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Colombiano, científico y sacerdote

En el Congreso Nacional se está debatiendo un proyecto de ley sobre la


aprobación de la eutanasia. Asunto de la más alta complejidad, por decir lo
menos, ya que toca de manera muy directa la dignidad de la persona,
absoluto moral por excelencia para toda religión, cultura o corriente de
pensamiento. También afecta muy en lo hondo el hecho de la vida humana,
el bien moral más valioso que tenemos y por lo cual debe ser especialmente
protegido.
Ante tanta gravedad nos corresponde por derecho a los ciudadanos de esta
República, dar nuestros aportes al respecto. A continuación propongo el mío
como hombre de ciencia, experto en el saber de la Ética. Hablo como
científico y como sacerdote, sin buscar de ninguna manera imponer mi
punto de vista, sino contribuir de la mejor manera a construir un consenso
social en torno al delicado tópico de la eutanasia.
El vocablo “eutanasia” viene de dos raíces griegas: Eu y Thanatos, que
etimológicamente significan Buena Muerte.
Algunos se molestan porque una perspectiva religiosa se ponga a
consideración en la arena pública. Con toda pena de los molestos, pero
cuando no pretendo imponer ninguna postura a nadie, estoy en mi derecho
de plantear tal perspectiva de forma abierta a toda la sociedad. Para eso me
basta con remitirme a la Declaración Universal de los Derechos humanos de
1948, artículo 18 www.un.org.
Y es nada menos que Jürgen Habermas -el más connotado y reconocido
filósofo vivo en occidente, que siendo agnóstico y muy crítico de toda
religión- quien sin embargo argumenta con lucidez, la importancia del aporte
religioso en el devenir de la sociedad: “La neutralidad ideológica del Poder
Supremo del Estado Democrático, la cual garantiza a cada ciudadano
libertades éticas iguales, es incompatible con la generalización política de
una cosmovisión secular. Los ciudadanos secularizados, en cuanto se
presentan en el papel de ciudadanos, no pueden negar ni a los conceptos
religiosos del mundo un potencial verdadero, ni negarles a los
conciudadanos creyentes el derecho de convertir aportes con idioma
religioso en discusiones públicas. Una cultura política liberal puede esperar
hasta de los ciudadanos secularizados que participen en los esfuerzos por
traducir aportes relevantes del idioma religioso a un idioma públicamente
accesible”[1].

Que es la eutanasia
Sobre la eutanasia existen muchas formulaciones, término que por ello se
vuelve con frecuencia equívoco. El vocablo “eutanasia” viene de dos raíces
griegas: Eu y Thanatos, que etimológicamente significan Buena Muerte.
Según una definición aceptada por algunas corrientes éticas y médicas, y
que es la asumida para este artículo, cuando se habla de Eutanasia en
sentido estricto hay que tener en cuenta dos factores:

 La intención: "Hay eutanasia cuando se tiene la intención de poner fin


a la vida de una persona o de acelerar su muerte. No se considera
eutanasia aliviar los sufrimientos de una persona que ha llegado a la
última etapa de la enfermedad, suministrándole fármacos que
pueden, como efecto secundario, acelerar el proceso de la
muerte" [2].
 Los métodos: "Se considera eutanasia tanto el usar un fármaco o una
sustancia que provoca la muerte, como privar al enfermo de aquello
que es necesario para tenerlo vivo... o que es de beneficio para él. …
Por el contrario, no es eutanasia omitir tratamientos que no son
beneficiosos para la persona enferma o que, más aún, pueden ser
perjudiciales. ... No es eutanasia interrumpir el tratamiento de
reanimación del paciente, mediante la cesación de los
procedimientos... cuando se ha constatado... muerte cerebral
irreversible"[3].

La tradición católica y la vivencia cristiana coinciden con esta perspectiva


filosófica de la vida, captando además que ésta es un don de Dios y el
más valioso que poseemos.

Las preguntas
Cuando el médico -cuya vocación es cuidar la salud, velar por la vida
corporal de las personas y luchar contra el dolor- se encuentra frente a un
enfermo terminal o física y psicológicamente destrozado en un accidente,
con una parálisis que implica un sufrimiento y una frustración, en una crisis
médica o cerebral aguda o en una condición muy fuerte de dolor, es decir,
frente a un gran drama humano, se pregunta cómo aliviar a la persona. Es
apenas comprensible que después de ayudarla de muchas maneras y
cuando el médico o el paciente mismo ven que no hay más solución para el
dolor y la tragedia que la muerte, el profesional de la medicina y el personal
paramédico se enfrentan a la tentación de propinarla.
Las preguntas son: ¿Es eso ético, es eso
legítimo? ¿Qué autoridad tiene un médico
frente a la vida? ¿Qué autoridad tiene
cualquier persona frente a su propia vida?
¿Nos pertenece la vida? Pero también: ¿Es
eso vida? ¿Es vida estar arruinado física y
psicológicamente? ¿Es vida estar
descerebrado, tener serias limitaciones
físicas, no tener miembros corporales o
¿Qué autoridad tiene un tener algunos seriamente comprometidos?
médico frente a la vida? ¿Qué Estas preguntas conducen a una reflexión
autoridad tiene cualquier mayor: ¿Qué es la vida y qué es la calidad
persona frente a su propia de vida? ¿Cuándo la vida tiene las
vida? ¿Nos pertenece la vida? condiciones para ser vivida dignamente?
Foto: bioeticahoy.com.es Estrictamente hablando la calidad de vida
está dada por el equilibrio emocional, por el sentido que la vida tenga, por la
integridad física, corporal y orgánica. Esta calidad se puede ver disminuida
por trastornos psíquicos o afecciones médicas de órganos o sistemas
somáticos.
Son preguntas médicas que implican un planteamiento ético, teológico o
filosófico, el cual un médico serio y responsable debe hacerse dentro de una
disciplina conocida como la ética médica.

El valor de la vida
Desde una perspectiva filosófica, no teísta, en nuestra cotidianidad
experimentamos la existencia como algo tan maravilloso, que se convierte
en un misterio, es decir, en una realidad tan fascinante que no podemos
abarcar con nuestros conceptos y formulaciones, algo que nos desborda e
imposible encajonar en un laboratorio o en un discurso conceptual.
Aprehendemos que la vida es un regalo inmensamente grande, que por lo
tanto merece verdadera veneración, que se nos ha dado y no nos pertenece
de manera arbitraria. La tradición católica y la vivencia cristiana coinciden
con esta perspectiva filosófica de la vida, captando además que ésta es un
don de Dios y el más valioso que poseemos.
Por todo ello también percibimos que estamos llamados a proteger la vida,
que no podemos darle un manejo arbitrario, hacer con ella "lo que nos
venga en gana", ni decidir cuándo terminarla.

El sentido del dolor


¿Cuál es el sentido del dolor y de la enfermedad? El Beato Juan Pablo II, en
su bella y profunda Encíclica de 1995, El Evangelio de la
Vida www.vatican.va, acerca de las situaciones límite de la existencia
humana, señala con acierto como paradójicamente la enfermedad nos está
hablando de la vida. Cuando uno se encuentra enfermo tiene una de dos
actitudes: o se desespera o le encuentra sentido a la enfermedad. En este
último caso sentimos la pequeñez, la limitación, la necesidad de otros,
compartimos el dolor humano sintiéndolo en carne propia, con lo cual nos
sentimos lanzados a unirnos a la fuerza que lucha por la superación del
dolor y de la enfermedad, es decir, nos unimos a la conciencia de la
humanidad.
La sociedad contemporánea -sociedad que
tiene la tendencia de hacer absoluto lo
eficaz, lo rentable, lo cómodo- tiene el
peligro de prescindir de la realidad del dolor
y la enfermedad y no está empeñada
realmente en superarlos, en hallar solución
a las dolencias incurables, como el cáncer.
Hay una gran insensibilidad: no se dedican
El 60 por ciento de los los esfuerzos ni los recursos que la
científicos trabajan humanidad podría emplear en ello. El 60
por ciento de los científicos trabajan -y este
-y este es un dato de la ONU-
es un dato de la ONU- en la pesquisa
en la pesquisa militar, es decir,
militar, es decir, en investigar la muerte y
en investigar la muerte y cómo
cómo eliminar al ser humano. La absurda
eliminar al ser humano. carrera armamentista y las pujas por el
Foto: pewenvironment.org poder están impidiendo la solución de
tantos dolores y enfermedades incurables.
El dolor de la otra persona no puede convertírsenos en una incomodidad.
En ocasiones, a través de la eutanasia no se trata sólo de aliviar la dolencia
del enfermo sino de superar la molestia de sus seres cercanos. Nuestra
sociedad tiene el peligro de prescindir de la solidaridad, del esfuerzo de
acompañar al enfermo, de las renuncias que supone cambiar estilos de vida
superfluos y opulentos para garantizar la superación de la enfermedad y del
dolor de los que tienen otro estilo de vida, que no pueden superarlos
sencilla y llanamente porque no poseen los recursos necesarios para
hacerlo.
Necesitamos un acto de profundo respeto hacia la vida, acompañando a los
seres queridos con solidaridad y amor, y no deseando su eliminación, como
lo piden los defensores de la eutanasia. He ahí el sentido del dolor y de la
enfermedad: es un acto de solidaridad y se trata de asumirlo no para
quedarnos en él sino para que se convierta en un motor que nos impulse a
ser realmente fraternos y a ubicar lo central de la existencia que es la vida
misma.
La eutanasia un tema que toca de manera muy directa la dignidad de la
persona, absoluto moral por excelencia para toda religión, cultura o
corriente de pensamiento.

Dejar morir
Sin embargo, la Iglesia Católica no está abogando por mantener el dolor a
todo trance. La Iglesia habla, a propósito de la continuación de la vida de los
enfermos terminales, del uso de dos tipos de medios: proporcionados y
desproporcionados. No es justo que se tenga que luchar a ultranza para que
la vida corporal continúe, a costa de intervenciones dolorosas de escasa
posibilidad de éxito. La ética católica y otras corrientes médicas
contemporáneas disponen que la persona tiene la licitud de renunciar a los
medios extraordinarios -los desproporcionados- más no a los medios
ordinarios [4].
La muerte permite que la vida continúe
eternamente en Dios. Dicho de otra
manera, nos sumamos a la corriente de la
sobrevivencia que constituye la historia de
la humanidad y de la existencia misma. Por
eso es que, aunque la vida humana
corporal es un don preciado, no podemos
aferrarnos a ella como un absoluto ni
utilizar medios extraordinarios que
En ocasiones, a través de la conlleven costos físicos, psicológicos o
eutanasia no se trata sólo de económicos sin sentido. La realidad
aliviar la dolencia del enfermo económica también se plantea como un
sino de superar la molestia de límite legítimo para las decisiones del
enfermo con uso de razón o de sus
sus seres cercanos.
allegados.
En lo referente al dolor, afortunadamente la medicina moderna emplea
terapias y calmantes muy eficientes: hay, por ejemplo, intervenciones
quirúrgicas que eliminan de raíz el padecimiento mediante la desconexión
de ciertas terminales nerviosas. Hay que entender también que la aplicación
excesiva o prolongada de analgésicos fuertes puede acelerar la muerte. Eso
podría entenderse como una forma ambigua de eutanasia. Sin embargo, la
ética católica admite el uso de calmantes en forma prolongada aunque ello
signifique una disminución del tiempo de vida, siempre y cuando lo que se
busque no sea eliminar la persona sino mitigar el sufrimiento. El efecto
colateral indeseable está legitimado por la búsqueda de un fin bueno. En la
ética católica este principio se aplica, entre otros casos, a la legítima
defensa personal y la guerra justa.

Las siguientes palabras de Juan Pablo II y Benedicto XVI en referencia a la


eutanasia nos invitan a hondas reflexiones:

 “Hay muchos que creyéndose dioses piensan no tener necesidad de


más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí
solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo
injusto, decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras
de otras preferencias (énfasis)”[5].

 La vida del cuerpo en su condición terrena no es un valor absoluto


para el creyente, sino que se le puede pedir que la ofrezca por un
bien superior. ... Sin embargo, ningún hombre puede decidir
arbitrariamente entre vivir o morir” (énfasis)[6].
 La eutanasia (del latín científico euthanasia y este del griego
antiguo εὐθανασία /euthanasía/ 'muerte dulce')1 es la intervención voluntaria que
acelera la muerte de un paciente desahuciado, con su consentimiento, con la intención
de evitar sufrimiento y dolor. La eutanasia está asociada al final de la vida sin
sufrimiento.1
 En un sentido más contemporáneo y restringido, la eutanasia es aquel procedimiento
voluntario, intencionado, estudiado y consciente que realiza un médico para acelerar la
muerte de un paciente terminal de algún padecimiento incurable; a solicitud
consciente, estudiada y deliberada del enfermo o familiares, quienes, plenamente
enterados de que no existe tratamiento curativo para la dolencia; le solicitan al médico
que la realice sobre el paciente para así dar fin con el dolor y sufrimiento intolerables e
intratables.2
 Existen diferentes leyes sobre la eutanasia en cada país. El Comité selecto de Ética
médica de la Cámara de los Lores británica define la eutanasia como «una
intervención deliberada emprendida con la intención expresa de poner fin a una vida,
para aliviar el sufrimiento intratable».3 En los Países Bajos y en Bélgica, es entendida
como «la terminación de la vida por un médico a petición de un paciente».4 Sin

SERGIO ANDRES MOSOS OLAYA 11-02 J.M

I.E.M NORMAL SUPERIOR

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