QUAD. PREH. ARQ. CAST, 18, 1997
Los lugares de culto en el mundo ibérico:
espacio religioso y sociedad
Adolfo J. Dominguez Monedero*
Resumen
El presente trabajo aborda una propuesta de clasificacién de los lugares de culto conocidos en el mundo ibérico,
basada fundamentaimente en la ubicacién fisica de los mismos (dentro o fuera de los poblados). Ello permite establecer
seis grupos principales: lugares de culto urbanos: templos o santuarios cfvicos; capillas domésticas; santuarios empéri-
cos. Lugares de cuito extraurbanos: santuarias suburbanos o perlurbanos; santuarios de cardcter supraterritorial; santua~
rios rurales, Una vez argumentada esa clasificacién, incido en el significado de esa multipicidad de lugares de culto den-
tro de las estructuras sociales y politcas ibéricas, de base netamente urbana.
Abstract
‘This article presents a proposal forthe clasification of the cult-places so far known in the Iberic word. It rests mainly
‘on their actual placing (within or outside the town). Thus can be proposed six main groups: urban cult-places: civic tem-
ples or sanctuaries; domestic shrines; emporic sanctuaries. Exira-urban cult-places: suburban or per-urban sanctuaries;
Sanctuaries of a supra-territorial kind: rural sanctuaries. Once proposes that clasitication, | study the meaning of this mul
tiplicity of cult-places in the context of the political and social structures of the Iberian worid, which has a mainly urban
base.
INTRODUCCION
En los dltimos afios han profiferado los estu-
dios centrados en los santuarios ibéricos, pero no
s6lo desde un punto de vista estrictamente descrip-
tivo de sus restos materiales sino también desde el
de su integracién en el tejido social y politico de las
sociedades indigenas. Naturalmente, y dadas las
escasas informaciones que los autores antiguos
proporcionan sobre los aspectos religiosos del
mundo ibérico, la arqueologia de los santuarios y de
todos los aspectos materiales vinculados con ellos
se ha convertido en la principal fuente de informa-
cién para profundizar en el conacimiento de las
practicas religiosas ibéricas.
Mucha menos informacién fiable, salvo que
nos arriesquemos bien a vagas generalizaciones
sobre el caracter de los dioses de los iberos, bien
a peligrosas extrapolaciones que no conducen @
ningén tipo de informacién valida (Ramos, 1991-
1992, 95), podemos extraer acerca de la natura-
leza de las divinidades que recibian culto en esos,
centros religiosos. Es por ello por lo que en el pre-
sente articulo centraré mi atencién en primer
lugar en el aspecto material de los lugares de
culto para, a continuacién, aplicar esas informa-
ciones al conocimiento de aspectos religiosos y
sociales.
En un reciente trabajo, y a partir de la docu-
mentacién en ese momento existente, ala que
habria que afiadir alguna otra aportaci6n posterior,
elaboré lo que pretendia ser una primera aproxima-
cién tipolégica a los lugares de culto ibéricos a par-
tir, fundamentaimente, de su relacién con los
= Departamento de Historia Antigua. Universidad Auténoma de Madrid. Ciudad Universitaria de Cantoblanco, E-28049
Madrid.
391ADOLFO J. DOMINGUEZ MONEDERO.
centros habitados (Dominguez, 1995, con buena
parte de la bibliografia anterior). Mi esquema, evi-
dentemente deudor de los estudios realizados
sobre la ubicacién de los lugares de culto en otras
culturas mediterréneas, partia de una primera divi-
sién entre aquéllos que se hallaban integrados en
los nticleos habitados y aquéllos que, segin toda
apariencia, se hallaban fuera de los mismos. De
ahi el calificativo de “urbanos” y “extraurbanos’
respectivamente; no se prejuzgaba, con esa termi-
nologia la mayor 0 menor organizaci6n “urbana” de
los centros en los que se ubicaban los lugares de
culto, sino que se pretendia dar cuenta tnicamente
de su relacién con tales nucleos de habitacién
Dentro de cada uno de estos dos grandes grupos
proponfa, a su vez, una la existencia de diversos
tipos de lugares cultuales en donde era ya necesa-
rio tomar una cierta postura a la hora de su datini-
cidn. En mi opinién, pues, cabria hablar de los,
siguientes tipos de centros religiosos en el mundo
idérico (Dominguez, 1995, 35):
Lugares de culto urbanos:
~ Templos 0 santuarios civicos.
- Capillas domésticas.
- Santuarios empéricos.
Lugares de culto extraurbanos:
- Santuarios suburbanos 0 periurbanos.
Santuarios de carécter supraterritorial
~ Santuatios rurales.
A tenor de esa primera clasificacion he tra-
tado de integrar, dentro de alguna de esas catego-
rias, los lugares de culto conocidos (seguros,
presuntos y probables en cada caso). Ful, y Soy,
consciente de las ventajas e inconvenientes de
una clasificacién limitada a tan sélo seis variables.
Entre los inconvenientes, el principal es, sin duda,
tener que englobar bajo una misma ruibrica fend-
menos en muchas ocasiones dispares (0, al
menos, dispares para muchos de los estudiosos
que previamente se habian ocupado del tema) con
lo que ello implica de generalizacién. Entre las ven-
tajas de esa aproximacién la mayor es que, una
vez que se ha podido integrar, razonablemente,
cada uno de los centros cultuales en un epigrate,
se observa cémo el nlimero de posibilidades es,
en efecto, no sélo reducido sino, ante todo, equipa-
rable a lo que sabemos de otras culturas medite-
rraneas paralelas, como puede ser la helénica ola
etrusca.
Las diferencias cronolégicas entre las mani-
festaciones analizadas son otro factor que, meto-
392
dolégicamente, conviene ser tenido en cuenta.
Toda sociedad humana esta sometida, en su
desarrollo, a procesos de cambio y, en el mundo
ibérico (al menos en alguna de sus regiones), los
mismos empiezan a ser conocidos razonable-
mente bien, siquiera en sus tendencias generales
sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo V
aC en adelante. Esos procesos de cambio provo-
‘can y son provocados por diversos factores: trans-
formaciones econémicas, transformaciones
ideolégicas, aparicién de estrategias diversas de
acceso a los bienes de consumo y al control de las
materias primas, insercién de Iberia en las gran-
des corrientes politico-econémico-militares del
momento (por ejemplo, el fenémeno del mercena-
riado), etc. Las necrépolis ibéricas, especialmente
las mas excavadas (Baza, Cigarralejo, Cabecico
del Tesoro...), han dejado testimonio de que esos
procesos han existido y han provocado también
interesantes transformaciones en la légica que
domina la composicion y seleccién de los ajuares,
funerarios (Quesada, 1894). Ni qué decir tiene,
esos procesos de cambio han dejado, necesaria-
mente, su huella en la manifestacién del fenémeno
religioso que, en aquellos casos en los que pueda
establecerse una cronologia ajustada, debe ser
tenida en cuenta, Naturalmente, es dificil admitir
Una inmutabilidad en el comportamiento religioso
(por mas que se tienda a considerar estas mani-
festaciones como intrinsecamente conservadoras)
a lo largo de varios cientos de afios, maxime
cuando en otros aspectos de la cultura si se obser-
van tales cambios.
Igualmente relevante es el aspecto geogré-
fico, El mundo que conocemos como “ibérico” se
extiende por una serie de territorios que distan
mucho de ser homogéneos desde varios puntos
de vista. Aparte de la propia controversia sobre el
sentido a dar al término de “Iberia” y a sus habitan-
tes los “iberos", tema sobre el que por el momento
no deseo volver (Dominguez, 1983) parece, a
tenor de recientes interpretaciones, que ni tan
luiera un factor tan aparentemente caracteriza-
dor de una cultura como puede ser la lengua es
algo que compartan, mas alld de su uso instru-
mental, todas las poblaciones “ibéricas” (Hoz,
1993). Por ello, dentro de este mosaico de poble-
nes, genéricamente consideradas “ibéricas”
existen, sin duda, formas y modos distintos de
aproximarse al fenémeno religioso, por no mencio-
nar ni tan siquiera las casi indudables diferencias
que tienen que existir dentro del propio fenémeno
religioso entre ambitos culturales en ocasiones
totalmente incomunicados entre si.LOS LUGARES DE CULTO EN EL MUNDO IBERICO: ESPACIO RELIGIOSO Y SOCIEDAD _
‘Sin embargo, y a pesar de tener presentes
estos elementos, y como de lo que se trata es de
elaborar una especie de tipologla de los lugares de
culto ibéricos, la incidencia de los factores cronol6-
gico y geogréfico no puede convertirse en una
causa que impida el andlisis de conjunto, el Unico
posible si queremos llegar a percibir en su compleji-
dad la ritualidad de la religién ibérica.
LOS LUGARES DE CULTO URBANOS
Pero volvamos ahora al detalle de la clasifi-
cacién propuesta paginas atrés. Empezando por
los lugares de culto urbano, podrian distinguirse
en un primer lugar los tempos o santuarios civi-
cos. Yo incluirfa en este grupo a aquellos lugares
de culto, ubicados en el interior de centros urba-
nos, que bien por sus caracteristicas arquitectoni-
cas 0 por el ntimero 0 calidad de sus hallazgos
insindan un uso comunal; es cierto, como sugiere
Renfrew, que los rituales comunales no tienen por
qué ser piblicos y pueden ser, incluso, secretos si
bien parece preferible pensar también con dicho
autor que "...communal religious rituals are
carried out, either by groups of people, or by
designated individuals acting on the communal
behalf, and often doing so in a communally recog-
nised sacred area.” (Renfrew, 1985, 21). Simple-
mente, y para realzar el caracter urbano del
munds ibérico, prefiero el matiz ulterior que
implica el término “civico" puesto que tales ritua-
les comunales acaso se realicen en beneficio de
una comunidad ciudadana. Del mismo modo, yo
no incidiria tanto en la cuestién terminologica a la
hora de referimnos a estos lugares de culto, ya que
si bien el concepto de “templo" puede ser apro-
piado en algunos casos (Vila, 1994; Moneo,
1995), acaso e| mas genérico de ‘santuario” tam-
poco les sea ajeno por completo, incluso dentro
de un ambiente urbano.
El siguiente tipo, dentro de los lugares de
culto urbano, estarfa representado por lo que podri-
amos llamar “capillas domésticas". Se trataria de
estancias no muy diferentes de las demas conoci-
das en el respectivo poblado en el que se encuen-
tran pero que han revelado algin objeto o conjunto
de objetos (pebeteros o “quemaperfumes”, vasos
rituales como, por ejemplo, kérna) 0 restos de algiin
ritual (sacrificios de animales, enterramientos infan-
tiles) que permiten sugerir la celebracién en ellos de
align tipo de ritual, ya sea habitual o esporadico,
debido al cardcter sacral que el lugar tiene, al
menos para aquéllos que van a vivir en su proximi-
dad inmediata. Por su propio cardcter, no parece
que el desarrollo de tales ceremonias haya incum-
bido al conjunto de la comunidad, quedando reduci-
das a un nivel estrictamente privado 0, como
mucho, familiar.
Un rasgo bastante comiin a ambos tipos de
santuarios, civicos y domésticos es que, salvo
excepciones (Uliastret, La Alcudia de Elche, sobre
todo), se trata de estructuras que no suelen desta-
car demasiado del resto de las conocidas en el
habitat en el que se integran, si bien suele haber
algin rasgo, especialmente en el caso de los san-
tuarios civicos, como su tamafo, su decoracion, 0
los materiales que en ellos aparecen que marcan,
precisamente, su cardcter de “singulares”, por
mas que este dltimo concepto no deja de ser
impreciso y poco descriptivo (Vila, 1994, 127). En
el caso de las “capillas domésticas", como he
mencionado, los elementos perceptibles arqueol6-
gicamente y que marcan su singularidad son
mucho menos vistosos.
En cuanto a las excepciones a este modelo,
representadas fundamentalmente por los ejemplos
de La Alcudia y de Ullastret (el caso de la Ileta dels,
Banyets de Campello merece un tratamiento dife-
renciado), ambos responden a unas concepciones
de la ubicacién del lugar sagrado que, acaso, pro-
cedan de influencias foraneas, posiblemente helé-
nicas en el caso de Ullastret y quiza semiticas en el
de La Alcudia, como han sugerido algunos autores
(Moneo, 1995, 249), aun cuando en este ultimo
caso quizé tampoco sea necesario postular este
origen semitico, puesto que las plantas publicadas
para cada una de las dos fases detectadas
(Ramos, 1991, 92; 1995) no indican, necesaria-
mente, un origen oriental, sino que pueden expli-
carse a partir de modelos indigenas. En efecto,
mientras que en el caso de Ullastret parace claro
un desarrollo local de formas griegas, habida
cuenta la proximidad de! Puig de Sant Andreu a
Emporion, menos seguros estamos en cuanto al
ejemplo de La Alcudia, ya que no queda nada clara
la relacién del entorno sacro con ol tejido urbano
de la ciudad (al menos, a partir de lo publicado),
mas alld de la relacién con una calle, excavada en
los afios cuarenta (Ramos, 1991, 36), en la que
aparecié, formando parte del empedrado de la
misma, un amplio conjunto de esculturas ibéricas,
que Ramos sugiere que procedfan de dicha estruc-
tura sagrada (Ramos, 1991-1992, 92),En cualquier
caso, lo poco que podemos saber del entorno de la
estructura de La Alcudia (Ramos, 1995) sugeriria,
més bien, una integracién en el telido urbano de la
ciudad.
303ADOLFO J, DOMINGUEZ MONEDERO
Naturalmente, esta fuerte integracién de los
lugares de culto de ambiente urbano dentro del tra-
zado general del poblado, resultando en ocasiones
indetectable a priori, puede ser un dato valioso a la
hora de entender la plasmacién fisica de las con-
cepciones religiosas de los iberos.
En todo caso, un problema se plantea en oca-
siones a la hora de establecer las diferencias entre
os santuarios civicos y las capillas domésticas, ya
que si bien en algunos casos parecen més claras,
en otros no lo son tanto y pueden depender, mas
bien, de la postura que el espectador actual asuma
de cara a tales estructuras. Por si fuera poco,
mucho mas arrlesgado me parece considerar a
algunas de estas estructuras “santuarios dindsti-
08” (Moneo, 1995, 247; Almagro, 1996, 94-95),
maxime cuando no queda demasiado claro ese
‘componente dindstico en las ciudades iberas, frente
ala situacién acaso existente en la fase previa. Y,
por ende, aun cuando pudiera admitirse esta vincu-
laci6n, no tenemos por qué dudar de la trascenden-
cia civica de los cultos desarrollados en tales
santuatios, lo que lleva a la cuestién de la proyec-
cién de dichos cultos fuera del culto restrictivo de la
familia. Es decir, gcundo, a partir de la documenta-
cién arqueolégica, podemos asegurar que nos
hallamos ante un culto de indole familiar y, en cierto
modo, privado y cuando ese culto, si bien mante-
niendo las formas de un culto familiar (quizé mas,
gentilicio que dindstico), se ha convertido en una
manifestaci6n asumible por el conjunto de la comu-
nidad civica, es decir, en un culto de caracter
puiblico?
Naturalmente, es diffcil dar respuestas prec
sas, habida cuenta el estado de nuestros conoci-
mientos sobre las estructuras urbanas del mundo
ibérico. Sin embargo, algunos casos mejor conoci-
dos, como pudiera ser el de! poblado del Molf
d'Espigol (Tornabous, Lérida), donde se han
podido detectar, al menos cinco fases de ocupa-
cidn, y donde se ha identificado uno (0 dos) “edit
cios singulares” sugieren un proceso de paulatina
sacralizacién de unos espacios, ya destacables
del resto de las estancias del poblado, pero que
quiz no siempre hayan gozado de ese cardcter
sacro. En el caso de Tornabous, el conjunto de
estancias que se abren en la confluencia de las
calles 5 y 3 recibe una entrada monumental a esta
Ultima en la fase III b (siglo IV aC), constituida por
dos fustes de columna cilindricos, tal vez reapro-
vechados del edificio de la fase anterior al que se
superpone (Cura, Principal, 1993; Cura, 1992-
1993). No parece haber indicios de que tal edificio
tenga especiales connotaciones sacrales, aun
304
cuando tampoco podemos descartarlo por com:
pleto. Sin embargo, serd en la fase siguiente, Ill a
(en torno al 300 aC) cuando empiece a compli-
carse la estructura de este conjunto de habitacio-
nes y cuando aparezcan dos enterramientos
infantiles debajo del piso de una de las estancias
(la ndmero 65), en la que, ademas, se hallaron
restos de estucos pintados que decoraron las
paredes, lo que la convierte en un caso Unica den
tro de todo el poblado (Cura, 1989, 177-179). En
las fases siguientes el panorama de esas cons-
trucciones alcanza su madurez, amplidndose su
superficie y surgiendo frente a él, al otro lado de la
calle 3 otro conjunto de estancias igualmente de
cardcter singular (Cura, 1992-1993; Cura, Princi
pal, 1993).
En sintesis, la interpretacién que se podria
proponer es la de la existencia de una estructura de
prestigio, quiz4 mas vinculada a algtin personaje
con poder y relevancia dentro del poblado, y ya
existente durante el siglo V, que se remodela deste
inicios del siglo IV manteniendo el mismo carécter y
que a partir de la primera mitad del siglo lil
adquiere, ademas, un caracter sacral y cultual, mar-
cado por la construccién de la estancia estucada, y
en la que se han producido dos enterramientos de
sendos individuos en torno al momento perinatal
(Dominguez, 1995, 59-60). Naturalmente, no pode-
mos valorar la eventual trascendencia comunitaria 0
civica que ese presunto lugar de culto ha tenido
para el resto de la comunidad pero no puede dejar
de observarse la singularidad del espacio y su pres-
tancia, superior a la habitual, previas en todo caso
al momento en el que tenemos indicios incontrover-
tibles de la existencia de un acto ritual concreto,
centrado en el acto del enterramiento de dos bebés
en una estancia posiblemente construida al efecto,
Lamentablemente, en pocos poblados exca-
vados disponemos de un conocimiento diacrénico
como el que Tornabous nos brinda, 1o que impide
que podamos valorar adecuadamente cuando y
cémo surgen las posibles manifestaciones religio
sas conocidas.
En otro orden de cosas, con frecuencia se ha
utilizado una aproximacién arquitecténico-cultural
para intentar penetrar en el sentido de estas cons-
trucciones. Asi, se ha hablado de templos de or
gen clésico, 0 de origen semita contraponiéndolos
a templos dindsticos (Moneo, 1995, 253), 0 de
templos de planta in antis, de planta cuadrangular
y de esquema semita (Gracia, Munilla, Garcia,
1994, 94), aun cuando sélo un pequerio grupo de
ejemplos conocidos pueden integrarse, y no siem-
pre sin dificultad, en ese esquema. Lo cierto es,LOS LUGARES DE CULTO EN EL MUNDO IBERICO: ESPACIO RELIGIOSO Y SOCIEDAD
que, salvo casos aislados, es dificil establecer un
esquema general al que se adecuen los cada vez
més numerosos edificios conocidos. Seguramente
ello se debe al hecho de que la conformacién de
una religiosidad de cardcter civico es el resultado
del proceso politico, social y econémico que expe-
rimenta el mundo del ibérico pleno y que deter-
mina la conversién de determinados espacios en
lugares de culto comunitario, bajo la tutela efectiva
de aquellos miembros de la comunidad seleccio-
nados para dirigirla. Y seran los espacios domésti-
0s poseidos por estos individuos los que acaben
promocionandose a lugares de culto (templos
santuatios) civicos.
Quiza un argumento mas a favor de esta
sugerencia venga dado por ia ausencia de una
norma comin a la hora de ubicar el lugar de culto.
Asi, los hay en posicién preeminente dentro del
poblado (en la parte mas alta), pero no son la
mayoria; otros estén integrados, como apuntéba-
mos antes, dentro de la trama urbana y aun
cuando algun autor sugiere la existencia de
barrios 0 areas especificas destinada a espacios
cultuales (Gracia, Munilla, Garcia, 1994, 92) el
caso mencionado de Tornabous podria sugerir,
precisamente, que es la conversi6n de un érea de
vivienda en érea cultual la que hace que en torno a
ella surja toda una serie de estructuras anejas de
caracter tanto cultual como de representacién y,
tal vez, econdmico.
Por lo tanto, en este contexto la adopoién de
un tipo u otto de estructura arquitecténica en la que
albergar el lugar de culto acaso haya que interpre-
tarla simplemente como consecuencia de las prefe-
rencias de la “autoridad” o del grupo encargado de
la gestion del culto en cuestién. No hay un modelo
nico de templo urbano ibérico, ni en cuanto a su
aspecto, ni en cuanto a sus estructuras cultuales, ni
en cuanto a su ubicacién dentro del recinto urbano.
Ello es consecuencia, en mi opinién, de la atomiza-
cién del mundo ibérico, que accede a la iberizacién
en momentos distintos y bajo condicionamientos
impulsos distintos. En cada caso, y de entre las
opciones posibles, se hace uso de aquélla que en la
zona geogratica en cuestién goza de un mayor
aprecio o prestigio. Pero ni tan siquiera cuando el
prototipo arquitecténico pudiera apuntar claramente
(lo que es excepcional) al mbito griego o al Ambito
fenicio-puinico estamos autorizados a afirmar que
con dicho prototipo se ha asimilado una concepcién
religiosa del mismo origen y ni tan siquiera una
practica ritual determinada. Que las concepciones
Teligiosas de los distintos pueblos ibéricos se han
mantenido en buena medida ajenas a las eventua-
les influencias culturales recibidas lo muestra la
pervivencia de practicas rituales propias como, por
ejemplo, la costumbre, relativamente habitual, de
los enterramientos infantiles bajo él piso de las
viviendas, uso cuyo origen no puede buscarse ni en
‘el mundo fenicio ni en el griego y que en algunos
casos, coma los de La Escutilla y Los Gabafilles
(Zucaina, Castellon), contienen agrupaciones con
siderables de estos enterramientos (Gusi, 1989;
1993).
Un estudio, hasta donde yo sé, aiin por reall-
zar, consistiria en analizar las manifestaciones cul-
tuales ibéricas. tanto urbanas como extraurbanas,
teniendo en cuenta los diferentes pueblos que com-
ponen el conglomerado ibérico: contestanos, edeta-
nos, ilercavones, etc. Tal vez asi se pudieran ir
definiendo rasgos generales de comportamiento a
lahora de establecer los lugares de oulto dentro del
espacio constituido por el poblado y el territorio cir
cundante.
De cualquier modo, un presupuesto inicial
para tal estudio vendria dado por una definicion
precisa, en cada émbito, de los modelos urbanist-
cos aplicados ala hora de disefiar los diferentes
poblados, puesto que, como se ha visto, los luga-
res de culto se insertan plenamente dentro de la
trama urbana. Sin embargo, ni en las areas ede-
tana y contestana, de las mejor conocidas desde el
punto de vista del desarrollo urbano de sus pobla-
dos (Guérin, Bonet, Mata, 1989; Bonet, Guérin,
1989; Bonet, Guérin, Mata, 1994), pueden estable-
cerse pautas de validez general acerca del caréc-
ter de los lugares de culto detectados en ellos. Del
mismo modo, tampoco puede observarse un com-
portamiento preciso a la hora de ubicar el lugar de
culto dentro de! poblado, dando la impresién de
que la eleccién de! mismo, en cada caso, se debe a
criterios arbitrarios, que eluden, al menos por el
momento, cualquier intento de sistematizacién
Asi, por ejemplo, en el poblado de La Quéjola (San
Pedro, Albacete), con una sola fase de ocupacién,
el lugar de culto no rompe el esquema general de
esa parte de la trama urbana, aun cuando esté
dotado de elementos arquitecténicos y decorativos
que resalten su singularidad (Blnquez, 1993;
Bldnquez, Olmos, 1993; Blénquez, 1995). Por otro
lado, propuestas de una agrupacién urbana de tipo
gentilicio clientelar como las avanzadas para
Puente Tablas, con la existencia de un “edificio sin-
gular’, claramente distinguible al oaste del poblado
(Ruiz, 1994, 150-151) necesitan multiplicarse en
otros yacimientos para poder considerarias como
un modelo de asentamiento, al menos para el
mundo ibérico de la alta Andalucia.
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