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Viaje al emoliente

Entre la carretilla y el bar miraflorino, el emoliente es el mejor refugio para estos días
invernales. Hay 300 mil emolienteros en el país. Walter Villegas, uno de los mejores, nos
enseña los secretos de este brebaje centenario.Crónica
A las 4 de la mañana, la humilde cocina de Walter Villegas (53) es uno de los rincones
más cálidos de Pueblo Libre. Afuera hay 14 grados, las calles están mojadas, pero aquí
junto a los fogones uno se siente muy bien. La sobrina de Walter está friendo
hamburguesitas y milanesas. Hay una enorme olla con quinua que hierve aderezada con
canela y trozos de plátano, piña y membrillo. Un olor de frescura lo envuelve todo.
Manzanilla, toronjil, anís y menta. En un rato llegará el pan recién horneado. Apetece
pasarse el tiempo aquí adentro, charlando, y olvidarse del frío de la madrugada.
Pero habrá que salir en un tiempo más, cuando Walter termine de preparar sus bebidas y
sánguches, aliste su carreta y salga a ubicarse en la esquina de la avenida Brasil con
General Borgoño, a hacer felices a los madrugadores.
Walter es el presidente de la Asociación de Emolienteros de Pueblo Libre y ha accedido
a dejarnos entrar a su cocina para conocer cómo se elabora este tradicional brebaje.
En estos días de frío, lluvia y neblina, el emoliente es uno de los mejores remedios para
devolvernos el calor y la energía a las entrañas. Es verdad, también están el café, el té o
el pisco, pero ninguno tiene esa personalidad que le da el hecho de ser producto de la
sabiduría popular, que perfeccionó la receta durante siglos.
Además, como las anticucheras o los lustrabotas, los emolienteros pertenecen a esa clase
de oficios tan antiguos que, en conjunto, le otorgan el carácter tradicional a una ciudad
como Lima. Eso lo entendió bien el ex alcalde Alberto Andrade, quien, cuando prohibió
el comercio ambulatorio, les permitió a ellos seguir en las calles. Uniformados, ordenados
y limpios.
Receta del elixir
Walter saca el balde en el que anoche dejó remojando kilo y medio de cebada tostada.
Vamos a conocer su receta, esa que le ha ganado prestigio en el mundillo gastronómico
local y que hizo que fuera el único emolientero de la primera edición de Mistura, en el
2008.
La cebada y las otras siete hierbas también son beneficiosas para la salud; son diuréticas,
digestivas, tranquilizantes, desintoxicantes.
El origen del emoliente es desconocido pero en el Perú su consumo se remonta a la
Colonia. El médico Hermilio Valdizán (1885-1929) cuenta que "fue muy empleado por
los prácticos de la época colonial [...], tanto que llegó a constituir una verdadera industria
en Lima, donde había pequeños establecimientos exclusivamente dedicados al expendio
del emoliente y por donde ambulaban unos súbditos chinos" que lo vendían.
En su Diccionario de Gastronomía Peruana Tradicional (2009), Sergio Zapata Acha
registra el testimonio del viajero francés Pradier-Foderé, que observó a fines del siglo
XIX en Lima "...tisanas de cebada y de guimauve, preparadas con goma arábiga y granos
de lino. Perfumadas con piña u otras frutas, estas bebidas se toman heladas, en
establecimientos especiales".
Un día de marzo del 2008, un automóvil se estacionó al lado de su puesto. Bajó una mujer.
Era representante de Apega, una asociación de cocineros y gastrónomos. ¿No le gustaría
formar parte de una feria de comida organizada por Gastón Acurio?
Participó en las tres primeras ediciones. El 2010 rompió su récord: vendió dos mil vasos
de emoliente diarios. Ahora piensa en regresar pronto.
Entre las 6 y las 8 de la mañana hay tiempo para ver a clientes de todo tipo frente a la
carreta de Walter. Están los obreros que trabajan en la construcción. Están los agentes del
Serenazgo, Están los estudiantes de Cepea Y están los jóvenes de la tercera edad que van
a las terapias de un centro de rehabilitación cercano.
La sofisticación
La Emolientería, el bar que abrió Miguel Aquije (31) el 2009 en Miraflores.
Ese año, en un curso de investigación de mercados en la universidad, Miguel descubrió
que, aunque el emoliente era una bebida muy apreciada por los peruanos, casi no había
local que la vendiera, meses después abrió su primer local, Decidió aprovechar que su
familia elabora pisco artesanal para vender emoliente 'piteado' con pisco y todo tipo de
tragos en los que el pisco y el emoliente fueran los ingredientes especiales.
La nota sentimental de su historia es que, cuando emprendió el negocio, trató de
reencontrarse con el sabor de los emolientes que bebía de chico "Eran muy ricos y
frescos".
Fuente: La Republica
EL EMOLIENTE
Como parte de una leyenda urbana, los emolienteros son la versión moderna de las
tisaneras recordadas en las acuarelas de Pancho Fierro o en los versos acompasados de
Alicia Maguiña en Viva el Perú y sereno.

En sendos armatostes de madera, se ubican en las esquinas concurridas de alguna calle


limeña o en cualquier noche solitaria de estos otoñales meses, en los que ya asoman esos
vientos fríos, a los que nuestra cálida ciudad no está aún acostumbrada.
Una mezcla de cebada, linaza y gotitas de limón, son la base principal de un vaso casi
hirviente y muy humeante de este brebaje al que por lo menos en mas de una ocasión
hemos acudido por recomendación o por antojo.
Son muchos los beneficios que se le atribuyen a la mezcla en mención, básicamente
quienes padecen de males estomacales y renales buscan alivio a través de su consumo.
Sin embargo, lo cierto es que su buen sabor también contribuye a hacer de este “remedio”,
uno de los más buscados por los dolientes consumidores.

Esta tradicional bebida peruana y su peculiar consumo de forma ambulatoria, pese a tener
antecedentes de fines de la colonia, no registra una información exacta sobre su aparición
en las calles limeñas y del interior del país. En la actualidad, mucho han tenido que ver
los gobiernos municipales en la estandarización de estos puestos y en su ubicación
popular.
A ello debemos sumar, la forma folclórica en la que el emolientero traduce en ceremonia,
la preparación y el servicio de su producto
Fuente: Centro De Investigación De Los Andes
Los pregoneros de la Ciudad de los Reyes

La Colonia en nuestro país estuvo marcada por la presencia de los pregoneros, quienes
anunciaban sus productos con cantos melódicos, versos o frases.
Hoy los conocemos gracias al acuarelista Pancho Fierro y al escritor Ricardo Palma, que
los retrataron y describieron en sus obras. Los más conocidos fueron:

La lechera
Ya no se consultaba el reloj pues el pregón de la lechera indicaba que ya eran las 6:00
de la mañana: “Leche purita... leche sabrosa de la barrosa de la vaquita. ¡Leche bien
especita, rica y purita!”.
La tisanera
A las 7:00 de la mañana, la tisanera, que vendía infusiones de hierbas, empezaba su
cántico: “La tisanera se va...Tizana con nieve”.
El bizcochero
Los bizcocheros, que salían a las 8:00 de la mañana, ofrecían sus panes así: “¡Llegó el
pan de dulce, cosa buena!
El sanguito de ñaju
A las 9:00 en punto se escuchaba: “Llegó el sanguito casera, aquí tiene el rico y
calientito sanguito”.
La tamalera
Todos los días a las 10:00 de la mañana aparecían los tamaleros gritando: “¡Tamales!
¡Tamales! ¡Ya se van los tamalitos calientitos!”.
La picaronera
A las 2:00 de la tarde, se escuchaba a los lejos el cántico de la picaronera: “Aquí están
los pícaros calientitos. ¡Picarones redondos y tostaditos y en su miel bien bañaditos!”.
La turronera
A las 3:00 de la tarde se escuchaba por las calles de Lima “Turrones! ¡Turrones! ¡Los
más sabrosos turrones!”.
El sereno
El sereno del barrio salía a las 10:00 de la noche en punto anunciando: “Ave María
purísima las 10:00 han dado. ¡Viva el Perú y sereno!”.

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