Carrera: Pedagogía en Filosofía Fecha: 29 de junio del 2018 Introducción
En la cotidianidad somos testigos, y a veces ejecutores, de incontable
violencia. Nos percatamos desde que abrimos los ojos en la mañana, que la violencia habita entre nosotros, entre las cosas que nos rodean. En los últimos días, los medios de comunicación nos han bombardeado con crueles y brutales femicidios que no nos permite olvidar la violencia que es ejercida sobre las mujeres. Al mismo tiempo, la discriminación que se ejercer diariamente a las personas extranjeras es un tema rutinario. También, la normalización de conductas violentas y de aceptar un sistema opresor para reproducirlo, es violento.
Podemos distinguir varios tipos distintos de violencia, las cuales abarcan
desde la agresión física a una persona, como la agresión psicológica o simbólica, por lo tanto, a la hora de hablar de violencia, a modo general, ¿de qué hablamos? A continuación se realizará un análisis del concepto de violencia, en donde se responderán las preguntas sobre si la violencia es natural o cultural, el uso de la violencia, si se puede valorizar la violencia como buena o mala y si se puede detener, para concluir con una reflexión entorno a lo escrito. Conceptualización de la violencia
La contingencia nacional y la urgencia por darle un freno a la creciente
violencia que se vive día a día, da paso a la necesidad de conceptualizar el concepto de violencia, para poder escapar del círculo vicioso en el que se cae, pero primero, es fundamental lanzar directrices para guiar la discusión.
¿Qué consideramos como violencia?
Violencia son todas aquellas acciones agresivas en donde se hace daño a
otra persona involucrada o como Agustín Martínez (2016) destaca “la violencia es el uso de la fuerza para causar daño a alguien”. Esta sencilla definición permite desmenuzar puntos por dónde empezar a hilar. La violencia consta de agresiones que hacen daño, este daño bien puede ser físico o psicológico, por lo que las agresiones como los golpes y las cachetadas, por nombrar algunos, son actos de violencia al igual que los insultos y las humillaciones, por nombrar algunos. Las conductas violentas se han normalizados a tal punto que en la sociedad actual concebimos la violencia como exclusivamente agresiones físicas, tendiendo a darle más importancia por sobre la violencia psicológica que se ejerce. La normalización que se hace en torno a esta concepción de violencia, permite que se reproduzca un patrón conductual en la sociedad, invisibilizando la violencia psicológica como algo de segundo plano. Eso igual es violencia, pero una violencia simbólica. Con esto ya tenemos una primera impresión acerca de la definición formulada, sin embargo queda otro punto importante por tratar y es la relación que se establece en el acto violento, en donde encontramos al victimario y a la víctima de la acción violenta. El victimario realiza la acción violenta con o sin intencionalidad, afirmar que siempre el agresor violenta con intencionalidad, sería demasiado pretencioso, puesto que no es difícil encontrar casos en los que no hay una intencionalidad de agredir, sin ir más lejos, la violencia simbólica realiza agresiones sin intencionalidad al normalizar conductas e invisibilizar otras, como lo son la normalización del acoso callejero o la invisibilización y discriminación que sufren las familias homoparentales. En tanto, cuando la agresión es intencional, asumimos que el agresor está incurriendo en un mal actuar moral, lo juzgamos como ‘el malo’, el que hizo una mala acción, sin embargo el criterio moral que utilizamos para medir los actos como agresiones varían constantemente entre circunstancias, culturas o personas, por nombrar algunos factores; por ejemplo, si actuamos con violencia para defendernos, o sea, agredimos física o psicológicamente a otra persona, llamamos a eso ‘defensa personal’, sin embargo es violencia de igual forma y no anula sus propiedad y características intrínsecas, aunque la estamos usando para un fin que culturalmente es visto como ‘bueno’, otro ejemplo, en esta parte del mundo, los matrimonios arreglados son considerados como un acto de violencia en donde se anula la voluntad los afectados, en pos de un motivo que terceros acordaron y con ello, juzgamos aquellos actos de manera negativa, sin embargo, estos arreglos matrimoniales en países de medio oriente son bien vistos y tienen una buena valoración. La intencionalidad en la violencia no logra ser un criterio objetivo para limitarla, puesto que sería fijar un estándar moral y ético sobre lo que concebimos como ‘bueno’ y ‘malo’, y eso es fijado por la cultural en la que se está inmerso.
Otra forma de interpretar la violencia es de manera instrumental. ”La violencia
instrumental proviene del deseo de objetos o de estatus poseído por otra persona, la víctima, como joyas, dinero, sexo o territorios. Este tipo de violencia se produciría cuando el agresor, al tratar de conseguir su objetivo, se viera frustrado por algo o alguien. A menudo, no existe intención de dañar a nadie, aunque si algo/alguien se interfiere en su objetivo, puede sentirse forzado a ello. En ese caso, la agresión se dirige a quien frustra al agresor. La violencia instrumental tiende a ser más fría, menos emocional y más calculada y planificada que la expresiva. Con respecto a las implicaciones policiales de este tipo de violencia, la amenaza de una sanción se puede considerar suficiente para disuadir a los delincuentes” (Fesbach, 1964; Block y Block,1993; Miethe y Drass, 1999; Block y Ovcharchyn, 2001; Santtila Canter, Elfgren y Häkkänen, 2001; Glenn y Raine, 2009; Trojan y Krull, 2012). La violencia es un medio para un fin, por ejemplo, las grandes guerras que arrasan con el territorio, con las vidas de millones de personas, con las familias, son para traer la paz. Un ejemplo más cotidiano de la violencia como un medio sería el siguiente: cuando a una persona la asaltan, no se busca hacerle daño por hacerle daño, sino que buscan algo más que ellos tienen, por ejemplo su dinero, sus pertenencias, sus objetos de valor, etc. En este sentido, no se le atribuye un valor moral al acto violento, solamente es una acción que sirve para un fin posterior. Esta visión sobre la violencia es vista en la relación que hay entre las persona, sin embargo, en el reino animal igual podemos identificar violencia por parte de una especie sobre otra, por lo que no podemos afirmar con exactitud que la violencia sea un fenómeno netamente cultural. Podemos identificar, además, que la violencia no se da exclusivamente en la relación persona-persona, sino que también entre animales o entre animales y personas o, a veces, hasta la misma naturaleza nos parece violenta cuando arremete con fuerza en la tierra. Un ejemplo de la violencia entre animales, son los delfines, “quienes atacan a otros animales, hasta de su misma especie y se han registrado casos de ataques a personas, sin razón aparente” (Elena Sanz, 2017). Por lo tanto, la violencia no puede ser detenida, lo cual resulta ser utópico, porque al igual que las tormentas y los terremotos, es algo natural, que es inherente a la relación de las cosas mismas; al mismo tiempo, tampoco se puede afirmar que la violencia es mala, porque es imponer una forma de ver el mundo que es tan violenta como la violencia misma.
Así se ilustra la generalidad de la violencia, como una propiedad de las cosas
que es inherente a ellas, por lo que se debe aprender a convivir con ella. Conclusión.
A pesar de que la violencia es algo natural, que no se puede detener y que
no es buena ni mala, se puede aprender de ella y educar con conciencia de la misma, para enseñar a canalizar la energía que la violencia transmite por medio de la disciplina y la rigurosidad.
No se puede negar que grandes obras de artes han nacido a partir de un
sentimiento violento, el cual no fue perpetrado en un acto, pero sí en una obra, o también, las disciplinas que entrenan el budismo y el taoísmo ayuda a elegir un camino distinto frente al fenómeno de la violencia.