Su masificación dio lugar a cientos de críticas hacia el fenómeno del botellón
por parte de las autoridades y, principalmente de los padres y madres de los implicados más jóvenes y los vecinos, por el ruido producido hasta altas horas de la madrugada y la suciedad generada. Así mismo, la pérdida de control inducida por la intoxicación etílica y el contexto masivo llevaban asociados con frecuencia actos de vandalismo, rotura de mobiliario urbano y peleas, además de frecuentes restos de micciones en la vía pública. Por otra parte, este acto contribuye a adelantar la edad de inicio de consumo de alcohol y de las primeras borracheras entre los jóvenes.
El ministro de Interior propuso en febrero de 2002 la conocida como ley
antibotellón, que prohibía el consumo en la calle, regulaba Debido a los problemas sociales que generaba este tipo de actividades, el Ministro de los horarios de venta y promoción del alcohol. Según las estadísticas, unos 180.000 jóvenes se juntan los fines de semana en lugares determinados de las ciudades españolas para, en torno a un botellón mezclado con licor y bebida con burbujas, bolsas de patatas y tabaco, beber hasta la euforia en el mejor de los casos, o hasta el coma etílico en el peor de los mismos. Debatir sobre el botellón lleva a posturas más "tolerantes, comprensivas y contrarias a las medidas prohibicionistas". Y a la vez crece la "preocupación por el consumo de alcohol". Estos son los resultados de un ensayo novedoso llamado "encuesta deliberativa" que han hecho el Consejo de Investigaciones Sociológicas (CIS) y su equivalente andaluz (IESA). Consiste en repetir las mismas preguntas antes y después de pasar dos días de charlas y debates con expertos e iguales. El resultado sorprende: los críticos con el botellón bajaron del 66% al 21%; los partidarios de prohibirlo del 63% al 30%.