Eso es todo, y verás transformarse lo negro en blanco, lo
triste en alegre, el mal en bien. Pruébalo. En la mayoría de los “milagros” que hacía Jesús le decía al paciente: “tu fe te ha salvado” y lo demostraba, desde sanar una llaga, movilizar a un paralítico, dar la vista a un ciego, y por último, resucitar muertos. No ya órganos destruidos o males diz que “incurables”, sino muertos, muertos, muertos, ya en la tumba malolientes, como Lázaro. Manifestando así que para la fe no existe lo “imposible”. Los discípulos le preguntaban a Jesús lo mismo que preguntan ustedes a veces: “¿Por qué no se me dio tal y cual cosa cuando yo hice todo lo que tú me dijiste que hiciera?”. Y él les respondía: “Por vuestra poca fe”. Nunca dijo que porque él era el Hijo de Dios y los demás no; sino lo contrario. Dijo: “SOIS DIOSES”, Y DE CIERTO OS DIGO QUE SI TUVIÉREIS FE COMO UN GRANO DE MOSTAZA DIRÉIS A ESE MONTE, PÁSATE DE AQUÍ ALLÁ Y SE PASARÁ. Y NADA OS SERÁ IMPOSIBLE”. Tampoco regañaba a nadie por no tener fe, porque él sabía que la fe viene con el conocimiento. Les explicó por qué no podían hacer los milagros que él hacía; y les dijo: “TODAS ESTAS COSAS QUE YO HAGO, LAS HARÉIS VOSOTROS TAMBIÉN, Y COSAS MAYORES AÚN”. No sé qué otra interpretación se le puede dar a algo tan categórico y tan claro. Jesús enseñaba metafísica. La prueba es que todo el que estudia metafísica hace “milagros” como Jesús. Ahora dirán ustedes que muchas veces se manifiestan milagros a personas que no conocen un ápice de metafísica. ¡Claro está! No se necesita sino tener fe. Esa fe que llaman “ciega” y que sin embargo produce resultados, es simplemente que el paciente sitúa su pensamiento en Dios o en alguna entidad, en un santo, o en el Cristo, o en el plano espiritual; y al mismo tiempo siente la confianza que ha puesto en él. Confía, su ansiedad se relaja. Calla y espera. Te he visto y te he escuchado innumerables veces protestar “¡pero si yo estaba seguro, segurísimo de que esto me iba a resultar, y nada!” ¿Seguro? Segurísimo. ¿Con los músculos tensos? ¿Contándole a todo el que se te acerque el mal que estás segurísimo de curar? La diferencia es sutil pero creo que me habrás comprendido. Cada vez que Jesús sanaba a alguno le decía: “Vete y no se lo digas a nadie”. Esto no era por modestia, sino porque formaba parte de la técnica. El pollito no revienta su cáscara hasta que está completo, con plumas y todo. Tú no sacas una gelatina de su molde hasta que está firme. “Cómo es abajo es arriba”. Toda creación atraviesa siete etapas antes de manifestarse en lo exterior. Estas etapas son a veces recorridas en un centésimo de segundo, dependiendo del poder espiritual del que las ejecuta. Si su comprensión y sus conocimientos son grandes como en Jesús, la manifestación es instantánea y significa que las siete etapas se sucedieron con velocidad atómica; pero si es un principiante en la ciencia espiritual, las etapas toman, a veces, hasta años en cumplirse. Las palabras son pensamientos hablados. Son vibración de sonido, por la vía de ellas se dispersa la energía, y en este caso, se le resta impulso a la manifestación. Los estudiantes o principiantes deben frenar el deseo de comentar los “tratamientos” que estén haciendo; los que piensen hacer y los que acaban de hacer; hasta que la demostración esté muy segura, muy firme. En el hebreo antiguo, se le decía “El Sabát” a la última etapa creadora (cuando surge una demostración y se sabe que el trabajo ha terminado). Esa palabra dio origen a nuestro “Sábado”. En la Biblia, desde Génesis hasta San Juan, dice que en el Sabát cesa todo trabajo. La creación está descrita como habiendo ocurrido en siete días (o sea las siete etapas que he mencionado más arriba) y que en el “Sabát” Dios descansó de su obra, o sea en el séptimo día. La psicoterapia está descubriendo lo que la metafísica conoce desde siempre: la relación que hay entre las ideas de los humanos y sus males físicos. Aún la medicina general tan reacia a reconocer lo mental-espiritual, ha llegado a ver en las preocupaciones, la causa de la úlcera y los infartos. No tardará mucho en descubrir que los resentimientos y el remordimiento son cultivos que producen cáncer. Los sentimientos reprimidos por temor de pecar o de ofender, así como la conciencia de culpabilidad, causan parálisis, artritis y alergias. La materia es la esponja que absorbe todo lo que el hombre no desea que salga al exterior. Hay un tipo de sentimiento que es demasiado fuerte y violento para que ninguna materia humana lo pueda soportar, y es lo que llamamos el “negativo abstracto”. Por ejemplo: el odio desenfrenado de una raza contra otra; de una nación hacia otra, etc. A veces se desahoga por medio de una guerra y ambos lados se destrozan, se empobrecen; pero mientras tanto, hay
Inversiones o Los Clientes No Representan Sino El Canal A Través de Los Cuales Se Está Manifestando en Ese Momento La Providencia Que Nos Viene de Dios