencia visible desde los afios noventa, en donde se asiste, més o menos sigilosamente, a un transito en los términos: la “cholificacién’, la “andinizaci6n’ o la “ruralizacion’ de Lima, dan paso a ecturas y estudios sobre los nuevos limefios yla pluralidad de maneras de ser cholo (Portocarrero, 1993), ymés tarde, sobre la diversidad de los grupos presentes ena ciudad de los Reyes, delos Chaver y de los Quispes (Arellano y Burgos, 2004) ‘Ya hemos abordado en los capitulos precedentes las facetas propia- mente politicas y culturales de este cambio estructural, abordaremos aqui las dimensiones propiamente urbanas y econdmicas de las trans- formaciones vividas en Lima y que, por lo general, se condensan en el Tlamado sector informal. Para comprenderlo, y en aras de la claridad interpretativa, articularemos en todo momento factores econémicos y 2 Enel caro de Degregori es posible observar una “tensiéa’ entra dos textos publicados ‘lmismo afo, 1986. Sien el estudio Degregor, Blondet y Lynch (1986), elautor tiendea -subrayar una concepcién optimista de lo popular basado en cu atribuida capecidad para ‘generar una nueva hegemonis ciudedana, en Degregori (1986) tiende a acentuar més bien les efectos del ideal del progreco sobre los migrantes que sus dimensiones propiae ‘mente politicas, ” Lima sus ARENAS ‘procesos urbanos. ¥ con el fin de subrayar la diversidad irreductible de ogicas que se dieron, optaxemos por una presentacién secuencial de fe- ndmenos que, todos ellos, sin embargo, no sélo se dieron conjuntamente, sino que interactuaron unos con otros. ‘Nolo descuidemos. En Lima, como lo venimos analizando, los grandes cambios del perfodo 1950-1980, conocen un punto —en apariencia— deno retorno en la década de los ochenta y comienzos de los noventa. ‘Un punto de quiebre que encontré en lo urbano, o mejor dicho, en la visibilidad urbana de ciertos fenémenos socioeconémicos, su principal expresi6n y toma de conciencia. Si el agotamiento politico del Pueblo y Ialenta transformacién de las jerarquias culturales no siempre fueron explicitos en estas décadas, por el contrario, la conciencia del doble co- Japso —econémico y urbano— fue masiva?. I. Una experiencia dela ciudad Elorden social y urbano de los afios 1950-1960 —pero también el cre- cimiento econémico acumulado entre 1950-1975— contrasta con la experiencia del desorden urbano y social de las décadas de 1970 y 1980 yelestancamiento econémico del perfodo 1975-1995. Por supuesto, la percepcion varia en funcién del actor social, sobre todo, entre los ha- bitantes de la periferia que vivieron, incluso en medio de la crisis, su propia situacién como un progreso (Arellano y Burgos, 2004: xx1). Sin embargo, la percepcién hegeménica de la ciudad se dio en el sentido de una crisis multiforme, Dentro de este contexto, y aunque no siempre se Je otorga la importancia que merece, uno de los lugares de mayor preg- nancia de este cambio se dio a nivel de a sociabilidad. Lima dej6, en esas décadas, definitivamente atrés momentos més arménicos y homogéneos de integracion cultural y social (y sobre todo, de relaciones de poder * A estos procesos habria sin duda que afadirles, desde una perspectiva institucional,

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