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El filósofo, por su parte, es un individuo que busca el saber por el saber

mismo, sin un fin pragmático. Se mueve por la curiosidad e indaga acerca


de los últimos fundamentos de la realidad. Más allá del desarrollo de la
filosofía como disciplina, el acto de filosofar es intrínseco a la condición
humana. No es un saber concreto, sino una actitud natural del hombre en
relación al universo y a su propio ser.

En concreto, entre esos puntos cúlmenes que hay que subrayar que nos
encontraríamos con el establecimiento de cuatro periodos como serían la
filosofía presocrática, los sofistas, la ática y la post-aristotélica.

Etapas todas ellas donde tomarán protagonismo grandes pensadores que


actualmente siguen estudiándose y que se han convertido en pilares
básicos de la historia de la filosofía. Este sería, por ejemplo, el caso de
Platón, quien fue seguidor de Sócrates y destacó por realizar numerosas
obras donde hizo especial hincapié en lo que es la teoría de las ideas y de
las formas.

En concreto lo que determinó con aquella es que cada idea es inmutable y


única y que los seres de lo que es el mundo sensible se caracterizan por ser
imperfectos y deficientes. Cuestiones todas ellas que adquirieron gran valor
entre la filosofía como también lo hizo su conocido mito de la caverna
donde analiza en profundidad la diferencia entre realidad y conocimiento.

Además de este pensador también es fundamental en el seno de esta rama


que nos ocupa Aristóteles, quien fuera discípulo del anterior. Una figura que
está considerada, entre otras cosas, el padre de la Lógica.

Son numerosos los filósofos que han tratado de responder qué es la


filosofía. Pero en el lenguaje común, en el día a día, son pocas las personas
que tienen claro qué significa y para qué sirve la filosofía hoy en día. En
muchas ocasiones se iguala con una actividad abstracta, mayoritariamente
teórica y que, por tanto, poco o nada puede tener en común con la vida
diaria de las personas.
El significado de filosofía y su origen
Como es bien sabido, el significado etimológico de filosofía, en griego
antiguo, es el de “amor a la sabiduría”. Es esta acepción originaria la que, o
bien ha sido simplemente vaciada de significado, o bien ha sido sustituida
por una visión más teórica de la disciplina.

Recordemos que la filosofía occidental tiene su origen en la antigua Grecia


(y Asia Menor), surge durante el siglo VI a.C con los filósofos que hoy
conocemos como presocráticos, entre ellos Tales de Mileto, Heráclito de
Éfeso o Pármenides de Elea; y que se caracterizaba por entonces por ser un
intento racional de explicación de la realidad sin recurrir a elementos
sobrenaturales.

No obstante, este concepto de la filosofía, que podríamos considerar como


plenamente teórico, cambia con los sofistas y, sobre todo, con Sócrates.

Sin este esfuerzo por vivir en conformidad con lo que se piensa no existe
filosofía. Sin práctica no hay sabiduría. En esencia, una búsqueda es una
tendencia hacia algo, un movimiento. Sin la puesta en práctica de nuestra
decisión existencial no hay amor a la sabiduría.
En esta visión concreta de la filosofía se sitúan la mayoría de textos de este
blog. Una búsqueda individual, pero común, de un poco más de sentido.
Encontramos en los estoicos y los epicúreos una gran inspiración.

De este modo, creo que se entiende mucho mejor por qué la filosofía es
importante, cuando “los principios más generales que organizan y orientan
el conocimiento de la realidad” han sido brillantemente esclarecidos por la
ciencia, pero parece que seguimos tan perdidos como siempre en nuestra
búsqueda del “sentido del obrar humano”.

Y encontramos una buena expresión de esta manera cotidiana de hacer


filosofía en Si la política es asunto de los ancianos, de Plutarco, escrito en el
siglo II d.C, y que cita Pierre Hadot:

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