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I

Corazón de un Rey
Muere con todo lo que llevas en el corazón,
nadie debe saberlo.
Sólo canta esa bella y triste canción.
Es un secreto.

Es el sexto del primero en una docena


y una unidad.
No importó si estaba mal, si era condena.
Debía callar.

Ojos que te espían desde el otro lado


de un cristal.
Un corazón demasiado apenado
para llorar.

Calmado en el devastador silencio,


aguarda el momento.
Sangrando por miedo al gran desprecio.
Odio a sí mismo.

Excediendo el cuerpo con lo que no soporta,


matando a la muerte.
Dándole vida a la vida que yace muerta
por su culpa.

Cantando un himno de sosiego eterno.


La vida de un árbol,
y el vivir bajo la sombra de ese manzano.
El gran desacuerdo.

El aullido de la sangre al tocar el cielo.


Cantar con miedo.
Soñando con nadar bajo el mar y sobre el suelo
al mismo tiempo.

El rey de un reino que no existe


canta en su trono
la canción que nadie escucha. Escondite
de muchos ladrones.

Tumba de quienes buscan la verdad y el bien,


final de todos.
Regocijo de los perversos y ciegos en
vida y muerte.

Un corazón que se regenera en la soledad


canta para vivir.
No puede cantar pues no tiene voz de verdad,
y no vive en vida.
II
El reino de un Rey
Su trono sobre las cenizas de su gente,
su corona en su espalda.
Su castillo sólo existe en la mente,
su vida pierde sentido.

La daga atravesada en el camino,


y el niño perdido.
“¿Por qué nadie camina con migo?”
Nadie lo sabe, niño.

La espada salió de entre los muertos.


Son sólo recuerdos.
Todos los cuerpos de sangre cubiertos,
se levantan y avanzan.

El gran hombre aterrado se detuvo,


calló inconsciente.
El niño su cabeza como pudo sostuvo.
“¿Estoy bien?” El niño dijo.
Él no calló, ¿por qué lo pregunta?
“¿Estoy bien?” El niño dijo.
Está bien, al menos, en ese tiempo.
En el futuro no.

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